CAPÍTULO I
Era el último día de clase, y los niños, alborozados por las inminentes vacaciones, quemaban con sus risas y ocurrencias los últimos momentos que pasarían juntos antes del inicio del nuevo curso.
El maestro, que a duras penas podía contener la algarabía, se despidió de todos:
• Hasta el próximo curso. Espero que paséis unas buenas vacaciones y que cuando nos volvamos a encontrar vengáis con fuerzas renovadas.
El grupo se disolvió en un gran bullicio, partiendo cada uno cuando sentían cerca la hora de la comida.
Roger y Juan llevaban el mismo camino. Vivían en el mismo barrio; eran compañeros de colegio desde preescolar, e inseparables amigos de juego y de trastadas, diseminadas desde la misma salida de clase hasta que se veían forzados a encerrarse en casa, obedeciendo finalmente a los requerimientos de sus progenitores.
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