lunes, enero 11, 2021

LA VIDA POLÍTICA EN LA ESPAÑA PENINSULAR DEL SIGLO XIX

Cesáreo Jarabo Jordán




El Título 1º, del libro 3.° de la Recopilación de las Indias, confirmando las leyes de 14 de Septiembre de 1519, dice que las Américas.

Siempre estarán y permanecerán unidas á nuestra Real Corona. Prometemos y damos nuestra fe y palabra Real por Nos y los reyes nuestros sucesores, de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas en todo ó en parte, ni sus ciudades ni poblaciones por ninguna causa ó razón, ó en favor de ninguna persona; y si Nos ó nuestros sucesores hiciéramos alguna donación ó enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal la declaramos.   

Estos derechos ya fueron mermados por las Cortes de Cádiz, que daban una representación poco acorde con la realidad y dejaban a la España Ultramarina infrarepresentada, agravándose la cuestión con la creación de un ministerio de Ultramar.

Luego con Fernando VII, y a su muerte en 1833 el Estatuto Real de 1834, así como la constitución de 1837 y sucesivas, vuelven a mermar esos derechos de la España Ultramarina, ordenando que la misma se rija por leyes especiales, que para mayor injuria, nunca llegaron a proclamarse, y que anulaban la tradición de la Monarquía Hispánica, que como señala Francisco Núñez del Arco fue una, basada en realidades biológicas, políticas, históricas y espaciales, todo lo contrario al fetichismo constitucional de la Ilustración, basado en ilusiones de unos pocos exaltados. (Núñez 2016: 44)

Se daban pasos para hacer algo inaudito: convertir las provincias en colonias, algo que iba contra las leyes españolas pero que satisfacía los proyectos de los enemigos de España.

No es casualidad que los Rothschild piensen abrir su agencia  en Cuba en 1837, y que esta, igual que Puerto Rico y Filipinas, deje de ser una provincia española con representación en Cortes por la Constitución de 1837. Todo hace indicar que la medida es consecuencia de los tratados firmados por los liberales, por los que se dejaba en prenda a Cuba como garantía de la financiación recibida por los Rothschild durante la Primera Guerra Carlista. De ahí la necesidad de que las provincias ultramarinas españolas dejen de ser provincias y pierdan su representación en Cortes, ya que de otra forma su venta seria imposible.

Esa traición se gestó en sesión secreta de 16 de Enero de 1837, cuando se acordó la exclusión de los representantes nombrados por las provincias de Ultramar. Los diputados cubanos protestaron por la medida, alegando, entre otras cosas también auténticas, que la medida era injusta, basándose en las Leyes de Indias más arriba señaladas.

Porque desde la formación de las leyes de Indias, todas las posesiones americanas fueron declaradas parle integrante de la monarquía; y por lo mismo con derecho á ser representadas en los Congresos nacionales. (Pirala 1895: 785)

Sin embargo, algo debía cambiar algo tan esencial como las Leyes de Indias. Una semana antes de la sesión secreta, el 8 de Enero de 1837, el príncipe de Talleyrand recibió en París una invitación del señor Aguado, banquero español, pidiéndole una entrevista absolutamente privada, a la que no asistiría ningún testigo.

Un enviado de la reina Cristina de España, estaba encargado de entablar negociaciones con Luis Felipe para cederle una parte importante de las posesiones españolas Esa misión fue confiada al señor Campuzano, conocido por sus talentos diplomáticos y muy amigo de la reina. Este gentilhombre aceptó la misión con pesar, porque le imponía tener que firmar un contrato que quitaba á la corona de España su más rico florón, la hermosa isla de Cuba, á la que debían añadirse Puerto-Rico y las Filipinas; hecho todo esto á cencerros tapados por la insistencia formal y persistente de la reina Cristina. La entrevista secreta solicitada por Aguado, no tenía otro objeto que la preparación de la segunda, que se celebraría entre Campuzano y el príncipe francés…/… la proposición hecha por la reina Cristina para vender por un tratado secreto la isla de Cuba á Francia, mediante la cantidad de TREINTA MILLONES DE REALES, y las islas Filipinas con Puerto-Rico por la cantidad de DIEZ MILLONES. (Pirala 1895: 804)

Finalmente, la transacción no se llevó a efecto, pero tendría como consecuencia un paso previo que posibilitaría la sucesión de acontecimientos posteriores: que las Cortes acabasen aplicando una ilegalidad: la exclusión de los representantes de Cuba y Filipinas.

El 18 de Abril, «las Cortes, usando de la facultad que se les concede por la Constitución, decretaron: No siendo posible aplicar la Constitución que se adopte para la Península ó islas adyacentes á las provincias ultramarinas de América y Asia, serán regidas éstas y administradas por leyes especiales análogas a su respectiva sitúación y circunstancias propias para hacer su felicidad; en su consecuencia, no tomarán asiento en las Cortes actuales, diputados por las expresadas provincias. (Pirala 1895: 786)

Acto seguido, en ese mismo año 1837, órdenes expedidas por el Ministerio de la Guerra a los Gobernadores, Capitanes generales de las islas de Cuba y Filipinas, concedían facultades ilimitadas sobre todos los ramos de la administración pública, y declaraban que éstas sólo fuesen competencia del ramo militar. De un plumazo varias provincias españolas pasaban de perder esa condición para convertirse en colonias.

Las quejas se dejaban oír en los lugares afectados, dando paso, nada menos, a que se pusiese como ejemplo de algo a imitar, justamente, a Inglaterra, que con la nueva situación, y siendo la expresión del colonialismo, había adquirido preeminencia sobre España en cuanto a representatividad:


¿Es justo y político, en fin, que, cuando las Antillas inglesas y francesas, con manos riqueza, con menos importancia y con menos población blanca, pero sí comparativamente con muchos más esclavos que Cuba, han tenido largos años ha consejos y asambleas coloniales, ella forme un contraste tan doloroso con sus hermanas las islas del mismo archipiélago?


No deja de ser curioso que quienes habían exterminado poblaciones enteras en Oceanía, la India y Norteamérica; quienes habían saqueado no sólo esos territorios, sino también, y desde el segundo cuarto de siglo habían esquilmado las riquezas tanto de la España peninsular como americana y habían poblado de esclavos los territorios por ellos conquistados, pasasen a ser ejemplo de representatividad.

Esa labor, la de aniquilar la labor de España y la de presentar a nuestro enemigo histórico como ejemplo a seguir, no sería cuestión de progresistas o de conservadores, sino que sería cuestión de progresistas y conservadores; de ambos al alimón. 

Desde 1833 a 1898 se suceden en España 84 Gobiernos distintos, tienen lugar varios cambios de régimen, varias revueltas civiles e innumerables pronunciamientos y algaradas callejeras.

Y esos gobiernos no pueden ser tenidos como inocentes, como invitados de piedra, en los acontecimientos sufridos por España. España no sufría un fatal destino, sino un destino profundamente meditado del que los gobiernos serían sus verdugos.


el Partido Reformista cubano requirió al Gobierno español, el cumplimiento de la promesa prevista en la Constitución de 1837, de establecer leyes especiales para Cuba en orden de obtener una autonomía local y una reducción en la barreras aduaneras que ponían dificultades a los productos de la isla, por no hablar de otras peticiones de justicia social y de mayor representatividad en Cortes, que fueron como siempre, denegadas por la Metrópoli. (Lasaga 1999: 104)


Por la metrópoli, sí, porque en eso se había convertido la España peninsular desde que las Cortes adoptaron la ilegalidad que dio alas al separatismo. ¿Era ese justamente el encargo que tenían que cumplir los políticos españoles? 


Desde 1836 en que fueron cerradas las puertas del Parlamento Nacional á los Diputados que habían elegido las Antillas al amparo de la Constitución, y cierre que provocó la protesta escrita de esos Diputados, formulada en Madrid y muy circulada en las islas, vino la verdadera y formal creación del partido separatista cubano,  instrumento inconsciente (esta es la verdadera frase) del interés de los Estados Unidos. (González 1903: 47)


Desde ese mismo momento empezaron las reclamaciones. Desde 1836 quienes antes habían vivido en igualdad de condiciones con los otros españoles se vieron forzados a reclamar, con la Constitución en la mano, aquello de lo que se habían visto injusta y democráticamente privados: representación en Cortes, pero el sistema no los escuchó.

De 1847 á 1857 reclamaron la aplicación de las leyes especiales, tan solemne y reiteradamente ofrecidas, y no se les escuchó. De 1858 á 1868, ya eran mayores las exigencias: se pidió la autonomía, y el gobierno respondió con el silencio...


