Alrededor del año 270, la crisis sufrida por el Imperio era evidente en lo moral, en lo
patriótico, y también en lo económico. Se produjo déficit en la balanza de
pagos y el Imperio debía pagar sus importaciones con oro, del que carecía, por
lo que ya en tiempos de Nerón se produjo una devaluación el año 64, que se iría
repitiendo sucesivamente, llevando al denario de plata a un descenso de peso y de ley que en el segundo
siglo de nuestra era llegó al 70%.
Los godos, en este tiempo habían pasado de ser meros
guerreros, a cultivar la tierra, a explotar la minería, y a comerciar con el
Imperio. Esta actividad les llevaría a la búsqueda de territorio donde
asentarse, que toma cuerpo con el emperador Aureliano, quien, como ya hemos
señalado, en 270 reconoce los asentamientos godos en Dacia como los de un
pueblo amigo y aliado. Condición que verían mejorada en 332 con el emperador
Constantino, que los convirtió en federados. Estas eran concesiones que Roma
hacía por falta de capacidad para controlar la frontera, y este extremo no
pasaba desapercibido a quienes al final acabarían invadiendo el Imperio.
El problema se agudizó cuando en 376, y como consecuencia del
empuje de los Hunos, Valente les permitió asentarse en Tracia, dejando
desguarnecida la frontera del Danubio, y dos años más tarde se hacían con los
Balcanes. Finalmente Teodosio los vencería y los asentaría en Tracia y Mesia,
hasta que murió Teodosio en 390, momento en que invadieron Grecia.
A partir del siglo IV sólo en Oriente existían grandes ciudades; y además
es precisamente allí, en Siria y en Asia Menor, donde se concentraban las
industrias de exportación, especialmente las textiles, de las que el mundo
romano se constituye como mercado y cuyo transporte es realizado por barcos
sirios.[1]
El año 395 se divide el Imperio Romano, y en Hispania perviven una serie de
ciudades que se han desarrollado con Roma: Corduba (Córdoba), Tarraco
(Tarragona), Cartago Nova (Cartagena, Murcia), Emporion (Ampurias, Gerona),
Barcino (Barcelona), Carteia (Cartaya, Huelva), Itálica (Sevilla), Caesar
Augusta (Zaragoza), Valentia (Valencia) o Emerita Augusta (Mérida, Badajoz).
Rufino, el regente del Imperio de Oriente, ofreció un pacto a
Alarico, por el que le nombraba
“magister militum” de Iliria a cambio de que abandonase Grecia. Pero
Iliria pertenecía al Imperio de Occidente, con lo que el problema lo derivó al
nuevo emperador, Honorio, y abría a los godos la invasión del Imperio de
Occidente, que acometerían en cuanto suevos, vándalos y alanos atacasen la
frontera norte y el ejército romano acudiese a enfrentarse a ellos. Esto
sucedía en 407; Alarico tomaba Milán y amenazaba la misma Roma.
La reacción de Honorio fue dar por concluido el asunto y
dedicarse a refriegas palaciegas en medio de las cuales acabó asesinando a su
mejor general, Estilicón, el año 408, ocasión que aprovechó Alarico para
engrosar su ejército con las tropas del asesinado.
Con estas tropas, el 24 de Agosto del 410 Alarico (All-Reich,
todo rico), saqueó Roma sin que los patricios romanos se preocupasen de otra
cosa que de conservar intactas sus propiedades.
Texto completo: http://www.cesareojarabo.es/2015/09/la-caida-del-imperio-romano-texto.html
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