domingo, octubre 09, 2022

El galeón de Manila



El galeón de Manila

Unir el mundo era, en el siglo XVI, una obsesión manifiesta en la corona española. 

Ya en 1521 Magallanes inició una saga que, si le costó la vida, terminó con éxito Juan Sebastián Elcano culminando la primera vuelta al mundo, aunque sin conseguir encontrar el camino de vuelta de Filipinas a Nueva España.

Nuevas expediciones: la de Loaysa en1525, Saavedra en 1527 y Villalobos en1543 obtuvieron el fracaso como resultado, y no sería hasta 1565 cuando Miguel López de Legazpi, y muy principalmente su piloto, Andrés de Urdaneta, verdadero descubridor del tornaviaje, logró realizar la hazaña de encontrar el camino de vuelta tan deseado.

Con la gesta de Urdaneta daría comienzo la ruta comercial más importante del Pacífico, con una longitud de 8.200 millas, que duraría dos siglos y medio, la más duradera de la Historia. Se trata de lo que se llamó Galeón de Acapulco, Nao de la China o Galeón de Manila. Una ruta que tenía su continuación hasta la Península y que protagonizó el ser la primera ruta de comercio mundial de la historia, además de la más larga de su época. La totalidad del trayecto desde España hasta Filipinas sumaba alrededor de 15.000 millas náuticas.

Si el galeón posibilitó la consolidación de la presencia hispana en Filipinas, la creación de una ruta regular entre Nueva España y Filipinas aportó cambios socioeconómicos de una importancia capital para toda el área del Pacífico, y convirtió a Manila y a Acapulco en sendos emporios comerciales. 

En los primeros años zarpaban hasta cuatro galeones anualmente, pero a partir de 1593, a instancias de los comerciantes de Sevilla, su número se limitó a dos, que al principio desplazaban 300 toneladas, pero paulatinamente fueron incrementando el tonelaje.

Las condiciones climáticas exigían iniciar la marcha de Manila entre julio y agosto, siendo que en condiciones normales tardaban  cinco o seis meses, llegando a Acapulco en diciembre o enero.  Los viajes de Acapulco a Manila debían realizarse entre los meses de marzo a junio.

Su actividad fue ininterrumpida durante 250 años, entre 1565 y 1815, habiendo llegado a realizar un total de 662 viajes en los que llegaron a utilizarse 163 embarcaciones de diversos tipos, para cuya construcción se prefirió los astilleros de Filipinas, si bien quince fueron construidas en Nueva España, la mayoría de las cuales desplazaban entre las doscientas cincuenta y las quinientas toneladas, si bien las hubo que desplazaban más de mil quinientas. El Rosario  y el  Santísima Trinidad desplazaban 1700 y 2000 toneladas, respectivamente.

Transportaba  mercancías caras, con valores que llegaban hasta los 2.500.000 pesos. De Nueva España se llevaba a Manila vacas y caballos, herramientas, textiles y muchos tipos de plantas: maíz, cacao, tabaco, caña de azúcar, cacahuete, tomate, calabaza, papaya, pimiento… Entre los materiales que transportaba desde Manila se contaban marfiles, piedras preciosas, sedas, jade y porcelanas chinas, sándalo de Timor, utensilios y muebles de laca japonesa, especias como clavo y nuez moscada de las Molucas, canela de Ceilán, alcanfor de Borneo, jengibre de Malabar, así como damascos, lacas, tapices, perfumes, etcétera. El Galeón también transportaba productos como algodón, cera, mantas de la isla de Ilocos y canela de Mindanao, la única especia que se recolectaba en Filipinas, materias que, una vez en Acapulco serían distribuidas a México, Perú, y mayoritariamente llegarían a Veracruz por el conocido como “Camino de China”, donde eran embarcadas en la Flota de Indias, que las transportaría a Sevilla.

Pero las consecuencias del Galeón de Manila no fueron exclusivamente económicas. La Monarquía tenía otros principios, que eran los que la llevaron a la conquista del mundo, y que particularmente quedaron expresados precisamente en la conquista de Filipinas que, siendo en principio muy lesivo para la economía, siguió adelante porque “había almas que salvar”.  

No obstante, estamos hablando de cuestiones económicas, y en este sentido, colonos españoles mayoritariamente de origen mexicano, se trasladaron a las islas, dando lugar a un nuevo mestizaje… que se vio incrementado con la emigración de Filipinas hacía México. En definitiva el Galeón facilitó la consecución de los objetivos espirituales y materiales de la Corona. 

Y hablando de cuestiones económicas, la plata que transportaba, de alta cotización en Asia, permitía comprar todos los artículos suntuosos fabricados en Asia y venderlos luego en América y en Europa… Y este tráfico llamó poderosamente la atención de las potencias europeas, que estaban desarrollando una actividad de piratería de envergadura.

Era un objetivo francamente difícil, ya que desconocían la ruta de Urdaneta, que permanecía como secreto de estado. No obstante, Thomas Cavendish asaltó el galeón Santa Ana el 9 de septiembre de 1588 y tras destruir el 90% del cargamento por incapacidad para transportarlo, llegó a Londres con una sola nave que llevaba las velas forradas en seda de la China. El pirata fue recibido como un héroe por la reina inglesa.

No sería el único contratiempo ocasionado por los ingleses, ya que el 22 de diciembre de 1709, William Dampier capturó el Nuestra Señora de la Encarnación y el Desengaño, al que renombró Batchelor.

El navío Nuestra Señora de Covadonga, fue atacado en 1743 cerca de Filipinas, por el pirata inglés George Anson.

El navío Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin que en agosto 1762 partió de Cavite hacia Acapulco, regresó a Filipinas el 2 de octubre, por averías graves, desconociendo que Manila había sido tomada por los ingleses. Fue atacado y no pudo usar los cañones, que los tenía almacenados en la bodega. Fue conducido a Portsmouth (Inglaterra), donde su venta procuró una verdadera fortuna a sus captores.

En conjunto, entre los ataques de los piratas y los desastres de otro tipo, el 14 por ciento de los viajes no llegaron a destino.


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