viernes, septiembre 06, 2019

El color del esclavista

Cesáreo Jarabo Jordán

Todas las razas, todas las civilizaciones, todos los continentes, todos los momentos de la historia, y particularmente el actual, se encuentran lastrados por el esclavismo, pero por intereses que si vienen ahora al caso no se acometen en este trabajo,  el común de la sociedad centra el asunto entre los siglos XVII y XIX.

Aquí no nos centramos en ese asunto, si bien le damos la importancia que tiene, por lo que no podemos obviar, sino destacar, sus particularidades; así, debemos ser conscientes que en África, mucho antes de las primeras incursiones portuguesas para la adquisición de esclavos, la esclavitud era una institución corriente, siendo que, de tiempo inmemorial existía un comercio interno de esclavos que cubría las distintas necesidades militares y económicas.

El reino Kanem-Bornu no sólo se preocupaba de conseguir cautivos para los árabes sino que también los empleaba. (Arce 2013: 26)

Es necesario remarcar que en las sociedades africanas existía la esclavitud antes de la llegada de los europeos, y las motivaciones eran de diversa índole; así, si la guerra fue la principal fuente de sometimiento, no es menos cierto que existió otra multitud de razones para la misma, entre las que estaba el pago de deudas, el castigo por crímenes o el sometimiento por  hambre.
Esa tradición, que no era ni peor ni mejor que la existente en otros lugares de la Tierra, daba varias categorías a la situación de los esclavos; así, María Luisa Velázquez señala que en Senegambia había varias categorías de esclavos.

Jaam juddu: esclavo doméstico Podía tener riqueza. Nadie lo podía vender porque iba en contra del acuerdo social colectivo.
Jaam sayor: esclavos de mercado Podían comprarse y venderse; por lo común incluían a los prisioneros de guerra.
Jaam buur: esclavos del rey Llegaron a ser tan poderosos en el siglo XVIII que controlaban la corte. (Velázquez 2012: 39)

Y esa tradición, ya en los siglos centrales del trasiego esclavista a América, los reyezuelos locales no se encontraron al margen del tráfico, sino que, bien al contrario, tuvieron la necesaria habilidad para aprovecharse del incremento del negocio, que si hasta la fecha se había centrado en el tráfico trans-sahariano, encontraba en el tráfico atlántico un incremento que alcanzaba dimensiones desconocidas.
En ese periodo, que culminaría con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, la economía de Occidente estaba preocupada por los suministros que tradicionalmente venían del Mediterráneo oriental, y que desde principios de siglo se habían resentido muy notablemente. Escaseaba el cereal, el azúcar, el oro, y Portugal, libre ya de la Reconquista, se volcó en África en busca de esos recursos.
Fue en este periodo cuando, en 1441 Antón Gonsalves introdujo los diez primeros negros obtenidos por Portugal de forma directa en origen, que en este caso fue el Río de Oro, y el medio de obtención su intercambio por prisioneros moros.
De la búsqueda de estos recursos surgió la demanda de mano de obra esclava.
Las exploraciones portuguesas continuarían, y en 1446 llega a Senegal Enrique el Navegante, de donde cuatro años más tarde llevarían 200 negros a Portugal.

En los años siguientes, los viajes de descubrimiento llevan a Portugal a Sierra Leona en 1460, y en la década de 1470 descubren la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y Gabón, desde donde comenzaron un trasiego de esclavos, pero no con Portugal, sino con los países del entorno, donde en lo que hoy es Ghana, los cambiaban por oro.
Los reyezuelos africanos quedaron admirados por las chucherías, las herramientas, las armas y los textiles suministrados por los europeos, que venían a completar unos suministros que hasta la fecha se limitaban a las caballerías que obtenían en el intercambio tenido con el mundo árabe.

La gente de allí, aunque negros también, todos holgaban de comprar esclavos negros de otras partes por oro, para su comercio que tenían con otros negros, sus vecinos, ellos o los otros con moros (Las Casas. África: 79)

El negocio se fue incrementando, alcanzando una estructura de carácter estatal, en un territorio que carecía de estado, y para el último cuarto del siglo XV ya había alcanzado el tráfico cierto significado bajo la dirección del florentino Bartolomeo Marchionni, que ejerció su actividad en Benin y en Guinea.

Los reyes de Dahomey se encontraron atrapados en un círculo vicioso : para mantener un Estado fuerte necesitaban fusiles y pólvora y, para conseguirlos, tenían que vender esclavos a los europeos. La solución fue ésta : como la venta de súbditos del reino estaba formalmente prohibida, se organizaron poderosos ejércitos que efectuaban correrías entre las poblaciones vecinas y guerreaban contra ellas para capturar esclavos. (M'Bokolo: 8)

Benin sería un centro de exportación de esclavos de primer orden; los reyes de Dahomey utilizaron sus relaciones de parentesco con los señores de Ode Itsekiri,  asentados en el río dos Forcados, que dominaban militarmente, y donde se suministraban de los esclavos que posteriormente eran vendidos en la costa.
Así, tanto la captura como el traslado de esclavos a lo largo y ancho de toda la geografía africana, fue llevada a efecto por comerciantes negros, y es que los esclavistas europeos se limitaban a mantener unos fuertes y unas factorías en la costa africana, pero carecían de la menor presencia en el interior del continente, donde la actividad esclavista tenía gran tradición, existiendo un buen número de mercados de esclavos, entre los que destacaba por su actividad el de  Idah, en la actual Nigeria, donde se vendían varios miles de esclavos al año, atendiendo la demanda tanto del mundo árabe como como de los traficantes europeos, existiendo datos que afirman que el total de esclavos negros traficados en el mundo árabe no bajaría de los veinte millones en un plazo de cinco siglos. Un número superior al del tráfico atlántico.
Sin embargo, en 1490, Portugal inició en el Congo un proyecto que acabó abandonando: El 19 de diciembre zarpó una flota con misioneros, albañiles, carpinteros, labradores y algunas mujeres, obteniendo unos resultados prometedores.

