Una visión general a la trayectoria vital de José de San Martín
Aunque desde mi perspectiva entienda que la vida privada de los personajes históricos es una cuestión que sólo les interesa a ellos y a sus allegados, entiendo que dadas las circunstancias particulares de José de San Martín deben ser tenidas en consideración. No porque pueda entrever en ellas circunstancias que puedan abonar unos supuestas concepciones preconcebidas, que no es el caso, sino por las constantes referencias que sus panegiristas hacen al respecto de su amor desbordado por unos orígenes que en la mente de nuestro protagonista debían estar absolutamente desdibujados y sólo debían ser recordados por él como curiosidad.
Y eso lo digo por experiencia propia. También yo fui emigrante, como él, a una edad similar a la suya, y si hoy tengo mucha relación con el pueblo que me vio nacer, es consecuencia de la relación que, transcurridos los años, no he dejado de tener. De otro modo mis sentimientos serían similares a los que mis hijos tienen con relación a los lugares donde vivieron sus primeros años de vida, de los que, ahora, con una edad similar a la que San Martín tenía cuando llegó a Buenos Aires en 1812, pueden resumirse en una palabra: ninguno.
Tras esa digresión podemos pasar a desarrollar qué recuerdos de América podía tener San Martín.
Corría el año 1764 cuando su padre, Juan San Martín, militar de profesión, fue destinado a América dejando pendiente su matrimonio para mejor ocasión.
Dos años después de residir en Buenos Aires, y aprovechando la circunstancia que Jerónimo Matorras, primo hermano de Gregoria, a la sazón novia de Juan, fue designado gobernador y capitán general de la provincia de Tucumán, instó a viajar a su prometida a fin y efecto de constituir una familia, procediendo a contraer matrimonio por poderes el 1 de octubre de 1770.
Incorporada Gregoria a Buenos Aires, Juan San Martín fue designado administrador de la estancia jesuítica de Calera de las Vacas, en Uruguay, donde nacerían tres de sus hijos.
Fue trasladado a Yapeyú, y en ese lugar se completaría la familia con el nacimiento de otros dos hijos, el menor de los cuales sería nuestro protagonista.
En Yapeyú, y con el propósito de hacer frente a las incursiones de charrúas y portugueses que asolaban el territorio en busca de esclavizar naturales, Juan de San Martín organizó un cuerpo militar de guaraníes compuesto por 550 hombres.
Pero en 1768 se llevó a efecto la expulsión de los jesuitas, lo que acabaría conllevando el desastre de las misiones que tanto bien hizo a los naturales.
En abril de 1775 Juan de San Martín fue investido teniente de gobernador de Yapeyú, con funciones militares y de justicia, asumiendo los títulos de capitán de guerra y de justicia mayor.
La situación social había cambiado tras la expulsión de los jesuitas, y en 1778, pocos meses después de haber nacido el último de sus hijos, José, se produjo la conocida como "sublevación de Yapeyú", lo que acabaría representando un importante revés para la carrera militar de Juan al no haber sabido reconducir la situación, llegando a vulnerar los fueros de los naturales.
El conflicto surgió al haber existido divergencias con ocasión de unos movimientos de ganado que anualmente debían realizarse, para lo cual el capitán San Martín designó que la operación fuese encabezada por el alcalde y cacique principal Melchor Abera, apremiándolo para llevarla a cabo en unos momentos en que el tiempo era inestable, por lo que éste difirió su realización.
Pero la operación se llevó a efecto aún sin la colaboración del cacique, produciéndose graves acontecimientos que comportaron la muerte de siete trabajadores y la pérdida de los caballos. ¿Acabó teniendo razón Melchor Abrera?
Con razón o sin ella, y ante semejante desastre, San Martín arrestó a Melchor Abera, le retiró la simbólica vara de alcalde y lo encerró en la cárcel, donde fue puesto en el cepo.
Los naturales entendieron que la culpa de lo sucedido no era precisamente de Abrera, por lo que provocaron un motín al que se unieron los propios soldados, que acabaron liberando a Abrera.
Como consecuencia de estos acontecimientos Juan San Martín fue destituido de su cargo de teniente de gobernador por no haber respetado los fueros de los naturales, habiendo tenido sanción negativa en el juicio de residencia que, como funcionario responsable, debió afrontar al finalizar su mandato, teniendo como resultado la desestimación de su petición de ascenso y su apartamiento de destinos.
Trasladado a Buenos Aires, acabaría embarcando rumbo a Cádiz el 6 de diciembre de 1783, con destino final en Málaga. El pequeño José contaba siete años.
Juan de San Martín acabaría su vida en medio de reiteradas peticiones al rey en demanda de ayuda económica. Así, en enero de 1785 se encontraba en Madrid solicitando le fuese conferido el grado de Teniente Coronel y un gobierno en América, para poder atender a la educación y crianza de cinco hijos, que en esos momentos no podía atender ya que no le eran devengados los sueldos y no le era asignado destino.
Y en medio de esa situación, José de San Martín desarrolló su primera infancia, sin que hayan llegado noticias de otros hechos significativos, ni tan siquiera en lo tocante a su nacimiento o educación, siendo que ni tan siquiera se tiene constancia de su fe de bautismo, que supuestamente desapareció en 1817 como consecuencia del incendio provocado en Yapeyú en el curso de una incursión portuguesa destinada a destruir
las bases guaraníes de la resistencia artiguista... Circunstancia que es tenida por algunos historiadores como hechos premeditados, nunca casuales.
¿Y qué motivo aducen tales estudiosos?
José Luis Parra señala uno de ellos:
La oligarquía nativa se apropió de su figura y modeló un héroe incuestionable que debía sostener el proyecto de división territorial americano que propiciaba el desarrollo de un nuevo orden económico mundial manejado por las potencias, especialmente Inglaterra. (Parra)
Consecuentemente, no se tiene noticia exacta del nacimiento de José de San Martín, siendo que se supone nació en 1777 o 1778.
Y esa falta de información ha dado lugar a otras hipótesis que señalan a José de San Martín, no como hijo de Juan, sino de Diego Alvear y de una india guaraní.
Teoría que, de ser cierta, acabará justificando la inscripción de sus hijos en el Seminario de Nobles de Madrid, donde la capacidad económica de quién había sido retirado del servicio con el grado de capitán, y como venía denunciando, sus ingresos no le permitían mantener a sus hijos… y mucho menos atender los pagos exigidos por el Seminario de nobles a todos sus alumnos.
¿Y cómo podía permitirse el lujo de inscribir a sus hijos en un colegio donde debía satisfacer el requisito de nobleza y el del pago de una importante cuota cuando carecía de ambos?
Sería justamente Diego de Alvear quien costaría los gastos del seminario de nobles de Madrid en los que cursó estudios José de San Martín, ya que los medios económicos de Juan de San Martín no le permitían atender el pago de 8 reales diarios, (cuya equivalencia a fecha de hoy es de 56 €) que costaban los estudios en el mentado establecimiento. (Parra)
Y la pregunta subsiguiente es: ¿Por qué Diego de Alvear asumió esa responsabilidad?
La respuesta la señala el mismo Parra citando las memorias de María Joaquina de Alvear, nieta de Diego de Alvear, donde señala que José de San Martín era hijo de éste y una indígena.
El círculo parece cerrarse si tenemos en cuenta que durante muchos años tuvo San Martín una relación muy cercana con la familia Alvear.
Que lo que parece evidente pueda certificarse es algo que tendría que ser avalado por un estudio de ADN, y quizás sería lo mejor para evitar maledicencias y discusiones estériles.
Contando 11 años causó baja en el Seminario de Nobles para ingresar como cadete el 21 de julio de 1789, en el Regimiento de Murcia, con el que acabaría combatiendo a los moros en Melilla y Orán.
Posteriormente participaría en el enfrentamiento con Francia de 1793 en el Rosellón, siendo ascendido a subteniente 2° por méritos de guerra.
En 1797 toma parte en la batalla del Cabo de San Vicente, donde es hecho prisionero por los ingleses; en 1798 toma parte en la fragata «Santa Dorotea» en el combate con el navío inglés “Lyom”; en 1801 interviene en la Guerra de las Naranjas, enfrentamiento con Portugal creado para el lucimiento del valido Godoy, y en 1802 está en Gibraltar, Ceuta y Cádiz, donde conoce a O'Higgins en la logia “la Gran Reunión Americana”.
En total, durante los veinte años que sirvió a España, desde los 13 a los 33 años, tomó parte en numerosas campañas, desde la batalla del Cabo de San Vicente hasta las campañas de Cataluña, Rosellón, Portugal, Gibraltar, Ceuta, Argel, Orán y contra Napoleón en Arjonilla, Bailén, Tudela, Albuera y otras.
El 16 de julio de 1808 estaba presente en la batalla de Bailén como capitán ayudante del jefe de la caballería, que actuó de reserva, es decir, no combatió. Sí lo hicieron previamente acosando a la retaguardia de Dupont, cuando se retiró de Córdoba hacia Andújar, existiendo en este asunto algo que no acaba de aclarar la historia: El asalto a los dos hospitales con soldados franceses por parte de la caballería española, la única que había allí era la del regimiento de San Martín.
Por otra parte, el desarrollo de batalla de Bailén no coincide exactamente con lo que de la misma nos ha sido contada por la historiografía convencional.
Ni el general Castaños estaba presente en la batalla (estaba en Córdoba y no hizo acto de presencia sino el día 20, para firmar el armisticio), ni fue una victoria del ejército español, sino un arreglo de paz entre los combatientes, siendo que el ejército francés abandonó el campo con armas y a toque de tambor.
Las capitulaciones, muy detalladas, hablaban de los bagajes que podía transportar cada uno, de las condiciones de la marcha hasta Sanlúcar de Barrameda y Rota y del embarque en buques españoles, que los conduciría al puerto de Rochefort en Francia. (Vidal)
Pero los casi treinta mil hombres que se rindieron no llegaron a embarcar. Inglaterra no reconoció el tratado y acabó enviándolos a la isla de Cabrera, donde la mayoría murió de hambre. Ojo al dato: Queda manifiesto que era Inglaterra quién marcaba los tiempos y daba el visto bueno a las actuaciones del ejército español.
Pero el teatro debía seguir, y el 11 de agosto de 1808, por méritos en campaña, y por decreto de la Junta Suprema de Sevilla, San Martín era ascendido a Teniente Coronel de Caballería y recibía la Medalla de Oro de los Héroes de Bailén. Las medallas y ascensos se repartieron, más que con profusión, con auténtica alegría. Todos fueron condecorados, pero ni Castaños, ni su sobrino Pedro Agustín Girón, Marques de las amarillas y Duque de Ahumada, ni Teodoro Reding estuvieron presentes más que cuando el asunto estaba resuelto.
