La aventura de la Conquista de América fue una obra titánica llevada a cabo por navegantes, científicos y aventureros. Pero con ellos, y en no pocas ocasiones sobre ellos, misioneros que llevaron a cabo una labor evangelizadora equiparable a la de los apóstoles.
Es así como en 1604, Paraguay fue designada por el Papa Clemente VIII como provincia jesuítica donde debía desarrollarse el trabajo de evangelización.
El territorio de las misiones era inmenso, abarcando lo que hoy es Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y algunas regiones del Brasil, y en el mismo fueron fundadas misiones que dotaron de una estructura política y administrativa en la que se desarrolló la agricultura, la ganadería, la industria, el comercio… y destacó por el desarrollo del arte, en concreto de la música.
Los habitantes, de la etnia guaraní eran nómadas y estaban extendidos por los bosques tropicales cerca del río Amazonas.
Con esta población y con estas circunstancias, los misioneros supieron atraerse la atención de los guaranís mediante el uso, enseñanza y difusión de la música, a la que éstos se mostraron particularmente aficionados.
Afición que, debidamente desarrollada, daría lugar a que se copiasen partituras primero, y se escribiesen finalmente magistrales obras que poco... o nada deben envidiar a las composiciones que en aquellos mismos momentos veían su luz en Europa; con una particularidad: también fueron magistrales orfebres que producían órganos, arpas, violines o trompetas.
Ciertamente, serían los misioneros los autores de algunas de ellas, pero otras fueron compuestas por músicos indígenas, que destacaron tanto en el ámbito de la composición como de la ejecución artística, que, gracias al trabajo de investigadores actuales han sobrevivido y son conocidas como “Barroco Misional”.
Sus actuaciones estaban cotizadas y pagadas, siendo que en las cuentas de la catedral de Asunción, existen anotaciones de pagos a indios músicos y cantores, y aunque la política jesuita fomentaba el anonimato como servicio a la sociedad, ha trascendido el nombre de alguno de los artistas más afamados: Joaquín Giochimbotui, de San Javier, es celebrado como el “mejor violinista”; Ignacio Paica, constructor de trompetas y virtuoso de todos los instrumentos; Gabriel Quirí, músico de Santo Tomé, constructor y reparador de órganos, o Nicolás Yapuguay, autor de las obras “Explicación del catecismo en lengua Guaraní” y “Sermones y ejemplos en lengua guaraní”.
Este Barroco Misional mezclaba elementos musicales europeos con los suyos propios, produciéndose un mestizaje que enriqueció tanto a los guaranís como a los europeos, siendo que si sus composiciones han permanecido en el olvido la obra material no siguió la misma suerte; sus órganos siguieron presentes en ciudades como Santa Fe y Córdoba … y otros eran exportados a Europa.
Hablamos que han sobrevivido las obras, porque éstas fueron ocultadas cuando en el siglo XVIII la Ilustración expulsó a los jesuitas y sometió a persecución a los guaranís. Pero si las partituras sobrevivieron ocultas, la tradición musical se ha mantenido viva en la zona, siendo en algunos poblados bolivianos la música barroca sigue plenamente vigente, como sucede en Urubichá, un pueblo instalado en las profundidades de la densa selva con un censo de ocho mil habitantes de los que quinientos estudian música en la escuela local.
Y es que, desde el primer momento de la Conquista, la música fue el acicate que llevó a los guaranís a tener una participación activa en las ceremonias, lo que era tenido como un privilegio… que llegó a ser efectivo, ya que los músicos, como los niños, mujeres y ancianos, estaban exentos de tributo.
No se concebía una misión sin la existencia de coros y orquestas que actuaban asiduamente en las celebraciones religiosas, pero participaban también activamente en otros menesteres, por ejemplo en las celebraciones cívicas y religiosas de ciudades, estando presentes tanto en otras reducciones como en diversas ciudades por ejemplo, en Asunción, Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba.
Pero la llegada de la Ilustración significó el fin de las reducciones y la dispersión de sus habitantes, que fueron perseguidos y esclavizados, y su obra cayó en el olvido hasta que a finales del pasado siglo fueron descubiertas más de cinco mil partituras y decenas de instrumentos en la iglesia de San Rafael de Chiquitos (Bolivia).
Posteriormente, en Moxos aparecieron cuatro mil partituras más, algunas cuyo autor era Domenico Zipoli, cuya obra había desparecido en Europa.
Una memoria olvidada que merece toda la atención. Una memoria olvidada más de la grandeza llevada a cabo por España en su lucha titánica en pro de la justicia y de la libertad.
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