Cesáreo Jarabo Jordán
No deja de ser curiosa la trayectoria de Inglaterra en relación al hecho de la esclavitud. Pasa a la Historia como el país que inició a nivel mundial el abolicionismo, y es, sin lugar a dudas, el país que más tráfico ha llevado a efecto y que peor trato ha dado a los esclavos. Y para redondear la cuestión, siempre ha esclavizado a propios y a extraños, siendo que si hasta el abolicionismo usaba látigo y cadenas, desde el abolicionismo usa el hambre y la miseria.
En 1562, John Hawkins, compatibilizando su acción como pirata con la de traficante de esclavos y contrabandista, desembarca en las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, y los vende a compradores españoles. La acción se repetiría en 1564 y 1567.
Faltaban cuarenta años para que el destino de los esclavos fuesen territorios bajo dominio británico. Tal sucedería en Virginia el año 1607, que fue nutrida por esclavos blancos ingleses, y donde hasta 1619 no arribarían esclavos negros. En 1609 sería también Bermudas destino esclavista.
Inglaterra estaba sumida en un inmenso genocidio sobre la población británica, y la toma de posiciones abandonadas por España en el Caribe le facilitaba lugares donde redimir de la muerte a sus víctimas, a las que sometía a esclavitud.
Los británicos no fueron al principio creadores de imperios, sino piratas que se dedicaban a saquear a los imperios de Portugal, España, Holanda y Francia. En realidad, fueron imitadores imperiales. (Ferguson)
En 1618 se establecían en el río Gambia, y en 1620 tomaban una isla deshabitada en el Caribe: Barbados, donde la importación de esclavos negros sería de envergadura en 1630, cuando se inició la industria azucarera.
En 1625 Jacobo I establecía que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales, siendo que durante el siglo XVII, los ingleses deportaron cientos de miles de irlandeses y, en menor medida, escoceses, a sus plantaciones en el Caribe y Norteamérica. Se sabe que en 1632 la inmensa mayoría de los esclavos de las islas caribeñas inglesas de Montserrat y Antigua eran irlandeses. Un censo de 1637 muestra que 7 de cada 10 habitantes de Montserrat eran esclavos irlandeses, resultando destacable el hecho de que aproximadamente la mitad de los pioneros1, que Inglaterra transportó a América entre 1650 y 1780 lo hicieron como esclavos temporales.
Este aporte de esclavos tuvo especial significado entre 1641 y 1652, bajo el mandato de Cromwell, cuando Inglaterra infligió un terrible genocidio sobre Irlanda cuyos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Pero el desarrollo espectacular del tráfico de esclavos se da especialmente a partir de 1660, cuando Inglaterra se apodera de Jamaica, y se redondea en 1713 cuando al finalizar la guerra de sucesión al trono de España, y a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcara la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros, controlando con ello el importante mercado que ya era la trata en esos momentos.
De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso: 57)
Si durante a primera década del siglo XVIII, el tráfico de esclavos era una creciente disputa comercial entre portugueses, holandeses, ingleses y franceses, a partir de 1713 fue de claro monopolio inglés, y su desarrollo propició que no sólo Inglaterra, sino también EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Es el caso que el desarrollo del tráfico negrero empezó manifiestamente con el desarrollo del Tratado de Utrecht, al amparo del cual, el esclavista Ricardo O'Farril estableció en 1715 ,en La Habana, la primera factoría para la entrada y venta de esclavos.
El desarrollo del tráfico queda expresado en otro lugar de este trabajo. Sirva lo expuesto hasta el momento para ubicarnos en relación al tema objeto del presente capítulo.
Para ubicarnos debemos tener en cuenta que la Revolución Industrial en Inglaterra tuvo lugar en 1740, y con la misma, los métodos de explotación humana variaban considerablemente, siendo que la productividad se veía mermada con la mano de obra esclava, que requería un aporte de capital así como su manutención. Manifiestamente, los métodos de esclavitud aplicados hasta el momento se mostraban lesivos para el espíritu capitalista. Se hacía necesario que el esclavo se mantuviese a sí mismo, garantizando con la medida un costo ajustado a las previsiones.
