miércoles, febrero 28, 2018

Conspiraciones, pronunciamientos y sublevaciones

Cesáreo Jarabo Jordán
pensahispa@gmail.com

Los primeros cien años del siglo XIX (sostengo que hasta el momento España no ha salido del siglo XIX), son un hervidero de muchas cosas, y casi ninguna agradable, y la inestabilidad y el conflicto que ya hemos analizado en el reinado de Fernando VII, no sólo no iba a desaparecer con su muerte, sino que, bien al contrario, tomaría fuerzas inusitadas. Las convulsiones de muerte padecidas por España hasta este mismo momento, se presentaban como definitivas, de manera creciente, en el periodo que nos ocupa.



El siglo XIX, los doscientos dieciséis años que ocupa este aciago periodo, tiene pocos momentos de los que un español pueda sentirse orgulloso. Más de dos mil pronunciamientos, levantamientos, revoluciones…

Los pronunciamientos y levantamientos más destacados producidos durante el siglo XIX son los siguientes:

19-3-1808 Motín de Aranjuez.
2-5-1808 Levantamiento del 2 de mayo a cargo de los Capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde.
17-4-1814 Pronunciamiento de Valencia a cargo del General Francisco Javier de Elío, y del General Francisco Milans del Bosch.
25-9-1814 Pronunciamiento de Pamplona General Francisco Espoz y Mina, y del Coronel Francisco Javier Mina.
19-9-1815 Pronunciamiento de la Coruña Mariscal Juan Díaz Porlier.
21-2-1816 Conspiración del triángulo General Vicente Richard.
4-4-1817 Levantamiento de Caldetas a cargo del General Luis Lacy y Gautier, General Francisco Milans del Bosch, General José María de Torrijos y Uriarte.
21-9-1817 Conspiración del General Juan Van Halen.
1-1-1819 Intentona liberal de Valencia a cargo del Coronel Joaquín Vidal, Félix Bertrán de Lis y Diego María Calatrava.
08-7-1819 Conjuración del Palmar a cargo de Evaristo San Miguel y Valledor.
1-1-1820 Levantamiento de Cabeza de San Juan a cargo del teniente coronel Rafael Riego (Luego general), y del coronel Antonio Quiroga.
21-2-1820 Levantamiento en la Coruña a cargo del Coronel Azevedo.
1-3-1820 Sublevación de Ocaña a cargo del Conde de La Bisbal.
21-2-1821 Conspiración absolutista.
30-5-1822 Sublevación en Valencia a favor del general Elío, y por la monarquía absoluta.
7-7-1822 Sublevación de la guardia real.
3-8-1824 Sublevación del Coronel Francisco Valdés, que se apoderó de Tarifa.
1-9-1827 Levantamiento en Cataluña del Coronel Rafi Vidal.
23-7-1828 Levantamiento absolutista de la Mancha.
18-10-1830 Pronunciamiento del General Francisco Espoz y Mina.
28-1-1831 Pronunciamiento del General José María de Torrijos y Uriarte.
03-10-1833 Rebelión Carlista.
21-10-1833 Levantamiento Carlista de Talavera de la Reina.
18-1-1835 Alzamiento liberal del subteniente Cayetano Cardero, en Madrid.
13-8-1836 Motín de la Granja de San Ildefonso.
4-1-1838 Rebelión de Andalucía General Latre.
1-8-1840 Pronunciamiento del General Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro.
1841 Rebelión frustrada en Zaragoza a cargo del General Emilio Borso di Carminati, que significó su  fusilamiento el 11 de octubre.
27-9-1841 Rebelión del General Leopoldo O'Donnell, Montes de Oca, General Diego León, y General Manuel Gutiérrez de la Concha.
7-10-1841 Pronunciamiento de Leopoldo O’Donnell.
15-11-1842 Alzamiento de Barcelona.
27-5-1843 Pronunciamiento del Coronel Juan Prim.
20-7-1843 Pronunciamiento del General Ramón María Narváez y General Serrano, Coronel Juan Prim.
28-1-1844 Pronunciamiento del comandante Pantaleón Boné en Alicante
1-11-1844 Pronunciamiento del General Martín Zurbano.
2-4-1846 Pronunciamiento de Miguel Solís en Lugo.
1-1-1847 Pronunciamiento de Eroles.
7-5-1848 Rebelión del regimiento España.
28-6-1854 Proclamación de Aranjuez ó Vicalvarada General a cargo de Leopoldo O'Donnell, General Domingo Dulce y Garay, General Baldomero Espartero y General Antonio Ros de Olano.
14-7-1856 Golpe de Estado del general Leopoldo O'Donnell y la Corona.
12-10-1856 Golpe de estado de Narváez contra O’Donnell.
3-1-1866 Sublevación de Villarejo de Salvanés a cargo del General Juan Prim y del general Lorenzo Milans del Bosch.
22-6-1866 Sublevación del Cuartel de San Gil a cargo del capitán Baltasar Hidalgo de Quintana.
08-9-1868 La Gloriosa, a cargo del General Juan Prim, General Francisco Serrano y Domínguez, Comandante Juan Bautista Topete y General Francisco Serrano Bedoya.
3-1-1874 Golpe de estado del General Manuel Pavía.
29-12-1875 Pronunciamiento militar del General Arsenio Martínez Campos Antón.
19-9-1886 Pronunciamiento del General Villacampa.

Cuarenta y siete pronunciamientos en 78 años.

Desde la muerte de Fernando VII en 1833 y hasta el final del periodo que nos ocupa, 1874, final de la revolución cantonalista, no desentona el número de pronunciamientos si tenemos en cuenta que también hubo casi sesenta gobiernos, casi una media de uno y medio por año. No tenía así, nada que envidiar el número de gobiernos al número de pronunciamientos. Pero aquí, lo que queremos es hablar de los pronunciamientos y las sublevaciones.

Lo vamos a hacer dedicando nuestra atención a las acaecidas a partir del año 1820, dejando de lado, y tan sólo citando la sublevación de Riego de este año, por haber sido tratada en otro lugar.  Sólo señalar que el 1 de Enero de 1820, en Cabezas de San Juan (Sevilla), Rafael de Riego se negó a encabezar la expedición a América. Durante dos meses el ejército de Riego permaneció sublevado recorriendo Andalucía sin que el gobierno pudiera impedirlo, ya que por todo el país se multiplicaban los pronunciamientos liberales y los levantamientos campesinos. El 3 de enero, el coronel Antonio Quiroga, designado para encabezar el movimiento, tomaba San Fernando y se disponía a entrar en Cádiz, que era el objetivo más importante.

Casi dos  meses después de la asonada de Riego, y cuando ya se encontraba derrotado y fugitivo, el 21 de Febrero, el coronel Azevedo siguió los pasos de aquel en la Coruña, y O’Donnell (masón), que partía con un ejército para reprimir a Riego, en Ocaña el 1 de marzo. Siguieron Zaragoza el 5 de marzo, Barcelona el 10 y Pamplona el 11. La España de pandereta…

Rafael de Riego sería ejecutado el 7 de noviembre de 1823, entre el desprecio y los insultos del populacho.

Pero con la ejecución de quién fue el responsable visible de la hecatombe americana, que no era otra que la hecatombe nacional, no acabarían las trifulcas, ni en la España peninsular ni en la España americana, ya disuelta en republiquetas que, como la monarquieta peninsular servían mejor a los intereses de los británicos.

Pero si en 1823 se acababa con la vida de esa pobre marioneta llamada Rafael de Riego, no se iba a acabar también con la inestabilidad en ningún punto de la Hispanidad. Ahora nos centraremos en exclusiva en la parte del territorio nacional que conservó el nombre sacrosanto de la Patria, y veremos que no había pasado un año desde la ejecución de Riego, cuando el tres de agosto de 1824 se produce lo que podemos considerar como el primer conato liberal, el protagonizado por el Coronel Francisco Valdés, quien partiendo de Gibraltar el 3 de agosto de 1824 se apoderó de Tarifa. Derrotado por inconexión con los conjurados del interior, Valdés pudo salvar la vida, y volverá a tener cierto protagonismo en la expedición de Vera en 1830.

Si el número de ejecuciones que ocasionaban estos movimientos eran altamente llamativos, no era menor el número de los exiliados, que recalaban principalmente en Inglaterra.

Así, el 29 de Noviembre de 1826, Baldomero Espartero (otro que también tenía su cuartel general en Londres), comunicó reservadamente al Gobierno que algunos españoles emigrados (de los que tanto daño han hecho al Rey y a la Patria) le enteró uno de ellos que en Londres se había formado una Junta presidida por Mina que trabajaba una nueva conspiración.

Esa conspiración sería neutralizada, pero como queda señalado en la relación inicial, 1827, 1828, 1830, 1831 y 1833.

En 1833 se produce el levantamiento carlista; el ejército isabelino contaba con un total de 115.000 hombres. Distribuidos en las capitales de provincia y en 150 plazas fuertes.

Santos Ladrón, que fue el organizador de las primeras partidas carlistas, y el primero en proclamar como rey a Carlos María Isidro, tras la muerte de Fernando VII,  sería fusilado el día 14 de octubre de 1833 tras haber sido vencido en la batalla de Viana.

