La idea de humillar a España es antigua en Inglaterra. Ya en la obra “Una propuesta para humillar a España”, publicada el año 1711, en un texto en el que no faltan reiterados insultos a España y los españoles (¿qué no es capaz de hacer la avaricia, especialmente en un español?, dice el autor anónimo), trata del asunto haciendo referencia a propuestas anteriores en el tiempo.
En el mismo documento se proponía el envío de una armada con el objetivo de tomar Buenos Aires y fortificarla, cosa que no habían hecho “los perezosos españoles”, y remarcaba el interés de la plaza, que era considerada la de mayor importancia del mundo.
Señalaba también que si alguna vez Inglaterra lograba establecer su comercio podrían arruinar por completo la manufactura en Quito en pocos años. También señalaba la importancia que alcanzaba el suministro tanto de carne como de mulos y caballos, generado por Buenos Aires y tan necesario para el mantenimiento de Potosí. Y a ello había que añadir muy especialmente el suministro de “hierba” (supuestamente mate), que era producido en Paraguay.
Señalaba también Santa Fe como el único paso por el que se podía ir a Perú, lo cual no es cierto, ya que existía el camino real de Lima a Buenos Aires, en el que confluía el camino de Santa Fe.
El proyecto señalaba la toma de Santa Fe y de Asunción, acción que, dice, sería de fácil ejecución ya que “los habitantes son extremadamente perezosos y descuidan por completo el comercio, pasando su tiempo en fiestas y tocando la guitarra”.
También señala la situación de la costa, haciendo referencia a las informaciones suministradas por los piratas, en concreto las facilitadas por William Dampier, señalando que la costa tiene menos puertos o bahías que cualquier costa conocida en todo el mundo, y estos pocos todos están ocupados y fortificados.
No se trataba de un plan bien diseñado; más bien era el señalamiento de un plan que debía ser marcado más adelante. Cien años después, con informaciones fehacientes y sin los exabruptos vertidos en la “propuesta para humillar a España”, los objetivos quedarían plasmados en el Plan Maitland.
Llegado el momento de llevarlo a cabo, contarían con nuevos elementos a su favor, entre los que se encontraba quién debía llevarlo a cabo en persona. Y sin embargo, el cruce los Andes es, por lo que cuentan los expertos, una obra magistral en el arte militar que fue pergeñada por José de San Martín.
Pero, ¿de verdad se trata de un plan pergeñado por San Martín o más bien obedece a instrucciones procedentes de otras instancias?
Tomando el asunto desde los inicios, en 1781 se encontraba en Londres Juan Pablo Viscardo, jesuita sobre el que no pesaban las leyes anticatólicas de Inglaterra, que fue parte principal en la composición de los planes para la invasión británica de América aprovechando la revuelta de Túpac Amaru. Para el caso, junto a Francisco de Miranda instaba la invasión, facilitando información muy precisa de los aspectos que interesaban para la misma: sociales, económicos y geográficos…
Es el hecho que, con toda la información recabada, Inglaterra había desarrollado en septiembre de 1796 un plan que, por tratarse de una hazaña que se consideraba inalcanzable, no atendía el cruce de los Andes, pero…
Su autor, Nicholas Vansittart, era un colega de Maitland en el Parlamento y, más tarde, se haría amigo de Miranda.
Aquel plan pionero se titulaba “Proposiciones para una expedición contra Hispanoamérica por el Océano Pacífico”. El objetivo de esa expedición (naval) era tomar Buenos Aires y, luego, cuando fuera “la estación adecuada para rodear el Cabo de Hornos”, establecer “un asentamiento permanente en Chile a fin de interceptar cualquier fuerza que pudiera ser despachada desde Europa”, y más tarde “confluir hacia el Callao”. (Terragno)
Corría el año 1800 cuando Thomas Maitland presentó un nuevo plan que tituló “Plan para capturar Buenos Aires y Chile” y también contemplaba capturar Perú y Quito. Se trataba del desarrollo de una idea que no era nueva, sino que, además de perfeccionar la idea de Vansittart, ya había sido pergeñada por John Hippisley. Para su desarrollo, Maitland contó con la colaboración de éste y la del Secretario de Guerra, Henry Dundas.
