martes, enero 09, 2024

El ejército guaraní



En el siglo XVI, los guaranís conformaban una sociedad de guerreros seminómadas en permanente disputa con otras tribus, donde la antropofagia ritual con los prisioneros de guerra era una práctica habitual.

Tenían una organización política encaminada a la defensa de sus aldeas, por la cual existía una jerarquía surgida por unas complejas alianzas entre las distintas tribus. Así, cada jefe de familia se subordinaba al cacique de la aldea, que al propio tiempo podía estar subordinado a otro cacique, que era la cabeza de una estructura superior, generalmente organizada para la defensa del territorio.

Con la llegada de España, esta estructura se mantuvo, con variantes que los ligaba a los nuevos conceptos políticos y militares: así, nos encontramos que los caciques del Paraná y del Guayrá mantuvieron su poder al convertirse en vasallos del Rey y asumir las reducciones, en las que tenían garantizada su libertad con la ayuda de las milicias que acompañaban a los religiosos encargadas de las mismas.

Con el desarrollo de las reducciones, los jesuitas consiguieron desarrollar también alianzas que redundaron en una mejora de las condiciones de vida de los miembros de las comunidades, no siendo de menor entidad la referente a la defensa, lo que acabaría comportando la creación de un auténtico ejército moderno con capacidad de enfrentarse con éxito al enemigo exterior.

Una alianza de defensa que comportaba capacidad ofensiva con la que se abordarían operaciones militares que de otro modo eran inalcanzables para el ejército español.  

Una alianza de defensa que comportó la organización de las milicias guaraníes bajo el mando de cuadros guaraníes; mandos naturales que se unieron a los jesuitas y que vieron reforzado su poder con la incorporación de armas de fuego suministradas por el ejército español, todo lo cual posibilitaría la derrota de otros caciques que acabarían uniendo sus pueblos a los religiosos.

La formación militar, la adopción de una estructura moderna y la incorporación de armamento acorde, todo suministrado por el ejército virreinal, permitió pasar de la alianza defensiva a la alianza ofensiva, vencer a los lideres guerreros más temidos y expandir el sistema de reducciones. 

Y toda esa actividad fue promovida por los jesuitas. Ellos fueron quienes desde el principio se ocuparon de conseguir armas de fuego para la defensa de sus reducciones; ellos fueron  los encargados de enseñar su uso, y ellos fueron quienes mediaron con el oidor Alfaro, el de las célebres ordenanzas publicadas en 1612, al objeto de garantizar la autonomía de las reducciones, lo que comportó que el servicio personal de la mita, impuesto heredado del imperio incaico cuya aplicación ya había conocido una importante mejora al haber caído dentro de la jurisdicción hispánica, conociese en el caso guaraní una serie de exenciones que se generalizaron para aquellos que se afincasen en las reducciones, y que se alargaban durante veinte años. 

Privilegios que tuvieron reflejo en las Ordenanzas de Alfaro y que salvaguardaron de forma extraordinaria la autonomía de los guaraníes.

En estos momentos, y desde la década del 20, se produjeron importantes asaltos de bandeirantes en busca de esclavos. Uno llegó a  capturar hasta mil indios en las reducciones jesuíticas, tras lo cual se concertó una alianza defensiva en 1625 que dio lugar a la fundación de nuevas reducciones. 

Estas medidas produjeron unas contramedidas de los bandeirantes, produciéndose incursiones con mayor número de miembros y con objetivos más ambiciosos. Así, en 1628, la bandeira de Raposo Tavares y Manoel Preto dedicó tres meses en recorrer 600 km, tiempo en el que  destruyeron las reducciones de San Antonio, San Miguel, Jesús María, Encarnación, San Xavier, San José y las situadas en el Paranapanema. 

Como contrapartida, el desarrollo de estas nuevas reducciones y la aplicación de las disposiciones de Alfaro acabarían teniendo reflejo en la batalla de Mbororé  de 11 de marzo de 1641, en la que se produjo un enfrentamiento entre los guaraníes que habitaban las Misiones Jesuíticas y el ejército de bandeirantes que se adentraba en la selva para cazar y esclavizar naturales.

Dos años antes de esta batalla, en 1639, los jesuitas llevaron a cabo gestiones formales para obtener una autorización excepcional de la Corona en orden a la formación militar y la utilización de armamento para defenderse de forma autónoma ante los ataques perpetrados por los bandeirantes, que llevaban años asolando la región. 

La defensa de esos principios y la prórroga de los derechos fiscales que habían adquirido años atrás comportó una importante actividad diplomática que fue llevada a cabo por representantes de los jesuitas.

