Cesáreo Jarabo Jordán
pensahispa@gmail.com
La historiografía dominante, la británica y britanizante, utiliza los argumentos que la Ilustración identifica como buenos; a saber: aquellos que le benefician, sean o no ciertos. Entiendo que nosotros debemos estar en otra esfera, y limitarnos a averiguar la verdad, beneficie a quién beneficie, en la certeza cristiana que nos asegura que la verdad nos hará libres.
Es por ello que, obviando la perfidia de la Ilustración, nos negamos a utilizar el lenguaje de la misma, que prostituye la verdad. Por ese motivo nos negamos a dar el adjetivo “patriota” a los separatistas, reservando el mismo estrictamente a quién corresponde; a saber: a quienes defienden la Patria y su unidad. Luego se verá si la acción del patriota es justa o injusta, pero salvando siempre la pureza del lenguaje, procurando identificar el adjetivo con el sustantivo.
Aunque los procesos separatistas de América tienen una unidad de acción, desarrollada en unos momentos determinados y con una estructura social equivalente, llama la atención que no en todos los lugares surgieron movimientos patrióticos armados claramente enfrentados a los separatistas. Así, no se formaron guerrillas realistas en el Norte América, Centro América, ni Alto Perú. El motivo de esa inexistencia de guerrillas nacionales parece deberse a que en esos territorios, el ejército regular controlaba la situación de manera holgada.
En otros lugares, y en medio de los enjuagues de mercadeo entre los “libertadores” y los usurpadores británicos, surgían movimientos independientes que, al estilo de Boves mantenían la dignidad hispánica entre tanto traidor y tantísimo acomodaticio. Era el pueblo, a imagen y semejanza del que en la España europea se había enfrentado al francés y ahora se preparaba para luchar contra el liberalismo peninsular.
Y es que el temor a la pérdida de libertad, que en unos aletargaba su propio espíritu de supervivencia, en otros, lamentablemente en los menos, fomentaba su rebelión. A ese respecto, Frederic de Brandsen señala que “Incluso los mapuche, que ya habían construido un entendimiento con la administración española -especialmente cordial con el Gobernador Ambrosio O’Higgins1- vieron en la Independencia una amenaza a su autonomía territorial y a sus prerrogativas. Muchos de ellos tomarán las armas, junto a Benavides, Zapata y otros jefes guerrilleros, o en montoneras dedicadas al pillaje y al saqueo, durante la llamada Guerra a Muerte”2 que acabaría desarrollándose contra los gobiernos títere surgidos tras la derrota.
Y no se resiste al menor análisis la insinuación de que esa resistencia estaba siendo llevada a cabo por peninsulares descontentos. El ejército real del Perú, que en 1809 contaba con 5.000 hombres, dobló esa cifra en 1818, cifra que, a su vez, fue nuevamente doblada en 1820, cuando alcanzó el mayor número de efectivos (23.000); cifra que, tras varios altibajos, se repetiría en febrero de 1823, para reducirse drásticamente a 9000 efectivos en septiembre, y doblarse en 1824. Un movimiento de acordeón que no era el resultado del aporte humano peninsular, inexistente. Recordemos que desde el año 1817 no llegó ningún refuerzo europeo para los realistas del Perú.
Étnicamente la masa de las tropas reales estaba compuesta mayoritariamente por indios, y se componía de unidades permanentes de veteranos, y de milicias reclutadas según las necesidades, con ámbito local o provincial.
“En el Alto Perú, en el bando realista, combatieron indios en el Regimiento de Nobles Patricios del Cusco, en los numerosos escuadrones de caballería aymara, los Regimientos de Chumbivilcas, el Regimiento Quechua de Paruro o el Regimiento de Línea del Cusco. Lo cual, comparado con las tan cacareadas (como inferiores) guerrillas “patrióticas” de Juana Azurduy y su esposo Manuel Ascencio Padilla, nos puede dar una idea de la desproporción en las lealtades. Al mismo tiempo, tenemos en Chile a los caciques araucanos ofreciendo sus servicios al general realista Pareja en Talcahuano en 1812 para combatir a los “señoritos” de Santiago. Y lo hicieron muy bien, a pesar de la ferocidad desmedida de los “patriotas”, violando todo tipo de derechos humanos… En la misma Nueva España, donde la Revolución se vistió de ropajes indigenistas desde un primer momento, el apoyo de los indios al régimen virreinal fue importantísimo, conformándose un nutrido Cuerpo Patriótico de Voluntarios de Fernando VII en la capital mejicana y resistiendo a los insurgentes las principales gobernaciones indígenas…/… En la Puna los indígenas se mantuvieron neutrales, aunque colaborando con mejor predisposición con los realistas. Por lo menos hasta que, en 1814, el Marqués de Tojo fuese “llamado” a Buenos Aires y, en extrañas circunstancias, a su regreso un año después, ayudara a Güemes sublevando Yavi, Humahuaca, Tarija, etc. Pero apenas tomado prisionero en noviembre del ’16, la situación cambia por completo: la Puna se tranquiliza y el cuartel general realista queda fijado en Humahuaca (punto de mayor concentración indígena en toda la Argentina en el 1800).” 3
En Venezuela y Nueva Granada, los negros apoyaron masivamente la causa del Rey. “Se ha probado la organización de las milicias realistas en “castas”, como el famoso Batallón de Pardos de Arica o el Escuadrón de Dragones de Tinta. También sabemos que los negros de Chincha serían los preferidos para las unidades costeras. Sin embargo, tras las primeras bajas y ante la necesidad de cubrir la nómina de las distintas unidades, el sistema fue evolucionando hacia cuerpos amalgamados, compuestos en su mayoría de mestizos.”4
Desde el principio, la proporción de americanos en las tropas españolas era abrumadora, y la traición de Riego no hizo sino confirmar lo que venía sucediendo, y que nos presenta las guerras americanas sencillamente como un resultado de enfrentamiento entre patriotas, que luchaban a sus expensas, y separatistas, que combatían con el apoyo logístico, económico, político y militar del mundo anglosajón, que cobraría sus servicios con todo lo que había a su disposición: tierras, comercio, metales preciosos, productos naturales…
Y ya en plena derrota, esas fuerzas nacionales que nunca contaron con el apoyo desde la España europea, sencillamente porque se encontraba inmersa exactamente en el mismo proceso de descomposición que América, posibilitó el surgimiento de diversos movimientos autónomos decididos a morir en el empeño de defender la Patria. Así, en Chile, los caudillos Vicente Benavides, Juan Manuel Picó, el coronel Senosiain y los hermanos Pincheira, con el apoyo de grupos mapuches y pehuenches prosiguieron la lucha por la Patria, como en la Nueva Granada la prosiguió Agustín Agualongo, o en el Perú Antonio Huachaca.
Vamos a intentar brindar un pequeño homenaje a los patriotas más significativos que virilmente se negaron a admitir el sinsentido de la separación de la Patria. Se trata sólo de una cita; o más una incitación a la investigación histórica de sus gestas, hasta hoy condenadas al calificativo de bandidaje por parte de los lacayos que vendieron la independencia patria por unos tratados comerciales que les beneficiaron a ellos en exclusiva.
AGUSTÍN AGUALONGO
“Fue un lider de los realistas del alto Ecuador, nacido en la ciudad de San Juan de Pasto el 25 de agosto de 1780, líder criollo y militar realista durante la guerra de independencia de la Nueva Granada (hoy Colombia). Resistente infatigable; el "indio, feo y de corta estatura" (según su biógrafo, el historiador pastuso Sergio Elías Ortiz), que puso en jaque a lo más granado de los ejércitos republicanos. En 1822, bajo el mando del español Benito Boves, (sobrino del llanero José Tomás Bobes), Agualongo le declaró la guerra a la república de Colombia, en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica. ”5 Tras la muerte de Boves, Agualongo pasó a liderar una guerra de guerrillas que lo haría legendario.
El 7 de Marzo de 1.811, Agualongo, de 31 años de edad, ingresó a la tercera Compañía de Milicias del Rey.
Rodolfo Pérez Pimentel señala que “El 13 de Agosto de 1.812 los realistas enfrentaron con éxito en el sitio de Catambuco a las fuerzas del Cap. Juan María de la Villota y escaló a Sargento. De allí en adelante los esfuerzos quiteños por reconquistar Pasto se vieron condenados al fracaso y su revolución empezó a desmoronarse ante el avance de un ejercito realista que salió de Cuenca.”6
En 1822 ya era teniente coronel. Tras la batalla de Pichincha, donde no combatió, se unió a Benito Boves, Juan Muñoz y Estanislao Merchancano, reiniciando las operaciones militares, en una guerra de guerrillas que contó con el apoyo de las comunidades indígenas de los contornos, venciendo a Sucre en la Cuchilla del Tambo, pero el 25 de Diciembre, Sucre tomó Pasto imprimiendo una dura represión. Agualongo, ya coronel, retomó Pasto.
