miércoles, agosto 23, 2023

La Guerra de la Independencia y reacción del pueblo español.



El 4 de Marzo de 1808 entró Fernando en Madrid de la mano de Murat, lugarteniente de Napoleón, y en la población se mezclaban las expresiones de júbilo con la protesta por la presencia de las tropas francesas. Mientras tanto el general Castaños, por orden de Godoy, organizaba un ejército para enfrentarse a los invasores franceses, al tiempo que el propio Godoy trataba de llevarse la familia real a América.

Los días 17 a 19 de Marzo de 1808 se produjo el motín de Aranjuez. Carlos IV abdicó en su hijo Fernando, aunque el día 21 se retractó en un manifiesto sin valor, mientras en medio de un caluroso recibimiento, entraba Fernando VII aclamado como rey en Madrid.

Tras estos hechos Godoy es capturado, encarcelado y conducido por Murat –que le había salvado la vida– a Bayona, donde se reúne con la familia real. Carlos IV, en claro signo de sumisión, ofreció el trono a Napoleón a cambio de asilo político para los reyes y para Godoy, así como una pensión de treinta millones de reales anuales. Y Fernando VII, también en claro signo de sumisión, solicitó el apoyo del emperador francés. En esta situación, Napoleón llamó a ambos a Bayona, donde con más humillación que resistencia acabarían abdicando a favor del corso.

La proclamación de José I Napoleón como rey de España dejó satisfecha a la oligarquía afrancesada, pero el pueblo optó por otros derroteros. Las instituciones del régimen no tomaron ninguna postura ante los hechos de Aranjuez y de Bayona, lo que provocó un vacío de poder que vino a ser cubierto por la creación de Juntas locales que acabaron componiendo la Junta General Central.

Y el pueblo español salió a la calle en defensa de sus reyes cuando el dos de mayo, y siguiendo el requerimiento de Napoleón, la infanta María Luisa y el infante Francisco de Paula partían para Bayona.

A lo largo del día los acontecimientos se sucedieron de forma frenética y generalizada, lo que ocasionó enfrentamientos que desembocaron en la terrible represión del día tres, mientras la Inquisición, que a todas luces había perdido ya el norte, condenaba el levantamiento.

La carga de los mamelucos reprimió ferozmente un levantamiento popular que, estando larvado desde tiempo atrás, estalló con el secuestro-traición de la familia real. La lucha feroz del pueblo, utilizando como armas cualquier instrumento que tenía al alcance, asaltaba a las tropas de élite francesas, mamelucos y lanceros, quienes, si sufrieron pérdidas, causaron estragos en la población.

Por su parte, los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, desoyendo las instrucciones emanadas del mando, y con los artilleros a sus órdenes, se enfrentaron a los invasores en una lucha desigual. Morirían en el enfrentamiento, tras haber rechazado una primera acometida.

El mismo 2 de mayo por la tarde llegó a Móstoles la noticia de la escabechina acaecida en Madrid. Fue en ese momento cuando Juan Pérez Villamil, Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, animó a la lucha, lo que motivó que Andrés Torrejón y Simón Hernández, alcaldes de Móstoles ordenasen un bando en el que se llamaba a todos los españoles a empuñar las armas en contra del invasor. 

El 5 de Mayo de 1808, en un acto grotesco celebrado en Bayona, abdicó Carlos IV y abdicó Fernando VII. Carlos IV escribió un comunicado al pueblo español: “He tenido a bien dar a mis vasallos la última prueba de mi paternal amor (...) Así pues por un tratado firmado y ratificado he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas e Indias ha de ser siempre independiente e íntegra y que nuestra sagrada religión ha de ser la única que ha de observarse.”

Tras la humillante nota de Carlos IV, el 12 de Mayo, Fernando VII y los infantes Don Carlos y Don Antonio expidieron una proclama al pueblo español en la que comunicaban la felonía perpetrada una semana antes, y ordenaban que acataran las órdenes de Napoleón.

El pueblo español, americano y peninsular, sentía un profundo desprecio por “la trinidad” (Carlos IV, su esposa Maria Luisa de Parma y Manuel Godoy), por lo que todos cerraron filas en torno al que empezaron llamando “el deseado” y acabaron llamando “el felón”, Fernando VII.