Con esas ideas, resulta que hacia 1750, era difícil encontrar en Inglaterra una ciudad comercial o manufacturera que no estuviese en cierta forma conectada con el comercio triangular colonial o directo. Las ganancias así obtenidas constituyeron una de las principales corrientes de esa acumulación de capital en Inglaterra, que financió la Revolución industrial. Pero las nuevas teorías divulgadas por Adam Smith señalaban la nula rentabilidad del trabajo esclavo. La idea, no obstante, debía ser vendida como un gran logro social, y a ello se volcó la misma ideología ilustrada, remarcando la injusticia que representaba el hecho de la esclavitud; algo que el Humanismo Cristiano venía señalando desde tiempo inmemorial, y que resolvía con humanidad y con manumisión.
Tanto Adam Smith como Adam Ferguson eran contrarios al tráfico de esclavos; el primero porque «el trabajo realizado por hombres libres resulta más barato al final que el realizado por esclavos». (Ferguson)
Consiguientemente, en 1765 se funda en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, y a partir de 1772, la esclavitud es abolida en el territorio de las islas británicas. Los plantadores que vuelven a Inglaterra evitan traer consigo a su personal doméstico, pero sí utilizan para su campaña a Gustavus Vassa (Olaudah Equiano), esclavo que fue debidamente instruido para apoyar lo que querían implantar.
Los británicos demostraban que habían modificado su postura internacional: de grandes tratantes negreros se habían convertido en filantrópicos oponentes a la trata por razones morales. Este cambio desconcertaba a cuantos entraban en contacto con ellos. Se sospechaba, naturalmente, que sus motivos eran oportunistas. Los franceses, los norteamericanos y los españoles pensaban que la nueva cruzada británica era un medio para consolidar su dominio de los mares, pues inmediatamente después de la ley que prohibía la trata se estableció una Flota Británica de África Occidental. (Thomas 1997: 568)
Pero es que, además, la medida llevaba al menos otro objetivo oculto. Volvemos a insistir que estamos hablando de un momento en el que se desarrolla la Revolución Industrial; un momento en el que la comunicación, la navegación, conoce un desarrollo espectacular, y curiosamente en estos momentos se inflige sobre los pueblos colonizados una masacre bastante peor que la esclavitud.
El interés británico en suprimir la esclavitud tiene, como se observa, su explicación. No se debía a una conciencia humanista, sino a una necesidad comercial. El mercado europeo era demasiado pequeño para absorber la oferta generada como consecuencia del desarrollismo. Evidentemente, la supresión de la esclavitud conforme era entendida perseguía ampliar el mercado a los productos manufacturados.
Por otra parte, nunca se atendió el desarrollo de los pueblos suministradores. Ni los esclavistas negros suministradores ni los blancos implicados en la trata atendieron la explotación de los recursos naturales, lo que resulta altamente extraño si tenemos en cuenta las enormes inversiones llevadas a cabo por las naciones traficantes. Y ello conllevó graves problemas de hambrunas una vez suprimida la trata; aspecto que tampoco fue atendido cuando se desarrollaba el movimiento abolicionista ni cuando se impuso la abolición.
En principio, si hasta el momento las economías de los pueblos africanos estaban directamente ligadas a la exportación de mano de obra esclava, se vieron de pronto privados de esa fuente de ingresos. Duele hablar en esos términos, pero esos términos son, a lo que parece, los determinantes de la situación.
Desde el secundo cuarto del siglo XIX hasta mediado el siglo XX, fueron debilitadas hasta el límite todas las estructuras sociales y económicas de los pueblos suministradores de esclavos, que pasaron a carecer de cualquier reserva para hacer frente a los fenómenos del clima, cuyo rigor les hace preciso mantener unas reservas de las que los colonialistas les privaron, dando lugar a terribles hambrunas que inexorablemente fueron sufriendo... y aún hoy colean quienes fueron forzados a integrarse en un mercado mundial en que forzosamente debían ser dependientes.