El caso de Pasto es digno de especial atención. Representó el primer lugar de actuación de Agualongo, pero es que Agualongo era pastuso, y los pastusos significaron siempre la piedra de escándalo del separatismo americano. Siempre fieles a la Patria, sufrieron el genocidio y el escarnio por parte de los agentes coautores de la secesión. Señala Isidoro Medina Patiño que “El tremendo odio que el Libertador Simón Bolívar sentía contra la ciudad de Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, se desencadenó en la navidad de 1822, cuando las tropas patriotas (las tropas separatistas), al mando de Antonio José de Sucre, se tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra de la Independencia. Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho manchó sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara, sin ninguna clase de control.”7
El 24 de diciembre de 1822 Antonio José de Sucre, como un acto de desprecio por el nacimiento de Nuestro Señor, masacró Pasto. El ejército separatista, al que comandaba, llegó a la ciudad. La población huyó o se refugió en las iglesias, y finalmente salió en procesión con la imagen de Santiago. Las tropas de Sucre no respetaron ni a los ancianos de 80 años ni a los niños de pecho. Quién más destacó fue Apolinar Morillo, el mismo que tiempo después sería la mano ejecutora en la conjura masónica dirigida por José María Obando, y que acabaría asesinando al propio Sucre, liberándolo así de los posibles remordimientos que la caridad cristiana insiste esperanzaza en encontrar en la mente del autor material de tamaño genocidio que con toda justicia lo encumbra como Caín de América.
La orgía de sangre del ejército “libertador” compuesto mayormente por mercenarios ingleses no se detuvo ante nadie ni ante nada; “la soldadesca que ha entrado al templo en sus caballos, enlaza las sagradas imágenes de las vírgenes y de los santos, que acto seguido son despojadas de sus ornamentos y sus riquezas terrenales, en una orgía de muerte, destrucción y pillaje, en medio de los alaridos de las mujeres que están siendo violadas y pasadas a cuchillo y de los gritos de los hombres, que también son degollados.” 8
Los detalles dantescos serían anuncio del porvenir que le esperaba a la Patria tras la victoria de los “libertadores”: “Las violaciones fueron múltiples y de acuerdo con las crónicas de la época, todas las mujeres que fueron sorprendidas en Pasto ese 24 de diciembre de 1822, fueron víctimas de vejámenes sexuales, de los cuales no se salvaron las monjas en los conventos.
De los robos y abusos cometidos, es de rescatar la opinión del general José María Obando, quien no vacila en criticar los incalificables excesos y responsabiliza de los mismos al general Sucre:
‘No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano (?) e ilustrado como el general Sucre la medida altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir tantos actos de inmoralidad…’”9
Casualmente, y como había sucedido en la península, tanto en las intervenciones de las tropas francesas como en las de las inglesas, “se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a las iglesias y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que “el tiempo de los Rifles”, es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe” 10
Bolívar, a lo que resulta de las opiniones vertidas sobre Pasto, hubiese deseado que nunca hubiese existido… o hubiese deseado exterminarlo como posteriormente sería exterminado el pueblo selkman en la Patagonia. “Pasto y su gente se convirtió, durante gran parte de la campaña Libertadora, en un tremendo dolor de cabeza para el Libertador Simón Bolívar. Fueron ocho años de sangrientos enfrentamientos, en los que nosotros podemos decir que Simón Bolívar demostró su estado bipolar al buscar en todo momento castigar de la manera más dura y salvaje a la ciudad y sus moradores, que en gran mayoría siempre insistieron en permanecer fieles a la corona española y, ante todo, a sus propios fueros.”11
Pero si los “libertadores” no fueron capaces de exterminar físicamente a los pastusos, no dudaron en intentar llevar esa labor en otros ámbitos; así, “las risas contra el pastuso han sido la forma insulsa como el pueblo colombiano se resiste a aceptar su fracaso colectivo, la forma grotesca de desconocer su propio error, la manera torpe de esconder sus equivocaciones. De nada le sirvió al pueblo colombiano su cuota de sangre en las revueltas “populares” de 1800, su sangre únicamente sirvió para abonar las grandes fincas de otros, de los que en realidad querían destronar a un rey para instaurar la dictadura de sí mismos.”12
“¡Malditos! ¡Demonios! ¡Infames! ¡Malvados! ¡Infelices! ¡Desgraciados! Fueron entre otros los epítetos insultantes con que calificaría Bolívar a los Pastusos. No quería a este pueblo y su gente y por eso pretendía llevar a cabo su completa destrucción como se registra con las históricas ciudades de Numancia o Cartago, a las cuales él mismo hizo alusión en su oportunidad ponderando el valor y orgullo de los pastusos. En nuestro concepto, el clímax de ese odio desaforado fue el bárbaro ataque que Bolívar ordenó contra Pasto, el cual fue ejecutado bajo las órdenes de Antonio José de Sucre, constituyéndose en un espantoso cuadro de violencia y salvajismo desatados contra una población indefensa. En la historia tremenda de la independencia de América no hay hechos de mayor crueldad que los que se ejecutaron contra los vencidos pastusos: destierros en masa al Perú, a Guayaquil, a Cuenca; contribuciones forzosas, reclusión de mujeres, requisa de caballos, ejecuciones secretas, lanzando a los abismos del Guáitara amarrados por parejas las victimas, despojos de bienes, redadas de hombres para formar batallones. Y esas bárbaras represiones tuvieron que soportarlas todos: los hombres del pueblo y los nobles, los clérigos y los labriegos, los indios, los mestizos y los blancos. ‘Los tiempos heroicos de Pasto están floridos de episodios de singular grandeza de ánimo. Cualquiera de ellos es sugestionante y revelador del carácter del pueblo pastuso’, dice la historia.” 13
Y la acción y resistencia del pueblo pastuso seguirá siendo un ejemplo para el pueblo hispánico. “Solo una mente bipolar desequilibrada pudo ordenar unas acciones tan terribles, en contra de un pueblo entero. Con este ataque del ejército patriota [separatista] a la ciudad, Simón Bolívar demostró una vez más su odio visceral en contra del pueblo pastuso y como instrumento de su sangrienta venganza, utilizó a su paisano, el General Antonio José de Sucre, el oficial de sus mayores afectos, quien, de manera inexplicable, permitió a los soldados a su mando el perpetrar toda clase de iniquidades, como jamás se habían visto.” 14
El genocidio de Pasto, por otra parte, no fue sino una etapa más de la “guerra a muerte” que había decretado en 1813. Pero en la mente de Bolívar debió ser algo más. Su odio hacia los pastusos parece alcanzar un grado de enfermedad., a juzgar por lo descrito por
Luis Perú de Lacroix, masón y edecán de Bolívar, que escribió en sus memorias algunas sentencias del “libertador”: “Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, por que jamás se olvidarán de nuestros estragos”. ” 15
Pero esa posible desviación mental encontraría apoyo en quienes se encontraban interesados, no por enfermedad, sino por codicia, en el exterminio de Pasto, y es que Pasto representaba un excelente polo de desarrollo industrial y comercial, al margen de los intereses británicos; algo que era necesario allanar. “Al arruinar del todo a Pasto, sobre todo liquidando o expulsando su población urbana, Bolívar muy hábilmente se ganó gran parte del apoyo de las élites que precisamente no querían tener la creciente competencia de la pastusa y de su entrada rápida a la producción manufacturera. “16
Si penoso es el genocidio “per se”, adquiere tintes incalificables cuando observamos que no es producto de enfermedad mental sino de codicia. ¿Qué actuación cabe al respecto?
Es el caso que, tras los estragos llevados a cabo sobre Pasto, la mayoría de los jefes patriotas se dejan caer en la pesadumbre. No es el caso de Agualongo, quién creía haber encontrado el momento de la revancha y se lanzó sobre Quito con un ejército de unas ochocientos voluntarios. En el curso de esta campaña tomó Ibarra el 12 de Julio de 1823, pero el 17, tuvo un nuevo encuentro que resultó fatal.
El enfrentamiento de Ibarra se convirtió en otra catástrofe a sumar en el triste balance de los pastusos y de la Hispanidad: En un acto de ¿suerte?, ¿astucia?..., el ejército separatista, comandado por el agente británico Simón Bolívar, infligió una terrible derrota a los pastusos, de los que la práctica totalidad pagó con su vida la ilusión de la venganza.
Pero el odio de Bolívar no desapareció con esta nueva masacre. Muy al contrario quedó reflejado en la orden que, tras la victoria de ese aciago día, dio al General Salom. Entre otras, marcaba las siguientes medidas:
“…Destruirá US. todos los bandidos que se han levantado contra la República.
