martes, mayo 15, 2018

LA INQUISICIÓN Y LA BRUJERÍA


Cesáreo Jarabo Jordán
pensahispa@gmail.com


La desinformación general sobre el tribunal del Santo Oficio propicia que existan creencias de lo más variopinto para cada una de las cuestiones con ella relacionada. Así, el año 2013, en Televisión Española, en una obra de ficción, “Águila Roja”, tuvieron la desfachatez de tratar el problema de las brujas en España, en una época que se puede situar en el siglo XVI, como si los hechos se hubiesen desarrollado, no en España, sino en Francia, Inglaterra o Alemania. Y eso es lo que queda en la memoria colectiva como verdad irrefutable: El culto a la mentira.


Pero si por casualidad la víctima intelectual de la Ilustración acaba aceptando la realidad en lo tocante a la brujería y a la Inquisición, siempre le queda el arma llena de orín que afirma “que en España, Portugal e Italia, el Santo Oficio tenía tanto que hacer persiguiendo a judíos, mahometanos y protestantes, que no le quedaba tiempo para perseguir también a las brujas. La revisión sistemática de los archivos inquisitoriales nos demuestra algo muy distinto. Calculo que la Inquisición en los países católicos del Mediterráneo llevó a cabo entre 10.000 y 12.000 procesos de brujería, que, no obstante, fueron sentenciados con penas menores o absolución.” 

¡A caramba!, al final resulta que la Inquisición sí trató temas de brujería… Sí, efectivamente la Inquisición trató temas de brujería. Según el historiador Joseph Perez, “En España se juzgó a tantas brujas como en los demás países; la gran diferencia consiste en que los españoles –gracias a la meticulosidad de la Inquisición- rara vez quemaron una bruja; mientras tanto, los tribunales de la mayoría de los países europeos perseveraron en esa práctica cruel hasta finales del siglo XVII.” 

Parece que, efectivamente, la Inquisición trató casos de brujería que por lo general acababan con los acusados en manos de médicos. Ese trato dado a la brujería hace destacar un caso de brujería tratado por la Inquisición: Las brujas de Zugarramurdi, en el valle de Baztan.

Por otra parte, en lo tocante a este asunto, “No fue la Inquisición quien inició la persecución sino la justicia civil en Suiza y Croacia. Resulta interesante ver cómo la Inquisición de Milán no sabía qué hacer con dos caminantes nocturnas, que en 1384 y 1390 confesaron haber participado en una especie de aquelarre blanco en el que el hada Madonna Oriente les instruía en la forma de ayudar a la gente a combatir la brujería.” 

Siempre en Europa y no en España, el tratamiento de la brujería nos señala que “de un cálculo aproximado de 1000 causas, el 63% fue juzgado por las autoridades civiles; el 17% corresponde a tribunales episcopales, mientras que el 20% corresponde a la Inquisición. La mitad de las 200 causas de que se trata, se debieron al inquisidor Heinrich Institoris, cuya persecución de brujas en el año 1484 había sido autorizada por una bula del papa Inocencio VIII.”  

Las brujas eran adoradoras del diablo, y a quienes confesaban los pecados de haber asistido a misa, los castigaban con azotes que eran infligidos por un brujo. Hacían un remedo de la misa y besaban al “demonio” en las partes pudendas. Acabada la misa, todos cometían actos impúdicos, renunciaban a todos los principios cristianos y esperaban el paraíso del demonio.

Para servir al demonio, profanaban tumbas de niños, a los que mutilaban, comiendo después las partes mutiladas, y llegaron a declarar que habían matado a muchos niños, a los que les chupaban la sangre y comían sus miembros ya que, según les decía el demonio, era mejor la carne de los niños asesinados por ellos.  Pero todo era mentira, producto de las mentes enfermas adoradoras del diablo y sometidas al influjo de determinados brebajes que consumían.

