sábado, septiembre 01, 2018

Los agentes británicos en el desastre de 1898

Cesáreo Jarabo Jordán

En este capítulo vamos a hablar de aquellos agentes británicos de los que no hemos hecho mención en el resto del trabajo. De los otros, queda mejor reflejada su actuación en otros capítulos, donde se desarrollan otros aspectos del desastre del 98.
Ramón Salas escribía en 1821:



Un gran número de prisioneros españoles vivió muchos años en Francia, donde leyó libros que hasta entonces no había podido leer, habló con hombres instruidos y llenó su cabeza de ideas poco favorables á la superstición imperante en España; todos estos hombres entraron de repente en la Península, se esparcieron por ella, y era muy natural que se apresurasen á ostentar lo que habían aprendido, aunque no fuese más que por singularizarse y hacerse admirar…/… Como estos prisioneros eran militares, las ideas liberales se extendieron más rápidamente en el ejército que en el pueblo, y por esto yo no he extrañado que el ejército haya tomado la iniciativa en la gran causa de la libertad de España, primer ejemplo de esta especie que la historia presenta á los hombres y que hará para siempre memorable nuestra Revolución. (Salas 1821: XVI)

Más cosas decía Salas, señalando orgulloso las malas artes que el liberalismo desarrollaba en España…pero no desarrollaba en Inglaterra, por ejemplo, si bien esas malas artes eran desarrolladas, justamente por ingleses como Jeremías Bentham, en colaboración con los agentes británicos con nombre español. Uno de ellos, Álvaro Queipo de Llano y Valdés, el primer conde de Toreno, el más autorizado de los políticos de la época escribía a Bentham el 6 de agosto de 1821 elogiando su doctrina de una forma que no hubiese sido tolerada en Inglaterra, pidiendo luces al autor de una doctrina que era rechazada para ser aplicada en su propio país, pero que estaba diseñada para ser aplicada en España.
En un lenguaje del más estricto servilismo, remite al mentor el proyecto de Código penal, y lo tranquiliza por aquellos aspectos que, contrarios a lo que se hallaba diseñado para España, debían estar presentes en un primer borrador, presumiblemente para guardar las apariencias.
Decía Queipo de Llano:

Nuestro común amigo Bowring ha querido encargarse de poner en vuestras manos el volumen adjunto, que contiene el proyecto de Código penal presentado por la Comisión á la deliberación de las Cortes, que deberá tener lugar el invierno próximo. Hallaréis en él cosas buenas y otras muy malas. No os asustéis por los artículos que hablan de la religión; éstos no serán aprobados. (Isern 1899: 14)

Tenían muy claro el significado de “democracia” y no era ésta la única muestra de sumisión a los principios que Inglaterra imponía. También en las Cortes se elogiaba a Jeremías Bentham uno de cuyos oradores, Calatrava, escribía a su mentor:

A pesar de nuestras envejecidas preocupaciones por una parte y de las ideas á la francesa por la otra, se van extendiendo vuestros principios, y entre los Diputados electos para las próximas Cortes me consta que hay muchos iniciados en vuestros preciosos misterios. Ya no debéis tener inconveniente en remitir á vuestro discípulo Núñez, que tiene el honor de contarse entre ellos, el Código que habéis hecho determinadamente para España, según me lo asegura el amable Bowring. (Isern 1899: 12 Nota 1)

Se trata de una legión de propagandistas que como Toribio Nuñez, Jacobo Vilanova, Félix José Reinoso, Ramón Salas, etc… eran seguidores de Jeremías Bentham, para quién toda la ciencia social se reduce a aritmética, análisis y dinámica.
Esa legión estaba extendida también en Cuba, donde Tomás Gener Bohigas, diputado que fue por Cuba en las Cortes del 1822 y 1823, fue exiliado a los Estados Unidos cuando Fernando VII reinstauró el absolutismo, volviendo en 1835 al amparo de la amnistía decretada por María Cristina. Fue en ese momento cuando empezó a ejercer una especie de apostolado en favor de la anexión a los Estados Unidos, ejerciendo una labor esencial en la difusión de principios antiespañoles en las escuelas.

