jueves, junio 16, 2016

Los intereses europeos en la destrucción de España

Cesáreo Jarabo Jordán
pensahispa@gmail.com


Los españoles del siglo XIX no podían concebir cómo pudo producirse la destrucción del Imperio, y en el siglo XXI, al menos éste español tampoco puede concebirlo… salvo para entender que lo que sucedió no es otra cosa que un proceso de metamorfosis. Ahora, según esa teoría, la Hispanidad está en estado de “pupa”, de la que necesariamente debe surgir una bella mariposa.


Mientras tanto, la situación de abatimiento da sensación de muerte. Pero la conformación de ese capullo en que la vida de la Hispanidad sigue latente está conformado por aspectos que ya han sido desarrollados en otros capítulos de este repaso histórico. Ahora vamos a intentar desentrañar los hilos con los que se conformó la pupa: los intereses europeos.


El 4 de Julio de 1808, después de la invasión napoleónica de España y Portugal, se firmó la paz entre España e Inglaterra. Inglaterra cesó las hostilidades contra España en América. Ahora le preocupaba, más que continuar en el acoso de su eterno enemigo, parar los pies al emergente peligro representado por Napoleón; sí, el ejército que debía invadir Hispanoamérica fue derivado a la Península para ayudar a la resistencia portuguesa y española. Curiosa situación que presentó como aliado a su eterno enemigo: España, postrada, e Inglaterra, triunfante.


¿Cuál era el fin de la ayuda inglesa? Torpes seríamos si por un momento creyésemos que se trataba de apoyar a España. Bien al contrario, sería una importante base para conseguir su destrucción.


Debemos ser conscientes con Jorge Luna Yepes, que “el liberalismo y la masonería no sólo actuaban directamente por medio del influjo sobre los independentistas o patriotas, sino que se infiltraban en la misma Península y tomaban posiciones, maniatando a España en su defensa contra la revolución emancipadora, y así vemos a secuaces de ellos, como el general Riego, sublevarse en Cabezas de San Juan cuando se disponía a embarcarse hacia América para debelar la revolución. Inglaterra y Francia contaron con el liberalismo y la masonería como aliados poderosos para someter a los políticos españoles a sus fines nacionales, aunque ello fuera en mengua de los intereses de España. La misma expulsión de los jesuitas de América, golpe fatal para la obra de España en nuestros países, fue algo en que tuvo bastante que ver la masonería.” 1


Pero no debemos ver una actuación macabra en el sólo hecho de la expulsión de los jesuitas; también hubo actuaciones de la Compañía de Jesús que coadyuvaron la adopción de posturas cercanas a la Ilustración y a los intereses de las potencias europeas enemigas de España, con un añadido que resultaba sumamente perjudicial: Como consecuencia de una actuación encomiable durante los siglos anteriores, la compañía tenía una alta credibilidad entre los creyentes, superior a la autoridad del rey y de la corona, que estaban infestados de Ilustración y liberalismo. Yecyd Alfonso Pardo Villalba señala que “no es nada raro que ellos hubiesen colaborado con ideas de revolución en los criollos y se haya creado un ambiente de zozobra en el cual el rey está en contra de Dios y de sus ministros”.2


En otro ámbito, los criollos, como los ilustrados peninsulares, también se habían imbuido de las mismas ideas en Europa, bebiendo de las fuentes de la Ilustración y militando en sectas masónicas. Esas ideas y el desarrollo del mercantilismo al margen de cualquier otra consideración, que era la estratagema británica para hacerse con el control del comercio, hizo nacer en la oligarquía criolla el espejismo de una prosperidad que se le prometía la órbita británica. Como consecuencia se dio lugar a la creación de logias que exigían el control local de los aspectos económicos; algo que la corona había evitado, no sólo en América, sino en todo el Imperio, con el fin manifiesto de, en lo posible, evitar corruptelas.


Pero desde la Guerra de Sucesión espa­ñola (1700-1714), en la que la armada española quedó desarbolada y España se vio forzada a permitir a Inglaterra el asiento de negros en el Tratado de Utrecht, primero Inglaterra, luego Francia y en menor intensidad Holanda, serán quienes controlen de manera efectiva el mercado hispanoamericano. Esta dependencia económica será la que, finalmente, posibilitará la introducción de los principios mercantilistas de la Ilustración en la oligarquía criolla. No obstante, será un quiste que no trascenderá más allá de sus propios círculos sino en 1820, gracias a la actuación decidida de Inglaterra en un doble frente: la actuación de sus esbirros masones en ambos lados del Atlántico y el aporte de aventureros y material de guerra en apoyo de los rebeldes “libertadores”. Apoyo que, por supuesto no llegó nunca a ser gratuito.


