lunes, julio 01, 2019

La esclavitud en las edades antigua y media


Cesáreo Jarabo Jordán


La esclavitud es, sobre todo y ante todo, una actividad económica de lo más habitual y normal en la Historia de la humanidad. Siempre ha existido la esclavitud, actualmente existe esclavitud, y en el futuro seguirá existiendo la esclavitud.
Y es que tenemos constancia de que la esclavitud ha sido práctica habitual en todo el mundo, con contadas excepciones, siempre localizadas en zonas sin relevancia. Contados son los pueblos que no han utilizado la esclavitud, siendo el neolítico, cuando el hombre se hizo sedentario y comenzó a labrar la tierra el momento en que, con toda probabilidad, se inició la práctica. Así, los orígenes de la esclavitud son tan antiguos como los de la misma humanidad.



He consultado las esculturas e inscripciones que aún se conservan en los muros de los monumentos más antiguos de la tierra; y recorrido los anales de más de 50 siglos, pero en todos ellos siempre he visto, así en el viejo como en el nuevo continente, al hombre esclavo del hombre. Naciones bárbaras o civilizadas, grandes o pequeñas, poderosas o débiles, pacíficas o guerreras, bajo las más diversas formas de gobierno, profesando las religiones más contrarias, y sin distinción de climas y edades, todas han llevado en su seno el veneno de la esclavitud. ¿Existió jamás algún pueblo donde ésta no penetrase bajo alguna de las formas que reviste? ¿Hay por ventura en los fastos de la humanidad algún período, por corto que sea, en que haya desaparecido de la tierra? (Saco 1879: 29)