Lo mismo hicieron con la España de los cinco continentes, pero esa es otra cuestión para tratar aparte.
Pero es que, además, cuando Inglaterra proclamaba en 1825 que los súbditos ingleses que participasen en la trata serían condenados a muerte y a incautación de sus bienes por piratería, además de sonrojar a cualquiera sabiendo que era justamente Inglaterra la principal actora del tráfico, no tuvo ningún efecto, ya que un número importante de traficantes ingleses continuaron ejerciendo su labor sin que ninguno de ellos acabase siendo jamás juzgado por ningún tribunal.
Con la Ilustración, con el Liberalismo, la actuación colonialista se especializó, procediendo a llevar a cabo a nivel mundial una gigantesca reconversión de la economía que exigía arrebatar sus tierras a los indígenas. Ahí, en lo tocante al mundo hispánico, el mal infligido es sangrante, pues a los indígenas les fueron arrebatadas las tierras cuya propiedad les había sido reconocida por la Corona española, que pasaron a manos de títeres de Inglaterra, que las dedicaron a cultivar lo que les demandaba el mercado británico (azúcar, algodón, café, tabaco, cacao, arroz, etc.), donde sus antiguos propietarios pasaron a convertirse en siervos.
Algo similar llevarían a término en África y en Asia, donde, como sucedió en América, pasaron a ser súbditos del libre comercio internacional, lo que daría pie a la creación del conocido como Tercer Mundo. Triste destino para todos, y muy en concreto para los antiguos súbditos de la Corona Española, que de súbditos libres y propietarios de tierras devinieron en mano de obra sin cualificar, con el añadido no pequeño de convertir una América segura donde cualquiera podía ir caminando de Lima a México, con sus bienes y sin temor a ser asaltado, en una de las zonas más inseguras del mundo.
A partir de ese momento más del 80% de la población mundial pasó a depender de las decisiones políticas ajenas que sólo atienden su propio desarrollo económico.
Con esas premisas, el año 1787, Thomas Clarkson fundó en Londres una sociedad que promovía el fin de la esclavitud: la British Antislavery Society, que acabaría siendo el modelo a seguir por asociaciones similares creadas en los demás países europeos y americanos.
Es ese mismo año cuando, para servir las posiciones de Clarkson, Inglaterra ocupa Sierra Leona; un lugar declarado insalubre para los ingleses que estaban siendo deportados y que acabaron en Australia y Nueva Zelanda, pero declarado espléndido para los negros esclavos existentes en Inglaterra.
Los esclavos liberados caminaban bajo el arco de la libertad que llevaba la inscripción (hoy casi invisible con la maleza): «Liberado de la esclavitud por el valor y la filantropía británica». (Ferguson)
Y los asentamientos de esclavos eran llevados como hoy hacen con su “interculturalidad”; a modo de naciones microscópicas; los congoleños en el barrio congoleño; y los de otras procedencias en barrios especialmente destinados a ellos.
Esa medida es seguida también por los Estados Unidos, que ese mismo año prohibió la esclavitud en el territorio al norte y oeste del río Ohio. No obstante, tanto Inglaterra como los Estados Unidos continuaron aplicando el tráfico de esclavos y la esclavitud en otros ámbitos donde el el desarrollo industrial era de momento inviable. Las posesiones británicas en Asia y los estados sureños de los Estados Unidos son el ejemplo.
Pero resultaba evidente que para el desarrollo de la nueva esclavitud con barniz de libertad que necesitaba el liberalismo debían seguirse unos pasos que resultaban inexcusables. Debía presentarse el asunto como una reivindicación; un objetivo que debía ser alcanzado por quienes necesariamente debían cambiar su calificación, aunque no su estatus.