Entre tanto, las incursiones de los bandeirantes ya eran recurrentes, por lo que desde Buenos Aires fueron enviadas armas e instructores militares como apoyo a la acción de los jesuitas, entre quienes ya se encontraban expertos militares de las guerras en Europa que venían desarrollando una proactiva acción formativa entre la población guaraní.

Al mismo tiempo, en las reducciones se dedicaron a la formación militar y a la fabricación de armas, siendo que en la década del 30, el gobernador de Tucumán era informado por las misiones que en las mismas funcionaban cuatro fraguas con personal especializado que trabajaba en la fabricación de arcabuces, actividad que era complementada con la adquisición de piezas de artillería. 

La batalla de Mbororé, de memorable recuerdo, significó un éxito del ejército guaraní, que asestó una importante derrota a los bandeirantes, hecho del que tardarían décadas en recuperarse, y que venía a mostrar los principios siempre proclamados por la Corona Hispánica relativos a la libertad y a la condición de seres humanos de los indios, a quienes nadie tenía derecho a esclavizar. 

Cuatro mil hombres, armados con doscientos arcabuces hicieron frente a un ejército bien pertrechado de esclavistas que no bajaba de tres mil individuos. Los esclavistas fueron despojados de más de 400 arcabuces y de 300 canoas tras una batalla planteada con unas tácticas y profesionalidad que acabaron siendo superiores a las de los bandeirantes, con una particularidad: el cacique era el capitán general de todos sus indios, y bajo sus órdenes se encontraban oficiales, Maestro de Campo y Sargento Mayor. 

Y todos eran jerárquicamente dependientes de un cacique principal que había sido designado corregidor por el gobernador. 

Y todo, formando parte de la estructura política de la Hispanidad. El poder del cacique no era incompatible con las estructuras políticas del Imperio; la organización social de las reducciones  permitía cumplir con la tradición local y con la defensa territorial creándose una alianza militar que reforzó la organización social guaraní.

Tras la batalla de Mbororé, el Procurador General de los Jesuitas lograba en 1643 que la aspiración guaraní por la suspensión del tributo fuese admitida como contrapartida a que las milicias fuesen puestas al servicio de los gobernadores, y en 1649, la Real Hacienda determinó que los indios no mitasen y que sólo pagasen un peso de a ocho reales por año, como recompensa por desempeñarse en la tarea de defender la frontera y de construir y vigilar un presidio. 

Las milicias guaraníes pasaban a ser un ejército al servicio de la Corona encargado del control del territorio que abarcaba la gobernación del Paraguay y del Río de la Plata, llegando a conformar la fuerza militar con más peso en la defensa de las ciudades de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Asunción, y destacando en la toma de Colonia del Sacramento y en la fortificación de Buenos Aires y del fuerte de Montevideo. Su concurso fue recurrente desde el mismo momento de su reconocimiento como fuerza militar de la Corona, destacando en diversas ocasiones en la defensa de Asunción, en el control del territorio y en campañas de expedición, convirtiéndose en las guardianas de la frontera y protagonistas de la defensa del puerto de Buenos Aires.

Su importancia fue así de una gran relevancia, hasta el extremo que, a partir de 1650 serían permanentemente requeridos por los gobernadores del Río de la Plata y del Paraguay, consolidándose como fuerza militar permanente entrenada para la guerra y para el trabajo comunitario, en cuyo estatus intervino en todos los conflictos, resultando ser un referente en la defensa de un territorio de límites inciertos y permanentemente sujeto a incursiones piráticas. 

Se trataba de una fuerza militar española que cubría a plena satisfacción las funciones que le eran encomendadas.

Pero llegaron las Reformas Borbónicas, y mediado el siglo XVIII llegó la guerra a las reducciones. Las reformas borbónicas marcarían su impronta de manera negativa también para los guaraníes.

El 13 de enero de 1750 fue firmado el Tratado de Madrid entre la corona portuguesa y la corona española. La corona portuguesa ya llevaba 110 años sometida a Inglaterra, y debía seguir las mismas instrucciones que posibilitaron las acciones que los bandeirantes llevaron a cabo justamente desde 1640. ¿Y la corona española? Ya no era la corona española, sino la corona borbónica, que se encontraba en proceso proactivo por olvidar la historia en provecho de los intereses que provocaron el cambio de dinastía en 1700.

El acuerdo del Tratado de Madrid, que en otro momento hubiese sido sencillamente impensable, pudo llevarse a efecto, y ello significó un recorte directo en los derechos adquiridos previamente por estas comunidades indígenas. La consecuencia de semejante contrafuero no pudo ser otra que la rebelión guaraní.

