Hablar de masonería es un asunto extremadamente espinoso y complicado, merced a la propia acción de esta organización secreta, experta en el arte de la confusión universal, creadora, dentro de su órbita, de diversas y aparentemente contrapuestas tendencias.
Por su parte, los masones dicen que la masonería no es una religión ni una secta, pero debemos convenir que su actuación, desarrollada hasta el extremo, a lo que más se parece es la que llevaría a cabo una secta debidamente estructurada que tiene marcados unos fines claros extrañamente coincidentes con los principios de la Ilustración.
Con esas premisas, y convencido como estoy que, merced a la opacidad, la confusión y la mentira que al respecto es divulgada por la propia secta, y merced a mis evidentes limitaciones, no voy a sacar luz sobre el asunto, me limitaré a recoger datos que parecen ciertos. Así, siguiendo a Emilio Ocampo, parece que la masonería hizo su aparición pública y oficial en 1717 con la fundación de la Gran Logia de Londres.
A partir de entonces se expandió rápidamente por el resto de Europa y también en Norteamérica, ganando adeptos en la aristocracia, la alta burguesía y los intelectuales. Aunque se trataba de una organización fraternal sin objetivos políticos, pronto se la responsabilizaría del evento político más trascendente de la edad moderna: la Revolución Francesa. Quien articuló de manera más efectiva la teoría del gran complot masónico revolucionario fue el Abate Augustin de Barruel (1741-1820) en sus Memorias para servir a la Historia del Jacobinismo. Según Barruel, la revolución no era más que una conspiración entre los masones franceses, los iluministas de Baviera, los sofistas y enciclopedistas (de Voltaire a Diderot). (Ocampo)
Como datos históricos sobre la sociedad secreta por excelencia, sabemos que en 1723 fueron redactadas las Constituciones de Anderson, las cuales contienen los primeros puntos programáticos de la organización en los que se basan la mayor parte de las formaciones masónicas, todavía hoy. Así, parece que la historia de la masonería se inicia en esta fecha. Dejamos lo de sus orígenes en el templo de Salomón para los aficionados al esoterismo.
Nosotros nos atendremos a aspectos más mundanos y nos limitaremos a resaltar las extrañas relaciones existentes entre estos “benefactores de la Humanidad” y los otros benefactores, con los que se encuentran notables coincidencias de actuación, de pensamiento y de militancia.
Tan sólo cinco años después de las Constituciones de Anderson, Lord Coleraine, Duque de Wharton, fundaba en Madrid la Respetable Logia Matritense o de las Tres Flores de Lys.
A partir de 1730, casi ininterrumpidamente, fueron designados Grandes Maestros de la Gran Logia de Inglaterra miembros de la familia real británica, creando unos vínculos que difícilmente dejan discernir cuándo un acto es propio de Inglaterra o cuándo lo es de la masonería; lo que, en principio, hace llegar al convencimiento de que la Masonería no es sino un instrumento más del estado inglés, como lo es el ejército o la marina.
Una vez conseguida la paz interior en el reino, con los consiguientes genocidios derivados, Inglaterra se volcó a su expansión exterior, misión en la que la masonería se significó de manera especial para difundir ideales políticos y económicos de carácter liberal a los que fueron especialmente receptivas las clases dirigentes de otros países.
La corona británica, así, aparece ligada a la masonería, y la masonería al servicio de Inglaterra desde un primer momento. No vamos a afirmar que son la misma cosa, porque el hermetismo de unos y de otros no nos lo permite; solo nos limitamos a resaltar lo que es público y notorio.
A todo ello hay que añadir el manifiesto interés que Inglaterra venía demostrando por posicionarse en América, y en concreto en América del Sur al objeto de posesionarse de la misma con una clara intención colonial y geoestratégica.
En 1732, los impresores de St. Paul's Churchyard, Londres, editaron un opúsculo de 80 páginas que terminaba concluyendo que ‘Todos los hombres comprensivos deben reconocer que Gran Bretaña no puede realizar un emplazamiento en ningún sitio de la superficie de la tierra, del que pueda esperar razonablemente tantas ventajas como el situado sobre el Río de la Plata...”
…En 1774 se publica el libro del Padre Falkner, “A descripción of Patagonia”, uno de los jesuitas expulsados junto a su orden, por Carlos III en 1767, en el que según algunos, se alentaba la invasión. (Calabrese)
Podemos convenir, al fin, que la premisa de dependencia con relación a Inglaterra es incuestionable, pero… ¿y sus miembros?
Sus miembros se reclutan en los diversos sectores de la estratificación social del lugar donde vaya a actuar la secta, y se adaptan a los momentos históricos, siempre al lado de la fuerza social dominante, variando de militares a políticos, periodistas, clero o comerciantes… Y siempre con una estructura jerárquica marcada por el número de sus grados; rigurosamente antidemocrática, siendo que, como señala Jordan B. Genta, un Consejo Supremo de grados 33 no delibera ni resuelve sobre los mismos asuntos que se ventilan en las "tenidas” ordinarias de las logias.
Y aunque siempre se ha definido a sí misma como una organización fraternal sin objetivos políticos, llama la atención cómo tuvo especial significación en el desarrollo de un acontecimiento de la importancia de la Revolución Francesa.
Sería el Abate Agustín de Barruel, que conoció de forma directa los acontecimientos, quien denunciaría que el Jacobinismo era una conspiración masónica en la que tendrían especial significado los enciclopedistas, siendo que a principios del siglo XIX era la masonería francesa la que encabezaría las actuaciones políticas, influyendo en todos los lugares donde se expandía el imperio francés, y siendo que los primeros movimientos separatistas de América partían de las relaciones existentes entre la masonería francesa y sus acólitos americanos entre los que destacaban Manuel Gual y José María España, que en 1797 darían inicio a una revuelta separatista en La Guaira y en Caracas, o Antonio Nariño, que fue desterrado de Bogotá en 1794 para posteriormente huir a Inglaterra en busca de apoyo para la consecución de sus objetivos.
Dentro del secretismo que inunda esta secta, y siempre basándonos más en los hechos que en las declaraciones, con el historiador quiteño Jorge Luna Yepes, podemos atisbar lo siguiente:
En la historia y en el espíritu de la masonería pueden anotarse estos caracteres: 1º Alianza con el judaísmo y con el imperio británico; 2º Anticlericalismo y anticatolicismo fanáticos en los países latinos; 3º Oposición a las formas tradicionales de vida de estos pueblos; 4º Secretismo y espíritu de grupo o círculo. De la relación de estos caracteres de la masonería puede deducirse mucho saber el porqué de su intervención activa en la Revolución francesa, de su apoyo a Napoleón en los primeros tiempos, para luego volver las espaldas y coadyuvar con Inglaterra para su caída; asimismo puede deducirse el porqué de la intervención masónica en la disolución del Imperio español; Imperio católico, el primero, a partir del siglo XV, en haber tratado radicalmente el problema judío (con la expulsión de estos de todos sus territorios), aferrado a las bases constitutivas de su grandeza, como todo gran pueblo, y representante de la antítesis de Inglaterra. (Luna)
Sólo señalar un reparo a la cita de Jorge Luna, y es que no fue España la primera en abordar la expulsión de los judíos, sino la última en hacerlo.
Por lo que venimos señalando, la alianza de la masonería con Inglaterra tiene pocas dudas; ya que, si desde sus principios quedan manifiestas las alianzas, antes de finalizar el siglo XVIII, cuando en 1787 era iniciado el príncipe de Gales ‒el futuro Jorge IV‒ en la logia que ya llevaba su nombre, la iniciación fue llevada a cabo por su tío Henry Frederick, Duque de Cumberland. Y no fue casualidad ni ardor juvenil esta iniciación, porque en 1811 el príncipe era Gran Maestre de la Moderna Masonería Constitucional Inglesa.