El plan consistía en hacerse con el control de América, siendo que, para la consecución de ese objetivo planteaba en primer lugar la toma de Buenos Aires seguido de una inmediata acción que asegurase el flanco oriental de los Andes, siendo que se señalaba Mendoza como núcleo para su control, lugar desde donde debía iniciarse la toma de Chile.
Para su desarrollo,
Hippisley abundó en contactos con los jesuitas y en 1780 algunos de ellos le ofrecieron sus “servicios personales para una expedición”. Entre los jesuitas exilados, los más conspicuos conspiradores contra España (y allegados a los británicos) eran Juan José Godoy y Juan Pablo Viscardo. Hippisley recibió de los jesuitas información muy precisa acerca de Cuyo, incluyendo detalles sobre los pasos cordilleranos que unían a Mendoza con Chile. (Terragno)
Y curiosamente San Martín, un hombre que no conocía el territorio, fija su atención en Mendoza, un lugar hasta el momento carente de valor estratégico para afrontar el problema que en el momento representaban los ataques realistas provenientes del norte, y es justamente ahí donde ocupa los años 1815-1816 en la preparación del Ejército de Chile.
Si no conocía a los hombres ni el territorio —según él mismo lo confiesa a Rodríguez Peña en la recordada carta de abril de 1814— ¿qué razones lo movieron a crear la intendencia de Cuyo con tres provincias a los pocos meses de llegar al Río de la Plata? (Sejean)
Claramente se trataba de un posicionamiento tendente a la realización del plan Maitland, magistralmente diseñado donde estaban señaladas todas las características que hacían al caso: desde la meteorología hasta el soborno, señalando que la toma de Chile significaría tener al alcance la toma del Perú.
El plan fue recibido y considerado seriamente por el gobierno de William Pitt El Joven. Maitland elevó un texto preliminar al Secretario de Guerra, Henry Dundas (más tarde primer Vizconde Melville), quien lo citó para discutir detalles. De la entrevista Dundas-Maitland surgió el plan definitivo, que fue puesto en posesión del Secretario de Guerra a mediados de 1800. (Terragno)
Sigue señalando Terragno que el 12 de octubre de 1804, y para tratar del proyecto, que incluía la invasión de Valparaíso y con la colaboración de Francisco de Miranda también la invasión de Venezuela, Dundas se entrevistó con el mismo Miranda, con Pitt y con Home Riggs Popham, el mismo que en 1806, junto a William Carr Beresford, sería responsable de la invasión a Buenos Aires.
Además de desembarcos simultáneos en Nueva Granada y el Río de la Plata, ese plan incluyó una expedición a Valparaíso y Lima por una fuerza que debía llegar de India. Esto coincidía con el Plan Maitland, que tanto Popham como Miranda, consultores del gobierno británico en este aspecto, debían conocer. (Terragno)
El proyecto era jaleado por el “Times” de 15 de septiembre de 1806 donde se afirmaba: “Tendremos un mercado inagotable para nuestros bienes, y nuestros enemigos quedarán privados para siempre del poder de adueñarse de los recursos de estos ricos países para hostilizarnos”.
Francisco de Miranda fue designado, con grado de general británico, como jefe de las fuerzas que invadirían Venezuela, y Popham como jefe de la expedición a Buenos Aires.
Ambas intentonas acabaron en fracaso…relativo. Al tiempo que tras la toma de Buenos Aires vaciaron las arcas del virreinato y enviaron a Londres hasta 100 toneladas de plata que se hallaban depositadas, quedaron fuerzas británicas que encontraron la protección de los agentes británicos que ejercían labores de contrabando y de espionaje.