Mandará US. partidas en todas direcciones a destruir estos facciosos.
Las familias de estos facciosos vendrán todas a Quito para destinarlas a Guayaquil.
Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados.
Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil.
No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad.
Se ofrecerá el territorio de Pasto a los habitantes patriotas [separatistas] que lo quieran habitar...”17
Odio que quedaría remarcado en su carta de 21 de Julio de 1823 al general Santander, en la que decía Simón Bolívar:”Pasto es la puerta del sur (decía) y si no la tenemos expedita, estamos siempre cortados, por consiguiente es de necesidad que no haya un solo enemigo nuestro en esa garganta (...) (los pastusos tienen) una alma de acero que no plega por nada. Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más tenaz que ese. Acuérdese Vd. lo que le dije sobre la capitulación de Pasto, porque desde entonces conocí la importancia de ganar esos malvados. Ya está visto que no se pueden ganar y por lo mismo es preciso destruirlos hasta en sus elementos.”
Era una guerra de reveses. Finalmente, José Mires tomaría Pasto, quedando Agualongo encerrados en el convento de las monjas Conceptas, de donde acabó huyendo para sufrir nueva derrota en Buenaventura, esta vez definitiva, a manos de Tomás Cipriano Mosquera. “Retirado al pueblo del Castigo fue sorprendido el 24 de Junio de l.824 por el General José Maria Obando. Tomado prisionero, se le condujo con tres cabecillas principales a Popayán y sometidos a juicio, se les condenó a ser pasados por las armas. Estando en Capilla le llegó la Cédula Real de Fernando VII confiriéndole el grado de General de Brigada y fue fusilado el 13 de Julio de l.824, cuando solamente tenía 44 años de edad. Sus últimos momentos fueron de gran valor, como había sido su vida militar bravía, valerosa y constante”.18
“Ante el pelotón de fusilamiento exclamo que, si tuviese veinte vidas, estaba dispuesto a inmolarlas por su religión y por su Rey de España, suplicó que no le vendaran, porque quería morir cara al sol, mirando la muerte de frente, sin pestañear, siempre recio, como su suelo y su estirpe.”19
Gran espíritu hispánico de Agualongo, quién debe ser reconocido como héroe de la Hispanidad; un personaje visionario que supo detectar la mala fe en aquellos criollos que con tanto ardor buscaron y consiguieron la ruptura de la patria con el único objetivo de satisfacer sus ansias economicistas. La verdad es que “mucho se ha escrito sobre la actitud de Agualongo en contra de los criollos que afanosamente buscaban la libertad de la Nueva Granada, pero razones importantes tenía para pensar que una vez llegaran al poder dichos hijos de españoles, ya sin ninguna cortapisa de por medio, terminarían los indígenas perdiendo sus tierras, como en efecto ocurrió.”20
La marea de la tiranía no pudo ser contenida por el patriota Agualongo, que tuvo que sufrir la pasión y la muerte a manos del invasor sin que el coraje hispánico pudiese frenar la codicia de los agentes británicos, quienes encontraron su labor trillada por la indolencia del pueblo español, que sin remedio e incomprensiblemente incluso para ellos, sucumbiría ante su tiranía
Bolívar encontró en Pasto resistencia patriótica que arrasó a sangre y fuego, pero no fue Pasto el único lugar que el tirano miraba con desconfianza. Así, con relación a Coro, que tantas muestras había dado de mantenerse fiel a la Patria, manifestaba el genocida de Pasto: “El resto del pueblo lo creo tan godo como antes. Ni aún por mi llegada se acercan a verme, como que sus pastores son jefes españoles. Yo creo que si los españoles se acercan a estas costas, levantarán 4 ó 5.000 indios en esta sola provincia. La nobleza de este país permanece renuente y abstraída de todo; pero cobrando millones y Coro no ha valido jamás un millón”.21
Pero España estaba perdida, y las peores pesadillas de sus enemigos no pudieron verse cumplidas, siendo que, además de ser el mejor sueño de los patriotas, hubiese sido la más lógica de las soluciones.
VICENTE BENAVIDES LLANOS. Chile
San Martín y O’Higgins vencieron en la batalla de Maipú acaecida el cinco de Abril de 1818, lo que marcó la separación de Chile. Tras ese acontecimiento, los separatistas acometen la invasión de Perú conforme al proyecto británico.
Tras Maipú, Vicente Benavides, que tras la batalla de Chacabuco de 1817 dirigió una campaña de guerrillas apoyado por los mapuches, es tomado prisionero y sentenciado a muerte junto a su hermano. Ambos pudieron eludir la sentencia hasta que tres meses después fueron fusilados en Santiago, aunque Vicente salió milagrosamente vivo… y se incorporó al ejército separatista, del que acabaría desertando para organizar la guerrilla patriótica, ya iniciado el año 1819, con el grado de teniente coronel, concedido por el virrey Joaquín de Pezuela, con “unos 1.700 hombres a los que se sumaron miles de lanzas, dirigidas por los caciques Mariluán, Maguin (wenteches o arribanos), Chuica (pehuenches) y Catrileo (de Huillío).”22 Se había dado comienzo a la “guerra a muerte”, que duraría hasta el año 1832 con la desarticulación del ejército de los hermanos Pincheira.
Si las actividades tendentes a la fragmentación de España llevaban un paso firme y acelerado a ambos lados del Atlántico, espíritus patriotas independientes se negaban a morir sin batallar. Vicente Benavides, y con el otros patriotas, venderían cara su piel entre el Maule y la Araucanía. Relata Carla G Manara que “Se trasladaron al sur del Bio Bio y, contando con el aval de los caciques aliados, organizaron una guerrilla desplegada en decenas de montoneras pluriétnicas que comenzaron a operar en todos los segmentos de fronteras desde el Pacífico hasta el Atlántico.” 23
Ante esta situación desesperada, con las fuerzas fragmentadas, cuando no enfrentadas en una estéril guerra civil entre conservadores y liberales, Benavides quedó desconectado del gobierno virreinal cuando ya había sido nombrado Comandante General de las Fronteras en los dominios del Sur por el virrey Pezuela.
Con ese título, Benavides se convirtió en el defensor de la tradición monárquica amenazada por los separatistas y controló los territorios fronterizos al sur del Biobio, a los que dividió en tres frentes. Los llanos centrales estaban a cargo de Benavides; el cura Juan Antonio Ferrebú defendió la costa y los hermanos Pincheira se dedicaron al sector andino, siendo que en su lucha contaba con el apoyo de gran parte de los grupos araucanos y pehuenches. Esta actuación sería heredada por su lugarteniente, José A. Pincheira.
En los tres sectores se contó con el apoyo de los indios. No era nada nueva la actuación hispánica de los indios, ya que “a partir de 1783 los pehuenches malalquinos fueron una pieza clave en la administración hispana, lo cual garantizaba el control de los pasos andinos de Villacura, Antuco, Alico, Anegado, Cerro Colorado y Curico. Los sucesores de Ancán Amún fueron sucesivamente Pichintur, Millaquin y Pichi Colimilla.”24 Y serían ellos quienes apoyarían decididamente la causa hispánica junto al caudillo Benavides, quién organizó una guerrilla que “se impuso reiteradamente en lo combates frente a las fuerzas de los separatistas e iba sumando adeptos en la medida que estos no lograban imponerse.” 25
No era la de Benavides la única actividad contraria a los acontecimientos que irremisiblemente tendían su negro porvenir sobre toda la América. Mientras, según relata Frederic de Brandsen, Benavides designaba “como su segundo a Juan Manuel Picó, teniente coronel de las Milicias Realistas. Una montonera, al mando de Pedro López, ataca a sangre y fuego el pueblo de Tucapel. El coronel de Milicias Victoriano, jefe militar de la plaza de Chillán, organiza una expedición punitiva. Aprovechando su ausencia, el 18 de septiembre de 1819 las montoneras de Elizondo y Pincheira, apoyadas por el cacique Torino, asaltan la ciudad”26.
La lucha sería sumamente encarnizada. En esta ocasión, los patriotas no logran apoderarse de la ciudad siendo derrotados y perseguidos por las fuerzas del jefe separatista Pedro Nolasco Victoriano, quien, al servicio de la oligarquía victoriosa en Chile, sin piedad ni contemplaciones, extermina a todos los prisioneros. Esta acción no quedaría olvidada, y en un nuevo ataque a Chillán, el 22 de Septiembre de 1820, Juan Manuel Picó obtenía en la batalla de Pangal una victoria total sobre las tropas separatistas y el sanguinario Victoriano sería ejecutado por los patriotas. También sería ejecutado el jefe del ejército del centro, el británico Carlos O'Carroll, por su condición de extranjero. Cuatro días más tarde, en Tarpellanca, las tropas nacionales obtenían una nueva victoria sobre los separatistas. Sería el momento cumbre de la resistencia hispánica en Chile ante el avance del colonialismo británico. Concepción, Los Ángeles, Chillán y San Carlos eran liberadas en Septiembre de 1820.