Con esa premisa, hay que tener en cuenta que la esclavitud no es necesariamente una cuestión de considerar a una raza como inferiores, que no sean humanos o algo así, sino una forma de articular el trabajo que no es positiva o negativa por sí misma, sino dependiendo de las circunstancias que la imponen, porque, eso sí, la esclavitud, aunque circunstancialmente es voluntaria, siempre existe por imposición.
Esa imposición, en los principios de los tiempos y durante muchos siglos, era  sencillamente producto de la guerra. La guerra produce prisioneros, y esos prisioneros tenían como destinos ser ejecutados. La alternativa a la ejecución sería el sometimiento a esclavitud, lo que conllevaría una rentabilidad económica para el vencedor, y el beneficio de la vida para el vencido que, en muchas ocasiones, y con el tiempo, acababa integrándose como hombre libre en la sociedad que lo había esclavizado.
Y es que en la historia de los pueblos, siempre ha existido la voluntad de expandirse, y como consecuencia, la réplica a esa voluntad por parte de los otros, ha significado que se produzcan enfrentamientos.
Si se quiere, lamentable, pero también cierto, que los pueblos civilizados, aún usando la violencia, han aportado mejoras a los pueblos sin civilizar que han sido conquistados.
En todo caso, depende mucho de la altura de miras de cada uno de los pueblos la licitud de sus conductas de conquista.
Un pueblo civilizado conquistador, con toda seguridad deberá utilizar la fuerza a la hora de someter a otros pueblos, pero esa violencia será aquilatada por el derecho, que ineludiblemente será reconocido al pueblo conquistado que, finalmente, saldrá beneficiado con la conquista.
No siempre los principios de conquista son justos... y no siempre son injustos.  Así, no es lo mismo la actitud del Imperio Persa que la actitud del Imperio Romano, por ejemplo.
Por ejemplo, es cierto que Roma conquistó España por la fuerza, pero también es cierto que lo hizo por pacto... Y eso, al fin, no quiere decir nada, porque primero Cartago y luego el Islam hicieron lo mismo y son  ejemplos contrarios.
Lo importante, así, es la filosofía que dirige esa conquista, siendo que no es lo mismo un principio humanista que un principio materialista.
Por otra parte, cuando existen dos poderes antagónicos que se disputan la conquista de un tercer territorio, la propaganda juega una baza muy importante, y no sólo en la actualidad. Así, la segunda guerra púnica se inició tras la masacre que Cartago cometió en Sagunto. Ese hecho fue explotado políticamente para poner blanco sobre negro la filosofía cartaginesa... Pero un siglo después, esa misma propaganda, en esa ocasión utilizada contra Roma, fue usada por el asedio y destrucción de Numancia.
Dos ejemplos que, al fin, poco significan, porque las circunstancias y los hechos se multiplican magnificandose o anulándose alternativamente. Roma fue culpable de los hechos de Numancia como Cartago fue culpable de los hechos de Sagunto, pero...
Pero da la coincidencia que la masacre de Numancia fue llevada a cabo, si bien bajo la responsabilidad de Escipión Emiliano, por las tropas auxiliares numidas, cartagineses al fin, comandadas por Yugurta, quién acabó enfrentado militarmente a Roma, que le venció en el 105 a.C.
Roma nunca debió dar esa posibilidad a Yugurta, y el precio lo sigue pagando hoy, pero aunque políticamente sea Roma culpable de lo acaecido, cultural y sociológicamente no lo es, porque no eran esas las formas de Roma, y bien que lo demostró volcando su sangre y su cultura para la conformación de España. Sí, de España... Hispania, Espagne, Spain, Spanien..., que siempre guardará una gratitud filial a la madre Roma, que nos legó cultura, arte, sabiduría, humanidad, y con esas cualidades, la capacidad de transmitir las mismas a nuevos pueblos.
Y Roma, a partir de sus conquistas violentas, tenía esclavos que cultivaban la tierra, que eran orfebres, médicos y maestros. Esclavos provenientes de todas las provincias, nunca colonias, que acabaron integrándose como romanos, y cuyo destino sería la manumisión, la libertad dentro de la patria común, Roma. Y la manumisión conllevaba el derecho de ciudadanía.
El estado tomaba parte directa en la manumisión, que normalmente era concedida como premio por una actuación concreta del esclavo... o como castigo al propietario del mismo como consecuencia del mal trato prodigado o sencillamente por ser responsable de la comisión de un delito.
Y es que Roma era un Imperio que necesitaba la fuerza militar de los romanos para mantener la seguridad del territorio y para expandir la cultura; fuerza militar que restaba capacidad para atender el cultivo de la tierra, la ganadería y la manufactura. La milicia restaba fuerza a la capacidad productiva que necesitaban las grandes urbes que  la conformaban, y esos servicios eran atendidos en una parte muy importante, por mano de obra esclava proveniente de los territorios conquistados.