Cierto que Beresford fue llevado a Luján junto con Pack y otros jefes, y también cierto que fueron hospedados en el Cabildo donde gozaron de total libertad de movimientos y comunicaciones. Pasaban a engrosar la quinta columna con el apoyo de los quintacolumnistas preexistentes, entre los que destacaban Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, relacionados con el contrabando.
Ambos personajes, según relata el también contrabandista y espía Guillermo White, que formaba parte del entramado, serían recompensados por parte de la corona británica con un sueldo diario de diez chelines.
“El error de su expedición”, le explicaron Rodríguez Peña y Padilla al jefe inglés, “consistió en haber venido en plan de conquista”. Para reparar aquello, le propusieron un acuerdo. Un partido revolucionario declararía la independencia del Virreinato y pondría en libertad a todos los prisioneros británicos. Beresford debía garantizar, por su parte, el apoyo militar de Inglaterra. (Terragno)
Serían Rodríguez Peña y Padilla quienes el año siguiente posibilitarían la evasión de Beresford, que se uniría en Montevideo a la nueva armada británica que 1807 llevó a cabo un nuevo intento de asalto que, al resultar nuevamente fracasado haría modificar finalmente la estrategia británica para la invasión de América.
Una invasión que no contaría con la presencia de ejércitos británicos organizados, sino de estrategas británicos que serían la sombra de las cabezas visibles de la conquista, que necesariamente llevarían nombres españoles… Y allí hasta donde se pudiese, en el virreinato del Río de la Plata con baja intensidad en tierra y con decidida importancia en el mar, contingentes importantes de veteranos de las guerras napoleónicas.
Hasta ahí, todo normal en el funcionamiento de un sistema militar, que lleva a efecto la realización de planes de actuación que en principio pueden resultar utópicos, que se realizan como ejercicios de estrategia que en algún momento pueden ser aplicados.
¿Cuántos planes de operaciones son desarrollados por los estados mayores de los ejércitos?... Personalmente desconozco, ni por aproximación, la respuesta, pero supongo que es una práctica que resulta necesaria para la formación de estrategas.
Lo que llama muy poderosamente la atención es la semejanza existente entre el plan que nos ocupa y la campaña militar que José de San Martín llevó a cabo años después.
Semejanza no quiere decir que existan algunas operaciones que circunstancialmente pudiesen coincidir con el citado plan, sino que en las actuaciones llevadas a efecto se detecta un seguimiento milimétrico de la propuesta de Maitland, que como señala Rodolfo Terragno, se circunscribe a lo siguiente:
1. Ganar el control de Buenos Aires.
2. Tomar posiciones en Mendoza.
3. Coordinar acciones con un ejército en Chile.
4. Cruzar los Andes.
5. Derrotar a los españoles y controlar Chile.
6. Continuar por mar a Perú.
7. Emancipar al Perú. (Terragno)
Es difícil que, aún siendo un magnífico estratega, ningún militar sea capaz de diseñar esa actuación sin conocer los pormenores militares, de sistemas de comunicación, de apoyos logísticos, de suministros… y de tantas cuestiones que son necesarias tener previstas para una campaña de semejante magnitud.
Y esa era la posición de José de San Martín. Sencillamente por el curso de su vida, siempre alejada de América, era literalmente imposible que fuese capaz de diseñar semejante plan.
Pero, aún en el caso de haber podido desarrollarlo, es todavía más extraña la coincidencia literal con un plan diseñado anteriormente por terceros que sí tenían la capacidad de desarrollarlo, cual es el caso de Inglaterra, que de antiguo venía tramando acciones, si no idénticas, tendentes a la consecución de ese mismo objetivo.
Curiosamente fue desarrollado por San Martín después de haber permanecido en Londres y de haber mantenido contactos que le proporcionaron apoyo de todo tipo para llevar a término el plan. Curiosamente no se apartó del mismo, y también curiosamente, tras haberlo resuelto con éxito, se marchó de América para no volver jamás.
Y todo, en unos momentos en los que Inglaterra era “aliada” de España; en unos momentos en los que Arthur Wellesley era capitán general de los ejércitos de España… Con esa situación, Inglaterra no podía mantener una guerra abierta contra España en América, pero la suplió con la guerra subrepticia llevada a cabo por las logias, que debidamente guiadas desde Londres, cumplirían los objetivos marcados.