Fue la Guerra de Sucesión un momento en el que la Gran Bretaña prestó especial interés a sus objetivos de invasión de América. Desde un primer momento intentó extender la guerra al territorio americano, con resultado adverso. Esa circunstancia provocaría que, ya encarada la victoria británica que desembocó en la destrucción del Imperio español, sus voceros, y en particular Daniel O’Leary, proclamasen despectivamente que “La guerra de sucesión, que al comenzar el siglo XVIII absorbió la atención de Europa, no alcanzó á turbar la tranquilidad sepulcral de la América española, aunque en esa lucha se debatían los más vitales intereses de la monarquía española. Ninguno de los pretendientes ofrecía á la América remedio á sus dolencias; por tanto, ¿qué le importaba á ella quien saliese vencedor de esa lucha, pues ella bien sabía que era su destino Servir sempre o vincitrice o vinta?3


Después de todo lo que llevamos tratado, parace que, como señala Armando Aristizabal, “El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España (…) dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor (…) A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…”4 Y los agentes británicos jaleaban la idea. Así, Mariano Moreno expresó que “Es una quimera pretender, que todas las Américas españolas formen un solo estado. ¿Cómo podríamos entendernos con las Filipinas, de quien apenas tenemos otras noticias que las que nos comunica una carta geográfica? ¿Cómo conciliaríamos nuestros intereses con los del Reyno de México? Con nada menos se contentaría éste que con tener estas provincias en clase de colonias; ¿pero qué americano podrá hoy reducirse a tan dura clase?”5


Felipe Ferreiro señala que “las Provincias Unidas comprendían entonces un vasto territorio de cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados que llegaba del Atlántico al Pacífico, abarcando la Banda Oriental, las Misiones, el Paraguay y el Alto Perú (hoy Bolivia). Este proyecto no concordaba con los intereses británicos puesto que, mediante la creación de diversos estados, más débiles, obtendrían mayores influencias y facilidades de comercio.”6


El momento de oro para iniciar los proyectos británicos lo encontraron con ocasión de la invasión francesa de España, pero justo ahí se pudo observar que para llevarlos a efecto hacía falta algo más que la acción de los “libertadores”, porque como señala Jaime Rodríguez, “a diferencia de los británicos americanos, los españoles americanos no se rebelaron contra la madre patria. En lugar de ello, reaccionaron contra la invasión napoleónica de la Península ibérica, contra la expulsión de la familia real española en 1808 y contra la imposición de José Bonaparte, hermano de Napoleón, como rey de la Monarquía española. El rey usurpador, José I, no fue aceptado como nuevo dirigente de la Monarquía, ya que simbolizaba a los “ateos” franceses cuyas acciones habían puesto en peligro los fundamentos mismos de la sociedad hispánica – la Iglesia, representante de Dios en la Tierra, y al rey legítimo Fernando VII, que personificaba los derechos y libertades hispánicos. Para que la Monarquía española siguiera existiendo, se precisaban acciones extraordinarias a fin de establecer un gobierno que expulsara a los franceses y gobernara en nombre de Fernando VII hasta que éste quedara libre y regresara al trono.7


Con una particularidad añadida que significaba una potencia de gran envergadura y que marca la abismal diferencia con relación a otras potencias en la vida americana antes y después de la separación: Debemos recordar con Julio C. Gonzalez que “todos han omitido el rol de España en el Pacífico. La moneda castellana era la onza de plata, y en todo el pacífico regía este patrón…/…Humbolt manifestaba que no se encontraba más felicidad que en las posesiones españolas de América…/…El deseo revolucionario no existía. Había simbiosis entre los españoles y los naturales de América. No hubo los genocidios que vinieron después de la independencia.”8


Esa tranquilidad, que llevaba parejo una estabilidad económica estaba a punto de desaparecer para convertir América entera en un nido de conflictividad y de miseria que ya dura dos siglos, pero es que, como señala Armando Aristizabal, “Inglaterra se había propuesto convertirse en sucesora de España a la hora de la independencia de sus colonias [sic], y no se regateó esfuerzos para acelerar el momento. A lo largo de todo el siglo XVII desplegó una paciente labor de zapa para producir sus mercaderías y extender su influencia en el área latinoamericana. Unas veces lo hizo legalmente a través de puertos españoles, y otras de forma ilegal apelando al contrabando, o bien mediante el establecimiento de puertos francos en las islas que tenía bajo su dominio”.9