La primera guerra carlista ya estaba incendiando España, cuando el año 1835 se iniciaba con conspiraciones varias. El principal motivo de la conspiración: el general Manuel Llauder, a la sazón ministro de la Guerra.

Previsto un alzamiento liberal por el subteniente Cayetano Cardero, el día 18 de enero, el 2º batallón de Voluntarios de Aragón se amotinó ocupando el edificio de Correos, Puerta del Sol y calles adyacentes, en Madrid. En principio parecía que había algún que otro motivo político, se especulaba con el descontento con el Estatuto Real, con el gobierno y con la marcha de la guerra, pero parece que el motivo principal era librarse de Llauder, enfrentado con sus compañeros del gabinete de Martínez de la Rosa y con la oposición liberal avanzada. Se trataba, así, de un alzamiento de los liberales contra los liberales.

El general José de Canterac, uno de los firmantes de la capitulación de Ayacucho, pretendió pararlo y fue tiroteado y muerto, y este hecho paralizó a los mismos conspiradores, que se vieron acometidos por el general Llauder, apoyado por otros generales. Tras unos cañonazos se dio el indulto a los sublevados, que al son del himno de Riego marcharon a combatir a los carlistas.

“El Eco del Comercio” de 19 de enero de 1835 relataba así el hecho:
Toda la guarnición y la Milicia Urbana, que se habían puesto sobre las armas empezaron a aproximarse hacia las avenidas de la casa de Correos, pero solo hizo fuego la infantería de la guardia, y sola a ella los hacían los encerrados. La compañía de granaderos del 4º batallón de urbanos mandada por su capitán Berrueta, se aproximó por la calle de Carretas, mas al oír que desde correos gritaban viva Isabel II, viva la libertad, se abstuvo de hacer fuego a los que daban sus mismos gritos.
En seguida se acercaron algunos parlamentarios, que por las rejas hablaron con el comandante Cardero, y últimamente se presentó el general Solá, anunciando á nombre de S M. el perdón para todos. En su consecuencia á las tres de la tarde han salido los voluntarios de Aragón a tambor batiente y tocando patrióticas por las calles de la Montera y de Fuencarral con dirección a Alcobendas; y las cinco de la tarde ya se habían retirado a sus cuarteles las tropas y la Milicia a sus casas.
Los muertos y heridos de resultas de las descargas han sido tres de los de correos, ocho ó diez de la guardia, un aguador y otro paisano.

Un acontecimiento que no calmó la situación, sino que no fue sino un hito más, de menor importancia, premonitorio de lo que ocurriría año y medio después en el que la Guardia Nacional tuvo una especial significación, con una consecuencia subsiguiente: el triunfo de la rama liberal-progresista.

El 12 de Agosto de 1836 tuvo ocasión el motín de los sargentos de la Granja, donde los sublevados, al parecer utilizando todo tipo de vejaciones, incluida la agresión sexual a la regente María Cristina, consiguieron restablecer la Constitución de 1812. Este levantamiento tuvo su causa en los problemas de tipo económico y social, sobre todo en la industria textil de Barcelona. Los liberales implantaron la Constitución de 1812 de manera provisional, siendo que la guardia real se manifestó con vivas a la constitución, a Mina y a Inglaterra…. (Pirala 1868 III: 301), y siendo que en Barcelona, donde Mina ejercía sus funciones de capitán general, estaba siendo asistido por el jefe de la armada británica, comandante Parker.

A estos actos le siguieron varios pronunciamientos, siendo los primeros los habidos en Zaragoza y Málaga, con soflamas en la prensa que, como “El Español” de 19 de agosto de 1836,  decía:
Se toman disposiciones para alejar de la provincia aquellas personas que por su manifiesta opinión contraria a la causa de la libertad, pueden influir perniciosamente en el espíritu de los pueblos, y en este punto interesante a vuestra seguridad, la junta tiene muy presente que cualquiera tolerancia es perjudicial a la marcha de revolución que hemos emprendido. Se ha mandado establecer una comisión militar, y otra de seguridad pública, compuesta de tres individuos de la junta. En suma os asegura que emplea todos sus esfuerzos para llenar el grande objeto de su alta misión: con ellos y con vuestra decisión y entusiasmo, el triunfo es cierto, no lo dudéis, y vuestra será la gloria. Ciudadanos: VIVA LA CONSTITUCIÓN, VIVA LA LIBERTAD, VIVA ISABEL II CONSTITUCIONAL. Córdoba I3 de agosto de 1836.

Y en la provincia de Jaén:
La Guardia Nacional de vuestra capital, identificada en sentimientos con las demás clases de su población, ha unido su pronunciamiento al que sucesivamente han hecho en Cádiz, Zaragoza, Málaga, Sevilla, Granada y otras ciudades populosas de esta monarquía. El convencimiento irresistible de los males en que nos tiene envueltos una política ministerial, vaga y cautelosa , reclama ya esta firmeza en nuestra decisión , y al ejemplo de esas otras capitales debemos sostenerla invocando la Constitución política de la monarquía española, en que se salva verdaderamente el trono y sus prerrogatívas, en que se afianza la corona en las sienes augustas de nuestra inocente REINA, y de la que emana nuestra libertad y se robustece con los derechos de una segura representación nacional.

Justificaban el pronunciamiento echando la culpa de todos los males a los apostólicos, que se habían levantado en armas contra el absolutismo liberal, argumentando del siguiente modo:
cuando los enemigos rompiendo esas decantadas líneas han atravesado sin obstáculos ni resistencia desde Álava hasta Galicia: desde Navarra hasta el corazón de Castilla la Vieja. Observando que las facciones del bajo Aragón ocupan y dominan el reino entero de Valencia, a excepción de la capital y de algunos puntos fortificados que nuestras tropas menos en Cataluña, parecen simples espectadores de los adelantos de los rebeldes; en fin que la virgen Andalucía ha sido invadida y manchado su suelo con la sangre de sus hijos, mientras por la parte de Murcia se muestran igualmente orgullosos y feroces los sicarios del absolutismo.

En esta situación, la Junta de Zaragoza proclamó la constitución de 1812, marcando lo que puede entenderse el principio del movimiento cantonalista. Argumentaba la Junta:

Separada esta provincia del actual Gobierno necesitaban acogerse a una bandera legal y conocida .y que otra mas noble pudiéramos buscar, ¿qué otra ofrece recuerdos mas grandiosos, acciones mas distinguidas, mas digna de los hijos de esta Patria? Sin embargo, los escritores que acusan a las provincias de haberse sublevado en obsequio de la Constitución, padecen un insigne error o se empeñan en sostener un sofisma desvanecido por si mismo. Es un sentimiento de reprobación hacia los actos del Gobierno lo que produjo el alzamiento: no era precisamente el amor a la Constitución por respetable que sea a los ojos de los españoles. La emancipación de las provincias, es el acto principal, el restablecimiento de la Constitución el secundario, y es tanto más cierta esta aserción cuanto hemos declarado del modo mas solemne que nos gobernaremos con arreglo a esta ley fundamental, mientras los Diputados de la Nación, no decidan sobre las que deben definitivamente gobernarle.” (El español 19-8-1836)

Las convulsiones dominaban la totalidad de la vida nacional, y como venía siendo costumbre, el Ejército no se libraba de las mismas. Unos sargentos pusieron en fuera de juego a toda la jerarquía militar. Algo que resultaría inaudito si no tuviésemos en consideración los intereses foráneos más arriba señalados. Parece que la inteligencia británica y su principal arma en España, la masonería, no andaba lejos de esos movimientos.

Una acción desjerarquizada de un grupo de sargentos consiguió que la cúpula militar se tambalease; varios generales optaron por abandonar el mando de sus unidades ante las consecuencias de la sargentada; Narváez abandonó su puesto en Aragón para adentrarse en Castilla con la excusa de perseguir al caudillo carlista Basilio García, que había iniciado una campaña de captación de voluntarios. Es, tal vez, el hecho más significativo por tratarse de la figura histórica que representa Narváez, pero

El resto de las brigadas quedaron muy afectadas por la desorganización y sin un general en jefe de quien recibir instrucciones. (Rújula 2008: 233)

En una concatenación de hechos, el 13 de enero de 1837, se produce una sublevación republicana en Barcelona, siendo sofocada y deportados sus instigadores. El 4 de mayo, nueva sublevación que provocó enfrentamientos con las tropas del ejército.
Su principal cabecilla, Ramón Xaudaró, sería detenido y dos días después fusilado por orden del gobierno presidido por el liberal José Mª Calatrava. (Rolandi 2005: 5)
Pero los acontecimientos de Barcelona no era un hecho aislado. Las intrigas en el campo isabelino llegaron al asesinato de varios generales, lo que conllevó que, en 1837, Espartero mandase pasar por las armas a los responsables de los motines acaecidos, sin que ello significase el fin de las intrigas. Tan es así que el 4 de Enero de 1838, el general Manuel de Latre se sublevaba en Andalucía.
Pero el pronunciamiento que tuvo mayores consecuencias  tendría lugar el 1 de Agosto de 1840 cuando el general Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro, liberal progresista, se subleva  contra el gobierno del conservador Evaristo Pérez de Castro y provoca el exilio de la reina Maria Cristina, terminando así su regencia. También se produce la rebelión de Zaragoza encabezada por el general Emilio Borso di Carminati. Espartero es nombrado regente mientras en Barcelona se produce una nueva sublevación republicana.