Pero la alegría duraría poco tiempo, dado que el “nuevo orden” que había dado al traste con España, con la seguridad y con la prosperidad, acabaría imponiéndose en Talcahuano el 25 de noviembre y en la alameda de Concepción el día 27, a manos de un ejército compuesto en parte sensible por fuerzas británicas y comandado por el coronel Joaquín Prieto, quienes acaban con la esperanza de Benavides. Prieto acabaría siendo presidente del gobierno.
Los agentes sanguinarios habían sido ejecutados, pero tras la derrota de Concepción tuvieron un relevo digno: el coronel Arriagada, quién es calificado por la misma historiografía separatista, en concreto por Adolfo Márquez Esparza, como “uno de los más inflexibles ejecutores de fusilamientos en masa, sin ninguna clase de proceso... sin exceptuar al clero, porque muchos sacerdotes se habían alistado en el ejército realista y formaban al lado del bandido Benavidez (sic)”.27
El 9 de Octubre de 1821, a orillas del río Chillán se produjo la batalla definitiva de Benavides en la que fue conocida como de las Vegas de Saldías, donde el coronel Prieto acabó efectuando una feroz matanza de patriotas. Pero Benavides logró escapar junto a sus lugartenientes Bocardo, Ferrebú, Pico, Seoosiain y Carrero, que se desparramaron por la Araucanía, intentando zafarse de la implacable persecución de Prieto. La traición de Jorge Arévalo y de Dionisio Aguayo, obligó a Benavides a desistir de su empeño, por lo que embarcó para Perú, siendo finalmente apresado el 30 de enero de 1822, cuando tomó tierra para hacer aguada.
Conducido a Santiago para su suplicio, el 23 de febrero de 1822 sufría las mayores vejaciones; era arrastrado en un serón por las calles, y tras ser ahorcado, el cadáver quedó en la horca hasta el anochecer, cuando fue descuartizado; las extremidades fueron enviadas a los escenarios de sus actividades, mientras el tronco fue quemado. Un año más tarde, Concepción seguía siendo humillada con la cabeza del héroe encerrada en una jaula.
Benavides tuvo el honor de ser calificado por Lord Cochrane, principal representante de los intereses británicos del momento, y almirante de las fuerzas “libertadoras”, como “infame monstruo". A este respecto, en una edición extraordinaria de Gazeta Ministerial, del 23 de febrero de 1822, se señalaba: "Por la notoriedad de sus hechos aun el más imparcial extranjero lo condenaba al último suplicio; pero el Supremo Gobierno quiso oírle sus descargos y mandó se le juzgase conforme a las leyes, y resultando hallarse fuera de la protección del derecho de gentes, se le aplicó la pena que éste, y las leyes de la República imponen a cada uno de sus delitos..."
Le sucedió el general español Manuel Pico hasta 1824 cuando fueron derrotados los realistas del Perú en la batalla de Ayacucho. Es a partir de este momento cuando entraría en acción la facción de los hermanos Pincheira.
LOS HERMANOS PINCHEIRA
Los hermanos Pincheira recogieron los restos del ejército de Benavides, del que en alguna forma habían tomado parte. A ellos se unieron dos mil indios que anteriormente habían seguido a éste, dedicando su labor a acosar la provincia de Buenos Aires. Manuel Perez Godoy dice al respecto que “Aquí se puede apreciar que el accionar de los hermanos [Pincheira] en las provincias rioplatenses comenzó cinco años después de su conformación en 1817, los cuales se realizaron en pleno contexto de la “guerra a muerte” que se vivía en el Estado chileno.”28
La propaganda británica dominaba todos los ámbitos del nuevo estado “independiente”, por lo si Benavides fue tratado como delincuente, los Pincheira no podían aspirar a algo mejor. Sin embargo, conforme señala Carla G Manara, “las fuerzas de la guerrilla organizada respondían a una organización de corte militar que contaba con distintas divisiones entrenadas y con una jerarquización interna de mandos siguiendo el ordenamiento de las fuerzas del ejército real. Cada grupo se identificaba con un lugarteniente y se distribuían por regiones comunicadas entre sí, respondiendo en última instancia al líder.”29 El problema no era otro que la falta de referencia a una entidad superior: La Patria española. Pero ese problema no correspondía a los hermanos Pincheira, que atendían a la perfección esa referencia. El problema estaba en la misma estructura orgánica de España, que había caído, literalmente, en poder de sus enemigos, que no la parasitaban, sino que la dominaban en todos los ámbitos, y para quienes los Pincheira, como Benavides, como Agualongo, como Vargas… no eran sino un problema.
El 12 de Febrero de 1818 O’Higgins había declarado la independencia de Chile, que se vio reforzada el 5 de Abril con la derrota de Osorio en Maipú a manos de San Martín.
Antes de esta derrota, la historiografía al servicio de intereses espurios nos relata con un lenguaje propio de quienes tienen a gala el uso de la mentira como argumento digno a tener en cuenta,30 que “los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira se alzaron contra las tropas patriotas [separatistas] en 1817 y durante 15 años mantuvieron una guerrilla en nombre del rey. Asaltaron, saquearon y robaron mujeres a cambio de recompensa. Sus correrías llegaron hasta Buenos Aires y fueron un problema sin solución para el gobierno.” 31
Ciertamente, los hermanos Pincheira, primero en colaboración directa con Benavides y tras la ejecución de éste con organización independiente, mantuvieron en jaque a los gobiernos neobritánicos de Chile y de las Provincias Unidas, en defensa, no sólo de los derechos de España, sino en defensa de los derechos de los oprimidos; salvaguardando los derechos de los pueblos indios que, como los selkman, posteriormente caerían asesinados en una campaña dirigida desde Londres y por la que se pagaba una libra por cada oreja de selkman.
La historiografía dependiente de los gobiernos neobritánicos se obstina en presentar la lucha patriótica de los hermanos Pincheira, como antes la de Benavides o en otros lugares las de Agualongo o Vargas como la actuación de un grupo de bandoleros. Bien otra parece la realidad, aún reconociendo que en alguna ocasión pudieron acometer alguna acción deleznable… No más deleznable que las acciones acometidas por los ejércitos neo británicos dueños de la nueva situación. Debemos tener en cuenta que “si en un principio la banda la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas [separatistas] y los infaltables abusos de poder llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa independentista, "exasperada de la necesidad y falta de sueldo", según informes de la época, fue a dar también a sus filas…/… Los Pincheira fueron un problema sin solución para el gobierno. Además de los enfrentamientos armados, el Ejercito recurrió a múltiples tácticas para destruirlos, desde infiltrar espías para crear intrigas entre los hermanos hasta introducir botellas de alcohol con el virus de la viruela en sus filas. Pero nada lograba resultados…/… Hacia 1832 Antonio había muerto en una batalla y Santos en un accidente en la cordillera, y los Pincheira se mantenían como el ultimo bastión realista de Sudamérica. El gobierno propuso conversar de paz y José Antonio accedió. Fatal error; Manuel Bulnes aprovecho la confianza establecida y en una emboscada arraso con ellos. Pablo fue fusilado y José Antonio escapo, pero al final se entrego.”32
Nuevamente la mentira, el engaño y traición fueron las armas victoriosas. Pero el caso de los hermanos Pincheira, que durante mucho tiempo ha estado condenado al ostracismo, surge hoy como un elemento digno de estudio.
Así, la historiografía chilena y argentina está sufriendo un cambio al respecto, conforme historiadores independientes van supliendo la acción de los historiadores neo británicos o neo marxistas. Manuel Pérez Godoy señala que “al hacer un balance bibliográfico sobre lo que fue el fenómeno de los hermanos Pincheira a través de la historiografía chilena, podemos ver que existen dos formas de representación sobre este grupo: por un lado, son tratados como una banda de carácter “delictivo” que utiliza el contexto de caos político y económico producido por el período post-independencia en Chile para llevar a cabo correrías y saqueos, sin tener mayores aspiraciones con su accionar mas que el pillaje. Esta postura es expresada por la historiografía liberal del siglo XIX, siendo tomada también por conservadores y el marxismo clásico. Por otro lado, encontramos que posterior a esto se da un giro en torno a la forma de representación de estos hermanos y su accionar, pasando de ser “salteadores” a “bandidos sociales”. Esta postura, utilizada a partir de los últimos años del siglo XX hasta el día de hoy, propone que los hermanos Pincheira fueron un grupo limitado ideológicamente por el la defensa del realismo y que en base a esto sus acciones no trascendieron más allá como para desembocar en quiebres institucionales profundos como una rebelión generalizada o una revolución.”33
Este principio es el que parece ser merecedor de mayor atención a la hora de tratar el fenómeno Pincheira. Será necesario hacer un trabajo de introspección en la biografía de los hermanos Pincheira y de las relaciones de éstos, no sólo con Benavides, sino muy especialmente con las tribus de indios con las que tuvieron tratados, y que posteriormente a la desaparición de los Pincheira padecieron graves persecuciones. Una investigación que excede los objetivos del presente trabajo.