En anteriores tiempos no carecían los cubanos de garantías. La residencia á que estaban sujetos los capitanes generales era, por lo general, un freno á la arbitrariedad, y no solía sancionar la toga desplantes militares. (Pirala 1895: 350)


Además, se podía acudir al gobierno central exponiendo que el gobernador se había extralimitado en tal ó cual facultad ordinaria o extraordinaria. Ahora no tenían nada…

Los políticos, el sistema, la monarquía… no pueden ser tenidos como inocentes por la sucesión sin fin de hechos como los relatados, entre los que no ocupa lugar menor la contratación de servicios para la seguridad nacional. Resulta inconcebible, por ejemplo, que en situación de preguerra con los Estados Unidos, se encargue, justamente a los Estados Unidos, la construcción de unas naves destinadas a la seguridad de las costas. Pues eso acaeció.


En las condiciones de la "Guerra Grande", el buen uso de la diplomacia permitió a Estados Unidos algo realmente inaudito, que revela hasta qué punto los gobernantes españoles carecían de toda visión estratégica del conflicto: ¡contratar con España la construcción de treinta cañoneros para la defensa marítima de la isla! Es decir, España dejaba en manos de Estados Unidos, su principal competidor en la zona, el suministro de los medios necesarios para preservar la soberanía de la isla. Evidentemente el encargo sufrió todo tipo de dilaciones, hasta el punto de que los buques fueron embargados por el gobierno norteamericano y sólo después de una larga negociación una parte de ellos llegó por fin a manos españolas en enero de 1870, cuando la insurrección cubana había adquirido ya unas notables proporciones. (Pérez 1998: 5)


En estas fechas, Prim, cuya idea de deshacerse Cuba era ya conocida, manifestó al delegado usense, Sickles, 


Que estaba pronto á acordar conmigo las bases de un arreglo que preparara la independencia de Cuba, pero que no podía dar á ese arreglo la sanción de un tratado, ni someter la proposición á la Cortes para que fuera ratificada mientras los insurrectos estuviesen en armas; que no tenia duda de que cualquiera que fuese el éxito de la lucha, Cuba seria completamente libre; que reconocía sin vacilación el curso manifiesto de los sucesos en el continente americano y la terminación inevitable de todas las relaciones coloniales en su autonomía en cuanto están preparadas para la independencia; pero que ninguna emergencia y ninguna consideración llevarían á España á tal concesión hasta que cesasen las hostilidades. (Pirala 1895: 794)


Y es que el único político español del siglo XIX que para algún analista histórico resulta “no fusilable”, estaba en connivencia manifiesta con los enemigos de España, hasta el punto que 


El entonces Capitán general de Cuba, D. Antonio Caballero de Rodas, afirmó después en Madrid en los salones del "Centro Hispano Ultra-Marino," que él poseía una carta del general Prim, que le dirigió al entablarse las negociaciones de Sickles, relativa á la venta ó cesión de la Isla á los Estados Unidos y en la cual le pedía su ayuda para preparar allí las cosas de un modo conveniente, Caballero rechazó la propuesta con indignación. (Mendoza 1902: 37)


Pero los EE.UU. no aceptaron las condiciones que Prim había planteado a  Sickles en 1869, y plantearon otras:


Mr. Fish concretó sus deseos de mediación, proponiendo:—«1.° Armisticio inmediato.— 2." Cuba recompensará á España por las propiedades públicas tomadas; los Estados- Unidos no garantizan á menos que el Congreso apruebe; la destrucción diaria disminuye rápidamente el valor de las propiedades, por cuya compra se ofrece dinero. —3.° Las personas y propiedades de los españoles que permanezcan en Cuba, serán protegidas, pero pueden optar por salir. Para prevenir dificultades, así como para detener el derramamiento de sangre y la devastación. Debe haber una pronta decisión. Estas ofertas serán retiradas si no se aceptan antes del 1.° de Octubre. (Pirala 1895: 797)


No llegaron a un acuerdo que, satisfaciendo los deseos anglousenses, salvara la piel de sus agentes en España, por lo que hubo de posponer la actuación… Nada es de extrañar, así, que Antonio Maura, ministro de Ultramar durante los años 1893-1894, en un gabinete presidido por don Práxedes Mateo Sagasta, defendiese el primer proyecto de autonomía para Cuba, quién en 1895 propuso un segundo plan de autonomía para Cuba, que finalmente sería aprobado, aunque su aplicación se fue posponiendo hasta que la isla estuviese pacificada y finalmente, contra la opinión de Weyler, fue impuesto el 26 de noviembre de 1897 mediante real decreto por el que se proclamaba una nueva constitución para Cuba, que quedaba plenamente autónoma. 

Pero todas esas medidas se llevaban a efecto sin que el control de la situación, ni social, ni económica, ni cultural, ni militar, estuviese asegurado.

En ese sentido decía José Ricart y Giralt  en “El Mundo naval ilustrado” de 15-2-1898:


España es la nación europea que más interés tiene en la política de aquellas apartadas regiones, más que Holanda y que la misma Inglaterra, y no obstante, se suceden allí hechos y cambios de inmensa trascendencia y nuestro nombre no suena para nada. La política que seguimos hace tiempo es un suicidio. Queremos paz y ser neutrales en todo, y hacemos lo contrario para "conseguir nuestro deseo. Para ello precisa que seamos potencia marítima, y no lo somos, y según últimas noticias de buena tinta, no llevamos buen camino para ello, pues ha vuelto la racha de calma para las construcciones navales.


España comenzó el siglo XIX siendo considerada una de las principales potencias, y su presencia en Filipinas y Pacífico no era causa menor de esta situación, siendo que el peso de plata español,  seguía siendo la moneda de cambio utilizada en todo el continente asiático.

Pero el sistema político parecía alejado de la realidad y de las necesidades que precisaba España, a la que le tocaba muy de cerca la evolución que pudiese surgir en cualquier parte del mundo, y muy especialmente en Extremo Oriente y en el Caribe, y justamente en esos momentos pasaba el extremo Oriente por una crisis aguda que anunciaba cambios en las políticas globales.


Todas las deficiencias y fraudes, errores y debilidades que pueden acumularse sobre una nación, habían caído sobre España en los últimos lustros, y el conflicto con los Estados Unidos no ha hecho más que poner de relieve tanta miseria y podredumbre.

Ya hasta los ciegos han visto que en nuestra patria existen muchas instituciones y personalidades inútiles y perniciosas, y otras que es necesario restablecer y dignificar, si hemos de levantamos de la humillante postración en que nos hallamos. (Patriota 1899)


Y el sistema, en su conjunto, aparecía como aliado necesario de esa postración


Es preciso conocer que ni Silvela, ni Sagasta, ni éste ni el otro partido, con sus falsos principios, gastados procedimientos y aspiraciones insensatas, quieren, ni pueden, regenerar á España. (Patriota 1899)


Ni podían ni querían. Sus aspiraciones eran muy otras. Así, la actuación de todos ellos era cuando menos dudosa, hasta el extremo que en 1869, cuando Lersundi era sustituido en la comandancia de Cuba por Domingo Dulce, comentaba la prensa maliciosamente:


Mucho se comentó la tardanza de la ida de Dulce, aunque no se dudó de ella, por el interés que tenia el general en devolver á su mujer los cinco millones de reales que había prestado para la revolución de España, y se proponía hacerlo con sus ahorros en el mando de la Isla. (Pirala 1895: 384)


Pero es que había mucho más… Domingo Dulce había ido a Cuba a sanear sus finanzas particulares, y para ello debía cumplir estrictamente lo que se le ordenase,  y lo que se le ordenaba iba necesariamente en orden al descuartizamiento de España. Debía controlar, pero no aniquilar, la subversión. De ello nos da muestra el telegrama recibido del ministro de Ultramar, Segismundo Moret, a principios de 1870:


No insista V. B. en la sumisión de insurrectos: tengo indicaciones de París y Nueva-York y espero pronto pacificación completa. (Pirala 1895: 829)


¿De quién dependía la política nacional de España cuando el gobierno estaba recibiendo indicaciones de París y de Nueva York?

Ese cúmulo de actuaciones dudosas llevó necesariamente al desastre de 1898. Fue la expresión física de lo que se había enquistado en España: una crisis profunda de su concepto de nación. Y es que, a lo largo de todo el siglo XIX se sume España en un gran desquiciamiento económico, político, humano y social, y esta desgracia fue el camino que condujo al gran desastre… Pero a un desastre que no se acaba en 1898, sino que promete perdurar y recrudecer sus efectos hasta la total atomización de ese proyecto humanizador que se llama España.


