Cesáreo Jarabo Jordán
ÍNDICE:
El tráfico de esclavos en la Edad Moderna......................... Pag. 2
La esclavitud en las colonias europeas................................ Pag. 17
La esclavitud y la piratería.................................................. Pag. 29
Los intereses británicos en la estructura esclavista............. Pag. 36
El color del esclavo............................................................. Pag. 46
El color del esclavista......................................................... Pag. 62
El trato del esclavo............................................................. Pag. 78
El movimiento abolicionista.............................................. Pag. 90
Inglaterra, abanderada del abolicionismo.......................... Pag. 111
El tráfico de esclavos en la Edad Moderna
A lo largo de los siglos, el tráfico de esclavos como fuente de mano de obra fue la realidad cotidiana de todos los pueblos, y en cualquier caso debe gozar de un trato diferenciado con relación a la esclavitud, dado que, a pesar de la evidente relación entre ellas, representan filosofías distintas, como también la concepción de la esclavitud tiene notables diferencias entre unos lugares y otros, entre unas culturas y otras culturas.
Una actividad económica que, centrándonos en la edad moderna representó la principal motivación de los piratas del Mediterráneo, que acabaron generando un negocio que dio lugar a importantes sociedades que se dedicaban al suministro de mano de obra esclava a lo largo de toda la cuenca, destacando con luz propia las que tenían base en Argel, en Túnez o en Trípoli, donde hay datos que señalan que, en cada una de ellas y a mediados del siglo XVII existían poblaciones esclavas que alcanzaban decenas de miles de personas.
Esa actividad no tardaría en trasladarse a las recientes tierras descubiertas al otro lado del Atlántico como consecuencia de dos circunstancias concurrentes: la prohibición de esclavizar a los indios y la debacle poblacional acaecida en el Caribe, lo que conllevó falta de mano de obra necesaria tanto para los trabajos de minería como para los trabajos agrícolas, que fue suplida con el aporte de mano de obra esclava africana, cuya importancia, en principio, no dejaba de ser relativa en lo económico, y normal en cuanto a los usos universalmente aceptados.
Es así como se dio inicio a una actividad que si en principio fue moderada en la España americana, acabaría conociendo crecimientos significativos a lo largo del siglo XVIII y muy especialmente en la Cuba del siglo XIX, justo en los momentos en que, estrictamente por intereses económicos de las potencias desarrolladoras de los nuevos métodos de explotación, se barajaba de forma decidida la abolición universal de las formas de esclavitud no remunerada conforme era conocida hasta el momento.
Es el caso que el aporte de población esclava africana a la España americana, en los primeros tiempos se limitaba a los siervos que acompañaban a los conquistadores, que en ocasiones también tuvieron esa misma consideración.
Posteriormente se incrementó el aporte con sucesivas expediciones de esclavos que llegaron a alcanzar una cifra que oscila entre los 200.000 y los 250.000, que arribaron a lo largo de un siglo, entre mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII para cubrir puestos de trabajo especialmente en México y Perú. Es de destacar que el incremento del tráfico tuvo especial significación entre 1580 y 1640, periodo en el que se perfeccionó la unidad nacional con la incorporación de Portugal, asunto que no es de menor importancia dado que justamente Portugal era la corona que más actividad de tráfico de esclavos estaba llevando a cabo.
No obstante, en ese mismo periodo se calcula que fueron comercializados con destino a América un total de esclavos africanos cuyo número no baja de los 800.000. La diferencia, esos 600.000, necesariamente fueron objeto del tráfico llevado a cabo por las potencias europeas. Además habría que sumar la cuota de esclavos que abastecía los mercados de África, tanto de la propia África negra como de la África musulmana, cuyas cifras parecen ser de gran importancia.
Pero las cifras totales del tráfico a América llevado a cabo hasta el siglo XIX, donde Cuba acabó absorbiendo cerca de 900.000 esclavos, son muy superiores. Se habla de un total que ronda los trece millones de personas; mujeres, niños… y decididamente de forma más que significativa, hombres, ya que los dos primeros grupos eran especialmente codiciados por los esclavistas africanos, únicos proveedores de los traficantes, y cuyo precio los hacía prohibitivos. Lógicamente, el destino final de los mismos fue mayoritariamente a las colonias europeas y a Brasil.
En cuanto al número de esclavos, un estudio de 1998 realizado por John Iliffe en su obra “África historia de un continente”, que obvia el número de ingleses e irlandeses que sufrieron ese mismo destino, señala que el número de africanos esclavizados que atravesaron el Atlántico, es el siguiente:
Periodo Número de esclavos
1601-1700 1.868.000
1701-1800 6.133.000
1801-1900 3.330.000
Total 11.698.000
Fue a partir de mediados del siglo XVI, cuando el interés de portugueses, holandeses e ingleses, se fue centrando en el tráfico de esclavos, que alcanzó una cifra global difícil de determinar.
Pero pasemos a ver las etapas que conoció este tráfico humano.
Desde la segunda mitad del siglo XV, y como consecuencia de la caída de Constantinopla en poder de los turcos, a cuya circunstancia se unió el hecho de haber acabado la reconquista en su ámbito de influencia, Portugal se abrió al mar y cubrió las necesidades de mano de obra cerradas en Constantinopla con el aporte de mano de obra esclava procedente de África. Hasta el siglo XVI crearía asentamientos en África desde donde supliría el mercado que hasta la fecha había sido suministrado por el oriente mediterráneo.
Así, se puede señalar el año 1441, cuando en las costas del Sahara Anton Gonçalvez capturó 12 esclavos negros de religión musulmana y los llevó a Lisboa como el inicio del comercio organizado de esclavos negros. Ese mismo año se fundó la Compañía de Lagos, a la que seguiría la Compañía de Arguin, que en 1450 llevaría a Portugal una primera remesa de doscientos esclavos. Su actuación, que llegarían a traficar unos 2000 esclavos anualmente, siendo que en su mayoría eran vendidos en Europa y en otros lugares de la propia África, particularmente en Ghana, donde los locales se mostraban ávidos por la compra.
En 1431 tuvo lugar la firma del Tratado de Alcaçovas entre Juan I de Portugal y Juan II de Castilla. Los reinos hispánicos se repartirían la influencia atlántica, siendo que Castilla se veía vetada a navegar al sur de las Islas Canarias.
En 1471 Portugal descubre la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y Gabón; en 1482 el río Congo, y en 1486 el cabo de Nueva Esperanza. En esta última expedición participó Bartolomé Colón, y probablemente también Cristóbal Colón.
Tras el descubrimiento de América, el Papa libró la bula Inter Caetera, por la que la influencia en América quedaba asignada a Castilla y el de Asia a Portugal.
El tratado de Alcaçovas sería actualizado en Tordesillas el siete de Junio de 1494, cuando se determinó:
Que se haga é señale por el dicho mar Océano una raya, ó línea derecha de polo á polo, convien á saber, del polo ártico al polo antartico, que es de Norte á Sul, la qual raya ó línea se aya de dar, é dé derecha, como dicho es, á trecientas é setenta leguas de las islas del Cabo Verde, hacia la parte del Poniente.
Este Tratado impedía a las naves castellanas y aragonesas comerciar con la costa africana.
A esta situación, las potencias europeas asistían con gran intranquilidad, desarrollando una literatura en la que hacían especial hincapié en las riquezas, especialmente de oro y plata, que suponían existentes en América. Incapaces de llevar a cabo una actuación similar a la emprendida por las Españas, optaron por las actuaciones ilegales, pues conforme señala Niall Ferguson, lo mejor que podían hacer era explotar las habilidades de sus marinos para robar a los barcos y asentamientos españoles.
Es el caso que todas las sociedades a lo largo de la Historia se han visto involucradas en el esclavismo. España también, por lo que para el caso es necesario determinar las condiciones de la misma en cada caso y la consideración que también en cada caso tenía (o tiene) el esclavo.
Siendo así, y siendo que la Edad Moderna es de claro predominio hispánico resulta curioso detectar que la actuación de España en ese periodo y en ese asunto puede ser considerada de francamente modesta, cuando no marginal.
En efecto, en ese periodo todas las potencias europeas, como en otros ámbitos de influencia otras potencias, estaban involucradas en mayor o menor medida en el tráfico. Desde el principio y hasta al final de la trata negrera con destino primero a Europa y luego a América hubo portugueses, pero serían los ingleses quienes convertirían la trata en escandalosa, siendo que desde mediado el siglo XVII y todo el siglo XVIII el tráfico por ellos realizado puede calificarse casi de hegemónico, seguidos en la labor por holandeses y por franceses, tras los cuales y en periodos concretos, encontramos suecos, daneses, alemanes, usenses... y encriptados en ocasiones de forma oculta y en otras de forma manifiesta, judíos, con intereses de primerísimo orden en las compañías las Indias Occidentales y Orientales.
Esas cotas de escándalo tenían su justificación en la mentalidad de la cultura protestante, que suponía descendientes de Cam, de quién habrían heredado los vicios que al fin señalarían como justa su esclavización.
Pero la esclavitud, era una práctica universalmente admitida. Estamos hablando de la iniciada por Portugal en el siglo XV con esclavos procedentes del África negra. En ese periodo, y durante el periodo de tráfico que permanecería vigente hasta mediado el siglo XIX, el aporte de esclavos recibido por la España americana estuvo en porcentajes cercanos al 100% en manos de traficantes europeos, siendo que hubo traficantes españoles en los primeros años del siglo XV y a partir de mediado el siglo XVIII.
Es el caso que esa práctica universal tiene una clara señal que si en España, en los primeros años del siglo XV se centraba más en esclavos árabes, en el resto de la cuenca mediterránea estaba más que presente con otras características.
Así, girando la vista hacia el mundo árabe hay que señalar que el componente de esclavos negros era creciente conforme avanzamos norte sur del continente africano, existiendo un comercio de esclavos muy activo con destino al Golfo Pérsico.
Pero al norte del continente africano, la raza de los esclavos era predominantemente europea, siendo que durante los siglos XVI y XVII la afluencia de esclavos procedentes de Europa con destino a los mercados de esclavos del norte de África fue muy superior a la que se produjo desde África a América y a Europa.
Algunos de estos esclavos fueron rescatados por las órdenes religiosas dedicadas a este fin, mediante el pago de rescate, pero la mayoría fue destinada a trabajos forzados en África del Norte o como esclavos en las galeras.
Las expediciones llevadas a cabo por las potencias musulmanas centraban su actuación en España, pero no limitaban su actuación a este ámbito territorial, habiendo llegado incluso hasta las costas de Inglaterra.
El negocio era sin lugar a dudas rentable, produciéndose actuaciones de una gran envergadura, entre las que destaca el asalto llevado a cabo el año 1554 en Vieste, en la costa del Adriático, donde llegaron a secuestrar a cerca de seis mil personas que fueron irremisiblemente reducidas a esclavitud.
Dos años más tarde, en 1556, sería la costa granadina la que conociese la réplica de Vieste. En esta ocasión la cifra superó los tres mil secuestrados.
Ciertamente la de Vieste y la de Granada fueron operaciones singulares, pero la escalofriante cifra de capturas no es única si sumamos las capturas llevadas a cabo en cortos periodos; con una circunstancia a tener en cuenta: la singularidad de estas acciones nos señala que por cada una de ellas había multitud de incursiones con un resultado menos exitoso pero que en conjunto tenía una gran importancia. Así, diez años antes del asalto a Vieste, fue Nápoles quién sufrió no una sino varias incursiones exitosas. En el curso del año 1544, esclavistas argelinos llegaron a acumular un total de unas 7.000 capturas, siendo que lo éxito del negocio propició que en los mercados de esclavos de Argel el precio de un esclavo cristiano equivaliese al precio de una cebolla.
Pero al fin el tráfico, en comparación con lo que vendría después no pasaba de ser algo testimonial. Serían los traficantes ingleses, quienes con la figura del pirata John Hawkins, entre 1562 y 1569 inaugurarían la etapa del tráfico ilegal con destino a las Antillas.
Se calcula que durante el siglo XVI fueron remitidos a América cerca de 200.000 esclavos negros. No sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando el tráfico comenzase a tener entidad, al compás de los asentamientos británicos y holandeses en el Caribe.
La evolución de esta situación conoce varias etapas.
Ivana Elbl divide la etapa formativa de la trata negrera atlántica en seis fases. En la primera, que arranca en 1450 y se prolonga hasta 1464, portugueses y castellanos desplegaron un limitado comercio marítimo en las costas mauritanas y senegambianas. Desde 1465 y hasta 1479, el tráfico de esclavos se extendió hacia el resto de la Alta Guinea, comprendiendo los ríos de Guinea, Sierra Leona y la Costa de la Grana. Durante aquellos años, el volumen de exportaciones estuvo condicionado por ciertas disrupciones atribuibles a la política de la corona portuguesa, y por los saqueos y pillajes derivados de la guerra con Castilla por el control de Guinea. La tercera fase, entre 1480 y 1499, coincide con los ‘buenos años’ mencionados por Duarte Pacheco Pereira en el Esmeraldo de situ orbis, marcados por el restablecimiento del control portugués sobre la costa occidental africana, la expansión de los contactos comerciales en la Alta Guinea y la consolidación de otros nuevos en el golfo de Guinea. Entre 1500 y 1509 se dio un lento pero continuo crecimiento en la exportación de esclavos de la Alta Guinea y del golfo de Guinea, mientras que el control monárquico sobre el tráfico de esclavos en Arguin se vio erosionado. En los años que van de 1510 a 1515, el tráfico privado experimentó un fuerte incremento, especialmente en la Alta Guinea, mientras que el volumen de exportaciones en Arguin aumentó con fuerza. Finalmente, entre 1516 y 1521, la corona recuperó el control sobre Arguin, se incrementó exponencialmente el tráfico en el golfo de Guinea y se produjo un acusado, aunque temporal, descenso de las exportaciones desde la Alta Guinea. (Armenteros 2012: 245-246)
En 1502 Nicolás de Ovando obtuvo permiso para trasladar negros a La Española, pero no serían llevados desde África, sino que ya estaban sometidos a esclavitud en la península. Eran pequeñas expediciones que podían estar compuesta por un solo miembro; así, Germán Santana nos indica en su trabajo sobre La Casa de Contratación que el mismo año 1502 embarca un esclavo propiedad de Juan de Córdoba con destino a La Española.
Estos envíos de esclavos estuvieron controlados desde 1503 por la recientemente creada Casa de Contratación, que sería la encargada de controlar todo tipo de tráfico interoceánico, y fueron previos a la adjudicación de licencias, siendo que la primera está fechada en 1510, año en que empezaría la errática marcha del sistema. En 1524 la casa de Contratación pasaría a depender del recientemente creado Consejo de Indias.
Un hecho económico que repercutiría en el tráfico sería la introducción del cultivo de la caña de azúcar en La Española el año 1505.
Parece que esta circunstancia debió ser determinante para la adjudicación de licencias que como queda señalado se inició el año 1510, y cuyo objeto era suministrar mano de obra a los colonos, que a partir de 1511 fueron autorizados trasladarse a las nuevas tierras.
En esta época el aporte de mano esclava procedía de individuos residentes en la península, y para facilitar la labor de la Casa de Contratación, se estipuló que los nuevamente procedentes de África debían pasar primero por Sevilla, medida que acabó suprimiéndose por el alto coste que representaba.
En 1516 era prohibido el tránsito de esclavos por orden del Cardenal Cisneros, orden que tardaría poco en ser derogada por el joven rey Carlos I que, a instancias de Fray Bartolomé de las Casas, el 18 de agosto de 1518 concedió licencia a Lorenzo de Garrevod, consejero flamenco que rápidamente la vendió a traficantes italianos que en 1528 las transfirieron a Enrique Eynger y Jerónimo Sayller, para introducir en las Indias 4.000 esclavos negros que fueron distribuidos entre Cuba, Jamaica, Puerto Rico y La Española.
Mal empezaba, ninguneando el decreto por el que su abuela, Isabel I de Castilla abolía la esclavitud. Pero como demostraría con el tiempo, no fue iniciativa suya, sino de Chevres y los demás trepas flamencos.
Pero las circunstancias se aliaban con el esclavismo. Los indios adquirieron personalidad jurídica que se vieron confirmadas y ampliadas por las Leyes Nuevas de 1542. Eran súbditos de la corona con los derechos inherentes de derecho a la vida, de libertad y de propiedad, por lo que prestaban sus servicios, en principio a voluntad y luego en régimen de encomienda.
Pero en 1518 y 1519 se produjo una dramática epidemia de viruelas en el Caribe que diezmó la población, tanto de naturales como de españoles, pero que no afectó a la población negra, que si es inmune a la fiebre amarilla también parece más resistente a la viruela. Este hecho aceleró el aumento de la población negra.
La situación creada por las enfermedades hizo que creciese el aporte de esclavos africanos, pero hay que decir que, a pesar de ello, el tráfico de esclavos a lo largo del siglo XVI, fue muy modesto.
En 1533 el adelantado Francisco de Montejo obtuvo una licencia para introducir cien esclavos de los dos sexos a su gobernación de Yucatán, y en 1535 Rodrigo de Albornoz, contador de la Nueva España, obtuvo una licencia para introducir una cantidad semejante de esclavos, de los cuales un tercio eran mujeres. Pocos años después de la Conquista, Hernán Cortés –marqués del Valle de Oaxaca– celebró un contrato con el tratante genovés Leonardo Lomelí para introducir quinientos esclavos destinados a las haciendas del marquesado. En 1544, el Ayuntamiento de la Ciudad de México pidió y obtuvo licencia para introducir tres mil esclavos destinados al servicio de minas. Entre 1580 y 1650, se incrementó el comercio de personas esclavizadas provenientes de África occidental y oriental, de las grandes regiones de Senegambia, Guinea y Mozambique y especialmente de África central: el Congo y Angola. (Velázquez 2012: 62)
La errática marcha de España en lo tocante al tráfico hace que el año 1595 aparezca de forma señalada, ya que en este año, cuando la corona portuguesa estaba bajo el reinado de Felipe II de España, fue concedido asiento a Pedro Gómez de Reynel para transportar 38.000 negros.
Así, en esta época se desarrolló el mercado de esclavos en Buenos Aires, lugar de arribada desde donde se distribuían a los puntos de destino, que abarcarían desde el Perú hasta Chile, atendiendo las demandas, especialmente de Potosí. Pero en general, la tónica mantenida en España hasta finales del siglo XVIII se mantendría en los conocidos como «asientos», por los cuales se autorizaba a que terceros países introdujesen esclavos en América.
Así, hasta 1640, la principal mercancía que llegaba al puerto de Buenos Aires era la «madera de ébano», siendo que, por las condiciones de la legislación española, por la actividad del comercio ilícito de los piratas y por la connivencia de las autoridades locales, el porcentaje de esclavos que arribó ilegalmente a Buenos Aires fue cercano al 100%.
Pero el lugar donde más esclavos llegaban durante la etapa del asiento portugués era al puerto de Cartagena de Indias, donde nos señala Ildefonso Gutiérrez llega un promedio mensual de unos 350 esclavos, con una punta de 1273 en febrero de 1601. Cifras que, por los datos obtenidos, no serían alcanzadas en lo sucesivo.
La Compañía Real de Guinea llegó a contabilizar 800 esclavos ingresados en sólo el mes de febrero de 1703; aunque los promedios mensuales fueron mucho más bajos. La que logró evitar el hacinamiento con una organización más racional en las importaciones fue la Compañía Inglesa. Merced a una comunicación constante con Jamaica, que era el puerto de distribución, y la regularidad en el envío de sus navíos no excedió de los 400 esclavos en ningún mes. (Gutiérrez, Ildefonso: 202)
Pero esta actividad dentro de la Corona Hispánica quedaría truncada en 1640, como consecuencia de la separación de Portugal, no llegando a existir ninguna expedición hasta 1651.
En Brasil, los esclavistas dieron lugar a la actuación de los conocidos como «bandeirantes», que hacían incursiones en busca de esclavos indios. A ellos se enfrentarían en orden militar los principales afectados por la medida, los guaraníes, que recibieron formación militar y armas por parte del ejército español, de forma que pudieron enfrentarse a los bandeirantes de forma exitosa.
Pero en cualquier caso, hasta la guerra de separación de Portugal, el tráfico atlántico de esclavos seguía teniendo una importancia menor. Fue sin embargo, a partir de este momento cuando adquirió especial importancia.
Inglaterra, que había fomentado la sublevación de Portugal, como en las mismas fechas había hecho lo mismo en Cataluña, aprovechó la situación para desarrollar en toda su potencia el tráfico en un momento en el que la situación de España no era la del siglo XVI.
A partir de mediados del siglo XVII ingleses, franceses y holandeses consiguieron sus primeros objetivos en su lucha contra España. No fue sólo la Guerra de Cataluña ni la de Portugal, ni tan siquiera la pérdida del Rosellón en el Tratado de los Pirineos. También en el Caribe comenzaron a ocupar primero aquellas islas que España desatendía, para a continuación acometer mayores empresas, al tiempo que la piratería, ciertamente sin el éxito que deseaban estas potencias al que sin embargo nos tiene acostumbrados la propaganda.
En las islas que iban ocupando, en principio sin valor productivo, comenzaron la instalación de plantaciones de azúcar, que necesariamente serían atendidas por esclavos africanos al haber fracasado su funcionamiento con los esclavos blancos tomados en la misma Inglaterra, que no sobrevivían en un clima que les resultaba adverso.
Fue esta circunstancia la que posibilitó que Inglaterra, Francia y Holanda creasen un inmenso tráfico de África al Caribe que acabaría trasegando millones de personas que se concentraron en una serie de islas que, como Jamaica (bajo poder inglés desde 1655, acabasen teniendo una población de raza negra cercana al 100%.
Con el establecimiento de las haciendas azucareras en las Antillas, las cafeteras en Brasil y las algodoneras en el sur de los EEUU, el tráfico de esclavos se constituyó en uno de los negocios más fructíferos del Viejo Mundo. Portugal, Holanda, Francia y fundamentalmente Inglaterra armaron barcos negreros para el cruce del Atlántico. España no tuvo flota propia pero aprovechó las ajenas, que actuaron en forma legal o contrabandeando con el compromiso o la “vista gorda” de las autoridades americanas, especialmente a partir del descubrimiento de las minas de plata de Potosí. (Ceruti)
Por su parte, en los años finales del siglo XVI, los holandeses arrebataron en el Congo posiciones a los portugueses, desde donde remitirían remesas de esclavos especialmente destinados a las colonias francesas e inglesas del Caribe, cuya distribución la realizarían desde la isla de Curasao, que había sido conquistada en 1634 por Joanes Van Balbeque, de la Compañía de las Indias Occidentales, compañía del fomento de la piratería controlada por judíos sefardíes. Desde esta pequeña isla se dedicarían, además de al cultivo de la caña con mano de obra esclava, al contrabando de esclavos a toda la zona, en especial a Bermudas, que habían sido ocupadas por Inglaterra en 1612.
En 1595 Los holandeses envían su primera expedición a Guinea y en 1612 los ingleses se establecen en las Bermudas. Es en este periodo cuando se observa un importante incremento en el tráfico, que conocería varios periodos coincidentes con hechos de envergadura histórica, con hitos en 1640, año de la separación de Portugal de la Corona Hispánica y 1700, inicio de la Guerra de Sucesión y posterior Tratado de Utrecht en 1714. En 1642 Francia introduce esclavos africanos en la Martinica.
Uno de los motivos que dieron ocasión a la guerra de Sucesión española, es sin duda el control del tráfico de esclavos. España, descabezada y destinada a ser comparsa de intereses ajenos, sería el campo de batalla en el que las potencias emergentes, esclavistas, y ávidas de llevar a término la venganza sobre quién había evitado su expansionismo depredador, dirimirían la cuestión en qué nación tendría el asiento, con el añadido de poder desarrollar esas mismas acciones esclavistas en los inmensos territorios de la Corona Hispánica.
Es en estos momentos cuando el tráfico, en manos de ingleses, franceses y holandeses, alcanzaría cotas de escándalo que se mantendrían vigentes hasta que los intereses comerciales determinaron la abolición de este tipo de esclavitud para dar paso a la nueva esclavitud basada en el salario. En este periodo se desarrolló un tráfico que hasta la supresión de la esclavitud conforme era entendida hasta el momento, llegaron a cruzar el Atlántico las cuatro quintas partes del total de esclavos enviados en todo el periodo de la trata.
Con el posicionamiento de los holandeses llevado a cabo en Angola el año 1641, a partir de 1645 Portugal desplazó su captura de esclavos en las costas de Mozambique, de donde hizo sus más importantes sacas a partir del siglo XVIII, cuando las relaciones comerciales de la zona dependían casi en exclusiva del tráfico de seres humanos que cubrían la demanda no solo de América, sino también de las costas del Índico.
En breve, Inglaterra dominó el tráfico negrero, alcanzando cuotas que superaban ampliamente el cincuenta por ciento, con una flota esclavista que, sólo en Liverpool, superaba las cien embarcaciones, que aprovechaban el espacio útil de forma que el habitáculo que ocupaba un esclavo consistía en un espacio de 180 cm de largo por sesenta de ancho.
Unas cotas y unas condiciones de escándalo que movieron ingente cantidad de recursos y produjeron pingües beneficios que tenían reflejo en las construcciones que los traficantes levantaban en sus lugares de origen. Ciudades como Londres, Roterdam, Bristol, Liverpul, Nantes o Burdeos desarrollaron una arquitectura esplendorosa con los beneficios obtenidos de la trata.
Muchas otras pequeñas ciudades marítimas británicas entraron también en el negocio. Todos los puertos de Devon, tan heroicos en tiempos de la reina Isabel I, como Barnstaple, Bideford, y Plymouth enviaron uno o dos barcos de esclavos en los años siguientes, lo mismo que Lyme Regis y Poole, Dartmouth y Falmouth, Exeter y su vecino Topsham, Portsmouth y Weymouth, por no hablar de Berwick y Whitehaven, ni de Lancaster y Deal. (Thomas 1997: 203)
No era de menor entidad la casa de Pero López Martínez, que subsiste hoy en Sevilla, o la de la familia Vernon en Newport, o la de Philip Livingston en Nueva York, como nos recuerda Hug Thomas.
Hemos señalado dos puntos de inflexión: La separación de Portugal y la Guerra de Sucesión tras la muerte de Carlos II. En ambos casos, el tráfico atlántico se incrementó, y en ambos casos era Inglaterra la abanderada del tráfico, y sus colonias, las principales destinatarias de su mercancía, destinando una pequeña parte para reexportarla a la España americana.
Durante ese periodo, en 1651, cincuenta y seis años después del asiento de Gómez Reynel, la Corona española pasaba a conceder nuevos asientos, cuyos principales destinatarios serían Juan Rodrigo Calderón, Juan de Salcedo y Jacinto Núñez de Loarca, que al fin no serían sino un refuerzo al tráfico llevado a cabo por holandeses e ingleses.
Pero esta actividad, además de lo impropio que por tradición era para España, se vio mermada, a pesar de la formalización del asiento de 1651 por la situación de guerra existente con Francia; una guerra que con unas y otras características se desarrolló entre 1635 y 1659.
En 1662, Domingo Grillo y Ambrosio Lomelfn. Tuvieron derecho de asiento por siete años, periodo en el que llegó a transportar hasta 24.000 esclavos, y en 1664 los traficantes Antonio García y Sebastián Siliceo, obtuvieron el derecho de asiento por cinco años, en cuyo periodo debían transportar en conjunto 40.000 esclavos, pero finalmente no se llevó a efecto, y en 1682 el asiento se convino por cinco años con los gaditanos Juan Barroso del Pozo y Nicolás Pordo, que también quebraron, siendo transferido el asiento a Baltasar Coymans en 1685.
En 1692 el asiento estaría a cargo del venezolano Bernardo Francisco Martin de Guzmán, y en 1695, la Compañía de Cachu, francesa accedía al asiento para pasar 4.000 esclavos anuales.
Cuatro años después, la Compañía Portuguesa de Guinea sería la beneficiaria hasta 1702, pero con la llegada de Felipe V, en 1701 el asiento fue adjudicado por diez años a Francia, quienes tampoco concluyeron la concesión dada a la Compañía Francesa de Guinea al haber sido concedido el asiento, como consecuencia de la Paz de Utrecht, a Inglaterra, el 16 de marzo de 1713, que lo materializó con la Compañía Inglesa del Mar del Sur.
El convenio de 1701 reconoció a la Compañía de Guinea el monopolio de la introducción de mano de obra africana en las colonias españolas en el Caribe y en parte del continente.
Esa suerte de empresa capitalista de primera generación prometió expedir cuatro mil 800 esclavos cada año, durante una década, desde cualquier punto de África occidental, hacia Veracruz, Cumaná, Portobelo, La Habana y Cartagena de Indias. (Soto)
En conjunto, la actividad de los esclavistas españoles no pasaba de ser un pequeño porcentaje en el total del tráfico.
En estas fechas, el control de la saca de esclavos en el Golfo de Guinea estaba en manos de Holanda, que en 1662 abandonó sus aspiraciones en la costa brasileña para dedicarse más a África.
Pero el campeón de los traficantes era sin lugar a dudas Inglaterra, que si para 1700 era la primera potencia, no sólo esclavista sino también traficante. Debe tenerse en cuenta que al acabar el siglo XVI, mientras en Brasil había aproximadamente medio millón de negros, en el Caribe no hispánico se concentraba un número similar, siendo que no se puede comparar la extensión de cada uno de los territorios. El total de negros residentes en la España americana, cuyas dimensiones tampoco pueden ser comparadas, estaba en torno a los 400.000, siendo que un muy alto porcentaje de los mismos, aun habiendo llegado con la condición de esclavos, estaban manumitidos.
El verdadero movimiento de esclavos hacia Latinoamérica fue un fenómeno posterior a 1700. Menos de un cuarto del total de sus inmigrantes africanos habían llegado a cada una de las regiones ibéricas con anterioridad a esa fecha. (Klein 1993: 10)
El total de esclavos existentes en las colonias británicas del continente no llegaba a los 10.000. Diez años más tarde la cifra se había multiplicado por cinco… y en 1776 eran ya más de quinientos mil, un quinto de la población total… Y los indios, exterminados.
En 1713, y como consecuencia del Tratado de Utrecht se convirtió prácticamente en monopolista del tráfico.
