lunes, junio 24, 2024

Etnología en el siglo XVI. El caso de José de Acosta

 


 


            Si consultamos por internet el origen de la etnología nos encontramos con que, afirma, se considera un campo académico desde finales del siglo XVIII en Europa.

   

         Y si miramos algo más, podemos leer en la “Historia de la etnología” de  Ángel Palerm lo siguiente:

 

El presente volumen, tercero de mi Historia de la etnología, corresponde a Gran Bretaña, el centro del primer desarrollo de la etnología moderna. Desde el punto de vista cronológico, abarca el período que comienza con las primeras obras de Tylor, en la década de 1860, y termina cuando la antropología social alcanza la hegemonía intelectual, académica y profesional; o sea aproximadamente entre las dos guerras mundiales.

            Y si seguimos buscando, Blanca María Cárdenas Carrión nos ilustra con el hecho de que

En el presente artículo se abordan las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX en México en relación con los comienzos de la Etnología como disciplina científico-social reconocida. En una retrospectiva, se destaca el papel del Museo Nacional, inaugurado en 1825, como una institución pública fundamental en la construcción de la identidad nacional y como el lugar donde confluyeron las dos condiciones que habilitaron a la etnología en México: el contexto político de la época concentrado en el llamado “problema del indio vivo” y en los programas de incorporación; la importancia del resguardo de los testimonios materiales y las tradiciones de los grupos étnicos de México.

                Con esas premisas, y sin tener en cuenta todo lo que al respecto se ha escrito desde Estrabón, vamos a comentar el caso de José de Acosta, etnólogo del siglo XVI nacido en Medina del Campo el 1 de octubre de 1540 y fallecido en Salamanca el 15 de febrero de 1600.

            Se formó en Lisboa y en Alcalá de Henares con varios maestros de la Escuela de Salamanca y fue ordenado sacerdote en 1567, tras lo cual se desempeñaría como profesor del Colegio Romano, trampolín que le llevaría a las Indias, al Perú, a la primera provincia jesuita de América, donde llega en 1572.

            Promotor de un sistema misional que atendiese la formación superior de los indígenas, potenció el sistema de colegios de indios nobles y creó residencias donde congregar, fuera de la estructura escolar, otros acólitos, consiguiendo que fuese revocada la cédula real de 1578 por la que se impedía el acceso de los naturales al orden sacerdotal.

            Y destacó en el Concilio III de Lima, celebrado entre 1582 y 1583, cuyas conclusiones fueron de gran  relevancia en el virreinato, siendo que a partir de este concilio se procedió a traducir el Evangelio al quechua y al aymara, constituyendo su publicación, además, un hito en sí mismo, ya que fueron los primeros libros editados en Suramérica.

            En 1590 Hizo público un extenso estudio titulado “Historia Natural y moral de las Indias”, en el que hace un repaso histórico de la evolución que tuvieron los intelectuales en lo relativo a la interpretación del mundo atendiendo todos los aspectos, tanto geográficos como etnográficos. Obra que fue traducida al latín en 1601. También fue traducida al alemán, al holandés,  al francés y al inglés.

            En el curso del mismo deja señalado que la esfericidad de la Tierra es conocida de muy antiguo, siendo que en la Grecia clásica estaba perfectamente asumida la misma.

            La preocupación de los filósofos se centraba en cómo mesurar la misma y la interpretación de lo que debía suceder en los territorios ignotos, dando lugar a una serie de teorías que, hoy, con el conocimiento empírico de la cuestión pueden parecer ridículas, y que sin embargo son clara muestra de la superioridad científica de las mentes que daban pie a semejantes teorías.

            Tenían clara la esfericidad de la tierra, pero desconocedores de la ley de gravitación universal, navegaban en un mar de dudas que daba lugar a otro mar de teorías más o menos acertadas.

            También en aquellos entonces existía la capacidad de calcular la longitud terráquea, pero se les escapaba el cálculo de  la latitud, cuestión que quedaría reservada para la Escuela de Salamanca, ya a caballo entre los siglos XV y XVI, y que sería la que abriría la posibilidad de arriesgase a una navegación alejada de las costas.

            Pero si la determinación de la latitud terrestre posibilitó la circunnavegación de la tierra, quedaban pendientes otras cuestiones que necesariamente deberán ser abordadas por las generaciones sucesivas.

            Todas estas cuestiones son tratadas por José de Acosta, que deja de manifiesto la preocupación que por estas cuestiones estuvieron presentes a lo largo de la historia.

            Se introduce en el Antiguo Testamento intentando encontrar relación con el Nuevo Mundo, y en el intento pone de manifiesto la altura intelectual y la capacidad de análisis de personajes que han dejado su impronta en la cultura universal, desde Aristóteles o Platón hasta San Agustín, abordando aspectos como el de la Atlántida, de la mano de Platón, o la negación del origen semita de los indios americanos, aspecto que fue puesto en cuestión por algunos pensadores del siglo XVI.

            Con la exposición de la naturaleza existente en todos los territorios de la España ultramarina, Acosta desmiente, sin encono, sin burla, con respeto y admiración, las suposiciones hechas en su momento por pensadores como Aristóteles, que faltos del conocimiento exacto de la situación, suponían unos territorios necesariamente inhabitables, a los que denominaba “Tórrida Zona” y que entendía absolutamente quemados por un intenso sol.

            Al compás de los antiguos relatos, Acosta hace una semblanza de los parajes recién incorporados al conocimiento occidental señalando sus diversas características tanto geográficas como humanas y ambientales.

            Lleva a cabo una explicación de la historia natural, una descripción del clima, de los vientos, de los accidentes geográficos, de los volcanes, de los ríos y lagunas, de las mareas, de la cultura marítima y pesquera de los naturales, de la propiedad de la tierra, de la minería, de la agricultura, de las plantas medicinales, de la ganadería, de los animales salvajes…

            Un estudio etnográfico que detalla las creencias idolátricas, de los sacrificios humanos, del calendario azteca, de la historia de los naturales… merced al cual podemos observar la importancia que tuvo el hombre en general y las diferentes culturas precolombinas en particular para el hecho de la Conquista, siendo que destaca la capacidad racional de los naturales a quienes no duda comparar con los pueblos griego y romano, cuyas instituciones analiza.

            Vuelto a la península, fue requerido por la Corona para diversas cuestiones, y cuando en 1590 publicó su Historia natural y moral de las Indias, lo hizo dedicando su obra a la princesa Isabel Clara Eugenia, futura gobernadora general de Flandes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

ACOSTA, JOSEPH DE. HISTORIANATURAL Y MORALDE LAS INDIAS. En Internet http://www.fondazioneintorcetta.info/pdf/biblioteca-virtuale/documento1182/HistoriaNatural.pdf Visita 23-6-2024

Cárdenas Carrión, Blanca María. Los comienzos de la Etnología en México y el Museo Nacional https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-84882017000100077 Visita 23-6-2024

Palerm, Ángel. Historia de la etnología. En Internet https://redmovimientos.mx/wp-content/uploads/2020/08/Historia-de-la-hetnolog%C3%ADa.pdf Visita 23-6-2024

Pino Díaz, Fermín del. José de Acosta. En Internet https://dbe.rah.es/biografias/4978/jose-de-acosta Visita 23-6-2024

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