Llevamos demasiados años, siglos ya, lamentándonos los españoles por las actuaciones de nuestros ancestros.
Nos enseñaron a nosotros, y antes a nuestros padres, y antes a nuestros abuelos, que somos un pueblo de patanes; que estamos anclados en la torpeza, en la incultura, y que es incomprensible que un pueblo tan atrasado como el nuestro pudiese conformar en su momento el imperio más extenso del mundo
Lo que sí estaba claro es que, con respecto a Europa éramos su estercolero; algo de lo que no se podía esperar sino servilismo.
Y en ello estamos.
La labor la realizaron a la perfección. Para ello se tomaron todo el siglo XVIII para borrar de la mente del pueblo español su realidad histórica; le borraron la grandeza de su actuación en los siglos anteriores tanto en Europa como en América y en el resto del mundo; rebajaron la cultura general a mínimos; de un pueblo que a mediados del siglo XVIII estaba alfabetizado en porcentajes cercanos al 50%, consiguieron un pueblo que a principios del siglo XIX tenía un índice de analfabetismo cercano al 90%.
Y llegado el siglo XIX, los mismos que habían conseguido esos objetivos, hablaban de regeneración y se referían al tiempo pasado como el “antiguo régimen”. Al que acusaban de todo el retraso que padecía España con relación al mundo europeo.
Y tenían razón, pero el antiguo régimen que había conseguido esa situación era el régimen que ellos habían conformado en base a la Ilustración. Pero al utilizar el concepto “antiguo régimen”, conseguían que la gente entendiese que el régimen culpable de la situación no fuese el ilustrado, sino el régimen polisinodial que había dado la grandeza a España durante los siglos XV a XVII.
Instituciones como la Santa Hermandad o el Corregidor son obra del régimen polisinodial que gobernó las Españas antes de la llegada de la Ilustración, y su importancia en la construcción de la América Hispánica es de primer orden, aunque precedieran a ésta, porque al fin la América Hispánica es tan España como la Europa hispánica.
Así, la Santa Hermandad nació dieciocho años antes del 12 de octubre de 1492, y sin embargo tuvo reflejo en la construcción de la nueva sociedad hispánica transoceánica. Y es que la situación en un momento y en otro, en un lugar y en otro, no era tan diferente.
Si en la Castilla de 1474 el trono estaba degradado; los privados, corruptos; los grandes, insolentes; el clero, relajado; la moral pública, inexistente; los bandos, enfrentados; los caminos, inseguros; la justicia, escarnecida; el pueblo, en la miseria y los magnates, en la opulencia, en el nuevo solar patrio podían interpretarse esas situaciones en los enfrentamientos entre naturales o en las costumbres antropófagas.
En ambos casos se hacía necesario implantar un orden que sólo las extraordinarias cualidades de unos reyes jóvenes, inteligentes y decididos podían llevar a cabo.
Sólo era necesario rodearse de personalidades con categoría moral e intelectual suficiente para completar el programa de total renovación que los Reyes Católicos plantearon primero para la España europea y luego para la España americana.
Hicieron disminuir la cantidad de mercedes otorgadas a la nobleza desde el reinado de Enrique IV y supieron cortar radicalmente los abusos. Las cortes de Toledo de 1480 darían impulso a la jurisprudencia y sentenciarían los atropellos llevados a cabo por los nobles hasta ese momento.
Los Reyes Católicos lograrían controlar la gravísima situación social y política en que estaban sumidos sus reinos, en los que la violencia, la crisis institucional, el descontrol más absoluto de los nobles y la inoperatividad de la justicia eran sus señas de identidad.
Y esa actuación tomó forma en la conocida como Santa Hermandad, de la mano de un personaje extraordinario, Alonso de Quintanilla, que ordenó la hacienda pública, y que atendiendo las milicias municipales existentes desde el siglo XI, dio en crear una policía conocida como la Santa Hermandad.
Quintanilla y la Santa Hermandad fueron piezas esenciales en el ascenso de los Reyes Católicos, que dieron autoridad a los concejos para combatir la delincuencia, de la que no se encontraba alejada una parte no menor de la nobleza, y fue la Santa Hermandad la institución que primero se extendió por toda España.
Y a ella siguió el Santo Oficio de la Inquisición, cuya importancia en la historia queda significada por haber sido señalada como diana de todas las diatribas que la Ilustración es capaz de imaginar, y que el conocimiento del asunto nos permite señalar como perfectamente mentirosas, producto de una ideología que cataloga la mentira como virtud.