Parece ser que fue en Bailén donde San Martín conoció a James Duff, un noble escocés, entonces general del ejército español (curioso el plantel de generales ingleses al mando del ejército español) que lo introdujo en las logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia de América del Sur.
No fue el único sitio donde “destacó” la actuación de José de San Martín. También estuvo en varias batallas que se perdieron en el Rosellón, Aragón y Cataluña. En la batalla de Valls, murió Reding, abandonado en una retirada catastrófica.
Pero San Martín ya había sido elegido por Inglaterra. Así, fue trasladado a Extremadura, donde tomó contacto con Arthur Wellesley, con Diego de Alvear y con Zapiola, con quienes, bajo los ritos masónicos, creó la Logia de los Caballeros Racionales en Cádiz.
Fue en Cádiz donde se fundaron las primeras sociedades secretas de influencia masónica con vistas a la independencia de América, y en ese movimiento se encontraba involucrado quien luego llevaría el título de libertador, José de San Martín.
Los contactos alcanzaban a otros personajes; combatió a las órdenes del general inglés William Carr Beresford, el mismo que dos años antes, había gestado la primera invasión inglesa en Buenos Aires. Todos ingleses encargados de difundir la masonería. Resulta difícil pensar que, con estas amistades, no sea cierto que San Martín se hubiese ligado a la masonería en Cádiz en 1808… Salvo que su filiación fuese anterior, cuando habiendo sido apresado por los ingleses pasó una temporada en Londres… O incluso antes, con la relación que tuvo con Diego de Alvear.
Si en 1808 la situación militar era penosa, peor era la situación política. Había quién luchaba por el retorno de Carlos IV y de Godoy; había quién deseaba el retorno de Fernando VII; había quién reclamaba a la infanta Carlota Joaquina… Y había quién no deseaba ni a uno ni a otro, y entre éstos había quién quería coronar rey a Arthur Wellesley, el mismo que no había llevado su armada a combatir a España en América y que en cambio la llevó a la península… para hacerse con ella.
Finalmente, Inglaterra estimó que la coronación de Arthur Wellesley era un exabrupto que podía poner negro sobre blanco, y en momento indebido, la realidad de su actuación. Era preferible seguir calentando motores en América y aprovechar esas mismas divergencias para conseguir sus objetivos en todo el orbe hispánico. Para ello ya tenía el hombre que necesitaba: José de San Martín, que en 1812 desembarcaría con unos principios de actuación bien definidos por Inglaterra.
También Napoleón intentó ser reconocido en el Nuevo Mundo. Vanos fueron los intentos. Lo intentó en la Nueva España y falló, y lo intentó con Santiago de Liniers, a quién envió al marqués de Sassenay para convencerlo de la idea, y también falló.
La única solución que le quedaba era coincidir con Inglaterra en sus esfuerzos por romper territorialmente las Españas. Así, si en su plan pretendía ampliar los límites de Francia hasta el Ebro, en el mismo plan quedaba diseñada la ruptura de la España americana. España entera, de oriente a occidente, estaba sentenciada por las dos potencias que en el momento se disputaban el mundo. La masonería de obediencia francesa, como no podía ser de otro modo, acababa confluyendo con la masonería inglesa para la consecución de los mismos objetivos.
Pero la organización de todo el entramado tendría lugar en Londres, donde se relacionaban personalmente y con frecuencia la práctica totalidad de los próceres separatistas, como Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José de San Martín, Mariano Moreno, Carlos de Alvear, Bernardo O’Higgins, José Miguel Carrera, Juan Pío de Montúfar y Vicente Rocafuerte; y más adelante otros, quienes además mantuvieron frecuentes contactos con los centros políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Y mientras, en la península, como hemos visto, San Martín se relacionaba con todos los agentes británicos… Es evidente que ya habían detectado en él las cualidades que podían esperarse de uno de sus mejores agentes: esforzado, ambicioso, militarmente cualificado, y sumiso a las instrucciones que recibía.
Cualidades que dejaría demostradas en la guerra contra Napoleón, cuando pudo ser observado de forma directa por aquellos que sólo dos años antes habían participado en los intentos de controlar Buenos Aires: Duff, Whittingham, Pitt, Craufurd, Baird, Popham, Stuart o Beresford… Sus mandos.
Y sumido como estaba en la Guerra de Independencia, con apoyo explícito de sus mandos (y más que probablemente a instancias de sus mandos) pidió la baja del ejército español en 1811, con la excusa de que debía acudir a Lima para atender asuntos de familia, cuando la verdad es que, recordemos, había nacido en 1778 en el Virreinato del Río de la Plata y llegó a la Península en 1784 con toda su familia, y en América no le quedaba ningún lazo familiar.
En medio de una guerra de invasión extranjera, un teniente coronel del ejército en activo, fue retirado del ejército el lunes 26 de agosto de 1811. Raro que renuncie a una brillante carrera militar; raro que en esa situación le sea admitido el retiro; raro que pasase a vivir en el número 23 de la calle Park Road en el distrito de Westminster en Londres… como raro es que en Londres viviese cuatro meses sin contar con medios económicos propios. ¿Quién corrió con esos gastos cuando no poseía hacienda y siempre vivió apremiado económicamente? Juan Bautista Sejean nos lo aclara:
Por intermedio del noble escocés, lord Mac Duff, y por interposición de sir Charles Stuart, agente diplomático en España, pudo obtener un pasaporte para pasar subrepticiamente a Londres, recibiendo de sus amigos cartas de recomendación y letras de cambio a su favor. (Sejean: 35)
James Duff, era miembro de la masonería en la Logia St Andrew N° 52, en Banff, de la que el 30 de noviembre de 1814 sería elegido Gran Maestre Encargado de la Gran Logia de Escocia, cuyo Gran Maestre era el Príncipe Regente de Inglaterra. Pero no era cuestión sola de Duff, ya que la licencia estuvo apoyada por Arthur Wellesley y por el Consejo de Regencia.
El 14 de septiembre de 1811 partió para Lisboa. Debió partir para América; el viaje a Inglaterra lo tenía vetado… Pero una vez en Lisboa, también bajo poder británico, le fue fácil embarcar en un buque mercante de línea, gracias a las buenas artes de sir Charles Stuart, cónsul acreditado y primo de Duff, que le dio cartas de recomendación para el Gran Oriente.
Y en Londres, junto a Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello, Fr. Servando Teresa de Mier y Tomás Guido entre otros, se suma a la logia Gran Reunión Americana y fundan la Logia de los Caballeros Racionales N°7.
Es allí donde se supone que San Martín conoce el plan de conquista de Thomas Maitland, tras lo cual embarca con destino a Buenos Aires junto a algunos de “sus hermanos” para organizar la logia Lautaro, que extiende a Córdoba, Mendoza, Chile y Perú., completando así la labor llevada a cabo por Pueyrredón, Miranda, Belgrano y Bolívar o Morelos entre otros… Todos pertenecían a la masonería.
El Conde de Fife, Lord Marduff puso a su disposición en 1812 la fragata Jorge Canning en la que junto a él embarcaría el Alférez de Carabineros Carlos María de Alvear Balvastro, el Capitán de Caballería Francisco de Vera, el Alférez de Navío Martín Zapiola, el Capitán de Milicias Francisco Chilavert, el Subteniente de Infantería Antonio Arellano y el Teniente de las Guardias Walonas, Barón de Holmberg. Todos masones.
En América no le quedaba ningún familiar; en América no tenía ningún lazo, y la gran pregunta es, ¿por qué miente alguien que según sus incondicionales era fiel servidor de la verdad? ¿Por qué deja a su familia abandonada diciendo que va a América a arreglar asuntos familiares? ¿Por qué se pone en las manos de ingleses que le financian todas sus actividades?
Parece que su panegirista Mitre pone el dedo en la llaga cuando afirma:
San Martín no fue ni un mesías ni un profeta. Fue simplemente un hombre de acción deliberada que obró como una fuerza activa en el orden de los hechos fatales, teniendo la visión clara de un objetivo real. (Mitre)
Y ese objetivo real no podía ser otro que el plan británico para destruir la España americana: el Plan Maitland.
Esa conclusión es fácilmente deducible si atendemos las posteriores actuaciones llevadas a cabo hasta el mismo momento de su muerte.
Como hitos destacables podemos señalar que entre 1812 y 1817 estuvo centrado en independencia del Río de la Plata, y fue casualmente en esas fechas cuando recibió la visita del pirata Peter Heywood con un mensaje del secretario de estado británico Robert Stewart, vizconde de Castlereagh y una armada de apoyo. Luego, cuando en mayo de 1824 y en compañía de su hija Mercedes, fue a visitar a viejos amigos como James Paroissien, tomó contacto con Heywood, quien tomó bajo su protección a la hija del general argentino y le consiguió un lugar en un instituto de señoritas.
En 1812 casó con una niña de 14 años y fue nombrado Coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo; el 16 de diciembre de 1813 Mayor General del Ejército Auxiliar del Perú; el 10 de enero de 1814 Coronel Mayor; el 18 de enero de 1814 General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú; el 6 de mayo de 1814 es retirado a las sierras de Córdoba bajo la supuesta necesidad de recuperar la salud; el 10 de agosto de 1814 es nombrado Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo con sede en Mendoza, donde funda la Logia Lautaro; El 1 de agosto de 1816 es designado General en Jefe del Ejército de los Andes; el 12 de marzo de 1817, junto a O’Higgins funda la Logia Lautaro en Santiago de Chile; el 15 de junio de 1817 es nombrado General en Jefe del Ejército de Chile, a cuya separación se dedica hasta 1820, concluyendo su presencia en América con la campaña del Perú, tras lo cual marchó al exilio para no volver nunca más a América.
En abril de 1822 ya “había pedido al gobierno peruano que le concediera licencia para marchar a Europa y se le giraran a Inglaterra sus haberes”. Debemos recordar que San Martín abandonó Perú en setiembre de ese año y después de una breve estadía en Chile se trasladó a Mendoza, donde estuvo aproximadamente un año, para luego partir hacia Europa tras pasar rápidamente por Buenos Aires. (Sejean)
Su destino no podía ser otro que su patria: Inglaterra, donde fue recibido como un héroe. Pero no habían acabado ahí sus servicios a Inglaterra… Todavía cumpliría misiones de importancia que le fueron encomendadas en los Países Bajos, donde fue capital en la separación de Bélgica, siempre relacionado con las élites masónicas.
Y ahí, como anteriormente había hecho en América, desarrolló una inmejorable labor al servicio de su patria, Inglaterra, para posteriormente, y aquí llega la nota discordante, retirarse no a Inglaterra, sino a Francia, donde Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, exitoso banquero, lo designó tutor de sus hijos, con una generosa paga.