Entre pronunciamiento y pronunciamiento, las conspiraciones eran la constante de la vida nacional. Constante que se recrudecería con la frustración de las esperanzas suscitadas por la revolución de Espartero, que derivó en la ruptura política o el desencuentro del progresismo oficial, que apoyaba a Espartero, y el llamado “partido republicano”, que decía defender el “verdadero liberalismo” contra los “falsos liberales de septiembre”.

Así,  en 1841 tiene lugar una rebelión frustrada en Zaragoza a cargo del General Emilio Borso di Carminati, que significó su  fusilamiento el 11 de octubre. No sería la única de este año, ya que el 27 de septiembre, los generales Leopoldo O'Donnell, Montes de Oca, Diego León, y Manuel Gutiérrez de la Concha llevan a cabo su particular intentona, que tiene nueva réplica con protagonismo de O’Donnell el siete de octubre. En el curso de esta intentona, los generales Ochoa y Diego de León, intentan secuestrar a Isabel II.

¿Quién olvida la mañana del 2 de octubre [de 1841] en Pamplona? Sólo podrá hacerlo quien fuese bastante insensible para no haber participado de aquella profunda impresión que causó en todos los ánimos la difusión de la noticia de la sublevación de O'Donnell, circulando de boca en boca con la rapidez del rayo la nueva de que O'Donnell se había apoderado de la ciudadela de Pamplona proclamando la regencia de María Cristina. Los pronunciamientos de Bilbao y de Vitoria y los sucesos de Zaragoza se miraron como consecuencias naturales de la insurrección de O'Donnell como el desarrollo de un plan que debía de, estar combinado de antemano. (Balmes 1950: 134 vol 6)

Estas intentonas eran fruto del permanente ambiente conspiratorio auspiciado por una junta anti esparteriana radicada en París en la que tomaba parte O’Donnell y un núcleo de liberales moderados, al amparo del gobierno francés. La intentona acabaría en fracaso, si bien en esta ocasión las represalias no fueron tan sangrientas como en otras ocasiones.

Tras la llegada de Espartero a Vitoria el 22 de octubre con 32.000 hombres, ya con la insurrección derrotada completamente, la estrategia del regente habría sido de relativa clemencia, liberando a prisioneros y permitiendo al poco tiempo el regreso de los desterrados a otros puntos de España, así como de soldados rasos y militares de poca graduación emigrados a Francia. (Mikelarena 2009: 244)

Pero el enemigo era, sin lugar a dudas, el Carlismo, y en él convergían todas las diatribas, tanto del gobierno como de quienes conspiraban contra él. Tan es así que el sistema, presumiblemente con el único objetivo de insultar, como en nuestros tiempos hacen apellidando fascista todo lo que muestra insumisión con el poder establecido, hacían lo propio en el momento, apellidando carlista a todo aquel que criticaba el sistema del momento.

Coincidiendo con esa especulación, y siendo conocido el exilio carlista en Francia, donde se encontraba refugiado un importante contingente carlista, en el que figuraban altos funcionarios, miembros del clero, unos 1000 oficiales y jefes y gran número de personal de tropa, se utilizaba semejante afirmación, siendo que acerca de la participación carlista en estas conspiraciones, las crónicas liberales se contradicen manifiestamente… aunque tal vez lo hiciesen siguiendo la doctrina liberal que marca como honorable el uso de la mentira si ésta encamina a la obtención de sus objetivos.

Sea como fuere,
Flórez asegura que la junta conspiratoria de París estaba formada por «varios personajes emigrados de los dos bandos absolutistas vencidos en 1839 y 1840», si bien a continuación afirma que no todos los carlistas estuvieron implicados, negándose a colaborar los más consecuentes. (Mikelarena 2009: 246)

El problema, como señalaba Jaime Bálmes era otro:

Hasta ahora, preciso es confesarlo, ninguno de nuestros gobiernos ha acertado a cerrar el cráter de las revoluciones, y por eso se han reproducido sin cesar y más terribles cada vez, y se reproducirán en adelante, si la máquina de gobierno no se asienta sobre una base que, con su anchura y solidez, pueda asegurarnos de que no bastará un empuje cualquiera para sumirnos en nuevas catástrofes. (Balmes 1950: 81 vol 6)

¿Cuáles son hasta ahora los beneficios que nos ha traído la libertad?.../… Yo creo que nadie podrá decírnoslo, y así es que no ha de parecer extraño que el pueblo español no se tome por las nuevas formas políticas el interés que algunos quisieran…/…(Balmes 1950: 76 vol 6)

Pero lo que acabaría con la regencia de Espartero es el Tratado de Libre Comercio firmado  con Inglaterra  en 1841, que permitía la entrada libre de tejidos de algodón ingleses y perjudicaba a la industria textil y a la burguesía catalana, hasta entonces uno de los baluartes del progresismo. Como consecuencia de esa alianza de Espartero, el 75% de la industria textil se vio forzada a cerrar.

Como consecuencia prodigaron las conspiraciones contra Espartero, lo que dio lugar a movimientos populares de protesta en Barcelona en el que tomaron parte republicanos y obreros de la industria textil. Espartero prohibió las asociaciones de obreros, al tiempo que prodigaban las acciones violentas.

Abundaron las barricadas y las luchas callejeras contra las tropas del gobierno presidido por el marqués de Rodil, creándose una Junta Popular Directiva Provisional, que fue liderada por los republicanos locales. (Rolandi 2005: 7)

La anarquía se apoderó finalmente de la situación, Una junta revolucionaria se hizo cargo de la ciudad mientras los miembros de la junta saliente emitieron un comunicado en el que informaban:

La junta ha cesado ya, y Barcelona está en la anarquía. Los que firman no saben si su vida durará dos minutos. A las dos y cuarto de la tarde del 2 de Diciembre de 1842.—Juan de Zafont, Antonio Giberga, Laureano Figuerola.
Las turbas frenéticas que dominaban la ciudad, quisieron exigir del venerable abad Zafont y de sus compañeros que les prestasen sus nombres para una resistencia loca; pero se negaron á ello con entereza, y en medio de aquella confusión, se formó una junta provisional de gobierno, compuesta de nueve hombres totalmente desconocidos en Barcelona. (Orellana, II: 124)
Estos enfrentamientos conllevaron finalmente un bombardeo de la ciudad, protagonizado por las tropas de Espartero, que tuvo lugar durante el 3 de diciembre de 1842 y se inicio a las 11:30 de la mañana, desde el castillo de Montjuich, concluyendo alrededor de las 12 de la noche con la rendición de la Junta Revolucionaria a las tropas gubernamentales, comandadas por el Capitán General Van Halen. Concluyó con 400 edificios destruidos y causando centenares de muertos.
Un total de 1014 proyectiles cayeron sobre la ciudad antes de que desapareciese la junta tras haber desvalijado la Diputación, de la que desaparecieron 36.000 duros. (Orellana, II: 128)

El día 4 entraron en Barcelona Van Halen y Espartero. La Ciudadela y los edificios más emblemáticos habían sido tomados militarmente, y Van Halen, capitán general y reconocido masón, declaró la ciudad en estado de sitio por tiempo indefinido. Las medidas de castigo fueron muy duras, aplicándose la pena de muerte para los cabecillas de la revolución, deportando a Filipinas a otros responsables de la revuelta. La milicia fue disuelta y fueron condenados a muerte trece componentes de las patuleas que habían protagonizado la revuelta.

Los sucesos de Barcelona, a la que como castigo la obligó a pagar una contribución extraordinaria, supusieron el comienzo del final de la Regencia de Espartero.

El gobierno de Espartero comenzaba a experimentar un desprestigio tan rápido como completo. Odiado por las clases conservadoras, en el pueblo tenía su principal apoyo, y sin embargo, hacía lo posible para divorciarse de éste. (Blasco 1892: 28)

Alarmado él mismo por los acontecimientos que había provocado, acabó disolviendo las Cortes el 3 de enero de 1843, y es que

Espartero temía que las Cortes, a las cuales debía la regencia, le pidieran estrecha cuenta de sus actos, y por evitarse un voto de censura, se apresuró a disolverlas, convocando la reunión de un nuevo Parlamento para el 3 de abril de 1843. (Blasco 1892: 45)

Pero las subdivisiones de los republicanos se producían también en la otra rama, surgiendo la rama radical y la rama revolucionaria. Esta última rama, encabezada por Abdón Terradas, francmasón, que en 1842 había sido nombrado alcalde de Figueras, proclamaría en 1843 la república en esta ciudad, lo que significó que fuese enviado al exilio, aunque esto no significó la paralización de su actividad, ya que en agosto del mismo año provocó una insurrección en Barcelona que acabó con un nuevo bombardeo de la ciudad por orden del presidente del gobierno, Luis González Bravo.

Todo quedaba, pues, listo para una nueva asonada que podía producirse en cualquier momento. Éste llegó el 27 de Mayo de 1843, con un pronunciamiento del coronel Juan Prim, en Reus. Consecuencia inmediata del mismo fue que Mendizábal partió nuevamente al exilio.