El pueblo, sin dirigentes, sin reyes a quién servir, se organizaba para la resistencia al tiempo que permitía crecer en su propio seno el germen de lo que estaba combatiendo. La revuelta se había iniciado el dos de mayo, pero su generalización sería fruto de un largo proceso. Pronto se sucedieron las revueltas, produciéndose levantamientos contra los franceses y formándose juntas soberanas… que recibían instrucciones de Lord Holland… España, la de este lado del Atlántico y la del otro lado del Atlántico, se preparaban para una larguísima etapa de enfrentamientos a la vez civiles y separatistas.

El 15 de julio de 1808 Inglaterra hizo una oferta de paz a España, y el 12 de julio desvió a La Coruña una flota, con 9.000 soldados a bordo y comandados por Sir Arthur Wellesley, futuro Duque de Wellington, que habían partido con el objetivo de atacar las posiciones españolas en América. América podía esperar.

La situación de España era de inexistencia. Las instituciones estaban dominadas por los franceses; y el pueblo, desorganizado, luchaba a muerte contra el invasor organizado, llevando a efecto una guerra de guerrillas y sin cuartel.

Tras la batalla de Bailén del 19 de Julio de 1808, el 7 de Septiembre se reunió en Aranjuez la Junta Central y Gubernativa del Reino, que venía a suplir lo que hubiesen sido las Cortes y asumió los poderes soberanos. Floridablanca fue elegido presidente de la misma, en la que se encontraban antiguos personajes que no habían dejado mal recuerdo; entre ellos, Jovellanos. La  Junta recibía instrucciones de Lord Holland.

Por su parte, la España americana, se veía con la responsabilidad de resguardar lo que en la Península se había perdido. Pero quién convocó Cortes fue Cádiz, «protegida» por la armada británica, y las juntas peninsulares habían sido mediatizadas, anuladas o centralizadas en las Cortes de Cádiz. No acababa de suceder lo mismo en América, donde si bien los agentes británicos medraban a favor de lo que sucedería en pocos años, los cabildos se manifestaban fieles a una corona que no servía los intereses de España. 

Además hay que tener en cuenta que la rebelión contra los franceses no fue un movimiento homogéneo; había colaboracionistas en los que la Revolución Francesa había sembrado su impronta.

Fue el pueblo en armas quien dio un do de pecho, alejado de la acción de los políticos, al que finalmente le faltó la debida dirección y posibilitó que lo que debía haber sido una guerra de liberación haya pasado a la historia eufemísticamente como «guerra de la Independencia», cuando la triste realidad es que su denominación correcta sería «guerra franco-británica para la dominación de España», donde los españoles derramaron su sangre en beneficio de uno de sus enemigos.

El problema que encontró el pueblo español es la falta de cuadros y la falta de medios que tenía además otro problema: Se había iniciado una guerra; era algo evidente, pero ¿dónde estaban los frentes? En todas partes. Y ¿quién era el enemigo?... En principio, el ejército francés, pero había algo más que la guerra contra un ejército invasor: había un proceso revolucionario en que se enfrentaban los liberales (que nutrían las fuerzas del invasor y ocupaban escaños en las cortes de Cádiz) con los realistas; había una guerra internacional que enfrentaba a la España afrancesada, aliada con Francia, con la España tradicional que estaba aliada con Portugal y, curiosamente, con su enemigo tradicional, Inglaterra. Extrañas alianzas.

En 1810, ante la arrolladora progresión de los franceses, la Junta Central se disolvió por propia decisión, no sin antes conceder su autoridad a una Regencia colectiva y llamar a una consulta popular que acabaría realizándose en Cádiz.

Estos acontecimientos, de por sí desconcertantes y muestra de la descomposición nacional, tuvieron lógica repercusión en todo el territorio español, también en el que no estaba ocupado por el enemigo; así, ocasionaron graves desconciertos en América, todo adobado con el añadido de la falta de noticias procedentes de la Península. 

En medio de ese desconcierto, la Junta de Caracas de 19 de Abril de 1810, mostró su preocupación ante las noticias contradictorias llegadas de Cádiz… Y dio comienzo el proceso de atomización de España.


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