Junto con Aguado concurrían en Grand Bourg a la Logia Ivri donde están rubricadas las firmas de ambos como integrantes de las reuniones de la Logia en la que era Venerable Maestro de la Logia el Doctor Bayer, médico particular de Aguado. (Palacios)
Pero no había llegado a Europa con las arcas vacías…
Cuando se embarcó en Buenos Aires —conforme declaró a O’Higgins— llevaba San Martín en sus arcas seis mil pesos en dinero y quince mil en billetes del empréstito sobre Inglaterra (?), cuyo valor efectivo equivalía a 12.319 pesos... según liquidación realizada en Lima el 18 de diciembre de 1823. (Sejean)
Y tuvo oportunidad de volver cuando en 1829 le fue ofrecida la gobernación de Buenos Aires.
¿Por qué desestimó la oferta? Su argumento fue que no quería involucrarse en discordias civiles, pero resulta que antes sí había participado en discordias civiles. Concediendo que toda su actuación en América no fuese tal cosa podemos destacar las discordias en las que participó dentro del movimiento separatista; así, en 1812 fue responsable principal del golpe de estado que acabó con el primer triunvirato. Y si eso no es suficiente, también es destacable su actuación en 1815 para mantenerse en la gobernación de Cuyo, y la traca final en su responsabilidad dentro de las discordias internas queda reflejada en 1819 cuando de forma más que manifiesta desobedeció al gobierno de Buenos Aires que reiteradamente le ordenó volver al Río de la Plata. Pero justamente esas circunstancias señaladas, las tres, habrá que profundizar para encontrar otras, encajaban a la perfección, como elementos indispensables en el desarrollo del Plan Maitland.
Parece manifiesto que su paso por América no fue debido sino al cumplimiento de las órdenes recibidas de Inglaterra. Murió con 72 años, habiendo permanecido en América un total de doce años contando los de su infancia.
Escasamente cinco años de madurez dedicó su atención a la misma, y en ese periodo comandó el primer golpe de estado a poco de tomar tierra; desobedeció las órdenes del gobierno al que presumiblemente servía y que reclamaba el concurso de su ejército, y finalmente acabó abandonando el mismo tras la tenida masónica de Guayaquil, sobre la que mucho se ha escrito y mucho se ha dicho de la enemistad entre San Martín y Bolívar, pero es el caso que San Martín, delante de su cama, en Boulogne-Sur-Mer, tenía un retrato de Simón Bolívar.
Murió el día 17 de Agosto de 1850 en Boulogne-Sur-Mer, completamente adicto al opio.
El prócer más importante del país, el Padre de la Patria, había pasado casi toda su vida en el extranjero. En efecto, veintiséis años en España y veintisiete en Francia, Inglaterra, Bélgica, etc. Su tránsito por el país fue tan fugaz como brevísimo el período de su infancia correntina. Lo cierto, lo real es que el tiempo que pasó por aquí se limitó casi exclusivamente al cumplimiento del plan que le habían encomendado los masones de Inglaterra. Vino, realizó maravillosamente su cometido, y se fue... (Sejean)
¿Era masón José de San Martín?
La práctica totalidad de “libertadores” americanos, como la práctica totalidad de la clase política gobernante en la España del siglo XIX (y…) estaba vinculada a la masonería.
Con relación a José de San Martín, y a pesar de ser un asunto que trae a mal llevar a multitud de personas, parece que al fin su pertenencia no es sino de un valor menor. ¿Qué importancia puede tener que la respuesta sea afirmativa o negativa? Probablemente tan sólo satisfacer el ego de quién apoye la postura adoptada.
Tras los datos que a continuación vamos a detallar no se van a ver alteradas las posturas de los partidarios de una u otra suposición. Ambos van a seguir apoyando su visión, aunque sería deseable que unos y otros atendiesen otros aspectos para enjuiciar las actuaciones que, esas sí, son plausibles.
Los partidarios de su no pertenencia se obstinan en demostrar que están en lo cierto, asegurando que San Martín estuvo afiliado jamás a la masonería y que las logias por él frecuentadas no eran de carácter masónico, aunque utilizasen sus métodos.
A los convencidos de esa premisa debe chirriarles una serie de acontecimientos y de palabras que marcaron la vida pública del militar, como el hecho de haber sido objeto de una medalla en su honor emitida por la masonería belga, para la que posó voluntariamente, así como sus mensajes crípticos o sus declaraciones relativas a que su orden le imponía una obligación de secreto.
Pero es que, antes de haberse producido esos hechos, encontrándose San Martín en Málaga, empezó a frecuentar a José Matías Zapiola, un marino que había nacido en el Río de la Plata y con cuyas ideas liberales coincidía particularmente.
En 1808 fungía San Martín como responsable de la seguridad del capitán general de Andalucía y gobernador civil y militar de Cádiz, Francisco María Solano Ortiz de Rozas, su mentor, maestro de la logia Integridad. Sería, según unos, quién lo iniciaría en la masonería, pero el asunto no está claro, ya que otros señalan su filiación en Londres el año 1804, donde fue trasladado al haber sido apresado en el combate naval del Cabo San Vicente, lo cual es verosímil si consideramos que pronto acabó siendo repatriado, posiblemente porque había entrado en relación con la masonería.
También en Cádiz coincidió con José Matías Zapiola, que gestionaba la constitución de logias operativas. Y en Cádiz era reconocido como miembro de la Logia de Caballeros Racionales por el general Enrique Martínez, quien señala que San Martín, Alvear, Zapiola y Chilavert estaban encargados de establecer la Sociedad de Caballeros Racionales en América.
Y el hilo conductor nos señala que la logia Caballeros Racionales dependía jerárquicamente de “La Gran Reunión Americana” de Francisco de Miranda, que a su vez obedecería a la Gran Logia de Londres.
Hay que tener en cuenta otro asunto, y es que, según señala Herbert Horé, grado 33 de la masonería, fue iniciado en el quinto grado en Londres, lo que sugiere que no tuvo nada que ver con la fundación de la logia gaditana y que tampoco era su Venerable… Pero la participación en la fundación no es señalada por quienes señalan su pertenencia, por lo que Horé la reafirma.
El mismo Horé señala que en carta de 21 de agosto de 1979, James William Stubbs, gran secretario de la Gran Logia Unida de Inglaterra decía que
La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular. (Oré)
Y la Gran logia de Escocia, como la de Irlanda… y la de Francia, Holanda, Buenos Aires y EEUU daban idéntica respuesta. No hay documentación, ni diplomas ni correspondencia que avale la pertenencia de la Logia Lautaro a la masonería.
¿Es suficiente para determinar que no era masón? Hay quién realmente lo cree:
Desde que se han buscado en vanos documentos, objetos y recuerdos en las logias de Inglaterra, Francia y Bélgica, y teniendo en cuenta que ningún acto de San Martín durante su largo destierro, puede sindicarse como masónico, lo razonable, discreto y honesto sería concluir que San Martín no mantuvo vinculación alguna con la Masonería Internacional, ni estuvo jamás en sus planes específicos. (Genta)
Por su parte, Bartolomé Mitre, gran maestre de la Masonería Argentina, afirmó que la Logia Lautaro no formaba parte de la Masonería y que su objetivo era sólo político… Todos los informantes, masones, como masones eran los componentes del círculo de San Martín.
Sin embargo, Carlos Alvear, en carta fechada en Londres el 28 de octubre de 1811 y remitida a Rafael Mérida, presidente de la Logia número 4 de Caracas, expone:
Habiendo llegado a esta ciudad con los Hermanos Zapiola, San Martín, Mier, Villa Urrutia y Chilavert, hemos fundado por orden de la Logia número 3 una con el número 7, y hemos recibido a los Hermanos que acompaño en la lista que va con el número 4. Queda de Presidente de la Logia número 3 el hermano Ramón Eduardo Anchoris. (Gandía)
Y Raúl Palacios, en su obra “42 años de San Martín en la masonería”, señala que
En Carta enviada por el general Zapiola, al general Bartolomé Mitre, en contestación al cuestionario que éste último le hiciera, en ella dice que en Londres asistió a la Sociedad establecida en la casa de los diplomáticos de Venezuela, donde fue ascendido al quinto grado como lo fue el general San Martín; y que ésta estaba relacionada con la de Cádiz y otras. (Palacios)
Con un dato añadido que enmarca la actuación de San Martín: Cuando dejó el ejército, fue pasaportado a Inglaterra en un bergantín inglés y luego recibió unos medios de pago que podría recurrir en caso de apremios financieros. ¿Quién se mostró tan generoso?
El hombre que ayudó a San Martín a salir de España para ir a Londres y, de allí, partir rumbo a Sudamérica, era un masón de nota. James Duff había sido admitido a la masonería en la Logia St Andrew N° 52, en Banff, el 28 de enero de 1802. (Terragno)
Cierto es que ni las declaraciones de Enrique Martínez y de José Matías Zapiola ni la carta de Alvear son firmadas por San Martín. Entonces… ¿Martínez, Zapiola y Alvear pretendían dejar para la posteridad una falsa filiación de quién en esos momentos no era nadie?... Tal vez.
Nos encontramos ante una serie de afirmaciones y negaciones del mismo hecho provenientes de elementos pertenecientes a la misma secta. ¿A cuál de ellos debemos creer? ¿Nos atenemos al hecho de que la logia Lautaro no dejó correspondencia para afirmar que no era masónica?... Aceptémoslo. ¿Nos atenemos a la simbología masónica que utilizaba San Martín en sus escritos?
Pero es que su principal biógrafo, Bartolomé Mitre, emite un juicio que conviene sacar a colación:
San Martín tenía siempre dos cuerdas en su arco: una visible y otra oculta. Por una tendencia de su naturaleza compleja — positiva y de pasión reconcentrada —, a la vez que todas sus ideas se traducían en acciones, se entregaba a elucubraciones solitarias, dando gran importancia a los manejos misteriosos. Su organización de la Logia de su plan de guerra de zapa antes de atravesar los Andes, sus trabajos secretos para preparar la revolución del Perú, sus tentativas de pacificación con los realistas haciendo intervenir las influencias de la masonería, y por último, sus planes secretos de monarquía, dan testimonio de esta propensión. Era, pues, natural que a sus trabajos públicos acompañase algún trabajo subterráneo en la sombra del misterio. (Mitre)
Observamos así que Mitre también reconoce en San Martín influencias en la masonería, y se nos ha repetido hasta la saciedad que las organizaciones a las que pertenecía, en concreto la logia Lautaro, no eran masónicas, aunque utilizasen ritos masónicos para conservar el necesario secreto de sus deliberaciones, así como que ser masón no era condición necesaria ni suficiente para ser miembro de la logia Lautaro.