Esa necesidad de mano de obra era sentida por la sociedad... y por el propio estado, que aglutinaba importantes contingentes de esclavos que eran destinados a las variadas funciones, desde la atención personal del emperador hasta la dirección de las obras públicas o de la ceca; el suministro de aguas, el control de los archivos, la recaudación de impuestos, la enseñanza...
Así, la esclavitud, en las formas que el ideario colectivo tiene asumido y sin que ese conocimiento responda exactamente a la verdad, sino a la verdad existente en determinados ámbitos sociales e históricos, es una institución conocida y practicada por la práctica totalidad de las sociedades humanas que conoce diversas manifestaciones... y diversas cuestiones que resultan comunes a todas ellas: en principio, en la esclavitud existente hasta el siglo XIX, el esclavo era un ser ajeno a la comunidad en la que se insertaba o en la que había nacido; había sido desarraigado de su entorno natural; y había sido sometido a la voluntad de un amo.
Añadidos a estos elementos comunes, y dependiendo de la cultura que lo tenía esclavizado, el esclavo podía estar sometido a todo tipo de vejaciones.. o no; se veía impedido de tener una familia... o no; carecía de derechos... o los tenía delimitados; quedaba excluido de la sociedad... o no.
Y es que, ya antes de la fundación de Roma, era opinión general que en un estado bien constituido, los ciudadanos debían tener con qué satisfacer las primeras necesidades sin tener la necesidad de ocuparse personalmente en ellas, para poder dedicar el tiempo a la realización de obras mayores, entre las que destacaba el pensamiento. Ideas extremas si se quiere, pero ideas al fin que venían a justificar, en poblaciones reducidas, su dedicación a la milicia y al pensamiento.
Y como consecuencia, el esclavo se convertiría en una de las principales demandas de la sociedad griega, que los importaría de regiones bárbaras cercanas, principalmente Tracia, Cilicia, el Ponto... Y este método de reclutar mano de obra, lógicamente sería aplicado también por Roma, que lo aplicaría a los pueblos conquistados y a los delincuentes, en particular a los piratas.
Parece suficientemente señalado que, para aclarar los conceptos en una sociedad como la nuestra, hoy desculturalizada de su propia cultura e inculturizada en cultura ajena, es que los esclavos no son ni han sido  necesariamente negros. Ciertamente en el hemisferio occidental, y a partir del siglo XVI, la esclavitud públicamente conocida se ejerció de forma masiva sobre hombres de raza negra, pero en ese mismo periodo, y en ese mismo hemisferio, existió un importantísimo número de esclavos blancos que sufrieron tantas vejaciones como aquellos negros que más vejaciones sufrieron... y en el hemisferio oriental, esa misma esclavitud fue sufrida por pueblos enteros de otras razas.
En la edad antigua pudieron darse todas esas circunstancias, y datos históricos nos señalan que en siglo V antes de Cristo, se cumplían, por ejemplo, en Grecia. Pero fue justamente en Grecia donde empezó a legislarse al respecto. Y será en Grecia y en Roma cuando llegue el momento en que los esclavos se conviertan en el elemento esencial de la economía, como núcleo de la fuerza de trabajo.
En el siglo de Pericles (495-429), el esclavo carecía de personalidad jurídica, y de patrimonio, con todo lo que ello conlleva, y el amo era responsable último de los delitos que pudiese cometer el esclavo, al que podía someter a castigo físico, pero no tenía potestad para darle muerte ni para excederse en los castigos, siendo que en este caso tenía la protección de las leyes, que le permitían refugiarse en los santuarios y solicitar ser vendido a otro amo.
Esa situación era similar a la aplicada en otros ámbitos en esos mismos momentos, como en Egipto, siendo  que la falta de personalidad jurídica no era, al fin, una situación extraordinaria en una sociedad en la que los principios morales marcaban por lo general la convivencia, y en la que el padre de familia gozaba de gran autoridad.
Es conveniente tener en cuenta que justamente en estos momentos, el derecho romano reconocía al padre la potestad de vender a sus hijos.
Por ello, el trato que recibía el esclavo no era malo, diferenciándose poco del trato recibido por los ciudadanos libres, por lo que las rebeliones eran inexistentes. Y es que, en Grecia y en Roma, ya en el siglo IV a.C., los esclavos tenían algunos derechos legales, entre los que deben destacarse el de casarse y el derecho de propiedad, lo que les permitía poder llegar a comprar su libertad; también estaban protegidos del trato abusivo, si bien, parece obvio que estos derechos eran inferiores a los de las personas libres.
Y la concepción del esclavo abarcaba todos los aspectos que ya hemos señalado, siendo que filósofos de la altura de Aristóteles señalaba que los esclavos lo eran por su propia naturaleza.