Los años que precedieron el reinado de los Reyes Católicos, cargados de enfrentamientos, fueron limitados con la instauración de la Inquisición, que aportó garantías jurídicas hasta entonces inexistentes. Es obra humana y como tal imperfecta, pero lejos de lo que proclama la leyenda, posibilitó que el número de víctimas generadas por motivos de religión, a lo largo de toda la Hispanidad, fuese radicalmente inferior al número de víctimas de cualquiera de las múltiples persecuciones religiosas sufridas por los distintos pueblos europeos a lo largo de la edad moderna.
Es tal la sarta de injurias encajadas por la Inquisición que el curioso queda profundamente extrañado al conocer que no pocos delincuentes, al ser apresados procuraban hacer alguna cosa que asemejase herejía a fin de ser derivados a la jurisdicción inquisitorial, donde iban a ser mejor tratados; o que por ejemplo los indios, no entraban en su jurisdicción.
Pero si, al fin la Inquisición es una institución de la que, aunque de forma tergiversada, todos saben de su existencia, hay otros asuntos probablemente de mayor envergadura, de los que sin embargo no se tiene la menor noticia.
Una de ellas puede ser las Cortes de Toledo de 1480, que fue punto de inflexión necesario para cortar los excesos de una clase nobiliaria que en no pocas ocasiones se había convertido en delincuente.
Fuertemente influidos por el derecho romano, los Reyes Católicos afrontaron la tarea de consolidar un nuevo estado acudiendo a la tradición y afrontando la reforma completa del sistema de justicia, pero aplicando una novedad: los miembros del Consejo no fueron elegidos entre los nobles, sino entre gente formada intelectualmente, orientado a servir al reino en tiempo de paz.
Y al objeto de garantizar el buen gobierno se marcó el juicio de residencia al finalizar el mandato de los cargos públicos, empezando por los virreyes y los presidentes de audiencia.
Una de las figuras generalizadas por las Cortes de Toledo fue la del corregidor, cuyo inicio lo encontramos a mediados del siglo XIV cuando se aplicaba en circunstancias excepcionales. Con los Reyes Católicos se generalizó siendo figura imprescindible en la historia municipal de medio mundo.
El corregidor, que debía tener importante formación jurídica, actuaba como juez, pero era mucho más, ya que tenía competencias en cuestiones militares, policiales, de salud pública, económicas y hasta de moralidad.
Y para hacernos cargo de lo que era el Corregidor, baste señalar que cuando en el siglo XIX fue suprimida la figura del corregidor, lo hizo para dar paso a las diputaciones provinciales.
Toda la actividad jurídica desarrollada por los Reyes Católicos estaba incardinada en el conjunto de la política general de la monarquía y conformaba su estructura, aportando la fortaleza que resultaba necesaria para llevar a buen fin la culminación de la Reconquista, cuyos esfuerzos se estaban centrando en la toma de Granada, acción que estaba siendo entorpecida por muchos nobles que actuaban por su cuenta, y en ocasiones, como en el caso de Pedro Pardo de Cela, directamente en contra de la monarquía.
No eran los únicos frentes que debían atender los Reyes Católicos; también los turcos, el Papa aliado de Francia, el asesinato del inquisidor Arbues, la revuelta de los remensas, el acoso de la costa catalana por parte de piratas venecianos. Con todo pudieron, y la descomposición de las élites musulmanas de Granada les allanó el camino.
Mientras Boabdil y el Zagal se enzarzaban en una guerra civil que les resultó fatal, las plazas eran tomadas una tras otra, y llegó el caso de Baza, donde su defensor, ante la presencia de la reina, le entregó la ciudad y se bautizó.
Para 1490 la única autoridad andalusí era Boabdil, y en 1491 fue construido de cal y canto el campamento que albergaba las tropas destinadas al asedio de Granada: Santa Fe. Ante esa situación, el 25 de noviembre, Boabdil comunicó que en 65 días haría entrega de Granada, lo que provocó graves algaradas en la Alhambra, obligando a adelantar la entrega de la ciudad al 2 de enero de 1492.
En Santa Fe se encontraba Cristóbal Colón esperando capitulaciones que le permitiesen hacerse a la mar en busca de las Indias navegando hacia occidente.
No eran pequeñas las exigencias de Colón (ser virrey, almirante, derecho a nombrar gobernantes…)
El 3 de Agosto partían finalmente del puerto de Palos ciento veinte personas. España cerraba una epopeya secular mientras abría otra epopeya secular.
