sábado, septiembre 07, 2019

La esclavitud y la piratería

Cesáreo Jarabo Jordán

Desde el principio del tráfico atlántico, la piratería jugó un papel importante en el tráfico de esclavos, siendo que en un momento tan temprano como el año 1562, el pirata John Hawkins, al servicio de la corona inglesa, transporta a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos transportados por Inglaterra.

Al amparo de la corona británica, Hawkins formó en 1555 una compañía que realizó sus expediciones a la costa occidental de África y se dedicó al tráfico de esclavos en los siguientes años.
Su suegro, Benjamin Gonson, era tesorero de la Marina, y con el alcalde de Londres, Thomas Lodge, con el intendente de la Marina William Winter y otros personajes de la alta alcurnia británica, subvencionaron la armada pirata que encabezaba. Lógicamente, la subvención no lo era a título gratuito, sino con la esperanza de recoger pingües beneficios producidos por la actividad delictiva de su protegido.
En 1564 recibió patente de corso y llevó a cabo una nueva expedición con  una flota de cuatro navíos subvencionados por un grupo de notables británicos entre los que se encontraba la propia reina, que facilitó dos buques, el mayor de los cuales, el Jesus of Libeck, desplazaba setecientas toneladas, como aportación personal a la empresa pirática, que debía desplazarse en primer lugar a África para cargar quinientos esclavos y a robar lo que pudieran.
De principio a fin promocionada por la corona inglesa, se trataba, también de principio a fin de una operación ilegal, contra el derecho internacional, todo en el ámbito de la política que seguiría Inglaterra, al menos desde ese momento... y hasta hoy mismo.
Pero la actividad del tráfico esclavista, al fin, no ocupó excesivamente a la piratería inglesa, manteniendo el bajo ritmo imprimido por Portugal, hasta que Inglaterra logró establecimientos en tierras americanas. A las que explotó conforme corresponde a las formas inglesas, concentrando en territorios minúsculos grandes cantidades de esclavos.
Pensemos que, a pesar de que la propaganda británica nos presente hoy a los piratas como aventureros idealistas, eran, ante todo y sobre todo, asesinos; pensemos que, a pesar de la propaganda británica, los logros más importantes de los piratas, se ceñían en asaltos a ciudades y a barcos que bien estaban desarmados o la potencia de fuego era muy inferior a la de los piratas, y que, después de todo, los triunfos obtenidos militarmente en el momento fueron contadísimos, siendo que la mayoría de las posiciones que iban tomando se limitaban a islotes que España abandonaba; así, el año 1625, franceses e ingleses tomaron San Cristóbal; en 1628, Inglaterra ocupaba Barbados (431 km2) y Nevis (que junto a San Cristóbal suma una extensión de  269 km2; en 1632 tomaba Montserrat (102 km2) y Tobago (300 km2); en 1634 Francia ocupaba San Bartolomé (22,1 km2) y Santa Lucía (617 km2); en 1635 Guadalupe (253,8 km2) y Martinica (1128 km2), mientras Holanda, en 1634 ocupaba Curaçao (444 km2) y tomaba asiento en Guayana, y  Francia, en 1604 se instalaba en Guayana y el gobernador francés de San Cristóbal, Le Vasseur, tomaba la isla de Tortuga (180 km2).
Y esos enclaves, de dimensiones ridículas se convertirían en las joyas de la corona británica, que para tantas películas ha dado. Cierto que al fin no estaban equivocados y acabaron conquistando la totalidad de España en los cinco continentes, pero también cierto que si encomiable es su astucia, encomiable es su falta de principios.
Es el caso que, volviendo al pirata Hawkins, la expedición resultó  todo lo favorable que deseaba la corona británica; raptaron y compraron esclavos; se apoderaron de un buque portugués, y tras cruzar el Atlántico, y con el pretexto de reparar daños, impusieron la venta de los esclavos para poder hacer frente a las reparaciones; acción que culminaron con el incendió de la población de Río de la Hacha sin que ningún acto hostil les incitara a ello.
Y es que el pirata hizo gala de las artimañas que identifican durante siglos la actuación británica. Así, al acercarse a las costas venezolanas, dirigió un escrito a Alonso Bernáldez, gobernador de la provincia, indicando que las tempestades lo habían arrojado al lugar, donde esperaba que la buena voluntad de los españoles le permitiera  reparar sus navíos para continuar su viaje, y señalaba que, para poder hacer frente a los gastos derivados de la operación sería necesario proceder a la venta de las mercancías que almacenaba en sus bodegas, parte de las cuales estaba compuesta por esclavos africanos.
Tan modosa petición iba acompañada de una amenaza: si no se le concedía permiso se vería obligado a atacar la plaza y forzar la comercialización, y como las fortificaciones no existían en ese momento, el gobernador se vio obligado a doblarse a las intenciones del pirata.
Sería un gran triunfo de Inglaterra que en 1568 recibiría respuesta en San Juan de Ulúa, donde el pirata sufrió una humillante derrota de la que sólo se libraron dos buques, el Minion y el Judith, siendo este último comandado por Francis Drake, acérrimo anticatólico.
También el Salomón, capitaneado por John Hawkins, tenía el mismo régimen y fue tomado por la Armada española, como fue tomado el  Jesus of Libeck. Esto, para Inglaterra, fue una afrenta, como también lo fue para la comunidad judía, cofinanciadora de la expedición (de ahí el nombre de las embarcaciones, en las que, por otra parte, se seguía un estricto régimen judío, tanto de alimentación como religioso). 
Hawkins fue honrado por Isabel I con el título de caballero, pero resultga curioso que de lo que se jactaba no era de ese, sino de algo que le resultó de vital importancia para engañar a los comandantes de los puertos que pretendía atacar.