Debemos hablar de América y hablamos de Inglaterra… Pero es el caso que de cara a lo que nos interesa en relación a los movimientos separatistas de América, no podemos dejar de lado Inglaterra, porque Inglaterra es la base, el principio y el fin, tanto de la masonería como de los movimientos secesionistas que rompieron América en el primer cuarto del siglo XIX.
Hay que señalar que los primeros masones llegados al Rio de la Plata… o a la Nueva España, no procedían directamente de Inglaterra; procedían de Logias peninsulares, donde la actividad de la secta es detectable desde el primer cuarto del siglo XVIII, cuando inician su actividad en Gibraltar para pasar posteriormente a actuar en Madrid y otras ciudades, siendo que por pragmática de Fernando VI fechada el 2 de julio de 1751 son prohibidas sus actividades.
Pero la llegada de Carlos III, de quién se especula su posible adscripción a la secta, marcaría un giro de 180 grados a la política de su predecesor, y a su amparo, Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, fundaría en 1780 el Gran Oriente Español, al que se adscribirían personajes como Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, XII Duque de Alba, Manuel Luis de Urquijo, ministro de Carlos IV, Leandro Fernández de Moratín, Melchor de Macanaz, ministro de Carlos II, José Moñino, nombrado por Carlos III conde de Floridablanca. Campomanes o Jovellanos, de cuya actuación se deriva la presencia masónica en América ya en la segunda mitad del siglo XVIII… Y más adelante Juan Antonio Llorente, secretario que fue de la Inquisición.
En el último cuarto del mismo siglo XVIII, quién habría de ser coronado rey Jorge IV de Inglaterra fue iniciado masón en la Logia Príncipe de Gales. En 1811 era Gran Maestre de la Moderna Masonería, y justamente en esas fechas nos encontramos con el hecho de que Londres contaba con la presencia de Francisco de Miranda, quien creaba la primera asociación secreta denominada Gran Reunión Americana, la cual llevaría a cabo una frenética actuación captando e iniciando a un importante número de personas que serían significativas en el desarrollo de los procesos separatistas americanos, entre los que figuraban nombres como Vizcardo, Olavide, Olmedo, Unanue o Iturregui.
No se puede separar la actuación de la masonería de la actuación de Inglaterra, que desde hacía décadas tenía dos objetivos claramente determinados: obtener puertos en el Atlántico y el Pacifico Sur para poder minar el control de España sobre el comercio mundial, y para la instalación de colonias extractivas.
Las acciones de la masonería en España perseguirían los objetivos que permitiesen el avance de los intereses británicos; así, la Ilustración se desarrolló de forma especialmente negativa para España. El pasado fue olvidado; las instituciones educativas sufrieron una mutilación que tomó forma con la expulsión de los jesuitas, supuestamente amparado en la voluntad de impulsar la enseñanza elemental y superior. La Ilustración se presentaba como una nueva era para la Humanidad; una era que dio paso a un presumible impulso de la educación que en realidad comportó un retroceso de siglos en la cultura popular, todo reforzado con la idea de crear una estructura piramidal y con ello la diferenciación de clases. Con la llegada de la Ilustración, cada estrato social pasaría a tener acceso a determinados conocimientos; para los blancos y criollos distinguidos, las universidades y los colegios; para los indios, los oficios.
La ilustración, el Racionalismo y el Iluminismo se convirtieron en la esencia que transformaría la realidad.
En América, y en el campo de la educación, se procurará una especie de entrega de sí mismos al sistema encarnado en los pueblos sajones, a quienes se les entenderá como crisol de la civilización. Se fomentará la tutela mental, cultural, política y económica de la Europa defensora de principios racionalistas; la “raza europea” se sitúa por encima de la indígena, que pasa a ser considerada sinónimo de barbarie, con lo que se allana el camino para una colonización que en la España europea ya se había iniciado en el siglo XVIII.
Esos principios ilustrados serían defendidos por las nuevas élites que, como más adelante señalaría Domingo Sarmiento, consideraban al mestizaje como una reminiscencia del pasado español y un retroceso, por lo cual debía ser extirpado. Sólo la eliminación de la sangre de razas incapaces y la educación lograrían la finalidad civilizadora.
Con esos principios ya difundidos en España llegaría el siglo XIX, y en 1806 y en 1807 Inglaterra llevó dos intentonas serias de incursión en Sur América. El fracaso les indujo a intentar conseguir sus objetivos por los mismos medios que ya venían utilizando y que no serían otros que el refuerzo de la actuación de la masonería, que ya se encontraba asentada en ciudades como Buenos Aires o México, y que en el primero de los casos se vio incrementada en el curso de las invasiones citadas con la fundación de las logias Estrella del Sur e Hijos de Hiram por parte de militares británicos que no fueron repatriados sino que quedaron como quintacolumnistas tras haber sido derrotados militarmente.
Estos antecedentes nos permiten constatar la existencia de masones, como también, que estos se organizaron en logias con una fisionomía particular. Una forma de sociabilidad hibrida, combinación de logia masónica y sociedad patriótica, constituye quizás la manera más precisa de describirlas. (Solar)
¿Y qué función ejercían esos masones? De zapa, de preparación del terreno para lo que había de llegar, y es que, según señala Antonio Calabrese, entre 1790 y 1804 le fueron expuestos al primer ministro William Pitt, llamado “el joven” para distinguirlo de su padre, no menos de quince planes de invasión al Río de la Plata.
Una idea que llevaba anejo el propósito de crear estados títere suministradores de materia prima que, enfrentados entre sí, su seguridad siempre estuviese sometida a la “protección” de la armada británica; pero la alianza, en principio circunstancial y al final determinante entre Inglaterra y España durante los años 1808 a 1814, impidió una acción decidida, que sin embargo acabó siendo más ventajosa para los intereses británicos al haber sabido convertir la acción militar contra los franceses en acto de conquista de la España peninsular y la acción en América en un hecho que, sobre el papel, sería llevado a cabo por insurgentes locales.
A principios del siglo XIX, y muy a pesar de que el Tribunal de la Inquisición la hubiese prohibido en 1725 y de que Fernando VI lo hiciese en 1738, la masonería en España gozaba de una excelentísima salud; las logias fueron creándose a lo largo del siglo XVIII. Y existen datos que lo amparan… menos en el caso de las logias creadas en América, de las que no existen registros.
Esa inexistencia de registros es achacada por autores masones a la acción de la Inquisición; así, Herbert Horé señala:
En América del Sur ya se habían desarrollado logias masónicas secretas, pero hasta la fecha no se ha podido encontrar la documentación, debido a que la Santa Inquisición, desapareció los documentos existentes. (Oré: Los masones y la independencia del Perú)
Pero resulta difícil dar valor a esa afirmación, dado que, un mínimo conocimiento de la actuación de la Inquisición nos permite asegurar la imposibilidad de que ésta institución extraviase o destruyese algún documento… Salvo que los masones que ya se habían infiltrado fuesen los responsables de la misma.
Esas logias que señala Horé serían organizadas según el siguiente detalle:
En 1763, en Cuba, Nicaragua y Belice.
En 1768, en México (Ciudad de México y Jalapa)
En 1773, en Lima
En 1776, en Honduras
En 1794, en Santa Fe de Bogotá
En 1795, en Río de la Plata (Logia Independencia)
Y todo, merced a la labor del artífice de excepción que fue Pablo de Olavide, factor principal de la masonería que si se desarrolló durante el reinado de Carlos III ya había iniciado su actuación anteriormente.
