Ángela Ruiz Robles
Nació en Villamanín (León) el 28 de marzo de 1895. Maestra de escuela e inventora.
Una maestra de escuela que, preocupada por la educación de los niños, inventó y desarrolló un instrumento, del tamaño de un libro, habilitado para el estudio de todas las materias escolares. Dotado de mecanismos lo convertían en un claro antecesor del libro electrónico.
No fue el primer invento de esta maestra ejemplar. Antes de ejercer magisterio, en 1916, inventó un sistema taquigráfico. En 1917, accedió al magisterio, que comenzó a ejercer en la escuela de La Pola de Gordón (León), donde por acuerdo unánime de su junta municipal fue nombrada directora, cargo que le ocuparía sólo un año, pues ganó oposiciones y hubo de marchar a Santa Eugenia de Mandía, cercana a Ferrol, donde permanecería hasta 1928, en medio de una colectividad que la quería y que acabó dándole una distinción especial por su dedicación desinteresada. En 1928 se trasladó a Ferrol.
Como gerente de la Escuela Nacional de Niñas del Hospicio, en 1934 le fue reconocido su servicio, que a lo largo del tiempo seguiría desarrollando.
A lo largo de su vida, ilusionada con su función de maestra, su vocación pedagógica la indujo a crear todo lo necesario para el mejor ejercicio de su función docente. Con clara vocación de servicio se preocupó por todos los ámbitos de la educación, dando especial importancia al aprendizaje intuitivo y al uso de las imágenes, sin dejar las puertas cerradas a ninguna posibilidad.
Su labor docente la completaba escribiendo, dando conferencias, desarrollando su labor científica y pluriempleada en la academia de su propiedad, donde impartió clases a opositores de aduanas, correos, telégrafos y para el ingreso en altos estudios mercantiles. Sus tres primeros libros son: Compendio de ortografía castellana, Ortografía castellana y Taquigrafía martiniana abreviada moderna.
Entre 1938 y 1970 publicó dieciséis libros de texto sobre diversas materias como ortografía, taquigrafía, mecanografía, gramática, historia y geografía. En dos de ellos, editados en 1938 y 1941, describía un sistema taquigráfico con el que escribir y traducir de manera más veloz gracias a una máquina con nuevos signos y caracteres enlazados de modo sencillo y sistemático, basados en las vocales martinianas, así llamadas en alusión al grabador valenciano Francisco Martí Mora (1761-1827), fundador de la taquigrafía española (1802) e inventor, además, de la pluma estilográfica (1803).
En 1944 realizó el proyecto del atlas científico-gramatical, con la finalidad de dar a conocer España con gramática, sintaxis, morfología, ortografía y fonética. Después realizó el proyecto de la máquina taquimecanográfica.
En 1945, ingresó en el Instituto Ibáñez Martín de Ferrol, del que sería directora entre 1949 y 1959, compaginando su función con su labor en la Escuela de San José Obrero, donde daba clases gratuitas nocturnas.
En 1949, registró su primera patente: “procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros”. En la memoria descriptiva, dejaba expresados los objetivos de su invento: innovar la enseñanza para que fuese más intuitiva y amena, conseguir el máximo de conocimientos con un mínimo esfuerzo y adaptar el libro al progreso tecnológico (ejemplificado en la electricidad y los plásticos). Se trataba de que las lecciones de cada asignatura estuviesen separadas y dispuestas en diversas placas que al ser accionadas mediante unos sencillos pulsadores se elevarían (mecánicamente o por aire comprimido) hasta mostrarse al alumno a través de una pantalla de plexiglás transparente y con capacidad de aumento. El aparato también tenía previsto que la página, al mostrarse, se iluminara mediante un pulsador eléctrico (activando una pequeña bombilla alimentada con pila) o mediante fosforescencia. Al ser un invento dirigido a los niños, la inventora tuvo en cuenta que no fuera ni pesado ni voluminoso y de fácil manejo, por lo que debía ser construido con materiales ligeros (plástico, goma elástica, papel, cartulina).
En esa fecha iniciaría su segundo proyecto de ingeniería: la “Enciclopedia Mecánica”, que estaba dividida en dos partes que se abrían o cerraban como en cualquier libro. En la parte de la izquierda, se encontraban unos abecedarios automáticos con los que formar sílabas, palabras o pequeñas frases utilizando pulsadores mecánicos que, al ser presionados ligeramente, accionaban un dispositivo formado por trinquetes y ruedecillas de dientes de sierra que, a su vez, movía una rueda con el abecedario completo que giraba letra por letra mostrándose a través de una pequeña ventana. Debajo de estos abecedarios estaba previsto disponer de un plástico donde el alumno escribiera, dibujara o hiciera operaciones matemáticas.