El plan dio inicio en 1812 con la llegada a Buenos Aires de la comitiva formada por él mismo junto a Francisco Vera, José Zapiola, Francisco Chilavert, Carlos María de Alvear y Antonio Arellano, todos embarcados en un navío británico procedente de Londres, el George Canning.
Era ya evidente que en este momento Inglaterra no pretendía dominar militarmente el territorio. Tenía suficiente con el control del comercio, de la industria, de la ganadería… y eso lo llevaría a cabo gracias a la actuación de los contrabandistas, eternos aliados, que darían lugar a las acciones que resultasen necesarias para la consecución de sus objetivos, y para lo que contaban con todo el apoyo británico. Y Buenos Aires ya estaba tomada por el comercio ingles…
Sólo faltaba conseguir otro Bolívar u otro Miranda, que encabezase las aspiraciones británicas de romper la unidad hispánica, que llevase a cabo el plan tratado, que se trasladara a Mendoza para organizar desde ahí la invasión de Chile para llevar a cabo finalmente la toma de Lima con la ayuda de una armada nominalmente chilena en cuanto al nombre de los barcos, pero servida en su integridad por oficiales y marinería inglesa.
También el navío que transportó los separatistas era británico… y tal vez como mensaje críptico, llevaba el nombre de quién había sido ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña durante las Guerras Napoleónicas; alguien que, además, presumió de la hazaña británica en América señalando:
“He dado vida a un mundo nuevo para restablecer el equilibrio en el viejo mundo”. (Terragno)
Algo que el secretario de Estado Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, el mismo que decidió la intervención de Inglaterra en España para combatir a Napoleón; el mismo que puso al frente del ejército a Arthur Wellesley, ya había señalado justamente en 1808:
La cuestión de separar a las Provincias Hispanoamericanas de España, [que] por tanto tiempo ha ocupado vuestra mente... nunca ha cesado de ser el objeto de mi más ferviente atención. (Terragno)
El problema que acuciaba a Inglaterra era que, contrariamente a lo que ocurría con Bolívar, no podía enviar tropas de mercenarios por el resquemor que tenía la población con motivo de las intentonas de 1806 y 1807.
Era mucho más difícil; era menester encontrar una personalidad local que no levantara suspicacias, que tuviera genio militar, de organización y que se mantuviera ajena a las ambiciones políticas o a las ansias de poder para evitar conflictos internos que lo distrajeran de su misión continental. (Campos)
Todo debía ser fiado a la buena actuación de sus agentes, que demostraron ser muy diligentes preparando el terreno para la llegada del agente San Martín.
Desde el mismo momento de la llegada de San Martín, toda su actuación señala que estaba laborando para el cumplimiento del plan señalado, y es que todo hace indicar que la estructura que acabó conformando llevaba ya años tramándose; de otro modo es difícil comprender cómo el día 8 de octubre de 1812, siete meses exactos después de su llegada a Buenos Aires, derroca el Primer Triunvirato.
Y cuando en 1814 accedió a la gobernación de Cuyo, es difícil pensar que fuese por casualidad o por su apetencia de encontrarse en el corazón de la zona vitivinícola rioplatense, sino más bien para continuar con la tarea encomendada por el plan Maitland, que señalaba justamente Cuyo, y muy concretamente Mendoza, como lugar idóneo para preparar el ejército destinado a cruzar los Andes.
En ese mismo ejército se alistarían de forma voluntaria los ingleses que previamente habían sido congregados allí tras las invasiones anteriores, y lo harían en la compañía de milicias denominada “Cazadores Ingleses”, que serían comandados por Juan Young, Thomas Appleby y Santiago Lindsay, junto a otros que habían españolizado sus nombres, como Julián Leal, José Morales, Juan Antonio Ro (Roo), Pedro Juan Martínez o Santiago Fernández. Importantes colaboradores (o guías) de San Martín en toda su campaña.