Pero no sería Olavide el único masón encumbrado en los más altos puestos de poder en España, ya que con él, las altas estructuras del estado fueron sembradas con nuevos masones por él adoctrinados.
No estamos hablando de personas insignificantes, sino de personas con altas responsabilidades. Tal es el caso de Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, Secretario de Estado, quién llegó a exponer a Carlos IV que “colonias” como el Perú o Chile, no podrían ser sostenidas dentro del Imperio.
No dudaba en tratar como “colonias” lo que siempre habían sido reinos. Y lo hacía, si no oficialmente, sí detentando el cargo de mayor responsabilidad política de la Monarquía. Y es que, en esos momentos, la masonería, por capilaridad, había llegado a todos los centros de poder… Hasta la Inquisición llegó a conocer una logia en su sede.
La actividad masónica de estos personajes, lógicamente tenía reflejo en actuaciones de envergadura; así, en México nos encontramos con que, desde 1766, con la incorporación del virrey Carlos Francisco de Croix se inicia una actividad masónica de envergadura que se continuaría con Bucareli, Mayorga, Gálvez, Núñez de Haro, Peralta, Flórez, Güemes o Azanza, todos seleccionados por los ministros de Carlos III para hacer efectiva en Nueva España la política reformadora del Despotismo Ilustrado.
América estaba sentenciada, y tan evidente era la sentencia, que en 1797, un colaborador de Olavide, Francisco de Miranda, presidió en París una reunión de partidarios de la independencia de la España americana, procediendo ese mismo año a crear en Londres la logia Gran Reunión Americana, desde donde trató con el gobierno inglés, de quién cobraba, la invasión británica de América.
Iniciado el siglo XIX, seguirían creándose nuevas logias, de entre las cuales, en 1812, la de mayor renombre, la logia Lautaro, en cuya formación tuvo especial relevancia la participación de José de San Martín a su llegada desde Londres, donde había sido debidamente adoctrinado, si bien, la actividad masónica ya llevaba tiempo desarrollándose en la ciudad del Plata, entre quienes destacaban Pablo Zufriategui, Santiago Figueredo, el General Rondeau, o el presbítero Juan Valentín Gómez.
En principio, la difusión de las ideas masónicas iban de la mano de agentes británicos que recorrían la España americana con una clara intención de espionaje que queda manifiesta en sus escritos y, curiosamente, con la anuencia de la administración española.
Tal es el caso de Alexander Humboldt; pero, como él, fueron otros; unos, como en el caso de Juan Bautista Picornell, con la excusa de ser desterrados de la Península; y otros con la excusa de expediciones geográficas que manifiestamente eran de claro espionaje, a juzgar por los comentarios relativos al modo y manera como un ejército podía acceder a un determinado lugar, como hace Humboldt.
La presencia documentada de masones en Venezuela es en el año 1796, cuando llegaron a Venezuela varios prisioneros acusados de conspiración en contra de la corona. Los nombres de estos revolucionarios eran: Manuel Cortes Campomanes, Juan Mariano Picornel, Juan Manzanares, José Lax, Bernardo Garaza, Juan Pons Izquierdo, Joaquín Villalba, y Sebastián Andrés, quienes participaron en la «Rebelión de San Blas» y fueron enviados a Venezuela para purgar la pena. Los venezolanos Manuel Gual Curbelo y José María España Rodríguez los conocieron y se familiarizaron con sus ideas, para luego ser iniciados como masones. (Mora)
Acudían para la creación de una estructura que ya tenía asentados los primeros pilares, que no eran otros que las vecinas colonias francesas y las británicas del Caribe, donde al fin acabaría huyendo Picornell de cara a mejor organizar las estructuras.
Y, en efecto, a poco de su llegada a aquella isla expidió su gobernador, Sir Thomas Picton, la famosa proclama, excitando a los habitantes de Costa-firme a insurreccionarse, ofreciéndoles, en nombre de Su Majestad Británica, armas, municiones o fuerzas para asegurar su independencia. (O’Leary: 41)
Todo llevaba su curso, y en paralelo, en 1813 se produjo la reunión de la masonería bajo los auspicios de la corona británica, que fuerza la unión de antiguos y modernos en la Gran Logia Unida de Inglaterra cuando el príncipe de Gales, hasta entonces Gran Maestre de la Gran Logia de los modernos, fue designado regente. Es entonces cuando la masonería se convierte en la argamasa del imperio británico y lo que posibilita que los jóvenes Estados Unidos de Norteamérica y la Gran Bretaña recuperen las relaciones rotas en la guerra de independencia norteamericana.
Auspiciados por Inglaterra, un ejército de masones inundó España , y los movimientos separatistas fueron consecuencia de su labor, al servicio de los intereses de Inglaterra, todo en medio de un alud de informaciones contradictorias que abocan al fracaso a quienes, sin un método bien estructurado, abordan el conocimiento de la secta.
La desinformación premeditada hacia todo aquel que no está iniciado, será una de sus principales armas que le permitirán afirmar sin equivocarse que lo que de ella se diga es pura elucubración.
Es por ello que su interpretación debe ser atendida desde la distancia, abordando los asuntos como cuestiones de interés británico, estimando la masonería puramente como un arma, sobre la que podemos hablar como instrumento, siendo que para el estudio de las cuestiones no es necesario derivar hacia ninguna parte, como en el caso de una espada utilizada en una conquista no derivamos hacia el material, la aleación, la forma o el tamaño de la misma, y si lo hacemos es como curiosidad que, aunque ciertamente puede ser determinante para el arte de la guerra, sin embargo es irrelevante para el análisis de los hechos concretos en que ha participado como instrumento.
E instrumento fue en la Revolución Francesa, donde comenzó a desarrollar aspectos que nunca aplicará en los dominios británicos. Aquí, y en lo sucesivo, entrará en funcionamiento el conocido como Rito Escocés, que añadía treinta grados a los tres existentes en la masonería inglesa de 1717, en la que no existe el “plan de guerra a los reyes y a todos los tronos”, siendo que en Inglaterra, y como hemos señalado, el título de Gran Maestre está reservado al Príncipe de Gales.
Y el principio que de ese hecho podemos deducir queda plasmado en el transcurso de pocos años en la propia Francia, donde primero aupó a Napoleón, que gobernó y conquistó Europa arropado de políticos, militares y familiares miembros de la masonería, y luego fue la masonería quién acabó con su imperio.
Paralelamente la masonería se extendió por América. Era una masonería de obediencia francesa… pero los primeros masones americanos, que a la sombra de la masonería francesa iniciaron activismo (en 1794 Nariño en Bogotá y en 1797 Gual en Caracas o de la Luz en La Habana en 1809) no instalaron su sede en Francia. Fue Londres donde Miranda fundó la logia “Gran Reunión Americana”, y desde ésta se organizaba la actividad de las otras logias.
Sin embargo, según la masonería inglesa, Miranda no actuó a la sombra de la logia londinense. Así, sobre el papel, la “Gran Reunión Americana” no tenía obediencia masónica… La estructura del arma está puesta en duda… pero no se dice en manos de quién estaba el arma, siendo notorio que la actividad de la masonería en todo el ámbito de la América virreinal tuvo una relevancia de primerísimo orden dirigente, y siendo también notoria la participación de importantes cifras de ciudadanos británicos que actuaron desempeñando funciones de espionaje, asesoramiento y participación activa en el conflicto bélico.
Tampoco se hace cargo la masonería de la “Sociedad de los Caballeros Racionales de Cádiz”, donde el secretismo propio de la organización impedía que los grados inferiores de la misma conociesen la identidad de los grados superiores.
Y si, según la información de la masonería la Gran Reunión Americana no actuó bajo las directrices de la logia londinense, esa misma información se da en el caso de la Lautaro.