Un desfile de antorchas a través de Londres acogió la noticia de la concesión. Se creía que habían vuelto los días de prosperidad. Ya se preveía esto en el discurso al Parlamento de la reina Ana del 6 de junio de 1712: «Hemos insistido y obtenido que el asiento o contrato para proveer de negros a las Indias occidentales españolas se hiciera con nosotros por treinta años. (Thomas 1997: 234)
Viéndose España sometida al cumplimiento de los objetivos que le eran marcados, en concreto en el tema que nos ocupa, se vio abocada a la creación de almacenes para la recepción, clasificación, control sanitario, y todos los trámites relacionados con los esclavos, que con el nombre de «factorías» creó en los puertos de Cartagena, Veracruz, Panamá, Portobelo, Campeche, La Habana, Caracas y Buenos Aires, siendo que todas ellas estarían supervisadas por agentes británicos desplazados al efecto.
Es en estos momentos cuando se incrementa el tráfico de esclavos a la España americana. Su origen, Congo, Gambia, Sierra Leona, aunque nunca se sabrá el origen de los mismos, ya que llegaban a estos puntos después de haber sido esclavizados en el interior de África por esclavistas negros que los llevaban a los puntos de embarque, donde eran intercambiados por armas, herramientas, utensilios varios y chucherías.
Hacia la década de 1720, América Latina importaba 20.000 esclavos al año, cantidad que mantuvo bastante estable hasta la primera década del nuevo siglo. En la década de 1810, sin embargo la cifra se duplicó a más de 50.000 al año y llegó a su pico en la década de 1830, con más de 54.000 esclavos al año. (Klein 1993: 10)
Pero la labor no terminaba ahí. Así, en 1715, Inglaterra instala en La Habana la primera factoría dedicada a la entrada y venta de esclavos en la isla. Su titular: Ricardo O'Farril, y en la década de 1720 a 1730, son transportados grandes cargamentos de negros a Minas Gerais, en Brasil, donde los intereses británicos eran prioritarios. No en vano Portugal había caído en la órbita británica en 1640, setenta y tres años antes del Tratado de Utrecht.
Cierto que Inglaterra no estaba sola en la labor. Señala Hugh Thomas que en el último decenio del XVIII, un quince por ciento de su flota estaba destinada al comercio con Guinea, y casi todos esos buques transportaban esclavos, pero también permitía que franceses y holandeses participasen activamente sacando esclavos de Nigeria y de Senegambia, y Portugal, bajo la órbita de Inglaterra, creó la Compañía de Corisco, que operaba en el Golfo de Guinea. En total llegaron a crearse en la costa africana cuarenta y tres instalaciones o factorías de recepción de esclavos.
Francia tenía su centro de trata en Nantes, desde donde envió unos ochocientos navíos negreros entre 1725 y 1789, siendo que del puerto de Nantes, y a lo largo de todo el siglo XVIII, según señala Hugh Thomas, partieron más de mil cuatrocientas expediciones de la trata, en franca competencia con Liverpul.
Los desembarcos de la trata francesa se concentraron principalmente en el periodo comprendido entre 1725 y 1800: en estos años más de cuatro de cada cinco cautivos africanos fueron enviados al Caribe francés en la era esclavista. (Morgan 2017: 49)
En la década de los 50 del siglo XVIII, la Compañía Real de la Habana que había sido constituida en 1740, tomó el encargo del tráfico al haber llegado a su fin la licencia de la Compañía de los Mares del Sur, y en 1765 fue suplida por la Compañía Gaditana de Negros, que con naves de bandera y tripulación francesa e inglesa intentó llevar a cargo la labor, pero el negocio acabó siendo ruinoso a pesar que en 1777, con el Tratado de San Ildefonso España adquiere Fernando Poo con el fin de establecer una factoría negrera, que no llegó a formalizarse. La Compañía Gaditana de Negros fue disuelta el año 1779.
Finalmente este mismo año, el mismo de la Revolución Francesa, España liberalizó, en principio por dos años, el comercio negrero para españoles y para extranjeros. El plazo se iría ampliando hasta que fue totalmente liberalizado mediante Real Decreto de 23 de enero de 1800.
El desarrollo de la guerra de independencia usense, que tuvo lugar entre 1775 y 1783, tuvo algo que ver en el desarrollo de la trata no británica. Como consecuencia de ese enfrentamiento, Inglaterra transportó menos de doscientos mil esclavos, cifra menor a la de los años sesenta, siendo superada por el tráfico francés, que transportó casi trescientos mil en esas mismas fechas.
En los diez años entre 1780 y 1790 se transportaron al menos setecientos cincuenta mil esclavos a través del Atlántico, de los cuales unos trescientos veinticinco mil acaso por Gran Bretaña, con Liverpool, como siempre, el puerto dominante. Cierto es que Newport, en Rhode Island, arruinada por la larga ocupación británica durante la revolución, ya no figuraba como primer puerto negrero de Estados Unidos, pero ocuparon su lugar los cercanos Bristol y Providence, también en Rhode Island, así como Boston y Salem en Massachusetts, por no mencionar Filadelfia y Charleston. En los años ochenta unos cuarenta barcos al año zarpaban desde Estados Unidos hacia África; una minucia comparada con Europa pero que parecía un buen principio para el comercio independiente. (Thomas 1997: 283)
Las actividades inglesas en Cuba, especialmente intensas desde la toma de La Habana en agosto de 1762 llevarían a presentar como necesidad imperiosa la importación de mano de obra esclava a la isla. Cierto que los ejércitos ingleses abandonaron la isla, pero no hizo lo mismo el ejército de mercaderes, que si en la década de 1720 había iniciado su particular colonización, ya no la abandonarían nunca.
Así, la compañía Baker and Dawson fue la beneficiaria de la apertura a la actividad esclavista en la isla, mientras otra compañía inglesa, la Tarleton and Co., suministraba otros mercados.
A pesar de todo, según señala Hugh Thomas, mientras en Cuba había 50.000 esclavos en 1787, en las islas inglesas había 450.000. El mercado de esclavos, evidentemente, y con el control efectivo llevado por los traficantes ingleses, estaba condenado a desarrollarse espectacularmente en Cuba, donde además intentaban abrirse una brecha de mercado traficantes ingleses, franceses, suecos y daneses.
Esta situación, auspiciada por las demandas de los terratenientes, propició que el 28 de febrero de 1789 fuese proclamada Real Cédula concediendo libertad para el comercio de negros con las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, y Puerto Cabello en la Provincia de Caracas, a españoles y extranjeros.
Los Españoles, y los Extrangeros, que por tiempo de dos años llevaren Negros á las expresadas Islas, y Provincia de Caracas para traficar con ellos, los podrán vender libremente á los precios que concierten con los compradores, sin que por parte del Ministerio Real, ni Municipal se les ponga tasa alguna: ni en este asunto tendrá más intervención, que la de estar á la mira para evitar el contrabando, y zelar que los Negros sean de buenas castas y calidades. (Real cédula 1789)
Si bien la Real Cédula liberalizó la trata negrera en buena parte de la América española, lo hacía por un plazo de dos años, al cabo de los cuales se prorrogó por seis años más.
Merced a esta situación, no tardaron los traficantes usenses (con alto porcentaje de ingleses que por la legislación inglesa ya no podían operar) en hacerse con el control, dedicando a la misma varias decenas de embarcaciones. No es de extrañar este hecho dado que por estas fechas Estados Unidos estaba tomando el relevo a Inglaterra en el tráfico, como consecuencia de la política inglesa que estaba cambiando el modo de esclavizar y al tiempo que gestaba una legislación para combatir el tráfico, estaba utilizando sus buques esclavistas para trasladar a Australia y Nueva Zelanda a sus propios excedentes de población que estaban resultando crecientes como consecuencia de la Revolución Industrial.
Es también a partir de 1789, cuando el negocio de la esclavitud entra de lleno en el mercado español, en Cuba, si, y en Buenos Aires, Cádiz, Barcelona y Santander, donde, como estaba sucediendo en Inglaterra, los beneficios se destinaron a inversiones de todo tipo, dando lugar a modificaciones urbanísticas como el ensanche en Barcelona.
En esta época comenzaron a realizar trata algunas embarcaciones cubanas, siendo El Cometa la que inició esta actividad el año 1792.
Un barco al mando de Luis Beltrán Gonet compró ciento veintitrés esclavos en el río Senegal. En 1802, José Mada Ormazábal, por cuenta de Francisco Ignacio de Azcárate, un mercader vasco establecido en La Habana, viajó a África en la goleta Dolores y trajo ciento veintidós esclavos, en un viaje de cincuenta y ocho días, con una ganancia del setenta y cinco por ciento. Este comercio directo era todavía técnicamente ilegal, y varios de los capitanes, tripulaciones y financieros no eran españoles, pero en 1804 el gobierno español cambió de parecer. Permitió, por un plazo de doce años, que cualquier súbdito español importara esclavos de África libres de toda clase de impuestos. (Thomas 1997: 538)
Se calcula que entre 1790 y 1810 fueron introducidos en Cuba más de 150.000 esclavos, siendo reflejo de la actividad esclavista de los Estados Unidos que, conforme señala Hugh Thomas, en esas fechas llegó a introducir en sus territorios la mitad del total de la trata desde el siglo XVII hasta su definitiva supresión en 1864, cuando el Senado de los Estados Unidos adoptó la Decimotercera Enmienda, que declaraba el fin de la esclavitud.
Es necesario señalar que semejante aporte se produjo siendo que en 1804 los Estados Unidos de América habían prohibido sobre el papel la importación de esclavos, lo cual no impidió que se cumpliese lo que queda señalado, y que el tráfico ilegal que se producía en Cuba y Puerto Rico, se llevase a término con la decidida participación naviera y financiera usense de los estados abolicionistas.
El tráfico alcanzó tal nivel que en los Estados Unidos, que a principios del siglo XIX era negra la mitad de la población de Maryland, Virginia y Carolinas, y en 1768 en Jamaica sólo uno de cada diez habitantes era blanco. Un tráfico que también tenía reflejo en Cuba.
En los nueve meses de 1807 de los cuales sobreviven registros, treinta y cinco buques norteamericanos entraron en el puerto de La Habana, de un total de treinta y siete que fondearon allí (los otros dos eran, oficialmente, daneses). (Thomas 1997: 566)
En cuanto al resto de la España americana, que si había tenido esclavos había tenido también un elevadísimo porcentaje de manumisiones, es preciso señalar que en 1810, cuando Miguel Hidalgo proclamaba la abolición de la esclavitud en México, el diez por ciento de la población mexicana estaba compuesta por negros o mulatos, y la mayoría eran libres; ese mismo año, Chile tenía una población negra de cinco mil individuos, en gran parte manumisos... Donde únicamente existía un número significativo de esclavos era en el Rio de la Plata, en Caracas y en Cuba.
Fue en este momento, cuando Inglaterra, que se había desecho de los esclavos residentes en la metrópoli y prohibía la entrada de nuevos esclavos en sus dominios, establecía en Sierra Leona el destino de los mismos; un lugar que había sido declarado insalubre para los ingleses que en esos mismos momentos estaba esclavizando entre una población que había sido desarraigada de la tierra y que finalmente sería destinada a Australia y Nueva Zelanda.
Esa medida, adoptada en 1808, tuvo reflejo el mismo año en los Estados Unidos, donde se prohibía la entrada de nuevos esclavos en su territorio; algo que no tendría el menor reflejo en la realidad, ya que en ese periodo continuaba la importación a muy buen ritmo en los estados sureños.
De hecho, el tráfico, que pasó a ser clandestino, se incrementó durante el siglo XIX, siendo el primer destino los campos de algodón de los Estados Unidos; en segundo lugar los cafetales de Brasil, y en tercer lugar las plantaciones azucareras de Cuba, siendo que las condiciones del tráfico, que de manos inglesas pasó a manos usenses, empeoraron aún más
En 1806 la flota negrera úsense era casi tan numerosa como la británica, siendo que sus buques no estaban regulados por algo parecido a la ley Dolben vigente en Inglaterra desde 1788, y que limitaba el número de esclavos por barco.
Los intereses usenses en el tráfico permanecieron incólumes a pesar de la abolición; actuación que quedó reflejada al más alto nivel.
En 1833, Nicolas Trist, secretario particular del presidente Andrew Jackson, había sido nombrado cónsul en La Habana. Respetaba a Tacón y le tenía simpatía, y colaboró estrechamente con él en la trata ilegal de esclavos, permitiendo que los traficantes usaran la bandera de Estados Unidos para evitar que los ingleses les pusieran dificultades. (Thomas 1971)
En el siguiente cuadro podemos observar la evolución de la población negra en la que se observa el incremento que queda señalado. También podemos observar que a mediados del siglo XIX la población esclava de Cuba es casi un 40 por ciento mayor que la suma de toda la población esclava existente en la América española antes de su separación.
Población negra en América a fines del siglo XVIII (Iraburu)
Región esclavos libres total
-Brasil 1.000.000 399.000 1.399.000
-Caribe frances 575.000 30.000 605.000
- Caribe inglés 467.000 13.000 480.000
-Estados Unidos 575.000 32.000 607.000
-América Hispana 271.000 650.000 921.000
Totales: 2.888.420 1.124.000 4.012.000
A mediados del siglo XIX se produjo un sensible cambio:
-Estados Unidos 3.953.696 488.134 4.441.830
-Brasil 1.510.806 4.245.428 5.756.234
-Cuba 370.553 232.493 603.046
-Puerto Rico 41.738 241.037 282.775
Totales: 5.876.793 5.207.092 11.083.885
Esos datos se refieren a dos momentos concretos, pero en cuanto al número total de esclavos negros que fueron trasladados a América no hay cifras fiables que podamos dar por definitivas. Siendo que hasta el año 1600 el tráfico realizado representa el 2% del total de la trata llevada a cabo entre finales del siglo XV y mediados del XVIII, Kennet Morgan señala unas cifras aproximativas globales que podemos tomar como referencia sin darles el valor de definitivas.
33.367 viajes, que embarcaron 10.148.288 esclavos en África y de 33.048 viajes que desembarcaron 8.752.924 esclavos, principalmente en las Américas, entre principios del siglo XVI y mediados del siglo XIX. (Morgan 2017: 29)
Pero a pesar de la magnitud del negocio, que se desarrolló muy principalmente a lo largo del siglo XVIII, esta modalidad de esclavitud estaba destinada a desaparecer. Así, en ese proceso, el año 1814 Holanda suprimía la trata. El año siguiente era Portugal quién, por conveniencia de Inglaterra, la suprimía al norte del Ecuador y no al sur, y España lo hacía en 1817 en esos mismos términos, siendo que en 1820 lo ampliaría al sur. Francia había hecho lo propio en 1819.
En ese orden, también Suecia había prohibido la trata en 1814. Todo de acuerdo con la declaración que al respecto emitió ese mismo año el Congreso de Viena, que abría las puertas a los nuevos métodos de esclavitud, que sería desarrollada conforme a las nuevas necesidades del capitalismo en desarrollo.
Pero al tiempo que eso sucedía, y desde 1820, se produjo un incremento del tráfico que aportó más de 30.000 esclavos a Brasil y unos 14.000 a Cuba y Puerto Rico, de forma que entre 1780 y 1822 se dobló el número de esclavos radicados en América, siendo que a Cuba llegaron del orden de 800.000 esclavos.
En el cuadro anterior destaca sensiblemente, además del enorme incremento de la esclavitud en los Estados Unidos y el segundo puesto detentado por Brasil, el incremento de la población esclava en Cuba, asunto que tratamos en otro lugar.
Pero la relación de este tráfico no debe cegar otro tráfico que se venía desarrollando hacia oriente, donde ni la legislación generada al respecto ni la actividad de la Sociedad Antiesclavista, creada en Inglaterra el año 1821 presidida por William Wilberforce, parlamentario británico que defendió la ley de abolición de la esclavitud, mostraba ningún interés sobre unas prácticas que bajo el imperio británico se desarrollaba con normalidad.
Es el caso que, acabada la trata de esclavos en África, empezó la colonización del continente.
Como venía sucediendo con anterioridad, los traficantes árabes enviaban también en el siglo XV y sucesivos, esclavos de África central a los mercados de Arabia, Irán y la India.
Pero fue a partir de 1830, cuando Inglaterra ya había abandonado el tráfico, cuando los árabes volvieron a convertirse en los principales traficantes.
Muchas embarcaciones árabes, desde diferentes puertos de Mozambique trasportaron gran número de esclavos para las islas Comores y Madagascar, entre otras regiones. La ciudad de Zanzíbar a partir de 1839 se convirtió en un verdadero centro del tráfico de esclavos en la costa oriental de África. A partir de 1854, el tráfico de esclavos para las islas francesas pasó a llamarse “exportación de trabajadores libres”. Esto se debió a la prohibición del tráfico y al control de los ingleses en el Índico. (Tuttolomondo 2002)
Esta actividad perduraría hasta bien avanzado el siglo XIX, cuando en 1873 el sultán de Zanzíbar, presionado por Inglaterra, abolió la trata.
Extinguida ésta, los últimos lugares donde se suprimió la esclavitud tradicional serían Cuba, donde fue abolida en 1886, y Brasil, que la suprimió en 1888.
Ya había entrado en funcionamiento, a pleno rendimiento, el nuevo sistema esclavista que hoy conocemos en todas las vertientes.
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La esclavitud en las colonias europeas
Cuando en 1441 Antón Gonsalves introdujo en Portugal diez negros, podemos entender que se dio inicio al comercio negrero en Europa, siendo que en 1517 Fray Bartolomé de las Casas pidió a Carlos I la introducción de mano de obra esclava negra para atender el trabajo de las minas de La Española y de Jamaica.
En 1518 Carlos I autoriza a Lorenzo de Garrevod a pasar 4.000 negros a América. Durante los años 1518-1519 tiene lugar una fuerte epidemia de viruelas en el Caribe que diezma drásticamente la población aborigen, y acelera el aumento de la población negra, procedente de Guinea, con componentes del Congo, de Nigeria y de Angola.
En 1553 partían de Londres los primeros mercantes rumbo a África, siendo que en 1562 John Hawkins transportaba a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, y en 1595 los holandeses envíaban su primera expedición a Guinea.
Desde este momento, y hasta la supresión del tráfico, el golfo de Guinea sería el principal núcleo de extracción de esclavos.
Los portugueses habían constituido con aquellas tierras una circunscripción político-militar conocida como “Distrito de Biafra”, asegurándose de este modo por un tiempo el control de gran parte del negocio de la trata, preponderancia que en lo referente a las Indias Occidentales -con mucho el primer consumidor- convirtióse en monopolio durante los ochenta años de unidad ibérica. (Vilar: 268)
Pero ni el número de esclavos transportados ni las condiciones aplicadas se parecían grandemente a lo que posteriormente ocurriría. En 1612 los ingleses se establecieron en las Bermudas; en 1616 Holanda empezaba a colonizar la Guyana; en 1618 los ingleses se establecían en el río Gambia, y en 1619 introducen los primeros esclavos negros en Virginia.
Con los asentamientos británicos, holandeses y franceses se da inicio a un tráfico transatlántico que alcanza niveles nunca antes vistos. Pero no serían negros los primeros esclavos que sirvieron en las colonias europeas, siendo que los introducidos hasta el momento eran esclavos blancos, principalmente irlandeses.
Era, según su relación, más que inhumano el trato que los plantadores daban á estos esclavos blancos: limitada y perversa la comida, casi nulo él vestir, el reposo escaso, y tan frecuentes y crueles los castigos, aplicados moerdnitenaria por mero capricho ó entretenimiento, que algunos infelices morían á manos de sus brutales dueños. Uno de éstos hubo y se hizo tristemente famoso en la isla de San Cristóbal, nombrado Betesa, que llegó á dar muerte con su látigo á más de cien criados de los seducidos en Francia é Inglaterra. Los plantadores y piratas de esta Nación sólo se diferenciaban de los de procedencia francesa en ser algo más crueles. Servían entre ellos los contratados siete años, y cuando iban á cumplir los seis, mortificábanles sus dueños con tan atroces castigos, que les impelían á suplicar se les revendiese á otros amos, aun sabiendo que alargaban así la servidumbre de cuatro á siete más; dándose el caso de prolongar algunos infelices, en esta forma, su esclavitud hasta veinte años. (Alsedo 2013:)
Por otra parte, las colonias no estaban autorizadas a producir nada que no fuese demandado por Inglaterra, y los colonos debían suministrarse de las mercancías producidas en la metrópoli. Nadie podía importar ni exportar nada que no fuese británico.
Pero algo cambiaría en 1619 cuando un barco holandés hubo de repostar en Jamestown (Virginia). A cambio de los suministros dejó 20 africanos que llevaba a bordo. Fueron los primeros negros que entraban en las colonias de Norteamérica.
¿Y los nativos?... Serían exterminados
En los momentos en que los indios reclamaron la propiedad de tierra de valor agrícola, la coexistencia simplemente fue descartada. Si resistían la expropiación, entonces podían y debían, como dijo Locke, «ser destruidos como un león o un tigre, una de esas bestias salvajes, con las que el hombre no puede convivir ni estar seguro». (Ferguson)
Por qué Inglaterra prefirió el exterminio de los indios a su esclavización es una pregunta que nos es respondida por Hug Thomas.
Los colonos norteamericanos continuaron con esclavos indígenas a lo largo del siglo XVIII, pero, por razones que nada tenían que ver con lo moral, sino más bien por' miedo a que los cautivos indígenas provocaran guerras entre las tribus de las que procedían; por esto algunas colonias prohibieron su importación, entre ellas Massachusetts, Connecticut y Rhode Island (entre 1712 y 1714). (Thomas 1997: )
En 1625 los franceses se apoderaron de Haití, donde recalarían esclavos procedentes de Dahomey. Luego, Holanda trasladaría bantúes de Suráfrica a La Guayana, y los ingleses tendrían sus caladeros principales en la Costa del Oro (Ghana) y en Nigeria.
En 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados, y siete años después, en 1637, Francia construye el fuerte de San Luis del Senegal, al tiempo que Holanda toma las posiciones africanas de Arguin, Gorea y Elmina, hasta la fecha en poder de Portugal, convirtiéndose en estos momentos en los puertos de mayor tráfico, controlados por la Real Compañía de África. El objeto de esta compañía era suministrar anualmente 3.000 esclavos a las colonias azucareras.
Entre 1636 y 1640 la media de esclavos vendidos en Pernambuco fue de entre mil y mil ochocientos, mientras que en los seis años siguientes, de 1641 a 1646, la cifra se fue incrementando de 1188, a 1337, a 2312, a 3948, a 5565 Y volvió a bajar a 2589. "Sin los negros y los bueyes, nada podría esperarse de Pernambuco», le dijeron en 1640 al Heeren XIX, la suprema autoridad de la Compaüía de las Indias Occidentales. (Thomas 1997: 181)
Pero la carrera no hacía sino comenzar. Así, en 1641 es ocupado el territorio de Angola y Benguela por los holandeses, y Suecia no se quedaba a la zaga y en 1645 protegía su particular mercado construyendo el fuerte de Christianborg en Accra, Costa de Oro, siendo que en 1657 lo perdería en favor de Dinamarca, y en 1662 Holanda adquirió el control exclusivo de la trata en el Golfo de Guinea
Este frenesí esclavista se movía en torno al azúcar. Los esclavistas no dudaban en ejercer todo tipo de acciones, sin dejar aparte la piratería. En ese sentido y en este tiempo, Holanda ocupó el noroeste de Brasil, especialmente dotado para el cultivo de la caña, y ese fue el inicio de un incremento sin precedentes de la mano de obra esclava africana en la zona.
La toma de Curaçao por parte de Holanda, acaecida en julio de 1634, significó un fuerte espaldarazo a la evolución del esclavismo, siendo que en ella tuvieron un importante trampolín para acceder a la España americana, donde tuvieron gran influjo comercial apoyado con el aporte de la comunidad sefardí.
A partir de este momento, para España el comercio de esclavos se transformó en el poco envidiable asunto que tenía que tratar con sus pasados y potenciales enemigos. La reacción española fue predeciblemente orgullosa y poco realista: casi un cuarto de siglo después de 1640 la importación de africanos a Hispanoamérica, donde la demanda era en ese momento baja, estuvo terminantemente prohibida. Sin embargo, los esclavos se importaban de modo ilegal a través de las recién establecidas colonias holandesas, inglesas y francesas del Caribe. En 1662, España cedió con reticencia a la realidad y resucitó el sistema del asiento. (Browser: 142)
Para hacerse una idea de la carrera esclavista llevada por Europa, es necesario señalar las superficies de las islas ocupadas en el Caribe por las potencias europeas. Dejando Jamaica aparte, baste señalar que el año 1625, franceses e ingleses tomaron San Cristóbal; en 1628, Inglaterra ocupaba Barbados (431 km2) y Nevis (que junto a San Cristóbal suma una extensión de 269 km2; en 1632 tomaba Montserrat (102 km2) y Tobago (300 km2); en 1634 Francia ocupaba San Bartolomé (22,1 km2) y Santa Lucía (617 km2); en 1635 Guadalupe (253,8 km2) y Martinica (1128 km2), mientras Holanda, en 1634 ocupaba Curaçao (444 km2) y tomaba asiento en Guayana , y Francia, en 1604 se instalaba en Guayana y el gobernador francés de San Cristóbal, Le Vasseur, tomaba la isla de Tortuga (180 km2). Y esas extensiones de terreno eran superpobladas de esclavos.
Ese frenesí esclavista comportaba no pocos conflictos entre las naciones implicadas en la trata; así, en 1651, la Compañía Británica de las Indias Orientales arrebataba Santa Elena a los holandeses, y un año después es Holanda quién toma el cabo de Buena Esperanza.
Estaban tomando posiciones para el control del tráfico esclavista y del comercio en general, siendo prioritario dominar las rutas comerciales de España, cuestión que queda manifiesta en la trayectoria y en las instrucciones de Cromwell para la toma de Jamaica objeto que se revela en todas las instrucciones de 10 de octubre de 1665 para el Mayor General Richard Fortescue, primer gobernador inglés de Jamaica.
En esos dos sentidos, por circunstancias diversas, España estaba desaparecida, pero también estaba desaparecida en la misión llevada a cabo anteriormente. Por eso, traiciones de por medio, en 1655 perdía Jamaica, isla que acabaría siendo centro del tráfico negrero, a favor de Inglaterra.
Fue en estos momentos cuando Inglaterra, Francia y Holanda lograron arrebatar a España multitud de enclaves en el Caribe que dedicaron muy especialmente a la producción azucarera, y fue en estos momentos cuando se disparó la población esclava en la región. En apenas un siglo, las colonias inglesas importaron más de 2.000.000 de esclavos, y a finales del siglo XVIII, las colonias francesas concentraban cerca de un millón, cifras que, en comparación con los esclavos existentes en las Antillas españolas representaban más del 2000% de éstas, en las que no había más de 100.000, y en cuanto al régimen de esclavitud, es tema para tratar aparte.
A partir de este momento Jamaica llegó a ser el mayor exportador de azúcar a escala mundial.
A principios del siglo XVIII, Jamaica presentaba desde el punto de vista demográfico, una pequeña élite de hacendados blancos y una mayoría de esclavos negros. Sin embargo, esta mayoritaria población negra registró altas tasas de mortalidad debido a las enfermedades, el exceso de trabajo y a las severas y miserables condiciones de vida de las plantaciones; como bien afirma Turner, “La esclavitud en Jamaica mataba”. (Rezzonico)
Y aunque la carencia de derechos sería la norma en las colonias europeas, en 1661 fue promulgado en Barbados el Código de la Esclavitud, que pretendía regular el castigo de los cimarrones, pero que finalmente significó amparo legal para las técnicas de castigo ya aplicadas con anterioridad.
Ya en el preámbulo del Código se establecía que los negros serían tratados como bienes muebles (Chattel Property) en las cortes de la isla. Dicho preámbulo rotulaba a los negros como “una especie de gente pagana, salvaje, insegura y peligrosa” (Citado por Scott & Shade 66). El Código de Esclavitud de Barbados de 1661, no sólo significó la institucionalización legal de la esclavitud sino también sirvió como base y modelo para los Códigos de Esclavitud adoptados en otras colonias británicas, como los de Jamaica de 1664 y 1696, entre otros. (Rezzonico)
Y no sería sólo Barbados... En 1663 Maryland proclamó unas leyes por las que todos los negros eran considerados esclavos, extendiéndose su condición a su descendencia. Y en 1664 se estipulaba que los esclavos debían serlo de por vida, al tiempo que se prohibía el matrimonio entre mujer blanca y hombre negro, siendo condenada a esclavitud perpetua la mujer que casase con un negro.
No fueron los únicos códigos. Sirva como muestra el código de esclavos de Virginia, proclamado en 1682 . En el mismo se dictó la pena de muerte a todo aquel esclavo que escapase de sus amos.
Sirva, para remarcar la existencia de códigos de esclavos, que el adoptado en Jamaica no permitía a los amos matar arbitrariamente al esclavo, aunque si resultaba muerto accidentalmente durante el castigo, no había responsabilidad jurídica.
Códigos posteriores, como el de 1696, condenaba al asesino a ser quemado en la mano, y en 1717, se prohibió mutilar a los esclavos, bajo pena de cien libras.
el código de esclavos de 1664, explícitamente, delegaba derechos estatales soberanos al dueño de esclavos decretando que todos los delitos menores serían juzgados y resueltos por el dueño del esclavo o esclavos. Además de legitimar la facultad directa de los propietarios para castigar a sus esclavos, el Estado proporcionaba los recursos para la punición de éstos en forma privada por parte de sus amos. En ese sentido, los amos podían contratar empleados gubernamentales, tales como el “common whipman” (azotador común, usual), para flagelar a sus esclavos. Este azotador parece haber sido un individuo empleado por la jurisdicción cuyos servicios también podían ser comprados por el dueño de la plantación. (Rezzonico)
Y es que en estos momentos, los esclavistas sentían la necesidad de promulgar códigos especiales para los esclavos. De ahí que Francia, como consecuencia de la revuelta acaecida en Martinica promulgase el Code Noir el año 1685, por el cual se obligaba bautizar a todos los negros (art 2), prohibía cualquier otra religión (art. 3) y obligaba a respetar los domingos y fiestas de guardar (Art. 6), se prohibía a los negros portar armas (art. 15), las reuniones eran castigadas con penas que podían llegar a hasta la muerte (art. 16); se les prohibía el comercio (art 18-19), se estipulaba el mínimo de comida para los impúberes (art. 22), se les prohibía el alcohol (art. 23), a los amos se les obligaba a la manutención y el vestido de los esclavos (art. 24-25-26), a cuidar al esclavo en la vejez (art 27). Los esclavos podrían ser procesados (art 32), pero no podrían ser parte (art 31), estipulaba pena de muerte al esclavo que agrediese al amo (art 33), el robo podía acarrear la pena de muerte (art 35), el esclavo que huía durante un mes, era condenado a la mutilación de las orejas y si llegaba a dos meses, se le cortaba un brazo (art 37), el esclavo podía ser fustigado por el amo, pero no mutilado ni ejecutado (art 42), los esclavos eran declarados bienes muebles (art 44), se respeta la unidad familiar (art. 47).