Es el caso que, tras la batalla de Maipú, ocurrida el 12 de Febrero de 1818, Antonio Pincheira, que ostentaba el rango de cabo, volvió a su hogar en Chillán, al parecer con la intención de retirarse de la lucha. Pero los separatistas lo persiguieron, haciendo que huyese a la montaña, donde acabarían uniéndose sus tres hermanos y un conglomerado de gente de la más variopinta extracción.
En ese mismo periodo, Benavides había sufrido cárcel, fusilamiento, alistamiento en las tropas separatistas, fuga y creación del ejército nacional que hemos señalado más arriba. Sería el devenir de estos acontecimientos los que unirían en la acción a Benavides y a los hermanos Pincheira.
El inicio de la lucha, así, se presenta como una respuesta de supervivencia física que, lógicamente, y a la vista de los acontecimientos, debió dirigir a la formación de una resistencia a favor de los principios humanos y patrióticos conculcados por los nuevos señores de lo que antes habían sido las Españas.
Una lucha que marcaba los estertores de la muerte de la Patria, pero que podía haber marcado el resurgir de la misma. Situación ambivalente que ocasionó la persecución de estos ejércitos patriotas por parte de los gobiernos coloniales en el curso de lo que sería conocida como “la guerra a muerte”. En el curso de la misma no se permitían benevolencias y todo estaba permitido conforme imponía el estilo británico; desde la traición hasta los intentos de transmitir enfermedades. Y como no podía ser menos, la creación de una novela degradante, nos presenta a los Pincheira como seres sin entrañas especializados en “robar haciendas, violar mujeres y degollar niños y ancianos”34.
No vamos a defender que se tratase de ángeles caídos del cielo; no vamos a defender que todos sus actos fuesen inmaculados; vamos a defender que trataron a los enemigos de la Patria con la misma benevolencia que los enemigos de la Patria trataron a los patriotas, siendo que los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira se alzaron contra las tropas separatistas en 1817 y durante 15 años mantuvieron una guerrilla en nombre del rey, pero sin contacto con el rey; plenamente a sus expensas… y abandonados por quienes debían haberles prestado apoyo. Sus hermanas Rosario y Teresa darían apoyo en la retaguardia, mientras la represalia de las autoridades contra la población que les prestaba apoyo adquiriría un carácter feroz y sanguinario.
La propaganda liberal democrática de los gobiernos títeres mantenidos al calor de los intereses anglo-norteamericanos no dudaron en presentar a los Pincheira como banda de criminales, pero como señala Manuel Pérez Godoy, “los hermanos Pincheira son una guerrilla, no una gavilla de bandidos, y esto se debe a que sí tienen ideas políticas representadas en el “realismo”, pero estas no alcanzan mayores objetivos por lo limitadas que son.”35
No faltaban las deserciones en el ejército separatista, que se sumaban al ejército patriota de los hermanos Pincheira, con los que acometían actos de envergadura, como la liberación de Chillán con las tropas de Benaviedes, el 18 de Septiembre de 1819, mientras el gobierno títere de Santiago celebraba, bajo la tutoría de las autoridades británicas, el primer aniversario de la secesión de Chile.
La acción de los hermanos Pincheira muestra “una afinidad de los sectores plebeyos a la causa realista como contraposición a los patriotas [separatistas], debido a circunstancias puntuales donde aflora un descontento a esta nueva forma de hacer política, representada en la elite que se hacía cargo del país.”36
Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas poblaciones chilenas, pero viéndose acosados y reprimidos en la parte chilena, se radicaron en Argentina y sus correrías alcanzaron principalmente a Mendoza, pero también a San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.
Señala Manuel Pérez Godoy que “estos ataques realizados por el caudillo realista se veían facilitados, en primer lugar, por las alianzas entre José Antonio Pincheira y los caciques pehuenches, ya que, según nos dice Bengoa, estos “jugaron un papel principal en el contacto con las pampas argentinas, puesto que controlaban los pasos de una parte a otra del territorio” 37
Pero es en 1820 cuando, en el curso de la campaña desarrollada contra Benavides también se desarrolla la misma contra los Pincheira. Adolfo Márquez Esparza nos relata el desenlace de la cacería: “Arriagada, con una fuerza regular de 200 soldados, emprende la primera persecución de la banda de Antonio Pincheira, entrando en campos neuquinos por el paso Epu Lafquen. Pincheira es alertado y huye a sus refugios de Butalón. Arriagada reduce a cenizas las tolderías y ranchos de Epu Lafquen y regresa a Chillán con algunos animales y cinco prisioneros a quienes hace ejecutar en la plaza pública.”38
Durante esta incursión, un tal Manuel Turra traicionará la acción de los Pincheira y dará al sanguinario Arriagada las claves de seguridad mantenidas por los patriotas: Los refugios, los códigos de comunicación… Pero acabarán reorganizando la resistencia de forma que mantenían viva la preocupación de las autoridades coloniales, que buscaban el fin del conflicto utilizando todos los métodos a su alcance; desde los diplomáticos hasta los del asesinato indiscriminado. Utilizando los mismos métodos aplicados por los británicos contra los indios, los gobiernos de las nuevas colonias británicas intentaron acabar con la resistencia de los Pincheira introduciendo la viruela en sus filas.
En 1823 el gobierno chileno había iniciado acciones diplomáticas con las partidas patrióticas, entre ellas la de Pincheira, ofreciéndoles indultos, a cambio de ser nombrados en las fuerzas regulares criollas como soldados o jefes o retirarse a la vida civil. “Los principales jefes de estas bandas no aceptaron los ofrecimientos y las acciones militares siguieron acentuándose.”39
Señala Adolfo Márquez Esparza que “en abril de 1823, Antonio Pincheira cae sobre Linares y arrasa con el pueblo matando al Gobernador Sotomayor y llevándose como botín a las más bellas jóvenes del pueblo, entre ellas Clara, la hija del asesinado Gobernador. Victoriosos y confiados, emprenden la retirada hacia sus campos del Neuquén, pero la banda es sorprendida por el capitán Astete al frente de 350 hombres, quienes de un certero disparo de carabina en medio de la persecución, matan a Antonio.”40
A la muerte de Antonio le sucedió en el mando su hermano Santos, que fallecería a poco, sucediendo en el mando Pablo, a quién la leyenda le hace forjador de un tesoro que todavía permanece oculto. Murió en 1828, siendo finalmente José Antonio, el último de los hermanos, también el último comandante, que acabaría rindiéndose el 11 de marzo de 1832 ante el general Manuel Bulnes.
Dice Perez Godoy Manuel que“fue durante el liderazgo del menor de los hermanos, con José Antonio Pincheira a la cabeza desde 1826, que los ataques se hacen constantes. Según Raúl Fradkin, en septiembre de dicho año el pueblo de Dolores fue atacado por un grupo de 300 indios liderados por un “teniente del Rey” llamado Francisco Moreno, capitán de Pincheira. Además de esto, “la alarma continuo por el temor a una invasión de 2000 chilenos y pampas y por un ataque a Chascomús”, por lo que estos “nuevos ataques indígenas encabezados por los Pincheira volvían a amenazar a Dolores y a toda la frontera sur.”41
Bajo el mando de Pablo, cuando en Enero de 1827 el general Prieto arrasó el poblado de los patriotas, iniciaron éstos su exilio, extendiendo la lucha patriota al otro lado de la cordillera y dando paso a correrías por la Pampa argentina, donde a lo largo del mismo 1827, bajo el mando del hermano menor, José Antonio tuvieron bajo su influencia ciudades como Neuquén, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Mendoza, Concepción, Chillán y Linares, controlando ambas vertientes de los Andes.
Con los hermanos Pincheira, la frontera argentino-chilena pasa a ser un lugar estratégico de acción, por el hecho de que se facilita el contacto rápido con los aliados pehuenche u otros grupos de indios al otro lado de la cordillera, mientras en el curso de esta actividad, el movimiento toma fuerza suficiente como para que, en 1830, José Antonio llegue a tomar parte en las luchas políticas mendocinas tomando partido por el gobernador Rege Corvalán.