Aquellos hombres que difieren tanto de los demás como el cuerpo del alma o la bestia del hombre son esclavos por naturaleza (Aristóteles: Política. Libro I. pag 8_9)

Esta afirmación nos puede llevar a debatir largo, porque Aristóteles señala como esclavos a aquellos que son diferentes, pero no a todos los que son diferentes, sino a aquellos cuya diferencia excede todo concepto que nos podamos imaginar. No entraremos en la cuestión.
Sin embargo, otro juicio del filósofo nos puede centrar algo más en el concepto, destacando que son las necesidades sociales las que reclaman la existencia de la esclavitud. Un  juicio que, atendiendo la literalidad de la cita, nos debe hacer pensar en nuestro momento actual.

Si todos los instrumentos pudieran cumplir su cometido obedeciendo las órdenes de otros o anticipándose a ellas, como cuentan de las estatuas de Dédalo o de los trípodes de Hefesto, de los que dice el poeta que entraban por sí solos en la asamblea de los dioses, si las lanzaderas tejieran solas y los plectros tocaran solos la cítara. Los maestros no necesitarían ayudantes, ni esclavos los amos. (Aristóteles: Política I, 4)

Y este principio, al fin, fue el que durante más de un milenio rigió el pensamiento común al respecto de la esclavitud, siendo que el pensamiento cristiano vino a poner en entredicho el aserto al proclamar la liberación del hombre de la esclavitud del pecado, lo que junto a la premisa de que todos somos iguales ante Dios, significó un punto de inflexión en cuanto a la concepción de la esclavitud física, hasta el extremo que las leyes de Constantino, y posteriormente de Justiniano, ya en el siglo VI, apostaron por su protección y por una facilidad en la manumisión.
La regulación jurídica del estatus del esclavo se perfeccionaría el siglo cuarto cuando el año 319 d. C., Constantino suavizó las condiciones de vida de los esclavos especificando lo que un propietario podía hacer o no con ellos, señalando como nota curiosa que por primera vez en la historia fue declarado festivo el domingo, día en que sólo abrirían las oficinas públicas para atender la liberación de esclavos.
Pero de ahí a acabar con la esclavitud continuaba presente un largo camino, hasta el extremo que, en esta misma época, San Gregorio Magno ordenaba la compra de esclavos anglos a sus emisarios desplazados a Cerdeña. Esta actitud evidencia la normalidad que la esclavitud tenía en la sociedad.
Y muestra de esa normalidad, y del general buen trato dado a los esclavos es la escasez de rebeliones. La primera de la que se tiene noticia es la acaecida en Sicilia, a mediados del siglo segundo, unos sesenta años después de la segunda guerra púnica, y como consecuencia del mal trato recibido por parte de una familia siciliana1 que aplicaba un trato atroz a sus esclavos. La rebelión tuvo dramáticas consecuencias al aplicar los sublevados una terrible represión sobre la población siciliana y llegar a vencer en batalla a dos cónsules romanos.
Pero el mercado de esclavos estaba más en manos de bárbaros, siendo que ya en el siglo VIII antes de Cristo se tiene constancia de uno, atendido por traficantes fenicios y ubicado en la isla de Lemnos.
Y al fin, los esclavos procedían de los territorios conquistados que, como Platón defendiera, se encontraban en una situación que hacía necesario su sometimiento a los ‘mejores’.

En otro tiempo, en algunos Estados, todos los obreros eran o esclavos o extranjeros; y en la mayor parte, hoy sucede lo mismo. Pero la constitución perfecta jamás admitirá al artesano entre los ciudadanos. Si del artesano se quiere hacer también un ciudadano, desde entonces la virtud del ciudadano, tal cual la hemos definido, debe entenderse, no de todos los hombres de la ciudad ni tampoco aun de todos los que no son libres, sino solamente de aquellos que no tienen necesariamente que trabajar para vivir. Trabajar en las cosas indispensables de la vida para la persona de un individuo, esto es ser esclavo; trabajar para el público, esto es ser obrero y mercenario. (Aristóteles, Política. Libro III cap 2)

Esclavos, sí, pero Roma, que en su apogeo tenía hasta tres millones de esclavos, lo que equivalía al cuarenta por ciento de su población, se significó muy especialmente por el desarrollo del derecho, y ese derecho romano entendía que los esclavos de una familia formaban parte de esa familia.
Y esclavos eran tutores de niños, maestros, administradores... Eran, al fin, trabajadores que normalmente acababan accediendo a la libertad. Eran manumitidos por diversas vías.
Pero no siempre la manumisión comportaba una mejora en el estatus del esclavo; así, las manumisiones eran escasas en Grecia, ya que el esclavo liberto se encontraba relegado a la situación de extranjero, y en esencia representaba una pérdida de derechos.
El trato no difería en exceso con el recibido por el resto de la población, y como consecuencia de entender la esclavitud como una desgracia, era sentimiento generalizado que la esclavitud, contra las creencias de otros pueblos y otras culturas, no era de carácter natural, sino sobrevenido.

Desde el siglo I AC, pensadores, teólogos y juristas de la antigua Roma, como Séneca, Filón de Alejandría, Pablo, Florencio, Ambrosio o Agustín de Hipona, discutieron y reinterpretaron la esclavitud natural. A pesar de las tensiones que provocaron la aceptación o el rechazo de la teoría, su concepción se proyectó en el tiempo y fue empleada, en su versión más literal, en la expansión europea de los siglos XV y XVI. (Armenteros 2012: 83)