España entregó la Enseñanza de la Universidad de la Habana y de los Institutos de la isla á un profesorado compuesto en su mayoría de separatistas, según se vio cuando empezó la guerra de separación; que mientras la mayoría de los peninsulares residentes en Cuba tenían escasa instrucción, muchos hijos del país lo habían adquirido considerable en los centros docentes de la República norteamericana. (Isern 1899: 151)

La educación en las escuelas se había abandonado en manos de enemigos de la Patria. Así lo denunciaba en Diario de Barcelona una persona que había regresado:

Lejos de enseñársele que e español, se le pinta a los españoles como advenedizos que vienen á oprimirle, suplantarle y desheredarle. El niño crece oyendo motos groseros contra sus compatriotas europeos y canarios, y recibiendo pérfidos consejos y más pérfida instrucción de historia patria y americana. El odio, la antipatía y, cuando menos, el recelo, se arraigan en su corazón de niño, y cuando es adulto, hombre, si su carrera, su trato, sus viajes, sus negocios y su clara razón no destruyen aquella noción errada de su ciudadanía, vive, envejece y muere creyendo no tener más patria que su provincia, y por lo tanto, sin amor á sus parientes peninsulares, sus padres inclusives.»
«He oído recientemente un diálogo entre dos inocentes niñas. Díme, ¿de dónde es tu padre?—¿Mi padre? ¡ah! me da vergüenza decirlo. — ¡Vergüenza! ¿por qué?—Porque me da vergüenza.—Pero ¿qué vergüenza puede darte que tu padre naciese acá ó allá?—¡Es que mi padre es gallego!—¡A mucha honra deberías tenerlo!—La interpelante era una galleguita y desde entonces quedó reñida con su amiga. Ejemplos de esta clase se presentan aquí á cada paso. (Pirala 1895: 819)

Y tan en contra de los intereses de la Patria había llevado la deriva de la educación, que en la universidad de La Habana

se había provocado sedición colectiva contra la asignatura de Historia de España, cuyas cátedras tenían los estudiantes a gloria mirar constantemente desiertas, y que de la Universidad de la Habana habían salido para los campos los jóvenes insurrectos, que desaparecían de sus casas de la noche a la mañana, dejando como memoria groseros escritos denostando a España. (Arrozarena 2012: 36)

No es por tanto de extrañar que cuando estalló en Baire la insurrección, el 23 de febrero de 1895, el personal de la Universidad y de los Institutos, así como algunos catedráticos, se fueran a la manigua con los insurrectos y otros a conspirar desde el extranjero.
Estos hechos puntuales, sí, son de 1895, pero veinticuatro años antes, en la Gaceta de la Habana de 15 de Septiembre de 1871 se hablaba ya, en el preámbulo de una reforma en la enseñanza, de la urgente necesidad de proveer con maestros españoles las muchas vacantes que han dejado los que,

después de sembrar en el corazón de la niñez los odios á España, se han dirigido á empuñar las armas contra la generosa nación que los honró con su confianza, ó á conspirar contra la vida de sus hijos leales. Excusado es hacer constar que en la última guerra, ni siquiera se trató de repetir las disposiciones que en la primera se tomaron. (Isern 1899: 161)

No obstante, el caballo de batalla de los separatistas era que las administraciones públicas estaban copadas por peninsulares. Al respecto hay que señalar que en la larga lista de empleados de la Administración civil ultramarina, figuraban buen número de cubanos:

los Acosta, Montalvo, Azcárate, Vinent, Kindelán, Freiré, Elisátegui, Echevarría, Justiz, Saladrigas, O'Farril, Bolívar, Rosillo, Valdés, Malli, Armas, Betancour, Bernal, Balboa, Cadaval, Diago, Chacón, Beltrán, Insúa, Koaly, Varona y cien más. La relación sería interminable. Sólo en el cuerpo de Comunicaciones de Cuba hay más de cien funcionarios cubanos, es á saber, la mitad ó algo más de la mitad.
La enseñanza puede decirse que está por ellos monopolizada. El rector de la universidad de La Habana, D. Joaquín F. Lastres, es cubano; lo son el vicerector D. José María Carbonell, el secretario general D. Juan Gómez de la Maza y Tejada, y los decanos de TODAS las Facultades. D. José Castellanos y Arango, de Filosofía y Letras; D. Manuel J. Cañizales Benegas, de Ciencias; D. Leopoldo Berrier y Fernández, de Derecho; D. Federico Hortsman y Cantos, de Medicina; don Carlos Donoso y Lardier, de Farmacia, y el director del jardín Botánico, D. Manuel Gómez; resultando que de 80 catedráticos, son cubanos 60.
En la escuela profesional lo es el director D. Bruno García Ayllón, siéndolo también los ocho profesores que desempeñan todas las clases de la misma. En la de Pintura y Escultura no hay más que un peninsular de tres maestros que la regentan: el director es cubano. Los institutos de segunda enseñanza de Matanzas, Santa Clara y Puerto Príncipe están dirigidos igualmente por hijos del país, D. Eduardo Díaz y Martínez, D. Alejandro Muxó y Pablos y D. Agustín Betancourt y Ronquillo, respectivamente; y en el cuadro general de este profesorado aparecen 35 catedráticos cubanos de 55. (Soldevilla 1897: 203-204)