Así, en 1979, la Gran Logia de Londres aseguraba en carta dirigida al investigador Patricio José Maguire que la Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular y que jamás apareció anotada en el registro o en los archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra, y que
Francisco Miranda, Carlos María de Alvear, Simón Bolívar, José de San Martín, Matías Zapiola, Vicente Chilavert, Bernardo O’Higgins, Luis López Méndez y Andrés Bello, de acuerdo con sus archivos, nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Podría ser definitivo el comunicado si la masonería fuese creíble, pero la verdad es que la actuación de casi todos ellos es, en el mejor de los casos, discutible. Es necesario destacar, como muestra del espíritu que embargaba, como mínimo a un buen número de ellos, la acción que Carlos María Alvear, General de las Provincias Unidas, llevó a efecto; algo complementario a lo realizado también por Simón Bolívar, el máximo ídolo del separatismo americano. Carlos María Alvear escribió dos cartas:
Una al gobierno de Gran Bretaña y otra a su representante en Río de Janeiro, Lord Strangford. Esas cartas, llevadas por Manuel García a Río, reclamaban el envío de «tropas y un jefe» porque, decía el Director Supremo: «Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes y vivir bajo su influjo poderoso». (Terragno: 186)
En este adelanto de actuaciones, es también destacable la acción de Juan O’Donoju, último virrey español en México, quien a su llegada a destino reavivó la actuación de la masonería, a pesar de haber sobrevivido tan solo diez días a su llegada a México.
Pero no se presentó en su destino él solo sino con un grupo de correligionarios, encabezados por un médico de nombre Manuel Codorníu, que obtuvo su título en el Cuerpo de Voluntarios de Honor de la Universidad de Toledo de una forma similar a como los presidentes de gobierno de España obtienen hoy sus doctorados.
Cuerpo en el que se aprobaban los cursos por decreto, sin necesidad de examinarse. Así, el 18 de noviembre de 1810 obtuvo en Cervera el grado de bachiller en Medicina, doctorándose poco después. (Gil)
Ellos serían los responsables de la activación del movimiento separatista, para lo que contaban con un medio de propaganda propiedad del propio Codorníu, el periódico El Sol, cuyos objetivos eran defender el Plan de Iguala y difundir los principios liberales establecidos en España.
Y, finalmente, un apunte sobre Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Independencia Mexicana. Sobre él dice Rogelio Aragón:
No fue sino hasta 1884 que un ilustre masón del Rito Nacional Mexicano, José María Mateos, haría la primera mención sobre la pertenencia de Hidalgo a la organización. En ese año se publicó la Historia de la Masonería en México, donde Mateos afirmó categóricamente que Hidalgo fue iniciado en la primera logia establecida en la Ciudad de México, en el año de 1806. (Aragón)
Ciertamente, esta afirmación no es ni puede ser definitiva para la adscripción a la secta, máxime cuando la mentira es un arma por cuya utilización aboga, pero que este caso sea cierto explica muchas cosas…
Por otra parte, y en relación directa, el Congreso de Tucumán, que declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, fue urgido a instancias de José de San Martín, el cual se dirigía así por carta al diputado Godoy Ruiz:
¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos... Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la soberanía, es una usurpación al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito. (Congreso de Tucumán)
Finalmente, el congreso se reunió el 9 de Julio de 1816 y estuvo bajo la presidencia del masón Juan Fco. Narciso de Laprida; su secretario, Juan José Paso, era masón adscrito a la logia Independencia… Al respecto, señala el gran maestre Ángel Jorge Clavero:
Disuelto el Congreso y el Directorio, a comienzos de 1820, no hubo gobierno nacional hasta la elección de nuestro hermano Bernardino Rivadavia como Presidente de la República, el 7 de Febrero de 1826. Rivadavia fue iniciado masón en Europa, actuó en las logias Aurora y Estrella Sureña, propició la fundación de la Logia Valeper y realizó trabajos masónicos en Uruguay y Brasil. (Clavero)
Y entre tanto, la clase dominante aprovechó la coyuntura para mantenerse en el poder creando un sistema ajeno al pueblo y benéfico para sus intereses mercantiles. Así, acabarían copiando la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, el Código Civil de Francia, las leyes penales de Baviera o el genocidio británico que sentenciaba el exterminio de los selkman o de los gauchos, al tiempo que en lo cultural creaba una leyenda destinada a hacer tábula rasa de la historia en un terrorismo cultural que había de perdurar siglos.
Pero todo esto, que lleva cola… no es el principio de la misma. Fue en Cádiz donde se fundaron las primeras sociedades secretas de influencia masónica con vistas a la independencia de América, y en ese movimiento se encontraba involucrado quien luego llevaría el título de libertador, José de San Martín, en relación directa con la logia Caballeros Racionales, cuya sede central era… Londres, lugar donde Francisco de Miranda era el gran maestre.
Como no podía ser de otro modo, por la sede londinense pasarían todos los personajes que, a la corta, tendrían papel de primer orden en el drama que se estaba tramando.
El proceso revolucionario, planeado inicialmente en Londres, debía desarrollarse desde dos puntos estratégicos: Venezuela y el Río de la Plata, desde donde los Ejércitos anglo separatistas, comandados por los agentes San Martín y Bolívar, debían avanzar en tenaza sobre Lima.
Y en Cádiz se tramaba la recluta de quién debía comandar el prediseñado ejército de los Andes. El 6 de mayo de 1808, San Martín era nombrado maestro masón, nada menos que de manos del general Francisco María Solano, Marqués del Socorro, que a la sazón era el Capitán General de Andalucía, y Gobernador Civil y Militar de Cádiz, compaginando empleo como maestro masón.
En esa situación permanecería hasta 1811, cuando pediría la baja del ejército español para atender sus asuntos en América… pasando primero, como mandaban las circunstancias y Jaime Duff, conde de Fife, por Londres, donde le serían entregados los oportunos pasaportes y pasajes, y con el tiempo el título de ciudadano honorífico del Condado de Banff, al norte de Escocia, donde Duff tenía un marquesado.
Respecto a la relación de San Martín con la masonería, José Matías Zapiola (dado de baja de la Armada Española tras los hechos de Mayo de 1810), y estando en Cádiz, se unió a la logia de esa ciudad y acompañó a San Martín desde ese momento hasta que juntos regresaron a Buenos Aires a bordo de la fragata inglesa George Canning. Zapiola escribiría a Mitre:
En Londres asistí a la Sociedad establecida en la casa de los Diputados de Venezuela [Grafton Street]. Allí fui ascendido al 5° [grado] como lo fue el General San Martín. Ésta estaba relacionada con la de Cádiz y otras. Yo he creído que el General Bolívar ha sido el fundador de la Sociedad, o ha tenido una parte en su fundación. En Londres conocí al Diputado de Caracas [López] Méndez y al Secretario Bello, a [...] Manuel Moreno y otros más. (Terragno: 176)
Una vez en América, según Felipe Santiago del Solar, San Martín fue recibido con recelo hasta que la masonería lo introdujo como convenía en todos los ambientes, hasta el extremo de que en 1816, Carlos de Alvear le cedió, junto a Juan Martín de Pueyredon, el mando de la logia Lautaro.
Sergio Rodríguez Lascano señala la evolución hasta la creación de la logia Lautaro.
La Logia Lautaro se creó primero con el nombre de Logia de los Caballeros Racionales, en la ciudad de Londres, en 1797. Posteriormente se convirtió en la Logia Lautaro, tomando el nombre del gran luchador mapuche que, en el siglo XVI, organizó un levantamiento en contra de la dominación española. La ideología de dicha Logia expresaba la dinámica hacia el surgimiento de una nueva hegemonía, basada en una protoburguesía criolla, en América del Sur. (Rodríguez)
Podemos encontrar autores que sitúan la creación de la logia Lautaro en Cádiz; otros la sitúan en Londres. Procuremos que los árboles no nos impidan ver el bosque y orillemos lo marginal. San Martín, tomó parte en varias logias cuyo fin era conspirar contra España. Primero en la Península, y luego en América.