Evidentemente, el Código Negro ratificaba lo ya actuado, con pequeños matices. Cualquier falta cometida por un esclavo sería juzgada por un Consejo de Guerra que al fin tenía la posibilidad de ordenar el fusilamiento.
Estos códigos, si sirvieron de algo, fue para el crecimiento de las colonias, que lo conocieron de forma espectacular a lo largo del siglo XVIII, y lógicamente, el mayor crecimiento humano estuvo representado por la esclavitud negra, que si en 1690 representaba el ocho por ciento de la población, en 1770, alcanzaba ya el veintiuno por ciento. En ochenta años, poblaciones como Boston, Nueva York, Filadelfia o Charleston habían duplicado o triplicado su población, siendo que, en números absolutos, las colonias británicas pasaron de contar con un total de 250.000 personas en 1700 a 1.600.000 a mediados de siglo, siendo variada la distribución racial. Jamaica acabaría convirtiéndose en una isla cuyos habitantes negros rondaban el 100% de la población, y en otras zonas, como Virginia, el porcentaje se quedaba en el cincuenta por ciento.
Y en esa crecimiento estaban implicados directamente los esclavistas, que pasaron a crear granjas de crianza.
El precio de las mujeres esclavas en edad de tener hijos se elevó espectacularmente, existiendo planes de reproducción que tenían previsto que cada esclava diese a luz un hijo por año. En ese propósito destacaron colonias como Virginia, Carolina del Norte, Maryland, Kentucky, Tenesse y Missouri.
Y el trato legal, acorde con el Código, estricto.
Durante todo el siglo XVIII, el código virginiano de la esclavitud incluía lo siguiente: Si se atrapa al esclavo, el juzgado del condado tendrá competencias para imponer castigos al esclavo en cuestión, bien sea por desmembramiento o cualquier otra forma de castigo, que a su discreción considerase adecuado, para la reforma de tal incorregible esclavo, y para aterrorizar a los demás de tales prácticas.(Zinn 2005)
Al amparo de las prácticas esclavistas llevadas a cabo por los europeos, Portugal, que sí, desde el descubrimiento llevó a cabo transporte de esclavos y sí, cuenta como país implicado en la trata, entre 1720 y 1730 transportó ingentes cantidades de esclavos negros a Minas Gerais, en Brasil, que hasta 1810 recibiría cerca de dos millones de esclavos africanos, siendo que , contrariamente a lo acaecido en las colonias europeas, gran parte de ellos fueron manumitidos y se mezclaron con la población no negra.
El desarrollo de la minería de oro en Brasil estaba intervenido directamente por Inglaterra, que desde su separación de España en 1640, y como sucedería con el resto de España en 1808, ya era, en rigor, colonia inglesa.
Pero, en rigor, las Antillas Menores (Barbados, S. Kitts, Antigua, Santa Lucía, Martinica y Guadalupe) eran las principales sociedades esclavistas del Caribe. Mediado el siglo XVIII, la Jamaica británica y el Santo-Domingo francés se habían convertido en los mayores y más brutales centros de explotación, acumulando un volumen de esclavos que rivalizaba con el de Brasil, siendo que geográficamente se trata de dos regiones incomparables, y acumulando unos índices de mortandad y de baja natalidad sin parangón, consecuencia de los abusivos sistemas de trabajo, que llevaban a los esclavos a la extenuación.
El alto índice de defunciones y la baja natalidad posibilitó que, en 1750, el Parlamento británico diese libertad al comercio de negros, como esclavos, desde y hacia cualquier parte de África entre Sallee, en el sur de Berbería, y el Cabo de Buena Esperanza, a todos los súbditos del rey de Inglaterra, y como consecuencia, en 1754 las colonias británicas tenían una mayoría absoluta de población esclava y los puertos de Londres y de Bristol eran los más importantes del mundo en este comercio.
Entre 1756 y 1763 tiene lugar la guerra de los siete años. En el curso de la misma, en 1758, el comodoro Augustus Keppel tomó para Inglaterra Gorée, en el África Occidental, a los franceses. Otro puerto de embarque esclavista de primer orden quedaba así al servicio de Inglaterra.
Pero el cambio estaba cercano; Inglaterra estaba tramando el cambio en el concepto de esclavitud, más acorde a los métodos que anunciaban los teóricos del liberalismo, y en 1787 Thomas Clarkson funda en Londres la British Antislavery Society, que luego es la base de asociaciones similares en los demás países europeos y americanos.
Mientras tanto, los métodos permanecían incólumes; así, a finales del siglo XVIII la producción de barcos negreros en Inglaterra conoció un especial auge, en parte merced al establecimiento en Cuba de toda una estructura esclavista bajo control británico. Desarrollaron la actividad de tal forma que, en 1806, de los 62 barcos entrados en el puerto de La Habana que se dedican al negocio de la trata, todos consignados por casas locales, 58 eran de bandera y tripulación norteamericana.
Es el caso que en la octava década del siglo XVIII, más de medio millón de esclavos trabajaban en las condiciones señaladas en el Caribe británico, y de hecho, la idea de que la esclavitud era legítima era común, entendiéndose que sin ella no sería posible la supervivencia del sistema económico británico... y sin embargo, en 1807 Inglaterra prohibió el comercio de esclavos y el 1 de agosto de 1838, los esclavos de las colonias inglesas se vieron libres al haberse decretado la abolición de la esclavitud.... Pero en el interín, el número de esclavos residentes se había duplicado con relación a los existentes sesenta años antes.
En cumplimiento de la nueva situación, Inglaterra había llevado a cabo una serie de acciones; así, mientras el crecimiento del número de esclavos en la Antillas se aceleraba, ocupó Sierra Leona en 1787, para destinarla a recibir a los esclavos negros repatriados. Los primeros fueron los residentes en la metrópoli. Los esclavos ingleses no serían destinados a Sierra Leona, ya que el sitio, calificado como idóneo para los negros, era calificado de inhóspito para ellos. En su lugar serían destinados a Australia y a Nueva Zelanda.
En 1785 el gobierno británico quiso aligerar sus prisiones, que estaban abarrotadas, enviando a condenados a Sierra Leona. Edmund Burke, el gran orador parlamentario, salvó a los presos de este destino al manifestarse con pasión en contra de mandarlos a lo que veía como una muerte segura en África. Entonces se escogió como alternativa el lugar, al parecer más salubre, de Botany Bay, en Australia. (Thomas 1997: 342)
En 1788 Inglaterra inició la dominación de Australia en la actual Nueva Gales del Sur con el arribo de una flota de 11 navíos con casi 1.500 ingleses a bordo. Convictos por los delitos más nimios que habían sido deportados en régimen de esclavitud, y durante más de 80 años unos 165.000 convictos fueron transportados a los presidios. Los últimos convictos que fueron trasladados a la fuerza a Australia llegaron en 1868.
La deportación en muchas ocasiones formaba parte de un proceso de selección física para el trabajo duro. En cierto sentido el sistema de convictos era una forma de esclavitud, aunque los convictos podían esperar su liberación tras haber cumplido su sentencia, y sus hijos eran libres desde su nacimiento. Muchos se enriquecieron y pasaron a formar parte de la clase de los colonos, y su turbio origen a menudo era convenientemente olvidado o encubierto.
Este hecho significó el inicio del genocidio en los pueblos aborígenes, que tuvieron que competir por conservar sus recursos vitales. La desestructuración de la sociedad aborigen, la pérdida de sus territorios de caza y de recolección provocó graves hambrunas… Los efectos combinados de las enfermedades, de la pérdida de sus tierras y de la violencia directa redujo la población aborigen en un 90% entre 1788 y 1900.
El mismo año que Inglaterra ocupaba Sierra Leona, Estados Unidos prohibía la esclavitud en el territorio al norte y oeste del río Ohio, y tres décadas después, en 1820, eran ya doce los estados que habían abolido la esclavitud.
Pero se hace necesario destacar que estos abolicionistas no lo eran por cuestiones humanitarias, y esa afirmación tiene como base las ideas de los mismos, de las que podemos empezar a entresacar algunas.
Para Jefferson, del mismo modo que existen graduaciones entre las razas animales y distintos estadios en la evolución, los negros eran notablemente inferiores a los blancos, sin dejar por ello de ser seres humanos. (Aparisi 1990:)
Y es necesario hacer hincapié en el dato, no vaya a pasar desapercibido: En 112 años exterminaron al 90% de la población aborigen.
En relación a la masacre estadounidense de los indios es interesante saber qué opina Carlos Marx, contemporáneo del asunto. Dice Marx:
Bakunin reprochará a los americanos una “guerra de conquista” que ciertamente asesta un duro golpe a su teoría fundada sobre la “justicia y la humanidad”, pero que fue declarada pura y simplemente en interés de la civilización. ¿O es que acaso es una desgracia que la espléndida California sea arrebatada a los mejicanos perezosos que no sabían qué hacer con ella? La “independencia” de unos cuantos californianos y tejanos españoles puede padecer por ello... Pero ¿qué es todo esto al lado de hechos tan importantes para la historia del mundo?”. (“Neue Rheinische Zeitung”, 15 – Febrero – 1849) (Savater, F. (1978). Panfleto contra el Todo. Barcelona: Dopesa, p. 97-98)” (Sáez)
Como contrapartida a la forma de entender la vida, veamos la opinión de un soldado norteamericano participante en el expolio de México:
Una cosa en particular me gustó mucho, y era la igualdad de todas las clases ante el altar de Dios. Porque aquí [en México] vi arrodillándose... al orgulloso castellano en cuyas venas corría la pura sangre de Cortés, al amarillo azteca, al estúpido indio y al decrépito negro, juntos, codo con codo; las distinciones de razas, de color, de riqueza, de clase era [sic] dejada de lado o desconocida y todos parecían considerarse mutuamente, al menos en el santuario, como iguales ante Dios. En una ocasión (y me alegro de que fuera un suceso común) vi a una muchacha española, bonita, joven y rubia, evidentemente de la clase superior, arrodillada y enfrente mismo de ella estaba un viejo mendigo negro en la misma posición, mientras que al lado del negro estaba un caballero castellano y su hijito... todos elevando devotamente sus oraciones... sin ni siquiera un pensamiento de “banco para negros” o “asientos de los pobres”, y entonces deseé que fuera así en mi propia tierra nativa, donde presumimos que todos los hombres son libres e iguales. (Un soldado de Ohio) (cf. Slotkin, The Fatal Environment, p. 186). De interés excepcional es el abandono de muchos soldados irlandeses y católicos de su lealtad americana, no simplemente desertando sino transfiriendo su lealtad a México. El famoso batallón San Patricio, que se distinguió en Buena Vista, fue formado por Santa Anna con esos desertores, cuya voluntad de combatir testimoniaba su motivo para desertar. (cf. Slotkin, The Fatal Environment, p. 187). Desde 1845, Irlanda estaba sufriendo la epidemia de la patata. Los irlandeses cultivaban la tierra de los ingleses, pero se alimentaban de pequeños huertos de patatas que, al ser atacados por un insecto, ocasionaron la muerte de cientos de miles y la emigración de otros muchos a Estados Unidos. En Irlanda había comida, cereales y ganado, pero estaba destinada a bocas inglesas. Inglaterra, tras tres siglos de colonización de la isla, había confiscado el 95 por ciento de las tierras a los nativos. Los soldados irlandeses del ejército norteamericano comprendieron que la guerra de Méjico – una guerra ofensiva en pro de la extensión de la esclavitud– era un acto de tiranía, como la que ellos sufrían en su patria, y decidieron ponerse de parte de la justicia, pasándose al bando mejicano.” (Sáez)
Evidentemente estamos ante una cosmovisión, la británica, que poco tiene que ver con la cosmovisión hispánica. En medio de una campaña mundial para la supresión de la esclavitud, resulta curioso comprobar qué pensamientos anexos eran propios de aquellos que se abanderaban como campeones del abolicionismo. Así, Abraham Lincoln declaraba:
No soy partidario -nunca lo he sido, bajo ningún concepto- de la igualdad social y política entre la raza blanca y la raza negra... Existe una diferencia física entre ellas que les impedirá, siempre, vivir juntas en igualdad social y política. Existe naturalmente una situación de superioridad e inferioridad, y mi opinión es asignar la posición de superioridad a la raza blanca». (Sáez)
Se oponía a la esclavitud, y esa idea la utilizó para defender sus intereses políticos y económicos, pero no podía ver a los negros como a ciudadanos con igualdad de derechos, sino que pretendía su libertad con el único objetivo de mandarlos a África.
De hecho llegó a expresar públicamente:
Diré, pues, que no estoy, ni nunca he estado, a favor de equiparar social y políticamente a las razas blanca y negra (aplausos), que no estoy, ni nunca he estado, a favor de dejar votar ni formar parte de los jurados a los negros, ni de permitirles ocupar puestos en la administración, ni de casarse con blancos...
Y hasta que no puedan vivir así, mientras permanezcan juntos debe haber la posición superior e inferior y yo, tanto como cualquier otro, deseo que la posición superior la ocupe la raza blanca. (Zinn 2005)
Y si de presidentes de los Estados Unidos hablamos, hay que señalar que para Thomas Jefferson no era posible que blancos y negros vivieran bajo un mismo gobierno, y negaba la relación entre ellas si no era mediante la sumisión.
Era absolutamente contrario a la mezcla entre las dos razas, circunstancia que se basaba fundamentalmente en su creencia en la inferioridad de los negros. En sus «Notes on the State of Virginia», afirmaba:
Entre los romanos la emancipación sólo requería un esfuerzo. Una vez manumitido el esclavo podía mezclarse sin manchar la sangre de su amo (ya que fundamentalmente se trataba de esclavos blancos) . Pero, entre nosotros hace falta un segundo esfuerzo, desconocido para la historia . Una vez liberado, debe ser desplazado más allá de la posibilidad de una mezcla. (Aparisi 1990: 462)
En ese sentido, la política inglesa de deportar a Sierra Leona fue redondeada por los Estados Unidos con un hecho idéntico: la conquista , en 1821, de un territorio frontero a Sierra Leona, que recibiría el nombre de Liberia, siendo su capital Monrovia, en honor al presidente usense James Monroe.
Fue la culminación, poco exitosa por otra parte, de una iniciativa que no le correspondía a él, sino a Thomas Jefferson, quién ya en 1779, cuando iniciaban la liberación de esclavos, y siendo poseedor de 260 esclavos, dio pie a un proyecto de ley por el que los libertos debían abandonar los Estados Unidos en el plazo de un año bajo pena de quedar al margen de la ley. El mismo proyecto era extensivo a los mulatos y las mujeres blancas, sus madres.
Si la medida no tuvo total cumplimiento fue debido a la ingente cantidad de esclavos que desconfiaba profundamente de semejante repatriación. No se cumplió la medida, pero con la abolición, los esclavos acabaron sufriendo condiciones en conjunto peores a las padecidas durante la esclavitud, y condenadas a la marginalidad, incrementándose en la población el sentido racista que fue fomentado desde pocos años después del primer arribo de esclavos negros a las colonias británicas con el fin de enfrentarlos a los esclavos blancos y evitar así, en lo posible sublevaciones conjuntas.
Y si no se llevó a efecto el masivo éxodo de esclavos liberados, sin embargo cuajó socialmente la política de marginación .
En medio de estas convulsiones, la situación de los esclavos en los Estados Unidos se veía alterada, motivo por el cual muchos esclavos de las plantaciones de arroz y algodón de Carolina del Sur, Georgia y Alabama, se refugiaron en los territorios españoles de la Florida, donde eran aceptados como hombres libres.
La población negra en estos momentos representaba el 20% de los habitantes de los Estados Unidos1, y la amenaza de revuelta era manifiesta, por lo que, resultando imposible la repatriación, no se hizo mención a la existencia de la población negra (ni para qué citar a la india) en la declaración de independencia, siendo que, por otra parte, los Estados Unidos tomaban el testigo de Inglaterra en el práctico monopolio de la trata atlántica.
El hecho de decir que la Declaración de Independencia, incluso en su propio enunciado, estaba limitada al concepto de "vida, libertad y
felicidad para los machos blancos" no significa denunciar a los creadores y firmantes de la Declaración, que tomaron las ideas de los machos privilegiados del siglo dieciocho. (Zinn 2005)
Mientras tanto, y como complemento necesario para redondear la política británica en lo tocante a la transformación del hecho esclavista, se produjo la que sin duda fue la principal rebelión de esclavos. Era el año 1791, y el lugar, Haití. La rebelión continuaría hasta 1804, con el acceso a la independencia, pero ya en 1794 la Convención francesa había decretado la abolición de la esclavitud en las Antillas francesas.
Se suceden unos años en los que el movimiento abolicionista se expande, siendo que en 1803 Dinamarca se convierte en la primera nación moderna en hacerlo. En 1807 Inglaterra abole la trata y en 1808 se prohíbe la entrada de esclavos en las colonias inglesas 2y en los Estados Unidos, pero esa es una cuestión que no sería totalmente atendida, ya que aunque fue gradualmente abolida en los estados norteños, no sucedió lo mismo en el sur, donde fueron trasladados los esclavos de los estados que la habían abolido, cuestión esta que movió fuertemente la economía.
Y al compás del movimiento abolicionista se reproducían las conjuras y las sublevaciones, que tuvieron especial significado en Carolina del Norte, Georgia y Mariland. En 1830 los negros en Estados Unidos, con 2.328.642 individuos, representaban el 20 por 100 de la población total, y la rebelión general era una obsesión .
Pero el gobierno no estaba dispuesto a que fuese la iniciativa de los rebeldes
la que lograra el fin de la esclavitud. Bien al contrario, el final del régimen esclavista estaría sometido al dictado de los amos, cuyas motivaciones no eran precisamente humanistas, sino economicistas. , y a ello se volcó Abraham Lincoln combinando a la perfección las necesidades del empresariado, la ambición política del partido republicano, y la retórica del liberalismo.
Lincoln pudo usar su habilidad para combinar los intereses de los muy ricos y los de los negros en un momento en el que esos intereses se encontraron. Y pudo vincular estos dos intereses con los de un sector creciente de americanos: los nuevos ricos blancos, de clase media, con sus ambiciones económicas e inquietudes políticas. (Zinn 2005)
El sur de los Estados Unidos, si bien producía una amplia gama de bienes de consumo (azúcar, arroz, tabaco, maíz), tenía su economía centrada muy especialmente en el cultivo de algodón , que si en 1800 producía 320.000 balas, en 1861 eran 4.000.000. Y la mano de obra estaba compuesta por esclavos negros, cuyo número, en ese mismo periodo, había pasado de medio millón a cuatro millones.
Así, aunque la importación legal de esclavos a los Estados Unidos quedó prohibida en 1808 y la esclavitud ilegalizada en numerosos estados a comienzos del siglo XIX, permaneció vigente en el sur hasta la década de los años 1860, cuando la enmienda 13 de la Constitución la declaró extinta. Pero la verdad es que no fue hasta el final de la II Guerra Mundial cuando se adoptaron medidas determinantes. No cabe duda que el proceso de Nuremberg tuvo sus secuelas; una, la citada, y otra, en Oceanía, el fin de la caza de aborígenes. Y es que resultaba sarcástico que los autores de estas actuaciones dilatadas durante siglos fuesen justamente la acusación de los supuestos crímenes de la Alemania Nacionalsocialista.
Por otra parte, si la esclavitud estaba prohibida en los estados norteños, lo era de forma nominal. Los negros libres no tenían la misma libertad que el resto de la población, hasta el extremo que, para 1860, los negros, para poder votar, debían demostrar la posesión de bienes por valor de 250 dólares, exigencia que no era aplicable a los blancos.
Es en estos años cuando se produce un rosario de supresiones nominales, tanto de trata como de esclavitud. Finalmente, la esclavitud había cambiado de nombre, y las actuaciones al respecto, también.
Entre 1818 y 1858 sucedieron fuertes enfrentamientos entre la población sureña de Estados Unidos y los pueblos seminoles (indígenas y afrodescendientes) de la Florida. Las personas estadunidenses intentaron capturar a las esclavizadas que habían escapado e impedir nuevas fugas, a la vez que intentaban adueñarse de territorios más fértiles. Los resultados de estas guerras fueron el desplazamiento de los seminoles y mascogos hacia reservas indígenas en otros estados, por ejemplo, Oklahoma, y la anexión de los territorios de la Florida a la nación del norte.(velázquez 2012: 30)
Para completar la parodia, en 1821 Se constituye en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, presidida por William Wilberforce, y el mismo año, la American Colonization Society desembarca en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia.
Pero esa libertad no pasaba de ser una parodia, pues ni Locke, ni Voltaire, ni Diderot, ni Rousseau, ni por supuesto Wilberforce y tantos otros materialistas que se manifestaron contra la institución esclavista, sentían otra cosa que desprecio por quienes estaban sometidos a ella, a quienes con dificultad les reconocían su condición de persona.
Por otra parte, no debemos olvidar que el movimiento abolicionista se centró en el ámbito atlántico, pero justo en ese momento, además de la esclavitud de los súbditos británicos que estaban siendo transportados a Australia y Nueva Zelanda, estaba muy presente en la India, siendo que en 1833 el parlamento británico rechazó aplicar la abolición en estas colonias.
Para la década de 1840, la India continuaba con un régimen esclavista, con un intenso tráfico al amparo de la corona británica.
Y en los Estados Unidos también seguían jugando con dos barajas.
Era el gobierno nacional el que, a la vez que aplicaba tímidamente la ley que tenía que acabar con el comercio de los esclavos, aplicaba sin contemplaciones las leyes que fijaban el retorno de los fugitivos a la esclavitud. Fue el gobierno nacional el que, durante la administración de Andrew Jackson, colaboró con el Sur para eliminar el envío de literatura abolicionista por correo en los estados sureños. Fue el Tribunal Supremo de los Estados Unidos el que declaró en 1857 que el esclavo Dred Scott no podía exigir su libertad porque no era una persona, sino una propiedad. (Zinn 2005)
No en vano, Jackson era negrero, especulador inmobiliario,y exterminador de indios.
Pero la historia de la esclavitud inexorablemente estaba encaminada a sufrir un cambio radical y casi inmediato: En 1863 Holanda suprimió la esclavitud en sus colonias americanas; dos años después quedó abolida en todo el territorio de los Estados Unidos, y en 1873 Inglaterra impuso al sultán de Zanzíbar el fin de la trata; en Cuba se suprimió en 1880, y en Brasil en 1888.
Y los métodos de la Edad Moderna siguieron usándose mientras se convertían en los nuevos métodos actualmente vigentes. Así, destaca la actuación de Bélgica en el Congo llevada a cabo hasta 1914.
Las plantaciones de caucho y los ferrocarriles de la Asociación Internacional fueron construidos con trabajo esclavo y las ganancias iban directamente a los bolsillos del rey Leopoldo II. Fue tal la rapacidad de su régimen que el coste en vidas humanas debido a los asesinatos, el hambre, la enfermedad, la reducción de la fertilidad, ha sido estimado en diez millones de personas, la mitad de la población existente. (Ferguson)
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La esclavitud y la piratería
Desde el principio del tráfico atlántico, la piratería jugó un papel importante en el tráfico de esclavos, siendo que en un momento tan temprano como el año 1562, el pirata John Hawkins, al servicio de la corona inglesa, transporta a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos transportados por Inglaterra.
Al amparo de la corona británica, Hawkins formó en 1555 una compañía que realizó sus expediciones a la costa occidental de África y se dedicó al tráfico de esclavos en los siguientes años.
Su suegro, Benjamin Gonson, era tesorero de la Marina, y con el alcalde de Londres, Thomas Lodge, con el intendente de la Marina William Winter y otros personajes de la alta alcurnia británica, subvencionaron la armada pirata que encabezaba. Lógicamente, la subvención no lo era a título gratuito, sino con la esperanza de recoger pingües beneficios producidos por la actividad delictiva de su protegido.
En 1564 recibió patente de corso y llevó a cabo una nueva expedición con una flota de cuatro navíos subvencionados por un grupo de notables británicos entre los que se encontraba la propia reina, que facilitó dos buques, el mayor de los cuales, el Jesus of Libeck, desplazaba setecientas toneladas, como aportación personal a la empresa pirática, que debía desplazarse en primer lugar a África para cargar quinientos esclavos y a robar lo que pudieran.
De principio a fin promocionada por la corona inglesa, se trataba, también de principio a fin de una operación ilegal, contra el derecho internacional, todo en el ámbito de la política que seguiría Inglaterra, al menos desde ese momento... y hasta hoy mismo.
Pero la actividad del tráfico esclavista, al fin, no ocupó excesivamente a la piratería inglesa, manteniendo el bajo ritmo imprimido por Portugal, hasta que Inglaterra logró establecimientos en tierras americanas. A las que explotó conforme corresponde a las formas inglesas, concentrando en territorios minúsculos grandes cantidades de esclavos.
Pensemos que, a pesar de que la propaganda británica nos presente hoy a los piratas como aventureros idealistas, eran, ante todo y sobre todo, asesinos; pensemos que, a pesar de la propaganda británica, los logros más importantes de los piratas, se ceñían en asaltos a ciudades y a barcos que bien estaban desarmados o la potencia de fuego era muy inferior a la de los piratas, y que, después de todo, los triunfos obtenidos militarmente en el momento fueron contadísimos, siendo que la mayoría de las posiciones que iban tomando se limitaban a islotes que España abandonaba; así, el año 1625, franceses e ingleses tomaron San Cristóbal; en 1628, Inglaterra ocupaba Barbados (431 km2) y Nevis (que junto a San Cristóbal suma una extensión de 269 km2; en 1632 tomaba Montserrat (102 km2) y Tobago (300 km2); en 1634 Francia ocupaba San Bartolomé (22,1 km2) y Santa Lucía (617 km2); en 1635 Guadalupe (253,8 km2) y Martinica (1128 km2), mientras Holanda, en 1634 ocupaba Curaçao (444 km2) y tomaba asiento en Guayana, y Francia, en 1604 se instalaba en Guayana y el gobernador francés de San Cristóbal, Le Vasseur, tomaba la isla de Tortuga (180 km2).
Y esos enclaves, de dimensiones ridículas se convertirían en las joyas de la corona británica, que para tantas películas ha dado. Cierto que al fin no estaban equivocados y acabaron conquistando la totalidad de España en los cinco continentes, pero también cierto que si encomiable es su astucia, encomiable es su falta de principios.
Es el caso que, volviendo al pirata Hawkins, la expedición resultó todo lo favorable que deseaba la corona británica; raptaron y compraron esclavos; se apoderaron de un buque portugués, y tras cruzar el Atlántico, y con el pretexto de reparar daños, impusieron la venta de los esclavos para poder hacer frente a las reparaciones; acción que culminaron con el incendió de la población de Río de la Hacha sin que ningún acto hostil les incitara a ello.
Y es que el pirata hizo gala de las artimañas que identifican durante siglos la actuación británica. Así, al acercarse a las costas venezolanas, dirigió un escrito a Alonso Bernáldez, gobernador de la provincia, indicando que las tempestades lo habían arrojado al lugar, donde esperaba que la buena voluntad de los españoles le permitiera reparar sus navíos para continuar su viaje, y señalaba que, para poder hacer frente a los gastos derivados de la operación sería necesario proceder a la venta de las mercancías que almacenaba en sus bodegas, parte de las cuales estaba compuesta por esclavos africanos.
Tan modosa petición iba acompañada de una amenaza: si no se le concedía permiso se vería obligado a atacar la plaza y forzar la comercialización, y como las fortificaciones no existían en ese momento, el gobernador se vio obligado a doblarse a las intenciones del pirata.
Sería un gran triunfo de Inglaterra que en 1568 recibiría respuesta en San Juan de Ulúa, donde el pirata sufrió una humillante derrota de la que sólo se libraron dos buques, el Minion y el Judith, siendo este último comandado por Francis Drake, acérrimo anticatólico.
También el Salomón, capitaneado por John Hawkins, tenía el mismo régimen y fue tomado por la Armada española, como fue tomado el Jesus of Libeck. Esto, para Inglaterra, fue una afrenta, como también lo fue para la comunidad judía, cofinanciadora de la expedición (de ahí el nombre de las embarcaciones, en las que, por otra parte, se seguía un estricto régimen judío, tanto de alimentación como religioso).
Hawkins fue honrado por Isabel I con el título de caballero, pero resultga curioso que de lo que se jactaba no era de ese, sino de algo que le resultó de vital importancia para engañar a los comandantes de los puertos que pretendía atacar.
John Hawkins se jactaba de haber sido nombrado caballero por el mismísimo Felipe II, cuando éste visitó Inglaterra años antes, hecho en el que se amparaba, junto con las cartas de “buena conducta” obtenidas de algunas autoridades portuarias españolas, lo que le permitía negociar antes de que su presencia generara desconfianza y violencia. (García de León: 182)
Drake figura sin dudar entre los más famosos piratas y nobles ingleses. Discípulo y sobrino de Hawkins inició su actividad en 1571 como sucesor de éste al mando de cinco buques propiedad de diversos hacendados ingleses y uno propiedad de la reina de Inglaterra; su destino, Guinea, donde cargaron las bodegas con esclavos cuyo destino era América, pero en el Golfo de México fue hecho preso.
Había empezado la carrera de los piratas, que iría in crescendo al compás del lucro obtenido, acabando representando, en especial para Inglaterra y para Holanda, unas potentísimas armadas que, si no obtuvieron grandes éxitos sobre el terreno, fueron imprescindibles para el desarrollo del tráfico esclavista... y en tiempos modernos, magnificados sus exiguos éxitos (manifiestos en los enclaves obtenidos por Inglaterra, Holanda y Francia en América), para ridiculizar a quien no supo acabar con estos delincuentes cuando podía haberlo hecho.
Así, en 1599 Holanda eximía de impuestos a los buques que regresaban a Holanda cargados de oro, y el oro, en el imaginario europeo, estaba en España, por lo que multitud de buques holandeses iniciaron su particular carrera de Indias siguiendo las estelas de los barcos españoles.
Pero el oro no sólo estaba en los galeones españoles, sino en el tráfico de esclavos, que curiosamente se vio cortado en Amsterdam, donde por cuestiones morales no podían ser vendidos.
Todo cambiaría tras el desastre de la Grande e General Armada acaecido en 1588. Al rebufo de la misma los holandeses tomaron la isla de Santo Tomé en 1599.