El 3 de mayo de 1491, el rey se dejo bautizar con el nombre de Joao I y, junto con el, gran numero de los miembros de su corte y jefes de provincias. Entre ellos, su propio hijo y heredero, Mvemba-a-Nzinga, jefe de la provincia de Nsundi, quien tomo el nombre cristiano de Alfonso. (Ngou 2003: 12)

Pero la misión no tuvo el seguimiento debido, y acabó sin mayores consecuencias.

Hasta el primer decenio del siglo XVI, el balance que se podría hacer de la cooperación entre los europeos y el Kongo es una evangelización rápida y superficial del reino, la construcción de escuelas e iglesias, el envío a Lisboa y la formación de los hijos de la nobleza kongo en esta ciudad, la introducción de mercancías europeas y la adopción de usos y gustos portugueses por la nobleza kongo. (Ngou 2003: 14)

En 1506, muere Nzinga-a-Nkuvu o Joao I, rey del Congo. Su hijo Mvemba-a-Nzinga sube al trono con el nombre de Alfonso I, que en 1509 inauguró la primera escuela que atendería a unos 400 alumnos, miembros de su familia. Otros jóvenes fueron enviados a estudiar a Portugal.
Pero como queda dicho, la misión no tuvo mayores consecuencias, principalmente porque el rey no lograba entender que se le exigiese renunciar tanto a sus amuletos como a todas las mujeres del país para circunscribirse a una sola.
No obstante, Portugal continuó con unas tímidas misiones que tendían a llevar a cabo el control del territorio. Así, se expandió por el reino de Ndongo, en lo que actualmente es Angola, donde mantuvo una serie de enfrentamientos que perdurarían en el tiempo y ocasionarían una importante guerra que el año 1618 acabó con la derrota de Ngoli Bbondi, rey de Ndongo y Matamba.
Con luz propia destacó Ana de Sousa, o más correctamente, Ngola Nzinga, hermana de Ngoli Bbondi, a quién acabó asesinando, y reina de Nodongo y Matamba, que si por una parte acogía a los esclavos huidos de los portugueses, por otra se alió con los holandeses, a quienes suministraba esclavos, sin rechazar como tales a sus propios súbditos.
Lo que no paraba de crecer era el tráfico, que se engrasaba convenientemente para acabar atendiendo la creciente demanda que alcanzaría su punto más álgido en el siglo XVIII.
En los inicios de esa gran maquinaria, hacia 1490 se produjeron grandes movimientos de conquista por parte de los pueblos africanos; movimientos  que se enmarcaban dentro del desarrollo del proceso esclavista. En ese sentido es de destacar la actividad que tuvo lugar en Mali, donde la dinastía malinké Geelwar, en alianza con los wolof, un pueblo asentado en los actuales Senegal, Gambia y Mauritania, conquistó Siin y Saalum, ubicados en el territorio conocido como Senegambia, dando lugar al que fue uno de los principales, si no el principal, foco de exportación de mano de obra esclava. Con ellos debían tratar los traficantes atlánticos, como únicos suministradores para llenar sus bodegas.

La influencia del comercio portugués, que favoreció a las regiones costeras en detrimento de las zonas interiores, precipitó la desintegración de la confederación Djolof. Tras la conquista Geelwar de Siin y Saalum, el primer estado en romper con la unidad fue el de los wolof de Kajoor, liderado por Amari Ngone, autoproclamado primer damel del nuevo reino. Los intercambios con los portugueses de caballos contra esclavos permitieron al damel dominar los estados vecinos, especialmente el de los lebu de la bahía de Bezeguiche, en la península de cabo Verde, que no mantenía relaciones con los europeos y que fue anexionado a Kajoor entre 1480 y 1515. (Armenteros 2012: 235)

En 1498 Vasco da Gama pasa el cabo de Buena Esperanza y llega a Sofala y Malindi, en Mozambique, y en 1505 se introduce en Cuba el cultivo de la caña de azúcar. Un hecho que si en principio no tuvo especial significado, sería el detonante del masivo traslado de mano de obra esclava negra que acabaría conociendo América, y cuyas muestras evidentes pueden ser observadas a simple vista, muy especialmente en las zonas controladas por Inglaterra, Francia, Holanda y Portugal, siendo que la significativa población negra de Cuba no procede de este periodo, sino del siglo XIX.
El cultivo de la caña es, sin lugar a dudas, el motor del tráfico negrero atlántico. Ese cultivo se inició primero en los recién conquistados archipiélagos atlánticos. Así, Canarias conoció un florecimiento de ingenios que serían servidos por naturales de las islas, hasta que la corona prohibió la esclavización de los mismos.
En el periodo del tráfico, quienes llevaron el peso pesado del tráfico fue, a partir del Tratado de Utrech, muy principalmente Inglaterra, que hasta ese momento había compartido en régimen de igualdad la trata con países como Portugal y Países Bajos, que desde el siglo XV competían por el comercio de esclavos en Senegal, hasta que Francia logro apoderarse de este territorio y convirtió a Senegal en uno de los principales centros de comercio de esclavos.
La toma del territorio africano, así, tuvo efecto en el siglo XIX; siendo así, no se puede entender el tráfico negrero que tuvo efecto entre los siglos XVI y XIX sin la complicidad activa de esclavistas africanos, que al fin tenían en exclusiva la captura de esclavos dentro del continente.
De modo especial hay que señalar entre los grandes tratantes a los reyes de Dahomey o el Congo, así como a los de la costa de Nigeria y de las otras zonas occidentales y orientales de Madagascar y Mozambique dedicadas a la trata. En todas ellas, el trato se iniciaba con el desembarco del capitán del buque dedicado al tráfico, que inmediatamente entraba en contacto con el reyezuelo del lugar, a quién, para empezar a hablar, le suministraba aguardiente, pólvora y algún fusil, para pasar a continuación a la adquisición de los esclavos.
Señala Hug Thomas que los tratantes europeos obtenían la inmensa mayoría de esclavos mediante la compra o negociación con jefes locales, mercaderes o nobles.../... Los africanos que proporcionaban la mayoría de esclavos a los europeos los conseguían como en la antigüedad mediterránea o en el Medievo europeo: primero, como resultado de guerras; segundo, como castigo a las personas afectadas; tercero, por la pobreza, que obligaba a vender los propios hijos o hasta a venderse uno mismo, y cuarto, por secuestro, tan frecuente entre los africanos como raro entre los europeos.
En ninguna circunstancia se puede liberar de la responsabilidad de la esclavitud a quienes llevaban a efecto las capturas, pero es que, además, eran ellos quienes ponían las condiciones del tráfico, siendo que las exigencias de los suministradores eran de lo más variado, la demanda de las telas delicadas eran su principal demanda, y tras ellas, el hierro en barra, las armas, la pólvora, las herramientas agrícolas, los utensilios domésticos, los licores y el tabaco.
Señala Herb Klein que para los esclavistas franceses del siglo XVIII, la mercancía empleada para la compra de esclavos representaba dos tercios del costo del equipamiento. (Klein 1993: 18)