El fin de la regencia de Espartero era un objetivo firmemente sostenido por sus adversarios, y en ese sentido, Juan Prim y Lorenzo Milans del Bosch promovieron el alzamiento en Reus. En el manifiesto publicado el día 30 de mayo de 1843 señalaban:

el porvenir de nuestra España es negro; a cara descubierta se le prepara la precaria y envilecida existencia de una colonia extranjera, y esto no es un misterio; tres años ha, y nadie lo ignora, que la voluntad extraña rige el país. No, españoles, basta de decepciones, no más envilecimiento. Hora es llegada ya de cortar de raíz los males que nos agobian. Hora es llegada ya de que pongamos los medios de coger el fruto de tanto afán. Hora es llegada ya de acabar con tanto obstáculo. Hora, en fin, es llegada ya de que, irguiendo la cabeza, nos proclamemos españoles y derroquemos para siempre y de una vez tanta falacia, tanta astucia, tanta traición. Para ello tenéis que hacer otro esfuerzo; grande, sí, pero el último. Unánimes levantad brazo y voz contra esta funesta falange de traidores, que a la dicha y prosperidad nacional se oponen. Levantémonos contra esos hombres de maldición, que ensayados en el Nuevo Mundo, lo entregaron al enemigo, y que ahora completarán su obra, si no los atajamos, vendiendo la madre patria al extranjero. (Orellana, II: 157)

Barcelona se uniría al alzamiento el 8 de junio; Igualada lo hacía el día 6; Lérida y Mataró el día 7; Manresa, Cardona, Cervera, Granollers… el día 9; Gerona el día 10… Mientras Zurbano sitiaba a Prim en Reus, donde el día once los gritos de los sitiados y de los sitiadores se sumaban en vivas a la constitución y a Isabel II.

Mientras Zurbano iniciaba un sitio de Barcelona que era finalmente abortado, el 15 de Julio de 1843.

En el curso de este pronunciamiento, el 20 de julio de 1843, se pronuncian los moderados Narváez y Serrano. En Torrejón de Ardoz, las tropas de Narváez tuvieron un enfrentamiento con Seoane, jefe de las fuerzas de Espartero, quién acabó abandonando el campo, y las tropas, confraternizando, entraron juntas en Madrid el 23 de julio, dejando la expedita la entrada de Prim y de Serrano.

Narváez, que junto a Maria Cristina y a O’Donnell, no habían cejado en sus conspiraciones, habían venido protagonizando diversas revueltas cuya culminación es este pronunciamiento. Los cabecillas de este pronunciamiento estaban exiliados desde octubre de 1841, cuando fracasó el intento de golpe de estado contra Espartero, excepto Narváez, que había emigrado en 1838, a consecuencia de los acontecimientos ocurridos en Sevilla. Inmediatamente se pusieron al frente del ejército.

El general Serrano se unió a Prim en Barcelona el 27 de Julio, con quién se presentó en público y en compañía de González Bravo mientras la gente gritaba: ¡abajo el tirano!, refiriéndose a Espartero. Ese mismo día desembarcaba en Valencia Ramón María Narváez; llegaba acompañado de Manuel de la Concha y de Juan de Pezuela…

En un vapor fletado públicamente, por el que se pagaron 30,000 francos, y contando con la protección decidida de las autoridades francesas. (Orellana, II: 197)

A esta situación se sumaron sublevaciones de los generales progresistas e incluso moderados en Zaragoza, Málaga, Granada, Valencia, Sevilla y Madrid que acabaron forzando la dimisión de Espartero y su exilio a Inglaterra, desde donde organizaría la facción progresista de los conocidos como “anglo-ayacuchos”, que se enfrentaría a otras facciones progresistas lideradas cada una por Joaquín Mª López, Salustiano Olazaga y Manuel Cortina.

El día 30, en el Puerto de Santa María embarcaría para el exilio el regente, conde de Luchana, duque de la Victoria y de Morella, Baldomero Espartero, acompañado del general Van Hallen... en un navío inglés, el Malabar, naturalmente con destino Londres.

A partir del uno de septiembre se produce una nueva insubordinación de tropas en Barcelona y otras ciudades del principado, lo que acaba ocasionando el bombardeo de la ciudad que, iniciado el 1 de octubre, se prolongará hasta bien avanzado noviembre. La junta acaba capitulando el día 20 de noviembre.

En la lucha entre las distintas facciones o ramas masónicas se alza Prim quien ordena un segundo bombardeo de Barcelona. Se inició éste desde la Ciudadela y se lanzaron cerca de 3000 bombas durante los dos meses que duró el asedio. (Orte 2015: 4)
Finalmente, progresistas y moderados, en amistoso consorcio, declararon mayor de edad a la Reina Doña Isabel II, en Cortes ordinarias celebradas en septiembre de 1843, en un acto que por sí mismo era una derogación del artículo constitucional que prefijaba la edad de 14 años para la mayoría de la Reina, lo cual sólo podían hacer unas Cortes constituyentes.

Los moderados tomarían el poder dando lugar a la década moderada (1843-1853), bajo los gobiernos de Luis González Bravo (5-12-1843 a 3-5-1844) y de Ramón María Narváez (3-5-1844 a 12-2-1846).

La broma no terminaba ni con los cambios de gobierno ni con los fusilamientos; así, el 24 de Octubre de 1844 se descubre conspiración para asesinar a Narváez (la conspiración de los trabucos). Los detenidos involucraron al general Prim, que fue detenido tres días más tarde, y para quién el fiscal pediría pena de muerte, y de cuyo caso salió libre el acusado… en unos momentos en los que el fusilamiento se producía casi antes de haberse cometido el delito… Todo hace indicar que la acusación fue también una conspiración contra Prim.

La situación de auténtico esperpento no desentonaba, al fin, con el conjunto de actuaciones que marcan todo el siglo XIX en España, hasta hoy mismo, y en ese orden, una semana después, el 1 de Noviembre  de 1844 se pronunció uno de los incondicionales de Espatrtero, Martín Zurbano, proclamando la Constitución de 1837 y reclamando el regreso de Espartero. El levantamiento fue neutralizado, y Zurbano fusilado por orden de Narváez.

Era Zurbano un contrabandista reconvertido en guerrillero al servicio de los liberales que en la primera guerra carlista dio lugar a acciones de gran audacia.

Poco después, en Alicante eran fusilados cincuenta y cinco carabineros y revolucionarios progresistas y republicanos los cuales, mediante la rebelión encabezada por el coronel Pantaleón Boné en enero de 1844, habían intentado poner de nuevo en estado de excitación revolucionaria.

Tras estos fusilamientos, la actividad redujo notablemente su intensidad hasta el 2 de Abril de 1846, cuando se sublevó en Lugo el segundo batallón del Zamora, dirigiendo la sublevación el coronel Miguel Solís y Cuetos, que sería derrotado el día 23 en Santiago, en la batalla de Cacheiras, tras lo que las tropas gubernamentales saquearon Santiago y fusilaron a Solís y a once oficiales.

Nuevamente reinó la calma en los cuarteles durante ocho meses, gracias a la represión y al soborno, armas utilizadas magistralmente a lo largo de los doscientos dieciséis años de este malhadado siglo XIX. Pero como la estructura para desintegración de España no la tenían perfectamente diseñada a estas alturas, el 1 de Enero de 1847 se produjo un nuevo pronunciamiento por parte del general de Eroles.

En medio de todo este embrollo, la corona no era ajena, y las críticas más ponderadas a la situación eran presentadas en mayo de 1847 por Jaime Balmes, uno de los pocos pensadores que sobrevivían en la hecatombe, como sigue:

La reina está en minoría, la Constitución es reciente, grandes y antiguas instituciones o han desaparecido del todo o han sufrido considerable menoscabo, la administración está completamente desorganizada, la legislación es un caos, el déficit un abismo, la guerra civil ha dejado en pos de sí horribles regueros de sangre y de ceniza, las revueltas y los escándalos han esparcido por doquiera abundante germen de inmoralidad y desorden” (Balmes 1950: 30 vol 6)

Las nuevas instituciones políticas se falsean más o menos en todas las revoluciones; pero la española en particular ha ofrecido en este punto ejemplos tan singulares que bien puede asegurarse no hay otra que pueda disputarle la ventaja. Por no extenderme demasiado me ceñiré a un solo ejemplo. ¿Qué puede haber de más amplio en pro de las facultades populares que la Constitución de 1812? ¿Qué código le lleva la delantera en asentar y aplicar doctrinas democráticas, en consignar derechos, en disposiciones a propósito para revolver las masas y llamarlas a tomar parte en materias de gobierno? Y, sin embargo, está fuera de duda para todo hombre imparcial y entendido, que nunca fue menos consultada la voluntad del pueblo español y nunca fue menor su influencia en los negocios públicos que en las breves épocas en que ha estado en vigor aquel código. (Balmes 1950: 28 vol 6)

Treinta años de inquietud y de revueltas, tanta huella de sangre y tantos montones de ruinas, manifiestan bien a las claras que hay en España alguna gravísima causa de enfermedad: causa profundamente arraigada, ya que es tan duradera; causa poderosa y muy dañina, cuando se ha señalado con tan terribles estragos. No es menos evidente que los remedios hasta ahora empleados para combatirla, o han sido mal escogidos o al menos mal aplicados; puesto que no sólo no ha desaparecido el mal, pero ni siquiera ha menguado en fuerza; antes al contrario, ha ido tomando siempre creces, presentando en cada época de su nuevo desarrollo síntomas más alarmantes y destrozos más terribles. O se ha de cortar el mal en su raíz o la nación perecerá. (Balmes 1950: 31 vol 6)

Análisis desolador. ¿Análisis derrotista? Análisis exacto, a lo que vamos viendo. Pero el mal, lejos de cortarse, se ha ido fortaleciendo con el paso de los años y con la complacencia de las potencias… “amigas”.