La triunfante incursión en la Pampa argentina ocasionó que las autoridades de Buenos Aires aceptasen que se firmase el que fue conocido como Tratado de Carrizal, que fue firmado por el gobernador de Mendoza, Juan Rege Corvalán, y José Antonio Pincheira en 1829. Este documento se realiza posterior a los constantes ataques hechos por la montonera del menor de los hermanos Pincheira a esta provincia, donde al gobernador de la época no le queda otra opción que capitular.
Por el mismo, se acuerdan tratados de comercio que en nada se parecen a los acordados por las Provincias Unidas con la Gran Bretaña. También se da paso a otros acuerdos, como el reconocimiento del empleo de coronel y jefe de la fuerza de la frontera del sur para José Antonio Pincheira. Este acuerdo sembraría la discordia dentro del propio movimiento de los Pincheira, ya que había sectores, como el representado por su hermano, el comandante Pablo Pincheira, y el capitán Julián Hermosilla, que preferían seguir en su lucha sin ataduras diplomáticas.
Para las autoridades coloniales, según Manuel Perez Godoy “Era de temer, particularmente, la alianza efectivizada entre Pincheira y los indios boroanos, pero más lo era aún la de éstos con el Huilliche Llanquetruz y, por último, la del conjunto con los unitarios” y esto debido a que “Esta última eventualidad podría llegar a ser definitivamente insuperable para las armas de las provincias federales.”42
Juan Manuel de Rosas trabajaba para desarticular las alianzas de Pincheira con caciques boroanos y ranqueles, y colaboraba con Chile para tenderle una celada. Finalmente, el 14 de enero de 1832, los ardides tendrían éxito cuando en las lagunas Epulafquen, en la actual provincia argentina de Neuquén, y mediando la traición, lograron vencer al patriota rebelde.
El 14 de enero de 1832, el general Manuel Bulnes, bien instruido por los asesores británicos, y tras haber pactado paces con los Pincheira, las traicionó, llevando a cabo una feroz masacre sin enfrentamiento, donde los rebeldes fueron directamente asesinados. José Antonio Pincheira logró escapar, entregándose mediante pacto el 11 de marzo del mismo año.
La realidad había acabado dando la razón a Pablo Pincheira. El Tratado de Carrizal había acabado siendo el principio del fin de la resistencia. Antonio había muerto en una batalla y Santos en un accidente. El gobierno propuso conversaciones de paz y José Antonio accedió. Fatal error; Manuel Bulnes aprovecho la confianza establecida y en una emboscada arraso con ellos.
Los caciques Neculmán, Udalman, Coleto y Trenqueman junto a sus seguidores fueron asesinados sin piedad, mientras “Bulnes, al saber que José Antonio se escapó, manda rápidamente en su persecución una partida de 80 hombres al mando del capitán Zañartu con la orden de matar a cuanto indio o cristiano sospechoso encuentre en su camino.”43
En esta acción depredadora de Bulnes sería posible gracias a la traición de Francisco Rojas, Martín del Carmen Gatica y José Antonio Zúñiga, tres comandantes de los Pincheira que traicionaron la causa.
Pablo fue fusilado y José Antonio escapo, pero al final se entregó para acabar muriendo de viejo sirviente.
Comunistas y liberales presentan a los hermanos Pincheira como simples delincuentes, pero desde la bondad natural de Santos hasta la audacia de Antonio, así como las alianzas llevadas a cabo con los indios y la jerarquía y el orden que reinaba en sus dominios nos señala en otra dirección, algo que hasta en épocas recientes se podía observar “a orillas de los caminos rurales, pequeñas capillitas en su honor, como un verdadero santo popular.”44
Lo que resulta evidente es que, como señala Carla G Manara, “el liderazgo de Pincheira garantizó un asentamiento protegido con recursos suficientes y mantuvo el orden tradicional y la legitimidad del rey frente al desorden provocado por los cambios impuestos por los separatistas. Realistas por convicción o por las circunstancias, en definitiva queda en claro la existencia de un conjunto multiétnico que coincidía en su rechazo al dominio y centralismo de los grupos liberales.”45
ANTONIO HUACHACA
Era Antonio Huachaca un indio peruano que acabó siendo caudillo de los rebeldes patriotas de San Juan de Iquicha, donde llegó a montar un estado y continuó hasta 1839 la guerra que se había dado por terminada en Ayacucho en 1824. “Se distinguió siempre por su imperturbable serenidad, por su inaudito arrojo, audacia, iniciativa en el plan y desarrollo del combate, sobre todo estaba dotado de una inteligencia natural para organizar las guerrillas y dirigir los comandos.”46
Huachaca era indio;
gran parte de sus huestes eran indias, pero no podemos entender el
movimiento como indigenista, sino como patriótico; no sólo por las
manifestaciones en tal sentido, que sería suficiente, sino, y
también, porque entre sus cuadros figuraban personas que no eran
indias. “Entre los no indios que participaron militarmente en la
guerra de Huanta, Nicolás Soregui aparece sin objeción posible como
el personaje principal. Después de Antonio Huachaca, él se
manifiesta como el segundo personaje de la guerra, quizás el doble o
el simétrico de Huachaca para los no indios. ”47
“La dirección militar e ideológica de la guerra fue efectuada por algunos jefes indios, tres antiguos militares del ejército real de un grado poco alto y por un cura que ni siquiera era titular en su función. El Estado Mayor político y militar del ejército de los iquichanos se componía pues de indios y de algunos representantes de los que se podría agrupar en la categoría de los pequeños blancos, todos esos españoles, criollos o mestizos.” 48
Por otra parte, hablamos de Iquicha y de los iquichanos, pero es de señalar que “Iquicha” no responde a la identificación de un pueblo. Dice Cecilia Méndez Gastelumendi que “fue sólo en el transcurso de la rebelión de 1826-1828, y como resultado de la difusión de las primeras proclamas monarquistas, escritas principalmente por españoles capitulados, que los habitantes de las comunidades de las punas y valles de Huanta empezaron a ser llamados ‘iquichanos’ indiscriminadamente …/… Los ‘iquichanos’ no eran los habitantes de ningún pueblo hasta 1825, y sin embargo todos los campesinos que en adelante abrazaron la causa restauracionista se convirtieron en ‘iquichanos’.”49
Tras la derrota de Ayacucho, los indios, arrieros, hacendados, curas y campesinos de la provincia de Huanta se sublevaron en diversas ocasiones en 1825 y 1826, siendo hostilizados por el nuevo gobierno. Es en 1826 cuando Antonio Huachaca tomó la ciudad de Huanta, donde instaló su cuartel general, con el proyecto de atacar Ayacucho y cortar las comunicaciones con Lima.
Esta sublevación se irradió hacia los pueblos de Challhuamayo, Huayllay, Secce, Marccaraccay, Huay-chao, Ccarhuahurán, Cancaillo, Cunya, Ninaquiro y otros ubicados en las punas de Huanta, por encima de los 3,500 metros de altitud.
El levantamiento popular se vio reforzado cuando, a principios de Julio de 1826 “el primer y segundo escuadrones de los Húsares de Junín para entonces acantonados en la ciudad de Huancayo con el objeto de velar por el desarrollo de las elecciones bolivarianas, se negaron a obedecer la orden de regresar a Lima; los soldados redujeron a sus oficiales, se apoderaron de las armas y de los fondos públicos y partieron para unirse al ejército de los campesinos de Huanta, que en ese momento controlaba ya toda la provincia.”50
Con estas unidades se inició el intento de asalto de Ayacucho, que acabó en fracaso, y comportó la venganza de la administración imperante. El general Santa Cruz aplicó una dura represión a la población, incendiando poblaciones, destruyendo ganado, encarcelando mujeres y niños.
La represión fue dura como método disuasorio, y más duradera que el tiempo necesitado para expulsar de Huanta a los patriotas. Santa Cruz tardó un mes en esa labor, pero antes de un año, Antonio Huachaca reanudaría las actividades.
Ante el rebrote de las actividades bélicas, la reacción del gobierno sería en principio conciliadora, proclamando un indulto y el reparto de semillas, pero el 12 de Noviembre de 1827, unos 1500 insurrectos atacaron y tomaron Huanta, en la que permaneció la mayor parte de la población, en claro signo de connivencia con los libertadores.