A tal punto llegaban su importancia y costo en este comercio que los europeos (en especial los ingleses) trataron desesperadamente de sustituirlas por imitaciones europeas más económicas, sin lograr su cometido. (Klein 1993: 18)

Los reyezuelos locales actuaban en nombre propio suministrando el material humano que les era demandado, y lo hacían como buenos conocedores del mercado, obligando la adquisición conforme a sus necesidades y quedando en segundo término la voluntad del demandante, que debía conformarse con lo que le era suministrado. Así, el número de mujeres esclavizadas no era proporcional al de hombres, y ello era debido a que su precio era muy superior al de los varones.

Gran parte de los esclavos que compraron los europeos a lo largo de los siglos los vendieron reyes, nobles u otros agentes, pero hubo siempre tratantes independientes que los vendían en grupos de dos o tres. A menudo un representante especial del monarca, como el mafouk en Loango, llevaba a cabo las negociaciones y numerosos reyes africanos exigían un arancel de, pongamos por caso, ciento veinte lingotes de hierro, antes de permitir al capitán que comerciara. En los años treinta del siglo XVII, el rey de Barra, «un ceremonioso monarca de los mandingos» exigía un saludo de quienes entraban y salían de su río, al igual que el maloango de Loango. El rey de Allada insistía en que los primeros esclavos comprados fuesen de su propiedad, tras lo cual sus colegas tendrían prioridad. (Thomas 1997: 385)

Algunos esclavistas africanos, además de utilizar la guerra como medio para la recluta de esclavos, llegaron a instalar auténticas granjas de cría con las mujeres que se negaban a vender a los traficantes.
Y, aunque no era la única forma, predominaba la venta por lotes, debiendo ser adquiridos en el mismo lote tanto los que estaban sanos como los que no. Siendo que controlaban el interior del continente, de donde extraían la totalidad de los esclavos, los jerifaltes africanos marcaban desde el principio cómo debía realizarse el negocio.

Muchos eran hábiles negociadores y un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales escribió a Holanda diciendo que «para ser justo con los negros he de decir que, como mercaderes de cualquier tipo, son muy astutos; uno suele ver que un mercader trata de dañar al otro tanto como le es posible». Los africanos a menudo sabían más de los europeos de lo que éstos sabían de ellos. (Thomas 1997: 388)

Pero no todo el territorio africano estaba bajo el control de algún rey local. En ese caso, poblaciones independientes, conocidas como Calabar, suplían la acción, para lo que estaban en permanente guerra  con otras poblaciones y con otros Calabares, a fin de conseguir esclavos con los que comerciar. En lo demás, la actuación era similar a la llevada a cabo por los reyezuelos.
Hug Thomas relata la experiencia de un traficante inglés con sus proveedores de esclavos:

Cuando nos encontramos en el calabozo, los esclavos del rey. C. fueron los primeros que nos ofrecieron ... aunque solían ser los peores ... y pagábamos más por ellos que por los otros, cosa que no podíamos evitar, por ser ésta una prerrogativa de Su Majestad.» Por cada esclavo que les vendían públicamente, los «nobles» se veían obligados a pagar al rey una parte de las mercancías que recibían a cambio del esclavo o la esclava, «como cuota o arancel, sobre todo cauríes, con las cuales llenaba un plato de cada medida; para evitarlo, solían pedirnos que fuésemos a su casa de noche y nos vendían dos o tres esclavos a la vez y nosotros les enviábamos, en privado, las mercancías que habíamos acordado ... ; aunque no lo hacían mucho por temor a ofender al rey si se enteraba ... A veces, después de habernos vendido a una de sus esposas o un súbdito, se lo repensaba y nos pedía que lo cambiáramos por otro ... (Thomas 1997: 387)