John Hawkins se jactaba de haber sido nombrado caballero por el mismísimo Felipe II, cuando éste visitó Inglaterra años antes, hecho en el que se amparaba, junto con las cartas de “buena conducta” obtenidas de algunas autoridades portuarias españolas, lo que le permitía negociar antes de que su presencia generara desconfianza y violencia. (García de León: 182)

Drake figura sin dudar entre los más famosos piratas y nobles ingleses. Discípulo y sobrino de Hawkins inició su actividad en 1571 como sucesor de éste al mando de cinco buques propiedad de diversos hacendados ingleses y uno propiedad de la reina de Inglaterra; su destino, Guinea, donde cargaron las bodegas con esclavos cuyo destino era América, pero en el Golfo de México fue hecho preso.
Había empezado la carrera de los piratas, que iría in crescendo al compás del lucro obtenido, acabando representando, en especial para Inglaterra y para Holanda, unas potentísimas armadas que, si no obtuvieron grandes éxitos sobre el terreno, fueron imprescindibles para el desarrollo del tráfico esclavista... y en tiempos modernos, magnificados sus exiguos éxitos (manifiestos en los enclaves obtenidos por Inglaterra, Holanda y Francia en América), para ridiculizar a quien no supo acabar con estos delincuentes cuando podía haberlo hecho.
Así, en 1599 Holanda eximía de impuestos a los buques que regresaban a Holanda cargados de oro, y el oro, en el imaginario europeo, estaba en España, por lo que multitud de buques holandeses iniciaron su particular carrera de Indias siguiendo las estelas de los barcos españoles.
Pero el oro no sólo estaba en los galeones españoles, sino en el tráfico de esclavos, que curiosamente se vio cortado en Amsterdam, donde por cuestiones morales no podían ser vendidos.
Todo cambiaría tras el desastre de la Grande e General Armada acaecido en 1588. Al rebufo de la misma los holandeses tomaron la isla de Santo Tomé en 1599.
A partir de ese momento se desarrolló un tráfico ilegal que, al amparo de las flotas piratas inglesas y holandesas trasegaba esclavos obtenidos en África hacia el Caribe; tráfico que seguiría un ritmo creciente especialmente significado a partir de 1612 cuando Inglaterra tomó las islas Bermudas. Y todo, al amparo de compañías por acciones que cotizaban en bolsa y tenían un importante peso político.