Cuando el fenómeno llegó a España con los que huían de la persecución en Europa, las gentes se alarmaron y comenzaron a contagiarse del espíritu europeo. “Como la violencia empieza a hacer estragos, el orden interviene. Lo hace depositando el problema en manos de la Santa Inquisición… hacia 1609…los inquisidores se dejan ganar por la presión…pero la Inquisición es una casa muy seria: hay que estudiar los sumarios, documentar las acusaciones…” 

Los días 7 y 8 de Septiembre de 1610 se celebró en Logroño auto de fe en que fueron relajadas once personas por brujería. Ese hecho movió a la Inquisición a realizar un estudio en profundidad sobre la brujería, lo que condujo a determinar que la brujería era un fenómeno que acontecía a personas enfermas, que como tal debían ser tratadas por especialistas. Ejemplar la actuación del Inquisidor de Logroño, Alonso de Salazar Frías que, mientras en Europa y sus dominios se quemarían brujas hasta un siglo después de que él hubiese fallecido, salvó del martirio a un número indeterminado de infelices.

La posición del Santo Oficio fue puesta a prueba con ocasión de los problemas de Zugarramurdi,”cuando en 1612, el inquisidor de Logroño, Salazar y Frías, hizo notar en un célebre informe dirigido a la Suprema, hasta qué punto carecían de fundamento los supuestos aquelarres e intervenciones diabólicas, reduciendo todo aquello a su real dimensión de habladurías y chismes, fruto de la ignorancia. Ese informe, donde textualmente se dice que no hubo brujas ni embrujados hasta que se habló y se escribió de ello, ha sido considerado como un monumento a la razón por encima de la superstición general reinante entonces.” 

Pero el asunto no queda en la genialidad de una persona; pocas cosas, en la Inquisición quedaban relegadas a la genialidad de una persona; así, don Alonso de Salazar coincide en sus postulados con los que defendía  Pedro de Valencia, “que había estudiado los procesos de brujería y llegado a la conclusión de que, en la mayoría de los casos, eran invenciones de los testigos, producto del miedo, manifestaciones de algún trastorno mental o, simplemente, una tapadera para encuentros indecentes.”  

Los inquisidores determinaron que estas actividades eran alucinaciones provocadas por la ingesta de determinadas drogas, y propio de gentes con salud mental deteriorada. Pedro de Valencia, teólogo, manifestó que “No debe hacerse gran caso de los testigos en estas materias aunque sean muchos y graves, porque sabemos que cuando los emperadores romanos perseguían a los cristianos, se justificó contra ellos con muchos testigos conformes que mataban niños, se juntaban de noche a comerlos y se mezclaban hombres y mujeres a oscuras para obscenidades horrendas….Pedro de Valencia concluyó manifestando que para ningunas causas necesitaba tanta crítica el santo oficio como para las de brujos y magos ; que seria conveniente se formase instruccion particular que sirviera de gobierno á los inquisidores en adelante, y que nunca le parecería seguro condenar á relajacion los negativos de este crimen por mas pruebas que hubiere, mediante ser todas ellas muy falibles, y que es mejor en caso de duda dejar sin la condena a un culpado, que castigar un inocente, ó imponerle mayor que la merecida.” 

Estos informes emitidos por especialistas no pasaron desapercibidos en la Inquisición. Consecuencia de ellos, “los Inquisidores españoles adoptaron frente a la brujería una actitud escéptica, y se las persiguió más por presuntos engaños o supercherías que por creyeran seriamente en sus contactos con el demonio y que hubiese componente herético en sus actividades.” 

Como consecuencia, y al considerar a la brujería como un acto de debilidad mental, “mientras que la Inquisición solía mostrarse dura y tajante con judios, mahometanos y protestantes, se mostró inusitadamente blanda en cuanto al castigo de la brujería y otras formas de delitos mágicos. Tan blanda, que considerado con los ojos de un europeo del norte o del centro de Europa, debió resultar un escándalo.” 

Obviando estos datos, siguen existiendo autores que hacen afirmaciones como la que sigue: “Durante la Edad Media la Iglesia reinventó la brujería como significante antagónico a la voluntad de Dios y como desafío a sus representantes legítimos en la tierra. La bruja mala, un invento de la teología cristiana. Todo lo contrario a su ordenamiento caería bajo el signo del pecado, estigma por excelencia de la violencia política de la Iglesia. Bajo sus fueros quedarían proscritos los conocimientos sobre el cuerpo y la sexualidad sometida al dominio del tabú; sobre todo la de la mujer, sometida irremediablemente a una cultura de subordinación patriarcal por encargo o maldición del Dios- Padre en Génesis.”  Para estudiosos de ésta categoría de nada vale remarcar la estadística incluida en la primera parte de este apartado de brujería, y que señala que fue el poder civil, y en Europa, no en España, quién se llevó la parte del león en la persecución de brujas. 