Pero es que, hasta el mismo nombre de la logia, Lautaro, tiene manifiestas reminiscencias de corte masónico. Todo hace indicar que forma parte del lenguaje críptico que con tanta frecuencia usaba la masonería, y casualmente también José de San Martín. Siendo así, Lautaro vendría a significar lo que fue la Campaña de los Andes, y que no es otra cosa que la campaña de Chile.
Una de las normas de la asociación establecía que si uno de sus miembros ocupaba un alto cargo en el gobierno, no podría tomar resoluciones graves sin consultar con la logia. Específicamente, el jefe de gobierno no podía designar gobernadores, generales en jefe, embajadores, jueces superiores o dignatarios eclesiásticos, ni castigar a otro masón, sin el acuerdo de los otros logistas. Como la logia aconsejaba que los principales empleos se proveyesen en personas que gozasen de buen predicamento, otra norma obligaba a los hermanos a esforzarse para adquirir buena consideración pública. Si alguno de los masones fuese designado general o gobernador, podía crear una sociedad dependiente de aquélla, compuesta de un menor número de integrantes. (García Hamilton)
A la Lautaro de Buenos Aires seguiría la Lautaro de Córdoba, que fundó en 1814; la Logia del Ejército de Los Andes, en agosto de 1816; la Logia Paz y Perfecta Unión, de Lima, en 1821. Y cuando dio por terminado su cometido en América frecuentó en Londres las Logias San Andrés N° 52 y San Juan Operativo N° 92, para incorporándose más tarde a la Logia Perfecta Amistad de Bruselas, que abandonará para incorporarse a la logia Eviy en Boulogne-Sur-Mer (Francia).
Los seguidores de la teoría que afirma la no filiación masónica de San Martín abonan su creencia afirmando que San Martín actuaba como católico declarado, pero olvidan que esa actuación no era precisamente así antes de 1815, cuando con ocasión del Congreso de Tucumán, sus postulantes constataron que con los postulados de la masonería era dudoso su triunfo. Es a partir de este momento cuando lleva a cabo acciones que lo representan cercano a la teología católica.
Y es esa actuación pública posterior la que sirve de base a sus panegiristas para negar las evidencias que otros muestran. Así en base a una actuación exterior que le fue impuesta a partir de este momento y que tan excelentemente representó afirman:
Tampoco fue un enemigo de la Iglesia Católica, y, por el contrario, cuidó la vida religiosa y persiguió la blasfemia en sus soldados, con un celo de inquisidor tan extremo que no existe ejemplo igual en un General americano. Y lo que es más decisivo todavía, puso el Ejército de los Andes bajo la protección de la Virgen del Carmen. (Genta)
La pregunta es si ese exceso de celo no es justamente prueba de su real pertenencia a la secta.
Al fin, es Inglaterra quién impone sus métodos y sus soluciones, y la masonería no es más que un método, hoy en desuso, cáscara muerta que sigue cumpliendo una función principal: distraer la atención para poder seguir actuando, con nuevas armas, en el sometimiento de la humanidad.
Pero es que esa arma, hoy, es magistralmente utilizada para desviar la atención de las víctimas, que son atacadas y esclavizadas mediante el uso de otras armas que han suplido y aumentado las funciones antes desarrolladas por la masonería… La Comisión Trilateral, la Banca internacional, las multinacionales… la ONU… Todas al servicio del mismo enemigo.
Y sigue sin existir un documento que certifique la pertenencia de San Martín a la masonería. Como sigue sin aparecer un documento que certifique que era hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras… En cualquier caso, estos datos hacen necesaria una buena dosis de voluntad para negar la pertenencia de San Martín a la masonería, máxime cuando en 1812, y junto a los reconocidos masones Alvear y Zapiola funda la Logia Lautaro, que inmediatamente es protagonista en el golpe de estado del 8 de octubre.
Alvear y San Martín acabarían enfrentados. Destituido y desterrado Alvear por discrepancias internas que contravenían las instrucciones británicas. Todos disputaban por demostrar cuál de ellos era mejor siervo de Inglaterra, hasta el extremo que Alvear reclamaba un jefe a Inglaterra porque, conforme expresaba en su carta a Lord Strangford : “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes y vivir bajo su influjo poderoso” (Terragno)
A partir de ese momento se multiplican las logias allí donde San Martín hace acto de presencia, dando lugar a una red que sería la base de toda su actuación militar y política encaminada a completar el plan británico de dominación de América.
Y esa actividad implica la creación de una serie de documentos en los que, de manera críptica deja una impronta que unos panegiristas entienden como circunstancial y otros como evidencia de su pertenencia a la masonería.
Así, el 26 de octubre de 1812 se dirige por escrito a Juan Manuel Pueyrredón donde le dice que no tiene responsabilidad en la persecución contra él ni su familia. Y para obtener la confianza, traicionando su discreción habitual, y para ganar la confianza de su interlocutor, le recuerda su condición masónica incluyendo en su firma el símbolo de los tres puntos.
San Martín y sus corresponsales se cruzaban cartas en las que se referían a la Logia como “algún establecimiento de educación”. Así en 1816, encontrándose en Mendoza, escribía a Tomás Guido, que estaba en Buenos Aires:
• 6 de abril de 1816: “Dígame usted con franqueza cómo va el establecimiento de educación en ésa, pues yo temo que si no se dirige bien no prosperará ese utilísimo establecimiento”.
• 6 de mayo de 1816: “Mucho me alegro de que el establecimiento de matemáticas progrese; si está bien dirigido, las ventajas serán ciertas”.
• 14 de junio de 1816: “Yo creo que aunque no sea más que por conveniencia propia no dejaría Pueyrredón de favorecer el establecimiento de pública educación [...] Sería también conveniente llevar de ésta [Mendoza] a Chile ya planeado el establecimiento de educación pública, bajo la dependencia de esa ciudad [Buenos Aires].
Y el 10 de septiembre de 1816 recibía un escrito de Pueyrredon que hablaba del mismo modo:
El establecimiento de matemáticas será protegido hasta donde alcance mi poder. El nuevo secretario interino, Terrada, también es matemático y por consiguiente me ayudará al fomento de un objeto tan útil.
Habrá quien piense que era natural su preocupación por la educación… Pero es que Juan Florencio Terrada no era matemático, sino militar… y masón.
Pero además, dentro de la extrema prudencia que demostró a partir del congreso de Tucumán, cometía algún desliz en sus escritos, hasta el extremo de ocasionar que Pueyrredon le corrigiese el 9 de octubre de 1816 cuando le aconsejó:
Omita usted siempre en sus cartas la letra H con la que acostumbra concluir; basta un Punto.
Y es que la letra “H” era otra forma críptica de identificarse como hermano masón.
En otra carta a su amigo Tomás Guido fechada el 3 de octubre de 1816, pedía información de lo que ocurría en Europa y le dedicase
Media hora cada correo, que Dios y Nuestra Madre y Señora de las Mercedes se lo recompensarán. (Gandía)
Y este es un argumento esgrimido por los panegiristas para demostrar el acendrado catolicismo de San Martín. Quienes no son de esa opinión no dejan de ver el lenguaje críptico que con tanta frecuencia utiliza en sus cartas.
Pero en sus cartas quedan reflejadas otras cuestiones; así, avisado de las gestiones realizadas por el gobierno de Rosas cerca del vaticano, el 6 de abril de 1830 emitió otro escrito a su amigo Guido en el que relataba:
¿Están en su sana razón los representantes de la provincia para mandar entablar relaciones con la Corte de Roma en las actuales circunstancias? Yo creía que mi malhadado país no tenía que lidiar más que con los partidos, pero desgraciadamente veo que existe el del fanatismo, que no es un mal pequeño; afortunadamente nuestra campaña se compone (con razón de su educación) de verdaderos filósofos, y no es fácil empresa moverla por el resorte religioso. ¿Negociaciones con Roma? Dejen de amortizar el papel moneda y remitan un millón de pesos y conseguirán lo que quieran". (Gandía)
Su correspondencia con Tomás Guido nos revela más aspectos; así, en la carta que escribe a éste con fecha uno de noviembre de 1831, escribe:
La guerra fratricida que tanto ha deshonrado y destruido esas desgraciadas provincias es concluida. Gracias sean tributadas al gran Alah por tan señalado beneficio. El haga (como se lo pide con todo fervor este vil gusano y gran pecador) que la paz sea de tan larga duración como cuenta siglos el curso del majestuoso Río de la Plata". (Gandía)
¿El gran Alah? Esta expresión, lógicamente será minusvalorada por los panegiristas católicos de San Martín, pero es una nimiedad más a añadir al debate estéril sobre si era miembro o no de la masonería.
Pero es que hay bastante más. Estando al mando del ejército del norte habría puesto en uso actividades contrarias a la religión que, como la celebración de duelos, escandalizaban. Al respecto, Belgrano se sintió en la obligación de advertirle lo peligroso que podía resultar actuar públicamente en contra de los sentimientos religiosos de la población, y le señalaba que
La guerra allí no sólo la ha de hacer con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre ésta en las virtudes naturales, cristianas y religiosas; pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y sólo por este medio, han atraído a las gentes bárbaros a las armas, manifestándoles que atacábamos a la religión.
Acaso se reirá alguno de este mi pensamiento; pero usted no debe llevarse de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que pisan; además, por este medio conseguirá usted tener el ejército bien subordinado, pues él, al fin, se compone de hombres educados en la religión católica que profesan y sus máximas no pueden ser más a propósito para el orden.
Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico, romano. Cele usted de que en nada, ni aun en las conversaciones más triviales, se falte el respeto de cuanto diga nuestra santa religión. Tenga presente no sólo a los generales del pueblo de Israel, sino al de los gentiles y al gran Julio César, que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales y por sus victorias en Roma se decretaban rogativas. (García Hamilton)
Tan efectivo fue el consejo de un reputado masón como Belgrano, que San Martín encomendó el ejército de los Andes a la Virgen de las Mercedes, dispuso un servicio de capellán para el hospital, ordenó la participación en actos religiosos y sancionó a quienes blasfemaban.
Toda esta casuística tiene una doble perspectiva; por una parte, hay autores masones y no masones que lo señalan como perfecto masón, y autores masones y no masones, como Jordan B. Genta, que aseveran que las acciones del agente San Martín evidencian su entera y absoluta consagración a una gran misión: la conquista y la defensa de la Soberanía Argentina… Sin atender el hecho de que fue protagonista de la segregación de Chile.