La ocasión definitiva para el cumplimiento de los planes británicos la brindaría la invasión francesa de la península. Como señala Francisco Javier de la Cruz Macho, “La autoproclamación de Cádiz como depositaria de los derechos dinásticos y salvaguarda de la unidad de España, no fue suficiente. América Latina se debatió entre acatar la autoridad española, con el riesgo de terminar convertida en una colonia francesa, o tomar la iniciativa constituyéndose como un poder propio. Las autoridades españolas se decidieron por la fidelidad a Cádiz, mientras que los revolucionarios apostaran por la gestión autónoma del poder. Se inicia así un camino en el que los vaivenes de la situación peninsular incidirán en la evolución del proceso independentista.10


Gestión autónoma que significaría la entrega con armas y bagajes en manos de los británicos, que no dudaron en eliminar a quienes les pusiese la menor cortapisa. Así sucedió con uno de sus agentes principales, Mariano Moreno, que por negarse a que se cumpliesen los designios ingleses (el motivo parece remitirnos al hecho que Mariano Moreno se había mostrado contrario a la decisión británica de crear diversos estados en América) moriría asesinado el 4 de Marzo de 1811 mientras viajaba en un barco inglés. Sobre este hecho existen cartas remitidas por las autoridades británicas; en una de ellas, el almirante De Courcy, “da cuenta a su ministro de que había dado órdenes de impedir el desembarco de Moreno en Río de Janeiro.”11 Tras ser eliminado, los ingleses instalaron un Triunvirato, el primero, bajo la dirección de Bernardino Rivadavia, que concedió a los comerciantes ingleses todo lo que pretendían, con absoluta liberalidad, lo cual significó la transformación de Buenos Aires en factoría comercial británica. A los pocos años de la Revolución, todo el comercio de importación y exportación, y buena parte del Comercio interior, habían pasado a manos de los ingleses.


No sería Mariano Moreno el único agente británico asesinado por los propios británicos. También en el asesinato de Sucre, como en el atentado sufrido por Bolívar todo hace indicar que los británicos estaban detrás.


Señala Felipe Ferreiro que “los extranjeros, como dueños del tráfico por mar, tenían entonces, además, el monopolio de las noticias relativas a los movimientos revolucionarios parciales y al transportarlas de unos lugares a otros, las deformaban a su antojo y conveniencia, ocasionando con ello el apresuramiento de los procesos revolucionarios en virtud del espíritu de imitación.”12


Lo inglés y lo francés se había puesto de moda; las ideas enciclopedistas y la masonería estaban empequeñeciendo el espíritu hispánico, que se limitaba a una triste imitación que ha ido creciendo exponencialmente en el tiempo hasta el momento mismo en que se realiza este repaso histórico.


A partir de 1812, ya con el proceso separatista avanzado, y cuando los separatistas tenían el control de importantes zonas del territorio, y conforme señala Luis Alberto Revelo, “se despertó en Inglaterra una fiebre de inversión y especulación hacia América Latina, constituyéndose compañías para la explotación mi­nera, transporte naviero, representación comercial y financiera, entre otras…/… Empréstitos otorgados a la causa independentista dieron como re­sultado el endeudamiento de las nue­vas naciones latinoamericanas, que en el caso del Ecuador se denominó la “deuda inglesa”, que nuestras au­toridades recién pudieron finiquitar­la en 1976, 160 años después de su contratación inicial. 13


El Reino de Quito, y posteriormente el Ecuador, no estuvo exento de los intereses y el control inglés. Poco antes de la disolución de Colombia, hacia 1829, ésta tenía una deuda acumulada de 6'688.949,20 libras esterlinas. Los tres estados que le sucedieron a Colombia reconocieron esta deuda. El pago de la que sería conocida como «Deuda Inglesa» marcaría y limitaría el desarrollo económico independiente y hasta el político del Ecuador. En el afán de pagar la deuda contraída con capitales europeos, varios proyectos se plantearon, como fue el caso de arrendar terrenos o encargar a empresas extranjeras la extracción de recursos.”14


