miércoles, abril 10, 2024

La malaria y la quinina




La malaria es una enfermedad conocida de muy antiguo, para la que no se conoció cura hasta el año 1638 cuando los científicos jesuitas del virreinato del Perú tuvieron conocimiento de los efectos benéficos de la quina, que ya venían siendo utilizados de antiguo por los indígenas de los actuales Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela, donde crece el árbol, para el tratamiento de fiebres y diversas dolencias. 

El árbol llega a alcanzar hasta los 15 metros de altura en bosques húmedos ubicados entre los 1.300 y los 2.900 metros de altitud en las regiones peruanas de Piura, Lambayeque, Cajamarca y en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, y cuenta con 29 variedades distintas que crecen a lo largo de la cordillera oriental de los Andes. Y es la corteza del árbol de la quina la que posee esas cualidades. 

El nombre que le daban era “quk-quin o quina-quina”, y sería en 1590 cuando Fray Reinaldo de Lizárraga hiciese referencia por primera vez a la quina en sus crónicas. Cuarenta años después, en 1630, se tiene noticia que el Corregidor de Loja de Ecuador, Juan López De Cañizares, fue curado de fiebres con infusiones de quina.

Por su parte, la malaria existe en el mundo no americano desde hace miles de años. Se trata de  una enfermedad que llegó a América importada desde España; así que serían los indígenas quienes primero accediesen al conocimiento de la quina como remedio contra la nueva enfermedad, y a partir de ellos, el agustino fray Antonio de La Calancha en 1633 y el padre jesuita Bernabé Cobo en 1652 fueron los primeros en describir desde el virreinato del Perú las propiedades de la quina, pero su difusión ya había tenido efecto en Europa el año 1632, cuando el provincial de las misiones jesuitas del Perú, el padre Alonso Messia Venegas, transportó una muestra de la corteza para presentarla como primicia en Sevilla y en Roma. 

Y la nueva no era cuestión de menor entidad, ya que el descubrimiento de los efectos benéficos de la quina o “cascarilla”, supone un importante paso en la lucha contra la enfermedad al haberse descubierto que su corteza molida venía a solventar un gravísimo problema de salud que había padecido durante siglos la sociedad europea. 

El mérito de su difusión, así debe ser reconocido sin ambages a la farmacia del Colegio de San Pablo de Lima como centro científico, y a la Compañía de Jesús como difusora de su conocimiento en España y en Europa. Como recompensa a la hazaña, la quina sería conocida como “polvo de los jesuitas”.

Pero a la par que Alonso Messía transportaba el preciado aporte, el doctor Juan de la Vega, médico del virrey del Perú, también la introducía en España dando comienzo a una etapa que duraría más de tres siglos en los que la quina pasó a ser el único fármaco contra la malaria, una enfermedad que en la actualidad sigue cobrándose anualmente  alrededor de un millón de vidas en el mundo.

Y si en el siglo XXI es esa la situación, podemos imaginarnos la situación a finales del siglo XVII, cuando una gran epidemia de malaria asolaba Europa.

Es esas circunstancias, los prejuicios ingleses contra España y ocasionaron un grave problema en Inglaterra al ser rechazados los medicamentos de origen católico, llegando en  1655 a enfermar gravemente Carlos II de Inglaterra, protestante que finalmente hubo de ser medicado con quina… en una fórmula que contenía componentes inocuos que la disimulaban.

El siglo XVIII sería el siglo de las expediciones declaradamente científicas, y en 1776 Tadeo Haenke, encargado por Carlos IV, descubría que las quinas del Alto Perú contenían mayores concentraciones de principios activos contra la malaria. 

La acción de las potencias europeas y protestantes en pos del dominio de la quina conoció un importante desarrollo en estos momentos; extractos y tinturas de corteza de quina estaban presentes en la mayor parte de las farmacopeas europeas, y su posesión fue uno de los factores que posibilitaron la expansión del colonialismo europeo en África y Asia.

También se llevaron a efecto estudios científicos de los componentes de la corteza de la quina, pero los resultados eran constantemente negativos hasta que en 1820 los químicos franceses Pierre-Joseph Pelletier  Joseph-Bienaimé Caventou descubrieron la quinina, el alcaloide de la corteza de la chinchona amarilla.

Y la primera síntesis de la quinina tiene lugar ya en el siglo XXI. Mientras, junto a la historia, la leyenda, que presenta a la condesa del Chinchón, esposa del Virrey de Lima, salvada de la malaria gracias a la quina. Una bonita novela que no debe quitar protagonismo a la historia.

Y por encima de la leyenda, la historia nos señala que durante la Primera Guerra Mundial, con los principios de la quina conocidos y desarrollados, los hospitales de campaña estaban ocupados, más que por soldados heridos en combate, soldados enfermos de la malaria… Y si llegamos a la Segunda Guerra mundial, en 1945 nos encontramos  en Italia con 411.600 casos de malaria, siendo que los muertos ocasionados por esta enfermedad durante el curso de esta guerra fueron en torno a 60.000.

Y en la actualidad, 2024, la malaria afecta a más de doscientos millones de personas por año en las zonas tropicales de América, África, Asia y Oceanía, causando alrededor de 400.000 muertes anuales en el mundo.



BIBLIOGRAFÍA:

Amurrio, David. La quinina. Historia y Síntesis. En Internet http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1683-07892001000300003 Visita 9-4-2024

Brack Egg, Antonio. Breve historia de la quina y la quinina. En Internet https://www.poderosa.com.pe/Content/descargas/libros/historia-de-la-quina-y-la-quinina.pdf Visita 9-4-2024

Hampe Martínez, Teodoro. Alonso Messia Venegas. En Internet https://dbe.rah.es/biografias/20678/alonso-messia-venegas Visita 9-4-2024

La historia de la tónica, el origen de la quinina. En Internet http://www.elclubdelgintonic.com/la-historia-de-la-tonica-el-origen-de-la-quinina/ visita 9-4-2024


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