Pero los reyes locales, en ocasiones, como en Dahomey, no ejercían un  control absoluto del mercado, permitiendo que a su alrededor se crease un tejido de esclavistas compuesto por centenares de “pequeñas empresas”, ejerciendo el rey como protector de todos ellos que brindaba espectaculares fiestas en las que se ofrecía a los compradores espectáculos en los que no faltaban los sacrificios humanos.
Y aunque su principal actuación se circunscribía a su propio territorio, señala Jean Pierre Tardieu que se dio el caso que en 1658, el reino de Arda envió una embajada a Cartagena de Indias solicitando el envío de misioneros. El embajador llevaba un cargamento de esclavos para la venta. (Tardieu: 16)
En busca de beneficios, se cazaban entre sí como si fueran animales, y la guerra tribal fue de gran importancia en la búsqueda de prisioneros que esclavizar, siendo que incluso se inducía a los padres a vender a sus hijos como esclavos. Esta situación llegó a que, al amparo del tráfico, surgieran nuevos reinos, hasta el extremo que, conforme señalaba en 1705 un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, la Costa de Oro «se está tornando completamente en costa de esclavos, y los nativos ya no se concentran en buscar oro sino que hacen guerras entre sí para obtener esclavos». (Thomas 1997: 225)

El surgimiento del reino ashanti en la Costa de Oro demuestra cuán difícil resulta hacerse una idea absoluta del impacto del comercio atlántico. Los ashanti, que vivían a unos ciento sesenta kilómetros al norte de Elmina, y al norte de las minas de oro de la selva de Akan, dependieron durante muchos años de los akan; sin embargo en 1700 ya habían conquistado a estos últimos, con el uso de armas de fuego suministradas por los ingleses y los holandeses, y encabezados por Osei Tuti, su primer asantahene, o monarca independiente, quien haría de su pueblo el dominante en la Costa de Oro. La nueva capital de Osei Tuti era Kumasi, construida cerca de la antigua ciudad comercial de Tafo, y el símbolo del poder del nuevo imperio era el banquillo de oro. Los ashanti no tardaron en comerciar a gran escala con los holandeses. (Thomas 1997: 225)

El ascenso de este pueblo, si tuvo que ver con el esclavismo, no tuvo colaboración alguna de los traficantes europeos, que carecían de control alguno fuera de los límites de sus factorías, y se limitaban a la defensa de la población local, que era su principal proveedora. Sí les resultó favorable el ascenso de los ashanti, porque  usarían su posición militar como moneda de cambio para alcanzar una mejor posición en las transacciones, si bien el poder alcanzado por este belicoso pueblo les permitió convertirse en uno de los principales proveedores en el último cuarto del siglo XVIII.
También en el XVIII,  el pueblo luanda, en el centro del continente, se mostró como gran proveedor que en sus luchas de conquista llevaba sus incursiones desde  el lago Tanganica hasta el río Kuango, entre Angola y Congo.
Esta actuación llegó a alarmar a los propios traficantes europeos que, desconocedores de África, no lograban determinar el porcentaje de población que estaba siendo exportada.
Y ya en plena actuación por la supresión de la trata, es interesante entresacar una referencia de la investigadora Dolores García

Las palabras del rey Holyday al capitán Crow cuando éste le comunicó la prohibición de la trata, resultan reveladoras: “¡Crow! ¡Usted y yo hemos sido amigos durante mucho tiempo y sé que usted habla de veras ¿Qué haremos nosotros si vuestro rey detiene el comercio? Usted sabe bien que tenemos demasiadas mujeres y niños (…) Si el comercio se para entonces tendremos que matar niños (…) Pero pensamos que no es posible que el comercio termine y todos los hechiceros nos dicen que vuestro país no es en absoluto más fuerte que el Dios todopoderoso”. Con el recordatorio de que los ingleses no eran dioses, el rey indígena dejaba claro que ni tan siquiera ellos podían parar la maquinaria del comercio de esclavos que tanto habían contribuido a desarrollar. Durante bastantes años más, la mayoría de los pueblos costeros continuaron abasteciendo de esclavos a las factorías negreras ilegales de la costa occidental africana. (Dolores García: 60)

Sólo la subsiguiente toma del territorio por los países europeos y el sometimiento de toda la población al nuevo tipo de esclavitud acabaría imponiendo la supresión de la trata.
En esas condiciones, tanto el comercio de esclavos del Atlántico Norte (cuyo inicio se sitúa en Europa y Norteamérica) como del Atlántico Sur (Brasil y Río de la Plata) se mantuvo intacto durante cuatro siglos por las corruptelas y tiranías que habían establecido los propios líderes africanos, siendo que las dificultades existentes en el mundo hispánico para la culminación del tráfico, no fueron consecuencia de la falta de oferta, sino de la idiosincrasia de la Monarquía Hispánica que, si por un a parte no aplicó al mundo negro la misma filosofía que aplicó a los indios americanos y a los filipinos, por otra se auto infligía trabas para la culminación del tráfico, que si conoció intentos, nunca, salvo ya en el siglo XIX con el patrocinio privado de Isabel II, y cuando Inglaterra estaba imponiendo en los mares su eliminación, dispuso de empresas destinadas al tráfico.
Cierto que en 1517 Fray Bartolomé de las Casas pidió a Carlos I que trasladase  a América esclavos negros que sustituyesen a los indios libres en el trabajo de las minas, y cierto que en  atención a esa demanda, el 18 de agosto de 1518  Lorenzo de Garrevod, gobernador de Bresa, fue autorizado a trasladar 4.000 negros que, como resistentes a la viruela, sustituyesen con éxito la población indígena que estaba sucumbiendo a la enfermedad, pero también cierto que no la esclavitud hecho que caracterice a la España americana, salvo a Cuba, y en el siglo XIX.
Garrevod vendería las licencias a tres genoveses: Domingo de Fome, Agostín de Ribaldo y Femando Vázquez, y más adelante, Enrique Eynger y Jerónimo Sayller.
Quince años después, el adelantado Francisco de Montejo introduciría cien nuevos esclavos en Yucatán, y otras personas individuales obtuvieron licencias similares para la zona.
Y para el cumplimiento de esa labor, entrarían en liza algunos judíos conversos:

En Portugal los Rodríguez Núñez y los Duarte Jiménez eran tan numerosos que casi una cuarta parte de la villa de Lisboa llevaba estos nombres. En Amberes se hallaban ligados por lazos de parentesco con las principales familias de la villa, los Van Eckeren, Rodríguez d’Evora, D’Andrada y Teixeira de Sampeiro. En Italia se habían aliado con los Medid, los Strozzi, los Piazzi, etc. Tan poderosa era esta familia que no obstante su ascendencia judía y su carácter de nuevos convertidos, es decir, cristianos recientes, el papa Sixto V, no tuvo escrúpulos para concederles la distinción de usar su nombre, Peretti, y sus armas. (Aguirre 1946: 35)

Estas son las actuaciones que nos encontramos hasta entrado el segundo cuarto del siglo XVI. Es a partir de este segundo cuarto de siglo cuando el tráfico comenzaría a tener peso específico.
En 1531 Portugal comienza la colonización de Brasil, y en 1553 salen de Londres los primeros buques ingleses dedicados al tráfico negrero, cuya carga sería repartida de forma ilegal en las provincias españolas de América.
El proceso sería rápido, siendo que en 1562, el pirata  John Hawkins transportaba a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, iniciando un tráfico que no cesaría hasta la supresión legal del mismo.
El origen de estos esclavos era el sur del Senegal, donde los piratas los compraban a los pueblos locales, los mande. La acción de contrabando se veía facilitada por el hecho de que los esclavos eran la única «mercancía» que por diferentes razones no se obligaba a su registro en la Casa de la Contratación, lo cual era sumamente importante pues representaba una clara contravención del monopolio comercial español en las Indias.
Se estaba llegando a un punto importante en el tráfico atlántico y bajo el reinado de Felipe II, en 1595, el mismo año que Holanda enviaba su primera expedición esclavista, el judío converso portugués Pedro Gómez de Reynel,  que movía los hilos del tétrico negocio en Angola, compró una licencia por valor de cien mil ducados anuales durante nueve años, y se comprometió a transportar a las Indias a nada menos que cuatro mil doscientos cincuenta negros al año.
Durante este tiempo, la trata en la España unificada estuvo en manos  de conversos judíos, como los sevillanos Diego Caballero, de Sanlúcar de Barrameda,  y la familia Jorge, estando el nedocio de Lisboa en manos de Femandoo Noronha.

El más notable de todos fue Antonio Femandes Elvas, asentista desde 1614 a 1622, relacionado por parentesco  con casi todos los tratantes importantes del imperio hispanoportugués en la época en que las dos coronas estaban unidas.
Pero estos hombres eran formalmente cristianos. La Inquisición pudo aducir y hasta creer que muchos de ellos practicaban en secreto el judaísmo, y juzgó en consecuencia a algunos de ellos, dejando que a otros los castigara el brazo secular. (Thomas 1997: 296)1

Jorge Fernández Gramaxo, factor de Pedro Gómez Reynel, tenía en Cartagena de Indias, además del negocio de esclavos, haciendas y un gran prestigio en la ciudad, lo que le posibilitó amistad con el Presidente de la Real Audiencia y el control del polvorín de lo que posibilitó la que fue conocida como La Complicidad Grande, una conspiración que se extendía por todos los Virreinatos, de la mano de los comerciantes judíos, que finalizó con el Auto de Fe de la Inquisición de Lima de 23 de enero de 1639, siendo que mjuchos de losa procesados eran vecinos de Cartagena, quienes, como el capitán Alonso Gil, estaban vinculados a los negocios esclavistas ingleses.
Los juicios de la Inquisición dejan de manifiesto estas relaciones, siendo que en ellos quedan reflejados nombres y situaciones; sólo a título de ejemplo podemos tomar el de Juan Rodríguez de Silva, tratante de negros que se ocupaba de la distribución en el Perú de los esclavos que le mandaba su primo instalado en Cartagena, Juan Rodríguez Mesa.
Un socio de Gramaxo, Duarte López Mesa, declaró  ante el Tribunal de la Inquisición las relaciones existentes entre los traficantes de esclavos y la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, organización pirática de Holanda que realizaba constantes intentos para tomar posiciones en América.
Es en el curso de estos procesos inquisitoriales donde quedó al descubierto la directa relación existente entre el tráfico esclavista y  el criptojudaísmo; así, quedó reflejado  en el Tribunal de la Inquisición de Cartagena, en 1613, donde se procesó a Francisco Gómez de León, responsable de la importación de esclavos.
Y es que los conocidos como hombres de la nación, estaban estratégicamente instalados en el mapa del tráfico de esclavos. Las Molucas, Potosí, Goa, Cartagena de Indias..., y de forma destacada, controlando el tráfico mundial, en Londres y en Amberes.
Al respecto señala Ricardo Escobar que los criptojudíos

Gozaban de una vasta red de socios conversos, desde aquellos instalados en San Pablo de Luanda, en Angola, que proporcionaban la mano de obra negra, y Juan Rodríguez Bueno, reconocido comerciante cristiano-nuevo que aseguraba el abastecimiento de vituallas desde Sevilla, hasta los correligionarios que completaban el circuito en tierras americanas: Manuel Bautista Pérez, quien redistribuía los esclavos en el Perú, o el mexicano Simón Váez Sevilla, sin duda el hombre de negocios converso más rico de América, quien gracias al comercio con Filipinas había logrado apuntalar un sistema de intercambios abierto hacia los dos océanos. (Escobar 2002: 68-69)

Manuel Bautista Pérez, que fue capitán de buques negreros en Angola a principios de siglo, desfilaría en en Auto de Fe celebrado en Lima el, 23 de enero de 1639, donde fue relajado al brazo secular.
A este respecto, el historiador sionista Günther Friedlander asegura que la Complicidad Grande fue una conspiración política muy bien organizada y con apoyo de las potencias enemigas de España que tenía por finalidad establecer un estado judío.
El hecho de la Complicidad Grande tiene relación directa con el tráfico, y éste  con la toma de Bermudas por los ingleses en 1612 y la presencia de Holanda en la Guayana, iniciada en 1616.
De hecho, era el tráfico negrero la vinculación que permitió a la Inquisición abortar la Complicidad Grande. Era la comunidad criptojudía peruana que se encargaba de la venta de los esclavos, de la que era principal representante el citado Manuel Bautista Pérez.
En la práctica, la totalidad de la organización formaba parte del tráfico esclavista, cuya vinculación con la Compañía de las Indias Occidentales (VOC) de Holanda, era manifiesta, siendo conocida por los judaizantes cartageneros la Cofradía de Holanda.