A partir de ese momento se desarrolló un tráfico ilegal que, al amparo de las flotas piratas inglesas y holandesas trasegaba esclavos obtenidos en África hacia el Caribe; tráfico que seguiría un ritmo creciente especialmente significado a partir de 1612 cuando Inglaterra tomó las islas Bermudas. Y todo, al amparo de compañías por acciones que cotizaban en bolsa y tenían un importante peso político.
En Inglaterra, Holanda y Francia fueron donde se fundaron la mayor parte de estas Compañías. En el caso holandés distinguimos principalmente tres: la Compañía de las Indias Orientales (VOC, 1602), la Compañía del Norte (1614) y la Compañía de las Indias Occidentales (VIC, 1623). (Eiré)
Las acciones de piratería llevadas a cabo por la armada británica, (que al cabo esa era la condición de los piratas), se desarrollarían durante toda la historia de la trata, y el resto de actuaciones, como no podía ser de otro modo, iban por el mismo camino, desatendiendo el derecho internacional.
En ese sentido, un personaje torcido, el padre Antonio de Crato, pretendiente a la corona de Portugal que por derecho correspondía a Felipe II, concedió a Inglaterra, con su supuesta autoridad, el derecho a comerciar pacíficamente en la costa de Guinea...
Y en este caso, ese fue el argumento utilizado por la que justamente ha venido a ser conocida como la Pérfida Albión, para invadir territorios ajenos de forma pacífica... o de forma violenta.
Lógicamente Antonio de Crato, como posteriormente sucedería con los próceres americanos (todos los promotores de las guerras de separación del siglo XIX), vivió en Londres como un títere, cebado y observado por las autoridades inglesas, siempre alertas en vigilar sus propios intereses y expertas en crear quintacolumnistas que defiendan sus intereses en casa ajena.
Y es que Inglaterra siempre ha pretendido dar carácter de legalidad a sus actuaciones de delincuencia internacional.
Es el caso que al compás de estas actuaciones, la piratería seguía cumpliendo sus funciones como adelantada de Inglaterra, que seguiría formando generaciones de piratas.
Así, a la sombra de John Hawkins se formó su hijo Richard, y Francis Drake, su sobrino, que en poco tiempo llegó a eclipsarlo por la audacia de sus hazañas en la guerra contra España.
En 1600 se creó en Londres la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que perviviría como tal hasta 1858, cuando fue clausurada por el gobierno británico; Holanda hizo lo propio en 1602 con la Compañía Holandesas de las Indias Orientales (o VOC), mientras los franceses esperaron hasta 1664 para constituirla. En relación a la VOC, que llegó a contar con ochenta mil empleados entre marinos (25%), militares (12,5%) y civiles, señala Rafael Valladares:
La Compañía obtenía el monopolio del comercio con todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza por un plazo de veintiún años. Se le conferían poderes comerciales, militares (autoridad para declarar la guerra) y políticos (potestad para concertar alianzas) aunque bajo la supervisión de los Estados Generales que, además, se reservaban el derecho de revisar (esto es, limitar o revocar) esta cláusula. (Valladares)
Las generaciones de piratas se fueron sucediendo en el tiempo, y el tráfico de esclavos fue su fiel compañero que no les impedía atender otras actividades ilegales e inmorales.
En 1662, la Compañía Real Africana proveía tres mil esclavos al año a las Indias Occidentales, número que se incrementó a cinco mil seiscientos en 1672. Una vez que se suprimió el monopolio de la compañía en 1698, el número de traficantes de esclavos individuales (personas como Newton) se disparó. En 1740, Liverpool enviaba treinta y tres barcos al año en el viaje triangular entre Inglaterra, África y el Caribe. (Ferguson)
Y el poder de estas compañías era omnímodo y presumiblemente autónomo, teniendo facultad para “fundar factorías y colonias en las tierras adquiridas, y además nombrar sus mandos y gobernadores. Pero al respecto es digno de reseñar que las compañías tenían el derecho a ejercer su poder legislativo y judicial en sus ámbitos de jurisdicción, siendo que esa potestad se otorgaba con el objetivo primordial de que la compañía favorecería el comercio de los súbditos de Holanda (en el caso de la VOC) o de los ingleses (en el caso de la Compañía Real Africana) y en hacer la guerra a los españoles. Como en el caso de la piratería tradicional, en el que evidentemente tomaban parte principal, los estados europeos daban una cobertura total, al tiempo que, al darles estatus jurídico de compañía privada, se mantenían al margen de responsabilidad en sus actuaciones ilegales, aunque no por ello dejaban de participar en los beneficios que generaban.
Así, en 1613 los holandeses ya tenían una factoría en la isla de Manhattan, a la que seguirían otras en el Caribe; islas deshabitadas que fueron siendo ocupadas subrepticiamente por los piratas, y en 1616 empiezan a colonizar la Guyana.
Y en Manhattan, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales acabó fundando en 1625 la ciudad de Nueva Amsterdam, que en 1674 se convertiría en Nueva York.
A título de ejemplo que puede ser extrapolado, los piratas de la Compañía Británica de las Indias Orientales tenían un mercado de primer orden donde el aporte masivo de esclavos quedará sin que se le pueda poner cifra aproximativa al no existir ningún registro que pueda verificar el hecho.
La flota colonial de la Norteamérica británica contribuyó a los flujos de la trata de esclavos durante el siglo XVIII, sobre todo desde Rhode Island. Newport se convirtió en el principal puerto norteamericano relacionado con la esclavitud trasatlántica, cobrando mayor importancia que el puerto de Nueva York, que era mucho más grande. (Morgan 2017: 34)
El desarrollo del tráfico negrero se veía permanentemente acelerado, y eso era consecuencia de los éxitos obtenidos por la piratería. Así, en 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, de donde sacarán los esclavos que en 1619 introducirán en Virginia y en 1630 en Barbados para atender la producción azucarera.
Y las acciones iban teniendo lugar a un extremo y otro del Atlántico, siendo que en 1637 ocupaban Elmirna en África, en un rosario de acciones que acabaría dándoles preeminencia en el tráfico negrero. Acciones que completan con operaciones comerciales, como la realizada en 1617 mediante la cual compraron a los portugueses la isla de Gorée, que fortificada inmediatamente les posibilitó el acceso a los principales centros del tráfico continental africano.
Durante los primeros años del siglo XVII los holandeses arrebataron al pueblo navegante sus mejores florones coloniales, no sólo en el África —donde capturaron la fortaleza de Sao Jorge da Mina y momentáneamente Sáo Thomé y la desembocadura del Zaire—, sino también los establecimientos de las Indias Orientales y aun Sáo Salvador, en el Brasil. Los holandeses establecieron en Elmirna el centro de sus operaciones y en esta factoría, la Compañía establecida para tratar en el África tenía una numerosa planta de empleados encabezados por un Director General, pastores, fiscales, factores, sub- factores, asistentes, almacenistas, contadores, soldados y esclavos (Aguirre 1946: 54)
Un pirata holandés, Benjamin Raule, de Zelanda, tomó asentamientos en África, en la que posteriormente sería Princestown, en Ghana, lo que serviría de trampolín para otros asentamientos, como en Arguin, desde donde pudieron llevar a cabo sus acciones de contrabando de todo tipo de mercaderías, entre las que destacaban los esclavos.
Al concluir la tregua de los 12 años entre España y las Provincias Unidas, Holanda creó la Compañía holandesa de las Indias Occidentales (en holandés: West-Indische Compagnie o WIC) el 3 de junio de 1621. Sería ésta compañía la que tendría más significación en la consecución de asentamientos en tierra.
La compañía contaba con una junta directiva de 19 miembros, conocidos como los Heeren XIX (señores), y contaba con cinco oficinas ubicadas en Ámsterdam, Rótterdam, Middelburg, Hoorn y Groningen, siendo su objeto primero el comercio, principalmente de esclavos, y la piratería, y la instauración de colonias holandesas, como las llevadas a cabo en Curaçao en año 1634, o Recife en 1630.
La ofensiva pirático esclavista llevó a los holandeses a intentar la toma del puerto del Callao, en Perú, en 1624, resultando fallido el intento, pero un año más tarde tomaron Bahía, capital entonces de Brasil, durante casi un año, y en 1630 tomaron Pernambuco.
La acción combinada de piratería y esclavismo representó para Holanda un provecho económico de envergadura traducido en un importante incremento del cultivo del azúcar con mano de obra esclava, que provocó en Holanda la creación de una poderosa colonia en la zona, para lo que destinó como gobernador al conde Mauricio de Nassau, descendiente de Guillermo de Orange, que sin embargo no pudo mantener la colonia ante el empuje de Portugal, que resolvió favorablemente la situación expulsando a los holandeses.
La edad de oro de la piratería y el esclavismo había llegado de la mano de holandeses e ingleses. En 1629, el pirata Piet Heyn, almirante de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales aliado con Moisés Cohen Henriques, capturaba la flota de la plata; en 1630, 56 navíos al mando de Diederik van Waendenburgh y Hendrick Lonck toman Recife. En 1635 toman el Fuerte Nazaret, y en 1637 Mauricio de Nassau consolida la colonia, e intenta retomar Salvador de Bahía.
Y en 1634 a conquista de Curaçao, en el Caribe venezolano significó, además de la presencia holandesa en el Caribe venezolano, la formación de un conglomerado de plantaciones azucareras que en diez años absorbió la importación de unos treinta mil esclavos africanos que cruzaron el Atlántico transportados por esclavistas holandeses.
Y esta actuación fue in crescendo, hasta producirse una gran conjura que abarcaba los territorios del Perú, de Colombia y de México. Una conjura que ocasionó la intervención de la Inquisición, que no perseguía casos de piratería y de contrabando de esclavos, sino tan sólo asuntos de fe.
La cuestión de un Auto de Fe como el de 23 de Enero de 1639 nos llama profundamente la atención, tanto por número de condenados a relajación como por el número de procesados. ¿Qué estaba pasando? Los documentos inquisitoriales sólo hacen mención a la cuestión de la heterodoxia de los reos y no a otras cuestiones, pero es menester realizar un análisis del por qué un Auto tan numeroso, y ello nos dará respuesta, no sólo a lo que se nos plantea en 1639, sino las cuestiones anexas (o prioritarias) que sucedían y provocaron al fin la celebración de este Auto de Fe.
Es el caso que en el siglo XVII, la colonia judía de Ámsterdam mantenía muy cercanas relaciones con sus correligionarios establecidos en América, al tiempo que colaboraba muy directamente en la piratería a través de la Compañía de las Indias Occidentales, creada en 1623 a imagen y semejanza de la Compañía de las Indias Orientales, de 1602, donde tenían intereses de primer orden, y con la que consiguieron asientos en Extremo Oriente e intentaron conseguir asentamientos en América.
Es también el caso que la mayoría de los procesados en Lima (la Inquisición no efectuaba una acusación sin estar en la certeza de la culpabilidad del imputado, inquirida con anterioridad a su detención) estaban relacionados, de forma más directa que indirecta con las actividades llevadas a cabo por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, financiadora de las actividades de los piratas, y que en aquel momento se encontraba asentada en Curaçao, Pernambuco, Recife…
En torno a estos hechos, en Lima se produjo lo que fue conocido como Complicidad Grande, una conspiración política orquestada por los criptojudíos, en connivencia con la piratería anglo-holandesa.
La Complicidad Grande fue descubierta el 2 de abril de 1635, cuando fue detenido Antonio Cordero, que formaría parte, como reconciliado, en el Auto de Fe de 1639, sin recibir otro castigo que el destierro.
La trama incluía familiares de la Inquisición, como Ambrosio Morales, y como el capitán Martín Morata, empleado de confianza del virrey y su núcleo familiar, que como el de los principales implicados, formó parte del proceso, en que acabaron procesadas ciento sesenta personas.
La Complicidad Grande pudo tener lugar gracias a que los judaizantes acumulaban gran poder, económico y logístico, lo que les permitía controlar de manera “quasi mafiosa” la actividad comercial en Lima, donde los comerciantes que no pertenecían a su comunidad se veían obligados a efectuar transacciones que pueden ser entendidas como vejatorias.
Pero no era sólo el comercio a lo que aspiraban; sus contactos les permitían incluso aspirar a controlar algún almacén de interés militar, aunque de forma casi milagrosa no llegaron a alcanzar este extremo, ya que, según relata José Toribio Medina, de conformidad con los holandeses pretendían volar la ciudad.
Manuel Bautista Pérez, que acabaría siendo relajado al brazo secular, había amasado una de la más importantes fortunas del Perú gracias al tráfico de esclavos, siendo directa su relación con la VOC.
Si la Complicidad Grande significó una alerta de importancia en el Virreinato de Perú, no se trataba de una acción centrada en él, sino que, como queda señalado, tenía aspiraciones mayores.
Así, la Complicidad no era una cuestión estricta del Virreinato de Perú. Siendo que la fuente del conflicto eran los establecimientos holandeses de Brasil, por lógica estaba extendida también por Cartagena y muy especialmente por México, donde se descubrió que varios de los procesados viajaban con frecuencia, supuestamente por intereses comerciales. No en vano, también en México se descubriría una conjura similar en 1642. La ramificación tiene connotaciones familiares y de negocio de tráfico de esclavos, al que se dedicaba Simón Váez de Sevilla, residente en México, que compartía apellido con cuatro de los procesados en Lima.
Y la importancia que la intervención de la Inquisición tuvo para el desarrollo del tráfico esclavista parece esencial, pues de haber triunfado la conspiración, ingleses y holandeses hubiesen encontrado un campo vastísimo para el exterminio de indígenas y el traslado de esclavos, ni más ni menos que lo que hicieron allí donde estuvieron; pero la Inquisición hizo un papel ejemplar: detuvo la operación y a un bajo coste de once relapsos.
Que en un sólo Auto fuesen condenado tantos reos no es común, sino muy extraordinario en la historia de la Inquisición, y destaca también que las actividades de los relapsos estaban relacionadas con la piratería y el tráfico de esclavos.
Finalmente, la conspiración fue atajada en Lima, Cartagena y México, pero los intentos, como demostraron las incursiones de piratas, no quedaron en el olvido; así, en 1655, Simón de Cáceres, judío portugués, planteó a Cromwell la conquista de Chile, que no se llevó a efecto. Sí se llevó a efecto en ese mismo año 1655, con su colaboración, la toma británica de Jamaica, donde fueron parte importante los marranos residentes. El conspirador compartía apellido con Diego Morán de Cáceres, condenado en Lima, por bigamia, en 1625.
BIBLIOGRAFÍA:
Aguirre Beltran, Gonzalo. (1946) La población negra en México. En Internet https://es.scribd.com/document/341968734/Aguirre-Beltran-La-Poblacion-Negra-en-Mexico# Visita 17-9-2017
Eiré, Simón de. La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. https://debarbasyboinas.wordpress.com/2015/10/08/la-compania-holandesa-de-las-indias-occidentales-y-su-actividad-en-america/
Ferguson, Niall. El Imperio británico. En Internet https://www.megustaleer.com.co/libros/el-imperio-britnico/MES-010902
Visita 9-1-2017
García de León, Antonio. Comercio de balandra, contrabando y piratería en el golfo de México. XII Congreso Internacional de la AEA. En Internet http://www.economia.unam.mx/profesor/griego/COMERCIOBALANDRA_AGL.pdf Visita 2-4-2017
Morgan, Kennet (2017) Cuatro siglos de esclavitud trasatlántica. En Internet https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/35/34700_Cuatro_siglos_de_esclavitud.pdf Visita 11-1-2018
Valladares, Rafael. Definición de Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. http://www.lahistoriaconmapas.com/historia/historia2/definicion-de-compania-holandesa-de-las-indias-occidentales/
Los intereses británicos en la estructura esclavista
En 1553 salen de Londres, rumbo a África, los primeros barcos ingleses que inaugurarían el largo y tortuoso camino de la esclavitud negra en manos de Inglaterra, y en 1562, conjugando a la perfección la piratería con la trata de esclavos, el pirata Hawkins, en defensa de los intereses económicos de la corona británica, roba y vende subrepticiamente, de contrabando, un pequeño grupo de esclavos africanos. De los esclavos blancos se encargarían otros funcionarios.
Y la esclavitud era para la corona británica, según declaraban en documentos de 1663
La fuerza y el músculo de este mundo occidental.
La esclavitud de los negros exigió el tráfico de esclavos negros.
Por lo tanto, la preservación y la mejora del comercio con África, se convirtió en «un asunto de la más alta importancia para este reino y para las plantaciones que a él pertenecen». (Williams 2011:63)
Aunque suene a perogrullada, como a perogrullada suena que los esclavos irlandeses, escoceses e ingleses que Inglaterra transportó a América exigió el tráfico de esclavos blancos.
También puede ser de Pero Grullo señalar que el encargo de toda la operación marítima, comercial y de piratería estaba encomendado a piratas británicos. Tal era la Company of Royal Adventurers, encargada de comerciar en África los productos manufacturados en Inglaterra (desde armas hasta textiles o herramientas de todo tipo) con un contrato que concedido en 1663 debía tener una validez de mil años, periodo que se vio drásticamente acortado en 1672 cuando se creó la Compañía Real Africana, como monopolio para la trata de esclavos, pero ese monopolio duraría sólo hasta 1698, cuando el tráfico de esclavos fue reconocido como un derecho fundamental y natural de los ingleses... si bien no de todos los ingleses, porque miles de ellos fueron protagonistas del hecho esclavista, si, pero no como traficantes, sino como traficados.
Y es que el sentimiento inglés de envidia imperial se agudizó después de la Reforma.
Los defensores de la guerra contra la España católica comenzaron a decir que Inglaterra tenía el deber religioso de construir un imperio protestante para equiparar a los imperios «papistas» español y portugués. El erudito isabelino Richard Hakluyt sostenía que si el Papa podía dar a Fernando e Isabel el derecho a ocupar «tales islas y tierra firme… como las que vos podéis haber descubierto o descubriréis» fuera de la cristiandad, la corona inglesa tenía el deber de «ampliar y fomentar […] la fe de Cristo» en pro del protestantismo. La concepción inglesa de imperio se formó por tanto en reacción a la de su rival española. El imperio de Inglaterra debía basarse en el protestantismo, el de España en el «papismo». (Ferguson)
En otros lugares hemos dejado señaladas las fechas en que Inglaterra empezó a tener asentamientos en América y cómo empezó a nutrirlos, justamente, de esclavos blancos, a los que posteriormente acompañaron y finalmente suplieron los de raza negra.
Esta situación comenzó a darse en el siglo XVII. En este tiempo, la inmensa mayoría de esclavos en territorios británicos de América eran blancos y católicos... y la gran mayoría irlandeses, si, pero también eran abundantes los ingleses y los escoceses.
El año 1625, una orden real estipuló que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales. Sería el inicio de una gran deportación que se contaría en cientos de miles de personas (hombres, mujeres y niños). Pero la práctica ya había sido conocida en 1612, en la Guayana.
Pero eso sólo sería el principio. Como consecuencia de la revolución irlandesa de 1641, que se mantendría candente durante once años, la población de Irlanda descendió de aproximadamente un millón y medio de habitantes a poco más de seiscientos mil. El motivo fue el genocidio llevado sobre ellos por Inglaterra, que comparado con lo que vino después debía parecer una situación idílica.
Y es que entre 1650 y 1660 la dictadura de Cromwell instaló el que fue conocido como Reinado del Terror, que de forma proactiva agudizó el genocidio que ya venía conociendo la población irlandesa y católica.
Pero el pragmatismo británico supo tomar la medida del asunto y supo calibrar hasta dónde debía seguir con el genocidio y hasta dónde con la esclavización. Así, en 1650, llegaron a las plantaciones caribeñas de Saint Kitt 25.000 esclavos irlandeses.
Carecemos de datos tan siquiera aproximativos, pero se calcula que en esta década la corona británica secuestró a unos cien mil niños irlandeses de entre 10 y 14 años y los llevó a las plantaciones del Caribe, Virginia y Nueva Inglaterra.
Cromwell murió en 1660, pero el pragmatismo británico no defenestró su figura. Su sucesor Carlos II, hijo del decapitado Carlos I (decapitado por Cromwell), no dudó en mantener el negocio de la trata, con el compromiso de entregar al menos 3.000 esclavos anuales a la Real Compañía de Aventureros.
Estos traficantes de esclavos detentaban altas posiciones sociales en Inglaterra. Una lista que, conforme señala Eric Williams estaba encabezada por la realeza e incluía tres duques, ocho condes, siete lores, una condesa y veintisiete caballeros.
En este periodo, el tráfico atlántico de esclavos procedente de África se mantenía en unos límites bajos... muy bajos en comparación con lo que tenía que venir, y no es de extrañar dado que mientras un esclavo irlandés costaba el equivalente a 5 libras esterlinas, uno negro costaba entre 20 y 50 libras, por lo que no había duda para los dueños de las plantaciones, que con esos precios no tenían apenas interés en mantener vivos a los esclavos irlandeses.
Tan poco respeto tenían por la vida del esclavo que quién había participado directamente en el genocidio irlandés, el coronel William Brayne, que en 1653 tomó parte en el sometimiento de Irlanda, pedía en 1656, cuando era gobernador de Jamaica,3 que la corona hiciese llegar a la isla más esclavos negros, ya que puesto que los dueños tendrán que pagar más por ellos, tendrán más interés en mantenerlos con vida.
Y es que los esclavos irlandeses debían ser liberados en un plazo máximo de diez años… pero esto no sucedía con frecuencia, ya que la mayoría moría antes, y para el resto se buscaban subterfugios que les alargaban la condición... si tenían la suerte de sobrevivir. Como ejemplo a destacar podemos señalar que entre 1641 y 1649 se compraron en las Barbados 21.700 esclavos irlandeses. Sin embargo, parece que nunca hubo más de 8.000 o 10.000 en las islas. El motivo no es otro que el apuntado: la muerte en un corto periodo exigía el aporte de nuevos esclavos.
En unos primeros tiempos, cualquier dueño podía matar a cualquiera de sus esclavos sin necesitar dar explicación alguna. No obstante, aunque William Brayne había fallecido en 1657, otros se encargaron en llamar la atención de forma que en 1667, el Acta de Regulación de Esclavos en las Plantaciones señaló los castigos que se podían infligir a los esclavos que hubiesen cometido un delito contra cristianos4... La verdad es que no variaba mucho la situación, pues aunque se marcaba que el amo no podía matar al esclavo, se atendía el hecho que lo maltratase hasta la muerte, interpretando que en esa caso era un exceso involuntario... y no punible.
Y en cuanto a mantener relaciones sexuales, asunto no pequeño si consideramos que sólo un tercio de los esclavos negros eran mujeres, los esclavistas británicos tenían reticencias en mantenerlas con mujeres negras... pero no con irlandesas, siendo que la ley establecía que los bebés hijos de esclava eran esclavos y pertenecían al amo.
Las leyes prohibían el matrimonio interracial (en Maryland, en 1664, las blancas casadas con negros eran esclavizadas) y las castraciones y linchamientos trataban de impedir los contactos sexuales entre negros y blancas.
Esta legislación que condenaba a esclavitud a la mujer blanca que tuviese relación con hombre negro fue utilizada en beneficio de los esclavistas que, para perfeccionar la operación, cruzaban esclavas irlandesas con esclavos negros, siendo que obtenían mulatos que, como sus madres, permanecerían como esclavos, pero en 1681 se aprobó una ley que prohibía la práctica de aparear mujeres esclavas irlandesas con esclavos africanos. Esa fue una ley que durante años fue demandada por la Compañía Real Africana, cuyos accionistas eran miembros de la realeza inglesa, ya que las granjas de crianza de mulatos interferían directamente en los beneficios de la trata, que entre 1680 y 1688 implicó a 60.000 irlandeses, de los que 14.000 murieron durante el viaje.
En este periodo de claro predominio irlandés en los esclavos que Inglaterra transportaba, existía en el mercado el esclavo negro, que empezó a plantear la competencia en periodo temprano, aunque siempre con un precio superior al que suponía un esclavo irlandés.
No obstante, las previsiones de crecimiento en el negocio esclavista hacían de Irlanda (y de la propia Inglaterra), un lugar con poco porvenir, por lo que pronto pasaron a ofrecer el esclavo negro, más que como cosa exótica y cara, como esclavo para todo.
Esa situación debía pasar su maduración; así, en 1651, la Compañía Británica de las Indias Orientales arrebata Santa Elena a los holandeses. Sería el primer paso que, en cualquier caso estaba dado para el comercio de exportación. Por ello no dudó Inglaterra en pedir a España autorización para traficar negros a América. Pero esa era una aspiración que hubieron de conseguirla mediante una derrota militar que llegaría con motivo de la Guerra de Sucesión, seis décadas después.
Y la toma de Jamaica en 1655 fue, sin lugar a dudas, un punto de inflexión en el tráfico negrero atlántico. A partir de este momento se dispararía el tráfico, que si hasta el momento poco difería de lo actuado siglos atrás, donde el esclavo podía ver su desventura como algo pasajero, ahora, bajo una mentalidad puramente economicista, accedía a una situación sin vuelta atrás donde el horizonte era la esclavitud perpetua o la muerte inmediata.
En los barcos esclavistas británicos empezarían los esclavos a conocer el hacinamiento; en los barcos esclavistas británicos se producirían sublevaciones de esclavos (en un 20% de los transportes); algo que jamás ocurrió en los barcos portugueses; en los barcos esclavistas británicos se tirarían esclavos al mar, como lastre, cuando la sublevación o el temporal ponían en peligro la embarcación.
Y no hablamos de que la tripulación gozase de unas vacaciones pagadas... Al respecto, señala Hug Thomas que los capitanes con frecuencia trataban su propia tripulación con sadismo criminal.
El método de Liverpool para obtener marineros consiste en que un escribiente de un comerciante vaya de taberna en taberna, dándoles de beber para que se emborrachen y, así, llevarlos muy a menudo a bordo. Otro método es el de hacerles contraer deudas y entonces, si no deciden ir a bordo de los buques que van a Guinea, los mandan a presidio los taberneros a los que deben dinero.» (Thomas 1997: 308)
Es en este periodo cuando Londres se convirtió en el principal puerto esclavista, como consecuencia de la actividad llevada a cabo por la Compañía Real Africana, posición que no dejaría hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando competiría con Liverpul o con Bristol en primer lugar, puertos que arrebataron la posición a Londres, y en segundo término quedaban puertos franceses como Diepe.
Los tratantes franceses embarcaron 1,38 millones de esclavos durante todo el periodo de la esclavitud trasatlántica, lo que supone una participación del 11% en este tráfico. Al igual que en Inglaterra, el siglo XVIII fue el periodo álgido del tráfico esclavista. (Morgan 2017: 35)
Con esta evolución, Jamaica que en 1670 contaba con un número de esclavos no superior a los 7000, pasó a contar con más de 200.000 en 1680, un plazo de diez años. Y ese ritmo fue similar en las otras colonias británicas.
Casi todos los estudiosos del tema sostienen que a finales de la centuria (del s. XVIII) la introducción de negros alcanzó cotas máximas, sobre todo en el Caribe y en el litoral norte de América del Sur. (García Fuentes 1976: 50)
Pero la influencia del tráfico negrero llevado a cabo por Inglaterra no tenía repercusión sólo en las colonias británicas. El tráfico británico, no es ocioso recordarlo, se inició para suministrar mediante contrabando mano de obra negra en la España americana, y ese siempre fue un objetivo principal en el ideario británico. Ello les llevó a intentar tomar parte en el asiento, objetivo que consiguieron al imponerlo en 1713, en el Tratado de Utrecht como resultado de su victoria en la Guerra de Sucesión Española. El mismo puso fin al asiento francés, que había sido impuesto por Francia en 1711. El tráfico había alcanzado su zénit, que sería mantenido durante todo el siglo XVIII como el principal de los negocios de Inglaterra, en el que los puertos británicos albergaban una muy importante flota destinada a estos menesteres, hasta el extremo que, según señala Hugh Thomas, sólo de Londres se calcula que, entre 1722 y 1727, salió un promedio de 56 navíos al año, siendo que, de las 66 factorías negreras instaladas en África, cuarenta eran inglesas y las otras 26 se las repartían portugueses, holandeses, franceses y daneses. Pero la importancia del tráfico se extendía a la propia metrópoli, siendo que no existía en Inglaterra una ciudad industriosa que no estuviese relacionada directamente con el tráfico de esclavos. Incluso la venta de esclavos era pública en Inglaterra, donde hasta 1762 hubo mercado para el servicio doméstico.
Sólo los buques ingleses transportaron dos millones de esclavos africanos a Norte América entre los años de 1680 y 1786. (Welton 2008)
Se puede decir que ya en estos momentos todo el mundo económico británico dependía de la trata y de la explotación de esclavos en las plantas azucareras, algodoneras, o tabaqueras, representando la base sobre la que finalmente sería llevada a cabo la Revolución Industrial, y es que, en estos momentos, aproximadamente la mitad del P.I.B. Del momento dependía de la esclavitud, siendo que aproximadamente el 15% del esfuerzo de sus astilleros, y sus productores de los diversos avituallamientos dependían del suministro a la población esclava.
Cuando en 1698 la Compañía Real Africana perdió el monopolio para la trata de esclavos surgieron nuevas compañías en las que se reubicaron los socios de aquella. La West India Company, la Royal African Indian Company, la Virginia Company, fueron las principales nuevas iniciativas que, impulsadas desde el estado, sirvieron de nueva ubicación para la alta nobleza y para la pujante burguesía, que con visión de futuro protegieron a quienes serían los ideólogos de la nueva filosofía. Locke, Adam Smith, Hobbes, Groscio... al amparo de los esclavistas, gestaron las nuevas teorías del liberalismo.
La importación a Jamaica, desde 1700 hasta 1786, fue de 610.000 y se ha estimado que la importación total de esclavos a todas las colonias británicas entre 1680 y 1786 fue de más de dos millones. (Williams 2011:66)
Estas compañías estaban dotadas de autonomía propia, con potestad para aplicar justicia y para tratar negocios multilaterales, y por supuesto para apoderarse de territorios.
Por su parte, en el comercio triangular5, los productos obtenidos en las colonias llegaban a la metrópoli, desde donde se distribuían a los mercados de Inglaterra, Francia y Holanda, lugares donde asimismo la dependencia del esclavismo era manifiesta, siendo que si en Inglaterra el 75% del trabajo portuario estaba ligado al tráfico en su conjunto, en Francia representaba el 12%.
En este periodo, el consumo anual de azúcar en Inglaterra pasó de 2,7 kg por habitante en 1710 a 10,5 kg en los años 1770, y comenzó a generalizarse el uso del té, del café, del chocolate y del tabaco.