En Inglaterra, Holanda y Francia fueron donde se fundaron la mayor parte de estas Compañías. En el caso holandés distinguimos principalmente tres: la Compañía de las Indias Orientales (VOC, 1602), la Compañía del Norte (1614) y la Compañía de las Indias Occidentales (VIC, 1623). (Eiré)

Las acciones de piratería llevadas a cabo por la armada británica, (que al cabo esa era la condición de los piratas), se desarrollarían durante toda la historia de la trata, y el resto de actuaciones, como no podía ser de otro modo, iban por el mismo camino, desatendiendo el derecho internacional.
En ese sentido, un personaje torcido, el padre  Antonio de Crato, pretendiente a la corona de Portugal que por derecho correspondía a Felipe II, concedió a Inglaterra, con su supuesta autoridad, el derecho a comerciar pacíficamente en la costa de Guinea...
Y en este caso, ese fue el argumento utilizado por la que justamente ha venido a ser conocida como la Pérfida Albión, para invadir territorios ajenos de forma pacífica... o de forma violenta.
Lógicamente Antonio de Crato, como posteriormente sucedería con los próceres americanos (todos los promotores de las guerras de separación del siglo XIX), vivió en Londres como un títere, cebado y observado por las autoridades inglesas, siempre alertas en vigilar sus propios intereses y expertas en crear quintacolumnistas que defiendan sus intereses en casa ajena.
Y es que Inglaterra siempre ha pretendido dar carácter de legalidad a sus actuaciones de delincuencia internacional.
Es el caso que al compás de estas actuaciones, la piratería seguía cumpliendo sus funciones como adelantada de Inglaterra, que seguiría formando generaciones de piratas.
Así, a la sombra de John Hawkins se formó su hijo Richard, y Francis Drake, su sobrino, que en poco tiempo llegó a eclipsarlo por la audacia de sus hazañas en la guerra contra España.
En 1600 se creó en Londres la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que perviviría como tal hasta 1858, cuando fue clausurada por el gobierno británico; Holanda hizo lo propio en 1602 con la Compañía Holandesas de las Indias Orientales (o VOC), mientras los franceses esperaron hasta 1664 para constituirla. En relación a la VOC, que llegó a contar con ochenta mil empleados entre marinos (25%), militares (12,5%) y civiles, señala Rafael Valladares:

La Compañía obtenía el monopolio del comercio con todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza por un plazo de veintiún años. Se le conferían poderes comerciales, militares (autoridad para declarar la guerra) y políticos (potestad para concertar alianzas) aunque bajo la supervisión de los Estados Generales que, además, se reservaban el derecho de revisar (esto es, limitar o revocar) esta cláusula. (Valladares)

Las generaciones de piratas se fueron sucediendo en el tiempo, y el tráfico de esclavos fue su fiel compañero que no les impedía atender otras actividades ilegales e inmorales.

En 1662, la Compañía Real Africana proveía tres mil esclavos al año a las Indias Occidentales, número que se incrementó a cinco mil seiscientos en 1672. Una vez que se suprimió el monopolio de la compañía en 1698, el número de traficantes de esclavos individuales (personas como Newton) se disparó. En 1740, Liverpool enviaba treinta y tres barcos al año en el viaje triangular entre Inglaterra, África y el Caribe. (Ferguson)