Una epopeya que debía ser gobernada. Y la necesidad crea el órgano. Ningún otro que el sistema polisinodial; un sistema político que fue capaz de mantener España en la cota más alta de todos los ámbitos durante al menos dos siglos. Un sistema administrativo central que coordina una red de organismos colegiados, los conocidos como Consejos; un sistema que se acopla a la nueva realidad cambiante de los siglos XV-XVI, y que permite a la autoridad real alcanzar los más distantes puntos de unos reinos en los que comenzaba a no ponerse el sol. Un verdadero “sistema de frenos y contrapesos”, “principio de separación de poderes”, no postulado teóricamente, sino nacido y desarrollado de acuerdo con las necesidades de la realidad.
El sistema polisinodial, fue heredado y ampliado por Carlos I y por Felipe II, dando una estructura que permitía la gobernación del ancho imperio solar salvaguardando y armonizando los derechos de los más dispares pueblos, que localmente se gobernaban por cabildos que a través de las estructuras estaban ligados al virreinato y a la corona.
La organización sinodial pasó por varias etapas y tomó diversas formas, como consilium regis, palatium regis, aula regis, curia regis, senatus, es decir, un híbrido entre la asamblea germana, el senado romano, y el concilio eclesiástico. Y los virreinatos conformaban una estructura política sujeta a los Consejos.
Esa organización política, sofisticada, eficiente y superior a otras organizaciones contemporáneas, posibilitó el desarrollo de las artes en el más amplio espectro de la palabra, y se plasmó en asuntos concretos, materiales e inmateriales.
Entre ellos podemos destacar el conocido como “camino español”, que comunicaba España con los Paises Bajos españoles mediando la diplomacia combinada con la construcción de caminos y puentes a través de Milán, Génova, Saboya, Franco Condado, Lorena, Luxemburgo y Lieja, por los que circularían, durante más de medio siglo, más de 120.000 soldados de los Tercios.
Esta actividad se compaginaba con el desarrollo de las humanidades, que alcanzaron gran importancia como consecuencia del descubrimiento de las Indias.
El debate jurídico, cultural y científico alcanzó las mayores cotas conocidas, dando lugar a la conocida como Controversia de Valladolid, que tuvo lugar en esa ciudad entre Agosto de 1550 y mayo de 1551 entre canonistas y teólogos que se cuestionaban la licitud de la conquista.
La élite de la intelectualidad española marcaba el camino de la jurisprudencia, que dio lugar al nacimiento del derecho internacional y al cuestionamiento de la guerra justa, y dejó marcado el reconocimiento de derechos jurídicos en los indígenas.
La Controversia significó un hito sin precedentes en el Derecho Internacional ya que fue la primera vez en la historia de la Humanidad en la que un pueblo conquistador puso a discusión su derecho a acometer una conquista que estaba llevando a efecto.
Como consecuencia se dio lugar a un monumento legislativo que sólo tiene comparación con el Derecho Romano; se trata del Derecho de Indias, que en la Universidad española ni se le estudia ni quizá se tenga conocimiento del mismo.
Y no fue la presión internacional la causante de la misma, sino que fue generación espontánea de España, que de inmediato determinó que los indios pertenecían a la raza humana, y que no podían ser esclavizados… Desde el primer momento, el sistema jurídico comenzó a generar leyes que alcanzaban aspectos que otros han llegado a conocer bien entrado el siglo XX. Las leyes de Valladolid de 28 de julio de 1513 moderaban el trabajo limitando la jornada a ocho horas, y tratándose de mujeres, entre otras cuestiones atendía la baja por maternidad a partir del cuarto mes de gestación y hasta que el niño cumpliese 3 años y se prohibía el trabajo de los niños.
Y en algunos territorios se exigía que los gobernadores de indios fuesen indios.
Y para controlar su aplicación, se ordenaba la existencia de dos visitadores en cada pueblo, encargados de controlar el cumplimiento de lo ordenado mediante visitas “sorpresa” a las encomiendas.
Por otra parte en 1532 se creó una institución dedicada a aconsejar y acompañar legalmente al indio. Se trata del protector de indios, que no podía ser destituido sin causa legítima, siendo que el origen de la figura podemos encontrarlo en el defensor de la plebe de Roma o en el Justicia de Aragón.
Medidas que atendían la diferencia entre igualdad jurídica y uniformidad; así, para alcanzar esa igualdad, los indios disfrutaban de un estatuto especial, lo que significó una serie de privilegios que les protegía de las argucias legales y les permitía acceder a procesos sumarísimos en los que podían decir y alegar contra las confesiones de sus abogados, revocar peticiones anteriores o presentar nuevos testigos.