Pero esa actitud tenía, como poco, un siglo de historia, con un plan pergeñado por el Foreing Office a principios del siglo XVIII. Plan que intentaron llevar a cabo por métodos militares en 1806 y 1807, y que les resultó nefasto, siendo expulsados mediando actos heroicos de la población. En cumplimiento del plan, según señala Tulio Halperin Donghi, “en 1806 la capital del virreinato del Río de la Plata es conquistada por sorpresa por una fuerza británica; la guarnición local (pese a que desde la guerra que llevó a la conquista de la Colonia del Sacramento, Buenos Aires es -en el papel-uno de los centros militares importantes de la América española) fracasa en una breve tentativa de defensa. Los conquistadores capturan un rico botín de metálico, que será paseado en triunfo en Londres…/…finalmente, un oficial naval francés al servicio del rey de España conquista Buenos Aires con tropas que ha organizado en Montevideo. Al año siguiente, una expedición británica más numerosa conquista Montevideo, pero fracasa frente a Buenos Aires, donde se han formado milicias de peninsulares y americanos. El virrey, que en 1806 y 1807 ha huído frente al invasor, es declarado incapaz por la Audiencia; interinamente lo reemplaza Liniers, el jefe francés de la Reconquista.15


Pero mientras los invasores estuvieron presentes, señala Julio C González que “despojaron, asesinaron y devastaron. Saquearon el Tesoro de la Hacienda Pública que era algo similar al Banco Central del Virreinato. De este episodio, arranca el déficit permanente del fisco nacional. Los ingleses nunca devolvieron el Tesoro que, en el curso de los muchos tratados que ellos firmaron españoles y argentinos nunca nadie reclamó. Enigmas de la historia... Para tapar este agujero en las arcas del Estado fue menester contratar empréstitos británicos que produjeron y producen agujeros y pozos fiscales imposibles de llenar. Saquearon la Compañía de Filipinas, la gran empresa comercial hispano-indiana que sembraba riquezas en las hoy desoladas provincias del oeste y del norte Argentino. La Compañía de Filipinas era la vena económica que a través del Pacifico vinculaba nuestro actual país con el lejano Oriente.

Saquearon las propiedades particulares, los negocios de ventas de comestibles y bebidas, los domicilios familiares de adobe o de ladrillo, los monasterios y los templos. Mataron a niños y mujeres. Violaron y asesinaron. El producido de tan monstruoso latrocinio fue llevado a Londres donde fue paseado por seis carrozas tirada cada una por ocho caballos Cada carroza llevaba cinco toneladas de metal.16


Liniers, que se encontraba en Montevideo, organizó la reconquista de la ciudad con éxito en 1806 y preparó su defensa en 1807, también con excelentes resultados, reclutando a la tropa entre los civiles de la zona, de todas las clases y condiciones, incluidos negros esclavos (que así accedían a la libertad) y gauchos trashumantes.”17


Horacio Vázquez Rial señala que “el problema es que esa clase dirigente, la de los criollos y los peninsulares emigrados, no estaba nada contenta con el triunfo de Liniers, porque lo que deseaban era libertad de comercio, lo que en la época se traducía en derecho a comerciar con Gran Bretaña. En Londres, la cuestión se venía debatiendo en forma explícita desde al menos la década de 1770, como revela el Plan Maitland …/… y que San Martín materializó puntillosamente. Había dos teorías: la de la conquista lisa y llana de los territorios españoles, que fracasó precisamente con las invasiones de 1806 y 1807, y la de la promoción de la independencia para abrir aquellos "reinos y provincias" al libre tráfico. Señalo lo de "reinos y provincias" porque la Indias jamás fueron colonias en el sentido actual de término: ni una sola vez en el inmenso corpus de las Leyes de Indias se emplean los términos colonia y factoría. Y fue el ser reinos y provincias lo que permitió la formación de élites locales, germen de las clases dirigentes de las nuevas naciones, los revolucionarios.” 18


Es de destacar la actividad de los quintacolumnistas británicos que según denuncia José María Rosa, “mientras los inferiores luchaban con tesón por su suelo y su manera de vivir, muchos principales habían jurado lealtad a los invasores en 1806 y menguado en la defensa de la ciudad en 1807.”19 Esos quintacolumnistas serían los que, encabezados por Mariano Moreno, en 1810 ordenarían el asesinato de Santiago de Liniers.


El interés demostrado por parte de Gran Bretaña en el Río de la Plata procedía de haber perdido su influencia en el enclave de Sacramento, al objeto de “recuperar (y seguramente ampliar) el nivel de participación que el comercio británico tenía en ese mercado con anterioridad a 1777”20 cuando, y desde el Tratado de Utrecht gozaban de una gran libertad de actuación.