España, tras el 98, quedó definitivamente fuera de la percepción política dominante del marco franco-germana-anglosajón. No fue una cuestión de «potencia de segunda categoría», fue una circunstancia de «país fuera de los ejes de la toma de decisiones universales» (Cayuela 2002)


Pero eso era algo que, como venimos señalando, no fue la consecuencia de la derrota en Cavite y en Santiago, sino que ambas derrotas no fueron otra cosa que la puesta en escena de lo que entre bambalinas se venía laborando durante décadas. 

Esa política de vaiven, sin lugar a dudas metódicamente calculada desde las cancillerías extranjeras, tuvo un nuevo y extraño reflejo el 30 de junio de 1876 cuando se promulgó la nueva Constitución, inspirada en la de 1845 y en la de 1869, donde se reconoce el derecho de los extranjeros, ya en el artículo 2º, y expresamente son reconocidos sus derechos en el artículo 6º. La libertad de culto es reconocida en el artículo 11. El artículo 21 reconoce acta de senador a los hijos del rey, a los grandes de España, a los capitanes generales, a los arzobispos y a los presidentes del Consejo de Estado, del Tribunal Supremo, del Tribunal de Cuentas y del Consejo Supremo de la Guerra, y serán nombrados por el rey, dando cabida también a senadores electos en el artículo 24. El artículo 29 veta el acta de diputado a los religiosos. También consagra los principios ilustrados de libertad de prensa, de opinión, de reunión y de asociación, y con esos mismos principios ilustrados no hace mención a los apoyos necesarios para la ejecución de esos principios que, también sin mencionarlo, quedan reservados a quienes tienen poder económico para llevarlos a término… Y curiosamente, vuelve a reconocer como provincias a los territorios de ultramar.

Entre los nuevos partidos destacaban los partidos anarquista y socialista y los nacionalismos: catalán, gallego, andaluz y vasco, pero en realidad nos encontramos  ante una situación de bipartidismo con alternancia en el poder mediante la aplicación de métodos caciquiles poco desarrollados que en lugar de controlar los métodos de propaganda y clientelismo, como sucede en la actualidad, ejercían el control mediante la compra directa de cada voto.

Los dos partidos dominantes eran:

El partido liberal-conservador (compuesto por la burguesía terrateniente, el alto funcionariado militar o civil y la nobleza) cuyo líder era Antonio Cánovas del Castillo, de clara inspiración británica.

El partido fusionista (formado por progresistas y demócratas que habían apoyado la Constitución de 1869 y a Amadeo I) liderado por Mateo Sagasta.

Para que todo siguiese igual se formaban dos bloques supuestamente contradictorios. Pero, contradictorios… ¿en qué?

Porque no es comprensible que, teniendo mínimamente en cuenta los condicionantes y la geografía nacional, ambos partidos llevasen a cabo una política naval, militar, económica, social… como la que durante todo el siglo XIX llevaron a cabo los otros gobiernos de la monarquía. Al respecto, y centrándonos en el eje Filipinas-Pacífico, decía José Ricart y Giralt en “El Mundo naval ilustrado” de 15-2-1898:


Todas las potencias marítimas han enviado allí una respetable representación naval, y España, que por las Filipinas ha de ocupar un lugar principal, y á estas horas debieran nuestros barcos de guerra enseñar su pabellón en Kian-Chou y en Port-Arthur, ni siquiera un hecho tan trascendental nos preocupa. Y cuidado que en Filipinas, lo mismo que en Cuba, tendremos que decir hasta otra, si no procuramos levantar nuestro prestigio ante los chinos y tagalos, tan maltratados por la última insurrección y por la manera como, según malas lenguas, se ha conseguido la paz. 


Desde 1874, tras haber resultado fallida la primera república y con el levantamiento de Martínez Campos, había estado Cánovas al frente del gobierno. En 1881 cedería el turno a Sagasta, de quién lo tomaría nuevamente en 1883. En el ínterin, Práxedes Mateo Sagasta sería investido primero Gran Comendador y luego Gran Maestre del Gran Oriente Español, cuyo cargo ostentaría hasta el 3 de noviembre de 1880.


Durante ese periodo, el Partido Liberal, siempre liderado por Sagasta, llevó a cabo lo principal de su programa político modificador de la esencia conservadora de la propia Restauración: instituyó el sufragio universal masculino y las libertades de asociación, pensamiento, reunión y expresión. Esos cinco años de gobierno fueron el resultado del acuerdo a que llegaron las dos principales organizaciones políticas del régimen, el Partido Liberal de Sagasta y el Conservador de Cánovas, durante la convalecencia del moribundo monarca, a finales de 1885, convenio que pasó a ser conocido como Pacto de El Pardo y cuyo objetivo fue perfilar definitivamente la estabilidad del sistema político. (Orte 2015: 36)


Los gobiernos de España no tomaban parte en lo que era de vital importancia para el ser de España, sin embargo, firmaban tratados que menoscababan precisamente  ese ser. Así, el 12 de enero de 1877 fue firmado un acuerdo entre España y los EE.UU. que decía:


1º.-Ningún ciudadano de los Estados Unidos residente en España, sus Islas adyacentes ó sus posesiones de Ultramar, acusado de actos de sedición, infidencia ó conspiración contra las instituciones, la seguridad pública, la integridad del territorio ó contra el Gobierno supremo, o de cualquier otro crimen, podrá ser sometido a ningún tribunal excepcional, sino exclusivamente a la jurisdicción ordinaria, fuera del caso en que sea cogido con las armas en la mano.

2º- Los que fuera de este último caso sean arrestados ó presos, se considerará que lo han sido de orden de la autoridad civil para los efectos de la ley de 17 de Abril de 1821, aun cuando el arresto o la prisión se haya ejecutado por fuerza armada.

3º.-  Los que sean cogidos con las armas en la mano, y por tanto estén comprendidos en la excepción del artículo 1º, serán juzgados en Consejo de guerra ordinario, con arreglo al artículo 2º de la citada ley; pero aun en este caso, disfrutarán para su defensa los acusados, de las garantías consignadas en la citada ley de 17 de Abril de 1821. (Gallego 1887: 40)


El propio gobierno español protegía con sus leyes a quienes viniesen a combatir el ser de España. Los políticos españoles no se oponían a la ruptura de la Patria, y  si en estos momentos no reconocían la independencia de Cuba sólo era por el estado de beligerancia existente, pero estaban dispuestos a reconocerlo. Al respecto, Francisco Silvela, ministro de Estado que en marzo de 1899 formaría gobierno,   propuso lo siguiente en 1898:


1º.-  Los insurrectos depondrán las armas.

2º.-  España concederá simultáneamente una amnistía absoluta y completa.

3º.-  El pueblo de Cuba votará por el sufragio universal sobre la cuestión de su independencia.

4º.-  Si la mayoría opta por la independencia, España la concederá previo el consentimiento de las Cortes. (Pirala 1895: 794)


Entre tanto, actividades anarquistas habían desarrollado su aspecto terrorista a lo largo de toda Europa. En España se plasmó en un intento de atentado contra Alfonso XII, el 25 de octubre de 1878, cuando el anarquista Juan Oliva Moncasí disparó hasta tres veces contra el Rey Alfonso XII, cuando el monarca iba montando a caballo al frente de un sequito militar, sin consecuencias para el monarca. Y posteriormente, el 30 de diciembre de 1879, Francisco Otero González, disparó en dos ocasiones contra el mismo Alfonso XII y su esposa cuando regresaban a palacio después de un paseo por el Retiro. 

Sería el inicio de una campaña terrorista que, presumiblemente, se encaminaba a recordar a los políticos españoles el camino que debían seguir.


Contra Alfonso XIII se produjeron cinco atentados, todos frustrados aunque dejando un reguero de víctimas colaterales; y tres contra jefes de gobierno que resultaron asesinados, entre ellos el propio Cánovas, por no hablar de las bombas indiscriminadas en teatros, procesiones y lugares de gran afluencia de público, o de la ejecución de muchas autoridades, empresarios o agentes de la ley. (Orte 2015: 30)


En estos dos años (1878-1879) el nihilismo atacó también con fuerza en Andalucía, donde proliferaron los incendios provocados y los asaltos. El hambre y el desempleo movilizaron y radicalizaron a muchos trabajadores, y la Comisión Federal les impulsaba a actuar tan violentamente como fuera necesario. (Ruiz 2013: 25)


Y es que, evidentemente, la primera república había fracasado en 1873, pero los condicionantes que la posibilitaron, y sobre todo los intereses que habían proletarizado al pueblo español, seguían ejerciendo su influencia. Así, la Federación Regional Española, anarquista, dictaminó en 1879 las instrucciones para la toma del poder.