Y el poder de estas compañías era omnímodo y presumiblemente autónomo, teniendo facultad para “fundar factorías y colonias en las tierras adquiridas, y además nombrar sus mandos y gobernadores. Pero al respecto es digno de reseñar que las compañías tenían el derecho a ejercer su poder legislativo y judicial en sus ámbitos de jurisdicción, siendo que esa potestad se otorgaba con el objetivo primordial de que la compañía favorecería el comercio de los súbditos de Holanda (en el caso de la VOC) o de los ingleses (en el caso de la Compañía Real Africana) y en hacer la guerra a los españoles. Como en el caso de la piratería tradicional, en el que evidentemente tomaban parte principal, los estados europeos daban una cobertura total, al tiempo que, al darles estatus jurídico de compañía privada, se mantenían al margen de responsabilidad en sus actuaciones ilegales, aunque no por ello dejaban de participar en los beneficios que generaban.
Así, en 1613 los holandeses ya tenían una factoría en la isla de Manhattan, a la que seguirían otras en el Caribe; islas deshabitadas que fueron siendo ocupadas subrepticiamente por los piratas, y en 1616  empiezan a colonizar la Guyana.
Y en Manhattan, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales acabó fundando en 1625 la ciudad de Nueva Amsterdam, que en 1674 se convertiría en Nueva York.
A título de ejemplo que puede ser extrapolado, los piratas de la  Compañía Británica de las Indias Orientales tenían un mercado de primer orden donde el aporte masivo de esclavos quedará sin que se le pueda poner cifra aproximativa al no existir ningún registro que pueda verificar el hecho.

La flota colonial de la Norteamérica británica contribuyó a los flujos de la trata de esclavos durante el siglo XVIII, sobre todo desde Rhode Island. Newport se convirtió en el principal puerto norteamericano relacionado con la esclavitud trasatlántica, cobrando mayor importancia que el puerto de Nueva York, que era mucho más grande. (Morgan 2017: 34)

El desarrollo del tráfico negrero se veía permanentemente acelerado, y eso era consecuencia de los éxitos obtenidos por la piratería. Así, en 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, de donde sacarán los esclavos que en 1619 introducirán en Virginia y en 1630 en Barbados para atender la producción azucarera.
Y las acciones iban teniendo lugar a un extremo y otro del Atlántico, siendo que en 1637 ocupaban Elmirna en África, en un rosario de acciones que acabaría dándoles preeminencia en el tráfico negrero. Acciones que completan con operaciones comerciales, como la realizada en 1617 mediante la cual compraron a los portugueses la isla de Gorée, que fortificada inmediatamente les posibilitó el acceso a los principales centros del tráfico continental africano.

Durante los primeros años del siglo XVII los holandeses arrebataron al pueblo navegante sus mejores florones coloniales, no sólo en el África —donde capturaron la fortaleza de Sao Jorge da Mina y momentáneamente Sáo Thomé y la desembocadura del Zaire—, sino también los establecimientos de las Indias Orientales y aun Sáo Salvador, en el Brasil. Los holandeses establecieron en Elmirna el centro de sus operaciones y en esta factoría, la Compañía establecida para tratar en el África tenía una numerosa planta de empleados encabezados por un Director General, pastores, fiscales, factores, sub- factores, asistentes, almacenistas, contadores, soldados y esclavos (Aguirre 1946: 54)