El desarrollo del Plan no puede ser más claro, y vamos a entresacar del texto del mismo traducido por Rodolfo Terragno los aspectos más significativos.
Al respecto señala Maitland:
Humildemente he concebido un ataque sobre Buenos Aires que, para darle una alta probabilidad de éxito, se realizaría con 4.000 efectivos de infantería, 1.500 de caballería desmontada y una proporción de artillería…/… Una vez capturadas Buenos Aires y Montevideo, su objeto debería ser enviar un cuerpo a tomar posición al pie de la falda oriental de los Andes, para cuyo propósito la ciudad de Mendoza es indudablemente el lugar más indicado…/… Tomando Chile, cortaremos las provisiones de grano, que son absolutamente esenciales para la existencia de las otras provincias. Y estableciendo una comunicación con una fuerza que actúe en el este, le daremos solidez y estabilidad al conjunto de nuestra operación…/… el Perú quedaría inmediatamente expuesto a ser ciertamente capturado y, alimentando a nuestra fuerza en Buenos Aires, últimamente podríamos extender nuestra operación hasta desmantelar todo el sistema colonial, aun por la fuerza si resultare necesario.
Si nosotros aseguramos eso, estaremos en una situación de esplendor comercial y naval infinitamente más grande que la que tenemos actualmente. (Plan Maitland)
Para octubre de 1812, la primera operación del plan había sido conseguida con éxito por parte de San Martín, y con el control directo de la armada británica. Menos de dos años más tarde, la toma de posición en Mendoza era efectiva, lo que dio lugar a abordar el siguiente paso con la creación del ejército de los Andes en 1816 y la toma de Chile en 1817.
Todo, hay que reconocerlo, excepcional, máxime teniendo en cuenta que San Martín no conocía el territorio que pisaba.
No conocía Mendoza; nunca había estado en la zona cuyana ni en Chile; tampoco en los Andes y en esa época todo era escaso en el país; no había mayor información sobre recursos disponibles, tanto humanos como materiales, caminos, transportes, fábricas de armas, hombres preparados en diversas disciplinas, etc.; todo ello o bien no existía o era difícil hallarlo. Para colmo de males, como dije, las arcas públicas estaban exhaustas.
Con todas estas limitaciones y dificultades cabe pensar que la factibilidad del plan era prácticamente imposible. Pero aceptemos por vía de hipótesis que con esfuerzo, imaginación, con aporte y sacrificio de la población del país, San Martín lograra la formación de un ejército disciplinado y equipado como para pasar a Chile —en definitiva así ocurrió y eso es mérito indiscutible de San Martín—, pero si la meta final era Perú: ¿de dónde iban a obtenerse los barcos y los marinos necesarios si tanto nosotros como los chilenos estábamos en pañales en esa materia?
Entonces debemos preguntarnos: ¿cómo iba a concluir San Martín su faena?
¿Acaso ya tenía en sus planes a lord Cochrane y a toda la marinería inglesa que lo condujo finalmente a tierras peruanas? (Sejean)
Para llevar a efecto la campaña de los Andes inició un ataque simultáneo en seis puntos distantes 2000 kilómetros. Tomó Talca, la Serena y Coquimbo y el 12 de febrero de 1817 venció en Chacabuco a Casimiro Marcó del Pont, gobernador de Chile.
Esta acción había sido meditada en 1814 cuando, aliado con el agente Pueyrredon y con Bernardo O’Higgins, hijo del Marqués de Osorno, virrey que había sido de Perú, perfeccionaron el plan Maitland con la inestimable colaboración del general William Miller, que como San Martín, casualmente había sido compañero de armas de Wellesley y de Beresford.