Que el 4 de Mayo de 1847 Isabel II sufriese un atentado frustrado no tiene nada de particular atendiendo las circunstancias.

El tres de septiembre de 1847 es amnistiado Espartero, que vuelve a España y es nombrado senador vitalicio.

Ramón Mª Narváez implanta una dictadura. El 4 de octubre de 1847 da un golpe de estado contra el gobierno de Francisco García Goyena, que durará tres años (con el breve paréntesis del gabinete de Cleonard).
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Durante su mandato sofocó los motines callejeros callejeros y los pronunciamientos militares, que se dieron a lo largo del siguiente año, y cuyos momentos más relevantes se concretaron, el 26 de marzo de 1848 en Barcelona, y el 7 de mayo en Madrid, donde se produjeron sendas sublevaciones republicanas que fueron duramente reprimidas, naturalmente con el colofón de un rosario de fusilamientos.

Dos años de salutífera discordia pasaron sin conspiraciones de menor índole hasta que el 2 de Febrero de 1852 se produjo un atentado contra Isabel II por parte del cura Martín Merino, que nada tiene que ver con con Jerónimo Merino Cob (Burgos, 1769 - Alençon 1844 ) héroe nacional y guerrillero  en la lucha contra los franceses durante la guerra de la Independencia. Isabel II salvó la vida gracias a que el corsé le sirvió de coraza en una puñalada que apuntaba ser mortal.
Con firmeza confesó su delito, declarando que sólo él lo había meditado y que no tenía cómplices; y condenado a muerte en garrote vil, marchó al patíbulo, atravesando una inmensa concurrencia, más sereno, más impasible que todos cuantos presenciaron su suplicio. El Gobierno mandó quemar el cadáver y aventar las cenizas del regicida. (Orellana, II: 404)

Más de dos años transcurrieron sin que las permanentes algaradas y conspiraciones alcanzasen grado de mención hasta que el veintiocho de junio de 1854, los generales
O'Donnell (que se había ocultado en Madrid durante las persecuciones contra liberales y diferentes sectores moderados en toda España), Dulce y Ros de Olano llevaron a cabo un pronunciamiento contra la corrupción.

La operación  había sido planteada en su forma definitiva por O’Donnell, con la participación de Cánovas del Castillo, el 7 de julio de 1854, día en que los moderados hicieron público el Manifiesto de Manzanares.  En el mismo se postulaba una regeneración liberal y la convocatoria de cortes constituyentes, sin nombrar para nada a Isabel II. Con el objetivo de recabar el apoyo popular en base a unos principios políticos reivindicados por el partido progresista, tales como la ampliación del derecho de sufragio, el cambio de la ley de imprenta, la eliminación del impuesto de los consumos, la restauración de la Milicia Nacional, el fin de la corrupción de la camarilla palaciega, etc., el manifiesto animó los levantamientos populares en las ciudades que lograron derribar al Gobierno y hacer triunfar la revolución. El triunfo del manifiesto obligó a Isabel II a entregar el poder a Espartero, dando comienzo el bienio progresista (1854-1856).

La operación, que por haberse iniciado en el cuartel de Vicálvaro sería conocida como La Vicalvarada, respondía a una operación que estaba prevista para el día 13 del mismo mes, y que debió aplazarse por la indecisión de alguno de los principales comprometidos.

Con el pronunciamiento efectuado el 30 de junio de 1854 en Vicálvaro se inició el periodo conocido como el bienio progresista. La primera ciudad que se sumó al pronunciamiento fue Barcelona, destacando el papel que tuvieron los obreros en la sublevación que tuvo lugar en esta ciudad, con declaración de huelga indefinida. Se produjeron incendios en determinadas fábricas que utilizaban las llamadas selfactinas, que era un tipo de máquina de hilar, siendo asesinados ciertos dirigentes de estas fábrias. Dada la duración de la huelga, el capitán general de Cataluña prohibió las selfactinas. Es preciso señalar que Málaga también contó con una importante participación obrera en la sublevación que tuvo lugar con motivo de la “Vicalvarada”, produciéndose también una huelga que duró unos cuantos días. (Tormo: 11)
Este pronunciamiento dio lugar durante varios días a una verdadera revolución en Madrid con resultados muy relevantes en personas y edificios. Los revolucionarios asaltaron las casas de los nobles y de los Ministros del Gobierno. Importantes fueron los daños causados en los palacios del marqués de Salamanca y de María Cristina, que fueron asaltados e incendiados. Igualmente fueron asaltadas la casa del Ministro de Fomento, en la calle Prado con León y la del Ministro de Hacienda. Las barricadas se vieron por la zona de la Puerta del Sol, produciéndose numerosos asesinatos "populares". Destacado fue el linchamiento y maltrato público del jefe de la policía que acabó su vida siendo fusilado en la Plaza de la Cebada.
Los moderados luchaban entre sí. Los miembros a favor del gobierno y los que estaban en contra luchaban entre sí, aunque la disputa acabó en tablas. Aprovechando el pronunciamiento, se proclamaron juntas. La reina intentó sofocar las revueltas mediante una nueva táctica: Decidió llamar a Espartero (que estaba retirado y a pesar de su fracaso anterior era recordado como una vieja gloria nacional) y le ofreció la presidencia del gobierno
¿Cómo Espartero pudo convertirse nuevamente en el salvador de la patria y en la “espada de la revolución”, como ahora le llaman? Esto habría sido sencillamente imposible si España no se hubiera hallado durante diez años bajo la cruel dictadura de Narváez y no hubiera gemido bajo el yugo del favorito de la reina. (Marx 1929: 6)
La explicación a esta pregunta acaba de darla el propio Carlos Marx, que abona con su señalamiento la evidencia de lo que realmente había sucedido. La Vicalvarada, sí, había sido capitaneada por Leopoldo O’Donnell y Domingo Dulce, y también sí que fue dirigida por los intereses de Inglaterra y de Estados Unidos, a quienes había de complacer el gobierno de Luis José Sartorius, que se mantenía desde el 19 de septiembre de 1853. Y son esos mismos intereses los que pusieron al frente a Espartero.

Es necesario reconocer que Espartero, con la aureola de gloria tejida alrededor de su personalidad, en mayor o menor grado podía ser y debe ser considerado como el representante de los intereses británicos en España (Marx 1929: 7)

Si la década moderada puede darse por concluida el 30 de junio, no se puede hablar de inicio del bienio progresista hasta el treinta y uno de julio, cuando toma forma definitiva el Gobierno de coalición O'Donnell-Espartero. Previamente, el catorce de julio, se le suma un levantamiento progresista en Barcelona.

Carlos Marx, en su referencia de 18 de julio, señala que las noticias del levantamiento indicaban que la finalidad secreta del levantamiento era declarar vacante el trono, unificar la península en un solo estado y ofrecer la corona a Pedro V, príncipe de Sajonia-Coburgo-Gotha.

El solícito interés que el Times se toma por la insurrección española y la presencia simultánea del mencionado Don Pedro en Inglaterra parecen revelar, en efecto, que hay en juego alguna nueva trapicería de la casa de Coburgo. (Marx 1978)

Pero parece un poco peregrina esta afirmación, pues a la postre hubiese ido contra los intereses británicos, que sin lugar a dudas vieron placenteramente cómo el 29 de julio entraba Espartero en Madrid entre aclamaciones, a las que respondió:

Me habéis llamado, madrileños, para afianzar para siempre las libertades patrias. Aquí me tenéis; y si alguno de los enemigos irreconciliables de nuestra sacrosanta libertad intentase arrancárnosla, con la espada de Luchana me pondré al frente de vosotros, de todos los españoles, y os enseñaré el camino de la gloria. (Orellana, II: 515)

De la Vicalvarada, como de tantos otros acontecimientos en este largo siglo XIX, podemos finalmente sacar, para empezar, un par de conclusiones: la primera, que al fin, no resultó otra cosa que una nueva jugada de los intereses británicos en España; la segunda la señala Luis Vives:

El episodio de la Vicalvarada (1854), un pronunciamiento de abolengo liberal, entrañó una consecuencia inesperada: la brusca aparición de las masas urbanas en la escena política española, en un movimiento cuya amplitud sólo puede medirse por el precedente de 1808. Esto dio lugar a una nueva y breve experiencia progresista, reflejo del movimiento democrático europeo de 1848. (Vicens 1997: 61)

Algo que acabaría gestando el más esperpéntico de los acontecimientos de un siglo rebosante de esperpentos: La primera república y la Revolución Cantonalista de 1873.