Se daban instrucciones para destruir registros de propiedad, tomar las riquezas, crear un Municipio libre con un Banco local que administrara todos los bienes, etc. Destaca el hecho de que, pese a que la gestación de la revolución se produjo en un momento en el que imperaba el nihilismo y el insurreccionalismo, los internacionalistas se mantenían en sus tesis anarcocolectivistas, al menos por ahora. (Ruiz 2013: 26)


El analfabetismo seguía rampante; los trabajadores, gracias a las desamortizaciones, se hallaban sumidos en la proletarización y en la miseria, y la falta de formación, merced a las acciones llevadas a cabo sobre las obras educativas de la Iglesia, alcanzaba sus mejores cuotas. El caldo de cultivo estaba servido.


El 80% de la población eran asalariados sin tierras propias, de los cuales la mitad de los hombres eran analfabetos y prácticamente lo eran todas las mujeres. El hambre, las enfermedades y las tasas de mortalidad eran muy elevadas y allá donde la miseria era mayor el anarquismo arraigó con holgada fuerza. (Ruiz 2013: 34)


Martínez Campos es elegido, en enero de 1879, para hacerse cargo del Gobierno, siendo sustituido por el general Ramón Blanco.

Evidentemente, el sistema estaba preparando un recambio de partidos para que todo siguiese igual, y en esta situación, Pablo Iglesias Posse funda el PSOE el dos de mayo de 1879, y en 1880 Práxedes Mateo Sagasta funda el Partido Liberal Fusionista, partidario de la vuelta de los Borbones, mientras Antonio Cánovas del Castillo, al frente del Partido Conservador le daba la réplica en una jaula de grillos con alternancia en el poder, que debía convivir con la guerra que los carlistas estaban manteniendo en Aragón, Cataluña, Vascongadas y Navarra, que se alargaba también a la Mancha, con partidas que tenían cierta relevancia en el centro.

Y a todo ello se unía el terrorismo. Entre 1882 y 1883 una oleada de asaltos y extorsiones en la zona de Jerez de la Frontera, protagonizados por el grupo "La Mano Negra", puso en jaque a la policía. 


Entre ese agosto y enero de 1883 se notificaron cuatro casos de asesinato –uno de ellos múltiple— contra lo que al parecer eran enemigos y delatores de una organización secreta llamada Mano Negra. En febrero, la guardia civil halló unos papeles con el presunto reglamento de dicho grupo, firmados con una mano negra, e informó al gobierno. Al mes siguiente más de 5.000 obreros, la gran mayoría de ellos internacionalistas, eran detenidos en Andalucía y se cerraron multitud de centros. (Ruiz 2013: 35)


Titular la situación de esperpéntica es caer en la redundancia. Demasiado cerca estaba la primera república… y todos los acontecimientos, anteriores y posteriores, sin tanta alharaca, hacían que todo fuese normal. En esa normalidad, el 5 de Agosto de 1883. Fracasa una sublevación republicana en Badajoz.

El 18 de enero de 1884 los conservadores volvieron al poder.

Como todo era normal, se procedió al cierre de los arsenales de La Habana, dejando el mantenimiento de la Armada de las Antillas a cargo de ingleses y usenses, mientras el veinticinco de noviembre de 1885, víctima de sus vicios, moría Alfonso XII, de tuberculosis, casi un mes después de una fracasada intentona republicana en Cartagena, que tuvo lugar el 31 de Octubre.

La situación sucesoria en estos momentos era especialmente grave, pero todo vino a resolverse con un sorpresivo embarazo de la reina, lo que posibilitó el mantenimiento de la dinastía, para cuyo cometido los partidos de Cánovas y de Sagasta, para asegurar la estabilidad del régimen, firman del “Pacto de El Pardo” por el que los dos partidos se sucederían sin enfrentamientos, produciéndose alternancia los años 1890, 1892, 1895, y 1897, cuando asesinado Cánovas sería nuevamente presidente Sagasta, entrando en la rueda  Francisco Silvela.

A finales de noviembre juró sus cargos el nuevo gobierno, presidido por Sagasta y en el mismo figuraba en la cartera de Marina el Contraalmirante José María Beránger y Ruiz de Apodaca, hombre de carrera más política que militar, cuya actuación sería decisiva en el caso del submarino, y que acabaría dimitiendo en septiembre de 1886 en la crisis de gobierno surgida como consecuencia de la intentona republicana del día 19, dirigida por Manuel Ruiz Zorrilla.

La crisis tuvo lugar, nuevamente, merced a la dependencia exterior del gobierno de España, que vio cómo, desde Inglaterra, se marcaba el camino a seguir. 

Es el caso que el gobierno había condenado a muerte a los responsables de la intentona republicana, pero esta medida no entraba en los proyectos británicos, motivo por el que vetaron la sentencia.


Lo cierto es que a pocas horas de dictar sentencia “recibió el señor Sagasta la célebre “plancha” del entonces Príncipe de Gales y hoy Eduardo VII de Inglaterra jefe a la sazón de los masones ingleses en la que interesaba al hermano Paz, que así se llamaba D. Práxedes en el círculo masónico y casi le conminaba a que se otorgara el indulto. Lo que no pudieron otras razones púdolo la masonería y a las pocas horas el Sr Sagasta llevaba a la regente el indulto”.  (Orte 2015: 47)

Cuatro meses antes, el 17 de mayo de 1886, nacía Alfonso XIII, con lo que quedaba garantizada la sucesión, y el 1 de septiembre, en Barcelona, una bomba anarquista ocasionaba importantes daños en la sede de la organización patronal Fomento de la Producción Nacional.

En medio de estos acontecimientos, el 26 de julio, los diputados autonomistas cubanos presentaron una proposición de ley: 


Proponían la aplicación a las Antillas de la ley electoral vigente en la Península, la reforma del régimen municipal y provincial de Cuba y Puerto Rico sobre la base de la igualdad completa y absoluta de los derechos de todos los españoles». Un nuevo orden de relaciones financieras que acabase con el trato discriminatorio para las Antillas, el reconocimiento explícito de identidad de derechos  políticos, la reforma de los sistemas tributario y arancelario y, en fin, sobre el gobierno general de Cuba, la aplicación del programa de 1879, con un gobernador general jefe de la administración, una Diputación insular de elección directa y un Consejo de administración, a modo de novedad, órgano deliberante y consultivo, designado a partes iguales por el gobierno de Madrid y las corporaciones provinciales y locales de la Isla. (Bizcarrondo 1999: 77)


Como es de suponer, la cámara en pleno hizo caso omiso a la proposición, sin que tan siquiera llegase a ser discutida.

Entre tanto, España se encontraba en una situación de aislamiento internacional que la dejaba al margen de los sistemas de alianzas que se estaban conformando en ese momento. Nada que objetar si esa postura hubiese resultado de la independencia y del poder de España, que efectivamente podía haber tenido lugar con el desarrollo del submarino, pero no era el caso; el submarino estaba condenado a ser saboteado por el propio gobierno, y la dependencia exterior de España la dejaba a merced de la voluntad británica, que no puso inconvenientes al Real decreto de 26 de Noviembre de 1887, por el que se creaba la Escuela de Agricultura de Manila y tampoco ponía inconvenientes en la creación de ocho estaciones agronómicas en La Isabela, Albay, Ilocos, Iloilo, Cebú, Leyte, Mindanao y Joló.

También el gobierno tuvo la venia para aprobar la Ley del Jurado, la libertad de imprenta, y la Ley de Asociaciones, al amparo de la cual se legalizaron las organizaciones obreras, que permanecían en la clandestinidad desde 1874, con la dictadura de Serrano. 

En medio de la normalidad democrática, el 17 de enero de 1889 se produjo un atentado con bomba en la casa de los industriales Batlló en Barcelona, pistoletazo de salida a la generalización de los atentados anarquistas que se prodigaron en la última década del siglo, especialmente en Cataluña.

Y redoblando la normalidad democrática, en las elecciones de 1891, en las que Peral presentó candidatura, el gobierno cometió las tropelías que le interesaban para dar las actas de diputado a quien le interesaba. 