Procedente de Amsterdam fue capturado, en 1649, el tratante Luis Méndez Chávez", quien había sido reconvertido al judaísmo y circuncidado en esa ciudad. Preso en la gobernación de Venezuela, donde desembarcaba con una armazón de esclavos (negocio financiado por judíos instalados en Amsterdam).  (Escobar 2002: 54)

Al respecto de esta simbiosis, Manuel Álvarez Prieto, quien optó por declararse judío y querer morir como tal, confesó estar sentado por judío en la cofradía de los judíos de Holanda, y que en el derecho de ella quería morir. (Escobar)
Y esa relación entre judaísmo y tráfico negrero se desarrolaría también en otros ámbitos; así, en la segunda mitad del siglo XVIII encontramos en las colonias británicas de Norteamérica a Aaron López, portugués, siendo que en la época se entendía como “portugués” a los judíos conversos.
Es de destacar que los judíos tomaron parte directamente activa también en el desarrollo de la piratería, siendo los resposables directos de multitud de acciones, entre ellas, por citar alguna, la toma de Jamaica por Inglaterra en 1655, momento en que se convirtió en un centro de recepción y distribución de esclavos.
Es en estos momentos cuando el tráfico esclavista comienza a desarrollar músculo. En 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, y en 1619 introducen los primeros esclavos en Virginia.
En 1625 los franceses se apoderan de Haití y en 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados.
En octubre de 1636, la Compañía de las Indias Occidentales envió una nueva flota a Pernambuco bajo las órdenes del conde Juan Mauricio de Nassau, que amplió su zona de influencia y en agosto de 1641 envió una expedición  de conquista a Uganda, con cuyo control se garantizó el suministro de  esclavos que precisaba para para cultivar las plantaciones de azúcar del Brasil.
El año 1637 Unos comerciantes franceses de Dieppe construyen el fuerte de San Luis del Senegal, y ese mismo año los holandeses desalojan a los portugueses de
Arguin, Gorea y Elmina.
Como queda señalado líneas arriba, es justo en estos tiempos cuando el tráfico empieza a adquirir caracteres épicos. En 1640 Suecia inicia la trata; en 1642 Francia comienza la introducción de esclavos africanos en la Martinica; en 1645 Suecia construye el fuerte de Christianborg en la Costa de Oro, como establecimiento para gestionar el tráfico; en 1651 La Compañía Británica de las Indias Orientales arrebata Santa Elena a los holandeses; en 1652 los holandeses toman el cabo de Buena Esperanza; en 1655 Inglaterra se apodera de Jamaica; en 1657 Dinamarca toma el castillo de Christianborg. Por su parte, en estos momentos, y en el interior del continente, en Sudán, la trata no estaba en manos de europeos, sino de musulmanes, siendo que los estados islámicos, como venia siendo costumbre, dependían del trabajo esclavo.

Los judíos sefardíes holandeses desempeñaron cierto papel en la trata desde Curaçao; poseían excelentes contactos con cristianos nuevos portugueses, tanto en el Caribe como en Brasil; también participaron en empresas administradas por conversos con sede en Amsterdam. En 1702, más de un tercio de la riqueza de la isla pertenecía a los aproximadamente seiscientos miembros de la comunidad judía sefardí holandesa que habitaban en ella. Curaçao prosperó y entre 1668 y 1674 habría exportado unos cuatro mil esclavos por año. (Thomas 1997: 210)

La importancia del tráfico dentro del propio continente africano de un significado de envergadura nada desdeñable, siendo que en los últimos años del siglo XVII, el sultán Mulai Ismail organizó en los territorios que hoy conforman Marruecos un ejército de esclavos de unas doscientas mil unidades. Cierto que en el mismo también formaban esclavos europeos y españoles, pero el aporte que al mismo hacía la piratería era irrelevante en el cómputo total. Y esa actividad era seguida asimismo por otros poderes en el mundo musulmán.
Los holandeses abrieron en Benin nuevas factorías,de las cuales destacaron por su importancia Popo,  Allada-Jaquin, Offra y Ouidah.
En total, las factorías fijas instaladas en África para la recepción de esclavos alcanzaron el número nada desdeñable de sesenta y seis.