Y en los demás aspectos de la administración, sucedía algo similar.

El separatismo creció y se propagaba libremente, y mientras para los laborantes se tenían en Cuba todo género de consideraciones, los balcones de la capitanía general se cerraban cuando pasaba ante ellos una manifestación de verdaderos españoles. (Soldevilla 1897: 279)

La gran verdad es que la relación sería interminable. Sólo en el Cuerpo de Comunicaciones de Cuba había más de cien funcionarios cubanos, lo que representaba algo más del cincuenta por ciento de la plantilla.
Pero como hemos señalado, era la enseñanza la que estaba copada, no por cubanos, sino por separatistas.
El rector de la Universidad de La Habana D. Joaquín F. Lastres era cubano, lo eran igualmente el vicerrector D. José María Carbonell, el secretario general D. Juan Gómez de la Maza y Tejada, y los decanos de todas las facultades, D. José Castellanos y Arango, de Filosofía y Letras, D. Manuel J. Cañizales Benegas, de Ciencias, D. Leopoldo Barrier y Fernández, de Derecho, Don Federico Hortsman y Cantos, de Medicina, D. Carlos Donoso y Landier de Farmacia, y el director del Jardín Botánico. D. Manuel Gómez; resultando que de 80 catedráticos eran cubanos 60.
Pero nada se hizo al respecto, y nada había de extraño cuando a sus espaldas llevaban ya sesenta años conspirando con la complacencia de las autoridades civiles y militares. Ya en 1835, el procurador a Cortes don Juan Montalvo y Castillo, conde de Casa Montalvo, que ostentaba la Gran Cruz de Isabel la Católica, había dirigido al pueblo habanero una proclama al partir para Madrid, alimentando esperanzas subversivas, sin que nadie le pusiese la mínima cortapisa. Era el agente de los partidarios del separatismo.
Y la actuación de todos ellos se encontraba perfectamente coordinada desde incluso antes de esa fecha; así, Rafael de Riego, muerto en 1823, había hecho grandes elogios de José Reinoso, autor de la obra, Examen de los delitos de infidelidad a la patria, dentro de la coreografía orquestada por los seguidores de la doctrina de Bentham, que apadrinaron al autor en su candidatura para diputado.
Y en 1823, una conspiración encabezada por José Francisco Lemus fue descubierta por el gobernador militar Dionisio Vives, masón que mandó a prisión a los principales implicados, pero que puso en libertad al también masón puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé, quién acto seguido se unió al estado mayor de Simón Bolívar.
Las conspiraciones se sucedían, y en 1844, O’Donnell se encargó de sofocar la que fue conocida como “conspiración de la escalera”, cuyos miembros, mayoritariamente eran negros libres.

Los contactos en Nueva York de Narciso López con Salvador Cisneros Betancourt sirvieron para constituir el Consejo Cubano de Nueva York, que se dedicó a buscar apoyos para lograr la anexión de Cuba a los Estados Unidos. (Miguel 2011: 48)