Así, se sucedió un rosario de actuaciones reivindicativas por parte de los esclavos. En 1791 se produce una rebelión en Haití; en 1794 La Convención Francesa vota la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas; en 1803 Dinamarca se convierte en el primer país que prohíbe el comercio de esclavos... En 1804 los esclavos de Haití, sublevados desde 1791, declaran su independencia; en 1807 Inglaterra prohíbe que se habiliten barcos negreros en sus dominios, es decir abole la trata y pasa a utilizar toda la flota esclavista en transportar súbditos ingleses blancos a Australia y Nueva Zelanda; en 1808 Inglaterra prohíbe la entrada de esclavos en sus dominios; en 1808 se prohíbe la entrada de esclavos en los Estados Unidos; en 1811 se establecen en Sierra Leona los tribunales contra la trata; en 1814 Holanda suprime la trata de negros y en 1815 Suecia hace lo propio, y sigue Francia en 1819.
España y Portugal, colonias que eran ya de Inglaterra, mantienen la trata, siendo que firmaron tratados en aras de perseguir el tráfico.
En 23 de setiembre de 1817 fue firmado un tratado entre Gran Bretaña y España, en virtud del cual ambas potencias se comprometían a colaborar para suprimir la trata de esclavos en el África occidental. Se acordó la constitución de dos tribunales mixtos que se instalarían, respectivamente, en La Habana y en algún punto de la costa de Sierra Leona. (Vilar: 273)
Este mismo tratado sería ratificado en 1835, pero los intereses de la regente Maria Cristina, como la de los otros agentes británicos que conformaban el gobierno en España, convirtieron el tratado en papel mojado, con las mismas responsabilidades soportadas por los tratantes británicos cuya actividad era sancionada por la pena de muerte: ninguna.
Mientras tanto, Inglaterra, entre 1787 y 1853 transporta a Australia y Nueva Zelanda, acusadas de los más variados y banales delitos, alrededor de unos ciento veintitrés mil hombres y unas veinticinco mil mujeres en la misma flota negrera que antes cubría la ruta del Atlántico. Las condiciones del transporte eran tales que los barcos eran conocidos como “barcos del infierno”.
Consigo iba un número indeterminado de niños pero sustancial, muchos de los cuales habían sido concebidos en la travesía. (Ferguson)
La verdad es que resulta cuando menos difícil, dadas las condiciones del traslado, ya expuestas en otro lugar, dar pábulo a la afirmación de Férguson respecto a que algunos de los niños pudieron ser concebidos durante el traslado (salvo que el padre no fuese un esclavo, sino un tripulante), pero ahí lo dejamos.
Inglaterra se había hecho con el cabo de Buena Esperanza en 1795, y en 1821 constituye la Sociedad Antiesclavista, presidida por William Wilberforce y apoyada por William Pitt, de triste (para España) actuación en los movimientos separatistas de América, y entre tanto, en 1807 se prohíbe introducir esclavos en las colonias británicas atlánticas. Pero la esclavitud sigue siendo legal en ellas, siendo que, desde este año hasta 1830 las colonias británicas en las Antillas vieron reducida su población esclava de ochocientas mil a seiscientas cincuenta mil almas.
Los ingleses fueron consolidando a lo largo del siglo XIX sus posiciones no sólo en África, sino en las principales rutas de comercio entre Europa y América del Sur, India y China. Gambia, Sierra leona, Costa de Oro y Ghana, que por lógica dejaban de ser suministradores de esclavos, dejaron de ser interés prioritario. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, volverían a tener especial significado comercial a partir de 1882.
En cualquier caso, todo lo tratado hasta el momento se refiere estrictamente al tráfico atlántico y no al oriental, donde el tráfico continuó durante todo el siglo XIX... y no sólo con esclavos blancos procedentes de Inglaterra.