Los panegiristas usan precisamente esta carta de Belgrano y otras con contenido similar para avalar la religiosidad de San Martín. Esta carta era recriminatoria del proceder de San Martín; no porque Belgrano tuviese sentimientos encontrados, sino por “lo peligroso que podía llegar a ser un sentimiento de este tipo”.
Sin embargo Guillermo Furlong la utiliza para defender su tesis sencillamente cambiando el orden sucesorio de los hechos. Así, pone por ejemplo las expresiones de otro reputado masón como muestra de la catolicidad de su héroe:
Pueyrredón, en una misiva a San Martín, escribía: "Ojalá sea Ud. oído por nuestra Madre y Señora de las Mercedes", y en otra carta escrita a San Martín, cuando éste se hallaba internado ya en los Andes, al frente del Ejército Libertador, le decía que le encomendaba a la Virgen de las Mercedes.(Furlong)
Cuestiones de fe que hacen que sus panegiristas no masones hagan verdaderos malabarismos mentales para defender su posición, hasta el extremo de, tras aceptar la trayectoria sanmartiniana por las logias masónicas, afirmar que
El ingreso a las logias de Cádiz y de Londres, la fundación de la Logia Lautaro en Buenos Aires y cualquier otra intervención logista en San Martín, responde única y exclusivamente a su decisión de servir a la causa de la Independencia de su Patria y de América del poder español, y de cualquier otro poder extranjero. Esto es todo y nada más que esto. (Genta)
Pero es que otros apologetas, como Guillermo Furlong S.J., irlandés que de niño se trasladó a Argentina, donde estudió en colegios ingleses, continuando su formación en los EEUU y falleció en 1974, justifica la no pertenencia de San Martín a la masonería en lo que presenta como muestras de religiosidad; a saber:
• En febrero de 1817, recibía una carta en la que se decía: “Ojalá sea Ud oído de nuestra Madre y Señora de Mercedes”. El autor… otro “católico”… Pueyrredón.
• ¿Es concebible que quién dio tantas muestras de religiosidad, así en público como en privado (El señor Furlong debía acompañarlo en privado), así en forma activa como en forma pasiva, explícitamente en muchas ocasiones, implícitamente en tantas otras, haya tenido por móvil, por resorte, el disimulo, la política, la mentira y la farsa? Pregunta que puede ser respondida con otra pregunta: ¿Es posible que quién sepa disimular pueda hacer tal cosa?
• Murió sin recibir los sacramentos. Furlong asegura que porque murió de forma repentina… y en la línea siguiente señala que se preparaba para bien morir…
• También señala Furlong que en su testamento no existen fórmulas cristianas, y prohíbe que se celebren funerales. Furlong añade de su cosecha que es evidente que se refería a que no fuesen pomposos. La verdad es que fue enterrado en un mausoleo pomposo cargado de simbología masónica.
Finalmente, Furlong reconoce que San Martín perteneció a la Logia Lautaro, pero defiende que la logia Lautaro nada tenía de masónica, y recurre a diversos autores que afirman cosas como “La logia Lautaro fue autónoma, aunque tomó de la Masonería su disciplina, su misterio, su jerarquía y también algunos de sus símbolos”... o "Sólo tenía las fórmulas externas masónicas y el ceremonial de la iniciación"… o "los fines perseguidos por la logia pueden reducirse a tres enunciados: Independencia, democracia, constitución”. Y cita al “hermano" Adolfo Móhr, que en sesión de la Gran Logia Argentina, el 4 de agosto de 1899, se expresó así:
La Logia Lautaro no fue baluarte para combatir al catolicismo, ni mucho menos. La Logia Lautaro sirvió a sus fines memorables defendiendo a los patriotas de 1810, de las asechanzas de los realistas, con la inviolabilidad del secreto que aseguraba el éxito de los titanes de la epopeya americana. (Furlong)
Como todos hacemos, usa las citas que más le conviene para conformar su síntesis. Pero para un amante de la verdad, el relato debe surgir de lo previamente investigado para, una vez debidamente analizado, dar lugar a una síntesis que nunca debe ser predeterminada, sino consecuencia del análisis… Nos guste o nos disguste, sirva de argumento para apoyar nuestras tesis o para cambiarlas. Y da la sensación que, en lo que respecta a quienes defienden que San Martín no era masón, y no son ellos mismos masones, no se cumple esa regla básica, sino que se acomodan las referencias al fin predeterminado.
Por otra parte, es público y notorio que hasta fines del siglo XIX, las logias masónicas estuvieron integradas por quienes se titulaban católicos, y hasta algunos eran sacerdotes… siendo que alguno de ellos, como Juan Mastai Ferretti, era "hermano” de Giuseppe Garibaldi … y fue nombrado Papa… Pío IX, de quién también destaca Furlong su pertenencia a la masonería para apoyar a su venerado San Martín.
No vamos a tratar de la posterior trayectoria del Papa Pío IX, que acabó siendo contraria a la que la masonería le había asignado, sino que atendemos el rol que jugaba en ese momento, directamente relacionado con la masonería. De Pío IX no ha sido negada su adscripción a la secta, y lo que es más importante, se apartó de la misma. ¿Puede decirse lo mismo de José de San Martín?... No, pues ni tan siquiera hay documentos que confirmen su pertenencia.
Quienes se obstinan en demostrar que efectivamente fue masón San Martín, entienden que sus relaciones con la masonería son causa suficiente para considerarlo masón, aún cuando no exista documento firmado en el que reconozca el hecho. Así, José Ignacio García Hamilton, cita la carta que el 9 de abril de 1827 escribió a San Martín en demanda de apuntes para poder llevar a cabo la redacción de sus memorias. En ellas se expresa del siguiente modo:
Yo no sé si convendría exponer los males que causó la logia establecida en Buenos Aires - pregunta -, y cómo por ella quedó usted casi con las manos atadas, cuando era necesario obrar con actividad y hacer un ejemplo con algunos jefes cuyas intrigas y escandalosa conducta fueron apoyadas por dicha logia. Si usted quiere que se trate sobre esto es necesario proveerme con la materia, porque yo ignoro la naturaleza de aquella sociedad.
San Martín responde: "No creo conveniente hable Ud. lo más mínimo de la logia de Buenos Aires. Estos son asuntos enteramente privados, y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos. A propósito de logias, sé a no dudar, que estas sociedades se han multiplicado en el Perú de un modo extraordinario. Esta es una guerra de zapa que difícilmente se podrá contener, y que hará cambiar los planes más bien combinados." (García Hamilton)
¿Asuntos privados? ¿No llama la atención a los panegiristas la calificación que da San Martín a la logia?, ¿No llama la atención que al respecto manifieste que hablar de esos temas sería faltar a los más sagrados compromisos?
Si la actividad de las logias creadas por San Martín hubiesen sido dedicadas exclusivamente para la consecución de un objetivo autónomo, lícito o ilícito, para el caso es lo mismo cuando ya nadie iba a poder reclamar responsabilidades, ¿qué importancia negativa tiene el hecho de desvelar su esencia?
Pero es que, si San Martín calla sobre su pertenencia a la masonería, parece ser que es debido a que una de sus virtudes era, sin lugar a dudas, la disciplina. Sin embargo, el general Zapiola, uno más, abona esta militancia cuando señala que él había asistido en persona a la sociedad establecida en la casa de los diputados de Venezuela, donde junto a San Martín fue ascendido al quinto grado.
Pero, como venimos señalando, su pertenencia a la secta es irrelevante. Los términos británico y masonería aparecen como sinónimos, y lo más relevante es que a lo largo de su vida pública dio muestras sobradas de ser un agente británico.
Así, cuando en 1815 San Martín era gobernador de Cuyo, formó la compañía de milicias patrióticas de cazadores, integrada en el Batallón de Cívicos Blancos con un nutrido grupo de británicos que habían sido desterrados tras las invasiones inglesas de 1806 y 1807, y que posteriormente se integrarían en el ejército de los Andes.
Ocupada que fue Lima, reunió al Cabildo Abierto el 15 de julio de 1821, tras lo cual fue redactada el acta de independencia; su autor, Manuel Pérez de Tudela, era masón, y más tarde sería nombrado Ministro de Relaciones Exteriores, y en 1822 envió a Inglaterra a otro masón, Diego Paroissien, en busca de un rey para el Perú; los candidatos que proponía: Leopoldo, Príncipe de Sajonia-Coburgo, futuro rey de Bélgica, que años más tarde sería proclamado Protector de la Masonería Nacional en Bélgica, y El Duque de Sussex, Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Buscaba un rey, otro motivo que algún sanmartiniano puede señalar como muestra de la no pertenencia de San Martín a la masonería´. La verdad es que eEn esos momentos de la historia, estaban en el alero hasta tres concepciones distintas de gobierno: Monarquía hereditaria, republicanismo… y la monarquía constitucional, que sólo existía en Inglaterra…
Sería el republicanismo y la monarquía constitucional el punto de discusión existente en el ámbito de la masonería y de sus colaboradores. Y en uno de los bandos sí puede ser situado, sin lugar a dudas, José de San Martín.
Y es que si, ateniéndonos a la particular concepción de la masonería defendida aquí, que queda encuadrada en el organigrama del gobierno británico, y en concreto en su ministerio de asuntos exteriores, actuaría fuera del ámbito británico, no de una manera monolítica, sino en ocasiones de forma absolutamente divergente, siendo permanente fuente de conflictos en los lugares que a Inglaterra le resultasen estratégicos, dando lugar a una organización internacional absolutamente descentralizada y compuesta por múltiples sectas que podían llegar a apoyar proyectos encontrados.
Así, veremos a la masonería tomando parte activa en la Revolución rusa de 1917.
También interviene en la redacción del himno del Perú, en el que su estrofa VI culmina con “renovemos el gran juramento que rendimos al Dios de Jacob”…
Finalmente, y habiendo sido titulado Fundador de la Libertad del Perú y obtenido el grado de Generalísimo de Mar y Tierra del Perú, misteriosamente se retira declarando que había cumplido su misión, y con fecha 10 de febrero de 1824 se marcha dejando desconcierto en su ejército.
De Gandía lo dice claramente: la logia había decidido que San Martín gobernaría un año Perú y luego se retiraría. Por su parte Mitre transcribe una carta confidencial de San Martin a O’Higgins en la que le dice: "Los Amigos [la logia], me han obligado terminantemente a encargarme de este gobierno... Espero que mi permanencia no pasará de un año...”. (Sejean)
Y se marcha a Inglaterra, desde donde, tras haber permanecido a la sombra del conde de Fife, lord Marduff, partirá a Bruselas a cumplir una nueva misión que le había sido encomendada, merced a la cual, en 1825, la masonería belga le dedica una medalla, para la que posa personalmente, donde figura la leyenda: "La Loge La Parfaite Amitié a Or. de Bruxelles, le 7 juillet 5807 au General San Martín. 5825".