Y la banca, inexorablemente estaba detrás de todas las operaciones tanto de movilidad de esclavos como de adquisición y puesta en cultivo de terrenos. Con el inmenso capital acumulado posteriormente financiarían la revolución industrial.
La eclosión del liberalismo era ya manifiesta, y sus métodos, las sociedades por acciones, que ya llevaban décadas en desarrollo, se manifestaron con fuerza en el primer cuarto de siglo XVIII en Inglaterra, siendo que, según señala Hug Thomas, la Compañía del Mar del Sur, en Inglaterra, contaba en 1720, con cuatrocientos sesenta y dos miembros de la Cámara de los Comunes; cien de la Cámara de los Lores... y toda la familia real.
Y algo similar, con la debida distancia, sucedía en Francia.
El cantón suizo de Berna poseía numerosas acciones, lo que constituía una inversión excepcional en la trata, y lo mismo el King's College de la Universidad de Cambridge y lady Mary Wortley Montagu. (Thomas 1997: 239).
Toda esta actividad económica conllevó que, para generar los beneficios que los inversores estaban demandando, se recrudeciese la explotación de los esclavos y se aumentase su número en las explotaciones.
Como consecuencia se fortaleció la trata atlántica, siendo que para 1720, la flota negrera inglesa estuviese compuesta por ciento veinte buques de gran tonelaje que albergaban en sus bodegas, en espacios del tamaño de un ataúd, el mayor número de esclavos al objeto de abaratar costes.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. Este tipo de economía espacial y de abultamiento en el número de negros embarcados correspondía a la tendencia de los llamados «fardos prietos» en posición a la de los «fardos flojos». Los capitanes que preferían la primera argumentaban que la pérdida de vidas causadas por las apreturas y mala alimentación se compensaba con el aumento de los ingresos netos al ser mayor el cargamento. Los partidarios de la segunda tendencia consideraban que dando a los esclavos más espacio y mejor trato reducían la mortalidad y obtenían mejores precios. (Gutiérrez, Ildefonso: 197)
Pero ese abaratamiento de costes comportaba el incremento de la mortandad en la población esclava (y en las tripulaciones de los barcos, cuyas condiciones diferían poco de la de los esclavos), que a pesar de recibir constantes refuerzos en los sucesivos viajes de barcos negreros, en las regiones esclavistas del Caribe no llegaba a las trescientas mil personas. Y es que la tasa de natalidad era ínfima (recordemos que sólo 1/3 de los esclavos eran mujeres), y sin embargo la tasa de mortandad era elevadísima como consecuencia del mal trato recibido y el exceso de trabajo.
Una regla de la época formulada por el hacendado de Barbados Edward Littleton, era que un hacendado con cien esclavos necesitaba comprar ocho o diez al año «para mantener su capital». (Ferguson)
Pero la mortandad de los esclavos no era algo que supusiese nada más que un gasto económico en una sociedad que pocas décadas antes había presenciado con normalidad tan alta mortalidad entre los esclavos irlandeses, y no tenía ningún escrúpulo por el hecho, siendo además conocedor del trato que en esos mismos momentos estaba recibiendo el pobre en las ciudades inglesas.
No obstante, la mortandad no fue siempre la misma. Si el hacinamiento y el mal trato era la constante, no obstante el traficante necesitaba cuidar al máximo la mercancía que transportaba si quería sacar la máxima rentabilidad a la operación. Así, en esta época de incremento acelerado del tráfico, se incluyó un médico en la dotación del barco para atender las necesidades derivadas de las posibles enfermedades que pudiesen adquirir tanto los esclavos como la tripulación.
Estas medidas limitaron sensiblemente el porcentaje de bajas, que, conforme señala Hug Thomas, si en el siglo XVII alcanzaban hasta el veinticuatro por ciento de los esclavos transportados, a finales del siglo XVIII se había reducido al seis por ciento.
Lo cual quiere decir que, siendo la capacidad media de las embarcaciones de 240 plazas, en cada viaje del siglo XVII fallecían sesenta esclavos, mientras que a finales del siglo XVIII fallecían catorce. Eso sin tener en cuenta que, para minorar las pérdidas, era frecuente sobrecargar las bodegas con más esclavos de los que cabían en las mismas, lo que acarreaba a la tripulación situaciones que en poco diferían de las padecidas por los esclavos transportados, incluidas las bajas.
La evolución del tráfico, lógicamente, siguió creciente; para hacernos una idea, debemos tener en cuenta que la Compañía Real Africana transportó, entre 1680 y 1686, unos 35.000 esclavos. Tomando un periodo idéntico de nueve años para operaciones llevadas a término por las nuevas compañías, destaca que, sólo los comerciantes de Bristol embarcaron 160.950 negros a las plantaciones azucareras. Y la flota esclavista, que en 1720 estaba compuesta por ciento veinte buques, en 1760 contaba al menos con 146 buques, con una capacidad para 36.000 esclavos. Y en 1771, el número de barcos había aumentado a 190, en cuyas bodegas trasladaron a 47.000 esclavos.
Todo ello comportaba pingües beneficios, hasta el extremo que a mediados del siglo XVIII todo el comercio y la manufactura británicas estaban conectados, de uno u otro modo, con el comercio triangular, siendo que las ganancias obtenidas sirvieron, de una manera directa, para la financiación de la Revolución industrial, que en 1750 conoció un importante empuje con la creación de la conocida como Compañía de
Comerciantes, que tenía participación prioritaria en el comercio triangular y controlaba el tráfico.
Y las colonias de las Antillas eran el eje del Imperio Británico, con una inmensa capacidad productiva. El contrabando y la piratería eran las otras dos patas del banco que sustentaba el ser de Inglaterra.
Y es que cerca de la mitad de los beneficios comerciales británicos dependía de la economía esclavista atlántica. El beneficio obtenido era enorme, pero además este modelo empujaba su industria. El 15% de la construcción naval se destinaba al tráfico.
Por eso el tráfico siguió creciendo en importancia, y los beneficios se mostraban en Inglaterra de manera ostentosa, hasta el extremo que en la Bolsa de Liverpul, ciudad que en 1795 gestionaba las tres séptimas partes de todo el tráfico esclavista europeo, se exhibían relieves de cabezas de africanos, y los mercaderes hacían pública ostentación, siendo que las inversiones alcanzaban cifras muy importantes.
Entre 1750 y 1807, los tratantes de esclavos británicos invirtieron por término medio 2.525.959 libras por decenio en la construcción, la reparación y los pertrechos de sus barcos, en astilleros ingleses; entre un promedio de 1,5 millones de libras por decenio de 1750 a 1780, y casi 4 millones por decenio de 1781 a 1807. (Inikori 1977: 7)
Y los beneficios generados, que estaban en consonancia con las inversiones realizadas, fueron la base de los bancos ingleses actuales.
Pero esa generación de recursos no se limitaba al tráfico negrero, sino que aprovechando la ruta del esclavo, Inglaterra aprovechaba para abrir también rutas para el contrabando de todo tipo de bienes, que también conocieron una gran intensidad. Así, a mediados del siglo XVIII, esa actividad ilegal estaba afectando gravemente a la economía española, siendo que la Casa de Contratación de Sevilla informaba de las dificultades que encontraban los comerciantes españoles a la hora de vender sus productos en América como consecuencia de la enorme cantidad de mercancías inglesas que al amparo del Tratado de Utrecht, y sobrepasando ampliamente lo en él estipulado, entraban en los puertos americanos.
La Corona española tomó medidas impidiendo que llegase oro o plata a los puertos donde atracaban los ingleses al tiempo que creaba una pequeña flota de guardacostas con base en Cartagena y en La Habana destinada a interferir el contrabando, lo que acabó ocasionando una nueva guerra con Inglaterra, la conocida como la de la oreja de Jenkins, al haber mutilado una oreja a este pirata, pillado in fraganti.
Pero centrándonos en el hecho del tráfico de esclavos, es el caso que la intensidad del tráfico y la demanda de mano de obra esclava hizo que en 1766 Inglaterra autorizase la trata directa de África a Florida, territorio que era colonia británica desde 1763.
Por otra parte, la flota inglesa tomó La Habana en agosto de 1762 y la mantuvo en su poder durante once meses. En ese tiempo trasladó a la isla no menos de once mil esclavos e implantó un régimen comercial al estilo británico. Y lo que es peor: cuando finalmente Inglaterra abandonó la isla, lo hizo militarmente, pero dejó todo un tejido mercantil y esclavista que fue el que convirtió la isla en uno de los últimos destinos de los traficantes de esclavos africanos.
Inglaterra era, sin lugar a dudas, el más importante país en el comercio de esclavos de todo el mundo (y eso ciñéndonos al tráfico atlántico y dejando al margen la India). Entre 1756 y 1786, Bristol envió 588 barcos a África y Liverpool, 1.858; entre 1795 y 1804, Liverpool mandó 1.099 naves, Londres, 155 y Bristol, 29, y a finales del siglo XVIII, todas las clases de la sociedad inglesa presentaban un frente unido en lo referente al tráfico de esclavos; La monarquía, el gobierno, la iglesia, la opinión pública en general, apoyaban el tráfico de esclavos. Había pocas protestas y éstas eran ineficaces, y curiosamente, en estas fechas, Adam Smith señalaba la nula rentabilidad del trabajo esclavo, y en 1765, tras años se fundaba en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista.
Evidentemente, algo estaba pasando, y la visión comercial británica no estaba lejos de ello.
No fue casual la creación de la Sociedad Antiesclavista, como no fue casual que en esas mismas fechas se crease un cinturón sanitario con los traficantes de Liverpul. El motivo no era humanitario sino económico. Liverpul se había convertido en el principal puerto esclavista, pero las actividades estaban dando pérdidas muy importantes.
Desde 1763 hasta 1778 los comerciantes de Londres evitaron toda conexión con los traficantes de esclavos de Liverpool, convencidos de que el tráfico de esclavos ocasionaba pérdidas; entre 1772 y 1778 se dijo que los negociantes de Liverpool perdieron 700.000 libras. De treinta casas importantes que dominaban el tráfico de esclavos desde 1773, doce habían ido a la bancarrota hacia 1788. (Williams 2011:74)
Y es que el desarrollo del comercio y de la industria había hecho que el marco que desarrolló la explosión esclavista iniciada a mediados del siglo XVII, fuese perdiendo fuerza un siglo después. El mercado, el centro de las actuaciones británicas, había llegado a un punto (finales del siglo XVIII) en el que los precios se iban ajustando. Los proveedores de esclavos africanos exigían cada vez más, y las posiciones militares en África no tenían capacidad de control, y aumentar el precio del esclavo resultaba inasumible, motivo por el que las ganancias se habían visto reducidas a menos del diez por ciento en un siglo, a pesar de las medidas aplicadas en los transportes que habían reducido la mortandad del 24% al 6%.
En esa situación, la competidora principal de Inglaterra, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales presentaba unos balances aún peores: declaraba en esos momentos unos beneficios que apenas llegaban al 3%. Todo señalaba que el momento para abogar por la abolición de la esclavitud estaba servido.
Y a esa labor se volcó Inglaterra utilizando para ello la que sin lugar a dudas era la principal Armada del mundo.
Pero no quedaría resuelta la cuestión con esa medida, porque los males tradicionales de Inglaterra (la miseria, la desigualdad social, el trabajo infantil y la explotación de su pueblo) comenzaron a desarrollarse al compás de la Revolución Industrial, como deja magistralmente manifiesto Charles Dickens.
La inseguridad ciudadana, los crímenes de todo tipo, se adueñaron de aquellos lugares que no hacía mucho lucían orgullosos su riqueza conseguida a costa de sangre ajena, y las medidas para cortar semejante situación fueron del corte ya tradicional en la política inglesa: sangre y deportación.
En 1770 fue dictado el Código Sanguinario en el que se marcaban 222 tipos de crimen, casi todos contra la propiedad, que conllevaban la pena de muerte.
Un robo con valor superior a 5 chelines estaba sancionado con la pena de muerte; cortar un árbol conllevaba la pena de muerte; cazar un conejo estaba condenado con la muerte... y sin límite de edad; así, Michael Hammond y su hermana Ann, dos niños de 7 y 11 años fueron ahorcados por robo.
Y para librarse de la carga que representaban los esclavos negros, como medidas iniciales, en 1772 es abolida la esclavitud en el territorio de las islas británicas, primer paso para deportar a la población negra residente, que finalmente sería desembarcada en Sierra Leona cuando fue ocupada en 1787; lugar al que en principio estaban destinados los ciento cincuenta mil súbditos ingleses que tenían alguna condena, y que finalmente fueron trasladados en los buques negreros a Australia y a Nueva Zelanda; el mismo año fundaron la Sociedad Antiesclavista Británica; en 1791 se produce una rebelión en Haití que lleva a la liberación de los esclavos.
El asentamiento en Australia fue ideado para resolver un problema interno, principalmente el relativo a los delitos contra la propiedad. En lo fundamental, era una alternativa a la horca de ladrones o a la construcción de cárceles para los presos. (Ferguson)
Pero si inhumano fue el trato que dieron a su propia población, en concreto a la deportada a Australia, inhumanas fueron las consecuencias que padecieron los aborígenes de Australia y Nueva Zelanda. Al respecto señala Niall Ferguson:
Que los reincidentes fueran torturados de manera sistemática en tales lugares, era una nimiedad en comparación con el modo como fueron tratados los pueblos aborígenes o indígenas de Australia (que llegaban a las trescientas mil personas en 1788). Como ocurrió anteriormente con los indios americanos, estos también fueron víctimas de la plaga blanca. (Ferguson)
Los naturales fueron perseguidos hasta la extinción. En concreto en Tasmania los exterminaros en su totalidad, y en Australia y Nueva Zelanda realizaban cacerías organizadas que finalmente fueron prohibidas en 1945, cuando el proceso de Nuremberg. Y mientras tanto, en 1825 dictaron leyes por las que los súbditos ingleses que participasen en la trata serían condenados a muerte, que curiosamente nunca fueron aplicadas, a pesar de que continuaron con la trata.
BIBLIOGRAFÍA
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García Fuentes, Lutgardo (1976) El tráfico de negros hacia América. En Internet http://www.larramendi.es/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1000199 Visita 1-4-2017
Gutiérrez Azopardo, Ildefonso El comercio y mercado de negros esclavos en Cartagena de Indias (1533-1850) En Internet https://revistas.ucm.es/index.php/QUCE/article/viewFile/QUCE8787120187A/1778 Visita 2-4-2017
Inikori, Joseph E. (1977) La trata de esclavos y las economías del Atlántico. En Internet http://unesdoc.unesco.org/images/0002/000213/021379SB.pdf Visita 1-4-2017
Morgan, Kennet (2017) Cuatro siglos de esclavitud trasatlántica. En Internet https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/35/34700_Cuatro_siglos_de_esclavitud.pdf Visita 11-1-2018
Thomas, Hug. La trata de esclavos (1997). En Internet http://www.libroesoterico.com/biblioteca/Varios/140876316-Hugh-Thomas-La-trata-de-esclavos-1440-1870-1997.pdf Visita 2-4-2017
Welton, Mark D. (2008) El derecho internacional y la esclavitud. En Internet http://usacac.army.mil/CAC2/MilitaryReview/Archives/Spanish/MilitaryReview_20080630_art009SPA.pdf Visita 1-4-2017
Williams, Eric. (2011), Capitalismo y esclavitud. En internet. https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Capitalismo%20y%20esclavitud-TdS.pdf Visita 1-4-2017
El color del esclavo
En este capítulo, y como procede al periodo que tratamos, no nos vamos a referir, sino a modo de eventual referencia, a las circunstancias que envuelven el mismo en la Historia antigua o en otros ámbitos distintos del tráfico atlántico.
En ese sentido, y como resulta evidente, la esclavitud de los negros existió en África mucho antes que en América, siendo que Egipto, en el curso de la historia mantuvo lazos con Sudán y Abisinia, de donde se nutrió gran parte de su mano de obra esclava negra.
Por su parte, en la Grecia clásica, en Roma, y en el extremo oriente mediterráneo, los eslavos fueron durante largo tiempo la base de la población esclava, y el término “esclavo” parece provenir justamente del patronímico de estos pueblos.
Atenas fue tomada por los turcos en 1456; la península de Morea en 1460; Bosnia en 1462... Herzegovina en 1481...
Este avance de los turcos se nutre de la mano de obra proveniente de los pueblos sometidos, cuyos miembros son vendidos en los distintos mercados de esclavos.
Cantidades enormes de esclavos rusos y a veces de polacos llegaban por su mediación hasta Constantinopla, donde eran muy apreciados y se les pagaba a muy buen precio. Estas batidas para aportar mercancía humana eran tan importantes que, en 1591, Giovanni Botero las señala como una de las causas de la escasa población de Rusia. (Braudel 1:252-253)
Por lo que respecta al centro neurálgico del avituallamiento de América y Europa durante la Edad Moderna, África, hay que tener en cuenta que estaba perfectamente acostumbrado a la trata, siendo que existen datos que confirman la existencia de un puerto esclavista en Kilwa, en la costa de Tanzania, en un periodo tan alejado en el tiempo como el siglo XIII... o en el Mali del siglo XIV, donde existía un amplio movimiento comercial alrededor del esclavo y de productos como perlas, porcelana, perfumes y otros bienes de consumo, en el que tenía una importancia primordial la presencia de comerciantes persas y árabes.
Se importaban tanto esclavos negros como esclavas blancas del Mediterráneo oriental. Los hombres tenían muchas funciones como sirvientes, mineros, artesanos e incluso soldados. (Arce 2013: 26)
Ya en el siglo XVI, con la expansión portuguesa, se crearon áreas de influencia donde se establecieron colonias comerciales desde la que se enviaba especialmente oro, y también esclavos.
En ese sentido, aunque el aspecto cuantitativo empieza a ser significativo en el siglo XVI y sobre todo el XVII y XVIII, con la participación en la trata de los países norte europeos, se puede señalar como el origen europeo del comercio organizado e institucionalizado de esclavos negros el año 1441, cuando Antam Gonçalvez capturó 12 esclavos los llevó a Lisboa como regalo para el príncipe Enrique el Navegante.
Ese mismo año se fundó la Compañía de Lagos y luego la Compañía de Arguin,que en 1450 llevó 200 negros de Arguin a Portugal. Desde ese momento la compañía controló el comercio de esclavos, con un tráfico que en el mismo siglo XV llegó a alcanzar un volumen de hasta 3000 esclavos, cuyo destino era variado, siendo que muchos de ellos eran vendidos en el mismo continente africano a compradores africanos.
Si bien algunos esclavos, y sobre todo en un primer momento, eran tomados en “cabalgadas”, quienes fueron inequívocamente los abastecedores de esclavos eran los propios reyezuelos, caciques o autoridades locales que si atendían la demanda en cuanto al número de esclavos, no lo hacían en cuanto al sexo de los mismos, siendo que el número de hombres excedía largamente al de mujeres, a cuya venta eran normalmente reticentes.
También en el siglo XVI, en plena guerra contra el Islam, corsarios españoles con asiento en las Canarias hacían incursiones en África a la caza de bereberes cuyo destino sería los ingenios de azúcar de las islas.
Por una serie de circunstancias, como el Tratado de Tordesillas de 1494, que trazaba la línea divisoria entre España y Portugal para las exploraciones de nuevas tierras, la Corona de Castilla y de Aragón no tomó parte en el tráfico, pero en 1502 Nicolás de Ovando obtuvo un permiso para trasladar negros del sur de España a La Española.
La procedencia de esos negros puede ser variada, pero necesariamente tiene que estar presente la circunstancia del tráfico hasta Portugal, desde donde pasarían a la Corona de Castilla.
El número de esclavos era forzosamente limitado, a pesar de los intentos de varios personajes que, como Fray Bartolomé de las Casas, instaban para que fuesen importados a la Española para atender el trabajo de las minas.
Esos intentos, siendo que Fray Bortolomé era protegido de la Corona, no tardaron en fructificar, siendo que en 1518 Carlos I autorizó el traslado de 4000 negros con el fin de suplir la población autóctona que estaba sucumbiendo a los efectos de la viruela, enfermedad a la que la raza negra se mostraba inmune.
Un prominente funcionario de La Española insistía en 1518 que le «debía ser concedido el permiso para traer negros, que constituían una raza robusta para el trabajo, en lugar de nativos, pues éstos eran tan débiles que solamente podían ser empleados en tareas que requerían poca resistencia, tales como cuidar de los campos de maíz o las granjas. (Williams 2011:36)
Pero si en estos momentos el tráfico era de baja intensidad, estaba destinado a cambiar el sentido cuando en 1553 salieron de Londres los primeros traficantes ingleses, que no tardarían en cubrir la ruta transoceánica.
Tan sólo nueve años más tarde, el pirata naturalmente inglés John Hawkins, saltándose todas las leyes, transportó a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos, consiguiendo vender su carga a espaldas de las autoridades españolas.
Por este tiempo, el Mediterráneo era un mar abonado para la captura y el tráfico de esclavos. Flotas berberiscas atravesaban el mar combatiendo los navíos cristianos que encontraban y capturando a tripulación y pasaje, que inequívocamente pasaría a los mercados de esclavos del norte de África, desde donde serían distribuidos a sus diversos destino y menesteres, siendo especialmente codiciadas las mujeres, cuyo destino principal sería algún harén, y los jóvenes, que con harta frecuencia serían sodomizados.
Esas flotas de piratas berberiscos no se limitaban a combatir a las embarcaciones que navegaban por el Mediterráneo; también hacían incursiones en las costas con el objetivo del pillaje, sí, pero principalmente con el objetivo de la captura de esclavos, para cuyos menesteres, por lo que tocaba a las costas españolas, recibirían el apoyo sin condiciones de significativas partes de la población musulmana, de los moriscos, que por lo general residían en la costa.6
Estas circunstancias fueron las que en 1609, el 11 de Septiembre, dos días después de haber sido reconquistada Larache en la Hispania Tingitana, provocó que se decretase la expulsión de los moriscos, el 60 por 100 de los cuales se hallaba concentrado en la costa valenciana, constituyendo aproximadamente el 33 por 100 de la población, conformando una quinta columna que resultaba esencial para éxito de las incursiones de los piratas berberiscos que tenían en la zona un filón para la captura de esclavos.
Las incursiones berberiscas, si bien centradas en el Mediterráneo, ocasionalmente llegaron a capturar esclavos hasta en las Islas Británicas.
Como réplica a esta actividad pirática y esclavista, la Armada española destinaba a los piratas capturados al servicio en galeras.
Pero los documentos reflejan que no todos iban a galeras. Así, Fernand Braudel señala que:
A. di S. Filippo ha encontrado en los archivos de Cerdeña interesantes documentos sobre el precio de los esclavos musulmanes en Cagliari durante el siglo XVI, y que revelan que, después de 1580, los precios se derrumbaron coincidiendo con un aumento considerable de la oferta de esclavos en el mercado de dicho puerto; y es que antes de 1580 sólo se vendían en la isla algún que otro berberisco de los arrojados a sus playas como náufragos o que residían allí por haber caído en manos de los isleños en algunas de sus incursiones. (Braudel 1:198)
Queda manifiesto, así, que si durante la Edad Moderna el inmenso tráfico de esclavos negros posibilita la identificación de esclavo con negro, el aserto está al fin falto de realidad7, hasta el extremo que el tráfico y comercio de esclavos blancos no era, en los siglos XVI y XVII, menor que el tráfico atlántico de esclavos negros, siendo que cuando Inglaterra comenzó el año 1619 el transporte de negros a sus colonias, en concreto a Virginia, en la misma ya había un importante número de esclavos blancos.
Muchas mujeres llegaron en esos primeros años como criadas contratadas -muchas de ellas menores de edad- y vivieron vidas no muy diferentes a las de los esclavos, salvo que el período de servicio tenía fecha de caducidad. Tenían que ser obedientes a sus amos y señoras. (Zinn 2005)
Con el curso del tiempo, las enfermedades y el maltrato hicieron que esos esclavos blancos se mostrasen como de poco interés para los esclavistas, que comenzaron a importar mano de obra negra, que mostraba ser más resistente al clima y al maltrato.
Ese destino común hizo que esclavos blancos y negros protagonizasen conflictos que alcanzaron cierta envergadura, y que las autoridades británicas, representadas en la Casa de Diputados de Virginia declarase que los esclavos blancos (titulados criados) eran gente de la peor calaña de la que podía esperarse la peor de las actuaciones en connivencia con los esclavos negros.
En Nueva York, en 1741, había diez mil blancos en la ciudad y dos mil esclavos negros. El invierno había sido duro y los pobres - esclavos y hombres libres- habían sufrido mucho. Cuando se declararon una serie de incendios, se acusó a blancos y negros de conspirar conjuntamente. Se produjo una reacción de histeria colectiva en contra de los acusados. Después de un juicio lleno de confesiones forzadas y las terribles acusaciones de los chivatos, ejecutaron a dos hombres blancos y a dos mujeres del mismo color, ahorcaron a dieciocho esclavos y quemaron a trece más en la hoguera. Sólo había un temor más profundo que el temor a la rebelión negra en las nuevas colonias americanas. El temor a que los blancos descontentos se unieran a los esclavos negros para derrocar el orden existente. En los primeros tiempos de la esclavitud y antes de que el racismo se hubiera atrincherado como actitud mental, mientras a los criados blancos contratados se les trataba igual de mal que a los esclavos negros, existía la posibilidad de esa cooperación.(Zinn 2005)
Estos movimientos sociales provocaron que las autoridades británicas tomasen medidas en vistas a minimizar su efecto; así, la Asamblea de Virginia aprobaba los códigos para la esclavitud, con su disciplina y sus castigos, el puritano Edmund Morgan escribía:
Habiendo proclamado la clase dirigente virginiana que todos los hombres blancos eran superiores a los negros, acto seguido ofreció a sus inferiores sociales (pero blancos) ciertos beneficios que antes se les habían negado. En 1705 se aprobó una ley que obligaba a los amos a dar 350 kilos de maíz, treinta chelines y un fusil a los criados blancos cuando vencían sus contratos, mientras que las mujeres recibían 500 kilos de maíz y cuarenta chelines. A los citados recién liberados se les daba, además, 50 acres de terreno. (Zinn 2005)
Por otra parte, el tráfico interior del continente africano hacia el mundo árabe, y entre el mundo negro, al menos en este periodo, no fue de menor envergadura que el atlántico.
En los siglos XVI y XVII Brasil importó entre 500.000 y 600.000 esclavos negros; el Caribe no ibérico más de 450.000; la América hispana entre 350.000 y 400.000; y las incipientes colonias de Francia e Inglaterra 30.000 (Klein: 43).
En este periodo, sólo los puertos de Cartagena y Veracruz estaban autorizados para la recepción de esclavos. Paulatinamente se ampliarían los puertos, hasta que en 1789 se dio total libertad para el tráfico, que en cualquiera de los casos, en lo relativo a España, se marca una notable diferencia, en cuanto a número y en cuanto a trato, que nada tiene que ver con el resto, si exceptuamos el caso de Cuba y tenemos en cuenta que el desarrollo del fenómeno tuvo lugar en un momento en el que podemos decir sin temor a equivocarnos que España ya tan sólo era una colonia británica.
Ya en el siglo XVI, con la intervención de las potencias europeas, Guinea se convirtió en el gran almacén de esclavos; la trata se practicó a lo largo de 3.500 kilómetros de litoral entre Mauritania y el Congo, en cuyo espacio, las potencias promotoras del tráfico dejaron su impronta: Francia operaba en el Senegal; en 1595 los holandeses envían su primera expedición a Guinea y acaban controlando Costa de Marfil y en 1616 empieza a introducir negros en la Guyana, continuando la labor, que tuvo una singular expresión en 1636, cuando Mauricio de Nassau amplió la presencia holandesa en Pernambuco, lo que reportó más necesidad de mano de obra esclava, que la obtuvo con la conquista de los asentamientos en Uganda a los portugueses el año 1641; Inglaterra, que era la más activa, y que desde 1612 instala plantaciones de azúcar en las Bermudas, y en 1618 se establece en el río Gambia, en la Costa de Oro, y en 1619 introduce los primeros esclavos en Virginia. En 1625 Los franceses se apoderan de Haití, y en 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados.
Estos movimientos, que conllevaron un enorme tráfico esclavista, produjeron enfrentamientos que tuvieron su máxima expresión en Benin, donde Francia e Inglaterra mantuvieron disputas por el tráfico. Posteriormente darían lugar al nacimiento de un país artificial, Ghana.
Pero el desarrollo del tráfico fue incrementándose con el tiempo, siendo que el periodo comprendido entre 1700, año en que Inglaterra se hizo con el control del tráfico hasta la supresión de la esclavitud en el siglo XIX, fue el que aglutinó el mayor número de transportes, representando las cuatro quintas partes del total de esclavos trasladados a América en toda la historia de la trata.
Y es que el desarrollo de la Ilustración, del liberalismo hace que, con el desarrollo de las nuevas estructuras productivas, provoca que la demanda de mano de obra pase a relegar la esclavitud blanca con la que Inglaterra inició sus actividades en el Caribe, demandando en su lugar una raza más resistente a las enfermedades y al clima del lugar.
Ese mismo fenómeno queda manifiesto en todas las colonias británicas, incluida Brasil, que si no de derecho sí de hecho ya era colonia inglesa, como lo era Portugal, desde el fatídico año de 1640. Y en el desarrollo de esta actividad, bajo la directriz británica, en 1648, Portugal reconquistó de los holandeses Luanda y Santo Tomé.
Lo mismo pasaría en Cuba, cuando a partir de 1808 España quedó bajo la órbita británica, desarrolló espectacularmente la población negra, muy a pesar de estar prohibido por Inglaterra el tráfico negrero.
Este tráfico negrero estaba encuadrado en el desarrollo del comercio al estilo del liberalismo, que viene a estar representado por el conocido como comercio triangular, un circuito que venía a durar año y medio, y que era seguido por los barcos, que tenía como vértices los puertos europeos, los puertos africanos y los puertos americanos y que funcionaba de un modo muy simple: los barcos partían, por ejemplo de Londres o Liberpul, cargados con mercancías manufacturadas en Inglaterra; esas mercaderías era intercambiadas en África por esclavos que eran transportados a América, donde el barco cargaba productos tropicales que transportaba a Inglaterra. Especial incidencia en el tráfico tuvo el azúcar, que era cultivada por los esclavos. Pero al fin, el comercio triangular no fue invención británica. Sencillamente lo desarrolló hasta límites poco comunes.