Narciso López era un militar y político criollo venezolano en principio leal a España, con cuyas tropas combatió a los separatistas de Venezuela, tras lo cual fue destinado a La Habana. También participó del lado liberal en las denominadas guerras carlistas. Pasó todo el año 1824 en la península, y 1827 volvió otra vez a la península, donde participó como coronel isabelino en la primera Guerra Carlista, siendo ascendido a General de Brigada el 7 de junio de 1834, y a Mariscal de Campo el 10 de julio de 1838. Volvió a Cuba en 1840 cuando Jerónimo Valdés era destinado como Capitán General y desempeñó diversos cargos, hasta que bajo el mandato de O’Donnell, en 1843 se retiró y comenzó a conspirar cuando fracasó en desarrollo de diversos negocios que no le fueron rentables. Acabó en bancarrota y se marchó a los EE.UU., donde comenzó a conspirar contra España.
En 1847 organizó la conspiración para la anexión a los Estados Unidos conocida como la Mina de la Rosa Cubana.
En 1848 fue descubierta la conspiración, pero el Capitán General, Federico Roncali Ceruti, alertó a López y le facilitó la huída a Nueva York. Ya en los Estados Unidos, y contando con una importante financiación, convino con el general Worth, mediante el pago de tres millones de pesos, la invasión de Cuba, lo que no pudo llevarse a efecto por el fallecimiento del militar usense.
Entre julio y agosto de de 1849 López organizó una invasión a Cuba que salió de Round Island, Nueva Orleáns, compuesta por veteranos norteamericanos de la guerra contra México, a los que se les había ofrecido 1.000 dólares y 64 hectáreas de Cuba.
A primeros de 1850, Narciso López organizó una flota con la intención de invadir Cuba, a cuyos miembros llamó soldados de la expedición de Cuba, y a la que se dirigía en inglés,

pues eran norte-americanos casi todos los que constituían aquel ejército filibustero. (Pirala 1895: 80)

Durante este intento de invasión fue izada por primera vez  la bandera separatista cubana, que no por casualidad lleva una estrella solitaria. El motivo de la misma era el deseo de que Cuba fuese anexionada por los EE.UU. El creador de la misma no fue otro que  Narciso López.

El pabellón nacional cubano ondeó por primera vez el 19 de mayo de 1850 en la bahía de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López al mando de una expedición – que fracasó– de seiscientos hombres. Fue precisamente López el que, el año anterior, en el curso de una entrevista en casa del también masón Teurbe Tolón había propuesto el diseño de la bandera. Para el color rojo sugirió el triángulo equilátero, que simboliza la grandeza del poder que asiste al Gran Arquitecto y cuyos lados simbolizan la consigna de “libertad, igualdad y fraternidad”. Además, la estrella de cinco puntas simboliza la perfección del maestro masón (fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad), y finalmente quedaban integrados los tres números simbólicos: el tres de las tres franjas azules, el cinco de la totalidad de las franjas y el siete, resultado de sumar a las franjas el triángulo y la estrella. (Vidal 2005)

La intentona tuvo lugar el 19 de mayo de 1850, y contó con el apoyo de los Estados Unidos. Estaba compuesta de quinientos filibusteros y desembarcó en la bahía de Cárdenas, con la idea expulsar a España de la Isla.
Los primeros momentos fueron de triunfo, pues capturó a la guarnición española y al gobernador, pero acabó siendo rechazado por los 17 soldados, 24 lanceros y 30 paisanos mandados por el comandante de la villa de Guamacaro.
La expedición acabó siendo puesta en fuga y perseguida por los barcos españoles. Logró escabullirse, siendo recibido en los EE.UU como un héroe, iniciando pocos meses después una nueva invasión apoyada por voluntarios usenses, coincidiendo con el levantamiento del masón Joaquín de Agüero de agosto de ese año. Todos acabaron fusilados.
Su invasión, en Cárdenas, duró dos días, tras los cuales embarcaron rumbo a su refugio usense en Cayo Hueso llevando consigo la decepción de solo haber sumado dos hombres de Matanzas a sus fuerzas, que estaban compuestas por voluntarios de varios estados del sureste de los Estados Unidos y el general Ambrosio José González como segundo al mando.
. Los prisioneros usenses que cayeron en poder de las fuerzas nacionales fueron absueltos y puestos en libertad por las autoridades españolas.
Lo curioso del caso es que la intentona estaba anunciada, si que las autoridades españolas hiciesen nada al respecto.