Un pirata holandés, Benjamin Raule, de Zelanda, tomó asentamientos en África, en la que posteriormente sería  Princestown, en Ghana, lo que serviría de trampolín para otros asentamientos, como en Arguin, desde donde pudieron llevar a cabo sus acciones de contrabando de todo tipo de mercaderías, entre las que destacaban los esclavos.
Al concluir la tregua de los 12 años entre España y las Provincias Unidas, Holanda creó la Compañía holandesa de las Indias Occidentales (en holandés: West-Indische Compagnie o WIC) el 3 de junio de 1621. Sería ésta compañía la que tendría más significación en la consecución de asentamientos en tierra.
La compañía contaba con una junta directiva de 19 miembros, conocidos como los Heeren XIX (señores), y contaba con cinco oficinas ubicadas en Ámsterdam, Rótterdam, Middelburg, Hoorn y Groningen, siendo su objeto primero el comercio, principalmente de esclavos, y la piratería, y la instauración de colonias holandesas, como las llevadas a cabo en Curaçao en año 1634, o Recife en 1630.
La ofensiva pirático esclavista llevó a los holandeses a intentar la toma del puerto del Callao, en Perú, en 1624, resultando fallido el intento, pero un año más tarde tomaron Bahía, capital entonces de Brasil, durante casi un año, y en 1630 tomaron Pernambuco.
La acción combinada de piratería y esclavismo representó para Holanda un provecho económico de envergadura traducido en un importante incremento del cultivo del azúcar con mano de obra esclava, que provocó en Holanda la creación de una poderosa colonia en la zona, para lo que destinó como gobernador al conde Mauricio de Nassau, descendiente de Guillermo de Orange, que sin embargo no pudo mantener la colonia ante el empuje de Portugal, que resolvió favorablemente la situación expulsando a los holandeses.
La edad de oro de la piratería y el esclavismo había llegado de la mano de holandeses e ingleses. En 1629, el pirata Piet Heyn, almirante de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales aliado con Moisés Cohen Henriques, capturaba la flota de la plata; en 1630, 56 navíos al mando de Diederik van Waendenburgh y Hendrick Lonck toman Recife. En 1635 toman el Fuerte Nazaret, y en 1637 Mauricio de Nassau consolida  la colonia, e intenta retomar Salvador de Bahía.
Y en 1634 a conquista de Curaçao, en el Caribe venezolano significó, además de la presencia holandesa en el Caribe venezolano, la formación de un conglomerado de plantaciones azucareras que en diez años absorbió la importación de unos treinta mil esclavos africanos que cruzaron el Atlántico transportados por esclavistas holandeses.
Y esta actuación fue in crescendo, hasta producirse una gran conjura que abarcaba los territorios del Perú, de Colombia y de México. Una conjura que ocasionó la intervención de la Inquisición, que no perseguía casos de piratería y de contrabando de esclavos, sino tan sólo asuntos de fe.
La cuestión de un Auto de Fe como el de 23 de Enero de 1639 nos llama profundamente la atención, tanto por número de condenados a relajación como por el número de procesados. ¿Qué estaba pasando? Los documentos inquisitoriales sólo hacen mención a la cuestión de la heterodoxia de los reos y no a otras cuestiones, pero es menester realizar un análisis del por qué un Auto tan numeroso, y ello nos dará respuesta, no sólo a lo que se nos plantea en 1639, sino las cuestiones anexas (o prioritarias) que sucedían y provocaron al fin la celebración de este Auto de Fe.
Es el caso que en el siglo XVII, la colonia judía de Ámsterdam mantenía muy cercanas relaciones con sus correligionarios establecidos en América, al tiempo que colaboraba muy directamente en la piratería a través de la Compañía de las Indias Occidentales, creada en 1623 a imagen y semejanza de la Compañía de las Indias Orientales, de 1602, donde tenían intereses de primer orden, y con la que consiguieron asientos en Extremo Oriente e intentaron conseguir asentamientos en América.
Es también el caso que la mayoría de los procesados en Lima (la Inquisición no efectuaba una acusación sin estar en la certeza de la culpabilidad del imputado, inquirida con anterioridad a su detención) estaban relacionados, de forma más directa que indirecta con las actividades llevadas a cabo por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, financiadora de las actividades de los piratas, y que  en aquel momento se encontraba asentada en Curaçao, Pernambuco, Recife…
En torno a estos hechos, en Lima se produjo lo que fue conocido como Complicidad Grande, una conspiración política orquestada por los criptojudíos, en connivencia con la piratería anglo-holandesa.
La Complicidad Grande fue descubierta el 2 de abril de 1635, cuando fue detenido Antonio Cordero, que formaría parte, como reconciliado, en el Auto de Fe de 1639, sin recibir otro castigo que el destierro.
La trama incluía familiares de la Inquisición, como Ambrosio Morales, y como el capitán Martín Morata, empleado de confianza del virrey y su núcleo familiar, que como el de los principales implicados, formó parte del proceso, en que acabaron procesadas ciento sesenta personas.
La Complicidad Grande pudo tener lugar gracias a que los judaizantes acumulaban gran poder, económico y logístico, lo que les permitía controlar de manera “quasi mafiosa” la actividad comercial en Lima, donde los comerciantes que no pertenecían a su comunidad se veían obligados a efectuar transacciones que pueden ser entendidas como vejatorias.
Pero no era sólo el comercio a lo que aspiraban; sus contactos les permitían incluso aspirar a controlar algún almacén de interés militar, aunque de forma casi milagrosa no llegaron a alcanzar este extremo, ya que, según relata José Toribio Medina, de conformidad con los holandeses pretendían volar la ciudad.
Manuel Bautista Pérez, que acabaría siendo relajado al brazo secular, había amasado una de la más importantes fortunas del Perú gracias al tráfico de esclavos, siendo directa su relación con la VOC.
Si la Complicidad Grande significó una alerta de importancia en el Virreinato de Perú, no se trataba de una acción centrada en él, sino que, como queda señalado, tenía aspiraciones mayores.
Así, la Complicidad  no era una cuestión estricta del Virreinato de Perú. Siendo que la fuente del conflicto eran los establecimientos holandeses de Brasil, por lógica estaba extendida también por Cartagena y muy especialmente por México, donde se descubrió que varios de los procesados viajaban con frecuencia, supuestamente por intereses comerciales. No en vano, también en México se descubriría una conjura similar en 1642. La ramificación tiene connotaciones familiares y de negocio de tráfico de esclavos, al que se dedicaba Simón Váez de Sevilla, residente en México, que compartía apellido con cuatro de los procesados en Lima.
Y la importancia que la intervención de la Inquisición tuvo para el desarrollo del tráfico esclavista parece esencial, pues de haber triunfado la conspiración, ingleses y holandeses hubiesen encontrado un campo vastísimo para el exterminio de indígenas y el traslado de esclavos, ni más ni menos que lo que hicieron allí donde estuvieron; pero la Inquisición hizo un papel ejemplar: detuvo la operación y a un bajo coste de once relapsos.
Que en un sólo Auto fuesen condenado tantos reos no es común, sino muy extraordinario en la historia de la Inquisición, y destaca también que las actividades de los relapsos estaban relacionadas con la piratería y el tráfico de esclavos.
Finalmente, la conspiración fue atajada en Lima, Cartagena y México, pero los intentos, como demostraron las incursiones de piratas, no quedaron en el olvido; así, en 1655, Simón de Cáceres, judío portugués, planteó a Cromwell la conquista de Chile, que no se llevó a efecto. Sí se llevó a efecto en ese mismo año 1655, con su colaboración, la toma británica de Jamaica, donde fueron parte importante los marranos residentes. El conspirador compartía apellido con  Diego Morán de Cáceres, condenado en Lima, por bigamia, en 1625.





