En una de las villas, Rota, donde la muchedumbre había impedido, con valor cívico admirable que se pudiera falsear la elección, se encomendó a la Guardia Civil la misión de apoderarse de las urnas, llevándolas al Ayuntamiento, e impedir el escrutinio y luego, claro es, meter en la cárcel a los interventores que se negaron a firmar unas actas falsas que habían sido enviadas desde el Gobierno civil. (Pérez 193-: 157)


En estas mismas elecciones, y por la misma circunscripción que Isaac Peral, se presentaba también un hijo político del general Beránger, que desacreditado por el tráfico de influencias del que gozaba, favorecido por Sagasta, fue derrotado por Peral. Pero el asunto de impedir que Peral accediese al congreso y allí poder exponer el caso del sabotaje llevado por el gobierno sobre el submarino, se vio facilitado con una oportuna caída del gobierno, con lo que Peral acabó quedándose sin el acta de diputado. ¿Fue esta la causa de la dimisión?... Había tantas y de tanta envergadura que podemos afirmar que no… Pero tal vez fue la que colmó el vaso.


Se combatió en el distrito por mi causa con el mismo entusiasmo que siempre han sentido en mi favor y obtuve una inmensa mayoría en todas las secciones, visto lo cual por los caciques conservadores de los pueblos, decidieron romper las urnas en Rota cuando ya se había verificado el escrutinio e hicieron actas falsas de todas las secciones de dicho pueblo, como asimismo falsear las actas de Puerto Real, y gracias a todo esto, lograron presentar una exigua mayoría ficticia para Beránger». (Rodríguez 2007: 372) 


La debilidad institucional era manifiesta y era reflejo de lo laborado hasta el momento. Ahora se mostraba todo lo conseguido durante un siglo. Desde 1890 las Cortes, cuya vida legal era de cinco años, duraron apenas dos o dos y medio y sólo funcionaron unos pocos meses.

En el año 1800-91 las Corles estuvieron cerradas desde el 8 de Julio al 2 de Marzo.

En el 91-92 desde el 16 de Julio al 11 de Enero; en el de 92-03, desde el 20 de Julio al 5 de Diciembre, y desde el 13 de Octubre al 8 de abril; en el de 1893-94, desde el 4 de agosto al 4 de Abril; en el de 1894-95 desde el 16 de Julio al 12 de Noviembre; en el de 1895-96 desde el 2 de Julio al 11 de Mayo; en el de 1896-97, desde el 8 de Septiembre al 20 Mayo, y en el de 1897, desde 3 de Junio a fin de año.

Resumen: en siete años y medio, las Corles funcionaron dos años y permanecido cinco y medio en rigurosa clausura.

Y mientras tanto, el conflicto de Cuba, creciendo.

El 4 de mayo 1890 se produjo un nuevo atentado con bomba en la sede de Fomento de la Producción Nacional. Se iniciaba una larga campaña terrorista en la que el anarquismo, que durante la década anterior había utilizado la huelga como medio para conseguir sus objetivos, dio un salto cualitativo para utilizar el atentado terrorista como método de propaganda. 

El caso es que la seguridad interior no estaba garantizada. Lo único que funcionaba en España con verdadera efectividad era el poder legislativo, aplicado a cuestiones ajenas a la seguridad nacional.

Así, en 1890 fue proclamada la Ley de Sufragio Universal aplicable a todos los varones mayores de 25 años.

Pero el 5 de julio del mismo año, y de forma inexplicable, Sagasta cedió el cargo a Cánovas. Todo dentro de la alternancia, sí, pero en esta ocasión había algo más.


La causa de la crisis fue revelada, años más tarde, por el conde de Romanones, al relatar en su biografía de la reina regente la confidencia que ésta le hizo sobre los sucesos de aquellos días. Sagasta dimitió ante la amenaza de Romero Robledo de hacer públicos ciertos documentos relacionados con la concesión de un ferrocarril en Cuba, en los que aparecía implicada la mujer del jefe liberal. Romero, a través de Martínez Campos, puso en conocimiento de la regente el asunto, quien lo trasmitió a Sagasta a través de López Puigcerver, ministro de Gracia y Justicia. Planteada la crisis, María Cristina aceptó la renuncia del político riojano. (Orte 2015: 49)


Pero entre corrupciones, legislaciones, directrices extranjeras y sabotajes a proyectos de interés nacional, el gobierno veía cómo los elementos disgregadores crecían sin parar a su alrededor.

En ese orden, el 27 de marzo de 1892 un grupo de políticos catalanistas encabezados por Francisco Prat de la Riba firmaron las conocidas como Bases de Manresa. En las mismas se señalaba, entre otros asuntos:


Base 3ª.- La lengua catalana será la única que, con carácter oficial, podrá usarse en Cataluña.

Base 4ª.- Sólo los catalanes, ya lo sean por nacimiento o en virtud de naturalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos.

Base 7ª.- El poder legislativo Regional radicará en las Cortes Catalanas.

Base 12ª.- Cataluña contribuirá a la formación del ejército permanente de mar y tierra por medio de voluntarios o bien mediante una compensación en metálico.

Base 13ª.- El mantenimiento del orden público y seguridad interior de Cataluña estarán confiadas al Somatén y a los mossos de l´esquadra.

Base 16ª.- La Constitución Catalana y los derechos de los catalanes estarán bajo la salvaguarda del Poder ejecutivo catalán.


El Año 1893 estuvo especialmente marcado por el terrotismo. El 20 de junio Cánovas sufre un atentado mediante bomba que estalló en las manos del terrorista anarquista que la puso.

El 24 de septiembre un atentado al capitán general de Cataluña Martínez Campos causó la muerte al guardia civil Jaime Tous. 

El 7 de noviembre se produce el atentado en el Teatro del Liceo de Barcelona, donde el anarquista Santiago Salvador arrojó dos bombas. Aunque una de ellas no estalló, el atentado se saldó con 20 muertos y 27 heridos.

El 25 de enero de 1894, atentado de Ramón Murull contra el gobernador civil de Barcelona, Ramón Larroca.

Sólo a título de referencia, señalar que coincidente con los atentados señalados se producían en España los siguientes acontecimientos:

1892.- acoso y derribo de Astilleros del Nervión y de Astilleros de Vea-Murguía que debía construir parte del enésimo programa naval.

1892.- reunión de Rizal para la creación de la Liga filipina. Creación del Katipunan. Destierro de Rizal.

1892.- José Martí declara en Cayo Hueso (Estados Unidos) las bases de la Constitución de un Estado cubano independiente.

1892.- Violenta sublevación de proletarios en Jerez.

1892.- Firma de las Bases de Manresa, núcleo del futuro movimiento separatista en Cataluña.

1892.- Creación del Partido Revolucionario Cubano.

1893.- Primera guerra del Rif.

1893.- El 27 de abril de 1893 se dio el grito separatista en Sancti Spíritus, en Cuba.

1893.- En medio de amenazas usenses, el ministro de la Guerra redacta un presupuesto que dio en llamar “presupuesto de la paz”.

1894.- Práxedes Mateo Sagasta, defendió el primer proyecto de autonomía para Cuba.

1894.- En el congreso se pone de manifiesto que la Armada sólo contaba con tres barcos en condiciones de combate


¿Respondían los atentados anarquistas a una estrategia autónoma e incontrolada?... ¿o acaso respondían a una estrategia manejada convenientemente por los mismos que estaban manteniendo en el gobierno de España a sus protegidos? ¿A qué venía que se concentrasen en España esas actuaciones que no tenían parangón con las acontecidas en los países cuya revolución industrial era mucho más lesiva para los trabajadores?

Es sólo una suposición… Pero suposición a la que se puede encontrar cierta relación con la piratería de los siglos XVI a XVIII. Actos delictivos de repercusión social; actos delictivos que, en el caso de la piratería es público y notorio que se realizaban especialmente contra los intereses de España y a favor de los intereses de Inglaterra y Holanda, y en segundo plano, de Francia. Y los atentados terroristas, ¿a quién servían? ¿por qué motivo no tenían reflejo también en Inglaterra? 

Con el estallido de la Guerra de Cuba el 23 de marzo en 1895 se producía la caída de Sagasta y su gobierno liberal, que era sustituido por Cánovas. Esto fue debido a un pequeño motín militar en Madrid contra dos periódicos que criticaron la falta de voluntarios entre los oficiales para servir en ultramar.

En cuanto Cánovas retomó el mando, nombró Capitán General de Cuba a Martínez Campos en sustitución de Emilio Calleja.

El 29 de febrero de 1896 se disolvieron las cortes; el mismo día se hizo pública la noticia de que el Senado norteamericano había reconocido la beligerancia de los insurrectos cubanos, y el 12 de abril se celebraron nuevas elecciones en las que se habló de “pucherazo”, y que dieron el siguiente resultado:

Conservadores 309

Liberales   98

Carlistas   10

Independientes   10

Silvelistas     5

Republicanos     2

Distritos dudosos    11

Total 445


Y los atentados terroristas, como la piratería dos siglos antes, continuaba su actividad. 