Pero había más; en 1518 se celebraron Cortes en Santiago de Cuba. A las mismas asistieron representantes de las poblaciones, y en 1532, los representantes de los Cabildos de Baracoa, San Salvador de Bayamo, Santa María de Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Trinidad y San Cristóbal de La Habana, se reunieron también en Cortes.
Y en 1519 era creado el Real y Supremo Consejo de Indias, encargado de organizar los virreinatos y las capitanías generales y daba el visto bueno o los reparos a la legislación generada en los virreinatos, y era el Tribunal Supremo de Justicia para las Indias.
A su amparo funcionaban los cabildos, indígenas y de españoles, que iban constituyéndose al compás de la conquista.
El municipio supuso el elemento civilizador que aseguraba la soberanía española que garantizaba la existencia de un gobierno local independiente para la resolución de las cuestiones más cercanas a sus habitantes. En México, el oficio de alcalde se eligió de forma rotativa a partir de 1555 entre los indios resistentes en los barrios que ocupaban, y algunos caciques, como por ejemplo los de Tlaxcala, continuaron en las funciones que desarrollaban antes de la llegada de España, pero ahora investidos como jueces y gobernadores de la Corona.
El gobernador indio era elegido entre los tlahtoque titulares y algunos de sus pipiltin (caciques subordinados), con lo que los pueblos subordinados pasaban a formar parte del gobierno municipal, posibilitando al fin la permanencia de cargos prehispánicos como el tequitlato o reclutador del trabajo y tributo del macehual; el tlaoltequitl o guardia del maíz tributado; o el tianquiztopile o inspector del mercado.
El ordenamiento jurídico se completaba con el Juzgado General de Indios, compuesto por un cuerpo de juristas jóvenes, entre los que también había licenciados indios, como el cacique de Tlaxcala, que fungían como representantes de su pueblo ante la Audiencia, destinado a asesorar y a defender a los naturales en los procesos en que se veían envueltos y recibían supervisión en los contratos que suscribían. También se creó la figura del Agente de Indios, encargado de representar a los mismos, tramitar sus causas y asesorarles tanto en español como en nahuatl.
Los gastos generados por semejante maquinaria serían sufragados por los naturales mediante un tributo especial. Algo que fue reclamado por ellos mismos, al negarse a que ese costo fuese atendido, no como incremento de impuesto, sino tomado del cómputo total de tributos.
Estamos hablando de tratados, y es que la conquista se hizo a base de tratados.
Desde el primer momento se llevaron a efecto tratados. Hernán Cortés conquistó Tenochtitlan merced a los tratados convenidos con los pueblos que se encontraban sometidos al imperio azteca.
Y lo mismo sucedía al sur con la conquista del Tahuantinsuyu. Cierto que hubo enfrentamientos bélicos, tanto en el extremo norte como en el extremo sur, pero al fin fueron de una importancia menor en el conjunto de lo que la Monarquía se negaba a denominar conquista.
La justificación de la presencia de España en América era la evangelización y la población, y era voluntad manifiesta que predominase la paz, pero no siempre los naturales estaban por la labor, y en el norte tuvo lugar la guerra Chichimeca entre 1550 y 1600, donde la actuación misional y militar fue simultánea y donde los protagonistas principales serían los tlaxcaltecas y los otomíes, que fueron quienes fundaron ciudades y asentaron la población levantisca.
En el sur, el 24 de agosto de 1566 se alcanzaba la paz en la región con el Tratado de Acobamba con Titu Cusi Yupanqui, y en el ámbito del extremo sur sería la diplomacia la principal arma utilizada para alcanzar la paz con la Araucanía, donde el 6 de enero de 1641 con el “parlamento de Quilín”, en el que la corona española y el pueblo araucano se reconocían mutuamente. Y esa misma política la vemos reflejada en otros ámbitos territoriales, como es el caso del Gran Chaco o de la Pampa.
Y si, se trata de tratados firmados en documentos escritos que, sólo en la Araucanía llegaron a un total de 34 tratados. Y es que para esa época, ya había naturales con conocimiento suficiente tanto de la lengua española como de la aplicación del derecho.
(waitangi)
Tengamos en cuenta que el tratado de Acobamba, tuvo lugar tras un periodo extremadamente conflictivo tras la conquista del Perú en 1532.
Los conflictos se enquistarían durante más de treinta años hasta que se firmó el “Tratado de Acobamba” el 24 de agosto de 1566.
Y sí, se firmó porque los responsables de ambas delegaciones tenían suficiente formación.