De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso:57)

A ellas se añadirían posteriormente las detentadas por los Estados Unidos, siendo que el desarrollo de estas factorías durante los siglos XVI al XIX, propició que Inglaterra, EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Y la población africana no era ajena a ese crescendo

En el siglo XVII, los tratantes del pueblo efik, que hablaba ibibio, habían avanzado hacia el sudeste por esos ríos, según la leyenda debido a una disputa acerca de una hacha. Cuando de pescadores pasaron a convertirse en mercaderes, de esclavos entre otras cosas, fundaron una poderosa hermandad comercial llamada Egbe. (Thomas 1997: 360)

Pero el hecho merece alguna cita más:

En 1730, Francis Moore, un experimentado tratante inglés, que había sido factor de la RAC en Fort George en el río Gambia, describía cómo los mandingos, los intermediarios en la trata de la región, llevaban a la costa «esclavos en número de dos mil que, dicen, han sido capturados en la guerra y comprados a los distintos príncipes que los hacen prisioneros». (Thomas 1997: 369)

Y si entre los tratantes blancos se hacían destacar algunos nombres, algo similar pasaba con los tratantes de raza negra. Hacia 1740, Evo Nsa, antiguo esclavo de la tribu efik, era uno de los principales suministradores.
Pero era múltiples las tribus que se encontraban involucradas en la caza y el comercio de esclavos, los efik, los ibas, los sonyos, los ashanti, los luanda, los wolof, los zambo, los mandingo, … en una actividad que canalizaba hasta las factorías europeas auténticos ríos de esclavos.
La guerra era método habitual para el abastecimiento, y todos los pueblos la practicaron

Entre los africanos del Africa Central la principal finalidad de las guerras fue la captura de esclavos. Los vencidos de una batalla se retiraban en  desbandada, perseguidos por los vencedores, que capturaban prisioneros de guerra y mataban a los viejos. Después de esta persecución los vencedores se regresaban a su pueblo con las presas, gritando la victoria. Cada soldado presentaba su captura y tenia que ofrecer al rey una parte. Los prisioneros eran después vendidos a los europeos. Segun Proyart, en el siglo XVIII la trata era todavía la actividad principal del reino de Loango: esos esclavos eran esencialmente prisioneros de guerra, que se vendían en el mismo campo de batalla o a veces en la costa, no directamente a los europeos, sino a unos intermediarios designados por el rey. (Ngou 2003: 18)

Brutal era en sí el tráfico, pero es difícil señalar en qué punto es más brutal. Si la demanda lo era, la oferta no quedaba atrás, hasta el punto que los cazadores de esclavos no dudaban en poner en el mercado del tráfico aquello que tenían más a mano. De hecho, el rey de Benin llegó a vanagloriarse de ser quizá el mayor suministrador de esclavos a los traficantes ingleses.

El capitán Phillips recordaba en 1694 que el rey de Ouidah «a menudo, cuando hay gran escasez de esclavos y no puede proporcionarlos de otra manera a los buques, vende a trescientas o cuatrocientas de sus esposas para completar el número». (Thomas 1997: 376)

Pero si cabe no era esta la mayor de las barbaridades. Señala Hug Thomas que a principios del siglo XVIII, en Benin, el visir del reino hacía que sus visitantes se lavaran los pies en una gran vasija de cobre, antes de asistir, por ejemplo, a un festín de ñame animado con sacrificios humanos (Thomas 1997: 358)
Con estas formas, la Costa de los Esclavos, que ocupaba el golfo de Guinea, era a finales del siglo XVII el lugar de embarque de la mitad de los esclavos sacados de África con destino a América: al rededor de dieciséis mil anuales.
Y este crecimiento necesariamente tuvo reflejo en la España americana, donde, muy a pesar de las leyes que impedían la navegación a mercaderes extranjeros, las asociaciones piráticas llevaban a cabo incursiones de todo tipo en las que no faltaba lo que significaba un alto porcentaje de su actuación: el tráfico ilegal de esclavos, siendo que, sobre todo durante los siglos XVII y XVIII, holandeses e ingleses llevaron  cabo un importante comercio ilegal en el Caribe... y hasta en el Río de la Plata, donde el tráfico ilegal llegó a representar el 2000 por ciento de las licencias.
En 1701 La Compañía Francesa de las Indias obtiene un asiento para transportar negros a la América española por un número indeterminado de años en lo que sería conocido como periodo francés, y que terminó su irregular vida con el asiento que en 1713 impuso Inglaterra como resultado de la Guerra se Sucesión, y que daba el monopolio por un periodo de treinta años, siendo que el negocio sería subrogado por Inglaterra a  la South Sea Company, sociedad por acciones que había sido creada al efecto, y cuyo accionista principal era Robert Harley, conde Oxford.
El leonino Tratado de Utrecht daba a Inglaterra, además, la posesión de Gibraltar y Menorca y la condición de nación más favorecida. Ello daría lugar en 1715 a que Ricardo O'Farril estableciese en La Habana la primera factoría para la entrada y venta de esclavos al tiempo que Portugal transportaba grandes cargamentos de negros a Minas Gerais, en  Brasil.
En agosto de 1762 La Habana fue tomada por los ingleses. Fue a partir de este momento cuando se desarrolló el comercio esclavista en Cuba, lo que propició que los comerciantes británicos se volcasen por tomar posiciones, pero el pionero fue el comisario británico John Kennion quién comenzó a importar esclavos a razón de 2000 por año, con  la obligación de que la cuarta parte fuesen mujeres.
Es en 1773 cuando el marqués de Casa Erile obtiene el privilegio de introducir esclavos negros en Cuba; actividad vacilante que llevó a efecto hasta que en 1786 la casa Baker y Dawson lo reemplazó. Y en 1777 España adquiere Fernando Poo con el fin de establecer una factoría negrera; algo que, al fin, no se llevaría a efecto.
Es en esta época cuando el desarrollo del tráfico iniciado desde las colonias británicas de Norteamérica empieza a desarrollarse espectacularmente, de forma que la cuarta parte de la flota mercante se dedicaba al tráfico negrero.
La flota negrera era usense... ¿Y los propietarios de esclavos?... Variados... En 1830, solo en el sur de EEUU había alrededor de 4.000 pequeños esclavistas negros que poseían más de diez mil esclavos.
Nos encontramos en el momento álgido del tráfico. Justo en el momento que en Inglaterra de desarrollaba la Revolución Industrial y tomaba fuerza el movimiento abolicionista, la flota británica traslababa hasta doscientos cincuenta mil infelices en diez años... y Francia otros cien mil.
El movimiento abolicionista toma forma en Londres en 1787 cuando Thomas Clarkson funda la British Antislavery Society, que luego es la base de asociaciones similares en los demás países europeos y americanos. Y ese mismo año, Inglaterra ocupa Sierra Leona, tierra inhóspita, según declararon los mismos abolicionistas, para desterrar a los negros que en esos momentos estaban esclavizados en Inglaterra. Los ingleses tendrían finalmente otro destino: los presidios de Australia y Nueva Zelanda.2
Y al compás del movimiento abolicionista España concede en 1789 libertad para el comercio negrero en América.
Pero en 1807, Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos, lo que representó un problema para quienes querían comprarlos, y en lo tocante a España, en 1810, los esclavistas cubanos iniciaron conversaciones con el cónsul usense en La Habana, William Shaler, para tratar de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, ante la previsible supresión que suponían acordarían las Cortes de Cádiz.
Por su parte, esta situación provocó que surgiesen negreros españoles, especialmente catalanes, que en el siglo XIX llegaron a significar hasta el cuarenta por ciento del tráfico recibido en Cuba, siendo que el puerto de Barcelona se convirtió en un importante centro de tráfico, de donde salieron barcos que llegaron a transportar varias decenas de miles de esclavos.3
La reina María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, en compañía de su segundo esposo,  Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, I Duque de Riánsares, practicó y promovió la trata de esclavos y tuvo participaciones en diversos ingenios azucareros en el siglo XIX. Y entre los “libertadores” americanos, Páez, Bolívar, Belgrano...
La relación estratégica de los grandes empresarios catalanes con el tráfico negrero convirtieron a la ciudad de Barcelona en un emporio donde se inició un espectacular desarrollo económico y urbanístico; de ahí partió la creación del Ensanche” barcelonés y de la industria textil, así como la creación de entidades bancarias. El Banco Hispano Colonial, fundado el 1876 por un grupo de esclavistas entre los que destacaba Antonio López y López fue uno de los catalizadores de la riqueza producida por el esclavismo, que se plasmaría en la financiación de infraestructuras como el “metro” de Barcelona, la Sociedad General de Aguas, o el trazado de la Vía Layetana de Barcelona.
Miguel Biada y Bunyol, principal promotor de la primera línea de ferrocarril en la Península, la de Barcelona Mataró, inaugurada en 1848, había amasado su fortuna en Cuba, con su compañía, la Biada y Cía., entre cuyas actividades se encontraba la trata de esclavos africanos.
Y si esas circunstancias se produjeron en España, en África se oponían a la abolición, que les acarreaba la ruina, al tiempo que aumentaba la inseguridad en sus territorios. En esta situación un mulato africano, Cha Cha de Souza, se convertiría en esta época en uno de los mayores proveedores de esclavos.