Pero la complejidad era superior: Consta de dos partes. En la de la izquierda lleva una serie de abecedarios automáticos, en todos los idiomas que con una ligerísima presión sobre un pulsador se presentan las letras que se deseen, formando palabras, frases, lección o tema y toda clase de escritos. En la parte superior de los abecedarios lleva a la derecha una bobina con toda clase de dibujo lineal, y en la de la izquierda otra con dibujo de adorno y figura. En la parte inferior de los abecedarios, un plástico para escribir, operar o dibujar. En la parte interior, un estuche para guardar asignaturas. En la parte de la derecha van las asignaturas, pasando por debajo de una lámina transparente e irrompible, pudiendo llevar la propiedad de aumentos, pueden ser estos libros luminosos e iluminados para poder leerlos utilizando la propia luz. A la derecha e izquierda de la parte por donde pasan las materias lleva dos bobinas, donde se colocan los libros que se desee leer en cualquier idioma; por un movimiento de los misma van pasando todos los temas, haciendo las paradas que se quieran o queda recogido. Las bobinas son automáticas y puede desplazarse del estuche de la Enciclopedia y extenderse, quedando toda la asignatura a la vista; puede estar sobre una mesa (como los libros actuales) o perpendicular, facilitando comodidad al lector, evitando con ello gran número de esfuerzos intelectuales y físicos. Todas las piezas son recambiables. Cerrado, queda del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo. Para autores y editores el coste de sus obras se aminora considerablemente, por no necesitar ni pasta ni encuadernado y queda impresa de una tirada, o cada una de sus partes.
La enciclopedia mecánica era necesaria según sus explicaciones porque: «aligera el peso de las carteras de los alumnos, hace más atractivo el aprendizaje y adapta la enseñanza al nivel de cada estudiante. Portátil, que pese poco, de uso en casa y en el colegio, con la posibilidad de adaptarse a alumnos de todos los niveles y a los que tengan problemas de visión. Apoya al aprendizaje con sonidos. Enseña varios idiomas. Facilita el aprendizaje en la oscuridad incorporando luz. Da soporte para que otros maestros añadan sus propios materiales y aminorar costes». «Los libros mecánicos proporcionan muchísimas ventajas. El mío ha sido ideado para todos los idiomas y facilita grandemente el trabajo a profesores y alumnos. Ideovisual, responde al progreso del vivir actual y cumple las leyes de enseñanza general. Por su calidad de internacionalidad, facilita en el mundo el arte de enseñar a profesores, pedagogos, especialistas de la enseñanza. Es atractiva y práctica. Se trata de una pedagogía ultramoderna que actúa las realidades pedagógicas. Auxilia a la ciencia de la Enseñanza y creo que cumple los fines que me he puesto al idearlo».
En 1962, y bajo la supervisión de la autora, se construyó un prototipo con unas dimensiones de 24 cm de alto por 22 de ancho y 6 de fondo, pesando en total algo más de 4,5 kg. El trabajo, realizado en bronce (abecedarios), madera (bobinas) y zinc (caja)se llevó a efecto en los talleres del Parque de Artillería de Ferrol… Sin embargo, los altos costes de producción impidieron su difusión comercial.
En 1970 tuvo una propuesta para explotar económicamente su invento en los Estados Unidos, pero la rechazó porque quería que los beneficiarios fuesen exclusivamente los españoles. Un año después, la compañía Instituto Técnico de Especialistas en Mecánica Aplicada, S. A. (ITEMASA) se interesó por la enciclopedia y realizó un plan de viabilidad que preveía la fabricación de 10000 unidades en acero y plástico, cada una con un peso de 150 gramos y a un precio entre 50 y 75 pesetas (asequible a todas las familias). Pero, una vez más, la cantidad de dinero (100.000 pesetas) que la inventora debía desembolsar escapaba a sus posibilidades.
En 1970, en Bruselas, el vicepresidente para España, delegado oficial para América Latina y director de la revista Técnica e Invención, declaró en la presentación de la investigación realizada por un equipo de científicos durante siete años en busca de inventos españoles:
En 20 siglos, tanto en España como en otras naciones, le aseguro que en ninguno de los numerosos centros de investigación que hemos consultado existía referencia alguna sobre ingenios de origen femenino. Creo que la situación no es solo española, porque tanto aquí como en el resto de los países la mujer significó bastante poco. La única inventora española es Doña Ángela Ruiz Robles miembro de la Orden de Alfonso X el Sabio y poseedora de numerosos premios nacionales e internacionales a la invención. Doña Ángela se encuentra representada en esta Exposición por tres ingenios verdaderamente importantes en lo que a la enseñanza se refiere: la máquina taquimecanográfica, un atlas lingüístico gramatical y la enciclopedia mecánica que ha sido aprobada por el Ministerio de Educación y Ciencia para texto de enseñanza.
Pero el invento nunca se comercializó.
Además de las distinciones ya mencionadas, Ruiz Robles disfrutó de otros galardones y condecoraciones: Medalla de Oro y Diploma en la Exposición Nacional de Inventores (1952), Lazo de la Orden de Alfonso X el Sabio (1956), Óscar a la Invención en la Feria de Zaragoza (1957), Medallas de Bronce (1957 y 1958) y de Plata (1963) en la Exposición Internacional de Inventores de Bruselas, Medallas de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1964), del Salón Internacional de Inventores de Ginebra (1970) y del Salón de la Inventiva de Madrid (1970). Fue nombrada gestora delegada de la Agrupación Sindical de Inventores Españoles (1959) y jefa provincial de la Federación Politécnica Científica de Inventiva Internacional (1973). Ángela Ruiz Robles falleció en Ferrol el 27 de octubre de 1975.
BIBLIOGRAFÍA:
Mujeres con Ciencia. https://mujeresconciencia.com/2017/05/25/angela-ruiz-robles-1895-1975/
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