Esa formación, que inequívocamente estaba presente en las autoridades llegadas desde España, estaba debidamente documentada, como documentada estaba la situación económica de los funcionarios que eran enviados, y que, inexorablemente serían sometidos a juicio de residencia al finalizar su mandato.
Una costumbre procedente del Imperio Romano de Oriente, más adelante asumido por el Código de las Siete Partidas, y que finalmente fue regulado por las Cortes de Toledo de 1480, obligaba a los funcionarios a permanecer en el lugar que habían administrado para que los habitantes pudieran promover acciones en su contra por posibles actitudes llevadas a cabo y que fuesen contrarias al buen gobernante.
El juicio de residencia fue un procedimiento habitual, automático y prefijado que significó un freno a la corrupción por parte de los funcionarios.
Y es que la política indiana tuvo una envergadura que ya hemos calificado de una relevancia propia a la del derecho romano.
Tenemos las leyes esperando ser debidamente estudiadas por las facultades de derecho, y tenemos autores que destacaron en su creación, desarrollo y estudio.
Y encontramos en la Construcción de la América hispánica personas concretas que desarrollaron una labor digna de mención; llámese Colón, Cortés, Pizarro, Vitoria, Chaves, Sahagún, y un etcétera cuyo relato nos puede llevar al tedio.
Cada uno de ellos fue mimbre necesario para la confección del gran cesto que es la Hispanidad.
Personajes que, como Juan Solórzano nos legó un espectacular trabajo en su “política indiana”, donde deja meridianamente claro que los indios eran libres por naturaleza, personas que no podían ser privadas de su libertad; cuestiones que son contempladas en las Leyes Nuevas de 1542 y son reforzadas por otras cédulas reales.
Y es que es conveniente, sin olvidar los personajes señeros que son universalmente nombrados, tener en cuenta personajes señeros que son absolutamente desconocidos por el gran público.
No podemos olvidar a héroes de la Hispanidad como Moctezuma, como su hija Isabel, como la suegra de Francisco Pizarro, Mama Contarhuacho; como Bernardo de Boil, o como Alonso de Cháves, un personaje de primerísimo orden, científico que murió a los 90 años ejerciendo su profesión de cosmógrafo y alma mater de la cátedra de cosmografía de Sevilla, centro de ciencia de importancia principal en las labores de descubrimiento que serviría para el desarrollo de la medicina, de la meteorología, de la agricultura, del cómputo del tiempo, del perfeccionamiento del calendario o de la filosofía natural.
Pero es que la Cátedra de cosmología no era sino una sección de la Casa de Contratación, que centralizaba el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo, lo que es decir el comercio mundial, cuya responsabilidad alcanzaba también a dar constancia de las noticias históricas de los lugares descubiertos.
No debemos olvidarnos de Juan de la Cosa, autor del primer mapamundi y sustancial cronista que nos da cuenta de tantas situaciones hasta entonces desconocidas a este lado del océano, y que alerta de posibles problemas que afectaban gravemente a la navegación, como la acción de la “broma”, un gusano acuático que carcome el casco de las naves hasta llegar a arruinarlas.
Hombres de ciencia que resultaban imprescindibles para llevar adelante la gesta del descubrimiento. Sin la ciencia, jamás se hubiesen atrevido a cruzar la mar océana, y con toda seguridad, el Océano Atlántico seguiría siendo conocido como Mar Océana, más que como Océano Atlántico.
Y es que siempre hemos admirado aquellos espíritus osados que armados con una espada se lanzaban al océano y a la selva a conquistar, que protagonizaban gestas que causan admiración… y si, a todos ellos los admiramos y los tomamos como ejemplo, pero también deben ser tomados como ejemplo quienes hacían posibles esas gestas desde su laboratorio o su mesa de trabajo.
Y si la Casa de Contratación fue mesa de trabajo para expediciones marítimas, la academia mathemática, creada por Felipe II, fue la que abarcó otros aspectos de la ciencia y dio lugar a un ejército de científicos que atendía el desarrollo de la ingeniería militar y el de las matemáticas, arquitectura, cartografía, obras públicas, cosmografía, navegación, economía, historia, demografía, geología o botánica, habiendo alcanzado la excelencia educativa en todos los campos.
Esa actividad no tardaría en dar frutos; así, se llegó a alcanzar cierta luz en el misterio de la longitud para el cálculo de las coordenadas.
Si desde el siglo III antes de Cristo tenían claro los científicos la esfericidad de la Tierra, y desde el siglo II se venía usando el astrolabio, la falta de conocimiento para el cálculo de la longitud hacía que la navegación fuese siempre de cabotaje, sin arriesgarse nadie a perder de vista la costa.