Un barco regular tenía la capacidad para alojar cerca de 450 esclavos, aunque muchas veces ésta se rebasaba hasta en cincuenta por ciento. El espacio destinado a cada persona era muy pequeño (alrededor de 183 cm por 40 cm), y para las mujeres, las niñas y los niños se destinaban lugares aún más estrechos, por lo que, en ocasiones, las personas esclavizadas viajaban sentadas y encadenadas en la cubierta sin posibilidad de moverse. El transporte en estas condiciones producía un alto índice de mortandad, sobre todo por las enfermedades provocadas por las condiciones de insalubridad y por enfermedades como el sarampión y la viruela.8 (Velázquez 2012: 45)
El siglo XVII es el siglo del desarrollo del tráfico esclavista a niveles de escándalo. En 1637 unos comerciantes franceses de Dieppe construyen el fuerte de San Luis del Senegal, mientras los holandeses reemplazan a los portugueses en Arguin, Gorea y Elmina, y tres años más tarde es Suecia quién se añade a la trata. Su presencia sería reforzada cuando en 1645 construye el fuerte de Christianborg en la Costa de Oro.
Las regiones africanas de las que partía el tráfico transatlántico estaban situadas principalmente a lo largo de aproximadamente 5.000 kilómetros de costa, que se extendían desde el río Senegal, en el norte, hasta Benguela, en el sudoeste. Estas áreas, enumeradas de noroeste a sudoeste, eran Senegambia, Sierra Leona, la Costa de los Esclavos, la Costa del Oro, el golfo de Benín, el golfo de Biafra y el África Central y Occidental. Los nombres de estas regiones son los adoptados en la edición revisada en la base de datos de la esclavitud trasatlántica. (Morgan 2017: 37)
Las regiones africanas implicadas en el tráfico, que quedan reflejadas el la cita anterior, fueron incorporándose al compás del incremento del tráfico; así, el golfo de Benín se implicó en la esclavización trasatlántica después del África Central Occidental, y empezó modestamente a traficar con esclavos en la primera mitad del siglo XVII.
La oferta y la demanda hacía que proliferasen los centros de expedición de esclavos, alcanzando unos los primeros puestos en detrimento de otros, siendo que si las expediciones iniciadas desde el golfo de Benín aumentaron rápidamente entre el último cuarto del siglo XVII y el primero del XVIII, fue posteriormente superado por el golfo de Biafra o el África Central Occidental.
Así, el lugar de donde se extrajeron esclavos hasta el siglo XVII era La Costa de Oro y Angola, pero ya en el siglo XVIII, era la Costa de los esclavos, Dahomey y Lagos, donde los ingleses centraron su actuación (Gambia estuvo bajo la supremacía inglesa, de donde más de 3 millones de esclavos fueron enviados a América), y en el siglo XIX sería el delta del Níger, la Costa de los Esclavos, Angola y África Oriental los lugares de suministro tanto para las plantaciones usenses como para Brasil y Cuba.
Y este tráfico era controlado principalmente desde Londres y Liberpul, como los más significativos de Inglaterra, existiendo otros puertos de los que merecen mención el de Roterdam o el de Nantes, siendo éste último especialmente activo en la primera mitad del siglo XIX, cuando Inglaterra había prohibido el tráfico. En este periodo, Nantes llegó a transportar más de cien mil esclavos tomados en el golfo de Biafra.
Sería difícil decir si la mayor parte eran yoruba o ashanti, carabalí o popo; no obstante, parece probable que las influencias culturales congoleña y yoruba hayan sido, a la larga, las más fuertes. (Thomas 1971)
La trata negrera se llegó a extender desde San Luis de Senegal hasta el sur de Angola, por toda la costa occidental africana. Las regiones más pobladas y activas fueron las de Senegal a Sierra Leona, Costa de Marfil y Costa de Oro, Benin y Níger, y de Congo a Angola.
La guerra entre los traficantes se manifiesta con vigor en estos momentos, siendo que en 1651 la Compañía Británica de las Indias Orientales se hizo con la isla de Santa Elena, hasta el momento dominada por Holanda, y a poco, en 1652, Holanda tomó el Cabo de Buena Esperanza, Inglaterra tomó Jamaica en 1655 y Dinamarca, en 1657, expulsó de Christianborg a los suecos.
Todo ese movimiento bélico estaba encaminado al control de un tráfico humano que en estos momentos alcanzaba niveles épicos. Diversos cálculos llevados a cabo por distintos investigadores señalan que en conjunto, durante el periodo de la trata en Edad Moderna fueron trasladados a través del Atlántico entre 9 y 12 millones de personas, cuyo tráfico es desigual a lo largo del tiempo; así, se calcula que durante el siglo XVI habrían sido trasladados hasta un millón; en el periodo que ocupa el siglo XVII y la mitad del siglo XVIII, la cifra llegaría hasta los cuatro millones, y desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX unos seis millones, siendo que llegaron a ser puestas en funcionamiento hasta sesenta y seis factorías, de las que cuarenta eran inglesas, repartíéndose las otras veintiséis entre portugueses, holandeses, franceses daneses y suecos.
Dice R. Davis que antes de finales del siglo XVII en toda Hispanoamérica y Brasil pudieron introducirse unos 125.000 esclavos. Gonzalo Aguirre cree que hacia 1646 habría en México algo más de 35.000 negros. Respecto a Brasil, disponemos de los trabajos de Mauricio Goulart, Simonsen y de F. Mauro, gracias a los cuales sabemos que entre 3’5 y 3’6 millones de esclavos negros fueron transportados entre 1500 y 1851. Según R. Mellafe, entre 1551 y 1640 se pudieron introducir unos 350.000 negros; y durante todo el periodo colonial unos tres millones. (García Fuentes 1976: 59)
Pero como venimos señalando, no se trataba sólo del tráfico de los miembros de una raza concreta; esclavitud y racismo son dos cuestiones distintas.
Tan es así que la mayoría (no una gran parte, sino la mayoría) de los pioneros europeos que arribaron a las costas de Norteamérica lo hicieron como esclavos, siendo su procedencia Inglaterra, Irlanda y Alemania, y su situación se prolongó largo tiempo.
En 1755, los criados blancos todavía representaban el 10% de la población de Maryland. (Zinn 2005)
Inglaterra exportaba esclavos ingleses como exportaba chucherías inglesas. Tan es así, que Nial Ferguson, en su obra “El Imperio Británico” señala que aproximadamente la mitad de los pioneros9, que Inglaterra transportó a América entre 1650 y 1780 lo hicieron como esclavos temporales.
Entre los emigrantes ingleses a Chesapeake eran siete de cada diez. Los asentamientos como Williamsburg, la elegante capital colonial de Virginia, dependían en gran medida de esta continua oferta de mano de obra barata, no solo para el trabajo de los tabacales, sino para suministrar todo el espectro de bienes y servicios que la naciente aristocracia colonial requería. Igual que los esclavos, los trabajadores bajo régimen de contrata eran anunciados para su venta en el periódico local. (Ferguson)
Y esa cautividad se vio incrementada en 1660 cuando Inglaterra arrebató Jamaica a España, con lo que significaba el hecho para el desarrollo de la piratería, especialmente contra las plazas del continente, y posteriormente del tráfico de esclavos africanos.
La grandeza de las ciudades españolas de América era un bocado que ahora tenían al alcance de la mano, por lo que Cromwell volcó todos sus esfuerzos en crear en Jamaica una base inexpugnable donde las armadas piratas tuviesen un lugar seguro.
Con ese objetivo
Dispuso que se enviasen de Irlanda 1.000 mozos e igual número de doncellas. El gobierno escocés recibió instrucciones para aprehender y remitir a holgazanes y vagabundos, al propio tiempo que se enviaron agentes a Nueva Inglaterra y a las islas de Barlovento y Sotavento con el fin de procurar y atraer colonos.../... èn 1658 la isla contenía 4.500 blancos, amén de 1.500 a más negros esclavos. (Haring 1925: 87)
Con esa premisa, en breve plazo institucionalizó la prisión y expatriación por deudas, encontrando en la medida solución al problema de la escasez de mano de obra en las colonias puritanas de Norte América y en el Caribe. Los deudores de la plutocracia inglesa fueron condenados a servir en régimen de esclavitud en las plantaciones de los asentamientos americanos, y con el precio de su venta serían atendidas las deudas que habían adquirido.
También desde principio del siglo XVII, las colonias británicas en América sirvieron como lugar de destierro de criminales convictos; tráfico que desde 1788, tras la independencia de los Estados Unidos, sería derivado a Australia y Nueva Zelanda.
Pero además de estos criminales, un número importante de católicos irlandeses siguió su mismo destino, vendidos como mano de obra esclava... como también engrosarían el tráfico un número nada desdeñable de población inglesa que era condenado a ese destierro y a la condición de esclavo por la comisión de delitos menores10
El comercio humano comenzó cuando James II, rey de Inglaterra, vendió 30.000 prisioneros políticos irlandeses como esclavos al Nuevo Mundo. A mediados del siglo XVII, los irlandeses se convirtieron en la principal fuente de ganado humano para los comerciantes ingleses… el 70% de la población total de las islas Antigua y Montserrat eran esclavos irlandeses. En la década de 1650 más de 100.000 niños irlandeses, entre 10 y 14 años, fueron separados de sus padres y vendidos como esclavos en las Indias Occidentales, Virginia y Nueva Inglaterra; 52.000 más, en su mayoría mujeres y niños, fueron vendidos a Barbados y Virginia; 2.000 niños se vendieron a Jamaica… Ni eran criminales ni tampoco, como se ha tratado de vender, tenían contratos de servidumbre. (Sanz 2012)
Además, los esclavos irlandeses (y los ingleses), resultaban más atractivos para los plantadores de las colonias británicas porque eran considerablemente más baratos que los africanos, ya que mientras un esclavo negro llegaba a costar 50 libras, un irlandés podía ser adquirido por cinco.
Pero la sinrazón no acababa ahí. Las tabernas se convirtieron en lugar de reclutamiento de esclavos. Ahí, los proveedores de mano de obra esclava, emborrachaban a jóvenes y mayores que si no acababan como esclavos lo hacían como tripulación de los barcos esclavistas, en unas condiciones que no diferían grandemente de las padecidas por los esclavos transportados.
Con esta circunstancia, los esclavos irlandeses y escoceses, en el siglo XVIII representaban casi las tres cuartas partes de los colonos británicos en América. Eran hombres de las comarcas empobrecidas de las islas británicas, inmersos en la miseria que se veían abocados a contratarse como siervos.
El primer envío de esclavos irlandeses a América se produjo en 1612, bajo el reinado de Jacobo II. Su destino: La Guayana. Sería el inicio de un largo recorrido, ya que pocas décadas después, entre 1641 y 1652, bajo el mandato de Cromwell, Inglaterra infligió un terrible genocidio sobre Irlanda cuyos supervivientes fueron vendidos como esclavos. La población irlandesa cayó desde alrededor de 1.500.000 a 600.000 habitantes, y como los niños quedaban huérfanos, las autoridades inglesas procedieron a raptar a decenas de miles de ellos de edades comprendidas entre los 10 y 14 años para ser vendidos como esclavos en Virginia y Nueva Inglaterra. En esta misma década, otro gran número de adultos fueron vendidos en Barbados y Virginia como mano de obra esclava.
Los hacendados necesitaban mano de obra, y en principio les daba igual el color de la misma por lo que no dudaban en recurrir a cualquier artificio para la consecución de peones para el cultivo de la caña de azúcar y el tabaco. Por lo general, los aprendices británicos enviados a las Antillas firmaban un contrato que variaba entre los dieciocho meses y los siete años, siendo que, con no poca frecuencia eran nuevamente vendidos, y si no les costaba la vida, llegaban a servir hasta doce años antes de recuperar su libertad.
Dos de cada cinco recién llegados morían durante sus dos primeros años en Virginia, debido por lo general a enfermedades intestinales o a la malaria. Sobrevivir a esas enfermedades era el proceso llamado eufemísticamente «curación». Los que sobrevivían se caracterizaban por su condición enfermiza. (Ferguson)
La supervivencia, en cualquier caso, no es uniforme; así, nos informa Niall Ferguson que a mediados del siglo XVIII en Virginia, donde habían sido repatriados ciento dieciséis mil personas desde mediado el siglo anterior, acabó formándose una comunidad de colonos de noventa mil, mientras en Barbados, donde fueron repatriados ciento cincuenta mil personas la población se redujo a veinte mil.
Y el traslado de los mismos no difería en absoluto del aplicado a los esclavos africanos. Sigue señalando el mismo Ferguson que los pasajeros eran azotados o puestos en el cepo si se comportaban mal para subrayar el grado absoluto de su pérdida de libertad.
Es conveniente señalar que los hijos nacidos de esclavos blancos, a pesar del “contrato”, seguían siendo esclavos incluso en el caso de que su madre obtuviese la libertad.
Por otra parte, y siendo su condición literalmente de esclavos, sucedía que los amos decidieron la cría de nuevos esclavos, para lo que, al objeto de alterar la temporalidad en la esclavitud de los esclavos blancos, procedían a cruzar, a la fuerza, a esclavas blancas con esclavos negros, cuyo resultado, el mulato, seguiría la condición de esclavo.
Estos nuevos esclavos alcanzaron un precio superior al de los esclavos blancos y sin embargo eran más económicos que los negros. Pero pronto se produjo conflicto con los traficantes de negros, siendo que en 1681, la Royal African Company, poseedora del monopolio del tráfico negrero, consiguió la aprobación de la ley que prohibida la práctica.
El origen de esta situación, en cualquier caso, no tuvo lugar sino como consecuencia de la dinámica de la cuestión esclavista que, encontrándose con que el número de mujeres transportadas era escaso en relación con el número de varones, y contraria la administración inglesa al mestizaje, adoptaron la medida de mandar expediciones completas de mujeres. La primera de ellas arribó en 1619 a Jamestown, en Virginia, coincidiendo con la primera llegada de esclavos negros, y en principio lo hicieron con la obligación de casarse con los esclavos ingleses.
El comercio de pioneros tuvo, como vemos, un importante desarrollo, pero el alto índice de defunciones producido por el maltrato físico y por las condiciones climáticas hizo que ya a mediados del siglo XVII comenzase a cuestionarse el tráfico de trabajadores identured, si bien fueron rechazadas por el parlamento británico las propuestas de prohibición de ese tráfico, que incluía hombres, mujeres y niños que tenían acceso por una multiplicidad de razones: contrato, secuestro tras ser embriagados, o rapto, especialmente de niños.
Estas situaciones tienen reflejo en las leyes británicas; así, la Lista de Libertades de Massachusetts, de 1641, declaraba:
Nunca habrá entre nosotros ninguna esclavitud de cuerpo, vecindad o cautiverio, a menos que sea de cautivos hechos legítimamente en una guerra justa y de forasteros que voluntariamente se vendan a sí mismos o se nos vendan ... con tal de que esto no exima a nadie de servidumbre que sea juzgada por la autoridad.» (Thomas 1997: 447)
Pero en los últimos años del siglo XVII, los esclavistas de Virginia acabaron convenciéndose de la fragilidad física de los esclavos ingleses, pasando a preferir mayoritariamente la mano de obra negra.
Una circunstancia que tuvo algún peso en la determinación de limitar al fin el uso de esclavos blancos fue que las relaciones existentes entre esclavos blancos, esclavos negros e indios, llegase a que los tres grupos pudieran llegar a unirse para combatir al reducido número de amos, y es que llegaron a producirse fugas de esclavos de esos tres colectivos, lo que tuvo reflejo en las leyes aprobadas para el efecto.
Y es de estas leyes de donde surge el racismo, que en principio parece que no era el eje sobre el que se asentaba el esclavismo.
Edmund Morgan, basándose en su profundo estudio de la esclavitud en Virginia, no ve el racismo como algo "natural" en la diferenciación blanco-negro, sino algo que nace del desprecio de clase, un artefacto realista para el control. "Si los hombres libres desesperados hicieran causa común con los esclavos más temerarios, los resultados podrían ser peores que lo ocurrido con Bacon. La respuesta al problema... era el racismo, para separar, con una pantalla de menosprecio racial, a los blancos libres más peligrosos de los esclavos negros peligrosos". (Zinn 2005)
Es en esta época cuando el tráfico negrero empieza a ocupar el primer puesto en cuanto a número de miembros. Y en la prosecución de esos objetivos, el fin de la Guerra de sucesión en España abría las posibilidades de extender el mercado a toda América.
Pero si la eclosión del tráfico negrero tuvo especial significado desde 1713, la situación se venía gestando desde la cuarta década del siglo XVII, con el desarrollo de la industria azucarera y tabaquera en Brasil y en el Caribe, y no es de importancia menor este asunto en la guerra de separación de Portugal, organizada y dirigida bajo la batuta británica, que vería cumplidos sus objetivos el 13 de febrero de 1668.
En 1713, al finalizar la Guerra de Sucesión al trono de España, Inglaterra, a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcara la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros.
Pero el desarrollo del tráfico negrero no representó el fin de la esclavización de la población inglesa, siendo que en 1717, el Parlamento institucionalizó la deportación al Nuevo Mundo como castigo legal para los crímenes cometidos. Después de esa fecha,
se enviaron decenas de miles de reos a Virginia, Maryland Jamaica y las otras colonias.
No obstante, el peso específico de los esclavos blancos comenzó un rápido declive merced a la extraordinaria capacidad inglesa de transportar esclavos negros, más vigorosos y adaptados al clima y al duro régimen de trabajo que tan letales resultaban para los esclavos ingleses.
Tan es así que en algo más de medio siglo había cambiado radicalmente la constitución racial de los asentamientos ingleses, donde los naturales habían sido exterminados, y la mayoría de la población era negra, siendo que si en las colonias continentales el porcentaje era superior al cincuenta por ciento, en Jamaica multiplicaba por diez a la población blanca.11
Con el siglo XIX se iniciaría el segundo capítulo del tráfico. En 1807 el Parlamento Británico aprobó la Ley para la Abolición del Comercio de Esclavos, por la cual todo traficante que fuese abordado sería severamente penado, y en 1833 dictó la Ley Abolicionista que liberó todos los esclavos del Imperio Británico.
Inglaterra había creado una nación títere, Sierra Leona, donde deportó a los negros que vivían en Inglaterra al tiempo que deportaba ingleses a Australia y Nueva Zelanda, y en 1821 la American Colonization Society desembarcaba en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia, otro estado libre creado a base de dinero, y sobre todo presión de las armas.
Con estas leyes que perseguían el tráfico, principalmente Brasil, pero también Cuba, quedaron como únicos lugares de destino para el tráfico, que era llevado a cabo por armadores radicados en Brasil y en Cuba, y que eran suministrados de buques por los traficantes usenses.
El número de barcos negreros con bandera usense se fue incrementando de forma que recordaba el incremento de la armada negrera británica de principios del siglo XVIII. Y como para esas fechas el tráfico también estaba prohibido en los Estados Unidos, caso de ser interceptados por la marina usense, no dudaban en izar en su lugar la bandera española.
Pero si esta situación se estaba dando en el Atlántico bajo las instrucciones británicas, en la India, y bajo las mismas instrucciones, continuaba a buen ritmo el tráfico esclavista. Y es que, a pesar de la abolición de la esclavitud, Inglaterra continuaba usándola a buen ritmo en sus posesiones de Asia y de Oceanía, lugar de destino éste último, de millares de ciudadanos británicos que sobraban en la metrópoli como consecuencia de la Revolución Industrial.
El fin del tráfico, no obstante, era inminente; en 1848 Francia decretaba la abolición de los esclavos en el Caribe Francés y fundaba la colonia de negros libres Libreville; en 1867 llegaba del último barco de esclavos a Cuba, y en 1873 se decretaba la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
En Cuba sería abolida en 1880, y en 1886 el patronato en que derivó aquella. Brasil la aboliría en 1888.
Ya estaba en significativo desarrollo la esclavización moderna, en la que el esclavo asume la responsabilidad de su vivienda, su vestido y su manutención... Y ahí estamos...
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El color del esclavista
Todas las razas, todas las civilizaciones, todos los continentes, todos los momentos de la historia, y particularmente el actual, se encuentran lastrados por el esclavismo, pero por intereses que si vienen ahora al caso no se acometen en este trabajo, el común de la sociedad centra el asunto entre los siglos XVII y XIX.
Aquí no nos centramos en ese asunto, si bien le damos la importancia que tiene, por lo que no podemos obviar, sino destacar, sus particularidades; así, debemos ser conscientes que en África, mucho antes de las primeras incursiones portuguesas para la adquisición de esclavos, la esclavitud era una institución corriente, siendo que, de tiempo inmemorial existía un comercio interno de esclavos que cubría las distintas necesidades militares y económicas.
El reino Kanem-Bornu no sólo se preocupaba de conseguir cautivos para los árabes sino que también los empleaba. (Arce 2013: 26)
Es necesario remarcar que en las sociedades africanas existía la esclavitud antes de la llegada de los europeos, y las motivaciones eran de diversa índole; así, si la guerra fue la principal fuente de sometimiento, no es menos cierto que existió otra multitud de razones para la misma, entre las que estaba el pago de deudas, el castigo por crímenes o el sometimiento por hambre.
Esa tradición, que no era ni peor ni mejor que la existente en otros lugares de la Tierra, daba varias categorías a la situación de los esclavos; así, María Luisa Velázquez señala que en Senegambia había varias categorías de esclavos.
Jaam juddu: esclavo doméstico Podía tener riqueza. Nadie lo podía vender porque iba en contra del acuerdo social colectivo.
Jaam sayor: esclavos de mercado Podían comprarse y venderse; por lo común incluían a los prisioneros de guerra.
Jaam buur: esclavos del rey Llegaron a ser tan poderosos en el siglo XVIII que controlaban la corte. (Velázquez 2012: 39)
Y esa tradición, ya en los siglos centrales del trasiego esclavista a América, los reyezuelos locales no se encontraron al margen del tráfico, sino que, bien al contrario, tuvieron la necesaria habilidad para aprovecharse del incremento del negocio, que si hasta la fecha se había centrado en el tráfico trans-sahariano, encontraba en el tráfico atlántico un incremento que alcanzaba dimensiones desconocidas.
En ese periodo, que culminaría con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, la economía de Occidente estaba preocupada por los suministros que tradicionalmente venían del Mediterráneo oriental, y que desde principios de siglo se habían resentido muy notablemente. Escaseaba el cereal, el azúcar, el oro, y Portugal, libre ya de la Reconquista, se volcó en África en busca de esos recursos.
Fue en este periodo cuando, en 1441 Antón Gonsalves introdujo los diez primeros negros obtenidos por Portugal de forma directa en origen, que en este caso fue el Río de Oro, y el medio de obtención su intercambio por prisioneros moros.
De la búsqueda de estos recursos surgió la demanda de mano de obra esclava.
Las exploraciones portuguesas continuarían, y en 1446 llega a Senegal Enrique el Navegante, de donde cuatro años más tarde llevarían 200 negros a Portugal.
En los años siguientes, los viajes de descubrimiento llevan a Portugal a Sierra Leona en 1460, y en la década de 1470 descubren la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y Gabón, desde donde comenzaron un trasiego de esclavos, pero no con Portugal, sino con los países del entorno, donde en lo que hoy es Ghana, los cambiaban por oro.
Los reyezuelos africanos quedaron admirados por las chucherías, las herramientas, las armas y los textiles suministrados por los europeos, que venían a completar unos suministros que hasta la fecha se limitaban a las caballerías que obtenían en el intercambio tenido con el mundo árabe.
La gente de allí, aunque negros también, todos holgaban de comprar esclavos negros de otras partes por oro, para su comercio que tenían con otros negros, sus vecinos, ellos o los otros con moros (Las Casas. África: 79)
El negocio se fue incrementando, alcanzando una estructura de carácter estatal, en un territorio que carecía de estado, y para el último cuarto del siglo XV ya había alcanzado el tráfico cierto significado bajo la dirección del florentino Bartolomeo Marchionni, que ejerció su actividad en Benin y en Guinea.
Los reyes de Dahomey se encontraron atrapados en un círculo vicioso : para mantener un Estado fuerte necesitaban fusiles y pólvora y, para conseguirlos, tenían que vender esclavos a los europeos. La solución fue ésta : como la venta de súbditos del reino estaba formalmente prohibida, se organizaron poderosos ejércitos que efectuaban correrías entre las poblaciones vecinas y guerreaban contra ellas para capturar esclavos. (M'Bokolo: 8)
Benin sería un centro de exportación de esclavos de primer orden; los reyes de Dahomey utilizaron sus relaciones de parentesco con los señores de Ode Itsekiri, asentados en el río dos Forcados, que dominaban militarmente, y donde se suministraban de los esclavos que posteriormente eran vendidos en la costa.
Así, tanto la captura como el traslado de esclavos a lo largo y ancho de toda la geografía africana, fue llevada a efecto por comerciantes negros, y es que los esclavistas europeos se limitaban a mantener unos fuertes y unas factorías en la costa africana, pero carecían de la menor presencia en el interior del continente, donde la actividad esclavista tenía gran tradición, existiendo un buen número de mercados de esclavos, entre los que destacaba por su actividad el de Idah, en la actual Nigeria, donde se vendían varios miles de esclavos al año, atendiendo la demanda tanto del mundo árabe como como de los traficantes europeos, existiendo datos que afirman que el total de esclavos negros traficados en el mundo árabe no bajaría de los veinte millones en un plazo de cinco siglos. Un número superior al del tráfico atlántico.
Sin embargo, en 1490, Portugal inició en el Congo un proyecto que acabó abandonando: El 19 de diciembre zarpó una flota con misioneros, albañiles, carpinteros, labradores y algunas mujeres, obteniendo unos resultados prometedores.
El 3 de mayo de 1491, el rey se dejo bautizar con el nombre de Joao I y, junto con el, gran numero de los miembros de su corte y jefes de provincias. Entre ellos, su propio hijo y heredero, Mvemba-a-Nzinga, jefe de la provincia de Nsundi, quien tomo el nombre cristiano de Alfonso. (Ngou 2003: 12)
Pero la misión no tuvo el seguimiento debido, y acabó sin mayores consecuencias.
Hasta el primer decenio del siglo XVI, el balance que se podría hacer de la cooperación entre los europeos y el Kongo es una evangelización rápida y superficial del reino, la construcción de escuelas e iglesias, el envío a Lisboa y la formación de los hijos de la nobleza kongo en esta ciudad, la introducción de mercancías europeas y la adopción de usos y gustos portugueses por la nobleza kongo. (Ngou 2003: 14)
En 1506, muere Nzinga-a-Nkuvu o Joao I, rey del Congo. Su hijo Mvemba-a-Nzinga sube al trono con el nombre de Alfonso I, que en 1509 inauguró la primera escuela que atendería a unos 400 alumnos, miembros de su familia. Otros jóvenes fueron enviados a estudiar a Portugal.
Pero como queda dicho, la misión no tuvo mayores consecuencias, principalmente porque el rey no lograba entender que se le exigiese renunciar tanto a sus amuletos como a todas las mujeres del país para circunscribirse a una sola.
No obstante, Portugal continuó con unas tímidas misiones que tendían a llevar a cabo el control del territorio. Así, se expandió por el reino de Ndongo, en lo que actualmente es Angola, donde mantuvo una serie de enfrentamientos que perdurarían en el tiempo y ocasionarían una importante guerra que el año 1618 acabó con la derrota de Ngoli Bbondi, rey de Ndongo y Matamba.
Con luz propia destacó Ana de Sousa, o más correctamente, Ngola Nzinga, hermana de Ngoli Bbondi, a quién acabó asesinando, y reina de Nodongo y Matamba, que si por una parte acogía a los esclavos huidos de los portugueses, por otra se alió con los holandeses, a quienes suministraba esclavos, sin rechazar como tales a sus propios súbditos.
Lo que no paraba de crecer era el tráfico, que se engrasaba convenientemente para acabar atendiendo la creciente demanda que alcanzaría su punto más álgido en el siglo XVIII.
En los inicios de esa gran maquinaria, hacia 1490 se produjeron grandes movimientos de conquista por parte de los pueblos africanos; movimientos que se enmarcaban dentro del desarrollo del proceso esclavista. En ese sentido es de destacar la actividad que tuvo lugar en Mali, donde la dinastía malinké Geelwar, en alianza con los wolof, un pueblo asentado en los actuales Senegal, Gambia y Mauritania, conquistó Siin y Saalum, ubicados en el territorio conocido como Senegambia, dando lugar al que fue uno de los principales, si no el principal, foco de exportación de mano de obra esclava. Con ellos debían tratar los traficantes atlánticos, como únicos suministradores para llenar sus bodegas.
La influencia del comercio portugués, que favoreció a las regiones costeras en detrimento de las zonas interiores, precipitó la desintegración de la confederación Djolof. Tras la conquista Geelwar de Siin y Saalum, el primer estado en romper con la unidad fue el de los wolof de Kajoor, liderado por Amari Ngone, autoproclamado primer damel del nuevo reino. Los intercambios con los portugueses de caballos contra esclavos permitieron al damel dominar los estados vecinos, especialmente el de los lebu de la bahía de Bezeguiche, en la península de cabo Verde, que no mantenía relaciones con los europeos y que fue anexionado a Kajoor entre 1480 y 1515. (Armenteros 2012: 235)
En 1498 Vasco da Gama pasa el cabo de Buena Esperanza y llega a Sofala y Malindi, en Mozambique, y en 1505 se introduce en Cuba el cultivo de la caña de azúcar. Un hecho que si en principio no tuvo especial significado, sería el detonante del masivo traslado de mano de obra esclava negra que acabaría conociendo América, y cuyas muestras evidentes pueden ser observadas a simple vista, muy especialmente en las zonas controladas por Inglaterra, Francia, Holanda y Portugal, siendo que la significativa población negra de Cuba no procede de este periodo, sino del siglo XIX.
El cultivo de la caña es, sin lugar a dudas, el motor del tráfico negrero atlántico. Ese cultivo se inició primero en los recién conquistados archipiélagos atlánticos. Así, Canarias conoció un florecimiento de ingenios que serían servidos por naturales de las islas, hasta que la corona prohibió la esclavización de los mismos.
En el periodo del tráfico, quienes llevaron el peso pesado del tráfico fue, a partir del Tratado de Utrech, muy principalmente Inglaterra, que hasta ese momento había compartido en régimen de igualdad la trata con países como Portugal y Países Bajos, que desde el siglo XV competían por el comercio de esclavos en Senegal, hasta que Francia logro apoderarse de este territorio y convirtió a Senegal en uno de los principales centros de comercio de esclavos.