Pero no eran éstos los únicos contactos existentes entre San Martín y Gran Bretaña. Antes de iniciar la expedición a Chile, San Martín se mantuvo en contacto con el Comodoro William Bowles, Comandante en Jefe de la estación sudamericana de la Armada Real, con quién comentó los planes. Bowles escribiría al Secretario del Almirantazgo una carta fechada el 26 de enero de 1813 en la que señalaba sobre San Martín:
Sin ninguna reserva me previno contra las intrigas de particulares, de quienes no citó los nombres por considerarlo innecesario, y me aseguró que en el caso de que surgiera alguna revolución anti-inglesa, volvería del Perú para oponérsele, y que sabía que contaba con suficiente influencia sobre las tropas sitas aquí, como para asegurar que éstas le responderían [...] El genio y la disposición de San Martín son ciertamente favorables a Gran Bretaña, y su optimismo ha aumentado desde la partida de Don Manuel de Sarratea hacia Inglaterra en la Fragata Británica. (Terragno)
Y no se realizaron esas acciones como una campaña de las Provincias Unidas, cuya divisa existía desde el 26 de enero de 1814, sino con insignia propia, con la bandera de Los Andes, todo lo cual, y conforme señala Mauricio Javier Campos
Avisaba ya, que en su idea, el suyo era un ejército transnacional y no del virreinato rioplatense, no era un ejército argentino, como él mismo se ocupó de probar poco tiempo después de sus victorias en el territorio trasandino. (Campos)
Evidentemente se trataba de una acción acorde también al espíritu y obra de aquellos a quién servía José de San Martín. Un ejército conformado, armado y mantenido a costa de grandes esfuerzos de los rioplatenses; un ejército que había dejado exhaustas las arcas ya vaciadas diez años atrás por los mentores de todos ellos, se niega a regresar a Buenos Aires, que lo necesitaba para librarlo de la anarquía y prosigue su marcha hacia el destino encomendado por otros.
La excusa sanmartiniana también es propia de la mentalidad de sus mentores: No quería participar en luchas fratricidas. Y la pregunta subsiguiente es: ¿Y qué es lo que venía haciendo desde 1812? Y la siguiente… ¿qué podemos pensar cuando como señala Bowles, sí hubiese estado dispuesto a utilizar su ejército en el caso de que surgiera alguna revolución anti-inglesa?
Por supuesto, la faena no era el final de su actuación. Para rematarla, y una vez tomado Chile, no sólo no manda a Buenos Aires los diputados que le eran reclamados para celebrar la asamblea de las Provincias Unidas, sino que, conforme a la voluntad británica, rompe la posibilidad de un país bioceánico declarando la independencia de Chile. El control de los dos océanos quedaba a disposición de quién ya era el tutor de los movimientos separatistas: Inglaterra.
¿A quién le convenía partir en pedazos a Sudamérica para que no se constituya en ella una poderosa nación? ¿A quién le convenía que fueran múltiples los negociadores que se sentaran a una mesa de discusión en donde siempre podría haber voces discordantes e intereses disímiles o representantes sometibles por una u otra razón, ventaja o prebenda? ¿A quién le convenía crear estados pequeños, débiles e insolventes a los que se pudiera dominar fácilmente? ¿A quién le convenía dividir para reinar? (Campos)
Por otra parte, si bien es cierto que a San Martín, contrariamente a lo acaecido con Bolívar, no le acompañaron unidades enteras de militares británicos, también es cierto que el número de los mismos que le acompañó no era precisamente insignificante ni en número ni en capacidad de mando, como no fue insignificante la Armada nominalmente chilena y realmente la flota de Lord Cochrane, compuesta en su totalidad por británicos, o lo que es si cabe más llamativo, la correspondencia mantenida con Inglaterra y con los representantes de Inglaterra, como Lord Castlereagh o William Bowles, pidiendo autorización para actuar; correspondencia que no mantuvo con el gobierno de las Provincias Unidas.
El plan Maitland sigue señalando:
Un golpe de mano en el puerto del Callao y la ciudad de Lima podría resultar probablemente exitoso, y los captores podrían obtener mucha riqueza, pero ese triunfo, a menos que fuéramos capaces de mantenernos en el Perú, terminaría provocando la aversión de los habitantes a cualquier conexión futura, de cualquier tipo, con Gran Bretaña. (Plan Maitland)
Observemos un detalle remarcado por Maitland: “los captores podrían obtener mucha riqueza”. No se trata de la charla de dos atracadores de bancos… No me atrevo a comentarlo… Se comenta por sí solo.