Pero sin apoyos y acusados por Domingo Tristán de pandilleros y de seducidos por intereses extraños, Antonio Huachaca le dio una contestación que deja al descubierto la decisión de los patriotas y su claridad de ideas cuando tratan de tiranos a aquellos que combatían: “si cree que los que han levantado la voz de la revuelta son sólo un reducido número de pandilleros, debo decirle que vive en el error o en la mentira... Nosotros estamos orgullosos de que esos pandilleros sean nuestros hermanos y de combatir con ellos por la defensa de la religión de los derechos de un soberano. Ustedes son más bien los usurpadores de la religión de la corona y del suelo patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante los tres años de nuestro poder? la tiranía el desconsuelo y la ruina de un reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En quién recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía! Nosotros amparamos a nuestros hermanos y a nuestros semejantes y no queremos arrancarlos de nuestros corazones. La experiencia de los acontecimientos recientes acaecidos en nuestras punas es una prueba sin equívoco del valor de las tropas que nos glorificamos en dirigir en nombre del Rey. Más bien, vuestras tropas no se contentaron con robar, redujeron a cenizas nuestras casas! ¿Cómo puede entonces tratamos como hermanos?
Sólo le pedimos dejar
este lugar y firmar una capitulación duradera y honorable. Si no
acepta lanzaremos nuestras tropas sobre la ciudad y la pondremos a
sangre y fuego ...
Firma : Huachaca, Choque”.51
Su intento de asalto a Ayacucho resultó un fracaso. La represión duró siete meses, tras la cual fue concedida la gracia por el gobierno, pero muchos iquichanos siguieron el comportamiento de su jefe Huachaca y no la aceptaron, mientras que por parte de los gobiernos “usurpadores de la religión de la corona y del suelo patrio” según los había definido Antonio Huachaca, “La pacificación tomó muy a menudo la forma de una campaña de exterminación. Fue organizada por el prefecto del departamento el general Tristán, y por 4 jefes, especialistas en guerrillas: el general Otero, el coronel Vidal, el sargento mayor Juan Sarrio y el comandante Quintanilla” 52, que convirtieron su tarea en un acto de genocidio propio de sus mentores.
La situación vejatoria llega a ser de tal magnitud que el alcalde de Huanta, Nicolás Gomez, acaba relatando a Domingo Tristán, jefe militar, en su carta de 5 de Febrero de 1828 una serie de excesos realizados por las tropas a cargo del comandante José Gullén, pero de nada le sirvió, porque “finalmente el comandante Quintanilla acusó a todo el pueblo de complicidad con los iquichanos ya que :”. ..los civiles de este pueblo desertaron de los puestos de avanzada en los días que precedieron al ataque. Estos desertores, cuyo número es de ciento diecisiete, partieron en pequeños grupos y se llevaron cada uno una lanza del estado. Además, ese mismo día, dos de Febrero, cuando el pueblo de Tambo iba a ser atacado por los rebeldes de Iquicha, los ciudadanos de San Miguel que está sólo a tres leguas de Tambo, no solo parecían indiferentes sino que pasaban el tiempo en fiestas y diversiones...” 53
La represión del gobierno se cebó muy especialmente en la familia del caudillo patriota el 25 de marzo de 1828, cuando tuvo lugar la batalla de Uchuraccay, donde Quintanilla venció a los partidarios de Huachaca, tomó prisioneros a su esposa y sus hijos y dio muerte a su hermano, acto que Huachaca no perdonará nunca a Quintanilla. De esta afrenta se resarciría en 1839 el general de hombres libres Antonio Huachaca, cuando capturó y ejecutó a Quintanilla.
Antonio Huachaca pudo llevar a cabo esa acción porque, a pesar de que el cuatro de Mayo de 1828 el coronel Vidal daba por finalizada la intentona, la verdad es que no había podido liberarse del rebelde. A su persecución se dedicó Domingo Tristán.
JOSÉ DIONISIO CISNEROS
Indígena que, tras la derrota del ejército patriota continuó la lucha guerrillera al mando de un ejército compuesto por mil voluntarios contra el nuevo orden establecido.
En 1830 se disuelve la Gran Colombia, y la disolución de las guerrillas realistas, al mando del mulato José Dionisio Cisneros, se produce con un armisticio del General Páez,54 que había desarrollado todo tipo de tretas para dominar al patriota.
El mismo Páez señala: “Viendo yo que la fuerza era impotente para destruir al bandido, y que la persecucion le excitaba á nueva audacia y mayor energía, me propuse valerme del halago para atraerle á la vida civilizada. Si logro que el indio se ponga zapatos, decia yo á mis amigos, la cuestion está decidida á favor nuestro. Una de las guerrillas que le perseguian le cojió un hijo de pocos años, al cual hice yo bautizar sirviéndole de padrino y encargándome de darle educacion. Favorable me pareció tal coyuntura para entrar en relaciones con el pudre, y di principio á una curiosa correspondencia que conservo íntegra. Comencé por informarle del parentesco espiritual que habíamos contraído, y el cual nos obligaba á ámbos á tener la mayor confianza mútua. Su respuesta fué mas amable de lo que debí esperar de la rusticidad de su carácter, y ya cobré ánimo para proponerle que abandonase la vida errante por los bosques para buscar el reposo y tranquilidad de la vida civilizada protegida de las leyes.”55
La guerrilla a que hace referencia Páez estaba formada por británicos al mando del Coronel Stopford, quién con la ayuda de un guía, secuestró al hijo de Cisneros y se lo entregó a Páez, quien, aún siendo masón, lo bautizó. Luego Páez escribió a Cisneros llamándolo “compadre y amigo” –vínculo que, significativamente le permitirá eliminarlo.
El coronel Edward Stoppford, curiosamente inglés, llegó a la Isla Margarita en 1819 al mando de fuerzas de infantería para luchar junto a Bolívar por la Independencia. Fue el encargado de combatir al indio José Dionisio Cisneros.
El 1 de Septiembre de 1831 Páez proponía atraerse a Cisneros sin pretender que asumiese los principios de la constitución gran colombiana, y remarcando los gravísimos aprietos en que la actuación de éste había puesto al triunfante separatismo, proponía poco menos que un chantaje con el ofrecimiento de tierras y dinero. “Téngasele si se quiere como una fiera que comienza a domesticarse, hasta que olvide sus caprichos y pierda sus recursos cambiándolos por otros que le proporcionen tranquilidad y el bienestar de su persona y de su familia; y entónces será la oportunidad de hacerle entrar en deberes como en el pleno goce de sus derechos.”56
Y Cisneros cayó en la trampa. Encuadrado en el ejército venezolano sería fusilado en 1847. El presidente Páez relata el hecho: “El año 1846 me ví obligado á entregarle á un consejo de guerra que le condenó á ser pasado por las armas con unánime aprobacion de todos los ciudadanos, que nunca tuvieron mucha fe en la conversión de mi compadre.” 57
DOS PERSONAJES DE ASIGNACIÓN DUDOSA
Dentro del capítulo que nos ocupa, a saber “Los realistas americanos”, queremos incluir dos que por las circunstancias resultan “dudosos”. No hay duda que ambos combatieron en algún momento en el bando patriota… como no hay duda que uno de ellos (Pumacahua) fue ejecutado por las tropas virreinales, tras enfrentamiento militar, mientras el otro, el Indio Vargas, fue asesinado por Páez… después de haber conseguido que aquel desertara del ejército nacional.
MATEO GARCÍA PUMACAHUA
Cacique de Chincheros y Brigadier de los Reales Ejércitos, fue ejecutado por los realistas el 17 de marzo de 1815. Su lucha, que siempre estuvo a favor de España, lo llevó a combatir al virrey Abascal en defensa de las órdenes recibidas de Cádiz, pero, y a lo que parece, siempre por España. La historiografía separatista lo señala como un héroe del separatismo, pero de forma más señalada que en el caso del indio Vargas, es menester concederle el beneficio de la duda, si tenemos en consideración su trayectoria personal.
En 1780 y 1781 destacó en la represión del levantamiento de Túpac Amaru II y fue un hombre de la causa nacional cuyo gran prestigio lo llevó al grado de coronel del ejército. Colaborador directo del arequipeño José Manuel de Goyeneche, que el 17 de Junio de 1808 había sido nombrado representante de la Junta Suprema de Sevilla. A sus órdenes sirvió Mateo García Pumacahua, en un ejército compuesto en su inmensa mayoría por indios.
El 9 de diciembre de 1812 llegó a Cuzco la Constitución de Cádiz. Como Presidente accidental de la Real Audiencia e Intendente Interino figuraba el Brigadier Don Mateo García Pumacahua. Cinco días después, el catorce de diciembre el abogado Rafael Ramírez de Arellano junto a treinta vecinos de la ciudad conminaba a las autoridades para la inmediata jura de la Constitución. Pumacahua, detectando la gestación de motines, encarceló a Ramírez de Arellano y a otros implicados como Vicente Angulo, Gabriel Béjar, José Angulo y Manuel Hurtado de Mendoza.
El devenir de los acontecimientos hizo que finalmente se retirase de la vida pública; retiro del que lo remueve el levantamiento encabezado por los hermanos Angulo del 2 de agosto de 1814, donde tenía significación el Obispo Pérez Armendáriz, y el Coronel Saturnino Castro, “Jefe de los Dragones de Cusco, quien en la guerra contra los rioplatenses en el Alto Perú fuera uno de los más fieros exterminadores de rebeldes”58.