El plan, como queda señalado, tenía ya un siglo, y había sido corregido y actualizado, con indicaciones de todo tipo facilitadas por Francisco de Miranda a Maitland, y ya en 1804, “el periódico ‘Morning post’ enarbola en Inglaterra una consigna programática: A España hay que vencerla en América, no en Europa.”21


Y a eso se dedicaron. En Noviembre de 1808 Inglaterra envía un escuadrón al mando del Contralmirante Michael DeCourcy,”con base en Río de Janeiro, y que incluía a los buques de Su Majestad Británica “Agamemnon”, “Mutine”, “Bedford”, “Elizabeth” y Foudroyant”.”22 El 25 de mayo de 1810, entra el “Mutine” en Buenos Aires tras ser arriada la bandera española e izada la bandera británica, para acto seguido, el día 26 fraguar el “tratado de amistad” entre los mandos británicos y los miembros de la Junta, ante quienes desfilaron las tropas. Pocos días antes había atracado en Buenos Aires la fragata inglesa “John Parish” que arribó a Montevideo el 14 de mayo con procedencia de Cádiz y Gibraltar de donde había salido a mediados de marzo, y el buque de guerra inglés “Miseltoe” que entró el 14 de mayo procedente de Río de Janeiro y la fragata “Venerable” llegada a Buenos Aires el 18 de mayo. 23 Era una toma militar en regla…

Pero esto no representaba más que uno de los primeros pasos en el plan Maitland, que tenía como objetivo“crear tres paises que se ignoren mutuamente. Con ello se parará la minería y se rompería el eje del comercio internacional de España.”24


Todo estaba calculado con exactitud y ejecutado con exquisita fidelidad; así, conforme señalan Heraclio Bonilla y Karen Spalding, “entre 1808 y 1811, en efecto, aproximadamente un tercio del total de las exportaciones británicas se destinó a Hispanoamérica, (Chaunu, 1964: p 210).”25


Las exportaciones británicas y, de paso, el expolio de todo cuanto encontraban a su paso; por ejemplo la toma de Potosí, que en 1810 fue llevada a cabo por Pueyrredón, asistido por el agente británico Paroissien, a quién pagó los servicios con el tesoro allí existente y “recomendando al llamado Primer Triunvirato, el otorgamiento de la ciudadanía para el agente inglés, convirtiéndose así en el primer argentino naturalizado de la historia; acto luego confirmado entusiastamente por la masónica Asamblea del Año XIII.”26


La Junta de Buenos Aires firmaba sus comunicados conjuntamente con el capitán de la armada británica Mark Bavfield, a quién el gobierno autorizaba “para que introduzca sin derecho alguno en valor de la fábrica cien mil pesos de géneros y extraiga otros tantos en frutos del País igualmente libres.27 La autorización, que abarcaba otros aspectos, estaba firmada por Cornelio de Saavedra. Doctor Juan José Castelli. Manuel Belgrano. Miguel Azcuénaga. Doctor Manuel Alberti. Domingo Matheu. Doctor Larrea. Doctor Mariano Moreno.y el propio Mark Bayfield.


La gran asonada estaba tomando fuerza; así, dos años después, el 1 de abril de 1812, Luis de Onís, embajador de España en los Estados Unidos, comunica al Virrey de la Nueva España, Francisco Javier Venegas, que Estados Unidos se muestra hostil a España y pretende extenderse hasta el Río Bravo.


Pero esa hostilidad no quedaría demostrada sólo al norte. También acudieron al sur en apoyo de Bolívar, y para llevar a cabo actos de terrorismo, según señala el ecuatoriano Francisco Núñez del Arco, “Alejandro Macaulay, agente y emisario del imperialismo yanqui en la Nueva Granada durante su guerra de separación de España, desempeñó importantes funciones militares en su país antes de acudir al servicio de los intereses angloyanquis en el hemisferio…./…Durante más de un año y medio el yanqui personalmente conduce una feroz campaña represiva de los oligarcas payaneses contra los pueblos realistas insurrectos de Patía, Pasto y Barbacoas: pueblos enteros incendiados, pequeñas propiedades saqueadas y destruídas, mujeres y niños masacrados van quedando al paso de las tropas comandadas por el agente de los Estados Unidos, que actúa acorde con el ejército de la segunda junta quiteña, comandada por Pedro Montúfar, hermano del marqués de Selva Alegre.
En agosto de 1812, incapaz de derrotar con sus tropas a las milicias pastusas y patianas, Macaulay intenta pasar al sur, a reunirse con tropas quiteñas. Pasto le tenía bien preparado su recibimiento. En Catambuco se le enfrenta el ejército popular pastuso, que armado de palos y machetes derrota al ejército represivo al servicio de la oligarquía criolla y de los intereses angloyanquis. En absoluta derrota aniquilan a 200 subversivos y aprisionan a más de 400, entre ellos Macaulay y el presidente de la junta de Popayán, Joaquín de Caycedo y Cuero (sobrino del también subversivo obispo de Quito Cuero y Caycedo).