Para dar el golpe que Maitland señala, San Martín necesitaba barcos. Para conseguirlos envió sus emisarios en busca de ayuda a Inglaterra y a los Estados Unidos. No tardaría en obtener respuesta.
El primero en componer la armada sería el bergantín Águila, renombrado Pueyrredón, del que se habían apoderado tras la batalla de Chacabuco, y que lógicamente sería mandado por un servidor de los intereses patrios… Raymond Morris.
Al Pueyrredón se unió el Windham, renombrado Lautaro, que fue suministrado por la East India Company, y fue capitaneado por otro “chileno de pro”, George O’Brien; La Fragata “O'higgins” al mando de Thomas Sackville Crosbie, el bergantín Columbus, renombrado La Araucana y comandado por el usense C. W. Worcester, la fragata “Independencia” de Robert Forster, la Goleta “Montezuma” al mando de John Young y el San Martín, llegado directamente de Londres al mando de William Wilkinson…/… Y el juez de la flota, Henry Dean.
Refiriéndose a esta marina chilena de los primeros tiempos dice Mitre: Los oficiales eran en su mayoría ingleses o norteamericanos, que no hablaban una palabra en español, de manera que, a excepción de Miller, no había uno solo que pudiese dar una voz de mando a los chilenos (Madariaga)
A finales de 1819, la campaña sobre el Perú ya se encontraba avanzada merced a la labor de subversión llevada a cabo por los subversivos que precedían al ejército, y el virreinato se encontraba en un estado de alta inestabilidad.
Con esta situación en el virreinato del Perú, San Martín, en lo que puede ser entendido como un motín, es investido General en Jefe del Ejército Libertador del Perú el 6 de mayo de 1820, desvinculándose de la disciplina de las Provincias Unidas.
Se redacta el Acta de Rancagua, por la cual San Martín, por voluntad de sus oficiales, pasa a ser jefe del ejército expedicionario. Así se crea un ejército hispanoamericano con soberanía flotante que no se subordina a gobierno alguno. Su objetivo es concluir con el absolutismo en América para lo cual inicia en agosto de 1820 la marcha hacia el Perú. (Galasso)
El 20 de agosto de 1820 partía de Valparaíso un ejército de 4.430 hombres guiados por Thomas Cochrane a bordo del O’Higgins, que era seguido por el San Martín, a bordo del cual iba José de San Martín. Todos escoltados por 600 ingleses.
El 8 de septiembre de 1820 estaban en costas peruanas, y el 6 de octubre dan comienzo las operaciones militares tomando Ica, en la ladera de los Andes.
El ejército expedicionario tomó la denominación del "Ejército Libertador del Perú"…/… El objeto declarado da la expedición era concurrir a fundar una nueva república independiente, con arreglo a la política emancipadora inaugurada por las Provincias Unidas del Río de la Plata al emprender la reconquista de Chile. (Mitre)
En estos momentos, y según Bartolomé Mitre, San Martín manifestaba que la guerra no se acabaría hasta que no se hubiese conquistado Lima, objetivo final del plan Maitland.
Y lo que tiene de más admirable esta concepción concreta dentro de sus líneas precisas es que allí donde previó su genio que la guerra continental se circunscribiría y terminaría, allí se circunscribió, se condenso y se terminó, como Colón encontró la tierra buscada en el punto matemático calculado. Con razón se ha dicho que a esta idea por él concebida y ejecutada debe su inmortalidad. (Mitre)
Dentro del ejército español se producía un grave enfrentamiento entre liberales y tradicionales.