En los mismos escenarios que diez años después contemplaran las acciones del patriota Antonio Huachaca contra los separatistas victoriosos, Mateo García Pumacahua, se sublevó en 1814, en defensa de la Constitución española de 1812, de corte liberal.
Detrás de esta sublevación parece encontrarse el hecho de que la oligarquía criolla se resistía a llamar españoles a los indios, aspiración manifiesta de éstos, y en concreto de Mateo García Pumacahua; algo que, en el caso de Pumacahua se ve reforzado por el hecho que el virrey Fernando de Abascal no lo ratificó como Presidente de la Audiencia Real.
La historiografía separatista, y particularmente a partir del siglo XX, da a Pumacahua un cariz conforme a sus intereses. Aquí no vamos a intentar algo similar; sólo nos limitamos a señalar que las circunstancias en que se vio envuelto Pumacahua lo forzaron a tomar unas decisiones que lo enfrentaron militarmente, no a España, sino al virrey Abascal. Dos concepciones enfrentadas del hecho de España.
JUAN DE DIOS DE LOS REYES VARGAS (El Indio Vargas)
Nació en Venezuela, mestizo, hijo del canario Juan Manuel Santeliz y una indígena de la etnia gayón. Criado por su padrastro Cecilio Vargas organizó las guerrillas de Siquisique en la provincia de Coro, dando apoyo a la llegada de Monteverde. Tras su desaparición, los hombres acabaron reuniéndose en torno a José Tomás Boves, quien sin apoyo de nadie mantuvo en jaque a las unidades de los agentes británicos, dominando toda Venezuela antes de la expedición española de Morillo de 1815. Las guerrillas seguirían su acción hasta el año 1829, y apoyaron una última tentativa de organizarlas por el coronel Arizábalo. Pero eso sería ya sin el concurso del Indio Vargas, que había cambiado de bando en 1821.
Antes de la deserción, en 1812, junto a Monteverde y con el respaldo del cura Andrés Torrellas, su director espiritual, había tomado Barquisimeto, San Carlos, Valencia, San Mateo y La Victoria, apoderándose de Caracas tras la capitulación de Miranda.
Otros movimientos contrarrevolucionarios populares se sucedían., entre ellos los llaneros de Eusebio Antoñanzas (1770-1813). La convergencia de estas fuerzas, el terremoto de 1812 y la rebelión de esclavos propiciaran el final de la primera república.
El indio Vargas se significó en varias acciones de envergadura; según relata Miguel Azpúrua, “estuvo en “Cerritos blancos”, en las escaramuzas de Baragüa –derrotando al general Rafael Urdaneta-, también en La Ceibita, recibiendo la “Cruz de Carlos III”, otorgada por el propio rey Fernando VII; luchó contra el general José Antonio Páez en la Campaña de Apure, estuvo en Mantecal, Nutrias y Achaguas.”59
Pero su actividad, que se veía inspirada por el cura Torrellas, su director espiritual, acabaría defendiendo principios liberales. Partidario al fin de Quiroga y de Riego, arrastró tras de sí al “indio” Vargas, que acabaría militando en el bando separatista, siendo que el 5 de mayo de 1821 fue ratificado en su rango militar por Simón Bolívar, a cuyas órdenes derrotó en Baragua a las tropas patriotas al mando del coronel Lorenzo Morillo el 1 de Octubre de 1821 y el 16 de enero de 1822.
Pero las circunstancias que rodearon su actividad, oscuras como oscuras eran también las relaciones en el seno del propio ejército nacional, dividido entre liberales y conservadores, llevaron a que el 28 de marzo de 1823 el indio Vargas fuese asesinado a machetazos, por orden de José Antonio Páez.
¿Es digno el indio Vargas de formar en la nómina de los patriotas siendo que acabó sometido a los enemigos de la Patria? Es difícil determinar el asunto, y todo apunta a que no. No obstante aún cabe la duda, dado el fin que tuvo bajo la tiranía del retorcido masón José Antonio Páez.
1 Padre del separatista Bernardo O’Higgins
2 Brandsen, Frederic de. De la Alsacia al Bio Bio. Pag. 57
3 Anónimo. ¿Españoles o criollos?
4 Anónimo. ¿Españoles o criollos?
5 Anónimo. soldados ingleses y extranjeros en el ejercito de los andes
6 Pérez Pimentel, Rodolfo. Agustín Agualongo Almeida
7 Medina Patiño, Isidoro. La Navidad negra.-Diciembre de 1822
8 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 72
9 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 73
10 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 74
11 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 59
12 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 59
13 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 60
14 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 70
15 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 92
16 Medina Patiño, Isidoro. Bolívar, genocida o genio bipolar. Pag. 81
17 Varela Jara, Amílcar. Batalla de Ibarra. Pag. 42
18 Pérez Pimentel, Rodolfo. Agustín Agualongo Almeida
19 Anónimo. soldados ingleses y extranjeros en el ejercito de los andes
20 Zuluaga Gómez, Víctor. Indígenas realistas en la independencia de la Nueva Granada
21 Carta de Simón Bolívar a Rafael Urdaneta. Coro, 24 de diciembre de 1826. Simón Bolívar. Obras Completas. Caracas, Líder Editores, Vol. II p.9.
22 Anónimo. Vicente Benavides Llanos
23 Manara, Carla G. Del orden virreinal a las repúblicas.
24 Manara, Carla G. Del orden virreinal a las repúblicas.
25 Manara, Carla G. Del orden virreinal a las repúblicas.
26 Brandsen, Frederic de. De la Alsacia al Bio Bio. Pag. 72
27 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
28 Perez Godoy Manuel. El Tratado de Carrizal. Pag. 3
29 Manara, Carla G. Movilización en las fronteras. Los Pincheira y el último intento de reconquista hispana en el sur americano. (1818-1832) Sociedades de paisajes áridos y semi-áridos
30 Ver Lenin, Obras Escogidas, tomo I V.I. Lenin Pag. 277 “Dos tácticas de la socialdemocracia en la Rev. Democrática”. Y no sólo Lenin. “En contra de nuestros malditos oponentes (es decir los católicos), todos los medios están justificados, mentiras, traición (Ibíd., I, 194 and note 2), manipulación de las leyes aunque sean contradictorias. (Durant, 610; Knox, ibid. Introduction, 44. See also Edwin Muir, John Knox, London: 1920, 67, 300)”
31 San Martín en San Juan. Los hermanos Pincheiras
32 San Martín en San Juan. Los hermanos Pincheiras
33 Pérez Godoy, Manuel. “Bajo el estigma de la barbarie”: los hermanos Pincheira a través de la historiografía chilena. Deudas y nuevas perspectivas sobre un viejo problema.
34 Marquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
35 Pérez Godoy, Manuel. “Bajo el estigma de la barbarie”: los hermanos Pincheira a través de la historiografía chilena. Deudas y nuevas perspectivas sobre un viejo problema.
36 Pérez Godoy, Manuel. “Bajo el estigma de la barbarie”: los hermanos Pincheira a través de la historiografía chilena. Deudas y nuevas perspectivas sobre un viejo problema.
37 Perez Godoy Manuel. El Tratado de Carrizal. Pag. 4
38 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
39 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
40 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
41 Perez Godoy Manuel. El Tratado de Carrizal. Pag. 3
42 Pérez Godoy, Manuel. “Bajo el estigma de la barbarie”: los hermanos Pincheira a través de la historiografía chilena. Deudas y nuevas perspectivas sobre un viejo problema.
43 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
44 Márquez Esparza, Adolfo. Los Pincheira
45 Manara, Carla G. Movilización en las fronteras. Los Pincheira y el último intento de reconquista hispana en el sur americano. (1818-1832) Sociedades de paisajes áridos y semi-áridos
46 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
47 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
48 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
49 Méndez Gastelumendi, Cecilia El poder del nombre, o la construcción de identidades étnicas y nacionales en el Perú: Mito e historia de los iquichanos. Pag. 17
50 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
51 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
52 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
53 Institut français d’études andines. De la guerra a la rebelión (Huanta s. XIX)
54 Corsi Otalora, Luis. Cronología analítica motivacional del proceso independentista en Hispanoamérica
55 Páez, José Antonio. Memorias. Pag. 167
56 Páez, José Antonio. Memorias Pag. 170
57 Páez, José Antonio. Memorias Pag. 174
58 Valderrama Escalante, Gonzalo. Matheo García Pumacahua y la Participación de la élite indígena en la vida política de Cusco, dos primeras décadas del s. XIX
59 Azpúrua, Miguel. El “indio” Reyes Vargas.
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