En ese orden, el siete de julio de 1896, en Barcelona, un anarquista francés llamado Girault lanzó una bomba desde una ventana ocasionando 12 muertos (entre ellos tres niños) y 44 heridos.

El clima era tenso, y como consecuencia, en las elecciones municipales celebradas el nueve de mayo de 1897 se vivieron enfrentamientos a garrotazos y a tiros, fiel reflejo de lo que pasaba en las Cortes, donde el día 21 se liaron a tortas el ministro de estado, Carlos Manuel O’Donnell, duque de Tetuán, y un miembro de la oposición liberal. Como consecuencia, los liberales pidieron la dimisión del ministro, y al no producirse, se retrajeron.

Andando así las cosas entre los políticos españoles, el 20 de mayo, EE.UU reconoció derecho a los beligerantes de Cuba, mientras la prensa usense comunicaba que Sagasta vendería Cuba o le daría la independencia a cambio de una indemnización, a lo que Sagasta respondió que era una calumnia. Los acontecimientos posteriores nos dirán quién calumniaba…

El absoluto descontrol en el gobierno español, incapaz de controlar la situación, provocó una crisis que llevó a la supresión de las Cortes el 2 de junio de 1897, tras lo cual Cánovas y su gobierno en pleno fue confirmado en el puesto por la reina. Mientras, en Cuba iba empeorando la situación. 

Pero para el gobierno y para la oposición, por lo visto, todos los problemas tenían solución mediante una conveniente declaración; así, el día 10 de Junio, Sagasti dio por concluida la rebelión en Filipinas, al tiempo que se mostraba muy optimista por el desarrollo del conflicto en Cuba, donde ese mismo día se producía un atentado terrorista a un tren, con el resultado de un muerto.

No se conformaban con esto los políticos, que cargaban contra la propia España las desdichas por ellos generadas. 

El sistema había llevado a España a la absoluta postración; el sistema había castrado, de forma preactiva, la necesaria revitalización de España; el sistema había saboteado el desarrollo industrial; a lo largo de todo el siglo, sí, pero muy en concreto en los años que nos ocupan; Cánovas, Sagasta, liberales, conservadores… habían impedido el desarrollo industrial y la defensa de la Patria con la actuación llevada con el desarrollo del destructor, de las minas y del submarino, pero las culpas eran del carácter pueblo español. En ese sentido, el  31 de julio de 1897 decía Cánovas:


Las desdichas de España nacen del carácter nacional, de la nativa pobreza de la tierra, de que el español no es económico y de que aspira á grandes cosas sin contar con medios para conseguirlas. Los españoles están fuera del cauce universal del progreso. (Soldevilla 1898: 270)


Ocho días después de esta sentencia era asesinado Cánovas en el balneario guipuzcoano de Santa Águeda, donde estaba reponiéndose de sus dolencias. Acompañado de su esposa, iba a reunirse con la Reina Regente, en San Sebastián. 

Su asesino, Michele Angiolillo, era un anarquista que pasaba por ser periodista. Arrestado, sería ejecutado el 20 de agosto.


la policía hizo un papel desdichadísimo en este asunto. A. nadie se le ocurrió indagar quien era aquél desconocido que se llamaba corresponsal de un periódico y no escribía ni telegrafiaba nunca, ni hablaba con nadie, ni buscaba amistades; que hizo en fin todo cuanto estuvo de su parte para llamar la atención y para inspirar desconfianza, mucho más cuando el gobierno había tenido aviso de que los anarquistas proyectaban vengarse en el Sr. Cánovas y en otras personas, del castigo impuesto en Barcelona á sus amigos. (Soldevilla 1898: 277)


La prensa presentaba el hecho como doloroso para toda la clase política (incluidos Sagasta y Silvela), sin distinción, limitando el asunto a la actividad anarquista, siendo que, a pesar de haber servido tan fielmente los intereses británicos, en concreto con el sabotaje del proyecto del submarino, no acababa de servirlos al intentar fortalecer, aunque de forma mediocre, la Armada.

Pero el pobre proyecto de Cánovas quedaría en nada… la reina nombró presidente interino del Gobierno al general Azcárraga que, no sin antes proceder a la desamortización de los montes públicos, dimitía el 29 de septiembre, pasando Sagasta a hacerse cargo del gobierno el dos de octubre. 

Acto seguido concedió la autonomía a Cuba y Puerto  Rico, pero la farsa no daba para más… Estados Unidos exigió la independencia total de Cuba y declaró la guerra a España en 1898, con lo que se desencadenó la llamada Guerra Hispano-estadounidense.


El sagaz Moret, autor de la ley de esclavitud de 1870, pasó a ser ministro de Ultramar, clara señal de un cambio de política, ya que había sido amigo de los autonomistas y en julio había declarado, en un discurso en Zaragoza, que Cuba debía alcanzar el mismo estatus que Canadá. (Thomas 1971)


Por su parte, ante esta situación, el pretendiente D. Carlos, dos meses antes del asesinato de Cánovas hacía una proclama, publicada en “El Motín” el 10 de julio de 1897; entre otras cosas decía:


De millares de hogares carlistas surge hacia mí un clamor unánime, pidiéndome armas y órdenes, en vista del formidable desquiciamiento producido por la cobardía é ineptitud del cuerpo gobernante de Madrid.

Precisa todo el ilimitado amor que yo profeso á España para contenerme ante este ardiente y unánime llamamiento. Pero si la debilidad del gobierno continúa cubriendo de vergüenza el nombre de España, temo que el patriotismo que ata mis manos en estos momentos en que mi triunfo se presenta fácil, este patriotismo pueda empujarme á obrar.


Pero todas las amenazas de los carlistas, todos sus preparativos y sus anuncios de levantamientos, quedaron reducidos a la publicación de un manifiesto-protesta en el que criticaban la autonomía política y arancelaria concedida a Cuba, indicando que lo que procedía era una autonomía administrativa.

Por esta época, la campaña para la desintegración de España cobraba aspectos que, si eran evidentes desde hacía décadas, ahora se mostraban descaradamente.


los anarquistas españoles generalmente habían estado distanciados de la guerra que defendían los anarquistas cubanos, pero hacia 1896 hubo quien comprendió e incluso apoyó la revolución cubana. Al respecto es muy ilustrativa la evolución que experimentó el periódico anarquista coruñés El Corsario entre marzo y agosto de 1896 en su opinión sobre la guerra de Cuba. Al principio decía que el conflicto era fruto de los intereses económicos de la burguesía y que a los proletarios Cuba ni les iba ni les venía. Más tarde empezaron a hacer referencias a que si España era para los españoles, Cuba debería ser para los cubanos. Finalmente, trataron el separatismo cubano como un estadio previo a la revolución anarquista. (Santacreu: 197)


Los socialistas no andaban lejos de estas expresiones de enemistad manifiesta a España. Cierto es que ni anarquistas ni socialistas eran más enemigos de España que lo que pudieran ser los conservadores o los progresistas; no en vano tienen la misma gestación, pero ahora le tocaba al sistema presentar su nueva cara, cuando los partidos que tan excelentemente le habían servido, habían llegado al punto de su agotamiento. Ahora tocaba olvidarse de las falsas referencias a la Patria, al honor, a la familia… Ahora se hacía necesario dar el paso siguiente, y para ello hacían aparición los partidos de recambio del propio sistema.

Ahí entraba en juego el partido socialista, una vez conseguida la proletarización de grandes sectores sociales. La ingeniería política y social demostraba su efectividad.


Los socialistas en 1898 centraron sus esfuerzos en oponerse abiertamente a la guerra contra Estados Unidos mientras que las reivindicaciones cubanas se redujeron. En 1898 confiaban en su fuerza política e incluyeron el tema en su campaña electoral. Su confianza se basaba en el éxito de su anterior campaña iniciada en septiembre de 1896 y que había tenido por lema "O todos o ninguno". En dicha campaña movilizaron a los militantes, a las agrupaciones socialistas y a sus periódicos. Fue la primera vez en la guerra que el PSOE integró el asunto cubano en su política general y entre finales de 1896 y principios de 1897 movilizó, según fuentes de PSOE, a 100.000 proletarios. Anteriormente el partido había mantenido sólo una oposición abstracta a la guerra donde su principal argumento era que defender dicho territorio no incumbía a los proletarios. (Santacreu: 197)


Cada elemento del sistema cumplía a la perfección su cometido, y en ese sentido, el día 3 de enero era procesado Weyler, mientras emitía deuda pública por un monto de doscientos millones de pesetas para atender la guerra de Cuba, y cuyo destino sería incierto.