El 23 de enero de 1813, el agente yanqui Alejandro Macaulay fue fusilado en Pasto por orden del nuevo Presidente de la Real Audiencia de Quito, general Toribio Montes. Constituyéndose este hecho en la primera derrota registrada del imperialismo yanqui-anglosajón en la Real Audiencia de Quito.”
28


Pero no eran sólo usenses las fuerzas que competían con la hegemónica Inglaterra en el control del continente. Emilio Ocampo señala que en 1814, huyendo de la persecución que sufría por haber sido general de Napoleón, el aventurero “Brayer conoció al chileno José Miguel Carrera, quien en esos momentos acordaba con el mariscal Emmanuel Grouchy y con el general Bertrand Clausel, un plan para libertar a todas las colonias españolas en Sudamérica. Con la ayuda de ambos, y probablemente también de José Bonaparte, Carrera consiguió fletar cinco buques y reclutar más de treinta veteranos del Ejército imperial. Tanto Grouchy como Clausel planeaban viajar a Buenos Aires y participar en la campaña, pero esperaban ser invitados, o mejor dicho contratados oficialmente por el gobierno revolucionario.”29


Esa actuación tenía otro sustrato: “A principios de agosto se descubrió en Chile un complot organizado por José Miguel Carrera y sus hermanos para derrocar a O’Higgins y San Martín. Uno de los complotados confesó que el plan de Carrera, que había escapado a Montevideo, era entregar el mando supremo del ejército a Brayer, dejar a su hermano Luis como presidente interino de Chile y volver a los Estados Unidos para organizar una expedición naval para atacar a Perú junto con el mariscal Grouchy y otros oficiales bonapartistas cuyos gastos en Sudamérica serían pagados por el propio José Bonaparte.”30


A pesar de estas discrepancias entre los invasores, todo estaba funcionando de acuerdo con el programa establecido; eso se deduce de lo expresado el 19 de junio de 1815 por Simón Bolívar: “Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien general de la humanidad y el aumento del comercio británico”, y manifestaba más: “Estoy convencido de que únicamente Inglaterra es capaz de proteger los preciados derechos del mundo, ya que es grande, gloriosa y sabia.”


Por su parte, la actuación de Gran Bretaña variaba conforme a sus conveniencias, algunas de las cuales son de difícil comprensión; como ejemplo, el sucedido en 1825 cuando tras haber reconocido en 1820 a la Gran Colombia y “a pesar de que el Foreign Office se había entusiasmado ante la que aparentemente parecía destinada a ser la primera nación de América Latina, al cabo de cinco años contemplaba sin inmutarse su descomposición. La Royal Navy incluso participó un poco en ella.”31 Quizá, sólo quizá, la razón sería la actuación que tenía previsto realizar en la Guayana, y que culminó en 1831, cuando la consolidó como colonia.


El río revuelto no cejó en el suministro de piezas para los codiciosos pescadores; así, Leslie Bethel señala que “con la independencia, el Perú abrió sus puertos a todas las potencias del mundo y en especial a Gran Bretaña. Si bien las relaciones comerciales entre Europa y el Perú se habían emprendido en los últimos treinta años del siglo XVIII a través del puerto de Buenos Aires, ahora la introducción de las mercancías británicas en el Perú seguía fundamentalmente la ruta del estrecho de Magallanes, en el extremo sur del continente, lo que convirtió al puerto chileno de Valparaíso en el nexo estratégico de este comercio…/… En la primera mitad del siglo XIX los tres países con los que el Perú mantuvo un mayor intercambio comercial fueron, en orden de importancia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, pero el comercio con el primero era, de lejos, el más significativo.32


En lo concerniente a la política aduanera, los gobiernos peruanos tuvieron que conciliar múltiples intereses. En primer lugar, existía la presión de los intereses británicos para establecer el libre comercio.”33


Colateralmente había otro territorio hispánico, en este caso parte de la corona de Portugal; se trata de Brasil, que el 7 de Septiembre de 1822, declaraba su independencia. Tal vez, pensaremos, las circunstancias en ente caso sean otras… Pero nuevamente Tulio Halperin Donghi viene a darnos un poco de luz cuando señala que “el reconocimiento de este cambio no fue demasiado dificultoso; en 1825, un mediador británico lo obtenía -no sin ejercer alguna presión- de la corte de Lisboa.”34 Pocas dificultades hubo; no en vano Portugal hacía ya mucho tiempo que estaba bajo la órbita de Gran Bretaña.