Año 5825 en las cuentas de la masonería.
La logia La Parfaite Amitié resolvió homenajear al hermano masón que había tenido una actuación tan destacada en las guerras por la independencia de Sudamérica y encargó a Jean Henri Símon el grabado de una medalla con su perfil. José posó para el artista y luego recibió la medalla durante el transcurso de una tenida, en la que sintió alegría por el reconocimiento. (García Hamilton)
Se cuenta que en Bélgica fue postulado a encabezar de la Revolución que había llegado a animar, oferta que rechazó en beneficio de otro masón conocido de antiguo, Juan Van Hallen, de triste recuerdo en la península, y ambos, según señala Raúl Palacios, participaban en Bruselas en la Logia Los Filantrópicos.
Masones son sus amigos íntimos, masones son los principales oficiales de su ejército, masones son sus compañeros de militancia política, masones sus consejeros, masones sus embajadores, masones sus candidatos a la corona del Perú… y hasta en su testamento podemos resaltar la presencia de términos propios de los masones de su tiempo. En él hace referencias al “Ser Supremo”, conforme a la costumbre masónica, evitando poner el nombre de Dios.
Y por lo que respecta a su tumba, primero fue enterrado en Brunoy (Francia). El mausoleo, que luce una cruz que fue colocada mucho después. Está repleta de simbología masónica.
Trasladado que fue su cadáver a Buenos Aires, fue depositado en un mausoleo construido especialmente para venerar su memoria; un mausoleo que se encuentra fuera del terreno consagrado de la Catedral, y, según señala Diego Figueroa en su obra “Secretos de la masonería”, el cuerpo de San Martín se halla en una posición oblicua, con la cabeza dirigida hacia el suelo. Dos aspectos que podrían tener significado en relación a la condición masónica del personaje.
La pregunta sigue en el aire: ¿Era masón José de San Martín?... No parece que existan argumentos de suficiente peso para dar una respuesta, tanto en un sentido como en otro. Los argumentos aducidos por cada uno de los bandos en discordia carecen de base lo suficientemente sólida.
Concluyendo, de la actuación de San Martín podemos deducir que evidentemente era masón… o que no lo era; podemos deducir que despreciaba la religión católica… o que simplemente bromeaba en sus comentarios. Lo que no podemos hacer es enrocarnos en una cuestión muy secundaria que a la postre redunda en la desatención de los asuntos esenciales.
Por otra parte, contextualizando el asunto, dando a la masonería el beneficio de la inocuidad, ¿sería un delito que San Martín hubiese sido masón?... Convengamos que sí… Y en ese caso, todos los próceres, Saavedra, Belgrano, Castelli, Rodríguez Peña, Mitre, Alberdi, Urquiza, Sarmiento y tantos otros, son delincuentes; en definitiva, convergería su calificación con la que les es asignada por quienes los atacan, no por su pertenencia a la masonería (que también), sino por su traición a la patria y su dependencia de Inglaterra.
José de San Martín, ¿agente británico?
¿Y cuándo fue reclutado? Todo hace indicar que fue en Cádiz. Los primeros contactos, probablemente, tuvieron lugar en 1802 cuando tomó contacto con la logia “la Gran Reunión Americana”. A partir de ese momento, las relaciones debieron ir creciendo al calor de las reuniones donde no faltaban agentes británicos. Pero todo señala que el paso definitivo tuvo lugar en 1808, tras la batalla de Bailén, donde conoció a James Duff.
El General Arthur Wellesley, al frente de un ejército de 10.000 hombres que en principio, y de acuerdo con Francisco de Miranda estaba destinado a llevar un tercer intento de invasión en América, acabó desviando su rumbo para prestar su apoyo a España en su lucha contra Napoleón. Y España le abrió los brazos, fue nombrado capitán general, y la toma británica de la península se llevó a efecto.
Una de las funciones que debía desarrollar Wellesley era la captación de elementos que pudiesen servir a sus objetivos. Uno de ellos fue José de San Martín, joven y prometedor militar.
Con Arthur Wellesley, una cohorte de ingleses rodeó a San Martín: James Duff, el representante inglés Peter Heywood, el cónsul Robert Staples, el comodoro William Bowles… y con James Paroissien, espía que en 1809 llegaría a Buenos Aires para preparar el terreno, muestras todas de una fluida relación con Inglaterra, que se amplió con los principales implicados en los asaltos de 1806 y 1807 a Buenos Aires, y que también estaban en la península en el desarrollo de la guerra franco británica para la dominación de España. Popham entabló relación con el jefe de San Martín en Bailén, el general Castaños.
Y es que no había proyecto relativo a Hispanoamérica que Inglaterra pudiera desconocer, y Popham era el engranaje que relacionaba a San Martín con los otros separatistas y con las estructuras del estado británico. Él tuvo que ser quién a su vez lo pusiese en relación con el proyecto de Dundas y Pitt.
Y combatió a las órdenes de Beresford, el mismo que invadió Buenos Aires y remitió a Inglaterra el tesoro del virreinato. Y junto a su amigo William Miller, que formaría parte de la dirección del ejército de los Andes. Pero habría más…
Por otra parte, James Duff no era un cualquiera. Rodolfo Terragno señala que “Duff estaba relacionado con el Príncipe Regente, el futuro Rey Jorge IV, con quién, a su vez estaba vinculado Hippisley, el comitente del plan Maitland... Además Duff tenía numerosas amistades en el gobierno británico. En España había trabado óptimas relaciones con el futuro Wellington...”.
Alexander Duff, hermano de James Duff, también tuvo una acción significativa en la invasión de 1806, y su íntimo amigo Samuel Ford Whittingham, que también tuvo parte en la segunda invasión a Buenos Aires, también estaba presente en la batalla de Bailén, como San Martín, en el arma de caballería.
El 15 de mayo de 1811 San Martín y James Duff, a las órdenes de Beresford tomaron parte en la batalla de Albuera, y un mes más tarde, conforme señala Rodolfo Terragno, Beresford condujo el segundo sitio de Badajoz y, otra vez, ambos hombres sirvieron a sus órdenes. Esta fue la última acción de San Martín en la Península.
Pero hasta ese momento, habría demostrado perfectamente sus cualidades, que inexorablemente eran registradas por sus protectores.
Justamente, sus virtudes guerreras, su gran aptitud táctica y estratégica, sus condiciones de organizador, en fin, sus cualidades sobresalientes demostradas en las filas del ejército español, fueron observadas atentamente por los ingleses —a cuyo lado combatió contra Napoleón—, y, ni lerdos ni perezosos, astutos como siempre, pergeñaron un plan genial para la consecución de un objetivo largamente soñado por ellos: la conquista y dominación de América del Sur. (Sejean)
El 6 de septiembre de 1811, San Martín licenciado del ejército y autorizado a partir rumbo a Lima Por Real Decreto de la Regencia, pero si ese era su destino final, no se cumpliría sino en 1822, cuando el 12 de julio entró victorioso en la ciudad de los reyes. Antes pasaría primero por Londres desde donde dio inicio al plan británico para batir España en América.
Si analizamos la condición de guerra en que se encontraba España deberemos preguntarnos cómo es posible que un oficial del ejército, en activo, sea licenciado en medio de una guerra, y averiguar si ese asunto, como el de su estancia en Londres y su traslado a Buenos Aires cargado de dinero y de contactos, es consecuencia de su clara y misteriosa adscripción a su patria de adopción: Inglaterra.
Sir Charles Stuart (más tarde Barón Stuart de Rothesay) era amigo de Duff y servía en la Península. Fue él quien le otorgó a San Martín el pasaporte para pasar a Inglaterra, aquél verano de 1811. (Terragno)
Todos los autores señalan a Duff como introductor de San Martín en la órbita inglesa. Sería él quién financiase su marcha, primero a Inglaterra, intermediando la intervención de Charles Stuart, y luego a Buenos Aires, y él quién lo introduciría en los centros de poder que acabarían suministrando la información necesaria para desarrollar su labor en América.
Se embarcó en Portsmouth hacia su destino cargado de suministros de guerra y con medios de pago que tuvo la habilidad de conseguir en Inglaterra, y cuando llegó a Buenos Aires, un lugar absolutamente desconocido para él, William Bowles, personaje que más adelante se significará en el ejército de los Andes, escribía a Londres:
Alvear y San Martín ... son los únicos que poseen, en este momento, real influencia y peso aquí, y porque las sospechas de que eran aventureros y emisarios franceses, cosa que desde ningún punto de vista me parece fundada, pueden producir desagradables consecuencias en este momento ..." (Gandía)
En aquellos momentos las noticias y la fama corrían, pero ni mucho menos con la velocidad que corren hoy en día, y menos para un personaje cuyas acciones no traspasaban ciertos ámbitos. Siendo así, ¿cómo se entiende que en cuestión de días alcanzase a tener la influencia que Bowles le confiere?
¿Cómo se entiende que el 16 de marzo de 1812, a los tres días de su arribo obtuviese empleo de Teniente Coronel efectivo al mando del Escuadrón de Granaderos a Caballo?... ¿Cabe la posibilidad de que la junta, manifiestamente dirigida por Inglaterra tuviese informes previos y actuase en consecuencia? Si resulta admirable la cantidad de contactos que con una estancia de tan sólo de cuatro meses dejó en Inglaterra, no es menos admirable el espacio de tiempo que hubo de dedicar en Buenos Aires para ascender tan prodigiosamente.
Evidentemente él, con más razón que Julio César, debía acuñar el celebérrimo “Veni, vidi, vici”.
Y el caso es que lo demostró el 8 de octubre de 1812, día que muestra sus cualidades.
Junto con Alvear colocan sus tropas frente a la Casa de Gobierno y exigen la renuncia del Primer Triunvirato. Actúan conjuntamente con la “Sociedad Patriótica”, dirigida por Bernardo de Monteagudo. A su vez, San Martín y Alvear constituyeron la Logia Lautaro, cara clandestina de dicha “Sociedad Patriótica”. (Galasso)
¿Y qué motivó ese levantamiento? Casualmente algunos miembros del gabinete, como Joaquín Campana o Tomás Grigera, daban claras muestras de sentimiento anti británico. San Martín colocaría en el nuevo gabinete, más acorde con sus intereses, a un garante de los mismos, Manuel de Sarratea.
La llamada revolución del 8 de octubre de 1812 no fue una lucha entre facciones locales en pugna por el poder, sino un golpe de Estado, o, hablando con más propiedad, un golpe de mano ideado por los británicos y ejecutado por San Martín, Alvear y otros, para alimentar desde Buenos Aires la campaña andina. (Sejean)
Había llegado el 13 de marzo de 1812 a Buenos Aires, llevado por ingleses y rodeado de ingleses, y a lo largo de toda la campaña mantendrá una fluida relación física y epistolar con los responsables de la administración británica, tanto con la flota británica que vigilaba las operaciones como con el gobierno británico, a quienes pedía autorización para llevar a efecto las operaciones militares.