En 1535, Alonso de Santa Cruz cosmógrafo mayor con Carlos I y con Felipe II, presentaba un instrumento para medir la longitud por las distancias de la Luna y los planetas al tiempo que presentaba una carta de marear con indicación de las desviaciones de la aguja, y desarrolló trabajos sobre náutica, cartografía y astronomía, que eran esenciales en el proceso de descubrimiento y conquista del mundo en el que España estaba inmersa.
Ese desarrollo científico tenía una referencia: el meridiano de Toledo, referencia obligada para determinar la posición de los barcos en alta mar. Fue el meridiano cero para el descubrimiento de las dos terceras partes del planeta Tierra.
Desarrollo en el que tomaron parte numerosas personas, que tuvo una aplicación inmediata y significó la Edad de Oro de España, y cuyos logros han servido para el desarrollo de la humanidad. Podemos señalar como uno de los más significativos el calendario que utilizamos ahora mismo, el calendario gregoriano.
No es cuestión menor el cálculo del calendario, siendo que el precedente, el calendario juliano, vigente desde el 46 a.C. y mucho más exacto que los precedentes, contenía un error de 11 minutos y 14 segundos que hacía que se acumulara un día cada 128 años, lo que tenía como consecuencia que las estaciones y las fiestas móviles (como la Semana Santa) tuviesen lugar en una estación diferente. Las modificaciones aplicadas por el calendario gregoriano hacen que el desfase sea de un día cada 3300 años.
Su aplicación en 1582 significó que en la noche del 4 de octubre desaparecieron los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre, pasando directamente al día 15. Fue en ese momento cuando se creó el día 29 de febrero, que tiene vigor cada cuatro años.
La implantación fue muy rápida, pues fue aplicada por España, Portugal y el Vaticano. El resto tardaría 200 años en asimilarse.
Pero no era sólo el calendario; las corrientes marinas también fueron descubiertas por España. Cierto que la gloria a España ha sido robada de forma metódica, pero aunque la Corriente de Humboldt sea conocida con ese nombre, lógicamente fue descubierta siglos antes de que Hulboldt transitase por el lugar; fue descubierta y relacionada por Andrés de Urdaneta en el siglo XVI, como fue descubierta por otro español, de nombre Antón de Alaminos, la corriente del Golfo el 27 de marzo de 1513.
Nada extraordinario si lo comparamos con la voluntad de ocultar el hecho.
Como tampoco sería extraordinaria la acción de España llevada a cabo con la creación de hospitales, escuelas y universidades a lo largo y ancho de América y de Filipinas, si no fuese porque la leyenda negra divulgada contra España ha conseguido engañar al propio pueblo español, que ha creído que la acción llevada a cabo por otros ha sido la llevada por España, y que la llevada por España ha sido la que han llevado ellos.
De los 155 hospitales establecidos en la Nueva España a lo largo del siglo XVI pervive el hospital de Jesús, y de las 26 universidades fundadas perviven dieciséis en la actualidad.
Hablamos de hospitales y hablamos de universidades, pero es que la España de los siglos XVI a XVIII fue una fuente inagotable de cultura, humanismo y progreso en todos los campos, donde destacaban ingenieros y filósofos, médicos y poetas, pintores y anatomistas…
El siglo de oro es un momento de gloria de los anatomistas españoles, que descubren la circulación de la sangre, que imprimen un espectacular avance a la cirugía, a la medicina, a la farmacología y al humanismo médico. Se analiza todo tipo de fuentes de la medicina, se describen las propiedades de las plantas medicinales; se estudia la psique humana, se realizan las primeras autopsias, se hacen tratados de higiene y de dietética, o se profundiza en la enseñanza de todo lo relacionado con la salud humana, y muy en concreto con lo relacionado con la cirugía.
Pero es que hubo más. ¿Qué sabemos de la malaria?, ¿qué sabemos de la quinina? En 1652, y en Perú se llegaron a conocer las propiedades de la quinina, un bien para la humanidad que el rey de Inglaterra, Carlos II, enfermo de malaria, se negaba a utilizar porque procedía de España. Luego que se la hicieron tomar, el intento por tomar poder sobre el árbol de la quina era uno de los objetivos de las flotas piratas al servicio de Inglaterra y de Holanda.
Otros aportes médicos saldrían de investigadores españoles; por ejemplo, tratamientos contra la lepra y las enfermedades venéreas, descubiertos por Fco. Javier Balmis. Pero su gloria es incluso superior gracias al descubrimiento del británico Edwar Jenner.