Por otra parte, y conforme a lo señalado por Francisco Javier de la Cruz Macho, “la independencia de Brasil arranca de la invasión de Portugal realizada por los ejércitos franceses. El rey Don Juan VI huye con su esposa Joaquina y el resto de la familia real a Brasil, con la ayuda de la armada inglesa…/… Tras el fin de la ocupación francesa en Portugal se estableció una regencia que se hizo muy impopular, provocando una revuelta liberal que reclamó el regreso del monarca. Juan VI regresa dejando a su hijo Pedro como regente en Brasil. Pero el regreso del monarca a Portugal supuso un retroceso en el estatus de Brasil que volvía a ser considerada colonia. Este descontento se encauzó en una demanda independentista que tuvo su punto de partida en el grito de Ipiranga (7-9-1822), que declaraba la independencia de Brasil y nombraba emperador al príncipe Pedro.35


Con los objetivos cubiertos, la prensa inglesa de 1824 reflejaba la situación, tan a su placer: “Al presente, no sólo no posee España una sola pulgada de tierra en aquella vasta región, sino que es actualmente perseguida por las armas victoriosas de Colombia, que después de de haber conquistado su propia independencia, ha tomado sobre sí la libertad de sus vecinos…/… Aquella república ha adquirido ya un grado de civilización á que ningún otro estado de la América española ha alcanzado…/… Tranquilidad; sumisión general á la ley común; seguridad en todos los derechos legales…”36

Quedaba cerrado “un proceso que había comenzado desde la segunda mitad del siglo XVIII: la dominación efectiva de Inglaterra, la nueva potencia del mundo.”37 Una circunstancia que siempre ha sido recordada por los británicos cuando han tenido ocasión; a modo de ejemplo, destaquemos lo que J. Hermoel, Presidente del Consejo de Tenedores de Bonos, decía a Antonio Borrero Cortázar, presidente que fue de Ecuador durante del año 1876: “Habiendo con nuestros capitales favorecido la Independencia de esas repúblicas, y ofrecido muchos compatriotas nuestros su sangre a la causa y bajo el mando de Bolívar, la fortuna del Ecuador ha sido siempre mirada en nuestro país con generosa simpatía”38


Sátira británica de 1740, en la que se puede leer la leyenda «Los españoles construyen castillos en el aire, los británicos le otorgan su importancia al comercio».39


Conseguidos ya todos los objetivos militares británicos tocaba consolidar otros aspectos; así, en Panamá, “tan temprano como 1826, aprovechando la crisis producida por el enfrenamiento entre Bolívar y Santander, en un acta del 16 de septiembre, los mercaderes istmeños plasman su proyecto histórico: no importa cómo se resuelva el problema político en Colombia, siempre que ambas partes concedan en convertir al Istmo en un país hanseático. Es evidente que el proyecto hanseático tiene una connotación claramente antinacional y, más bien constituye la reedición de un nuevo estatuto colonial, bajo la forma de un protectorado en el que los ingleses tendrían la parte del león, aunque no se proponga al principio separar al Istmo de la unión colombiana. La propuesta hanseatista es, pues, una pretensión histórica que no es progresiva, ni nacional, como lo ha presentado la historia oficial hasta ahora.”40


En resumen, resulta un hecho incuestionable que la separación de América y su fragmentación fue conseguida por ejércitos extranjeros, muy especialmente británicos, con el objetivo de desmembrar y conquistar todo el Imperio Español y convertirlo en proveedor de materias primas, objetivo que cumplió a plena satisfacción; que este hecho acabó con la prosperidad y la libertad de un continente que había sido tierra de promisión, próspera y rica, y ahora, en el siglo XXI, es referencia de miseria y tercermundismo, y que no deparó mejor porvenir a la España peninsular, convertida en factoría inglesa y comparsa de sus actuaciones.