Lógicamente, a pesar de su importancia, no sería la revuelta de Vicálvaro algo definitivo para calmar la situación. Nueve meses después de la Vicalvarada,  señalaba el periódico La Soberanía Nacional, de 28 de marzo de 1855:

"Hace dos noches que está la tropa sobre las armas. La de caballería tiene ensillado y pronta a montar a la primera orden.
Ayer durante todo el día corrieron rumores de próximas asonadas preparadas por los moderados y los absolutistas. La oficialidad de la mayor parte de la milicia pasó anoche a ver a sus respectivos comandantes, para significarles lo descontenta que se halla con la marcha del gabinete origen de todas las alarmas y de todos los temores" (Urquijo 1981: 26)

En julio de 1856 se produjo la primera huelga general en España, a la que sucedieron sublevaciones armadas en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Jaén, Teruel, Alicante y Murcia, y que mantendrían la oposición al nuevo gobierno de Leopoldo O’Donnell. Durante los cortos meses de gobierno de O’Donnell, se producirían fuertes tensiones sociales, huelgas y represión de los huelguistas, lo que produciría encarcelamientos, destierros y ejecuciones.

El 14 de julio de 1856 era depuesto Espartero mediando un golpe de Estado, protagonizado por el general Leopoldo O'Donnell y la Corona, mientras la milicia nacional se hacía dueña de las calles. Dos días de terrible lucha, durante los cuales, el 15 de Julio de 1856, el general Serrano bombardeó el palacio de las Cortes, dieron por fin el triunfo á O'Donnell que disolvió las cortes y abolió la milicia nacional y restableció la constitución de 1845, quedando anulado el estudio del nuevo texto constitucional.

Una generosa proliferación de fusilamientos asentó el nuevo gobierno.

Al respecto de estas revueltas, Carlos Marx dice el 18 de agosto del mismo año:

La revolución española de 1856 se distingue de todas las que la han precedido por la pérdida de todo carácter dinástico…/… La próxima revolución europea encontrará a España madura para colaborar con ella. (Marx 1978)

Pero si en julio era aventado Espartero por O’Donnell, éste sería aventado por Narváez el doce de Octubre del mismo año. Narváez completa la represión contra los progresistas, y como su partido  carecía de alternativas, la reina acabaría llamando de nuevo a O´Donnell a legislar.

Pero antes de estos acontecimientos, en la madrugada del 12 de enero de 1857 fue hecho preso Juan  Prim, en Madrid, acusado de alteración del orden público en Barcelona en los altercados que tuvieron lugar en Barcelona en los últimos días de diciembre anterior y primeros del año 1857. Fue condenado a seis meses de castillo en Alicante, condena que finalmente quedó reducida a que viviese seis meses en Alicante. Pero en las elecciones del 26 de marzo, Prim, que ya era diputado,  salió nuevamente elegido por Reus.

Con el nuevo gobierno de O’Donnell, el conocido como gobierno largo, que tuvo lugar entre 1858 y 1865, toda la energía nacional, como ahora mismo sin solución de continuidad, se gastaba en ditirambos, insultos y actos inútiles. Dos ejemplos del esperpento los encontramos en la guerra de África de 1859 y la de Extremo Oriente, donde en ningún caso el ejército español tenía permiso de las potencias europeas para ganar posiciones seguras. ¿Qué motivos hubo, entonces, para acometerlas? Las acciones, de mera propaganda, eran criticadas por la oposición, también como mera propaganda; así Blasco Ibáñez señalaba

En guerras imbéciles y ridículas consumió Odonell miles de millones y mucha sangre española, y para completar su despilfarro soldadesco, llegó a gastar dos mil millones en la construcción de cuarteles para aquel ejército permanente que arruinaba el país.
Gracias a Odonell, que tan rastrero y cobarde se mostraba con las potencias fuertes, España fue considerada como un verdadero azote por todos los pueblos débiles, y fuimos a los ojos de Europa una nación de fanfarrones que, sin tener para vivir, gastábamos como unos locos en absurdas empresas guerreras. (Blasco 1892: 275)

En este ambiente, que a pesar de los saltos de fechas que aquí acometemos era permanente, el 10 de Abril de 1865 ocurren los hechos de la Noche de San Daniel.

El 25 de febrero de 1865, Emilio Castelar publicó un artículo titulado “el rasgo” en el que criticaba la desamortización del patrimonio real que se estaba llevando a cabo, por el cual el 25% de los bienes desamortizados quedaban para atender los gastos de la casa real.

Hasta aquel mes de febrero de 1865, la crítica popular a la reina se ceñía a su vida privada, pero que parecía justificarse por el matrimonio forzado con Francisco de Asís, al que popularmente se tenía por homosexual, impotente o “poco hombre”. La corrupción quedaba en el imaginario popular para la reina madre María Cristina y su entorno, pero el asunto de “El rasgo” situó a Isabel II al mismo nivel que a los corruptos que se enriquecían “a costa del pueblo”. Los republicanos utilizaron aquello para reforzar la idea de que la Monarquía era un régimen corrupto e inmoral, que venía a demostrarse por aquel episodio. (Vilches 2006)

En ese ambiente de menosprecio por el pueblo español, tan semejante al existente en 2016, el 10 de abril de 1865 se produjo una manifestación de obreros y estudiantes, concentrados en la Puerta del Sol de Madrid, que fue duramente reprimida por fuerzas de la Guardia Civil y tropas a pie y a caballo, que efectuaron disparos contra la multitud, seguidos de cargas de caballería a bayoneta calada. La acción dejó catorce cadáveres tirados por las calles y 193 heridos, además de 66 fusilados.
Muchas de las víctimas eran simples viandantes que andaban paseando en aquella primaveral noche madrileña, conocida como La noche de San Daniel. Era Narváez Presidente del Consejo, y su ministro de gobernación González Bravo, ambos del Partido Moderado.
El ambiente guerracivilista no daba tregua, motivo por el que, el tres de enero de 1866, en  Villarejo de Salvanés se produjo un nuevo levantamiento a cargo del general Juan Prim y del general Lorenzo Milans del Bosch, que resultando fracasado, significó el exilio de Prim, que desde Portugal envió un manifiesto en el que señalaba:
¿He terminado mi obra?, ¿me declaro vencido? No y mil veces no.

Casi seis meses después, el 22 de Junio de 1866, se produjo un nuevo intento revolucionario a cargo del capitán Baltasar Hidalgo de Quintana, que acabó en fracaso. Los demócratas entregaron armas al pueblo, teniendo como centro operacional el cuartel de de San Gil, que sería finalmente tomado por los zapadores de Gerona al mando de O’Donnell.

Después de una lucha encarnizada, no sólo a tiros, sino con arma blanca y cuerpo a cuerpo, el Gobierno logró vencer la Revolución y desató su sed de venganza contra los vencidos. Se declaró el estado de sitio en casi todas las provincias, y los Tribunales marciales comenzaron su tarea, haciendo fusilar treinta y cuatro sargentos, diez y nueve cabos y soldados de artillería y dos paisanos. Condenaron, además, a muerte, de la que se libraron por haber huído al extranjero, a Becerra, Aguirre, Carlos Rubio, Castelar, Sagasta, Martos y a otros muchos militares y paisanos. Cuando comenzó la represión, anunció la reina a su Gobierno que había de negarse terminantemente a firmar ningún indulto. Finalmente, un indulto del día 8 libró de ser fusilados a 118 infelices.

Dos años largos sin asonadas de envergadura pasarían hasta que el dieciocho de septiembre de 1868 sucediesen los acontecimientos de  La Gloriosa, a cargo del general Juan Prim, el general Francisco Serrano y Domínguez, el comandante Juan Bautista Topete y el general Francisco Serrano Bedoya.
Y es que España esos dos años sin asonadas se caracterizaron por una grave crisis económica, financiera, agraria e industrial, ante las que el deterioro del sistema político monárquico no era más que una triste compañía.


Los acontecimientos indicaban que algo debía ocurrir, dado que el clima político y social contra Isabel II venía siendo creciente, ante lo que los moderados aplicaban una dura represión, desde la supresión de las garantías constitucionales hasta los fusilamientos sumarios.

Se reclamaba libertad y soberanía, separación de la Iglesia y el Estado, supresión de las quintas, sufragio universal masculino, abolición del impuesto de consumo, elecciones a cortes constituyentes, y los sectores más radicales reclamaban el reparto de la propiedad y la proclamación de la República.

Consecuencia de esta inestabilidad fue el pronunciamiento militar de 18 de Septiembre de 1868 en Cádiz conocido como “la gloriosa”. Al alimón de la sublevación de Cádiz, en las principales ciudades, y auspiciadas por el partido democrático de Pi y Margall, se constituyen Juntas revolucionarias defensoras de los intereses burgueses que asumieron el poder local en contra del gobierno en una clara muestra de lo que el movimiento cantonalista plasmará cinco años después, y que acabarán siendo suprimidas por la acción del nuevo gobierno.