Jenner descubrió la vacuna de la viruela, enfermedad que en esos momentos azotaba al mundo entero, pero el invento no fue más allá de Europa sino por la acción de Fco. Javier Balmis, que con el apoyo de la corona organizó en 1803 la expedición filantrópica de la viruela extendiendo el beneficio de la vacuna a América, Asia y Oceanía.
También en ese mismo ámbito de la medicina debe ser destacado Fidel Pagés Mirabé, que en 1921 descubrió la anestesia epidural a lo que dio debida difusión, pero al no haber sido publicado el artículo en inglés un plagiario estuvo a punto de quitarle la gloria.
Y en el terreno de la filosofía, también la Escuela de Salamanca da muestras sobradas de su capacidad creadora dentro de la vía tomista de la Escolástica.
Pero es que ya en un tiempo tan adelantado como en la segunda mitad del siglo XVII, ya alejado en el tiempo del esplendor de la Escuela de Salamanca, nos encontramos con un personaje como Diego de Avendaño, creador de la teoría del probabilismo, teoría que es sencillamente desconocida en las universidades españolas, pero que es clara muestra del nivel intelectual desarrollado en la España americana, en particular en la Universidad de Charcas y en la Chuquisaca.
Por su parte, Felíx de Azara publicó a principio del siglo XIX estudios sobre las variantes entre especies de una misma familia, de donde dedujo que los seres estaban sujetos a posibles adaptaciones, que no mutaciones. Sus estudios tuvieron gran difusión, y Charles Darwin, cuyas conclusiones esotéricas son presentadas como principio de toda verdad, cita a Azara hasta en veinte ocasiones.
Pero la cultura tiene otros ámbitos… Como la etnología, por ejemplo, donde encontramos otro nombre: José de Acosta, y un periodo, siglo XVI.
Pero claro, resulta que con ese nombre, y desde la implantación de la Ilustración, ¿Dónde va? Tan es así que si alguien se digna mirar por internet algo sobre las primeras noticias de la etnología, conocerá que el estudio de la etnología se da gracias a la Gran Bretaña, sin tener en cuenta para nada, no sólo a Acosta, sino a todo lo que se ha escrito al respecto desde Estrabón.
Pero es que encontramos verdaderos artistas en todas las artes; así, podemos hablar de Martín López, un hombre que en mitad de la selva, construyó trece bergantines con los que Cortés asediaría Tenochtitlan en 1521.
Y si de ingeniería hablamos, nos encontramos que Blasco de Garay, en 1539 llegó a hacer navegar buques sin velas, con maquinaria que finalmente no pudo desarrollarse por falta de componentes, pero que realizaron pruebas exitosas en 1539, 1540 y 1542. Cierto que los inventos no están hoy accesibles al haber desaparecido del archivo de Simancas durante la guerra franco británica para la dominación de España.
Pero también desarrolló métodos de buceo, para mantener una luz bajo el agua, o para potabilizar agua entre otros muchos.
Y cuando Blasco de Garay estaba en su máximo de producción, nació Jerónimo de Ayanz, inventor de un sistema de desagüe que permitía aprovechar la energía generada por el agua contaminada por el lavado del mineral en las minas. Entre sus 48 inventos inventó el aire acondicionado, que además de en las minas instaló en su casa… inventó también la botella de aire comprimido, que se usaba en 1605 para la extracción de perlas… y que sería “inventada” 250 años después por James Elliot y McAvity Alexander.
Y de la tabla periódica de los elementos, ¿Qué podemos decir? Podemos decir Fausto Delhuyar, y Juan José Delhuyar, siglo XVIII. Y podemos decir Wolframio o tungsteno, como podemos decir Vanadio. Dos elementos descubiertos por los hermanos Delhuyar.
En otros ámbitos, parece que últimamente se ha descubierto la Escuela de Salamanca, pero parece que sólo en ámbitos del derecho y de economía. Hay que recuperarla en ámbitos del derecho y de la economía, pero es que el ámbito intelectual abarcaba mucho más que la economía y el derecho, y aunque el derecho sea la bandera, no se pueden olvidar otros aspectos; así, por ejemplo Domingo de Soto destacó en el estudio del Derecho… pero también lo hizo en el de la Economía y de la Física, cuyos conocimientos son resaltados por Galileo en su Tractatus de Elementis. Y finalmente sería Isaac Newton quién un siglo después desarrollase las ideas de Domingo de Soto.