No podía ser de otro modo siendo que el día 26 de enero de 1898, cuando volvía Canalejas de su visita a Cuba manifestó que la isla estaba perdida para España. Declaración que hace surgir las dudas sobre el asunto del embajador Dupuy y la carta que entregada por éste fue misteriosamente extraviada por Canalejas, y misteriosamente fue a caer en poder de la prensa usense, que la publicó y ocasionó un grave conflicto diplomático. 

La suerte estaba echada y todos laboraban por salir airosos a costa de lo que fuese.

El día 8 de febrero de 1898, el Ministro de Estado Español envió a los embajadores en París, Berlín, Londres, Viena, Roma y San Petersburgo un telegrama en el que se les comunicaba el despliegue de las fuerzas navales usenses. 

Pero eso, a lo que se ve, no era inconveniente para que el 26 de febrero fuesen disueltas las Cortes, y se convocasen elecciones para el 27 de marzo.

Tal vez el gobierno no se había enterado de lo que estaba sucediendo, pero para recordárselo, el mismo día en que fueron disueltas las cortes, el Arzobispo de Valladolid, Cardenal Cascajares publicó una pastoral en la que, entre cosas decía: 


Todos reconocen que la actual situación de España es la más crítica por que ha atravesado nuestra patria en la actual generación, y sólo "comparable á la que precedió á la invasión francesa de principios del siglo; todos reconocen que en el exterior la tempestad nos azota, y en el interior ruge un volcán bajo nuestros pies; y sin embargo, V, H, y a. h., á nuestros oídos llegan con más estruendo que nunca los rumores de públicas diversiones, preparativos ruidosos de festejos, de batallas de flores, de fiestas taurinas, de expediciones de placer, de bailes de máscaras; una exacerbación tan inoportuna como exagerada de las locuras del Carnaval. (Soldevilla 1899: 70)


El día 9 de marzo de 1898 se produjo una crisis bursátil.

El día 14 de abril el gobierno tomó una firme decisión: Cuando la guerra con los Estados Unidos estaba llamando a la puerta, abrió una suscripción popular para el fomento de la Marina… dos días después, el senado usense votó la guerra contra España. 

Por su parte, el 15 de abril, el PSOE se pronunciaba sobre Cuba en estos términos: "Pedimos muy alto, pero muy alto, que se conceda a Cuba la independencia por la cual viene luchando, puesto que es ley de vida que las colonias se emancipen más o menos tarde de la tutela de las metrópolis"

El día 29 de abril intervino Weyler en el senado.

El día 1 de mayo se produjo el desastre de Cavite. El día dos, bloqueaban Manila. Esta situación provocó… una crisis de gobierno que se materializó el día 15. El gallinero del congreso, que entonces caía en la cuenta que España no tenía Armada.

En el Congreso se escuchó una voz que decía: ¡Con lo que gastó la república se hubiera podido construir una escuadra mejor que la inglesa!

En Talavera de la Reina, en Jijón, en Cáceres, en La Línea, imperaba el motín en gravísimas proporciones. En la provincia de Valencia se había levantado una partida.

Los motines siguieron produciéndose en los siguientes días, en Alcoy, Aliseda, La Unión, Valencia, Cartagena, Alicante, Arroyo, Torrejón, Malpartida, Valdepeñas, Villalón, Bilbao, Cáceres, León, Rioeco, Sevilla, Soria, Ciudad Real y otros puntos, revistiendo en algunos de ellos carácter de verdadera gravedad. En Linares hubo 12 muertos y cincuenta heridos. 

Pero todo quedaría en algaradas. Evidentemente, la política de desplazar a Cuba grandes cantidades de reclutas sin preparación y sin armamento fue exitosa para evitar el levantamiento en la península.

Los únicos capaces de denunciar la situación estaban geográficamente muy lejos y sin posibilidades de éxito. No obstante dejaron oír su voz.


Protesta de Orizaba, Estado de Veracruz.

La colonia española residente en este Cantón de la República Mexicana, movida á impulsos del más ardiente patriotismo, del que tiene dada señaladas pruebas, protesta de la manera más enérgica contra la conducta infame del actual Gobierno español presidido por Práxedes Mateo Sagasta; que este grupo de hombres trabajadores y ajenos á todo color político y miserias de partido, no vacila en presentarle ante nuestra Nación, siempre heroica, como el más criminal, cobarde é inepto de cuantos gobernantes registra la historia Patria; y en todos sus actos, siendo el más saliente, el más funesto giro dado á la guerra presente con los Estados Unidos de Norte América, desde antes que hubiera sido declarada por dicha República, sin el más leve motivo que la justifique, y sólo contando con el muy eficaz apoyo del traidor Sagasta, que se le impartió aún mas eficaz del que los mismos yankees apetecían. No cabe disculpa alguna á tan gran criminal, porque ante los hechos son inútiles todos los argumentos, por pruebas tan plenas como evidentes, se derivan de aquellos, y forman por sí solos el proceso condenatorio. Si el jurado y la defensa tienen en él participación, servirá únicamente, de fórmula indispensable para cubrir e1 expediente. (Mendoza 1902: 235)


Muchas otras protestas de semejantes características se produjeron en toda América, todas desoidas, mientras el 4 de mayo, en el Senado, el señor Romero Robledo expuso que “era una iniquidad verdadera pedir a las madres españolas sus hijos, para defender el Estado autónomo de unas cuantas hordas de salvajes”.

El gobierno, mientras tanto, se mantenía con asuntos de menudeo y el día 8 de mayo presentó gabinete de crisis.

Pero mientras el gobierno actuaba, los otros agentes del sistema preparaban la justificación final. En ese sentido, Pi y Margall decía el día 12 de mayo:


El error principal estuvo aquí en negarse á reconocer la independencia de Cuba; hay que reconocerla y pedir la inmediata suspensión de hostilidades. La cuestión está casi intacta. Ni nosotros hemos retirado de Cuba nuestras tropas, ni los norteamericanos la han invadido; cabía estipular los medios de pacificar la isla, entregarla al dominio y al gobierno de los cubanos, y regular las relaciones mercantiles y rentísticas entre los tres pueblos. (Soldevilla 1899: 218)


Todos los miembros del sistema proclamaban con sus declaraciones estar perfectamente orquestados, totalmente de acuerdo, con lo que el 18 de mayo Sagasta formó nuevo gobierno con la tranquilidad que le daba saber que su actuación no iba a implicar conflicto alguno.

Con esa tranquilidad, y con la guerra en todo su esplendor, el 24 de Junio de 1898 se suspendieron las Cortes con motivo del periodo estival.

Y diez días después, el desastre de la Armada de Cervera en Santiago de Cuba, tras lo cual bastó que el Gobierno de Washington hablara del envío de una escuadra de combate a la Península, para que el Gobierno de Madrid se viera obligado a pasar por las cláusulas preparatorias de un tratado de paz vergonzoso.

El 11 de julio dimite el gobierno español en pleno. Todo estaba ya en manos directas de sus amos, que de forma inmediata comenzaron a repartirse el pastel.

En el parlamento británico, Lord Salsburi lanzó un discurso del que se hizo eco la prensa española. El mismo no hacía referencia a España, pero el análisis sosegado del mismo era de


Una inmensa almoneda en que suenan los nombres de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, Angola y Mozambique, Timor, Carolinas, Marianas y Palaos, Fernando Poo y Río de Oro, las Canarias y las Azores, Ceuta, Melilla e incluso las Baleares, queda abierta ante el verano del 98. (Jover 2006)


Poco más le quedaba hacer al gobierno español, pero ese poco más se vería reflejado en una nueva infamia. El 28 de julio, el Ministro de Estado, Duque de Almodóvar, cursó telegrama al embajador en París manifestando que el gobierno de España deseaba preferentemente la anexión de Cuba a los EE.UU. (Martínez 1950: 77)

Los pasos de la humillación irían perfectamente marcados. El 27 de julio, el embajador de Francia en Wasington presentó una solicitud de paz en nombre del gobierno español.


Mac-Kinley, al ver que se le pedía la paz, indicó que el gabinete español propusiera las condiciones. ¿Con qué objeto? Pues sencillamente— sin duda—con el de ganar tiempo y llevar á cabo la expedición de Puerto Rico, y ver si en el interregno se rendía Manila, pudiendo así pedir mayores sacrificios á España. Nunca como ahora se pudo decir ¡ve victis! (Soldevilla 1899: 337)


Curiosamente, en este momento se planteaba el gobierno algo que no se había planteado cuando en 1837 se privó de sus derechos históricos a los territorios que ahora estaba vendiendo.