Desde el principio, la misiones de mayor confianza o más sensibles, el libertador las ponía en manos inglesas. (Calabrese)
Y una de esas misiones era asegurar Mendoza. Así, cuando inició su marcha sobre Chile, encomendó la misma, no a mendocinos; ni tan siquiera a otros argentinos. La dejó en manos de medio centenar de ingleses comandados por John Young , Thomas Appelby y James Lindsay”.
Una vez ubicado en Buenos Aires, la compañía británica fue permanente. Podemos decir que la cohorte que rodeaba al “libertador” no era sino una comisión que controlaba el exacto cumplimiento de lo ordenado al agente británico San Martín.
Agentes británicos que actuaban, unos como comerciantes, y otros como asesores. Así, el viajero y comerciante William Parish Robertson y su hermano John, eran inseparables compañeros.
William como John reportaban a su abuelo John Parish de Bath, en Londres, quien a su vez lo hacía con las autoridades británicas de turno para quienes trabajaba, según afirma el historiador inglés H. S. Fems. (Calabrese)
Destaca entre todos la figura de James Paroissien quién se significó muy especialmente en el estricto cumplimiento del plan Maitland. Pero también en todo aquello que pudiese tener relación con el plan, por lejano que pudiese parecer, como el caso del convento de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813, cerca de Rosario, donde en la que fue la primera batalla librada por San Martin en tierra americana derrotó una flotilla española que entorpecía las acciones británicas.
El Segundo Triunvirato otorgó a Paroissien la primera carta de ciudadanía a un extranjero y lo empleó en la fábrica de municiones en Córdoba, donde conoció a San Martín, que se encontraba en el lugar supuestamente por razones de salud. Desde ese momento ambos serán inseparables amigos y confidentes
Son tales las conexiones inglesas de Paroissien que, en aquella misma misión, contrata un importante empréstito para el Perú. (Terragno)
En la mentada acción de San Lorenzo, curiosamente, estaba presente el viajero Guillermo Parish Robertson, que nominalmente fue invitado por San Martín para que observase su desarrollo. Curiosa invitación, por cierto, que probablemente encubría otras cuestiones que convertirían a Parish en fiscalizador de las acciones llevadas a cabo por San Martín.
En su plan general, San Martín pretendía instalar diversos reyes, franceses e ingleses, en la fragmentación de la España americana. Todo ello estaba en consonancia con el sentimiento europeo que, tras la batalla de Waterloo en 1815, temía la expansión de un republicanismo que pusiese en peligro la estabilidad europea. Una cuestión que, curiosamente, no afectaba a Inglaterra, que paralelamente, y por mano de Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, planeó la instalación de un príncipe Borbón en Buenos Aires.
Todo hace indicar que el gran muñidor fue el vizconde de Castlereagh, y no por el duque de Sussex, Gran Maestre de la logia de Londres. ¿Acaso es suficiente señal para afirmar que no fue la masonería la responsable de las actuaciones separatistas?... ¿Acaso es suficiente para determinar que San Martín no era masón el hecho de que el sometimiento a Inglaterra no fuese por obediencia masónica? Son, al fin, hechos irrelevantes, ya que la importancia que le damos a su pertenencia a esta secta es que ésta secta es un arma al servicio de Inglaterra.
Y San Martín, a la vista de su trayectoria, servía a Inglaterra. Cierto que todos los jefes de los ejércitos actuaban al dictado del Foreing Office; cierto que todos contaban con importante apoyo británico, pero salvo información nueva, Castelli, Belgrano o Rondeau, no los tenían en tanta abundancia.
No vamos a hablar de estos casos por quedar fuera del presente trabajo. Nos ceñimos a José de San Martín y a su permanente muestra de sometimiento total a Inglaterra, para lo que podemos añadir la comunicación que el 25 de mayo de 1817 dirigió el cónsul Staples al Foreign Office en la que afirmaba que San Martín lo había visitado para informarle de la situación de Chile y de su proyecto sobre la campaña del Perú, para el que pedía la correspondiente autorización británica para llevarlo a efecto.
E Inglaterra le reconocía los servicios. Como ejemplo dos citas de sendas referencias dadas por altos cargos ingleses:
En 1817, al conocer la victoria de San Martín en Chacabuco, Duff le escribiría esta carta:
No puede, mi amigo San Martín, figurarse cómo las noticias de su buena conducta me han llenado de satisfacción. He tenido siempre una gran amistad por usted y desde mi llegada de España he estado diciendo siempre á mis compatriotas: Paciencia; un hombre por allá sorprenderá á todos. Estuve yo seguro que un golpe sería dado por su brazo. (Terragno)
Tan manifiesta es la dependencia británica de San Martín, que Robert Staples informaba el 25 de mayo de 1817 al Foreing Office
que San Martín lo había ido a ver para hablar de sus operaciones militares en Chile y sus perspectivas en Perú y para pedirle dos cosas: primero que el gobierno inglés le informara de una manera privada el curso de acción a seguir que mereciera su aprobación , y segundo, que se le indicara una persona con la que pudiera consultar privadamente de manera tal de dar el giro necesario a los asuntos de Chile para conseguir el objetivo propuesto…/… y que mantendría a Chile independiente de Buenos Aires (Ocampo)
Recién tomado Chile, el 22 de febrero de 1817, San Martín requirió a William Bowles la presencia de buques británicos en el Pacífico:
Muy necesaria sería la presencia de Usted en ésta: una entrevista entre Usted y yo podría contribuir mucho al bien de estos países, y yo espero que si está en su arbitrio lo hará.
Sería muy conveniente viniesen a estos mares algunas fuerzas de guerra británicas, tanto para proteger su comercio como por las ventajas que podrían resultar con su presencia. (Terragno)
Pero su condición de agente británico, no obstante, no le permitía comprender el alcance del proyecto que él mismo estaba ejecutando, por lo que solicitaba más ayuda militar británica, a cambio de la cual ofrecía Chiloé y Valdivia. No podía comprender que Inglaterra no estaba dispuesta a aceptar migajas, sino que aspiraba, con razón, al pastel completo.
Pastel que iba siendo servido por San Martín en bandeja de plata, y siempre amparado por oficiales ingleses como Samuel Haigh, que, de visita turística llegó a Valparaíso en 1817, casualmente el día que San Martín rendía homenaje a Bowles, otro turista que casualmente pasaba por allí al mando de la escuadra británica que controlaba la situación… Una fiesta familiar en la que abundaban personajes ingleses.
La fiesta serviría como marco para la entrega del buque que le transportó, y que a partir de entonces serviría a la armada chilena, así como para la incorporación de él mismo como agregado al Estado Mayor del ejército de San Martín.
De tan amigable encuentro, Robert Staples da cuenta de algo de lo expresado por San Martín:
Declaró que su principal deseo era que el gobierno británico le informara en alguna forma secreta el camino que, de seguirlo, contará con su aprobación; requirió insistentemente que alguna persona fuera autorizada para señalarle, y que al consultarle pudiera dar a los asuntos de Chile el cambio necesario para lograr el fin propuesto. (Calabrese)
Pero el fin propuesto iba más allá…
Esbozó una idea de división de la América liberada entre varios príncipes europeos; esto, en su opinión, complacería a todas las potencias más importantes y buscaba los oficios del gobierno británico y su participación en el plan. (Linch)
Una división que tenía un primerísimo efecto: Dejaba claro para sus protectores británicos y para quién quisiera entenderlo que Argentina y Chile quedarían divididas. Extremo que llevó a efecto el 12 de febrero de 1818 cuando, en el aniversario de la batalla de Chacabuco, proclamó la independencia de Chile, dando inicio a la formación de estados débiles que aún se debilitarían más como consecuencia de las fricciones de todo tipo que la nueva situación, y necesariamente, debía crear. Y todo, en beneficio de Inglaterra que, ejercerá de protectora de las libertades de todos ellos mientras se convertía en financiadora de todas sus necesidades, desde el suministro de armamento para mantener los enfrentamientos hasta la monopolización de la minería, las comunicaciones… y en general de todos los núcleos productivos. América dejaba de ser una unidad social y política floreciente para convertirse en una colección de colonias en todo subordinadas a la voluntad británica.
El 5 de abril de 1818 tuvo ocasión la batalla de Maipú, tras la que quedó reafirmada la independencia de Chile, lo que ocasionó un nuevo comunicado de San Martín al ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, lord Castlereagh, manifestándole que la emancipación estaba “asentada sobre bases sólidas y con las libertades aseguradas”.
Y hacía más: Con otras palabras, Mitre señala que se resguardaba las espaldas desde el punto de vista económico:
Despachaba a Londres a su ingeniero y ayudante de campo Álvarez Condarco, con algunos fondos y el encargo de proporcionarse mayores recursos, a fin de adquirir otro buque y elementos bélicos para la expedición proyectada. Álvarez Condarco, que era también su compadre, llevaba otra misión, a la que está ligado un misterio, que se ha señalado como un punto negro en la vida de San Martín y O’Higgins, y que, sin disminuir la grandeza americana del primero como guerrero y libertador, deprimiría su elevación moral como hombre. Tratábase de la remisión de una suma para ser colocada en aquella ocasión en Londres por cuenta de O'Higgins y San Martín, que, según algunas referencias sería de 25.000 pesos, y según la interpretación a que se presta, podría alcanzar los 100.000 pesos. (Calabrese)
Pero, al fin, eso era calderilla… Lo que importaba eran otras cuestiones. Así, Otro agente británico: John Miers, viajero inglés que se dirigía a Chile para realizar inspecciones sobre el cobre, casualmente llegaba a Mendoza el 25 de abril de 1819, y casualmente también se tropezó con San Martín, para hacerle entrega de unas cartas que casualmente llevaba dirigidas a él procedentes de Inglaterra. Además, aficionado al dibujo, Miers levantó planos topográficos de Cuyo y del Puerto de Buenos Aires.
Todo muy curioso. ¿Qué contenido tenían las cartas procedentes de Inglaterra?... ¿Acaso instrucciones del gobierno británico? La inspección del cobre… ¿significa eso que ya se daban los pasos necesarios para que Inglaterra tomase el control del mismo? Y los planos levantados… ¿Podemos entrever que tenían carácter militar?, ¿o sólo era cuestión de placer por el arte?
Esas cartas, ¿fueron determinantes para el rompimiento con Pueyrredón al negarse San Martín a volver a Buenos Aires para hacer frente a la peligrosa situación de anarquía que padecía en esos momentos?
