viernes, diciembre 22, 2023

Los tratados con los indígenas americanos




Todos “sabemos” que la expansión española en América fue debida al arrojo de unos conquistadores de cuya influencia sólo pudieron zafarse algunos grupos aislados. 

Pero parece que esa apreciación no es del todo exacta. A primera vista nos encontramos con Hernán Cortés, que acabó con el imperio azteca merced a la alianza con los pueblos que en Mesoamérica se encontraban sometidos y eran tributarios de Tenochtitlan.

Y si miramos al sur, un hecho parecido sucedió en el caso del Tahuantinsuyu.

La verdad es que los encuentros bélicos, que no cesaron durante más de tres siglos, y salvo en casos como la Araucanía, carecían de una envergadura digna de mención, siendo que no tardó en crearse un entramado de  relaciones políticas que convivían con otros dos frentes de conquista que eran, por una parte, y como queda señalado, la guerra, y por otro la evangelización. 

La justificación de la presencia de España en América era la evangelización y la población, y ese extremo queda reflejado en tratados internacionales, como podemos calificar las bulas papales, y en la legislación, de la que podemos señalar las ordenanzas para los descubrimientos. Y era voluntad manifiesta que la paz predominase. 

No obstante, una cosa era la voluntad de la Corona y otra la acción de los naturales, que no siempre coincidía con lo señalado. Así, tanto en el norte del virreinato de la Nueva España como en el virreinato del Perú se producirían situaciones de guerra con los indios de frontera, destacando por el norte el conflicto con chichimecas o con apaches y en el sur con chiriguanos y muy especialmente con araucanos. 

Los intentos de pacto se manifestaron desde el primer momento, siendo que el primer escenario del mismo se produjo en el primer escenario de la conquista, las Antillas, donde Colón pactó, cierto que de forma no muy acertada, con los taínos. 

Ya en el continente, la Guerra Chichimeca, que se extendió desde 1550 hasta 1600, fue para la Nueva España un grave problema en el que la actuación misional y militar tuvo preeminencia, y sus protagonistas principales, al servicio de la corona, serían los tlaxcaltecas y los otomíes, que fundaron ciudades y asentaron la población en el territorio.

Esa sería la primera fase, tras la cual, franciscanos y jesuitas, acompañados de una política conciliatoria que pagaba agravios con ganado y herramientas, fundaron misiones y sedentarizaron a los nómadas chichimecas, que si primero eran obsequiados con ropas y alimentos, a posteriori aprendieron la agricultura y la ganadería al tiempo que eran catequizados.

El virreinato también creó lo que podemos denominar eufemísticamente “fortalezas” siendo que en realidad eran cuarteles que más funcionaban como agentes de una ONG, distribuyendo bienes fungibles a la par que guardaban de bandidaje especialmente caminos y poblaciones. Eran los denominados “presidios”, donde residía una pequeña guarnición eterodoxa compuesta en número importante por naturales.

Tratados, como queda dicho, se hicieron desde un primer momento, pero es a finales del siglo XVI cuando queda estipulado cómo debe sellarse ese tratado. Si hasta la fecha el tratado era verbal, dada la imposibilidad de transcribir algo que los naturales desconocían, para estas fechas ya existía cierto conocimiento de la escritura, lo que posibilitaba redactar un documento en el que quedase plasmado el contenido del mismo, no sin por ello abandonar el tradicional intercambio de obsequios.

Si esto pasaba en el norte, en el sur el Gran Chaco, la Araucanía y las Pampas eran territorios de especial importancia estratégica por diversos motivos: desde la ganadería que estaba creciendo en Tucumán hasta la necesidad de hacer frente a los bandeirantes que entraban en Paraguay a hacer esclavos, sin olvidar el punto estratégico que es el estrecho de Magallanes. 

Así, los pactos se desarrollaron también desde el primer momento con un resultado favorable como queda demostrado en 1536 cuando, encontrándose sitiado Pizarro, fue salvado de la situación merced a la acción de Mama Contarhuacho.

Seguirían otros tratados, entre los que destaca el denominado “Tratado de Acobamba” por el que el 24 de agosto de 1566 se alcanzaba la paz en la región con la aceptación de vasallaje por parte de Titu Cusi Yupanqui.

Y en el ámbito del extremo sur, sería la diplomacia la principal arma utilizada para alcanzar la paz con la Araucanía, donde la durísima resistencia de los indígenas, que mostró uno de sus puntos álgidos en la rebelión de 1598, impedía el acceso a un punto estratégico como es el estrecho de Magallanes.

Nuevamente serían los religiosos quienes abriesen brecha a las relaciones jurídicas que acabarían generando acuerdos en los que quedaba reflejado el compromiso por las partes, siendo que los araucanos se convertían en vasallos del rey de España que se comprometían a rechazar el embate de los enemigos de la corona.

Relaciones jurídicas que quedaron plasmadas el 6 de enero de 1641 en el conocido como “parlamento de Quilín”, en el que la corona española y el pueblo araucano se reconocían mutuamente. 

Sería el inicio de una sucesión de nuevas juntas y tratados que fueron sucediéndose a lo largo de los años y que paulatinamente sirvieron para pacificar la zona, con sus excepciones, como dejaron manifiesto las rebeliones de 1723 y de 1766. 

Y esa misma política la vemos reflejada también en otros ámbitos territoriales, como es el caso del Gran Chaco o de la Pampa. 

Y todo incluso después del cambio de dinastía, que asumió la política de consenso llevada hasta el momento, aunque bien es cierto que, tarde o temprano, la influencia de la Ilustración debía aportar cambios sustanciales en el tratamiento del asunto.

Ciertamente las ideas liberales se vieron trágicamente plasmadas en el nuevo Reglamento dictado en 1772, en el que se remarcaba la necesidad de utilizar  la fuerza por encima de la diplomacia. Tras dos siglos de tratados que habían mostrado su efectividad, las reformas borbónicas hacían que la actuación en ese contexto pusiese fin a la expansión pacífica, que con sus altibajos había conseguido que el continente americano fuese el lugar más pacífico de la tierra. 

Los métodos, efectivamente habían cambiado, y se exigía, por ejemplo, que los nómadas abandonasen su forma de vida y se asentasen para desarrollar la agricultura y la ganadería. Cambio de métodos radical para conseguir un objetivo que venía siendo logrado de forma amistosa. 

Cambios que significaron la dislocación de la gran labor llevada a cabo en el Gran Chaco con el asentamiento y la inculturación de la población guaraní. Se ponía fin a una trayectoria que, iniciada en 1541 con Pedro de Valdivia, sólo en la Araucanía había producido un total de treinta y cuatro tratados.


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