Pero no exactamente de toda la expansión europea. Ciertamente, España es Europa y como tal el aserto de Iván Armenteros es cierto, pero no fueron esos los principios que marcaron otras latitudes europeas.
Es el caso que ya incluso antes de la Era Cristiana, Roma se cuestionaba el hecho de la esclavitud y la concebía como un mal sobrevenido que tenía difícil solución. Y a ello se sumaron los pensadores cristianos que la identificaron como una subyugación del alma a los vicios mundanos. Aspectos que fueron asumidos por los pensadores romanos, entre los que destaca Séneca.
La esclavitud, más que una cuestión física devenía una cuestión moral, y tan digno era un libre como un esclavo, señalando exactamente que ante Dios podía tener más valor la acción de un esclavo que la de un libre, ya que lo que debía primar era la cuestión moral frente a la material.
En esta situación, ya en el siglo III de nuestra era el esclavismo sufrió una gran variación como consecuencia de la sobreabundancia de trabajadores no esclavos que copaban los puestos de trabajo. En estos momentos se daría paso a la servidumbre, como consecuencia de las necesidades de defenderse ante ataques descontrolados. Esta situación dio lugar a una nueva mano de obra semiservil constituida por campesinos que renunciaban a sus propiedades y en parte a su libertad a cambio de la protección del señor feudal, régimen, el feudalismo, que imperaría en Europa durante más de diez siglos. Ya no se introducirían esclavos en Europa, y su comercio y uso se restringiría a la cuenta mediterránea y al tráfico del Báltico al Negro.
Es así como consecuencia de la aplicación de los principios cristianos, los reinos cristianos no podían hacer esclavo a los prisioneros tomados en una guerra librada contra otro reino cristiano, Beneficio que no alcanzaba a los reinos no cristianos, que por cierto también esclavizaban.

Una ley Romana de mitad del siglo cuarto (Cod.Just.,XI, XLVII, 2) había prohibido que los esclavos rurales fueran sacados de las tierras a las que pertenecían; este fue el origen de la servidumbre, una condición mucho mejor que la esclavitud propiamente dicha. Pero los bárbaros virtualmente suprimieron esta benéfica ley (Gregorio of Tours, "Hist. Franc.", VI, 45); hasta había sido abrogada formalmente entre los Godos de Italia por el edicto de Teodorico (sect.142). No obstante, como un privilegio excepcional, permaneció vigente para los siervos de la Iglesia, los que, como la Iglesia misma, permanecieron bajo la ley Romana (Lex Burgondionum, LVIII, i; Louis I, "Add. ad legem Langobard.", III, i). Compartían además, la inalienabilidad de todas las propiedades eclesiásticas, que había sido establecida por los concilios (Roma, 50; Orléans, 511, 538; Epone, 517; Clichy, 625; Toledo, 589); estaban protegidos de las exacciones de los oficiales reales por la inmunidad garantizada a casi todas las tierras de la iglesia (Kroell, "L'immunité franque", 19110); por tanto su posición era generalmente envidiada (Flodoard, "Hist eccl. Remensis", I, XIV), y cuando la liberalidad real asignaba a una iglesia una porción de tierra de propiedad estatal, los siervos que la cultivaban eran ruidosos en su expresión de alegría (Vita S. Eligii, I, XV).

Mientras esto sucedía en Europa, en España, bajo el reino de los Visigodos,  los Concilios de Toledo atendían la cuestión de forma reiterada, siendo que el fenómeno se mostraba en franco retroceso a finales del siglo VII.
No es de extrañar que durante la Reconquista, en medio de una mayoría de población libre existiesen moros esclavos que habían sido hecho prisioneros en acciones militares, como en mundo árabe existían esclavos españoles tomados en circunstancias similares; esclavos que, por ejemplo en el siglo XIII fueron la mano de obra utilizada para la construcción de la Alhambra de Granada.
Pero esa referencia al siglo XIII tenía unos precedentes que se hunden en la Historia antigua. Así, el uso de esclavos en el mundo árabe nunca ha dejado de existir, y las puntas de los siglos finales de la Edad Media y primeros de la Edad Moderna, no sean sino éxitos plausibles de una actuación habitual.

Bajo el mandato de la dinastía Omeya (756-1031), gracias a las escaramuzas en las regiones cristianas al norte de la península ibérica, especialmente en las montañas cántabras y en los Pirineos, y al comercio practicado por judíos y musulmanes, al-Ándalus se había convertido en uno de los principales mercados de esclavos de Europa occidental.(Armenteros 2012: 127)