El 19 de septiembre de 1868, los generales Topete y Serrano proclaman en Cádiz el Manifiesto de España con Honra, que se inicia declarando la desobediencia al gobierno y manifestando su resolución de no deponer las armas hasta que la nación recupere su soberanía. En este momento, todas las corrientes políticas se dieron prisa por agenciarse apoyo en la isla. Los revolucionarios trataron de enganchar al capitán general Francisco Lersundi, respaldándolo como jefe de la isla. La destronada reina Isabel II, que había sido sorprendida por la revolución mientras descansaba con su familia en Lequeitio, le telegrafió rogándole y ordenándole que evitara pronunciamientos en la isla. Pero también recibió el mensaje del pretendiente carlista al trono Carlos de Borbón, quien considerándose genuino rey de España, pretendió nombrar Virrey de las Antillas a Lersundi y concederle una autonomía política a la isla. Carlos de Borbón llegó a nombrar gobernador civil a Miguel Aldama, con la evidente intención de atraer apoyos criollos. Pero Lersundi se mantuvo definitivamente leal a Isabel II, creyendo que la revolución de septiembre sería un movimiento pasajero. (Ugalde 2012: 19)

No obstante, Lersundi se equivocó en sus predicciones. Todo estaba muy bien calculado desde Inglaterra, donde se había producido una alianza entre progresistas y unionistas, con la aprobación de los demócratas.

Desde Gibraltar, y con el apoyo de la flota, que estaba controlada por masones, tomaría Prim la iniciativa de derribar a Isabel II, entrando el 19 de Septiembre en Cádiz, suprimiendo, el día siguiente, la Junta Revolucionaria. Junto a Prim llegaron Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla.

El vacío inicial de poder consecuente al estallido revolucionario de septiembre de 1868 dio lugar a la formación de numerosas Juntas revolucionarias, que encarnaron las aspiraciones de los liberales más radicales y de los demócratas, aún no divididos entre monárquicos y republicanos. Las Juntas sentaron las bases del nuevo régimen al tomar en sus áreas locales decisiones que serían sancionadas posteriormente por el Gobierno provisional. (Orozco 2013: 43)

Junto a la intervinieron de militares de prestigio como Prim, Serrano, Primo de Rivera, Dulce, etc., hubo una presencia destacada de civiles de las clases burguesas y medias; el objetivo era derrocar a la reina, no acabar con un gobierno; la difusión fue rápida y su éxito dio lugar a un amplio programa de reformas que se desarrollarían en el periodo a que daba lugar La Gloriosa y que será conocido como el sexenio revolucionario, en cuyo periodo, tras haber enviado al exilio a Isabel II, se daría lugar a una monarquía democrática, dos formas de República, la Federal y la Unitaria, una guerra en Cuba, dos guerras civiles en la península, levantamientos cantonales y un nuevo pronunciamiento militar que significó la vuelta de la monarquía con Alfonso XII.


Al estallar la revolución, organizáronse por todas partes juntas revolucionarias. A ejemplo de las de Cádiz y Sevilla aceptaron todas el programa de la democracia, mas ninguna se atrevió a proclamar la república. Si los vencedores de Alcolea hubiesen levantado en aquel mismo campo al nuevo rey, es más que probable que hubiesen afianzado con el nuevo monarca la monarquía. Demócratas había entonces muchos, republicanos pocos, y éstos sin la organización ni la cohesión suficientes para apoderarse de una situación traída por la escuadra y el ejército. A pesar de la falta de republicanos, habrían podido también los vencedores implantar por aquellos días la república; que no era difícil hacerla aceptar por una nación que pedía a voz en grito la caída de los Borbones y no presentaba ni tenía candidatos con que sustituirlos. Nos lo confirma el rápido e inesperado crecimiento del partido republicano a la vuelta de pocos días, partido que, cuatro meses después, enviaba setenta diputados a las Cortes, y al año ponía cuarenta mil hombres sobre las armas. Ni se estableció la república ni se alzó nuevo rey, y las dificultades fueron cada día creciendo. (Pi 1891: 3)

Triunfante la revolución,  se constituyó un gobierno provisional presidido por Serrano, quedando Práxedes Mateo Sagasta como ministro de Gobernación y Juan Prim como ministro de Guerra.

El 13 de octubre de 1868 la Junta Superior de Gobierno de Madrid pidió al Gobierno provisional que se hicieran elecciones municipales por sufragio universal.

Pero las juntas locales, que habían manifestado su voluntad de existencia, serían suprimidas por decreto del día 21 de octubre, si bien el ya el día 20 se habían disuelto algunas, caso de Madrid, Gijón, Avilés, Aranjuez…, mientras otras acaban haciéndolo a primeros de noviembre, como en el caso de Barcelona, de Cádiz, o de Las Palmas….

La situación, no obstante, no iba a ser controlada por el gobierno, y en la madrugada del 4 de Diciembre de 1868 se inicia la insurrección en el puerto de Santa María y Cádiz. El motivo supuesto será una cuestión de jornaleros que pedían aumento de sueldo, y una resistencia armada de las milicias cívicas, la Milicia Nacional, ahora denominada Voluntarios de la Libertad, que se resistía a dejar las armas hasta que no vieran consolidada su Revolución. Al frente de esta insurrección aparecería un nuevo personaje: Fermín Salvochea (cuyo nombre masónico era Germinal), destacado anarquista que había permanecido cinco años en Inglaterra, y que fue acogido con simpatías por Paúl y Angulo y Ramón de Cala.

Pero los radicales se oponían al nombramiento, los radicales amenazaban e incitaban desde el periódico “El Combate”, al servicio de los intereses del diputado Ramón de Cala,  a acciones que llegaron a hacer creer que estuvieron implicados en el asesinato del general Prim.

La mecha prendida en la ciudad, cuna de movimientos masónicos, se propagó rápidamente a Málaga, Granada, Sevilla y Jerez. El poder central intervendría por medio del general Caballero de Rodas en una dura represión que según varios historiadores causó no menos de 3.000 muertos.

En todo el mes de diciembre no cesó la agitación manifiesta o latente que los sucesos de Cádiz produjeron en el mediodía de España. El gobierno atribuyó estos hechos y los que luego sobrevinieron a maquinaciones ocultas de la reacción. Los más activos agitadores del pueblo supusieron que era el gobierno quién promovía los tumultos, para tener ocasión de aherrojar al partido republicano… (Orellana III: 778)

El movimiento se extendió por toda España; así, el 31 de diciembre de 1868, el comité republicano federal de Oviedo lanzó un manifiesto en el que, entre otras cosas decía:
¿Queréis la regeneración de la patria? ¿Queréis las libertades que hacen la felicidad de la Suiza con un presupuesto de 50 millones, con preferencia a las menos amplias, que cuestan a la Bélgica 600? ¿O preferís seguir pagando 2.500 millones con un déficit continuado y consiguientes créditos supletorios?

Una vez aprobada la Constitución, el general Francisco Serrano fue elegido regente y Prim pasó a dirigir el gobierno, dedicándose a la búsqueda de nuevo rey, de la que excluía a toda costa a la casa Borbón.

Ese fue, tal vez el principal cometido que se marcó, consiguiendo su objetivo con la aceptación que Amadeo de Saboya hizo del cargo.

Pero Prim no pudo ver completada su obra ya que sería asesinado el 27 de Diciembre de 1870, cuando Amadeo se encontraba en camino hacia España. Prim, en principio, sobrevivió al atentado, acaecido en la madrileña en la calle del Turco, pero murió sorpresivamente tres días más tarde, el 30 de diciembre, contando 56 años de edad.

Prim recibió ocho impactos directos de bala en el hombro izquierdo dos más en el codo, que le voló la articulación y un tercer disparo en  el dedo anular derecho, que tuvo que ser amputado.

La Gaceta de Madrid de 28 de diciembre decía:
Ministerio de la Gobernación. El Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha sido ligeramente herido al salir de la sesión del Congreso, en la tarde de ayer, por disparos dirigidos a su coche en la calle del Turco. Se ha extraído el proyectil sin accidente alguno, y en la marcha de la herida no hay novedad ni complicación.

Hay quien afirma que posteriormente fue estrangulado. Sospechoso del atentado fue el duque de Montpensier, padre de la futura reina, María de las Mercedes, y no lejos de la conspiración, al parecer, se encontraba Francisco Serrano, y José Paúl y Angulo, todo dentro de una trama masónica.
Los autores, masones en su mayoría los materiales, y, desde luego los intelectuales (Antonio de Orleáns, duque de Montpensier y el general Serrano), se sentían amenazados con el cambio de dinastía que había procurado Prim, la cual podía provocar la pérdida de su posición privilegiada. Últimamente una comisión de investigadores en distintas disciplinas ha retomado el estudio de las causas de la muerte del reusense llegando a conclusiones llamativas: encontró en el antiguo sumario la lista original con los doce presuntos asesinos, (presuntos por cuanto no es posible ya celebrarse el juicio), los cuales fueron contratados prácticamente todos los asesinos a sueldo disponibles en España en aquel tiempo, a los que se les ofrecía un cantidad díaria de diez pesetas, un premio de cinco mil duros (mucho dinero para la época) y la garantía de seguridad de permitirles escapar, pero la más importante de las conclusiones fue la afirmación de que según las autopsias practicadas, no murió por los disparos de los que resultó herido, sino que fue ayudado por estrangulamiento…/… Prim se había alejado de la masonería y poco antes al haberse negado a participar en reuniones con altos grados masónicos, éstos le habían amenazado. Podría ser también el resultado de la lucha entre las dos corrientes masónicas de líneas perfectamente definidas: de un lado los de ideología progresista inclinados a la República; y los del otro, los de ideología moderada, partidarios del conservadurismo y la restauración monárquica, aunque NUNCA en la persona de la derrocada Isabel II. (Orte 2015: 19-20)
El autor material del asesinato de Prim, fue el diputado jerezano Paul y Angulo, aunque el inspirador principal, y responsable histórico como inductor fue Antonio de Orleans, duque de Montpensier. El regente, general Serrano, colaboró en la preparación, ejecución y encubrimiento del asesinato con hombres de su confianza; participaron José María Pastor, el coronel Salís -ayudante de Montpensier-, y Campuzano. El matrimonio de Alfonso XII con su prima Mercedes -hija de los duques de Montpensier-, fue una de las causas por las que se sobreseyó el sumario. El general Prim, había sido amenazado públicamente por Paul y Angulo, fundador del periódico "El Combate'; calificándole de cobarde y advirtiéndole que iba a ser muerto en la calle como un perro. Otra hipótesis, apunta hacia influyentes grupos de presión, formados por plantadores españolistas de Cuba, que conociendo las gestiones de Prim para vender esta isla a los Estados Unidos, organizaron su asesinato para evitarlo. (Pérez 1990: 72)

El asesinato de Prim significó la imposibilidad de consolidación de la monarquía; el conflicto seguía creciente, lo que quedaría patente siete meses después cuando el 18 de Julio de 1872 tuvo lugar un atentado contra Amadeo de Saboya cuya autoría nunca fue aclarada.