Si hablamos del verdadero motivo que tuvo Inglaterra para proceder a la abolición de la trata oriental en 1897, éste fue el de acabar con la Compañía Alemana del África Oriental de Kart Peters y, en suma, evitar que les tomaran la delantera en esa carrera hacia el nuevo reparto colonial de finales de siglo. Evidentemente, los motivos no fueron filantrópicos puesto que habían dejado hacer a los árabes con la excusa de que podía ser legal la trata interna, entre otras cosas, porque según la interpretación de los occidentales ésta era inherente al Islam.2 (García Cantús 2008: 63)
Entre tanto, y como consecuencia de las acciones llevadas a cabo para la consolidación de la nueva esclavitud, que abarcaría a toda la población mundial, en
1821 La American Colonization Society desembarcó en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia.
Si en las dos primera décadas del siglo XIX se procedió a la abolición de la trata en el Atlántico, la tercera década se significaría por la abolición de la esclavitud, siendo que en la labor, la armada británica adoptó una posición proactiva que no se limitaba a proteger el traslado de esclavos ingleses a Nueva Zelanda y a Australia, sino a evitar que otros tratantes cruzasen el atlántico con esclavos negros.
De esa actividad, señala José Antonio Saco que en el parlamento británico consta relación en la que queda reflejado que entre junio de 1819 y julio de 1828, la marina británica interceptó un total de 13.281 africanos que eran transportados como esclavos. (Saco 1879 Vol II: 61)
En 1831 Inglaterra y Francia celebran un tratado para la supresión de la trata de negros; en 1834, el parlamento británico proclama la liberación de todos los esclavos del imperio, indemnizando a todos sus propietarios; en 1838 cesa la esclavitud en los dominios británicos; en 1848 Francia decreta la abolición de los esclavos en el Caribe Francés y funda la colonia de negros libres Libreville; en 1849, en Francia, donde no había esclavos, es abolida la esclavitud; en 1863 Holanda suprime la esclavitud en Surinam y Antillas Holandesas; en 1865 es proclamada en los Estados Unidos la abolición federal de la esclavitud; en 1867 llega a Cuba el último barco de esclavos.
El año 1878 sería Portugal quién aboliese la esclavitud en sus posesiones africanas, y en 1880 es suprimida en Cuba por un régimen conocido como Patronato, que perduraría hasta 1886, y finalmente sería abolida en Brasil en 1888.
Es interesante reseñar al efecto que en el momento de la abolición de la esclavitud en Cuba, más de la mitad de la trata estaba en manos de comerciantes británicos.
Pero esta relación está trufada de circunstancias particulares, la principal de las cuales ha quedado señalada más arriba: La Revolución Industrial, que generaba más recursos que el sistema esclavista, y la segunda, ¡por qué no señalarlo!, estaba relacionada con lo que acabaría ocurriendo décadas después, que fue la colonización de África con el objetivo de la extracción de materias primas de África, aún vigente hoy, que conllevó una reesclavización sin tener que cargar con el gasto de su exportación. Pero hasta ese momento no era así, como no era así en todas partes. Por eso los Estados Unidos continuaron con el negocio del tráfico y de la esclavitud al estilo tradicional hasta que el desarrollo industrial impuso la nueva esclavitud.
Entre tanto, los grandes países involucrados en la trata, aumentaron su riqueza y desarrollaron su industria a costa del tráfico. También los Estados Unidos hicieron lo propio, siendo que entre 1790 y 1860 transportaron más e un millón de esclavos del norte abolicionista al sur esclavista, siendo que en la tesitura del momento, los esclavistas del norte hicieron un gran negocio en el intercambio.
Pero no era ese el único frente de movimiento de esclavos... Y los abolicionistas, en Inglaterra, tenían la otra parte de la moneda que servía los mismos objetivos.