Estas logias fueron:
1. La Sociedad de Caballeros Racionales formada en CÁDIZ a principios del siglo XIX.
2. La Sociedad de Caballeros Racionales trasladada a LONDRES en 1810.
3. La Logia LAUTARO de BUENOS AIRES creada en 1812.
4. La Logia del EJÉRCITO DE LOS ANDES, o SEGUNDA LAUTARO, formada en MENDOZA en 1816, y
5. La Logia LAUTARINA de CHILE, creada para apoyar el gobierno de O´HIGGINS en 1818. (Luqui)
Todas estas circunstancias, sin embargo, son obviadas por muchos patriotas, luchadores por la reconstrucción de la Hispanidad que se obstinan en ver en San Martín un héroe. Pero, al respecto, el nombre de San Martín permanece en las referencias masónicas de forma reiterada, incluso después de su muerte y por circunstancias que, al fin, le resultan ajenas.
Zapiola, que fue secretario de la Logia Lautaro, aparecería años más tarde en distintos registros masónicos. La Gran Logia Central lo reconoció en 1860 como uno de los «fundadores de la Masonería en tierras de América»; y, a su muerte, en 1874, el Gran Maestre Nicanor Albarellos dictó un decreto de honores por «el Ilustre Hermano que nos dio la libertad junto al Gran Iniciado General San Martín». (Terragno: 177)
La masonería estaba enquistada en los órganos de poder civil y militar de la Península como en las élites separatistas. También es cierto que, en el mundo británico, como hemos señalado, la misma masonería copaba esos mismos puestos; entonces, ¿qué diferencia hay entre una y otra? Parece evidente que la masonería ideológica estuvo siempre al servicio de la Corona británica desde la entronización de Jorge I en 1714. Por el contrario, los servicios prestados a España fueron destinados, exclusivamente, a combatir el espíritu de su obra universal.
Así, entre otros asuntos de mayor y de menor envergadura, controlarían el ejército que luchaba contra la invasión francesa y colocarían hombres de su confianza que alcanzarían prestigio en la defensa de Cádiz, siendo que ellos fueron quienes organizaron la revolución militar de Riego en 1820, cuyo desarrollo, combinado a ambos lados del Atlántico, insertaba en la trama a personajes como Bernardino Rivadavia, Antonio Lezica, Andrés Arguibel, Delpech, Palacio Fajardo Irrisarri o Fray Cirilo Alameda, y como señalamos en otro lugar, tuvo un único beneficiario: Inglaterra.
La masonería trabajaba ardientemente en el Perú, integrándola, entre otros, José de la Riva Agüero, Francisco de Paula Quiroz, Fernando López Aldama y Porto Carrero, uno de sus más destacados miembros. Al producirse un cambio de venerable, sustituirá a Valdez el General Canterac, jefe del Estado mayor del ejército español. La lista de autoridades se extravía y el Padre Torres tiene la suerte de encontrarla. Denuncia el hecho a La Serna… que también era masón. (Silvera)
Como masón era José Canterac y Antonio José de Sucre, a la sazón firmantes de la componenda de Ayacucho.
Por otra parte, la actuación de sus miembros, en ocasiones, parece estar dirigida por un espíritu distinto a los objetivos marcados por la misma sociedad; por ejemplo, con motivo de la ayuda española a la independencia de las Trece Colonias inglesas, al parecer, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, presentó al Rey una Memoria secreta, en la que señalaba que la independencia reconocida a las colonias inglesas le causaba temor por el ejemplo que podía significar para la España americana; pero sobre esta supuesta memoria, de la que no existe copia alguna que pueda verificar su autenticidad, caso de existir, si acaso es cierta la llamada de atención, ¿cuáles son las conclusiones que podemos sacar sobre este tipo de actuaciones?
Personalmente entiendo que nada más que otro servicio a Inglaterra, porque la rebelión de las Trece Colonias no produjo el menor movimiento en la España americana, siendo que la información de los acontecimientos era seguida ávidamente por la población a través de los periódicos como La Gaceta de Madrid o El Mercurio que en ese momento circulaban con profusión por toda América.
Masones llevan interviniendo en los asuntos más arduos de España desde hace ya tres siglos, y de forma ininterrumpida.
En cuanto a su identificación como miembro de la masonería, cuando no lo hace explícitamente el interesado, es complicado; para ello nos tendremos que remitir a la similitud de su actuación con la llevada a cabo por quienes sí son conocidos como masones. Algo similar sucede con las logias.
Por ese mismo motivo, en el tema que nos ocupa encontramos autores que afirman ‒hasta con fe ciega‒ que, por ejemplo, José de San Martín, no fue masón, mientras que otros autores dan datos fidedignos de que sí lo era; otros afirman que, si bien es cierto que formó parte de la logia Lautaro, esta era una logia ‒sí‒ secreta ‒también‒ pero no masónica. Y lo mismo pasa con relación a otras logias que, como la de O’Higgins, se marcaban objetivos políticos; lo que, según criterio de otros autores, no entra en la filosofía de la masonería… Todo ello nos conduce a concluir que no es sino una voluntad manifiesta de enmarañar la cuestión al objeto de que la verdad estricta solo sea conocida por los iniciados. Por lo que las conclusiones, necesariamente, resultarán de la comparación de todos los argumentos con las actuaciones reales, en las que deberá tenerse en cuenta la presencia efectiva de masones reconocidos en los puestos de control de las logias en disputa; y, a lo que parece, masones reconocidos había en la logia Lautaro, en la logia de los Caballeros Racionales, en la de la Gran Reunión Americana, en la número 7, en la logia San José, en la Beneficencia de Josefina, en la Ley Natural, en El Arcano Sublime de la Filantropía, en la Madre Hispanoamericana, en la Caballeros Racionales, y en la Unión Americana, por ejemplo.
De acuerdo con Mitre, a principios del siglo 19 la Sociedad de Lautaro, o de los Caballeros Racionales, tenía ramificaciones por toda España y estaba afiliada a la Gran Reunión Americana, establecida en Londres por Miranda. En Cádiz solamente –precisa Mitre– la sociedad tenía, en 1808, más de 40 miembros, incluyendo algunos notables españoles. Los del primer grado juraban trabajar por la independencia de Hispanoamérica; los de segundo grado se obligaban a no reconocer en Hispanoamérica otro gobierno que aquel establecido por la voluntad libre y espontánea de los pueblos, de acuerdo con los principios republicanos. Mitre nos asegura que San Martín fue miembro de esa sociedad. (Terragno: 175)
Del mismo modo que hay autores que niegan la pertenencia de San Martín a la masonería, hay autores que afirman lo contrario:
Sir Charles Stuart participó con San Martín en la fundación de la Logia de Caballeros Racionales Nro. 7 de Londres. En esa ciudad fue recibido fraternalmente por prominentes masones quienes arreglaron los pormenores de su viaje a Buenos Aires, donde tomó contacto con el Venerable Maestro de la Gran Logia Independencia, el doctor Julián B. Álvarez, quien lo introdujo en la sociedad porteña y lo ayudó en la fundación de la Logia Lautaro. (Oré)
Y autores que directamente niegan la intervención de la masonería en el separatismo americano; uno de ellos es José Antonio Ferrer Benimeli, cuya adscripción a la masonería, sorprendentemente, también está en el alero:
Curiosamente ‒al igual que ocurrió en la España de las Cortes de Cádiz‒ en la América insurgente, aunque no hubo masonería, sí existió una gran antimasonería que, aprovechando la libertad de prensa decretada en Cádiz, fue creando un fuerte y persistente imaginario popular antimasónico, que marcó no solo la historiografía decimonónica de las masonerías latinoamericanas, sino también la de los próceres de la independencia. (Ferrer)
También, y así como hay autores que niegan la pertenencia a la masonería de la logia Lautaro, hay otros, como León Zeldis Mandel, que dan pruebas y argumentos relativos a la no filiación masónica de esta logia en lo que respecta a la creada por O’Higgins. Lo que, sin embargo, queda manifiesto en lo que parece una maniobra voluntaria por crear confusionismo al respecto, es que, siendo o no masónica la logia Lautaro, sin embargo siempre estuvo controlada por masones.