Por su parte, el ayuntamiento de Lima pedía al virrey que negociase con San Martín, a lo que un grupo de oficiales pidió el cese de los militares que habían secundado semejante petición y acabaron exigiendo la dimisión del virrey Pezuela, que debía ser sustituido por José de la Serna, quién accedería al cargo el 29 de enero de 1821.
Los liberales apoyaban el nombramiento como virrey del peruano Pedro Antonio Olañeta. Esta situación provocó una grave escisión en el ejército.
En la noche del 28 de enero (1821) La Serna se retiró del campamento de Asnapuquio. Al día siguiente, Canterac y Valdez pusieron el ejército sobre las armas, y sus jefes, reunidos en junta de guerra, intimaron al Virrey "entregase el mando supremo en el término de cuatro horas, por exigirlo así la suprema ley de la salud de los pueblos, "como único medio de evitar disturbios y conservar a la España el Perú, que en sus manos estaba perdido, en la inteligencia de que estaban tomadas todas las medidas para que se cumpliese lo resuelto a fin "de dejar bien puesto el honor nacional". Pezuela, dominado por la fuerza y vencido ante su propia conciencia, resignó el mando y contestó con dignidad en el mismo día: "Sálvese la patria y sálvense mis compañeros de armas, que es lo que importa y sea tocio más feliz bajo el "gobierno del Sr. La Serna". Así quedó consumado el movimiento lealista-liberal conocido en la historia con el nombre de "sublevación de Asnapuquio", que prolongó por cuatro años más la guerra hispanoamericana en el Perú. Los constitucionalistas españoles armados, al asumir esta actitud en nombre de les derechos de la madre patria, viéronse más tarde obligados por la lógica de sus deberes a mantener en alto la bandera del rey absoluto, en pugna con la independencia americana y con sus principios. (Mitre)
Pero el conflicto surgió también entre los ingleses. Y es que San Martín se negó a pagar los servicios de la flota aduciendo que era Chile quién debía pagar.
San Martín y La Serna parlamentaron mientras Diego Paroissien y Juan García del Río eran enviados por San Martín nuevamente a Inglaterra, no a Buenos Aires, ofreciendo la corona que había ideado para el nuevo reino del Perú.
Y, sin lucha, fue abandonada Lima por La Serna dejando franca la entrada para que en ella entrase victorioso San Martín el 12 de julio de 1822.
¿Fue todo ello un teatro orquestado?... Los hechos acaecidos, ¿fueron consecuencia directa de la sublevación de Riego?
La respuesta no la vamos a encontrar con facilidad en los documentos. Lo cierto es que desde esos momentos, recordemos, enero de 1820, los separatistas americanos pasaron a ser denominados “disidentes” y reconocidos como beligerantes, y fue el propio Fernando VII quién dio pie a ese reconocimiento en su manifiesto jurando la constitución de 1812.
Bartolomé Mitre, que no es sospechoso, señala algo al respecto:
Las aberturas pacíficas hechas por el gobierno constitucional de España hicieron concebir la esperanza de un acomodamiento sobre la base de la independencia de las colonias insurreccionadas, con el consentimiento de la metrópoli y con el concurso de liberales españoles en América, mediante una combinación monarquista, tal como se operó en el Brasil y en Méjico — según se explicará luego —, creyéndose posible se efectuara igualmente en el Perú. De aquí provino el acercamiento pacífico de independientes y realistas en Colombia, en Méjico y el Perú, y las negociaciones sobre la base independiente y monárquica. (Mitre)
El plan que Inglaterra había encargado a su agente José de San Martín quedaba cumplido, lo que le dio libertad para abandonar su ejército y partir a Inglaterra, su patria, con la satisfacción de haber cumplido las órdenes recibidas.
Resulta necesario convenir con Juan Bautista Sejean que si Beresford y Whitelocke fueron los artífices de las invasiones inglesas de 1806 y de 1807, José de San Martín fue responsable directo de la tercera.
Y su sombra, James Paroissien, se vio nombrado director de la británica Asociación de Minería de Potosí, La Paz y Perú, que comenzó a ejercer su actividad en 1825.
0 comentarios :
Publicar un comentario