La toma del territorio africano, así, tuvo efecto en el siglo XIX; siendo así, no se puede entender el tráfico negrero que tuvo efecto entre los siglos XVI y XIX sin la complicidad activa de esclavistas africanos, que al fin tenían en exclusiva la captura de esclavos dentro del continente.
De modo especial hay que señalar entre los grandes tratantes a los reyes de Dahomey o el Congo, así como a los de la costa de Nigeria y de las otras zonas occidentales y orientales de Madagascar y Mozambique dedicadas a la trata. En todas ellas, el trato se iniciaba con el desembarco del capitán del buque dedicado al tráfico, que inmediatamente entraba en contacto con el reyezuelo del lugar, a quién, para empezar a hablar, le suministraba aguardiente, pólvora y algún fusil, para pasar a continuación a la adquisición de los esclavos.
Señala Hug Thomas que los tratantes europeos obtenían la inmensa mayoría de esclavos mediante la compra o negociación con jefes locales, mercaderes o nobles.../... Los africanos que proporcionaban la mayoría de esclavos a los europeos los conseguían como en la antigüedad mediterránea o en el Medievo europeo: primero, como resultado de guerras; segundo, como castigo a las personas afectadas; tercero, por la pobreza, que obligaba a vender los propios hijos o hasta a venderse uno mismo, y cuarto, por secuestro, tan frecuente entre los africanos como raro entre los europeos.
En ninguna circunstancia se puede liberar de la responsabilidad de la esclavitud a quienes llevaban a efecto las capturas, pero es que, además, eran ellos quienes ponían las condiciones del tráfico, siendo que las exigencias de los suministradores eran de lo más variado, la demanda de las telas delicadas eran su principal demanda, y tras ellas, el hierro en barra, las armas, la pólvora, las herramientas agrícolas, los utensilios domésticos, los licores y el tabaco.
Señala Herb Klein que para los esclavistas franceses del siglo XVIII, la mercancía empleada para la compra de esclavos representaba dos tercios del costo del equipamiento. (Klein 1993: 18)
A tal punto llegaban su importancia y costo en este comercio que los europeos (en especial los ingleses) trataron desesperadamente de sustituirlas por imitaciones europeas más económicas, sin lograr su cometido. (Klein 1993: 18)
Los reyezuelos locales actuaban en nombre propio suministrando el material humano que les era demandado, y lo hacían como buenos conocedores del mercado, obligando la adquisición conforme a sus necesidades y quedando en segundo término la voluntad del demandante, que debía conformarse con lo que le era suministrado. Así, el número de mujeres esclavizadas no era proporcional al de hombres, y ello era debido a que su precio era muy superior al de los varones.
Gran parte de los esclavos que compraron los europeos a lo largo de los siglos los vendieron reyes, nobles u otros agentes, pero hubo siempre tratantes independientes que los vendían en grupos de dos o tres. A menudo un representante especial del monarca, como el mafouk en Loango, llevaba a cabo las negociaciones y numerosos reyes africanos exigían un arancel de, pongamos por caso, ciento veinte lingotes de hierro, antes de permitir al capitán que comerciara. En los años treinta del siglo XVII, el rey de Barra, «un ceremonioso monarca de los mandingos» exigía un saludo de quienes entraban y salían de su río, al igual que el maloango de Loango. El rey de Allada insistía en que los primeros esclavos comprados fuesen de su propiedad, tras lo cual sus colegas tendrían prioridad. (Thomas 1997: 385)
Algunos esclavistas africanos, además de utilizar la guerra como medio para la recluta de esclavos, llegaron a instalar auténticas granjas de cría con las mujeres que se negaban a vender a los traficantes.
Y, aunque no era la única forma, predominaba la venta por lotes, debiendo ser adquiridos en el mismo lote tanto los que estaban sanos como los que no. Siendo que controlaban el interior del continente, de donde extraían la totalidad de los esclavos, los jerifaltes africanos marcaban desde el principio cómo debía realizarse el negocio.
Muchos eran hábiles negociadores y un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales escribió a Holanda diciendo que «para ser justo con los negros he de decir que, como mercaderes de cualquier tipo, son muy astutos; uno suele ver que un mercader trata de dañar al otro tanto como le es posible». Los africanos a menudo sabían más de los europeos de lo que éstos sabían de ellos. (Thomas 1997: 388)
Pero no todo el territorio africano estaba bajo el control de algún rey local. En ese caso, poblaciones independientes, conocidas como Calabar, suplían la acción, para lo que estaban en permanente guerra con otras poblaciones y con otros Calabares, a fin de conseguir esclavos con los que comerciar. En lo demás, la actuación era similar a la llevada a cabo por los reyezuelos.
Hug Thomas relata la experiencia de un traficante inglés con sus proveedores de esclavos:
Cuando nos encontramos en el calabozo, los esclavos del rey. C. fueron los primeros que nos ofrecieron ... aunque solían ser los peores ... y pagábamos más por ellos que por los otros, cosa que no podíamos evitar, por ser ésta una prerrogativa de Su Majestad.» Por cada esclavo que les vendían públicamente, los «nobles» se veían obligados a pagar al rey una parte de las mercancías que recibían a cambio del esclavo o la esclava, «como cuota o arancel, sobre todo cauríes, con las cuales llenaba un plato de cada medida; para evitarlo, solían pedirnos que fuésemos a su casa de noche y nos vendían dos o tres esclavos a la vez y nosotros les enviábamos, en privado, las mercancías que habíamos acordado ... ; aunque no lo hacían mucho por temor a ofender al rey si se enteraba ... A veces, después de habernos vendido a una de sus esposas o un súbdito, se lo repensaba y nos pedía que lo cambiáramos por otro ... (Thomas 1997: 387)
Pero los reyes locales, en ocasiones, como en Dahomey, no ejercían un control absoluto del mercado, permitiendo que a su alrededor se crease un tejido de esclavistas compuesto por centenares de “pequeñas empresas”, ejerciendo el rey como protector de todos ellos que brindaba espectaculares fiestas en las que se ofrecía a los compradores espectáculos en los que no faltaban los sacrificios humanos.
Y aunque su principal actuación se circunscribía a su propio territorio, señala Jean Pierre Tardieu que se dio el caso que en 1658, el reino de Arda envió una embajada a Cartagena de Indias solicitando el envío de misioneros. El embajador llevaba un cargamento de esclavos para la venta. (Tardieu: 16)
En busca de beneficios, se cazaban entre sí como si fueran animales, y la guerra tribal fue de gran importancia en la búsqueda de prisioneros que esclavizar, siendo que incluso se inducía a los padres a vender a sus hijos como esclavos. Esta situación llegó a que, al amparo del tráfico, surgieran nuevos reinos, hasta el extremo que, conforme señalaba en 1705 un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, la Costa de Oro «se está tornando completamente en costa de esclavos, y los nativos ya no se concentran en buscar oro sino que hacen guerras entre sí para obtener esclavos». (Thomas 1997: 225)
El surgimiento del reino ashanti en la Costa de Oro demuestra cuán difícil resulta hacerse una idea absoluta del impacto del comercio atlántico. Los ashanti, que vivían a unos ciento sesenta kilómetros al norte de Elmina, y al norte de las minas de oro de la selva de Akan, dependieron durante muchos años de los akan; sin embargo en 1700 ya habían conquistado a estos últimos, con el uso de armas de fuego suministradas por los ingleses y los holandeses, y encabezados por Osei Tuti, su primer asantahene, o monarca independiente, quien haría de su pueblo el dominante en la Costa de Oro. La nueva capital de Osei Tuti era Kumasi, construida cerca de la antigua ciudad comercial de Tafo, y el símbolo del poder del nuevo imperio era el banquillo de oro. Los ashanti no tardaron en comerciar a gran escala con los holandeses. (Thomas 1997: 225)
El ascenso de este pueblo, si tuvo que ver con el esclavismo, no tuvo colaboración alguna de los traficantes europeos, que carecían de control alguno fuera de los límites de sus factorías, y se limitaban a la defensa de la población local, que era su principal proveedora. Sí les resultó favorable el ascenso de los ashanti, porque usarían su posición militar como moneda de cambio para alcanzar una mejor posición en las transacciones, si bien el poder alcanzado por este belicoso pueblo les permitió convertirse en uno de los principales proveedores en el último cuarto del siglo XVIII.
También en el XVIII, el pueblo luanda, en el centro del continente, se mostró como gran proveedor que en sus luchas de conquista llevaba sus incursiones desde el lago Tanganica hasta el río Kuango, entre Angola y Congo.
Esta actuación llegó a alarmar a los propios traficantes europeos que, desconocedores de África, no lograban determinar el porcentaje de población que estaba siendo exportada.
Y ya en plena actuación por la supresión de la trata, es interesante entresacar una referencia de la investigadora Dolores García
Las palabras del rey Holyday al capitán Crow cuando éste le comunicó la prohibición de la trata, resultan reveladoras: “¡Crow! ¡Usted y yo hemos sido amigos durante mucho tiempo y sé que usted habla de veras ¿Qué haremos nosotros si vuestro rey detiene el comercio? Usted sabe bien que tenemos demasiadas mujeres y niños (…) Si el comercio se para entonces tendremos que matar niños (…) Pero pensamos que no es posible que el comercio termine y todos los hechiceros nos dicen que vuestro país no es en absoluto más fuerte que el Dios todopoderoso”. Con el recordatorio de que los ingleses no eran dioses, el rey indígena dejaba claro que ni tan siquiera ellos podían parar la maquinaria del comercio de esclavos que tanto habían contribuido a desarrollar. Durante bastantes años más, la mayoría de los pueblos costeros continuaron abasteciendo de esclavos a las factorías negreras ilegales de la costa occidental africana. (Dolores García: 60)
Sólo la subsiguiente toma del territorio por los países europeos y el sometimiento de toda la población al nuevo tipo de esclavitud acabaría imponiendo la supresión de la trata.
En esas condiciones, tanto el comercio de esclavos del Atlántico Norte (cuyo inicio se sitúa en Europa y Norteamérica) como del Atlántico Sur (Brasil y Río de la Plata) se mantuvo intacto durante cuatro siglos por las corruptelas y tiranías que habían establecido los propios líderes africanos, siendo que las dificultades existentes en el mundo hispánico para la culminación del tráfico, no fueron consecuencia de la falta de oferta, sino de la idiosincrasia de la Monarquía Hispánica que, si por un a parte no aplicó al mundo negro la misma filosofía que aplicó a los indios americanos y a los filipinos, por otra se auto infligía trabas para la culminación del tráfico, que si conoció intentos, nunca, salvo ya en el siglo XIX con el patrocinio privado de Isabel II, y cuando Inglaterra estaba imponiendo en los mares su eliminación, dispuso de empresas destinadas al tráfico.
Cierto que en 1517 Fray Bartolomé de las Casas pidió a Carlos I que trasladase a América esclavos negros que sustituyesen a los indios libres en el trabajo de las minas, y cierto que en atención a esa demanda, el 18 de agosto de 1518 Lorenzo de Garrevod, gobernador de Bresa, fue autorizado a trasladar 4.000 negros que, como resistentes a la viruela, sustituyesen con éxito la población indígena que estaba sucumbiendo a la enfermedad, pero también cierto que no la esclavitud hecho que caracterice a la España americana, salvo a Cuba, y en el siglo XIX.
Garrevod vendería las licencias a tres genoveses: Domingo de Fome, Agostín de Ribaldo y Femando Vázquez, y más adelante, Enrique Eynger y Jerónimo Sayller.
Quince años después, el adelantado Francisco de Montejo introduciría cien nuevos esclavos en Yucatán, y otras personas individuales obtuvieron licencias similares para la zona.
Y para el cumplimiento de esa labor, entrarían en liza algunos judíos conversos:
En Portugal los Rodríguez Núñez y los Duarte Jiménez eran tan numerosos que casi una cuarta parte de la villa de Lisboa llevaba estos nombres. En Amberes se hallaban ligados por lazos de parentesco con las principales familias de la villa, los Van Eckeren, Rodríguez d’Evora, D’Andrada y Teixeira de Sampeiro. En Italia se habían aliado con los Medid, los Strozzi, los Piazzi, etc. Tan poderosa era esta familia que no obstante su ascendencia judía y su carácter de nuevos convertidos, es decir, cristianos recientes, el papa Sixto V, no tuvo escrúpulos para concederles la distinción de usar su nombre, Peretti, y sus armas. (Aguirre 1946: 35)
Estas son las actuaciones que nos encontramos hasta entrado el segundo cuarto del siglo XVI. Es a partir de este segundo cuarto de siglo cuando el tráfico comenzaría a tener peso específico.
En 1531 Portugal comienza la colonización de Brasil, y en 1553 salen de Londres los primeros buques ingleses dedicados al tráfico negrero, cuya carga sería repartida de forma ilegal en las provincias españolas de América.
El proceso sería rápido, siendo que en 1562, el pirata John Hawkins transportaba a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, iniciando un tráfico que no cesaría hasta la supresión legal del mismo.
El origen de estos esclavos era el sur del Senegal, donde los piratas los compraban a los pueblos locales, los mande. La acción de contrabando se veía facilitada por el hecho de que los esclavos eran la única «mercancía» que por diferentes razones no se obligaba a su registro en la Casa de la Contratación, lo cual era sumamente importante pues representaba una clara contravención del monopolio comercial español en las Indias.
Se estaba llegando a un punto importante en el tráfico atlántico y bajo el reinado de Felipe II, en 1595, el mismo año que Holanda enviaba su primera expedición esclavista, el judío converso portugués Pedro Gómez de Reynel, que movía los hilos del tétrico negocio en Angola, compró una licencia por valor de cien mil ducados anuales durante nueve años, y se comprometió a transportar a las Indias a nada menos que cuatro mil doscientos cincuenta negros al año.
Durante este tiempo, la trata en la España unificada estuvo en manos de conversos judíos, como los sevillanos Diego Caballero, de Sanlúcar de Barrameda, y la familia Jorge, estando el nedocio de Lisboa en manos de Femandoo Noronha.
El más notable de todos fue Antonio Femandes Elvas, asentista desde 1614 a 1622, relacionado por parentesco con casi todos los tratantes importantes del imperio hispanoportugués en la época en que las dos coronas estaban unidas.
Pero estos hombres eran formalmente cristianos. La Inquisición pudo aducir y hasta creer que muchos de ellos practicaban en secreto el judaísmo, y juzgó en consecuencia a algunos de ellos, dejando que a otros los castigara el brazo secular. (Thomas 1997: 296)12
Jorge Fernández Gramaxo, factor de Pedro Gómez Reynel, tenía en Cartagena de Indias, además del negocio de esclavos, haciendas y un gran prestigio en la ciudad, lo que le posibilitó amistad con el Presidente de la Real Audiencia y el control del polvorín de lo que posibilitó la que fue conocida como La Complicidad Grande, una conspiración que se extendía por todos los Virreinatos, de la mano de los comerciantes judíos, que finalizó con el Auto de Fe de la Inquisición de Lima de 23 de enero de 1639, siendo que mjuchos de losa procesados eran vecinos de Cartagena, quienes, como el capitán Alonso Gil, estaban vinculados a los negocios esclavistas ingleses.
Los juicios de la Inquisición dejan de manifiesto estas relaciones, siendo que en ellos quedan reflejados nombres y situaciones; sólo a título de ejemplo podemos tomar el de Juan Rodríguez de Silva, tratante de negros que se ocupaba de la distribución en el Perú de los esclavos que le mandaba su primo instalado en Cartagena, Juan Rodríguez Mesa.
Un socio de Gramaxo, Duarte López Mesa, declaró ante el Tribunal de la Inquisición las relaciones existentes entre los traficantes de esclavos y la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, organización pirática de Holanda que realizaba constantes intentos para tomar posiciones en América.
Es en el curso de estos procesos inquisitoriales donde quedó al descubierto la directa relación existente entre el tráfico esclavista y el criptojudaísmo; así, quedó reflejado en el Tribunal de la Inquisición de Cartagena, en 1613, donde se procesó a Francisco Gómez de León, responsable de la importación de esclavos.
Y es que los conocidos como hombres de la nación, estaban estratégicamente instalados en el mapa del tráfico de esclavos. Las Molucas, Potosí, Goa, Cartagena de Indias..., y de forma destacada, controlando el tráfico mundial, en Londres y en Amberes.
Al respecto señala Ricardo Escobar que los criptojudíos
Gozaban de una vasta red de socios conversos, desde aquellos instalados en San Pablo de Luanda, en Angola, que proporcionaban la mano de obra negra, y Juan Rodríguez Bueno, reconocido comerciante cristiano-nuevo que aseguraba el abastecimiento de vituallas desde Sevilla, hasta los correligionarios que completaban el circuito en tierras americanas: Manuel Bautista Pérez, quien redistribuía los esclavos en el Perú, o el mexicano Simón Váez Sevilla, sin duda el hombre de negocios converso más rico de América, quien gracias al comercio con Filipinas había logrado apuntalar un sistema de intercambios abierto hacia los dos océanos. (Escobar 2002: 68-69)
Manuel Bautista Pérez, que fue capitán de buques negreros en Angola a principios de siglo, desfilaría en en Auto de Fe celebrado en Lima el, 23 de enero de 1639, donde fue relajado al brazo secular.
A este respecto, el historiador sionista Günther Friedlander asegura que la Complicidad Grande fue una conspiración política muy bien organizada y con apoyo de las potencias enemigas de España que tenía por finalidad establecer un estado judío.
El hecho de la Complicidad Grande tiene relación directa con el tráfico, y éste con la toma de Bermudas por los ingleses en 1612 y la presencia de Holanda en la Guayana, iniciada en 1616.
De hecho, era el tráfico negrero la vinculación que permitió a la Inquisición abortar la Complicidad Grande. Era la comunidad criptojudía peruana que se encargaba de la venta de los esclavos, de la que era principal representante el citado Manuel Bautista Pérez.
En la práctica, la totalidad de la organización formaba parte del tráfico esclavista, cuya vinculación con la Compañía de las Indias Occidentales (VOC) de Holanda, era manifiesta, siendo conocida por los judaizantes cartageneros la Cofradía de Holanda.
Procedente de Amsterdam fue capturado, en 1649, el tratante Luis Méndez Chávez", quien había sido reconvertido al judaísmo y circuncidado en esa ciudad. Preso en la gobernación de Venezuela, donde desembarcaba con una armazón de esclavos (negocio financiado por judíos instalados en Amsterdam). (Escobar 2002: 54)
Al respecto de esta simbiosis, Manuel Álvarez Prieto, quien optó por declararse judío y querer morir como tal, confesó estar sentado por judío en la cofradía de los judíos de Holanda, y que en el derecho de ella quería morir. (Escobar)
Y esa relación entre judaísmo y tráfico negrero se desarrolaría también en otros ámbitos; así, en la segunda mitad del siglo XVIII encontramos en las colonias británicas de Norteamérica a Aaron López, portugués, siendo que en la época se entendía como “portugués” a los judíos conversos.
Es de destacar que los judíos tomaron parte directamente activa también en el desarrollo de la piratería, siendo los resposables directos de multitud de acciones, entre ellas, por citar alguna, la toma de Jamaica por Inglaterra en 1655, momento en que se convirtió en un centro de recepción y distribución de esclavos.
Es en estos momentos cuando el tráfico esclavista comienza a desarrollar músculo. En 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, y en 1619 introducen los primeros esclavos en Virginia.
En 1625 los franceses se apoderan de Haití y en 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados.
En octubre de 1636, la Compañía de las Indias Occidentales envió una nueva flota a Pernambuco bajo las órdenes del conde Juan Mauricio de Nassau, que amplió su zona de influencia y en agosto de 1641 envió una expedición de conquista a Uganda, con cuyo control se garantizó el suministro de esclavos que precisaba para para cultivar las plantaciones de azúcar del Brasil.
El año 1637 Unos comerciantes franceses de Dieppe construyen el fuerte de San Luis del Senegal, y ese mismo año los holandeses desalojan a los portugueses de
Arguin, Gorea y Elmina.
Como queda señalado líneas arriba, es justo en estos tiempos cuando el tráfico empieza a adquirir caracteres épicos. En 1640 Suecia inicia la trata; en 1642 Francia comienza la introducción de esclavos africanos en la Martinica; en 1645 Suecia construye el fuerte de Christianborg en la Costa de Oro, como establecimiento para gestionar el tráfico; en 1651 La Compañía Británica de las Indias Orientales arrebata Santa Elena a los holandeses; en 1652 los holandeses toman el cabo de Buena Esperanza; en 1655 Inglaterra se apodera de Jamaica; en 1657 Dinamarca toma el castillo de Christianborg. Por su parte, en estos momentos, y en el interior del continente, en Sudán, la trata no estaba en manos de europeos, sino de musulmanes, siendo que los estados islámicos, como venia siendo costumbre, dependían del trabajo esclavo.
Los judíos sefardíes holandeses desempeñaron cierto papel en la trata desde Curaçao; poseían excelentes contactos con cristianos nuevos portugueses, tanto en el Caribe como en Brasil; también participaron en empresas administradas por conversos con sede en Amsterdam. En 1702, más de un tercio de la riqueza de la isla pertenecía a los aproximadamente seiscientos miembros de la comunidad judía sefardí holandesa que habitaban en ella. Curaçao prosperó y entre 1668 y 1674 habría exportado unos cuatro mil esclavos por año. (Thomas 1997: 210)
La importancia del tráfico dentro del propio continente africano de un significado de envergadura nada desdeñable, siendo que en los últimos años del siglo XVII, el sultán Mulai Ismail organizó en los territorios que hoy conforman Marruecos un ejército de esclavos de unas doscientas mil unidades. Cierto que en el mismo también formaban esclavos europeos y españoles, pero el aporte que al mismo hacía la piratería era irrelevante en el cómputo total. Y esa actividad era seguida asimismo por otros poderes en el mundo musulmán.
Los holandeses abrieron en Benin nuevas factorías,de las cuales destacaron por su importancia Popo, Allada-Jaquin, Offra y Ouidah.
En total, las factorías fijas instaladas en África para la recepción de esclavos alcanzaron el número nada desdeñable de sesenta y seis.
De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso:57)
A ellas se añadirían posteriormente las detentadas por los Estados Unidos, siendo que el desarrollo de estas factorías durante los siglos XVI al XIX, propició que Inglaterra, EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Y la población africana no era ajena a ese crescendo
En el siglo XVII, los tratantes del pueblo efik, que hablaba ibibio, habían avanzado hacia el sudeste por esos ríos, según la leyenda debido a una disputa acerca de una hacha. Cuando de pescadores pasaron a convertirse en mercaderes, de esclavos entre otras cosas, fundaron una poderosa hermandad comercial llamada Egbe. (Thomas 1997: 360)
Pero el hecho merece alguna cita más:
En 1730, Francis Moore, un experimentado tratante inglés, que había sido factor de la RAC en Fort George en el río Gambia, describía cómo los mandingos, los intermediarios en la trata de la región, llevaban a la costa «esclavos en número de dos mil que, dicen, han sido capturados en la guerra y comprados a los distintos príncipes que los hacen prisioneros». (Thomas 1997: 369)
Y si entre los tratantes blancos se hacían destacar algunos nombres, algo similar pasaba con los tratantes de raza negra. Hacia 1740, Evo Nsa, antiguo esclavo de la tribu efik, era uno de los principales suministradores.
Pero era múltiples las tribus que se encontraban involucradas en la caza y el comercio de esclavos, los efik, los ibas, los sonyos, los ashanti, los luanda, los wolof, los zambo, los mandingo, … en una actividad que canalizaba hasta las factorías europeas auténticos ríos de esclavos.
La guerra era método habitual para el abastecimiento, y todos los pueblos la practicaron
Entre los africanos del Africa Central la principal finalidad de las guerras fue la captura de esclavos. Los vencidos de una batalla se retiraban en desbandada, perseguidos por los vencedores, que capturaban prisioneros de guerra y mataban a los viejos. Después de esta persecución los vencedores se regresaban a su pueblo con las presas, gritando la victoria. Cada soldado presentaba su captura y tenia que ofrecer al rey una parte. Los prisioneros eran después vendidos a los europeos. Segun Proyart, en el siglo XVIII la trata era todavía la actividad principal del reino de Loango: esos esclavos eran esencialmente prisioneros de guerra, que se vendían en el mismo campo de batalla o a veces en la costa, no directamente a los europeos, sino a unos intermediarios designados por el rey. (Ngou 2003: 18)
Brutal era en sí el tráfico, pero es difícil señalar en qué punto es más brutal. Si la demanda lo era, la oferta no quedaba atrás, hasta el punto que los cazadores de esclavos no dudaban en poner en el mercado del tráfico aquello que tenían más a mano. De hecho, el rey de Benin llegó a vanagloriarse de ser quizá el mayor suministrador de esclavos a los traficantes ingleses.
El capitán Phillips recordaba en 1694 que el rey de Ouidah «a menudo, cuando hay gran escasez de esclavos y no puede proporcionarlos de otra manera a los buques, vende a trescientas o cuatrocientas de sus esposas para completar el número». (Thomas 1997: 376)
Pero si cabe no era esta la mayor de las barbaridades. Señala Hug Thomas que a principios del siglo XVIII, en Benin, el visir del reino hacía que sus visitantes se lavaran los pies en una gran vasija de cobre, antes de asistir, por ejemplo, a un festín de ñame animado con sacrificios humanos (Thomas 1997: 358)
Con estas formas, la Costa de los Esclavos, que ocupaba el golfo de Guinea, era a finales del siglo XVII el lugar de embarque de la mitad de los esclavos sacados de África con destino a América: al rededor de dieciséis mil anuales.
Y este crecimiento necesariamente tuvo reflejo en la España americana, donde, muy a pesar de las leyes que impedían la navegación a mercaderes extranjeros, las asociaciones piráticas llevaban a cabo incursiones de todo tipo en las que no faltaba lo que significaba un alto porcentaje de su actuación: el tráfico ilegal de esclavos, siendo que, sobre todo durante los siglos XVII y XVIII, holandeses e ingleses llevaron cabo un importante comercio ilegal en el Caribe... y hasta en el Río de la Plata, donde el tráfico ilegal llegó a representar el 2000 por ciento de las licencias.
En 1701 La Compañía Francesa de las Indias obtiene un asiento para transportar negros a la América española por un número indeterminado de años en lo que sería conocido como periodo francés, y que terminó su irregular vida con el asiento que en 1713 impuso Inglaterra como resultado de la Guerra se Sucesión, y que daba el monopolio por un periodo de treinta años, siendo que el negocio sería subrogado por Inglaterra a la South Sea Company, sociedad por acciones que había sido creada al efecto, y cuyo accionista principal era Robert Harley, conde Oxford.
El leonino Tratado de Utrecht daba a Inglaterra, además, la posesión de Gibraltar y Menorca y la condición de nación más favorecida. Ello daría lugar en 1715 a que Ricardo O'Farril estableciese en La Habana la primera factoría para la entrada y venta de esclavos al tiempo que Portugal transportaba grandes cargamentos de negros a Minas Gerais, en Brasil.
En agosto de 1762 La Habana fue tomada por los ingleses. Fue a partir de este momento cuando se desarrolló el comercio esclavista en Cuba, lo que propició que los comerciantes británicos se volcasen por tomar posiciones, pero el pionero fue el comisario británico John Kennion quién comenzó a importar esclavos a razón de 2000 por año, con la obligación de que la cuarta parte fuesen mujeres.
Es en 1773 cuando el marqués de Casa Erile obtiene el privilegio de introducir esclavos negros en Cuba; actividad vacilante que llevó a efecto hasta que en 1786 la casa Baker y Dawson lo reemplazó. Y en 1777 España adquiere Fernando Poo con el fin de establecer una factoría negrera; algo que, al fin, no se llevaría a efecto.
Es en esta época cuando el desarrollo del tráfico iniciado desde las colonias británicas de Norteamérica empieza a desarrollarse espectacularmente, de forma que la cuarta parte de la flota mercante se dedicaba al tráfico negrero.
La flota negrera era usense... ¿Y los propietarios de esclavos?... Variados... En 1830, solo en el sur de EEUU había alrededor de 4.000 pequeños esclavistas negros que poseían más de diez mil esclavos.
Nos encontramos en el momento álgido del tráfico. Justo en el momento que en Inglaterra de desarrollaba la Revolución Industrial y tomaba fuerza el movimiento abolicionista, la flota británica traslababa hasta doscientos cincuenta mil infelices en diez años... y Francia otros cien mil.
El movimiento abolicionista toma forma en Londres en 1787 cuando Thomas Clarkson funda la British Antislavery Society, que luego es la base de asociaciones similares en los demás países europeos y americanos. Y ese mismo año, Inglaterra ocupa Sierra Leona, tierra inhóspita, según declararon los mismos abolicionistas, para desterrar a los negros que en esos momentos estaban esclavizados en Inglaterra. Los ingleses tendrían finalmente otro destino: los presidios de Australia y Nueva Zelanda.13
Y al compás del movimiento abolicionista España concede en 1789 libertad para el comercio negrero en América.
Pero en 1807, Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos, lo que representó un problema para quienes querían comprarlos, y en lo tocante a España, en 1810, los esclavistas cubanos iniciaron conversaciones con el cónsul usense en La Habana, William Shaler, para tratar de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, ante la previsible supresión que suponían acordarían las Cortes de Cádiz.
Por su parte, esta situación provocó que surgiesen negreros españoles, especialmente catalanes, que en el siglo XIX llegaron a significar hasta el cuarenta por ciento del tráfico recibido en Cuba, siendo que el puerto de Barcelona se convirtió en un importante centro de tráfico, de donde salieron barcos que llegaron a transportar varias decenas de miles de esclavos.14
La reina María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, en compañía de su segundo esposo, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, I Duque de Riánsares, practicó y promovió la trata de esclavos y tuvo participaciones en diversos ingenios azucareros en el siglo XIX. Y entre los “libertadores” americanos, Páez, Bolívar, Belgrano...
La relación estratégica de los grandes empresarios catalanes con el tráfico negrero convirtieron a la ciudad de Barcelona en un emporio donde se inició un espectacular desarrollo económico y urbanístico; de ahí partió la creación del Ensanche” barcelonés y de la industria textil, así como la creación de entidades bancarias. El Banco Hispano Colonial, fundado el 1876 por un grupo de esclavistas entre los que destacaba Antonio López y López fue uno de los catalizadores de la riqueza producida por el esclavismo, que se plasmaría en la financiación de infraestructuras como el “metro” de Barcelona, la Sociedad General de Aguas, o el trazado de la Vía Layetana de Barcelona.