John Hughes, después de visitar Guinea Bissau o Guinea portuguesa, en 1828, comentaba: «creo que todos los indígenas africanos se dedicarían a comerciar con esclavos, si se les permitiera». (Thomas 1997: 555)

Por otra parte, la labor de Inglaterra en pro de la abolición tenía exclusivamente una motivación económica; por eso, mientras perseguía el tráfico marítimo, mantenía el tráfico terrestre en sus colonias de Asia... Pero los esclavos no eran negros.

En 1817, Radama, el rey del Madagascar oriental, llegó a un acuerdo según el cual, a cambio de acabar con la trata, Gran Bretaña le pagaría cien mil dólares anuales durante tres años; Castlereagh cerró tratados similares con el imam de Mascate y, en 1822, con el sultán de Zanzíbar. Cierto que eran convenios modestos, pero les seguirían otros muchos de mayor envergadura. (Thomas 1997: 589)

Motivación económica evidente pero no declarada; algo que desconcertaba, por ejemplo, a los esclavistas negros, que seguían con el tráfico en el mundo musulmán... Y algo que no entendían los musulmanes, que interpretaron la medida como un ataque al Islam.
Pero parece que las dudas se resuelven en el materialismo. El esclavista estaba cambiando los métodos al compás de las necesidades que iba creando la Revolución Industrial; así, mientras en 1821 se constituía en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, presidida por Wilberforce, la misma Inglaterra comenzaba la consolidación de sus posiciones en África, en España a un lado y otro del Atlántico, en India, en China (donde llegó a crear una guerra que le permitiese introducir opio), en India, en Australia y Nueva Zelanda, estas dos como penales donde remitir la población sobrante de la metrópoli.
Y en los Estados Unidos seguirían los mismos pasos; en 1821 La American Colonization Society desembarcaba en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia, pero la idea de trasladar nuevamente a África a toda la población existente en Norteamérica resultó de todo punto inviable, por el volumen de población que representaba, y por la desconfianza surgida en la comunidad negra ante una medida que veían descabellada.
En este tiempo, Gambia, Costa de Oro y Ghana paulatinamente pierden interés para los británicos, sobre todo con la abolición de la esclavitud, y Sierra Leona mantiene cierto interés como punto de destino de los esclavos que con la nueva situación les resultaban lesivos para su economía. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, acabarán sirviendo como plataforma de lanzamiento para la colonización del continente y el sometimiento a los nuevos regímenes de esclavitud que estaban implantando en el mundo entero. Pero ese proceso se alargaría hasta finales del siglo XIX.
Con las implicaciones que se deducen de todo lo relatado hasta aquí, no deja de resultar curioso que en agosto de 1999, la African World Reparations and Repatriation Truth Commission, reunida en Acra, se atreviese a reclamar indemnizaciones a los países occidentales que participaron y se beneficiaron de la trata de esclavos.












































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Texto completo de "la esclavitud en Europa": https://www.cesareojarabo.es/2019/09/la-esclavitud-en-europa-texto-completo.html

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