La Academia real mathematica
Los Reyes Católicos entendieron la necesidad de desarrollar los estudios científicos; es por ello que la Casa de Contratación, creada en Sevilla el año 1503 era un lugar de estudio.
La visión del rey Fernando entendió que con el progreso de la Artillería la utilidad militar de los castillos desaparecía y podía considerarse la Fortificación como una rama separada de la arquitectura civil. Fue el momento en que apareció el cuerpo de ingenieros del ejército, que debían desarrollar una nueva forma de fortificar, lo que requeriría amplios conocimientos científicos.
Además de construir fortificaciones los Ingenieros militares deberían atender otros aspectos que abarcaban desde la mejora de los itinerarios hasta la realización de obras públicas como puertos, fábricas, caminos o canales.
Carlos I siguió profundizando en los asuntos científicos y creó unas cátedras de matemáticas y de navegación, donde se trataban los aspectos con los más avanzados métodos del momento. En Milán fundó una academia que estuvo vigente todo el siglo XVII.
Todo ello llevaría a que en 1582 Felipe II diese pie a la creación de la “Academia real mathematica” que en 1625 fue absorbida por el Colegio Imperial fundado por los jesuitas en esa fecha. Su refundación tuvo lugar el 25 de febrero de 1847, durante el reinado de Isabel II, y actualmente sigue desarrollando su función.
Hagamos un viaje por sus vicisitudes.
Felipe II, contra lo que la leyenda negra afirma, era una mente abierta en todos los terrenos; si en el terreno religioso se mostró cercano a Erasmo, en el terreno científico no descartaba ninguna posibilidad; así, se interesó por la alquimia… A la que en breve cerró toda posibilidad de desarrollo al comprobar que era una quimera. Finalmente, en 1582 dio pie a la creación de la Academia, en la que formarían cosmógrafos, arquitectos, ingenieros civiles y militares y artilleros.
La creación de la Academia fue encargada al arquitecto Juan de Herrera y al ingeniero militar Tiburcio Spannocchi, y la formación, tanto militar como civil, se puede considerar puntera, abarcando aspectos como matemáticas, arquitectura, cartografía, obras públicas, fortificación, cosmografía, navegación economía, historia, demografía, geología e incluso botánica.
Las clases se impartían en horario de mañana y tarde, y entre sus profesores se encontraban personajes como Julián Firrufino, que explicaba la Geometría de Euclides y el Tratado de la Esfera; Juan Bautista Labaña para ocupar la nueva cátedra de matemáticas; Juan de Cedillo, que explicaba la trigonometría y el Tratado de la carta de marear; Juan Ángel, que explicaba algunos Tratados selectos de Arquímedes, o Cristóbal de Rojas, que explicaba la primera Teórica y práctica de la Fortificación.
El nivel científico de los profesores fue alto y se tenían presentes los conocimientos atendiendo los nuevos conocimientos desarrollados por científicos del momento como Copérnico, Cardano, Tartaglia o Galileo.
Pero en 1625 Felipe II ya llevaba muerto más de un cuarto de siglo, y la Academia entraba en crisis, por lo que acabó incorporándose a la cátedra de Matemáticas que enseñaba en el Colegio Imperial de los Jesuitas.
Nuevamente en 1656 el Consejo de la Guerra creó dos cátedras abiertas a la población con el objetivo de titular anualmente al menos cuatro ingenieros. El proyecto no alcanzaría sus objetivos, por lo que las cátedras se trasladarían a Barcelona el año 1696.
En 1675 se creó la Academia Real y Militar del Ejército de los Países Bajos, que fundó en Bruselas Carlos de Aragón de Gurrea y Borja a la toma de posesión de su cargo de Gobernador General. Fue dirigida por el también profesor de la misma Sebastián Fernández Medrano. En la misma se instruía en geometría, fortificación, artillería, geografía y arte de escuadronar, materias que se impartían a un importante número de alumnos, de los que sólo quienes destacaban completaban sus estudios hasta titularse ingenieros. Y en 1720 Próspero Verboon, Ingeniero Mayor del Ejército de los Países Bajos, crearía la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificación en Barcelona, siendo nombrado director Mateo Calabro, que marcó un plan de estudios que marcaba como prioritario el estudio de las Matemáticas, la Aritmética, la Geometría Especulativa, Geometría Práctica, Estática, Óptica y Cosmografía.
En 1738 el nuevo director de la academia sería el catedrático de matemáticas e Ingeniero Pedro Lucuce, y en 1739 se aprobaba la Real Ordenanza, e Instrucción para la Enseñanza de las Mathemáticas en la Real, y Militar Academia.
La Academia impartía los estudios científicos y técnicos más avanzados de España una magnífica biblioteca con más de dos mil volúmenes, de Matemáticas, Física, Mecánica, Hidráulica, Ciencias de la naturaleza, Astronomía, Geografía, Náutica, Fortificación, Ingeniería Militar, Artillería, Arquitectura Civil, Historia Militar, y Arte de la Guerra, con un nivel equiparable al del Colegio de Guardias Marinas de Cádiz, en lo referente a los estudios náuticos y la Academia de Artillería de Segovia en cuanto a la química.
En 1783 una resolución real extinguió finalmente la institución.
BIBLIOGRAFÍA:
Carrillo de Albornoz, Juan. III CENTENARIO DE LA REAL ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA. Los Ingenieros Militares y las primeras Academias.
https://militaresescritores.es/noticias/iii-centenario-de-la-real-academia-de-matematicas-de-barcelona-los-ingenieros-militares-y-las-primeras-academias/
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