El prestigio de la armada era alto y la armada, desde Nelson al duque de Clarence, se inclina en general en favor de la trata. Nelson dijo que «me han criado en la vieja escuela y me enseñaron a apreciar el valor de nuestras posesiones de las Indias occidentales, y ni en el campo ni en la administración se violarán sus justos derechos mientras tenga un brazo para luchar en su defensa o una lengua para hablar contra la condenable doctrina de Wilberforce y sus hipócritas aliados». En esta atmósfera, no es sorprendente que entre 1801 y 1807 se transportaran en buques británicos doscientos sesenta y seis mil esclavos, sin tomar en cuenta los que se cargaron en buques de propiedad extranjera pero en realidad ingleses. La guerra acaso fatigó a los abolicionistas, pero no a los negreros. (Thomas 1997: 542)
Evidentemente, y principalmente desde la entrada de Inglaterra en la trata, tanto la esclavitud como la supresión de la misma obedece a un objetivo económico.
Es la esclavitud la que ha dado valor a las colonias [americanas], son las colonias las que han creado el comercio mundial y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria del Mundo moderno» (MARX, K., Miseria de la Filosofía, II, 4)
La actuación exclusivamente economicista es la norma de la política británica, siendo el humanismo algo absolutamente extraño a su actuación, hasta el extremo que los propios analistas británicos, sin llegar a pronunciar la palabra clave (genocidio), señalan que al fin, esa es la actuación británica.
En el siglo XVIII, los británicos se mostraron tan fervientes en adquirir y explotar esclavos como lo hicieron posteriormente al tratar de erradicar la esclavitud; y durante mucho más tiempo aún practicaron formas de discriminación y segregación racial que hoy se consideran aborrecibles. Cuando la autoridad imperial era desafiada (en la India en 1857; en Jamaica en 1831 o 1865, y en Sudáfrica en 1899) la respuesta británica solía ser brutal. Cuando surgió la hambruna (en la Irlanda en la década de 1840, y en la India en la de 1870), su respuesta fue negligente, en cierta medida culpable. (Ferguson)
Y la negación del humanismo en la actuación británica queda manifiesta justamente en estas fechas cuando, mientras estaba llevando a cabo estas medidas, condenando a los antiguos esclavos a la indigencia con la entrega de parcelas de terreno ridículas, donde quienes antes trabajaban literalmente hasta morir, ahora estaban condenados a morir de inanición y sometidos a una minoría blanca que dominaba el poder de la isla, en 1839 iniciaba contra China la conocida como Guerra del opio, por la que consiguieron abrir los puertos chinos para el comercio de la droga.
Pero si esta motivación parece corta, es necesario señalar que el tráfico de esclavos continuaba realizándose desde África Central y Oriental a Arabia, Persia y la India. Ese tráfico, a pesar de las leyes, alcanzó unos niveles similares a los del tráfico atlántico, siendo que durante el siglo XIX, según señala Niall Ferguson, fueron traficados unos dos millones de africanos.
Pero en cualquier caso, la mano de obra seguía siendo necesaria en las colonias atlánticas; tan necesaria como antes, y para conseguirla, los métodos habían variado... pero sólo superficialmente.
El objetivo de tener mano de obra sin límite y sin obligaciones se hizo realidad con el aporte de una inmigración que tenía un gran parecido, si no físico, sí de condiciones laborales, con los esclavos ingleses transportados a las Antillas en el siglo XVII, pero probablemente en peores condiciones, ya que serían ellos mismos quienes se preocupasen de sus propias necesidades. Millones de personas de distintos orígenes, chinos, indios... se convertían en inmigrantes voluntarios que adquirían un estatuto de asalariado que era totalmente legal... y fraudulento. Personas que firmaban con la huella digital un contrato de trabajo que sólo tenía parangón con el Tratado de Waitangi, en Nueva Zelanda, donde las tribus ágrafas firmaron con Inglaterra un tratado que, para mayor escándalo no se correspondía lo escrito en inglés con lo escrito en maorí.