Si ubicamos a San Martín dentro de una relación jerárquica vinculada con el gobierno de Buenos Aires, sería correcto hablar de desobediencia, pero si aceptamos su sometimiento a las órdenes británicas debemos concluir que nunca se apartó de la primera de las reglas militares, cual es la subordinación. (Sejean)
Aún dada la precaria situación que padecían las Provincias Unidas debía ser prioritario seguir el plan marcado. Las fuerzas navales británicas, al mando de Cochrane ya estaban radicadas en Chile, y la sincronización que de ambos venía marcada desde Londres era cuestión indispensable para acometer con éxito la campaña del Perú. San Martín no podía ordenar a Cochrane que esperase, entre otras cosas porque
Cochrane no estaba subordinado a San Martín sino al gobierno inglés [y muestra de ello] es la postura que adoptó al desechar de plano y sin discusión una idea de aquél sobre el envío de barcos de la “escuadra independiente” para interceptar a la flota española en el Atlántico; otra es la expresión, citada por Mitre, del almirante escocés acerca de la misión que tenía que cumplir —terminar con los barcos hispanos en el Pacífico—, en la que le “iba la cabeza" (Sejean)
El 6 de mayo de 1820 protagonizó el motín de Rancagua. Se desvinculó de la obediencia a las Provincias Unidas, cambió de bandera al ejército y no mantuvo otra dependencia que la de Inglaterra, abandonando sucesivamente los territorios que había ido separando: Las provincias Unidas (luego Argentina), Chile y finalmente Perú.
Con el pretexto de dar libertad al pueblo chileno, San Martín permitió —seguramente sin darse cuenta de ello porque muy ilustrado no era— que Inglaterra consiguiera un objetivo político de suma importancia para sus intereses marítimos: abortar la constitución de un Estado bioceánico que estratégicamente hubiera representado para ella un riesgo, un peligro potencial que debía evitar a toda costa. El control del Atlántico y del Pacífico sur no debía quedar en manos de un solo país cuyas características geográficas podían convertirlo en poderoso vigía de la zona. No olvidemos que en aquellos tiempos era el paso obligado de todo el tráfico naval y, aún hoy, a pesar del Canal de Panamá, sigue siendo una vía de navegación de gran importancia. (Sejean)
Tomado Perú, en 1822 nombró a James Paroissien Consejero de Estado y Brigadier General, y lo envió, junto a Juan García del Río, a Londres para gestionar la coronación de un rey; proyecto que si no acabó cuajando, es probable que se debiese justamente al vizconde de Castlereagh, no por su acción al respecto, sino por su suicidio, que dio lugar a que ese mismo año fuese sustituido por George Canning.
El seguimiento llevado por Inglaterra sobre su actuación queda señalado en una carta del cónsul W. Parish al gobierno británico:
Aunque hasta su llegada (al Perú) el general San Martín había manifestado el mayor desinterés y declarado su intención de retirarse a la vida privada, no obstante cuando sus fuerzas tomaron Lima no vaciló en ponerse al frente del nuevo gobierno con el título de Protector. Parece existir poca duda de que el gran objeto de su ambición era mantenerse en esa situación. No vio realizados sus deseos y su propia conducta arbitraria hizo que surgiera una facción en su contra tan fuerte y violenta, no sólo entre los peruanos sino entre sus propios oficiales, que se vio obligado a renunciar y abandonar apresuradamente América del Sur. (Calabrese)
Pero la nómina de “circunstanciales” viajeros británicos que “casualmente” coincidían con San Martín es más larga… Entre ellos, Robert Proctor, que en 1823 casualmente viajaba a Perú haciendo escala en Buenos Aires.
No parece que Robert Proctor fuese una de las personas que conociese a lo largo de su prolongada estancia de cuatro meses en Londres. Sin embargo, este personaje afirmaría en 1825 que
...como tenia cartas para este hombre célebre (San Martín) tuve la oportunidad de verle mucho.... (Calabrese)
¿Cartas?... ¿De quién? Pero la nómina sigue siendo larga…
También recibió visita de cortesía por parte de John Thomond O´Brien, que ejerció de secretario y ayudante de campo de San Martín; juró lealtad británica a la Argentina y luego a la Confederación Perú-Bolivia. Lealtad que demostró ser muy cierta cuando en 1834 formó en la caballería rosista hasta que, en muestra de esa lealtad, se incorporó a la Confederación Perú-Bolivia, que en esos momentos estaba en guerra con las Provincias Unidas.
¿Aventurero?... en 1837 fue detenido por tráfico de armas, siendo liberado merced a la intermediación del primer ministro británico Lord Palmerston…
Cuando San Martín dejó Suramérica y volvió a Londres a iniciar su ostracismo en 1824 fue recibido por Paroissien y Duff.”
En el Archivo General de Simancas existe una declaración de Justo San Martín, hermano del prócer, coronel del ejército español, ante el consulado de Londres, el día 10 de agosto de 1824, o sea al poco tiempo de regresar aquél a Europa, transmitida por el encargado de negocios José María Castillo, al Secretario de Estado español, Luis María Salazar, en donde afirma que su hermano José de San Martín, le había confiado que: “de no haber sido por los esfuerzos del gobierno británico él no habría podido hacer lo que hizo en Sudamérica”. (Calabrese)
Pero su ostracismo en América no debía ser un asunto que le preocupase. Él sabía a quién servía, por lo que acabó siendo enviado a los Países Bajos para gestionar la Separación de Bélgica del reino de Holanda.
¿Qué tiene que ver este asunto con lo que estamos tratando?, preguntarán los incautos. Sencillamente demostrar que San Martín era un agente británico a un lado y a otro del Atlántico.
La separación de Bélgica era un asunto estratégico de primer orden para el gobierno británico, y para resolverlo, José de San Martín marchó a Bruselas donde permaneció hasta 1830, después de que fuese efectiva la independencia de Bélgica.
En la década de 1820-1830 invirtió Inglaterra grandes capitales en Bélgica para el establecimiento de la industria de máquinas y la explotación de yacimientos carboníferos. De allí que se acentuaron considerablemente los intereses británicos en Bélgica. Suplantada la influencia económica de Francia, Inglaterra miraba ahora con buenos ojos la independencia belga, cuya alianza le brindaría el control de un punto neurálgico y le posibilitaría el eventual desembarco en el continente. (Sejean)
Estuvo en la Logística de la Revolución de la Independencia Belga y cuando fue propuesto como Comandante del Ejército Revolucionario Belga, rechazó el cargo sugiriendo en su lugar a Juan Van Halen, hermano masón que acabaría señalándose en las guerras contra los carlistas como un sanguinario sin escrúpulos.
Y cuando de 1838 a 1840 se produjo el bloqueo francés, escribió a Rosas ofreciendo sus servicios a las Provincias Unidas, pero posteriormente, cuando de 1845 a 1849 se produjo un nuevo bloqueo, en esta ocasión conjuntadas Francia e Inglaterra, en carta de 28 de diciembre de 1845, emite carta al cónsul argentino en Londres, George F. Dickson, cuyo nombre también nos indica algo, en la que se expresa como sigue:
Por conducto del caballero Yackson, se me ha hecho saber los deseos de usted relativos a saber mi opinión sobre la actual intervención de la Inglaterra y Francia en la República Argentina; no sólo me presto gustoso a satisfacerlo, sino que lo haré con la franqueza de mi carácter y la más completa imparcialidad. (Calabrese)
Franqueza de carácter e imparcialidad que le permiten no significarse en el asunto. Actuando como consejero de confianza sin condenar el ataque en ningún momento, y aconsejando prudencia al objeto de no perjudicar las relaciones comerciales.
Tras lo expuesto, sólo nos queda afirmar con Juan Bautista Sejean que San Martin fue el sucesor de Beresford y de Whitelocke, o, para ser más preciso, el jefe de la tercera invasión inglesa al Río de la Plata.
De todo lo expuesto, los panegiristas de San Martín acostumbran a no hacer mención. Los masones, porque no es conveniente para sus objetivos revelar que las acciones son dirigidas desde la matriz, y aquellos que se niegan a aceptar la posibilidad de militancia masónica de quién tienen idealizado, porque se limitan a defender ese punto sin atender que el hecho de ser o no masón, al fin, no tiene ninguna importancia si quién no lo es ejecuta fielmente los planes masónicos.
A modo de ejemplo, podemos citar a Jordan B. Genta, quién haciendo piruetas dialécticas en defensa del agente británico San Martín, señala en su obra “Opción política del cristiano” que “La soberanía política comporta un señorío invocado y sostenido frente a las presiones extranjeras sean políticas, ideológicas, económicas o de cualquier otro orden.” Y señala más: “Es una necedad manifiesta sostener que una nación es políticamente soberana si está en dependencia económica y financiera del Imperialismo Internacional del dinero o del comunismo apátrida; no será más que una apariencia sin ser, con un gobierno títere y Fuerzas Armadas que se declaran el brazo armado de la soberanía popular, la cual es una pura ficción ideológica.
Sentencia con la que no podemos estar más de acuerdo… y que se encuentra en las antípodas de la actuación llevada a cabo por San Martín.
Pero aún así resulta curiosa la enfermiza adscripción al personaje por parte de algunos adictos, que llegando a admitir que San Martín era masón, llegando a admitir la evidencia, a saber, que sobre ser masón o no San Martín era agente británico, siguen obstinados en salvar el buen nombre del personaje, basándose en no se sabe exactamente qué. Así, Antonio Calabrese, varias veces citado a lo largo de este trabajo, y tras analizar la vida de San Martín afirma:
En consecuencia, podemos afirmar que si bien está probado que San Martín era masón activo, su actuación política es independiente de su condición masónica. Es más, podría decirse que su actuación política contradice algunas normas masónicas, sobre todo a aquellas que imponen la fidelidad al país de origen. (Calabrese)
Acto seguido afirma el mismo Calabrese que ni la masonería de las Provincias Unidas ni la de ningún otro país del mundo somete a sus miembros a los dictados de la política británica, ni a la de ninguna otra nación, algo que, a la vista de la actuación de San Martín, nos lo señala directamente como agente británico independientemente de su adscripción a la masonería, porque sería interesante señalar una sola actuación de San Martín que denote fidelidad a su país de origen… Su país de origen es España; su nacimiento en la España ultramarina.
Pero supuesta en esos momentos la existencia política de Argentina, y supuesto que San Martín hubiese sido realmente argentino, ¿qué actos de fidelidad a la Argentina llevó a cabo José de San Martín si todos los que desarrolló estaban dirigidos desde Inglaterra y para el beneficio de Inglaterra?
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