A la hora de proseguir en la confusión, hay autores que pretenden distinguir entre lo que denominan logias formales y lo que denominan logias operativas.
Son las primeras las que esos autores, generalmente ligados a la masonería, reconocen como logias masónicas, afirmando que se desentienden de acciones sociopolíticas concretas, y por ese motivo definen como asociaciones filosóficas, filantrópicas y progresistas; mientras que las logias operativas tienen marcados objetivos políticos que las definen más como pre-partidos políticos. Pero también nos encontramos con autores, masones y no masones, que afirman lo contrario. Por todo ello habrá que remitirse a la máxima cristiana: por sus hechos los conoceréis.
Entre todo este embrollo ‒muy masónico, por cierto‒ lo que parece incontrastable es que la logia de los Caballeros Racionales de Cádiz era filial de la logia de la Gran Reunión Americana, que había fundado en Londres Francisco de Miranda, y es a aquella a la que se adscribe San Martín el año 1811, y donde traba relación con Zapiola, con Aldao, con Blanco Encalada, con el conde de Puñonrostro, que era amigo de Miranda, con el chileno José Miguel Carrera, con los miembros del clero Servando Mier y Ramón Anchoris…
Como queda más arriba señalado, también hay oscuridad en cuanto a la evolución de las logias; así, otras versiones, como la de Jorge Núñez Sánchez, aseveran que tras la disolución de la logia Caballeros Racionales:
San Martín fundó la logia «Lautaro», que avanzó con su ejército y que, a su vez, fundó nuevas logias de igual nombre en las ciudades de su paso: Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Santiago. Más tarde, la logia «Lautaro», avanzó a Lima junto con San Martín y el Ejército Libertador del Perú, y desde ahí coadyuvó a la independencia del actual Ecuador. (Núñez, Fuerzas)
Pero, recurriendo a Bartolomé Mitre, quien, además de presidente de la República Argentina e historiador, era miembro de la masonería argentina, observamos que menciona en su obra a esta logia americana:
Francisco Miranda tuvo la primera visión de los grandes destinos de la América republicana. Fundó en Londres a fines del siglo XVIII la primera asociación política a que se afiliaron todos ellos, con el objeto de preparar la empresa de la emancipación sobre la base del dogma republicano con la denominación de «Gran Reunión Americana». En ella fueron iniciados en los misterios de la libertad futura, O´Higgins, de Chile; Nariño, de Nueva Granada; Montufar y Rocafuerte, de Quito; Caro, de Cuba y representante de los patriotas del Perú; Alvear, argentino, y otros que debían ilustrarse más tarde confesando su credo y muriendo por él. Ante ella prestaron juramento de hacer triunfar la causa de la emancipación de la América Meridional, los dos grandes libertadores, Bolívar y San Martín. Esta asociación iniciadora de la revolución de Sud América fue el tipo de las sociedades secretas del mismo género, que trasplantadas al terreno de la acción, imprimieron su sello a los caracteres de los que después fueron llamados a dirigirla y decidir sus destinos. (Sturla)
Como vemos, no cita que fuese de carácter masónico… si bien sobre la logia Lautaro sabemos que fue fundada en Buenos Aires a mediados de 1812, reclutando miembros en el seno de los partidos políticos. La asociación tenía varios grados de iniciación y la parafernalia propia de esta secta. Primero los neófitos eran iniciados conforme a los rituales propios de la masonería, y los grados siguientes estaban en función del potencial político que tenía el postulante, y todo controlado por una logia desconocida para los interesados, que vigilaba el cumplimiento de los objetivos, los cuales no eran otros que la consecución de la independencia de América y su sumisión a los intereses de Inglaterra.
Puede que queden pocas o muchas dudas. Pero, si sobre la logia Lautaro no existen muchas dudas de su adscripción masónica, pocas hay de la adscripción de los jefes separatistas.
Miranda tenía amistad con Washington, Franklin, Adams, Hamilton y Lafayette, todos masones que le abrieron las puertas en Europa, y en Inglaterra le facilitaron el contacto con Pitt, Pophan, Cochrane y Lord Macduff, luego Conde de Fife, masones todos. Y fue el mismo Miranda quien acabaría introduciendo a Bolívar en la masonería el 27 de Diciembre de 1805 en una rama Francesa de la Logia Escocesa St. Andrew.
Historiadores aventureros británicos (Daniel O’Leary) confirman que:
Mr. Pitt le consultó en más de una ocasión cuando pensó invadir la América española y le confío una misión de grande importancia. (O’Leary: 141)
En cuanto a Simón Bolívar, Isidoro Medina Patiño señala que ingresó:
En la logia masónica francesa San Alejandro de Escocia, el 27 de diciembre de 1805, en donde comenzó como Aprendiz; a las dos semanas pasó al grado de Compañero, cuando se requería por el Reglamento un mínimo de 5 meses (o 5 tenidas) en el grado de Aprendiz. Para llegar al grado de Maestro se exigía haber permanecido 7 meses en el grado de Compañero, a la cual escaló a principios de enero de 1806, y ya para este último año figuraba como Maestro, o sea, en el tercero de los grados simbólicos de la masonería. (Medina: 104)
Si bien, a lo que parece, acabó apartándose de la secta movido por la mala prensa que le reportaba frente a quienes quería liberar.
Y si en Venezuela estaban en esa situación, en el Río de la Plata nos encontramos con que miembro del Segundo Triunvirato de las Provincias Unidas fue el masón Gervasio Antonio de Posadas, tío de Carlos María de Alvear, quién al finalizar el año 1813 y con la mediación de la logia Lautaro acabó haciéndose con el poder absoluto y nombró a San Martín gobernador de Cuyo.
Alvear era "el centro de las relaciones íntimas de todos los americanos y mi firma (la de Alvear) una recomendación para ser admitidos al servicio de la revolución bajo las órdenes de los gobiernos que dirigían los movimientos de Méjico, Caracas y Santa Fe (de Bogotá), prodigué ingentes sumas de dinero para auxiliar la evasión de todos los que querían venir a defender la causa de la libertad. Yo mismo los buscaba y animaba proporcionando los medios de mi peculio gratuitamente y sin cargo de devolución". (Gandía)
Tras la caída de Carlos Alvear fue nombrado director supremo Juan Martín de Pueyrredón, contando entre sus miembros con Gregorio García de Tagle y con el general Tomás Guido, confidente de San Martín.
En octubre de 1809 se había fundado, en el local de la Inquisición de Madrid, una logia para todas las Españas. El mismo año se establecía la masonería escocesa con el título de La estrella. Todas se dispersarían en 1813, hasta que el 2 de Agosto de 1820 recobró su actividad el Gran Oriente español.