A no ser tan confiadas, incrédulas y tan criminalmente abandonadas las autoridades, que repetidos avisos se recibieron del intento de López, con detalles que atención merecían, no hubiera desembarcado éste como lo hizo en Cárdenas en la madrugada del 19 de Mayo. (Pirala 1895: 80)

No se conformó el agente usense con la derrota, y en julio de 1851, especuladores usenses financiaron una nueva expedición de López contra Cuba, en este caso con un número de invasores ligeramente superior, la mayoría estadounidenses, pero en esta ocasión fue capturado el 1 de septiembre del mismo año, provocando que la población se alistase como voluntarios al servicio de España.

el coloso del Nuevo Mundo, la república de los Estados-Unidos grande y poderosa, porque descansa en la libertad del género humano, presenta el espectáculo del único gobierno, cuyo porvenir esté libre de los azares de una revolución. A su seguridad y bienestar interesa nuestra independencia y la libertad de nuestras instituciones; suceso nuevo, importante y grave, que debe decidir nuestro destino. De sus vecinas playas acudirán á millares desde los primeros instantes de vida de nuestra naciente república, ciudadanos anglo-americanos, que ayudándonos á romper las cadenas, compartan con nosotros aquel amor á la libertad que arredra á los tiranos, que consolida el sosiego y felicidad de los pueblos, que ha elevado su nación á la cumbre resplandeciente de gloria, desde donde vela y dirige la marcha sublime de la humanidad.  (Pirala 1895: 96)

Y para evitar errores de interpretación, el manifiesto terminaba con el siguiente párrafo:
¡Habitantes de Cuba! La patria os llama por mi voz. La ocasión es propicia: el enemigo impotente; el éxito seguro: la gloria imperecedera. ¡Un solo esfuerzo y caerán convertidas en polvo vuestras cadenas! Venid á mi lado á sostener la bandera de la libertad, y la estrella de Cuba que brilla en esa bandera, se alzará bella y refulgente, ya sea para resplandecer con gloria independiente y eterna, ya sea para agregar su luz, si así lo determina el pueblo soberano, á la espléndida constelación norteamericana, á donde parece encaminar su destino,—Narciso López.

Con una fuerza de unos 450 combatientes, Narciso López desembarcó el 12 de agosto en El Morrillo, cerca de Bahía Honda, en Pinar del Río, en apoyo de la  sublevación de Joaquín Agüero. Serían sus últimos días.
Sería capturado en Pinos de Rancel y conducido a La Habana, donde fue juzgado, condenado a muerte y pasado por el garrote vil el 1 de Septiembre de 1851, mientras cincuenta filibuteros usenses más fueron fusilados frente al castillo de Atares el día 10.

cuya ejecución se retardó desde las siete y media hasta las once, por la falta material de tiempo para tomar las necesarias declaraciones á los reos ,á bordo de la fragata Esperanza, y necesitarse intérprete para muchos. A gran número se sentenció á presidio y á ser deportados, y un indulto, de muy distintas maneras apreciado, salvó después la vida de infinitos desgraciados, que no se mostraron luego muy agradecidos.  (Pirala 1895: 101)

La ejecución de filibusteros americanos creó algunas dificultades al Gobierno de España en sus relaciones con el de los Estados Unidos. Estas llegaron á tal grado de tirantez, que el Cónsul en Nueva Orleans tuvo que abandonar su puesto y aun fueron enviados algunos buques de guerra americanos para apoyar las demandas de una explicación por el hecho referido. No obstante, la claridad con que aparecía la justicia por parte de España hizo á aquella nación deponer su actitud y al año siguiente volvió el Cónsul español á Nueva Orleans y los buques de guerra fueron retirados. (Mendoza 1902: 23)