La esclavitud, aunque presente en Europa, estaba en clara decadencia, y ello era consecuencia de la desaparición del orden romano, lo que conllevó la decadencia de las ciudades (la misma Roma llegó a adquirir caracteres de villorrio patético), y con ello la decadencia de la agricultura, que decayó en explotaciones de subsistencia, con lo cual, la mano de obra esclava pasaba a ser más una carga que una ayuda.
Pero por otra parte, la inseguridad creciente abocó a que las personas ligadas a la tierra estuviesen necesitadas de una seguridad que sólo les podía ser prestada por señores locales que, a cambio, impusieron el sometimiento de aquellos a la servidumbre: había nacido el feudalismo.
Como consecuencia, la esclavitud dejó de existir como tal en la Europa cristiana, que la convirtió en servidumbre, diferencia no menor por la cual el siervo tenía todos los derechos...  excepto el de abandonar la tierra que cultivaba y el de disponer libremente de su propiedad. Situación que fue suavizándose con el tiempo y desapareciendo paulatinamente, de forma que en el siglo XI ya no existían siervos en el sur de la Europa no islámica, y perdurando hasta bien avanzada la Edad Moderna en aquellos territorios sometidos a la Reforma Protestante.
Europa del norte llevaba su propio ritmo en la evolución de la esclavitud, desarrollándose un importante comercio en Inglaterra y en Escandinavia, donde los vikingos, a partir del siglo IX desarrollaron un importante tráfico destinado a la recién conquistada Islandia (año 874).
Como venimos señalando, tampoco en la cuenca mediterránea dejó de existir la esclavitud en estos momentos, siendo que, el año 849, el mismo Papa León IV mandó someter a esclavitud a los miembros de una escuadra sarracena que habían sido apresados cuando llevaban a cabo un asalto a Ostia con el objetivo de capturar a sus habitantes para someterlos a esclavitud.
Y esa acción que pudiera aparecer como extraordinario y singular castigo, era llevada con plena normalidad, en esa misma época por la Serenísima República Veneciana, que se aprovisionaba de esclavos en distintos lugares, incluidos territorios del este de Europa.

Incluso todo parece indicar que había expandido sus áreas de aprovisionamiento hasta los mercados del sur de Italia que se encontraban bajo influencia islámica, tachados de piratas y bandidos por el dux Orso Particiaco I.../... en 880, Carlos III negoció una renovación del tratado de Lotario I, pero los venecianos consiguieron que la prohibición sobre la exportación de hombres a tierras del islam tan solo afectara a aquellos súbditos del rey franco «qui liberi sunt» (Armenteros 2012: 115)

Y lo mismo sucedía, por ejemplo, en Sicilia, donde importantes contingentes de esclavos sarracenos, en el siglo XI, acabaron teniendo especial significación en el ejército de Roger I de Sicilia, que en 1091 llevó a término la reconquista de la isla, poniendo así fin a la ocupación iniciada el año 827.
Y en 1299 se tiene la certeza de que en Chipre existían esclavos bajo el control de la Orden del Temple.

Desde los primeros años del siglo XIII, La orden del Temple orientó la economía chipriota hacia la industria azucarera, una actividad que se consolidó, sobre todo, gracias a la migración de numerosos agricultores cristianos de Siria y Palestina tras la conquista islámica de los reinos latinos, en 1291, y cuya explotación precisó trabajadores, libres o esclavos. Así, durante el trescientos, la isla pasó a ser un importante centro del tráfico humano en el que coincidieron, en un primer momento, cautivos de origen griego, valaco, búlgaro y tártaro, a los que se sumaron, tiempo después, sarracenos procedentes de la península ibérica y judíos de origen oriental. En 1312, la disolución de la Orden del Temple favoreció la instalación en la isla de los caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, quienes emplearon cuadrillas de sarracenos para el cultivo de viñedos y para la explotación de los ingenios azucareros. Pero fue tras la crisis demográfica de 1348, que dejó tras de sí una fuerte demanda de brazos, cuando se incrementó la importación de nuevos trabajadores bajo régimen de esclavitud. Desde entonces, los territorios vecinos de Siria y Palestina dependientes del sultanato mameluco, pasaron a ser, para Chipre, un espacio de reserva en el que conseguir, con relativa facilidad, mano de obra esclava, y el éxito de las expediciones de saqueo, tanto las promovidas por el poder real como las de iniciativa privada, hicieron de la isla un importante centro del tráfico de esclavos en el Mediterráneo oriental hasta los últimos años del cuatrocientos (Armenteros 2012: 145)