Pero, como hemos visto, parece que no es ese el momento de la creación de la masonería en la España americana, sino que se remonta a 1763. Siempre en el terreno de la elucubración, para su instauración en España, el masón grado 33 Ernesto Ahumada Trujillo, señala:
Algunos investigadores masónicos se remontan al año de 1770, otros a 1774, cuando para esa época, se ha escrito, que existió una Logia integrada por Masones Europeos, especialmente franceses e ingleses, y considerada como una Logia Provincial de Ocasión, congregada anteriormente en Cartagena de la Mar Española, bajo Dispensa, y denominada Logia Británica [BRITANIC N° 1]; se dice que funcionó desde 1770 hasta 1815 en esa forma, al parecer liderada por el Masón Inglés, Wellword Hyslop, residente en Jamaica. (Ahumada)
Y es justamente Jamaica la avanzadilla inglesa que jugará un papel de suma importancia en la proyección de la lucha separatista. El masón grado 33 José Stevenson Collante señala que
La isla de Jamaica, dependiente del gobierno inglés, era no solo un centro de abastecimiento comercial sino una importante sede Masónica británica en donde se respiraban los principios libertarios contra España y su tiranía. Con gran facilidad los criollos americanos ingresaban a las Logias de esa Isla al igual que muchos frailes dominicanos que salieran huyendo de Santa fe de Bogotá al tener conocimiento de la victoria en el Puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Algunos de estos frailes regresaron con ideas republicanas modernizantes y, lo más curioso, investidos con el título de masones. (Stevenson)
Lo que parece que no tiene discusión es que la actividad de los masones originarios de Hispanoamérica venía desarrollándose desde finales del siglo XVIII en Londres.
Al respecto, Jorge Núñez Sánchez señala:
En 1792, tras volver a su país natal, Espejo y Montúfar se abocaron a la tarea de constituir efectivamente la «Escuela de la Concordia», concebida como una sociedad secreta, destinada al cultivo del pensamiento libre y la fraternidad masónica. Contaron para ello con la colaboración de otros dos masones quiteños, iniciados en el Oriente de Francia: Miguel de Gijón y León, Conde de Casa Gijón, y su sobrino Joaquín Sánchez de Orellana, Marqués de Villa Orellana. (Núñez: Masonería)
El mismo autor señala que Nariño, junto al francés Luis de Rieux fundaría la llamada El Arcano Sublime de la Filantropía, donde se iniciaron los masones quiteños Juan Pío Montúfar y Eugenio Espejo, y se constituyó en los años ochenta, con la ayuda de ciertos notables hombres de ciencia españoles enviados a Santa Fe de Bogotá, quienes secretamente pertenecían a la Masonería. Uno de ellos fue el mineralogista Juan José D’Elhúyar, y otro el naturalista José Celestino Mutis, quien había fundado toda una escuela de pensamiento científico en la Nueva Granada.
A los tres años, en 1795, Francisco de Miranda creó en Paría la Logia Madre Hispanoamericana, cuyos miembros asumieron el papel de diputados representantes de sus países y firmaron el 22 de diciembre de 1797 un pacto de 18 puntos, como acta constitutiva de una agrupación externa o pública denominada Junta de diputados de villas y provincias de la América Meridional, de la cual fueron nombrados directores principales Francisco de Miranda y Pablo de Olavide.
Pablo de Olavide viajó a la península en 1752. Amigo del Conde de Aranda, ministro de Carlos III, fue consejero personal de Campomanes y Múzquiz, y protector de Melchor de Jovellanos; se relacionó con la masonería europea del momento y detentó altos cargos en la administración.
Olavide es principal gestor y fundador de la “Junta De Los Diputados De Los Pueblos y Provincias De La América Meridional” de la que después derivaría la “Gran Reunión Americana”, Logia Madre de las Logias Lautarinas. (Oré: Los masones y la independencia del Perú)
El Conde de Aranda fundó y fue el Gran Maestre del primer Gran Oriente Español, habiendo llegado a formar más de cuatrocientas logias entre 1780 y 1789, cuando le sucedió el Conde de Montijo.
La actividad no cesaba; así, ante las expectativas creadas por Inglaterra, donde encontrarían el apoyo más completo al encontrarse en la «Roma» de la masonería, en 1798 la Logia Madre Hispanoamericana se trasladó a Londres y se constituyó como Gran Logia Hispanoamericana, quedando integrada por tres logias operativas: Lautaro, nº 1; Caballeros Racionales, nº 2; y Unión Americana, nº 3. Más tarde se les sumó la logia Caballeros Racionales, nº 4, que, según el testimonio del general peruano Rivadeneira, habría sido fundada originalmente en Madrid por Pablo de Olavide, trasladándose luego a Cádiz. (Núñez; Fuerzas)
Jorge Núñez Sánchez sigue señalando que:
Juan Pío Montúfar organizó en Quito, hacia los últimos años de aquel siglo, una logia masónica nombrada «Ley Natural», que tenía igualmente fines patrióticos. Sería precisamente esa logia el núcleo espiritual en el que se gestaría el llamado «Primer grito de la Independencia Americana», en 1809, a consecuencia del cual se constituyó la Junta Soberana de Quito, presidida por el marqués de Selva Alegre, que era, a la vez, Venerable Maestro de la logia «Ley Natural». La junta estaba integrada por otros destacados miembros de esa logia; entre ellos, Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, José Javier Ascásubi, José Fernández Salvador y Víctor Félix de San Miguel. (Núñez: Fuerzas)
Toda esa actividad, sin embargo, estaba siendo llevada a cabo de forma autónoma por parte de la masonería, siendo que de las once logias derivadas directamente de la misma, ninguna se encontraba bajo la órbita de la Gran Logia de Londres, según señala Herbert Horé.
En México, en 1811, señala Regina Zamorano, la logia Los Guadalupes empezó a operar en la capital. En ese mismo año apoyaron a la Suprema Junta Nacional Americana, creada en agosto por López Rayón, colaborador cercano del cura Hidalgo y quien sería figura clave del grupo. La Junta buscaba dotar de una organización política, militar y legal al movimiento insurgente, para lo cual era indispensable establecer una red de información que facilitara la comunicación con los líderes rebeldes. Esa función la cubrirían los guadalupes.
Los guadalupes, como no podía ser menos en la situación que estamos tratando, actuaban informados de todas las medidas tomadas desde el Virreinato para combatir a los insurgentes, merced a que sus miembros formaban parte de la alta administración.
Pero es que, como hemos visto, la masonería estaba incardinada desde atrás en las altas esferas de la administración. El virrey de la Nueva España, Juan Ruiz de Apodaca, o Juan O’Donoju, eran masones, y masones nutrían las filas de conservadores y liberales, pero todos ellos fieles a los principios británicos.
Por su parte, ya en 1825, Joel Poinsett, el primer embajador de los Estados Unidos en México, y conocido genocida de los indios residentes en las antiguas posesiones españolas del Misisipi, escribió una carta guardada en el archivo nacional de Washington en la que relata:
Con el objeto de contrarrestar en la Ciudad de México al partido fanático, y si es posible de alentar la difusión de los principios liberales entre quienes gobiernan, ayudé e impulsé a un número de gente respetable, hombres de alta posición, a que formarán una Gran Logia masónica del rito de York… (Frahm: 15)
Poinsett, según Sara A. Frahm, fue apoyado por lo más granado de la aristocracia separatista: Ignacio Esteva, ministro de Hacienda; Miguel Ramos Arizpe, deán de la catedral de Puebla, y José Antonio Mejía. El presidente Guadalupe Victoria también estaba involucrado. Después de que se establecieron cinco logias, se consultó a Poinsett para que proporcionara la autoridad necesaria de la Gran Logia de Nueva York.
Y al amparo de José Miguel Adaucto, alias Guadalupe Victoria, llegaron a formarse en la Nueva España hasta ciento treinta logias en las que militaban muchos eclesiásticos, gobernadores, diputados y senadores.