Muy de destacar entre los agentes británicos es José Morales Lemus, que había sido uno de los comisionados reformistas convocados por Cánovas del Castillo en lo que se denominó “Junta de Información” en 1866, para exponer en Madrid las quejas de los cubanos, se significaría como uno de los más importantes exponentes separatistas en la labor de sometimiento a los intereses usenses, siendo presidente de la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, con sede en Nueva York.
Quedaba por surgir el que sería principal entre los agentes británicos, José Martí, que con dieciocho años, en 1871, se encontraba en la península estudiando Derecho, cuya carrera terminó en 1874. En este tiempo es cuando, parece, se acercó a la masonería. En 1878 volvió a Cuba y al año siguiente fue deportado a la Península. Regresó a Nueva York al poco tiempo y se dedicó al periodismo, al tiempo que se ocupaba de las actividades de los exiliados. Pasó a ser presidente y coordinador del Comité Revolucionario Cubano de Nueva York. En enero de 1890 fundó la Liga de Instrucción, para que hiciera de escuela en la formación de revolucionarios. Cónsul de Argentina y Paraguay, representó a Uruguay en la 1ª Conferencia Monetaria internacional que tuvo lugar en Washington en 1891. En 1892 creó el Partido Revolucionario Cubano y fundó en Nueva York el periódico Patria.
Del análisis de estos asuntos podemos inferir la tolerancia y el fomento de las sublevaciones por parte de los Estados Unidos, pues resulta de todo punto inconcebible que sin un consentimiento tácito de un gobierno fuerte como el de los Estados Unidos, salieran impunemente de uno de sus puertos más concurridos, expediciones armadas con destino a socavar la autoridad de un país amigo.
Pero resulta evidente que con el fomento de las revoluciones, Estados Unidos aseguraba su intervención.
No obstante, eso no era lo más grave para España. Podremos pensar, a pesar de lo señalado, a pesar de las actuaciones llevadas a cabo desde primeros de siglo, que las autoridades nacionales no tenían conocimiento del asunto. Podemos pensar que eran unos inútiles, que algo hay a tenor de lo que nos cuenta Damián Isern, pero no unos pérfidos. Sin embargo parece que había más de lo segundo, pues aunque tarde, se enteraron de la situación con tiempo sobrado para resolverla, y no hicieron nada por corregirla.

La voz de los peninsulares, que una y otra vez protestaba contra estado de cosas tan vergonzoso, se oyó muchas veces en el Ministerio de Ultramar, pero fue siempre la voz del que clama en el desierto. Ministro hubo que llevaba algunos meses de serlo, y apenas tenia noticia de que hubiese Institutos de segunda enseñanza en Cuba, y no volvía de su asombro; cuando una comisión que le visitó, hubo de hablarle de irregularidades cometidas en la provisión de cátedras del doctorado de la Universidad de la capital de la gran Antilla, y su asombro nacía, según averiguaron los presentes, de que ignoraba que existieran tales enseñanzas en la indicada Universidad. (Isern 1899: 162)

En septiembre de 1851 una nueva conspiración contra España  se gestó en Cuba bajo la dirección de Francisco Frías, cuñado de Narciso López.
El conde de Pozos Dulces era el instigador principal de esta revuelta. Siendo descubierto, fue deportado a la Península, donde continuó con su actividad.

Siendo entonces Presidente de los Estados Unidos Mr. Pierce, le fué dirijida una petición por los anexionistas en la que reclamaban su apoyo para apoderarse de Cuba. Es de notarse que tal petición estuviera secundada por algunos senadores americanos. (Mendoza 1902: 24)

En 1854, una nueva expedición filibustera comenzó a pergeñarse: la del general Quitman.
Como respuesta, el Capitán General Juan de la Pezuela administró unas medidas ejemplares: El 22 de marzo de 1854, amnistió a todo el que hubiese tomado parte en conspiraciones, rebeliones o invasiones.
Concha, Serrano, Dulce, Lersundi, Manzano, ocuparían el cargo de Capitán General durante los siguientes años, sin que la actuación desmereciese la de Pezuela. El 30 de noviembre de 1866 era tal la situación que el general Manzano escribía al ministro:

Imposible es, Excmo, señor, al hablar de una conspiración cuya dirección principal y activa está en los Estados Unidos de donde habrán también de salir las expediciones filibusteras, como ha sucedido en otras épocas, dejar de preguntar cual será la actitud probable de aquella vecina república en el caso de realizarse los planes que motivan esta comunicación. (Pirala 1895: 235)

Pero nada más se hacía al respecto, salvo preguntarse cual sería el siguiente paso, fácil de prever gracias a los constantes avisos que no podían pasar desapercibidos ni a Manzano ni al gobierno, que dos meses y medio antes de esa comunicación de Manzano tuvieron noticia de la proclama anti española emitida en Nueva York.