La marcha en España no siguió exactamente el mismo camino, y el responsable de esa situación no era otro que primero la invasión musulmana y posteriormente la Reconquista, al amparo de la cual la esclavitud y la servidumbre devino en un hecho marginal, ya que los habitantes, al amparo de los diversos fueros, ocupaban los territorios reconquistados y eran libres y propietarios de sus tierras a cambio de servicios militares varios. Y al amparo de esos fueros, multitud de antiguos esclavos dejaron de serlo.
Y mientras, el empleo de mano de obra seguía existiendo tanto en la España liberada como en la sometida al Islam, cada una nutrida con miembros de la facción contraria. En estos momentos, los mercados de esclavos en Al Andalus eran tan normales como lo habían sido hasta entonces y como lo siguieron siendo posteriormente, y se nutrían también de esclavos procedentes del norte de Europa, y muy en concreto, de Irlanda, siendo que ya en esos momentos, eran vendidos en un puerto que en la Edad Moderna se señalaría como el principal puerto negrero: Bristol.
El número de esclavos que llegó a traficarse es una incógnita, pero como referencia podemos remitirnos a los resultados de las órdenes religiosas dedicadas a su rescate. Así, la orden de los Trinitarios, fundada en 1189, liberó más de 900.000 esclavos desde su fundación hasta el año 1787, y la Orden de la Merced u Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, fundada en Barcelona el diez de agosto de 1218 por San Pedro Nolasco, liberó cerca de medio millón desde su fundación hasta 1632.
Pero si Al Ándalus contaba con mercados esclavistas de primer orden, y Bristol despuntaba ya en lo que posteriormente sería campeón, también los puertos de Venecia, Nápoles,Valencia, Génova y Barcelona, tenían en la Edad Media un activo comercio esclavista nutrido prioritariamente por los esclavos musulmanes capturados por los marinos que suministraban con relativa frecuencia, así como, a partir de 1229, de esclavos musulmanes procedentes de la Mallorca recién reconquistada, lugar del que siguieron saliendo remesas de esclavos que surtieron los mercados mediterráneos hasta los últimos años del siglo XIII.

La lista tarifaria más antigua que se conserva en Barcelona, redactada hacia 1150, incluye esclavos entre los bienes de exportación; varios de los primeros contratos comerciales barceloneses mencionan, también, la expedición de esclavos sarracenos hacia Sicilia e, incluso, Levante, y en la célebre Lleuda de Mediona, creada en enero de 1222 tras el acuerdo firmado entre Jaime I y Guillem de Mediona para el reparto de la mayor parte de las recaudaciones de aranceles de las leudas y pasajes de Barcelona, los sarracenos son uno más de los productos fiscalizados, lo que da buena fe del papel predominante que había alcanzado el intercambio comercial frente a la captura. (Armenteros 2012: 130)

Y a finales del siglo XIII, el mismo Iván Armenteros nos señala la economía de la Orden del Temple en este sentido:

Gracias a una relación de las encomiendas de la orden del Temple en Cataluña y Aragón, redactada en 1289, y a diversos inventarios de bienes de los primeros años del siglo XIV, se sabe cuántos esclavos tuvo cada una de las haciendas de los 317 que fueron registrados globalmente. Los templarios estaban utilizando verdaderas brigadas de sarracenos –que, en algunos casos, llegaron a alcanzar las cinco decenas– fundamentalmente para el trabajo en el campo o para realizar otro tipo de tareas más ocasionales, como ocurrió en 1290 y 1291, cuando fue movilizado un grupo de unos 20 individuos para la construcción de un molino en los dominios del monasterio de Gardeny, en Lérida. Incluso los inventarios muestran perfectamente la apuesta estratégica que había hecho la orden por el trabajo esclavo: con tal de asegurar un reemplazo adecuado, en 1289 el tesorero había destinado poco más de 11.000 sueldos para la compra de nuevos cautivos, lo que, teniendo en cuenta que, a mediados del siglo XIII, el precio de un sarraceno oscilaba entre los 100 y los 500 sueldos33, podrían haber sido adquiridos entre 22 y 110 nuevos trabajadores. Y, al parecer, lo mismo estaba ocurriendo en otros establecimientos monásticos de extenso patrimonio, como el cenobio benedictino de Montserrat, donde se ha podido constatar la presencia de esclavos sarracenos al menos desde la conquista de Menorca, en 1287. (Armenteros 2012: 133)

Y en el siglo XIV, como consecuencia de la peste negra, toda Europa conoció un importante incremento de población esclava, procedente tanto de los territorios reconquistados al Islam como del oriente mediterráneo.
Y a la altura de esta exposición, ¿qué sucedía en otros ámbitos geográficos?
En los reinos germánicos, el sometimiento a esclavitud estaba sujeto a los mismos principios que en el imperio romano. En primer lugar, el suministro procedía de la guerra, de donde se generaba el comercio esclavista; también por nacimiento al ser hijo de esclavos, y la esclavitud por deudas redondeaba el origen. Y esos principios eran vigentes en la Europa del siglo XVIII... Y en la América precolombina, donde también la guerra, la pena por un delito o la compraventa eran el origen de la esclavitud.