1 Luna Yepes, Jorge. Causas de la independencia.

2 Pardo Villalba, Yecyd Alfonso. Causas de la independencia Hispanoamérica y de Colombia.

3 O’Leary, Daniel. Bolívar y la emancipación de Sur-América. Pag. 38

4 Aristizabal, Armando. Imperalismo anglosajón, masonería e “independencia”

5 Ferreiro, Felipe. La disgregación del Reino de Indias 

6 Sejean, Juan Bautista. San Martín y la tercera invasión inglesa. Pag. 13

7 Rodríguez O, Jaime E. México, Estados Unidos y los Países Hispanoamericanos: Una visión comparativa de la independencia

8 Julio C. Gonzalez: La involucion Hispanoamericana

9 Aristizabal, Armando. Imperalismo anglosajón, masonería e “independencia”

10 Cruz Macho, Francisco Javier de la. El proceso de independencia de América Latina

11 Sejean, Juan Bautista. San Martín y la tercera invasión inglesa. Pag. 13

12 Ferreiro, Felipe. La disgregación del Reino de Indias 

13 Revelo, Luis Alberto. Bolívar y el financiamiento de la Independencia

14 Deidán de la Torre, Ahmed/ Núñez del Arco Proaño, Francisco. Ecuador Land Company Limited: dependencia y cesión de soberanía

15 Halperin Donghi, Tulio. Historia contemporánea de América Latina pag. 73

16 González, Julio C. Hostilidades británicas al gobierno de Perón.

17 Vázquez-Rial, Horacio. El sol del veinticinco

18 Vázquez-Rial, Horacio. El sol del veinticinco

19 Rosa, José Mª. Del municipio indiano a la provincia argentina. Pag. 39

20 Jumar, Fernando. El precio de la fidelidad: La guerra de Sucesión en el Río de la Plata.

21 Corsi Otalora, Luis. Cronología analítica motivacional del proceso independentista en Hispanoamérica

22 Charles Montague Fabian. Uno de los amigos ingleses de la revolución de Mayo

23 Ferreiro, Felipe. La disgregación del Reino de Indias 

24 Julio C. Gonzalez: La involucion Hispanoamericana

25 Bonilla, Heraclio y Karen Spalding. La Independencia en el Perú: las palabras y los hechos. Pag. 29

26 Diego Paroissien: ¿Patriota o agente británico?

27 Pampero, Juan. Efemérides argentinas

28 Núñez del Arco Proaño. Francisco

29 Ocampo, Emilio. Brayer, un general de Napoleón que desafió a San Martín.

30 Ocampo, Emilio. Brayer, un general de Napoleón que desafió a San Martín.

31 Bethel, Leslie. Historia de América Latina. 1820-1870. Pag. 176

32 Bethel, Leslie. Historia de América Latina. 1820-1870. Pag. 204

33 Bethel, Leslie. Historia de América Latina. 1820-1870. Pag. 207

34 Halperin Donghi, Tulio. Historia contemporánea de América Latina pag. 120

35 Cruz Macho, Francisco Javier de la. El proceso de independencia de América Latina

36 Groot, Jose Manuel. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada. “The American Monitor” Pag. 4-5

37 Bonilla, Heraclio y Karen Spalding. La Independencia en el Perú: las palabras y los hechos. Pag. 15

38 Deidán de la Torre,Ahmed/ Núñez del Arco Proaño, Francisco. Ecuador Land Company Limited: dependencia y cesión de soberanía

39 Anónimo. Guerra del Asiento

40 Beluche, Olmedo. La verdadera historia de la separación de 1903


1 comentarios :

Lucius dijo...

Ciertamente, los enemigos del imperio lograron su caída. Sin embargo, la oportunidad de oro fue resultado de la endogamia Habbsburgo que terminó con la dinastía. Una dinastía que desde el principio reguló al imperio por igual como en la península. No había colonias. Todo el territorio seguía las mismas leyes. Al nombrar a un Borbón como sucesor, le dio injerencia a Luis XIV sobre el destino del imperio. Y luego la guerra de sucesión entre las casas de Europa, lo repartieron. Ahí comenzó el fin. Rematado por el estilo absolutista francés de los borbones, que fue convirtiendo al imperio, en colonias. Iniciando el descontento pre independentista. Lo demás es lo que vivimos, un imperio balcanizado, con pequeños países que aún no encuentran rumbo. Incluida la actual España que del imperio quedó con el nombre, pero pudo haberse llamado Borbolandia. El nombre España era de todos nosotros.

 
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