España continuaba inmersa en una marejada política y parlamentaria que dura hasta hoy mismo.

Vióse entonces, cosa muy de lamentar, a hombres de las más opuestas doctrinas repartiéndose amistosamente los distritos de España, y trabajando por el triunfo de candidatos que aborrecían de muerte; en provincias, revueltos dinásticos y antidinásticos, radicales y moderados, federales y absolutistas; la nación toda conturbada por el rencor y el odio. (Pi 1884: 29)

Entre tanto, en Cuba y en Filipinas se sucedían altercados, y los carlistas iniciaban un levantamiento a nivel nacional, con especial incidencia en Navarra, Vascongadas y en el litoral mediterráneo
Los movimientos populares se sucedían; el 7 de octubre se producía un motín de los tenderos de Madrid; el 11 se produjo una grave insurrección republicana en Ferrol, que no fue secundada por la población y que se mantuvo hasta el día 20, y la indisciplina en todos los campos era la nota dominante, destacando los movimientos contra las llamadas a quintas. El cuerpo de artillería, por discrepancias con el general Hidalgo de Quintana, acabó siendo dividido en dos grupos.
Los hechos tuvieron lugar del siguiente modo: Cuando se va a producir el nombramiento del General Hidalgo para un alto cargo, se produce la protesta de los jefes y oficiales de Artillería, aduciendo que el designado había intervenido años atrás en una conspiración. Los oficiales, tras haber protestado, solicitan la separación del servicio, lo que venía a suponer un acto general de indisciplina. Ante esta situación, Ruiz Zorrilla propuso a las Cortes, para su aprobación, una disposición que prácticamente equivalía a la disolución del Arma de Artillería. Finalmente, la propuesta fue aprobada, y la respuesta de los artilleros es contundente: insinúan al Rey el golpe de Estado. El Monarca se encuentra entonces en una situación enormemente difícil, puesto que si respalda la decisión política quedaría en abierta oposición al ejército, pero si decidía a favor de los artilleros los políticos le retirarían el escaso respaldo de que disponía.
Todo este cúmulo de circunstancias desemboca en la abdicación del Rey el 10 de febrero de 1873. (López 1992: 305)

Una gran conmoción se esparció por todo el territorio nacional, y en Madrid se temían dos levantamientos: uno a cargo de los “intransigentes”, dirigido por el general Nouvilas, y otro a cargo de los radicales, a favor de la república unitaria, y capitaneados por Domingo Moriones. Las masas exigían  democracia, descentralización, y medidas sociales.

Y en medio de esta conmoción tomó cuerpo el movimiento cantonalista, objeto de análisis aparte, y que conocería el principio del fin de su efímera existencia en el mismo momento de su expansión.

No obstante, las esperanzas cantonalistas se mantendrían vivas incluso después del 3 de Enero de 1874 cuando el general Pavía, marcadamente liberal,  dio un golpe de estado dando término a la Primera República y dando paso a la dictadura del general Francisco Serrano, que pervivirá todo el año 1874, hasta que el día 30 de diciembre conoció su final con el pronunciamiento del general Martínez Campos.

El golpe de estado se produjo mientras en el parlamento los intransigentes laboraban para volver al cantonalismo. Como consecuencia, las Cortes serían disueltas el día 8, siendo nombrado primer ministro Francisco Serrano, quién supuestamente iba a anular las disposiciones que habían mutilado las prerrogativas religiosas, pero se limitó a restaurar las órdenes militares, que estaban inoperativas, y a prometer destinos cómodos a los quintos que estuviesen casados sólo por la Iglesia, y abriría el camino para la restauración de la dinastía Borbón en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, que permanecía residiendo en Francia y atendiendo sus negocios de tráfico de esclavos.

A la semana del golpe del general Pavía, se emitía un decreto del gobierno de 10 de enero, publicado por la Gaceta de Madrid de 11-1-1874 en el que se señalaba:
Artículo 1º.- Quedan disueltas desde la publicación de este decreto todas las reuniones y sociedades políticas en las que de palabra u obra se conspire contra la seguridad pública, contra los altos y sagrados intereses de la patria, contra la integridad del territorio español y contra el poder constituido.

A partir de este momento se vivió bajo la dictadura de Serrano, que

Preparó e hizo aprobar la Constitución de 1876, estableciendo una monarquía liberal inspirada en las prácticas parlamentarias europeas. La clave era acabar con la violencia política y los pronunciamientos militares que habían marcado el reinado de Isabel II, asentando la primacía del poder civil. Pero para ello había que garantizar la alternancia pacífica en el poder; Cánovas diseñó un modelo bipartidista al estilo británico, formando él mismo un gran Partido Conservador a partir de la extinta Unión Liberal; y buscó una figura que aglutinara la opción política alternativa, encontrándola en Sagasta, que asumiría el liderazgo del Partido Liberal, con el cual se turnarían los conservadores en el poder. (Orte 2015: 32)

Como no podía ser menos, las discusiones vanas inundaban no sólo el hemiciclo, sino la entera vida nacional, apoyando o recriminando la acción del día tres. El propio Pavía justificó su actuación asegurando que, de no haber entrado él en el parlamento el tres de enero, lo hubiese hecho el pretendiente don Carlos en Madrid.

El 1 de Diciembre de 1874 Alfonso XII publica el Manifiesto de Sandhurst, en el que manifiesta:
ni dejaré de ser buen español, ni como todos mis antepasados, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal

Con clara sumisión a los intereses británicos, desea que España sea como las naciones más grandes y prósperas, haciendo clara la alusión a Gran Bretaña, donde existe un sistema monárquico parlamentario.

A finales de año se produjo como fruta madura la reinstauración de la monarquía borbónica siendo aceptado el regreso de Alfonso XII a España, que es nombrado rey el 29 de Diciembre tras el pronunciamiento del general Martínez Campos, en Sagunto.

Alfonso XII era hijo de Isabel II, y su padre legal fue Francisco de Asís de Borbón. Debido a la supuesta homosexualidad de éste, rey consorte, diversas fuentes apuntan como plausibles verdaderos progenitores al capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó o al general Francisco Serrano y Domínguez, ambos conocidos amantes de su madre.

El mismo 31 de Diciembre era Cánovas nombrado regente, quién formó gobierno mientras el general Serrano se exiliaba.

Catorce días más tarde, el 14 de Enero de 1875. Alfonso XII llegaba como rey a Madrid.

El Gobierno de SM., a su advenimiento al Poder, se encontró con que las cárceles estaban llenas de detenidos políticos por medidas gubernativas, y a todos ellos, absolutamente a todos los que estaban en la Península, les hizo poner generosamente en libertad. Se encontró también con otra multitud de reos de esta naturaleza,, que estaban sujetos a causas criminales, respecto de los cuales no cabía el derecho de indulto, no cabía la aplicación individual de ese derecho, sin  que hubiera sentencia, sin que los procesos se terminaran. (Toro 1997: 341)

Los principales partidos, el Conservador y el Liberal Progresista, asumen las reglas de juego parlamentarias, y comparten un mismo proyecto, el de la Constitución de 1876. Ambos partidos, que no eran sino agrupaciones de notables sin gran arraigo social, se irán alternando pacíficamente en el poder, imitando en las formas el modelo parlamentario inglés. En virtud de los llamados "Pactos de El Pardo", los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta se sucederían pacíficamente en el poder, sin dejar espacio para terceros.

Transcurridos los años, Pavía declararía en el congreso:

Si no hubiese ejecutado aquel acto, quizá no hubiera terminado aquel mes sin que hubiera entrado en Madrid D. Carlos de Borbón (...) Yo, Sres. Diputados, no me he vanagloriado nunca, ni me vanagloriará jamás, de haber ejecutado el acto del 3 de enero. Ya he dicho que lo hice contra mi voluntad.., pero no me he arrepentido nunca ... cíen veces haría lo mismo. (Toro 1997: 106)



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