El 10 de Septiembre publicó el comité revolucionario de Nueva York una proclama fechada en Cuba el 16 de Julio, que terminaba con estas Palabras: «Viva Cuba libre. Viva Puerto Rico libre y muera España para siempre en América.» (Mendoza 1902: 31)

Todo parecía acelerase en previsión de una situación, la de la “la gloriosa” de 1868, de la que, si bien no podía entreverse el cómo y el cuando, era manifiesto que todos estaban laborando para que se produjese. El momento, como es lógico vislumbar, sería septiembre de 1868. Hasta entonces, la actuación estaría encaminada a tomar posiciones para actuar, por lo que a mediados de diciembre de 1867 se reunieron en Nueva York los miembros de la junta separatista. Su objetivo, provocar un alzamiento para finales del año siguiente, curiosamente cuando acabaría produciéndose “la septembrina”, o “la gloriosa” en la península. Tal vez sólo era una coincidencia que coincidiese la previsión con la actuación de Topete y de Prim…

D. Manuel Macías propuso dar principio á la revolución en Puerto Rico, antes que á la de Cuba, y D. Domingo Goicouría ofreció un cargamento de armas que iba á recibir de los Estados Unidos. Según comunicaciones que se leyeron, D. Miguel Aldana y Morales Lemus debían dar el grito en Cuba en Septiembre ó en los primeros días de Octubre próximos.
Debido á la complacencia de las autoridades se propalaba en público la causa de la libertad. En las reuniones, en los cafés, en los clubs y periódicos se hacía ostentación de los proyectos, se discutían los planes y hasta se celebraban los triunfos, que tenían por seguros los conspiradores. (Mendoza 1902: 31)

Llegaría la Guerra de los Diez años, llegaría la Guerra Chiquita… y en 1893, el Capitán General Emilio Calleja Isasi mandaba instruir expedientes… a las autoridades de la isla que denunciaban movimientos separatistas. No es de extrañar que el general Calleja fuese tan bien recibido en los ambientes separatistas que los periódicos subvencionados por los usenses, que no tenían ninguna cortapisa para hacer proclamas separatistas, escribiesen de él semblanzas laudatorias.
En contrapartida, y con el inicio de la guerra que acabaría en 1898, en febrero de 1895, Calleja telegrafiaba a Madrid quitando toda importancia al asunto…

á raíz del grito de Baire, la autoridad superior de aquella isla telegrafiaba casi á diario al Gobierno, quitando toda importancia á la insurrección, y diciéndole que no necesitaba ni una peseta ni un hombre más, porque nada significaba lo ocurrido. Triste era que telegrafiase en tales términos el general Calleja, pero era peor que obrase en consecuencia. En efecto, dice un testigo presencial: «El general no hacía nada por reprimir lo que en un principio pudo ahogarse con poco esfuerzo. En esta época puede decirse que no había enemigos de España en los Estados Unidos, ni había prensa filibustera en aquel país, pero no los había porque todos se habían instalado en La Habana y otras poblaciones de la isla. (Isern 1899: 289)
BIBLIOGRAFÍA:

Arrozarena, Cecilia (2012) Los vascos en las guerras de Independencia de Cuba. Los vascos y las guerras de Independencia de Cuba. Editorial Txalaparta S.L.L. Tafalla. Isbn 
978-84-15313-30-4

Isern, Damián. (1899). Del desastre nacional y sus causas. En Internet http://www.latinamericanstudies.org/book/Del_desastre_nacional_y_sus_causas.pdf
Visita 20-9-2016

Mendoza Vizcaíno, Enrique. (1902) Historia de la guerra hispano-americana. En Internet https://archive.org/details/historiaguerra00mendrich Visita 13-1-2017

Miguel Fernández, Enrique de. (2011). Azcárraga, Weyler y la conducción de la guerra de Cuba. En Internet http://www.racv.es/files/Guerra_Cuba_0.pdf visita 16-9-2016
Pirala, Antonio (1895) Anales de la guerra de Cuba. En Internet file:///C:/Users/Cesareo/Downloads/AnalesdelaguerradeCubaTextoimpreso.pdf Visita 20-11-2016
Salas, Ramón. (1821) Lecciones de derecho público constitucional. En internet https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=ucm.5320144503;view=1up;seq=20 Visita 18-11-2016

Vidal, César (2005). ¿Influyó la masonería en la pérdida de Cuba? En Internet http://www.libertaddigital.com/opinion/fin-de-semana/influyo-la-masoneria-en-la-perdida-de-cuba-1276229547.html Visita 22-1-2017

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