BIBLIOGRAFÍA:

Aguirre Beltran, Gonzalo. (1946) La población negra en México. En Internet  https://es.scribd.com/document/341968734/Aguirre-Beltran-La-Poblacion-Negra-en-Mexico#  Visita 17-9-2017

Eiré, Simón de. La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. https://debarbasyboinas.wordpress.com/2015/10/08/la-compania-holandesa-de-las-indias-occidentales-y-su-actividad-en-america/

Ferguson, Niall. El Imperio británico. En Internet https://www.megustaleer.com.co/libros/el-imperio-britnico/MES-010902
Visita 9-1-2017

García de León,  Antonio.  Comercio de balandra, contrabando y piratería en el golfo de México. XII Congreso Internacional de la AEA. En Internet http://www.economia.unam.mx/profesor/griego/COMERCIOBALANDRA_AGL.pdf  Visita 2-4-2017

Morgan, Kennet (2017) Cuatro siglos de esclavitud trasatlántica. En Internet https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/35/34700_Cuatro_siglos_de_esclavitud.pdf Visita 11-1-2018

Valladares, Rafael. Definición de Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. http://www.lahistoriaconmapas.com/historia/historia2/definicion-de-compania-holandesa-de-las-indias-occidentales/



Texto completo de "La esclavitud en Europa": https://www.cesareojarabo.es/2019/09/la-esclavitud-en-europa-texto-completo.html

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