Entre la década de 1820 y 1920, cerca de 1,6 millones de indios dejaron la India para trabajar en las colonias del Caribe, África, en el océano Índico y el Pacífico, desde las plantaciones de caucho en Malasia hasta los ingenios azucareros de Fidji. Las condiciones en que viajaban y trabajaban a menudo eran tan malas como las que sufrieron los esclavos africanos hacía un siglo. Tampoco pudieron los mejores esfuerzos de los funcionarios como Machonochie conjurar las terribles hambrunas de 1876-1878 y 1899-1900. En efecto, en la primera la preferencia británica por la economía de laissez-faire empeoró las cosas. (Ferguson)
En 1861 dio comienzo la Guerra de secesión en los Estados Unidos, en la que el objetivo claramente marcado de los vencedores no era acabar con la esclavitud, cuyo objetivo no pasó ser un señuelo para reclutar soldados negros, sino para obtener el control del territorio, de sus recursos naturales y de su mercado.
Tan es así que tras la Guerra de secesión usense, en 1865, los hacenderos sureños se vieron obligados a abandonar sus haciendas, que fueron ocupadas por los blancos del norte, mientras los esclavos negros, ya libres, padecían la nueva situación en condiciones que en nada se apartaban de las que habían tenido hasta el momento.
En palabras de un periodista negro "A los esclavos los convirtieron en siervos de la tierra y los ataron a ella. En esto quedó la tan cacareada libertad del hombre negro a manos del yanqui". (Zinn 2005)
Y en la misma operación, el presidente Andrew Johnson anuló las leyes que ayudaban a los negros, a los que se mantenía sin derechos en el nuevo estatus de la Unión.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y al tiempo que Inglaterra pasaba a prohibir las cacerías de aborígenes australianos, que hasta el momento formaban parte de la fauna local, se produjo la descolonización, y la creación del concepto de Tercer Mundo.
Y en estos momentos del siglo XXI sabemos que el capitalismo continúa sacando sus máximos beneficios de la misma fuente aunque de formas diversas, pero igualmente subdesarrolladoras e inhumanas, de la que podemos citar multitud de muestras de entre las que nos limitamos a citar la obtención del coltan, cuyo asunto da para ser tratado aparte.
BIBLIOGRAFÍA
Donoso Anes, Rafael . El asiento de esclavos con Inglaterra (1713-1750). En Internet. http://www.armada.mde.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/52cuaderno/cap03.pdf Visita 2-4-2017
Ferguson, Niall. El Imperio británico. En Internet https://www.megustaleer.com.co/libros/el-imperio-britnico/MES-010902
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García Cantús, Dolores (2008) El tráfico de esclavos y la esclavitud a la base del surgimiento y desarrollo del sistema capitalista. En Internet https://revistas.ucm.es/index.php/ANQE/article/viewFile/ANQE0808110053A/3559 Visita 1-4-2017
Marx, Karl. (1847) Miseria de la filosofía. En Internet https://h1aboy.files.wordpress.com/2015/04/marx-miseria-de-la-filosofc3ada.pdf Visita 6-8-2019
Saco, José Antonio (1879) Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo. En Internet http://www.latinamericanstudies.org/book/Historia_de_la_esclavitud.pdf Visita 1-4-2017
Thomas, Hug. La trata de esclavos (1997). En Internet http://www.libroesoterico.com/biblioteca/Varios/140876316-Hugh-Thomas-La-trata-de-esclavos-1440-1870-1997.pdf Visita 2-4-2017
Vilar, Juan Bautista. (1970) España en Guinea ecuatorial. En Internet https://digitum.um.es/digitum/handle/10201/22006 Visita 6-8-2018
Zinn, Howard (2005) La otra Historia de los Estados Unidos. En Internet https://humanidades2historia.files.wordpress.com/2012/08/la-otra-historia-de-ee-uu-howard-zinn.pdf Visita 2-4-2017
Texto completo de "La esclavitud en Europa": https://www.cesareojarabo.es/2019/09/la-esclavitud-en-europa-texto-completo.html
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