Esas cosas y otras, como el caso de Rodrigo de Xerez, el “importador” del tabaco de América, son usadas de forma aviesa por quienes desconocen o niegan con dolo la verdad histórica.

Rodrigo de Xerez, a lo que parece (no puedo dar fe documental mínimamente fundada), fue procesado por la Inquisición cuando lo vieron echar humo por la nariz y por la boca. Los alegres historiadores traducen el hecho como sigue: “El tabaco es originario de América. El mismo día de su desembarco en Cuba, en ese año especial de 1492, Colón y sus compañeros Rodrigo de Jerez y Luis de la Torre, observaron a los indios fumando tabaco. El primero de estos fue quien se encargó de llevar esta hierba a Europa; con tan mala fortuna que fue juzgado por la Inquisición y condenado a muerte.”  “En España, la Inquisición dejó bien claro, desde el episodio antes referido de Rodrigo de Jerez, que sólo  Satanás podía conferir al hombre la facultad de expulsar humo por la nariz y la boca. De esta manera, la Iglesia podía acusar a un fumador de pactar con el diablo, lo que en aquellos años equivalía a morir quemado en la hoguera.”  

Otros no tan drásticos aseguran que “Rodrigo regresó a España en La Niña, llevando a Ayamonte su gusto por el tabaco. Sus vecinos, escandalizados por verle echar humo por la boca, lo denunciaron a la Inquisición, que lo detuvo y encarceló por espacio de siete años, por sus hábitos paganos y diabólicos, dado que sólo el diablo podía dar al hombre el poder de arrojar humo por la boca. Cuando fue liberado, el uso del tabaco se había extendido ya por media Europa.” ; otros aseguran que la denunciante fue su propia mujer... La literatura al respecto es muy amplia; las referencias en Internet, muchísimas, pero todas coinciden en algo esencial: falta de rigor.

Después de todo, parece que, efectivamente, algo tuvo que ver Rodrigo de Xerez con la Inquisición por cuenta del tabaco, pero lo que también parece cierto es que, a pesar de quienes no dudan en aseverar que fue “quemado en la hoguera casi al mismo tiempo que Sir Walter Raleigh, que fue decapitado por el mismo motivo en la Inglaterra de Jacobo Estuardo” , tuvo que ser un cadáver que gozó de muy buena salud cuando en 1514 aparece como arrendador en Casarabonela (Málaga) , y más adelante, con fecha 18 de Septiembre de 1536 se efectúa en Sevilla el secuestro de una remesa enviada de América a nombre de Rodrigo de Jerez, hijo de Fernando de Jerez.  

En el proyecto de la Ilustración parece no tener razón de ser la información y la verdad. Por eso sigue afirmando que “La Iglesia, en su afán de tener el monopolio y control de la verdad y de los ritos mágicos, bajo el manto de proteger a los fieles para que no se aparten del sendero de la fe, demostró gran credulidad en el Diablo o Satán, lo que no deja de ser una herejía y una gran ignorancia de la psicología humana. La mayor parte de los casos eran problemas psicológicos, pero los enfocó todo desde una distorsionada y errada perspectiva religiosa y se dejó arrastrar por los prejuicios sexistas que, en mayor o menor grado, dependiendo de las épocas, siempre mantuvo.”  

Esta sentencia, de marcado sentido sofista, deja bien a las claras no sólo la falta de preocupación por el conocimiento de la verdad sino la voluntad de crear la verdad a partir de unos principios erróneos. Lo que sí parece cierto es la existencia de un ente capaz de controlar lo que se debe difundir y lo que se debe callar; capaz de crear un manto “protector” de quienes tienen la obligación de creerse libres desconociendo qué es la libertad. Sofistas que, una vez determinado y acotado el problema por quienes tienen capacidad para ello (como es el caso de los inquisidores citados), se apropian de la conclusión, se convierten en libertadores de los mismos a quienes han llevado a la hoguera, y aprovechan para culpar del hecho, naturalmente, a la Iglesia, cuando ellos, y sólo ellos son quienes siempre han conducido a la gente a la hoguera. 

















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