el poder absoluto de la persona del Rey sin ningún tipo de límite en la ley y el derecho debe señalarse que tal cosa nunca existió en la Monarquía Española. La cantidad de restricciones al poder del Rey era enorme.
El nombre absolutismo proviene de la existencia de un gobierno absoluto, que controla la totalidad de la sociedad sin rendirle cuentas a nadie, y que en ese entonces descansaba en la figura de los reyes.
A esos gobiernos totales de la aristocracia se los conoció como monarquías absolutistas y en ellos no había ningún tipo de instituciones (o poderes públicos) que mediaran entre el pueblo y la autoridad, o entre las cuales el poder se distribuyera. Por el contrario, el rey era el Estado y su palabra era ley.
el absolutismo pleno se produjo en la Francia del siglo XVII, bajo el reinado de Luis XIV, célebre por su frase “El Estado soy yo”
esta situación no solo la vemos en España, varios estados europeos aplicaron la fórmula absolutista y se fortalecieron: como Rusia, Prusia, Suecia, Inglaterra y Francia.
Con la llegada de Felipe V desde 1700 introdujo el absolutismo de origen francés propio de la dinastía Borbón, y la resistencia suscitada provocó que la Guerra de Sucesión fuera para España una verdadera guerra civil,
Felipe V nos lleva a un régimen de puro absolutismo monárquico, con la desaparición de las Cortes y los concejos. Los decretos de Nueva Planta suponen un cambio en la administración territorial. Estos cambios fueron impuestos en Valencia, Aragón, Cataluña y Baleares, imponiéndoles el modelo de Castilla.
El despotismo ilustrado en España, por su parte, es una etiqueta historiográfica que se aplica con mayor o menor extensión temporal, pero que suele restringirse a los reinados de la segunda mitad del siglo XVIII (Carlos III y Carlos IV)
Curiosamente, en el siglo XIX, serán los herederos del despotismo ilustrado quienes acuñarán el término absolutista dirigido contra el movimiento tradicionalista.
El 12 de Abril de 1814, la nobleza dirigió a Fernando VII el que fue conocido como “Manifiesto de los Persas”. Se le da este nombre porque el texto inicia como sigue: “Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor…"Ante el manifiesto, Fernando VII adoptó las formas que le eran propias, asumiendo aquellos asuntos que se denunciaban y rechazando las ideas que para resolver los problemas se proponían, con lo que se dio lugar a lo que acabaría siendo el sexenio absolutista (1814-1820).
No era ese el objeto del manifiesto de los persas, ya que en el mismo se proponía la aplicación de reformas administrativas y políticas. Nada tenía de reaccionario ni de absolutista, salvo a la vista de los enemigos de la tradición. También se pedía el restablecimiento de la Inquisición, que había sido suprimida por decreto de las cortes de 28 de febrero de 1813. Prácticamente éste fue el único extremo del manifiesto que tendría cumplimiento, pero de una institución que, ni remotamente, tenía parecido con el cometido para el que había sido creada.
Fernando VII decretó la vuelta al absolutismo con el respaldo de parte del ejército y de un grupo de 69 diputados de las Cortes de Cádiz. Éstos expresaron su apoyo al Rey con la firma del Manifiesto de los Persas. "La monarquía absoluta es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado".
El 4 de mayo de 1814, Fernando VII declaró nula la Constitución de Cádiz, así como toda la legislación elaborada por las Cortes "como si no hubieran pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo”.
Con estos precedentes, no es de extrañar la postura adoptada tras los hechos de Cabezas de San Juan de 1820. Este levantamiento daría pie al periodo conocido como trienio liberal, que finalizó en 1823 con la irrupción de un cuerpo expedicionario francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, dirigidos por el masón duque de Angulema, que venía acompañado por el general Guillerminot, Venerable de la Logia de los Filadelfos, el mariscal Bon Adrien Jeannott de Moncey, Duque de Conégliano, y Carlos Alberto de Saboya-Carignano.
Lo que sí es evidente es que en el periodo 1814-1820 se cometió todo tipo de excesos.
seis años de errores y arbitrariedades, de atropellos y robos, de torpezas e ineptitudes que terminaron desacreditando a la realeza y haciendo odioso su gobierno a todas las clases de la nación. Desorden en la administración, falta de recursos, con la economía deshecha y empobrecida; sin crédito ni fuerza moral, terminó atrayendo la revolución de Riego en 1820, ante la cual, lejos de salir de su apatía y hacerlo frente, cedió casi sin resistencia. (Suarez 1948: 96)
la restauración del absolutismo llevada a cabo por Fernando VII
…arrojó a los liberales al seno de las sectas secretas, en filas cuales se concertaron con los oficiales del ejército que habían regresado de las cárceles francesas o con los jefes de los guerrilleros. Ambos grupos habían sufrido hondo desengaño al ser rechazados a posición secundaria, mientras se daban las prebendas a los supervivientes del Viejo Régimen, entusiastas godoyistas que habían sido vapuleados por las tropas napoleónicas. Así, en el seno de la masonería y del carbonarismo, males endémicos de la época, se preparó la larga etapa del ejército liberal en España. (Vicens 1997: 58)
Cuando tres meses después del tratado de Valençay entró Fernando VII en España (marzo de 1814), y para evitar tener que someterse a las cortes, inició un periplo que lo llevó a Valencia, en el curso del cual recibió el apoyo incondicional del pueblo y de la nobleza, así como los consejos del Embajador inglés en España, Henry Wellesley, hermano del Duque de Wellington. Tanto sus consejeros, los generales Eguía y Elío, como el Embajador se mostraron favorables a derogar la Constitución de Cádiz. El deseo del propio Wellington era la implantación en España de una Monarquía constitucional al estilo de la inglesa… pero acabaría conformándose con la propiedad de importantes bienes embargados a Godoy.
El pueblo lo recibió con gran alborozo, ya que en la vuelta del rey veía la vuelta de la libertad. Con este ambiente, el populacho desenganchó los caballos del carruaje y lo llevaron en brazos hasta palacio; la gente cruzaba los brazos y decía «Vivan las cadenas» en alusión a la vuelta del absolutismo y al genocidio que era la Ilustración.
Incluso cuando los franceses, atónitos, preguntaban por qué se alegraban de volver a estar encadenados, les contestaban que eran cadenas de plata «Ce sont des chains d´argent», tal era el clima favorable a la vuelta del absolutismo porque todo lo que parecía liberal era asociado a los franceses.
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