Y es que, en virtud del tratado, los pueblos guaraníes quedaban bajo el control de Portugal, y sus habitantes se veían privados de sus bienes y de su estatus. Si se quedaban en sus pueblos serían esclavizados, y si se marchaban estaban condenados a vagar por tierras improductivas, lo que acabó provocando una guerra que se mantuvo entre 1754 y 1756, durante el reinado de Fernando VI de Borbón, llamado“el prudente”o “el justo”por la historiografía ilustrada.

Era el principio del resultado de las reformas borbónicas, que si en algunos aspectos pueden tener justificación, no parece que pueda tenerla para el caso guaraní.

Las reducciones habían alcanzado un alto grado de influencia económica, especialmente representada en la riqueza ganadera, y siendo de vital importancia también en la cohesión social, en la integración social de las diversas etnias o en la defensa del territorio… 

Por su parte, la fundación de Colonia de Sacramento frente a Buenos Aires, al otro lado del río de la Plata, fue el signo más claro del avance lusitano sobre territorio reclamado por la Corona española. Pero esta posición portuguesa es de difícil explicación, siendo motivo de especulación la sumisión de la corona de Portugal respecto a Inglaterra con ocasión de la unión llevada a cabo por Felipe II, que sería rota en 1640. El desarrollo de un intenso contrabando liderado por los ingleses y posibilitado por el enclave lusitano contribuyó para que, en el año 1750, el territorio ocupado por las misiones orientales fuera cedido a la Corona de Portugal a cambio de Colonia de Sacramento.

La situación de Colonia de Sacramento, un enclave estratégico portugués en el Río de la Plata, era injustificable, siendo que se temía que desde ella intentase Inglaterra intentase una invasión… Pero al fin era un enclave portugués, mientras Gibraltar…

Manifiestamente los intereses británicos estaban por medio, y el Tratado de Madrid acabaría representando un  hito más en el abandono de los principios tradicionales de la Corona Hispánica; una muestra más de la sumisión a los intereses europeos, ya asentados en España.

Con la firma del Tratado, España cedía la jurisdicción sobre los territorios guaranís, con lo que acababa desapareciendo la situación de privilegio de las reducciones, quedando abandonada una actuación que durante más de un siglo había sido un ejemplo para la Humanidad en todos los campos.

La nueva situación exigía que los intereses económicos primasen sobre los intereses humanos, y las inmensas riquezas que representaban los cueros provenientes de los ganados  quedaban abiertas a la acción de los especuladores.

La Ilustración ya se había hecho con España y ahora llegaba el momento de desmontar la labor que había llevado a cabo. Ya no había que asimilar a la población indígena, porque los principios de la Ilustración son los principios de Inglaterra… El mejor indio es el indio muerto. Pero los guaraníes habían sido educados ya en otra cultura, y ello les impedía admitir lo que les era impuesto por el Tratado de Madrid.

La rebelión contra el Tratado de Madrid se generalizó y sacó del pueblo guaraní lo mejor que tenía de pueblo hispánico, y se sublevó contra la tiranía, lo que sería utilizado por la Ilustración como arma para combatir, no sólo a los guaraníes, sino también a la Compañía de Jesús. 



Bibliografía:

Avellaneda, Mercedes. El ejercito guaraní en las reducciones jesuitas del Paraguay. En Internet https://www.redalyc.org/pdf/5798/579866843003.pdf Visita 8-1-2024

Quarleri, Lía. GOBIERNO Y LIDERAZGO JESUÍTICO-GUARANÍ EN TIEMPOS DE GUERRA (1752-1756) En Internet https://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/648/715 Visita 8-1-2024

Takeda, Kazuhisa. LAS MILICIAS GUARANÍES EN LAS MISIONES JESUÍTICASDEL RÍO DE LA PLATA: UN EJEMPLO DE LA TRANSFERENCIAORGANIZATIVA Y TÁCTICAS MILITARES DE ESPAÑA A SUTERRITORIO DE ULTRAMAR EN LA PRIMERA ÉPOCA MODERNA. En Internet https://www.academia.edu/35717398/LAS_MILICIAS_GUARAN%C3%8DES_EN_LAS_MISIONES_JESU%C3%8DTICAS_DEL_R%C3%8DO_DE_LA_PLATA_UN_EJEMPLO_DE_LA_TRANSFERENCIA_ORGANIZATIVA_Y_T%C3%81CTICAS_MILITARES_DE_ESPA%C3%91A_A_SU_TERRITORIO_DE_ULTRAMAR_EN_LA_PRIMERA_%C3%89POCA_MODERNA_THE_GUARAN%C3%8D_MILITIAS_IN_THE_JESUIT_MISSIONS_OF_PARAGUAY_AND_R%C3%8DO_DE_LA_PLATA Visita 8-1-2024


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