jueves, julio 04, 2024

Antonio Huitzimengari, humanista y gobernador

 



 

            Hombre nacido alrededor de 1529 y fallecido a mediados de 1562, en la Nueva España. Era el hijo menor  del último irecha, Tzintzincha Tangaxuan, bautizado Francisco, y de su mujer Guatique Uacujane; el máximo gobernante de la civilización que pasó a ser conocida como tarasca o purépecha, diferenciada de otras sociedades mesoamericanas del momento que conformaba un linaje derivado del grupo de los Chichimecas-Uacúsecha, que habían conquistado y fundado el Tzintzuntzan Irechequa, antigua ciudad de Michoacán, cuyo poderío era capaz de rivalizar con el otro gran poder prehispánico, los mexicas y su triple alianza.

       

     El padre de nuestro personaje, así, era la máxima referencia política y religiosa de los tarascos, que poseían una civilización que manejaba una organización social basada en principios familiares que a su vez, estaban armonizados con un sistema de organización espiritual en el que tenía cabida el culto a los antepasados, similar a los dioses lares romanos.

            Con motivo de la conquista de Tenochtitlan,  el padre de nuestro personaje, el irecha Tzintzicha Tangaxuan, sostuvo un encuentro en 1522 con Hernán Cortés en Coyoacán, donde firmaron un pacto por el cual  Tzintzicha conservaba sus derechos sobre el territorio, debiendo atender el pago de los tributos, que desde ese momento habían cambiado de destinatario.

            Tzintzicha Tangaxuan se bautizó como don Francisco, y sus derechos, que le fueron garantizados por Cortés, le resultaron expoliados por  Nuño Beltrán de Guzmán,  presidente de la primera Audiencia de México cuando Cortés fue apartado por la Corona.

            Nuño Beltrán de Guzmán y sus cuatro oidores perpetraron una serie de arbitrariedades que se centraron en el maltrato de los naturales; Francisco Tangaxuan sería sometido  a un juicio sumario en el que fue torturado y finalmente asesinado el 14 de febrero de 1530, y las arbitrariedades no fueron cortadas sino hasta 1531, merced a la oposición del obispo Zumárraga, que acabó creando una segunda audiencia.

            A partir de este momento cambió la situación de Antonio Huitzimengari, quien quedó huérfano siendo muy niño, teniendo un hermano mayor que contaba diez años, y varias hermanas.

            Educado en el colegio de indios nobles, Antonio pasó a desarrollar una actividad formativa que le permitió destacar como humanista. Poseedor de unas  cualidades humanas y culturales que no admiten discusión, se volcó en reclamar sus derechos como descendiente de un señorío cuyo linaje reconocía la ley natural y se avalaba en la actuación que desde la llegada de Cortés fue muestra evidente de sus ascendientes y de su pueblo.

            La formación para los indios nobles comprendía el ejercicio de las armas y del gobierno además de amplios conocimientos que los franciscanos, y los agustinos, encargados de su formación, llevaron adelante con esmero, aspectos todos que Antonio Huitzimengari vio reforzados con su  estancia en la corte virreinal de Antonio de Mendoza y en la de Luis de Velasco, donde fue formado en valores de la nobleza, siendo que además, ejerció, junto a su hermano, como paje del virrey.

            La formación recibida puede ser calificada de muy completa, siendo que  se formó en varias disciplinas académicas, tanto con los agustinos en Tiripetío, como en el Colegio de Pátzcuaro, llegando a dominar los idiomas latín, griego y hebreo… y por supuesto, español y tarasco, su lengua materna. Virtuoso del lenguaje, trataba con los virreyes tanto de política como de población, de estrategia, o de expansión territorial.

            Y se volcó en la compilación de una Información que abonaba la legitimad del señorío de sus antepasados sobre toda la tierra y provincia de Tarasca hasta Culiacan en Nueva España; aspecto que venía avalado por el apoyo que siempre había sido prestado a la Corona, no dejando de hacer mención a los abusos que forzaron la entrega de grandes tesoros al presidente de la Primera Audiencia, Nuño de Guzmán.

            Con un trabajo metódico, llevó a efecto la que es conocida como “Información de méritos y servicios de don Antonio Huitzimengari” en la que reúne el testimonio de sus virtudes, corroboradas esencialmente por testigos europeos, purépecha y náhuatl hablantes.

            Su objetivo no era otro que recuperar para sí el antiguo título de cazonci o irecha que había sido detentado por su padre y que tras la ejecución del mismo había desaparecido. Pero  ni el prestigio ni la autoridad que representaba habían caído en el olvido, lo que posibilitó  que, debido a su linaje, fuese reconocido como gobernador de la ciudad y provincia de Michoacán, cargo que detentaría entre 1545 y 1562, sucediendo a quién, merced a esa misma demanda, lo había detentado entre 1543 y 1545, que no era otra persona que su hermano mayor, Francisco Taríacuri.

            No cabe duda que Antonio Huitzimengari fue un adalid necesario para los proyectos de gobernación de Michoacán, y su presencia de ánimo y liderazgo nos muestran una persona  ejemplo de superación y de inculturación. Su lucha por el reconocimiento de su nobleza y de sus cualidades excepcionales es una actuación que permitía a los individuos y a las comunidades reivindicar su propia identidad y acceder a rentas y territorios, así como a formar parte de los Consejos… y a las personas les posibilitaba residir en la Corte.

            Y si para las personas individuales representaba prestigio personal y preeminencia, para los pueblos indígenas representaba el reconocimiento de su estirpe y de su autoridad, que se hacía evidente cuando la demanda de instancias superiores comportaba aplicación de nuevos impuestos o servidumbres; levas de cualquier especie que pasaban a estar negociadas por representantes naturales. 

            Y esas levas tuvieron claro reflejo cuando se trató de la guerra chichimeca, que fue afrontada por tarascos, mientras convertía el gobierno de la provincia de Michoacán en un lugar plácido, hospitalario, cristiano, que fue fundamental para  la pacificación del norte de la Nueva España.

.           A su muerte, ocurrida el año 1562, se produjo un conflicto sucesorio entre el heredero, Juan Purúata, y los hijos naturales, que disconformes con su situación se enfrentaron a su medio hermano y provocaron la quiebra definitiva del cargo de gobernador indio de la ciudad y provincia de Michoacán.

            Sus descendientes ocuparían el cargo del gobernador del cabildo indio de Pátzcuaro o de algunas otras repúblicas de indios, pero habían dejado de tener influencia a niveles superiores.

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