La esclavitud, de características similares a como se entendía en Europa, era bien conocida en las Américas antes de la llegada de los europeos, aunque no en el mundo de los tainos. Ésta fue una de las tranquilizadoras similitudes que los conquistadores encontraron entre ambos mundos. Las dos principales monarquías perfectamente implantadas, la de los mayas y la de los incas, tenían sustanciales poblaciones de esclavos. También los caribes utilizaban a sus prisioneros tainos y de otras etnias como esclavos. (Thomas, el imperio español)

El mundo azteca, como el mundo incaico, estaba marcado por una manifiesta estratificación social cuyo último escalón era el tlatlacotín en el caso azteca, que tenía ciertos derechos, como era poseer a su vez esclavos, y el yanacuna en el caso inca, que si no eran esclavos estaban sometidos a un feroz servilismo, si bien su condición era superior a la de los mitimaes o desterrados. Y de hecho, uno de los obsequios presentados por los caciques indios a los conquistadores españoles, eran esclavos.
Estamos de lleno en el Renacimiento. El descubrimiento de América significó un amplio revulsivo mundial... Y los indios fueron declarados súbditos libres. Pero la deriva que finalmente seguiría el Renacimiento, en el que se iba extinguiendo la servidumbre, mutaría rápidamente en un renacimiento de la esclavitud, en esta ocasión nutrida por africanos. Una esclavitud que tenía una intensidad baja, similar a la que había tenido hasta el momento, y que había sido consecuencia de la guerra contra el Islam y que mantenía además un moderado comercio que, procedente de Constantinopla, suministraba esclavos eslavos y turcos a los países europeos bañados por el Mediterráneo, cuyo destino cercano acaba siendo la manumisión, sobre todo si abrazaban el cristianismo.
Pero el número de estos esclavos fue siempre muy pequeño si lo comparamos con los esclavos cristianos en tierras musulmanas, desde las que se organizaban expediciones, principalmente a Italia y a España con el objetivo de cazar esclavos.
Pero el desarrollo del enorme tráfico negrero que conoció el Atlántico a partir del siglo XVII, en principio vino a suplir o complementar el tráfico de esclavos ingleses y sobre todo irlandeses, que Inglaterra llevó a efecto a los territorios recién colonizados en América.
Pero tampoco fue éste el origen de la trata específicamente negrera, ya que de tiempo inmemorial, el tráfico de esclavos en el interior de África alcanzaba unos niveles que sólo son comparables (salvando las distancias) con el tráfico negrero atlántico, y en este tráfico estaban principalmente implicados traficantes musulmanes, que completaban la demanda que no era cubierta por los piratas en el Mediterráneo, y que concentró en el norte de Áfríca un muy importante número de esclavos de toda la cuenca mediterránea.
Su influencia, por otra parte, no se circunscribía a la costa norte del continente africano, sino que tenía una importante presencia en el interior del continente, como por ejemplo, en Tombuctú
Gran parte de estos esclavos estaban destinados a la producción de azúcar, y esta costumbre se extendía lógicamente por Al Andalus, y como consecuencia de las cruzadas, también al resto de la cuenca mediterránea no sometida al Islam, siendo habitual desde el siglo XIII la presencia de esclavos negros en las costas europeas
Ya había esclavos negros en la España del siglo XV, y esclavos blancos que eran transportados desde el oriente mediterráneo, pero en 1453, la caída de Constantinopla en poder de los turcos significó el cierre del flujo de esclavos blancos, y el fin de la reconquista por parte de Portugal hizo que se explorase la costa africana, de donde comenzaron a importarse esclavos negros que eran lucidos como cosa exótica por algunas familias poderosas.
Pero el principal contingente de esclavos de los reinos mediterráneos cristianos estaba destinado a galeras, ya que el número de voluntarios y de penados no lograba completar, ni de gran tramo, las bancadas. Y esos esclavos no eran negros.









Bibliografía

Alvarez Bianchi, Luis Alberto. Esclavitud y cristianismo. Enciclopedia católica. En Internet https://ec.aciprensa.com/wiki/Esclavitud_y_cristianismo Visita 9-10-2019

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