Se discutía acerca de las facultades de la Corona y del Gobierno para hacer la paz teniendo en cuenta los artículos 54 y 55 de la Constitución, el primero de los cuales concede al Rey la facultad de hacer la paz, mientras que el segundo hace precisa la aprobación de las Cortes para ceder ó permutar parte del territorio nacional. (Soldevilla 1899: 355)


En las peleas de gallinero del Congreso de los Diputados, donde todos pedían responsabilidades a todos, el Ministro de Marina mintió al afirmar que:


el Gobierno no ordenó la salida de la escuadra de Santiago, y que se limitó a aplaudir el deseo del general Cervera de salir, dejando á su elección el día y el momento. (Soldevilla 1899: 400)


Corrupción, corrupción, corrupción.1

Finalmente, el 3 de Septiembre se reorganizan las cortes españolas, que el día 13 ratifican la rendición.


Había una sensación de estupor, de falta de sentido, de no tener de qué echar mano; pensar en todos los ejércitos agonizando, los barcos hundidos, el oro malgastado, y ¿qué quedaba, aparte de unos políticos disgregados que se llamaban a sí mismos liberales o conservadores? Y ¿cómo podía ser el republicanismo o el carlismo una solución satisfactoria? De aquí el rápido crecimiento de los nacionalismos catalán y vasco, del socialismo a través de la UGT, y del anarcosindicalismo a través de la CNT. (Thomas 1971)


Y era tal el abatimiento, que los propios políticos reconocían su realidad… ¿Con qué objeto?... ¿con el de mantenerse y de que todo siguiese igual?


Los propios políticos calificaban a los partidos de “gremios de oligarcas” (Maura), “planas mayores sin soldados” (Canalejas) o “bolsas de contratación del Poder” (Joaquín Costa). En un momento en el que se debía gestionar la paz de la forma más favorable para España, la división en las Cortes parecía ser más grande que nunca. Como señalaba Castro: “El terremoto del desastre (...) abrió anchas grietas y hondas resquebraduras en el lienzo mural de los partidos (...) Los partidos ya no eran sino estratos superpuestos y sin coherencia. (Amate 2014: 60)


El 13 de septiembre de 1898, se reunieron las Cortes, en sesión secreta, para debatir un proyecto de ley que autorizaba al Gobierno para renunciar a los derechos de soberanía y ceder territorios y posesiones de Ultramar. Desde el primer momento se hablaba de Filipinas en términos de moneda de cambio, siendo la preocupación de los políticos que la comisión de debía firmar la rendición en París no contara con representantes de todas las fuerzas políticas.


D. Rafael Gasset, diputado conservador -y por tanto parte de la oposición- y director del periódico El Imparcial, respondió que por su parte no solamente se hallaba dispuesto en aras de ese interés a sacrificar la información del periódico que dirigía, sino que anunció su propósito de ponerse de acuerdo con la prensa toda para alcanzar tal fin y atender cualquier indicación del Gobierno, así como lo que se juzgara inconveniente, como para dar publicidad a lo que se estimara útil en materias internacionales. (Amate 2014: 64)


Todos se coaligaban para evitar que la víctima diese un respingo. Sólo se expresaban algunos intelectuales que, como Joaquin Costa, en su conferencia “O liga o partido” de 19 de diciembre de 1898 señala:


Necesitamos un Gobierno de la Revancha, pero de la revancha contra los Moltkes y los Bismarcks interiores, que son quienes nos han vencido en Cavite, en Santiago de Cuba y en París.


Y los patriotas de América no dudaban en expresar su sentimiento ante lo acontecido


Protestas de Tlalnepantla. Estado de México.

Los que suscriben, miembros de la Junta Patriótica española de esta localidad, y en representación de todos los españoles residentes en este Distrito, manifiestan: que han visto en la prensa, publicados los términos de la paz ajustada entre los miembros del Gabinete español, presidido por el Sr. D. Práxedes Mateo Sagasta y el Gobierno de los Estados Unidos; y considerando:

Primero: que el Protocolo de la paz ajustada, contiene la deshonra de la madre Patria, pues además de renunciarse la soberanía que ejerce en la Isla de Cuba, consiente en la anexión á los Estados Unidos de la Isla de Puerto Rico y una de las islas Ladronas, y subordina esa propia soberanía, á los deseos de los norteamericanos, en las islas Filipinas, y todo esto sin haber sido vencida en la guerra á que fué injustamente obligada en defensa de sus derechos y de su repetida soberanía.

Segundo: que los hechos del Gabinete español como la rescisión del contrato celebrado con la casa de Ansaldo para la adquisición de varios buques de guerra, efectuado por el Sr. Cánovas del Castillo, de imperecedera memoria, ejecutada por el Sr. Ministro Moret, el abandono de las fuerzas españolas en Filipinas; la destrucción de la escuadra del valiente é infortunado Almirante Cervera, mandándole salir de Santiago de Cuba á pesar de sus observaciones y otros muchos hechos, denota que si no estaba obligado con los enemigos de la Patria, los favorecía con su apatía, imprevisión y falta de patriotismo.

Tercero: que la guerra sostenida hasta aquí, ha estado subalternada en todo el Gabinete español, sin tener los Jefes de los diversos cuerpos de Ejército, libertad de acción en sus movimientos, ni protección alguna en los momentos más precisos para combatir con éxito al enemigo. Cuarto: que la destrucción de la escuadra Cervera y la capitulación de las fuerzas en el puerto de Santiago de Cuba, cuyo hecho se escribirá en la Historia para baldón del Gabinete del Sr. Sagasta, no ponen á España en la imposibilidad de continuar defendiendo su soberanía y sus derechos, y mucho menos se le puede declarar vencida en la lucha, único caso en que se vería obligada á someterse á la ley del más fuerte.

Protestamos de la manera más enérgica y solemne, contra los términos vergonzosos contenidos en el protocolo de Paz, ajustada entre el Gabinete Español y el Gobierno de los Estados Unidos de Norte-América. Excitamos muy formalmente á la Junta Patriótica de la capital de la República, para que se dirija á las Cortes de Madrid en nombre de la Colonia de México, á fin de que por ningún motivo consienta en la desmembración del territorio español, vigile por la honra de la Patria, y rechace, con la indignación que merece, ese Protocolo vergonzoso de paz, y así mismo, para que excite á todas las Juntas Patrióticas de la República y á todos los españoles, sea cual fuere el lugar de su domicilio, á que ayuden á la Patria en estos momentos de prueba por que atraviesa, con sus intereses, con su sangre, ó con lo que puedan, para salvar de la deshonra que quieren imprimir sobre su frente un puñado de malos y traidores hijos. (Mendoza 1902: 237-238)


Quedaba manifiesto que


á pesar de los prodigios de heroicidad del tipo individual español, representado por la marina y el ejército de tierra, la España política rindió las armas, casi sin resistencia, por razón de conveniencia que no nos es dado valorizar. (Mendoza 1902: 7)


Venimos señalando la complicidad de los gobiernos españoles en la destrucción de España; venimos señalando el abandono de los elementos de defensa y de ataque que llevaron a la Armada española a ser sencillamente inexistente, y debemos señalar que desde el inicio del proyecto del submarino hasta el comienzo de la guerra con los EE.UU, trece años,  hubo trece ministros de marina: Manuel de la Pezuela y Lobo (julio-noviembre 1885, con Cánovas), José María Beránger Ruiz de Apodaca (noviembre 1885 a octubre 1886, con Sagasta), Rafael Rodríguez de Arias y Villavicencio (octubre 1886 a enero 1890, con Sagasta), Juan Romero Moreno (enero 1890 a julio 1890, con Sagasta), José María Beránger (julio 1890 a noviembre 1890, ahora con Cánovas), Antonio Cánovas del Castillo (Presidente del Consejo y Ministro interino de Marina de julio de 1890 a noviembre 1891), Florencio Montojo Trillo (23 de noviembre de 1891 a 11 de marzo de 1892, con Cánovas), José María Beránger (marzo 1892 a diciembre 1892, con Cánovas), José López Domínguez (diciembre 1892 a diciembre 1892, con Sagasta), Pascual Cervera y Topete (diciembre 1892 a marzo 1893), Manuel Pasquín de Juan (marzo 1894 a marzo 1895, con Sagasta), José María Beránger (marzo 1895 a octubre 1897, con Cánovas), Segismundo Bermejo y Merelo (octubre 1897 a mayo 1898, con Sagasta).

Y pocos de ellos demostraron ser servidores de la Patria.





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