Se crearon en todos los estados, y se abrió la puerta al pueblo, que entraba con fanatismo. Al principio se reducían las tenidas á ceremonias del rito, y á tratar sobre obras de beneficencia y funciones; pero después se convirtieron en juntas en que se discutían los asuntos públicos. (Zavala)
Volviendo al año 1808, en la Península, Jorge Núñez Sánchez nos señala:
La participación de españoles ‒la mayoría de ellos «afrancesados»‒ se inició, de una manera definitiva, con la creación de siete logias madrileñas, ‒entre las que sobresalieron las logias «San José» y la «Beneficencia de Josefina»‒ y dos logias manchegas, en Almagro y Manzanares, impulsadas por Murat y José I. Estas logias fueron el primer núcleo organizado de la Masonería, y constituyeron la Gran Logia Nacional de España. (Morales)
Y ya en pleno desarrollo de las guerras separatistas:
En Lima, los lautarianos contaron con Riva Agüero, Francisco de Paula Quirós y Fernández López Aldana, entre ellos se encontraba una mujer, Brígida Silva…/… rápidamente tomarán sus miembros el mando de casi todas las tropas con Belgrano, Rondeau, Balcarce, Pueyrredón, Alvear, San Martín, Posadas, entre otros. (Revisionistas)
Nombres propios de masones en la Nueva España son Lucas Alamán y Escalada, varias veces ministro; Vicente Guerrero, Supremo líder del rito de York; Miguel Gregorio Hidalgo y Costilla ; Benito Juarez, que pactó el Tratado MacLane-Ocampo;
Fray José Servando Teresa de Mier; Francisco Javier Mina y Larrea, destacado guerrillero en la lucha contra la invasión francesa de la Península, en 1814 y sobrino de Francisco Espoz y Mina; José María Morelos y Pérez-Pabón, entre otros...
La masonería había creado el caldo de cultivo de la Revolución Francesa y tendió una envidiable red de agentes dentro de la administración española para la consecución de su objetivo principal: el dominio del Imperio Español. Así, del mismo modo que nadie puede decir que los ejércitos británicos, como tales, participaron en el expolio, nadie puede decir que la masonería británica fue la responsable del mismo. Y es que debemos convenir que la independencia hispanoamericana estuvo promovida y organizada por Inglaterra a través de los masones criollos, a quienes habían adiestrado convenientemente en la misma Inglaterra, justo en unos momentos que, dato curioso para la historia, España e Inglaterra estaban aliadas en su lucha contra Napoleón.
Por eso, en América, Inglaterra utilizará su brazo secreto, la masonería, y con ella abriría el camino para el expolio del continente, objetivo, al fin, primordial en la política británica a juzgar por sus propias manifestaciones.
Castlereagh considera el interés económico, como exclusivo, a tenor de los resultados frustrantes de las invasiones militares, desechando para Gran Bretaña cualquier influencia política y dice en el documento señalado: “El particular interés que deberíamos tener aquí, sería el de privar a nuestro enemigo de uno de sus recursos capitales y de abrir a nuestras manufacturas los mercados de ese continente”. (Calabrese)
Difícil es separar la influencia política de la influencia económica; así, por ejemplo en el Buenos Aires de 1811, los políticos locales posibilitaron la creación de Cámaras de Comercio británicas a las que tenían vetado el acceso los criollos. Finalmente en 1829 fueron abiertas las puertas a aquellos criollos que habían demostrado fidelidad a las instrucciones británicas.
Y los ingresos generados por los comerciantes británicos sirvieron para la financiación de la guerra.
La situación de control resultó tan exitosa que, el 10 de octubre de 1823, el primer ministro George Canning, y a modo de respuesta a la solicitud elevada por Carlos María Alvear al embajador Strangford por la que solicitaba convertir el virreinato en un protectorado británico, cursó una carta al cónsul británico en Buenos Aires en la que señalaba:
Ninguna relación más íntima que la del amistoso intercambio político y comercial, que ninguna circunstancia podría inducir a Su Majestad a entrar en cualquier compromiso que pudiera considerarse reducirlas a su dominio. Por otra parte Su Majestad tampoco consentirá en verlas bajo el dominio de ninguna otra potencia. (Campos)
Centrándonos en uno de los personajes, queda, no obstante, una última duda sobre la voluntad que al final de su vida primaba en el alma de Simón Bolívar.
En carta que el Libertador le dirige al General Santander el 21 de octubre de 1825, llegó a tildar a todos los que formaban parte de la misma (la masonería), como «malditos» y «charlatanes». Posteriormente, el 8 de noviembre de 1828, el Libertador emitió un decreto prohibiendo su funcionamiento en Colombia, alegando que las sociedades secretas servían solamente para preparar los trastornos públicos, turbando la tranquilidad y el orden establecido; que, ocultando ellas todas sus operaciones con el velo del misterio, hacen presumir fundadamente que no son buenas, ni útiles a la sociedad. Este decreto fue promulgado 1 mes y 13 días después del atentado en Bogotá contra Bolívar, en la noche del 25 de septiembre de 1828, y luego de haberse publicado, en el órgano de la logia de esa ciudad, una nota que decía: «Puede ser que Obando haga con Sucre lo que nosotros no pudimos hacer con Bolívar». Efectivamente, Sucre fue asesinado a los 20 meses y nueve días después (4 de junio de 1830) del atentado contra Bolívar, en Berruecos, a 13 leguas al Norte de Pasto (Colombia), bajo la responsabilidad de personas que pertenecían a la francmasonería. (Medina: 105)
Parece que la masonería no admite la menor disidencia…
Si fue por guardar las apariencias, o por sentimiento verdadero, no lo sabremos nunca; pero llama la atención el texto de la carta remitida por Bolívar al General Santander, suscrita en Potosí el 21 de octubre de 1825, en la que dice:
Malditos sean los masones y los tales filósofos charlatanes. Estos han de reunir los dos bellos partidos de cuervos blancos, con cuervos negros: al primero por quererlo humillar, y al segundo por quererlo ensalzar. (Medina: 108)
Conforme con Armando Aristizabal debemos concluir que
Tenemos ya una idea clara de la formidable participación del movimiento europeo masónico, especialmente el inglés, en el proceso emancipador de América; y la última cita constituye la partida para sospechar que la muerte de Antonio José de Sucre habría sido planificada en el misterioso silencio de una poderosa logia, a partir de «dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor». Sucre estaría en la mira del movimiento masónico por su irreductible empeño de mantener la unidad grancolombiana. El pensamiento de Bolívar, en la materia, era el pensamiento de Sucre. Si fatalmente Páez cercenó Venezuela, Sucre venía convencido, y lo habría logrado, de mantener la unidad entre Colombia y Ecuador, aspecto reñido con los propósitos ingleses, y secundados por sus logias, de crear repúblicas minúsculas para campear a su antojo. Fue en este ambiente esotérico, producto del hermetismo en el que actúan logias masónicas, que se desarrolló el proceso de conclusión colonial; dese por cierto, también, que en este contexto se realizaría la célebre entrevista de Guayaquil, entre dos hermanos, Bolívar y San Martín. (Aristizábal)
España e Inglaterra han escrito una historia secular de enfrentamientos militares donde ha estado en cuestión el humanismo cristiano y español frente al materialismo británico y protestante, y sumida como estaba España en su última agonía como Patria Común pluricontinental, parece evidente que los principios del siglo XIX eran los idóneos para llevar a efecto el proyecto Pitt.
El objetivo de Inglaterra y de las logias masónicas en América, en la Península y en Filipinas era y es desmontar España, dividir territorios y volver a dividirlos para poder dominarlos mejor.
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