No tuvo menor importancia en el siglo XVII Hugo de Omerique cuando Europa conocía una revolución científica sin precedentes, con personajes como Blaise Pascal, René Descartes, Johannes Kepler, Gottfried Leibniz, Daniel Bernoulli, Isaac Newton o Galileo Galilei.
Todos se conocían, y Newton habló de Omerique diciendo que su método generalmente llega a resoluciones más sencillas y elegantes que las obtenidas con el álgebra.
¿Y qué tenemos que decir de Agustín de Betancourt? Fue un ingeniero que después de instalar un telégrafo óptico entre Madrid y Cádiz hubo de huir de España acosado por Manuel Godoy y que hoy es un héroe nacional de Rusia.
O Agustín Pedrayes, y Gabriel Císcar, matemáticos que en 1798 tomaron parte en la creación del sistema métrico decimal, cuya aportación fue decisiva para la definición del metro. En España no se sabe quién sea Agustín Pedrayes, y las enciclopedias no lo tomaron en consideración hasta mediado el siglo XX; sin embargo Federico Gauss tenía muy en cuenta sus investigaciones.
La relación de personajes de una gran trayectoria puede ser muy larga.
El remedio contra el escorbuto, enfermedad que segó la vida a miles de marineros, fue puesto en marcha, en 1617 por la Armada española gracias a las investigaciones del agustino Agustín Farfán. Remedio que las armadas enemigas de España, como la inglesa, no alcanzó a adoptar hasta 1753. Y sin embargo, es por todos “conocido” que la cura del escorbuto se debe James Lind, quién con toda seguridad tuvo conocimiento de los trabajos de Farfán, que pudo acceder a los trabajos de Farfán, ya que fueron publicados como medicina divulgativa.
Y en ese mismo orden, Stephen Bown, que reconoce que el uso de cítricos para la curación del escorbuto no era ninguna novedad, no cita para nada el origen del descubrimiento ni el uso dado por la Armada española a lo largo de los siglos, señalando sin embargo que había sido utilizado en 1593 por el pirata Richard Hawkins y en 1614 por el también pirata John Woodall.
La verdad es que durante los siglos XVI y XVII, las publicaciones de los cronistas, navegantes, geógrafos, médicos y naturalistas españoles, traducidas al latín, eran leídas con avidez por todas las personas cultas de Europa.
Y si de viajes científicos hablamos, cualquiera piensa de inmediato en Darwin, cuando personalmente entiendo sus escritos como novela de ciencia ficción, y sin embargo casi nadie piensa en Alejandro Malaspina, decimosegundo marino que completó la vuelta al mundo.
Pero no fue esa su principal proeza, sino la expedición científica que abarcando aspectos sociales, políticos, geográficos, culturales, económicos, botánicos, naturalistas, médicos,… etc. llevó a cabo entre 1789 y 1794 a lo largo de toda la costa americana del Pacífico, a la sazón toda hispánica, desde el Cabo de Hornos hasta la bahía de Yakutat en Alaska, realizando observaciones geológicas, etnográficas o antropológicas, sin obviar ningún capítulo.
Ya en el siglo XX nos encontramos con Emilio Herrera, descendiente de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, que dio inicio a la aeronáutica en España y llegó a crear un traje espacial que sería la base para el creado por la Nasa en los Estados Unidos.
Nos dejamos muchos acontecimientos y personajes extraordinarios en el tintero, pero es que son tantos que no caben en un libro.
Citemos tan sólo el quinto real, quizás el impuesto que a lo largo de la historia ha dado para más; citemos el real de a ocho, la primera moneda universal cuya ceca estaba en América. Citemos la red de caminos de América; citemos la carrera de Indias y el Galeón de Manila; citemos las construcciones civiles; citemos el desarrollo de industrias novedosas, como la del tinte de cochinilla; citemos a los carreteros, como elementos imprescindibles para vertebrar los virreinatos; citemos los consulados de comerciantes;
Y citemos la educación y la sanidad, que estaban en vías de ser universales. Y todo, dirigido por una legión de personajes extraordinarios.
Y desde la Ilustración, España era, y es, acusada de ignorancia y oscurantismo. ¿No produce eso ilaridad?
Oscurantistas e ignorantes que fueron esenciales en el desarrollo de todas las ciencias, jurídicas, económicas, astronómicas, cartográficas…, que posibilitaron el conocimiento y la exploración del Mundo, y es que Salamanca estuvo directamente relacionada con la expansión de España, dedicada a la generación de los conocimientos astronómicos y cartográficos necesarios para la consecución de esos objetivos.
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