Miguel Biada y Bunyol, principal promotor de la primera línea de ferrocarril en la Península, la de Barcelona Mataró, inaugurada en 1848, había amasado su fortuna en Cuba, con su compañía, la Biada y Cía., entre cuyas actividades se encontraba la trata de esclavos africanos.
Y si esas circunstancias se produjeron en España, en África se oponían a la abolición, que les acarreaba la ruina, al tiempo que aumentaba la inseguridad en sus territorios. En esta situación un mulato africano, Cha Cha de Souza, se convertiría en esta época en uno de los mayores proveedores de esclavos.
John Hughes, después de visitar Guinea Bissau o Guinea portuguesa, en 1828, comentaba: «creo que todos los indígenas africanos se dedicarían a comerciar con esclavos, si se les permitiera». (Thomas 1997: 555)
Por otra parte, la labor de Inglaterra en pro de la abolición tenía exclusivamente una motivación económica; por eso, mientras perseguía el tráfico marítimo, mantenía el tráfico terrestre en sus colonias de Asia... Pero los esclavos no eran negros.
En 1817, Radama, el rey del Madagascar oriental, llegó a un acuerdo según el cual, a cambio de acabar con la trata, Gran Bretaña le pagaría cien mil dólares anuales durante tres años; Castlereagh cerró tratados similares con el imam de Mascate y, en 1822, con el sultán de Zanzíbar. Cierto que eran convenios modestos, pero les seguirían otros muchos de mayor envergadura. (Thomas 1997: 589)
Motivación económica evidente pero no declarada; algo que desconcertaba, por ejemplo, a los esclavistas negros, que seguían con el tráfico en el mundo musulmán... Y algo que no entendían los musulmanes, que interpretaron la medida como un ataque al Islam.
Pero parece que las dudas se resuelven en el materialismo. El esclavista estaba cambiando los métodos al compás de las necesidades que iba creando la Revolución Industrial; así, mientras en 1821 se constituía en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, presidida por Wilberforce, la misma Inglaterra comenzaba la consolidación de sus posiciones en África, en España a un lado y otro del Atlántico, en India, en China (donde llegó a crear una guerra que le permitiese introducir opio), en India, en Australia y Nueva Zelanda, estas dos como penales donde remitir la población sobrante de la metrópoli.
Y en los Estados Unidos seguirían los mismos pasos; en 1821 La American Colonization Society desembarcaba en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia, pero la idea de trasladar nuevamente a África a toda la población existente en Norteamérica resultó de todo punto inviable, por el volumen de población que representaba, y por la desconfianza surgida en la comunidad negra ante una medida que veían descabellada.
En este tiempo, Gambia, Costa de Oro y Ghana paulatinamente pierden interés para los británicos, sobre todo con la abolición de la esclavitud, y Sierra Leona mantiene cierto interés como punto de destino de los esclavos que con la nueva situación les resultaban lesivos para su economía. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, acabarán sirviendo como plataforma de lanzamiento para la colonización del continente y el sometimiento a los nuevos regímenes de esclavitud que estaban implantando en el mundo entero. Pero ese proceso se alargaría hasta finales del siglo XIX.
Con las implicaciones que se deducen de todo lo relatado hasta aquí, no deja de resultar curioso que en agosto de 1999, la African World Reparations and Repatriation Truth Commission, reunida en Acra, se atreviese a reclamar indemnizaciones a los países occidentales que participaron y se beneficiaron de la trata de esclavos.
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El trato del esclavo
A lo largo de la historia y de las civilizaciones, nos encontramos que el trato del esclavo no ha sido necesariamente malo ni necesariamente idéntico en unos lugares y en otros.
En Grecia y en Roma, por ejemplo, nos podemos encontrar con esclavos que ejercían como maestros, siendo común la manumisión. Pero esa cuestión será tratada en su lugar. Lo que nos ocupa es el esclavismo en la Edad Moderna.
Con el descubrimiento de América surgió la cuestión de la esclavización de los indios; algo que, si bien llegó a producirse en los primeros momentos, fue zanjado radicalmente por la Corona española, que desde 1542 les dio el estatus de súbditos, con derecho a la libertad y a la propiedad.
Pero no sucedió lo mismo con el caso de los negros, que fueron comprados como una mercadería más y tuvieron una consideración similar a la de los esclavos durante el periodo romano, estando muy generalizada también la manumisión, hasta el extremo que en tiempos de Felipe II fue tomada muy en serio la cuestión, exigiendo la Corona que cumpliesen con las obligaciones fiscales a las que debía hacer frente el resto de la población.
Pero la esclavitud estaba ligada inexorablemente al trabajo; era la mano de obra no cualificada que atendía los menesteres de menor entidad... y en algunos lugares, como en Roma, otros de no menor entidad que tenían relación, por ejemplo con la educación de los niños. Y siempre presente la manumisión, que hacía que antiguos esclavos llegasen a tener el poder económico suficiente para hacerse con otros esclavos.
En el mundo musulmán, parece que había un trato algo diferente; también lo veremos en su lugar. No siendo tan común la manumisión, nos encontramos con generales del ejército, como por ejemplo Tárik, conquistador de España, que era liberto de Musa Ibn Nusair.
Así, conviene que para interpretar el hecho de la esclavitud nos deshagamos de los juicios primeros que tengamos sobre la misma. En principio se trató de una medida piadosa para con los vencidos en la guerra, que en lugar de ser ejecutados, pasaban a la condición de esclavos, lo cual era un evidente avance.
Cumpliendo con la función a la que habían sido designados, el trato era desigual, como desigual es la actuación de cada persona. Si en el mundo árabe, a grandes núcleos de esclavos que no tenían función agrícola, militar o de servicios, se les dejaba libres durante el día para que se alimentasen por sí mismos y para que consiguiesen algún bien para su amo; en Roma se les destinaba a los más diversos fines, como sucedía en el interior de África, de Asia y de América. Eran, así, la fuerza de trabajo que hacía funcionar el engranaje social.
No era, en esencia, ni bueno ni malo. No obstante, en el mundo cristiano comenzó a cuestionarse el hecho de la esclavitud, y los Reyes Católicos la prohibieron para los nuevos súbditos americanos, del mismo modo que adoptaron acciones para eliminar una institución, como era la encomienda, que sin ser esclavismo guardaba cierta relación con éste por la dependencia que tenían los encomendados en relación a los encomenderos.
Pero curiosamente la encomienda, que en sí no era esclavismo, fue utilizada en América y en Filipinas para conformar entre los indios el nuevo sistema social al que las circunstancias les habían abocado. Esta circunstancia provocó no pocas leyes y protestas, ya que significaba tener en funcionamiento y en periodo de desmontaje una misma institución. Finalmente, la encomienda, como fue necesaria en la Edad Media en España, fue necesaria en las España americana para la educación de la población y ello dio lugar al nacimiento del municipio indiano.
Pero de la encomienda hablamos en un trabajo específico. Ahora nos ceñiremos a la esclavitud, que como queda expuesto, en esencia no era ni buena ni mala, sino necesaria.
Se dirá que la falta de libertad no es necesaria, y es verdad. Pero no podemos analizar los hechos de un momento sin atender todo lo que envuelve ese momento. Así, la filosofía imperante, en porcentajes de población que rozan el 100%, la entendía como natural y benéfica.
Lo que hace inaceptable la esclavitud es el maltrato, y es justo ahí donde se encuentra el nudo gordiano del asunto.
La concepción general de la esclavitud nos presenta colectivos salvajemente tratados, sin ningún tipo de derecho que quedan al albur del amo, que por lo general es sádico y sólo busca el mal del esclavo.
Pero eso no es del todo cierto. Siempre teniendo en cuenta el transcurso del tiempo (no podemos equiparar exactamente lo actuado cinco siglos antes de Cristo con el año uno de nuestra era, por ejemplo) los esclavos tenían sus derechos; menguados si se quiere, pero derechos al fin, que le garantizaban cierto bienestar.
Los esclavos del Estado, tenían un estatuto rígido... como rígido era el estatuto de los militares... y rígido el estatuto de la sociedad, y la flagelación o la condena a muerte, existía, sí, como existía para los otros miembros de la sociedad que incumplían las normas, y que variaban de acuerdo al estatus de cada uno... como ahora mismo sucede.
Los ciudadanos libres tenían unas obligaciones con el estado, y si no las cumplían, eran sancionados, y por ello no se entiende que el estado fuese tirano. Del mismo modo, el esclavo de familia, como antes el señalado esclavo del estado, debía cumplir unas normas que por lo general eran cumplidas, y tenía la vida normal de un trabajador de hoy que cumple con su obligación. Cierto que no tenían vacaciones, pero el resto de la población tampoco las tenía. Eso es cuestión del derecho laboral para hombres libres, no esclavos, que empezó a desarrollarse en América con las Leyes de Indias, donde se marcaba un horario de trabajo, descanso semanal y descanso anual.
De estos apuntes podemos deducir que el maltrato no va necesariamente unido a la condición de esclavo; es más, había esclavos que alcanzaban altos grados de confianza y ejercían de administradores de sus amos, por ejemplo. A pesar de todo, el maltrato existía en la esclavitud... como existía en los distintos ámbitos de la sociedad.
Existirían amos benévolos y amos iracundos... y hasta tiranos, como hoy sucede en cualquier ámbito de la sociedad, y si a ello añadimos que los métodos utilizados difieren considerablemente a los hoy utilizados, nos encontramos con situaciones francamente inaceptables. Controlar esas situaciones fue labor de los legisladores.
Así, para determinar el grado de humanidad o inhumanidad en relación al asunto, no debemos perder de vista tres cuestiones:
El trato dado al esclavo
las manumisiones
la evolución de la historia y la comprensión del hecho esclavista.
Al decretar la Corona de España la condición de vasallos de los indios americanos, éstos prestaron sus servicios como trabajadores libres, pero a principios del siglo XVI las pandemias de sarampión y de gripe diezmaron la población de La Española, por lo que, a instancias de Fray Bartolomé de las Casas se hizo un primer envío de esclavos negros procedentes de la Península, y cuya misión sería trabajar en las minas y en los ingenios azucareros.
El trato que debieron recibir en el ingenio de Diego Colón, a la sazón gobernador de la isla, no debió ser del todo ejemplar, lo que provocó que los esclavos, poco acostumbrados a ese trato, se sublevasen. Y no se sublevaron todos, sino los destinados al ingenio de Diego Colón.
Pero en el conjunto de la historia de la esclavitud en el mundo hispánico, no es común la acción de Diego Colón.
Elena F. S. de Studer, estudiando La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, afirma: «El trato que los negros recibieron en estas regiones fue humano y benévolo. Los cronistas y viajeros están de acuerdo en afirmar que los esclavos porteños eran considerados por sus amos con bastante familiaridad, recibiendo muchos de ellos no sólo el apellido sino hasta la libertad y bienes. Su suerte no difirió, en general, de la de los blancos pobres. La mayoría murió sin haber recibido un solo azote, no sabían de tormentos, se les cuidó durante la enfermedad, y como el alimento principal, la carne, era muy barata, y se les vestía con las telas que ellos mismos fabricaban, siendo muy raro el que trajera zapatos, se mantenían con facilidad. Hubo, sin duda, excepciones, pero si alguna vez fueron maltratados, intervenía la autoridad y el esclavo era vendido a un amo más humano» (331-332). (Iraburu)
Como queda más arriba afirmado, la diversidad de actuaciones va inexorablemente unida a la diversidad de conceptos de vida de cada uno, y no es reseña menor la afirmación que precede. Partimos que en un ámbito como el Río de la Plata; la autora da como generalizado el buen trato y la ausencia de castigos físicos, y va más allá, se les daba la libertad y hasta el apellido y bienes... Más adelante veremos si esa actuación se puede generalizar en otros ámbitos geográficos.
A este respecto, señala José María Iraburu que en el mundo católico hispano-lusitano, nunca llegó a formarse un abismo infranqueable entre los hombres blancos y los de color. Mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos o en Sudáfrica la diferencia entre negro y blanco ha sido neta y abismal, en la zona iberoamericana, incluso en el campo terminológico, había una «escala resbaladiza» -mulatos, tercerones, cuarterones, quinterones, zambos o zambahigos, pardos o morenos, castizos, chinos, cambujos, salta-atrás, chamizos, coyotes, lobos, etc., etc.-, por la cual siempre era posible subir o bajar. (Iraburu)
Pero parece que en el mundo británico la cuestión no era exactamente igual. Para el mundo anglosajón, (hemos podido ver ejemplos en las películas, principalmente de las del siglo XX con las que fortalecen nuestra colonización) el blanco es el anglosajón y el noreuropeo, siendo los demás directamente negros, y en su momento crearon la definición de sí mismos: WASP (blanco, anglosajón y protestante, por sus iniciales en inglés).
No por ello el trato de los esclavos blancos que trasladaron primero a América y luego a Australia y Nueva Zelanda fue distinto, como no era muy distinto el trato que daban a las tripulaciones encargadas del tráfico de esclavos. El historiador británico Clarence Henry Haring, refiriéndose al trato recibido por los esclavos blancos, especialmente ingleses e irlandeses , que habían sido enviados a cultivar caña en las colonias británicas del Caribe, y que habían sido reclutados de la forma más variada que nos podemos imaginar, algunos de ellos no a la fuerza, sino embaucados, embriagados, engañados y embarcados como ganado, señala:
Los esclavos europeos exportados a las plantaciones de azúcar resultaban.....peor tratados que los esclavos con quienes trabajaban hombro a hombro, porque sus vidas no tenían importancia alguna para los amos, una vez fenecido el término de servicio.' (Haring 1925: 75)
Y Los capataces de los hacendados, reclutados de forma similar a aquel porcentaje de los citados que voluntariamente asumían la condición de esclavos, tenían también una vida similar a la de los esclavos; algo que compartían con las tripulaciones de la Royal Navy y de la flota pirata.
El transporte se llevaba a cabo en diverso tipo de embarcaciones cuyas dimensiones variaban desde las once toneladas, las más utilizadas hasta 1700, hasta la 800 toneladas, las utilizadas por Inglaterra especialmente a partir de esa fecha, y que nos explica la diferencia existente entre el número de esclavos transportados entre esas dos épocas. Hasta 1700, las primeras embarcaciones llegaban a transportar hasta veinte esclavos, mientras las últimas tenían capacidad para transportar a mil seiscientos, con una media de dos esclavos por tonelada; cifras que en no pocas ocasiones eran incluso superadas, con unos habitáculos en los que era materialmente imposible erguirse.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. (Gutierrez Azopardo: 197)
¿Qué provoca la diferencia de actuaciones señaladas entre Río de la Plata y las colonias británicas? Parece evidente que el concepto de la vida y del hombre. España era humanista, cristiana, y como consecuencia no diferencia la condición humana de un español, de un indio, de un negro o de cualquier humano, y aún sometido a esclavitud, el hombre es hombre, portador de valores eternos y consiguientemente digno de respeto. Bastante tenía el esclavo con carecer de la libertad que gozaba el resto de la población.
De hecho, los esclavos que tuvieron como destino el mundo hispano tuvieron un tratamiento mucho más humano, y de ello quedan suficientes muestras, hasta el extremo que, por ejemplo la Florida, curiosamente la tierra que, conquistada en 1513 por Juan Ponce de León, en cuya expedición figuraban dos negros libres, Juan Garrido y Juan González Ponce de León, se llegó a convertir a partir del siglo XVII en la promesa de libertad para los esclavos sometidos en la cruel explotación de los británicos.
Las políticas de la Corona iban encaminadas en ese sentido; así, en 1693 se garantizaba la libertad a todos los que se bautizasen y se juramentasen en defensa de la Fe y de la Corona, lo que provocó que muchos esclavos de los ingleses huyesen hacia la España americana, lo que conllevó que en 1738 se crease el municipio conocido como Fuerte Mose, colindante con la ciudad de San Agustín, de la que era jefe de milicia un africano llamado Francisco Menéndez.
Parece, por lo que señala Elena F. S. de Studer, que esa actuación nacía de la propia idiosincrasia de quienes poseían esclavos, pero no era sólo eso.
El Estado y la Iglesia reconocían la esclavitud como nada más que una desafortunada condición secular. El esclavo era un ser humano que poseía un alma, igual que cualquier persona libre ante los ojos de Dios» (Bowser 147). Las cofradías religiosas de negros tuvieron gran importancia en la América española, como las irmandades en el Brasil. Por el contrario, la esclavitud negra de América fue muchísimo más dura donde apenas hubo empeño por evangelizar a los africanos. (Iraburu)
Y como consecuencia, el consejo de la Iglesia era la manumisión, siendo que la misma se producía con una frecuencia que en el mundo anglosajón sólo conocieron los esclavos blancos que lograron sobrevivir, en ocasiones al finalizar el contrato, y en ocasiones tras varias prórrogas obligatorias del mismo.
Ciertamente, no pocos poseedores de esclavos españoles liberaban a sus esclavos en el momento de su muerte, pero si el caso es significativo, no es menos significativo que un porcentaje no menos significativo lo hacía en vida. Tan es así que estudios de Frederick P. Bowser señalan que en el período comprendido entre 1524 y 1650, fueron liberados incondicionalmente en Lima un 33’8 % de esclavos africanos, en la ciudad de México un 40’4 %; y en la zona de Michoacán, entre 1649 y 1800, un 64’4 %.
Pero eso era en el mundo hispánico. Fuera del mundo hispano-católico, el trato del esclavo, blanco, negro, indio, mestizo o mulato tuvo una dureza sin parangón. No obstante, los esclavos ingleses, al fin, lo eran por un tiempo determinado. Finalmente, los esclavos irlandeses que salvaron la vida en un genocidio infame llevado a cabo por Inglaterra, y que lograron sobrevivir a la etapa de esclavitud a que fueron sometidos en las colonias del Caribe y de Norte América, acabaron teniendo el beneficio de la libertad.
En 1713, al finalizar la guerra de sucesión al trono de España, Inglaterra, a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcaba la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros, que sería dado en concesión a la South Sea Company, sociedad por acciones que contaba con importantes inversores . Se daba inicio a lo que fue un claro monopolio inglés en el que basaría el desarrollo de su poderío comercial. Y para conseguirlo aplicaban técnicas de ahorro de claro sentido capitalista, con vistas exclusivamente al logro de beneficios.
Ello comportaba por una parte que el trasiego de esclavos fuese atendido por un médico que viajaba en los transportes, y por otra, que el espacio destinado a cada esclavo fuese milimétricamente medido.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. (Gutierrez Azopardo: 197)
Y el espacio que ocupaban en los buques se encontraban entre la bodega y la cubierta. Para aprovechar ese espacio se procedía a fabricar una segunda cubierta, creando un nuevo espacio para el transporte de mayor número de esclavos, que sólo recibían aire a través de las escotillas.
Los sexos vienen mezclados a bordo en completo estado de desnudez, lo mismo que se si se tratara de un montón de animales ajenos a todo sentimiento racional, incluso al más elemental aseo, pues hacen sus necesidades sobre el mismo sitio de su estancia, llenándose de inmundicias, por cuya causa, para evitar que se inficcione el aire en el buque, tienen los tripulantes que baldear a los negros dos o tres veces al día, arrojando sobre ellos gran número de cubos de agua del mar. Aparte de esto y aun estando limpios, despiden las negras un olor muy desagradable y a veces nauseabundo que no puede soportarse, el cual es propio de la raza”. (García Fuentes 1976: 7)
En cualquier caso, las condiciones no era únicas... podían empeorar, y de hecho, era común que el viaje lo realizasen encadenados de dos en dos.
Pero ese espacio que tenían destinado los esclavos no era muy distinto del que ocupaban a bordo los tripulantes encargados del barco y del control de los esclavos. Tanto la tripulación como los soldados, unos y otros por lo general reclutados sin conocer que poco diferiría el trato que recibirían con el que recibiría el ganado humano que transportaban, siendo que la mortandad a bordo era similar en ambos colectivos.
Se calcula que el número de defunciones a bordo giraba en torno al 20% antes de 1.700, y a un 5% entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, siendo que este porcentaje se vio reducido hasta el 1% en el curso del mismo como consecuencia de la difusión de la vacuna contra la viruela, llevada a cabo en 1803 por la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico Francisco Javier Balmis, con el objetivo de que la vacuna alcanzase a todo el Imperio español. La misión consiguió llevar la vacuna hasta Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México, Filipinas y China, y luego se difundió por otros ámbitos territoriales.
Pero al fin, esa mortandad no es lo peor, porque según cálculos realizados por estudiosos del fenómeno, a lo largo de todo el proceso, desde la caza del esclavo en África hasta su llegada a América, con el periplo de su traslado desde el lugar de captura a las factorías costeras donde los traficantes europeos adquirían la mercancía, moría un porcentaje no menor al que tenía lugar en el tráfico atlántico.
Cuando los esclavos procedían del interior, como era tan frecuente, el largo camino hacia la costa debilitaba terriblemente a los cautivos, y muchos morían por la escasez de alimentos, el agotamiento, el calor y también por la disentería u otras enfermedades. Raymond Jalamá, un mercader de Luanda, estimaba a finales del XVlII que casi la mitad de los cautivos se perdían por fuga o muerte, desde el momento de la captura hasta el de la llegada al mar. (Thomas 1997: 384)
Tampoco era éste el último extremo:
En el Sudán occidental era práctica corriente la castración de jóvenes esclavos, aunque, a menos que el cirujano fuera miembro de la tribu mossi, del actual Volta Superior y Ghana, reputada por su habilidad, las pérdidas de vidas en estas operaciones eran considerables. (Thomas 1997: 379)
Y para completar la cuestión, debemos considerar que el porcentaje de mujeres transportadas era considerablemente inferior al de hombres, no por cuestiones de demanda, sino de oferta. Los esclavistas africanos eran remisos a suministrar mujeres, y sólo lo hacían a demanda, con cortapisas y a un precio superior. Ello justifica en parte el enorme tráfico que tuvo lugar a partir del siglo XVIII.
Para hacernos la idea de lo que significaba esta mortandad, y más tratándose de personas vigorosas y jóvenes, debemos considerar que en aquella época, una mortandad de esas magnitudes en la población tenía carácter de epidemia.
Algo que, siendo en gran parte común a todo el tráfico negrero, común a los traficantes ingleses, holandeses o franceses, no encaja del todo con la actuación del otro gran implicado en el tráfico, Portugal, en cuyo caso es reseñable la ley de 1648, que dejaba marcada la diferencia entre la carga, para las mercancías, y las cubiertas, para los esclavos, señalando normas que disminuyeran las incomodidades del viaje.
Los portugueses, con sus marineros esclavos, no veían en un cautivo negro a una persona excepcional sino a una más destinada a sufrir dentro del plan inexplicable de Dios, mientras que para los protestantes blancos del norte, los africanos resultaban tan exóticos como inquietantes .(Thomas 1997: 409)
En el caso del tráfico sucede lo mismo que lo indicado en las primeras líneas de este capítulo sobre la concepción del hecho esclavista. La esclavitud era un mal, siempre lo ha sido, que unos tienen la desgracia de padecer, pero lo que muestra la grandeza de espíritu es que, en el conocimiento de ese mal, aún tomando parte activa en el mismo, no se vea al esclavo como una cosa, sino como a un prójimo al que, en las medidas de las posibilidades, se le pueda atender.
Esa, si se quiere extraña, misericordia, es al fin misericordia, y no faltó en esos momentos en los buques negreros portugueses, y no en otros.
El minerólogo sueco Wadstróm, escribía en 1790 que «los buques portugueses nunca están abarrotados y los marineros son sobre todo ... negros ladinos, que hablan su lengua y consuelan y atienden a los infelices durante el viaje. El resultado es que apenas hay necesidad de los grilletes que se emplean de modo constante en los otros buques europeos de esclavos, y que realizan su viaje desde Angola, etc., a Brasil con muy poca mortalidad ... En el siglo XVIII las condiciones en los buques portugueses se mejoraron cuando a cada marinero se le asignó la tarea de cuidar de quince esclavos; a estos marineros se les pagaba una cantidad por cada esclavo que entregaban vivo. (Thomas 1997: 409)
En cualquier caso, esta mortandad nos puede parecer ridícula si tenemos en cuenta lo padecido por los aborígenes australianos, por ejemplo, que conocieron uno de los más sangrantes genocidios, llevado a cabo por la acción británica que, de acuerdo con las tesis de Darwin15, habían sido calificados como subhumanos. El genocidio, que acabó con el cien por cien de la población de Tasmania y dejó reducida la de Australia y Nueva Zelanda a una muestra de zoológico, perduró hasta 1945, cuando Inglaterra, inmersa en el Proceso de Nuremberg, prohibió que se siguiesen efectuando cacerías de aborígenes.
En esa actuación llevada a cabo por Inglaterra en las antípodas, a principios del siglo XIX, cuando la misma Inglaterra estaba llevando a cabo una política activa para la supresión del tráfico de esclavos, tuvo lugar la Guerra (o genocidio) de Tasmania conocida en la historiografía británica como Black War. En esta guerra se recompensaba económicamente por cada tasmano cazado a cambio de su piel, poniendo así fin a la esclavización a que habían estado sometidos desde 1772. Un pequeño grupo que no pasaba de setenta personas se salvó misteriosamente de esa acción. Apartado el grupo de su lugar geográfico fue sucumbiendo poco a poco hasta que la última tasmana, llamada Truganini o Trugernanner, murió en 1876.
Pero si esas condiciones se daban en el aspecto físico, no son menos destacables las condiciones morales a que se veían sometidos los esclavos, y que, como no podía ser menos, se vieron considerablemente empeoradas con la acción británica.
Desde el momento en que Inglaterra tomó parte decisiva en el tráfico, el esclavo pasó a denominarse, también en España, pieza de Indias, siendo que en esta denominación, considerada de primera clase, entraba todo esclavo cuya edad estuviese comprendida entre los quince y los treinta años, existiendo hasta tres calificaciones más en las que se integraban los que no se encuadraban en esa franja de edad.
Y su costo iba acorde con la categoría aplicada.
En el siglo XVII un esclavo varón en buen estado de salud podía valer 550 pesos, es decir, el equivalente al sueldo anual del auditor general del ejército; un niño de 8 años se podía evaluar en 330 pesos, equivalente al sueldo de tres años de un soldado arcabucero. Dice Sergio Villalobos que se puede entender perfectamente el valor del esclavo si tenemos en cuenta que un terreno con rancho y capilla, 20 bueyes, 50 vacas, 12 caballos, 10 mulas, 1.000 ovejas, 3 carretas y herramientas fue tasado en 24.783 pesos y los 19 esclavos que poseía dicha finca en 8.000 pesos; es decir, casi la cuarta parte del capital total invertido21. También influía en el precio de los esclavos su especialización en el trabajo. (García Fuentes 1976: 12)
Pero llegados a este punto es posible que nos estemos haciendo a la idea de que el esclavo era siempre negro, y no es así. El asunto queda manifiestamente claro en el capítulo el color del esclavo, pero parece necesario, a estas alturas del presente capítulo retomar el asunto.
Sabemos que en el mundo hispánico la esclavitud del indio fue anecdótica y limitada a los primeros años, siendo que las Leyes de Burgos pusieron fin a semejante actuación. Pero ¿y en las colonias británicas?
En las colonias británicas la cuestión del indio es para tratarlas en un manual de genocidio, pero para la esclavitud no queda otra que remitirse a los esclavos importados, blancos en un primer momento y procedentes de Irlanda y de Inglaterra, que fueron quienes sufrieron las penurias propias del sistema esclavista del que generalmente se tiene noción, y que en absoluto debe ser generalizado, sino concretado a la actuación británica, cuyos métodos fueron también asumidos por Francia y en parte, ya en el siglo XIX, cuando ya España era colonia británica, en Cuba.
Estos esclavos blancos, de los que entre 1654 y 1685 fueron embarcados diez mil en Bristol, fueron los que primero atendieron las plantaciones en las Antillas y en Virginia, y hasta 1700 representaron las dos terceras partes de los pioneros despachados desde Inglaterra, y reclutados en gran parte mediante secuestro.
El secuestro fue enormemente promovido y se convirtió en un negocio regular en ciudades como Londres y Bristol. Los adultos eran solicitados con licores, los niños atraídos con dulces. Los secuestradores recibían el nombre de spirits, y se los definía como «el que se lleva hombres, mujeres y niños y los vende para que un barco se los lleve por el mar». (Williams 2011:38)
Como ya hemos señalado, la pérdida de libertad del servant tenía un plazo; su condición se asemejaba a la de los esclavos en el mundo hispánico. Tenía pues la esperanza de alcanzar la libertad, tenía algunos derechos y podía acceder a cierto grado de propiedad.
Y las leyes británicas atendían esta cuestión, siendo que en aquellos momentos se llegó a pedir la pena de muerte para una mujer acusada de robar mercaderías por valor de tres chelines y cuatro peniques.. o por reunirse para hablar de religión. Estas leyes no sólo no desaparecieron cuando Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos, siendo que, como señala el mismo Erik Williams,
En 1745 el destierro era la pena por el robo de una cuchara de plata y un reloj de oro. Un año después de la emancipación de los esclavos negros, el destierro era la pena por la actividad de asociación comercial. (Williams 2011:38)
Los medios de transporte no diferían un ápice de los usados con los esclavos africanos... y al fin también esos fueron los métodos aplicados para transportar a Australia y a Nueva Zelanda un significativo número de esclavos, cuando las leyes y la marina británicas perseguían el tráfico negrero.
Y si el tráfico era así, tampoco variaba el trato y la condición en destino, donde eran considerados basura blanca y eran calificados en el mismo rango que los esclavos negros
Y si, en el parlamento británico llegó a tratarse el asunto en varias ocasiones y conforme transcurrían las décadas; se constituyeron comisiones para el estudio de las denuncias... y eran sucesivamente rechazadas... Y es que en el negocio estaban implicados desde los carceleros hasta la corona, que recibía su cuota de ganancias, que no eran pequeñas.
Alrededor de 1730 en Bristol se estimaba que, en un viaje afortunado, las ganancias sobre una carga de aproximadamente 270 esclavos alcanzaban siete u ocho mil libras, con independencia de los beneficios obtenidos con el marfil. (Williams 2011:71)
La justificación de este tráfico la encontraban en la necesidad de repoblar las nuevas tierras de donde habían sido asesinados los antiguos habitantes que no habían podido huir, pero no deja de llamar la atención el trato indigno que recibían, como indigno sería el trato que, no tardando, recibirían los esclavos negros que compartieron con ellos penurias.
Y si el título acabó desapareciendo a mediados del siglo XVIII, la actividad continuó realizándose a pleno ritmo hasta finales del siglo XIX, con una diferencia: En este último periodo, a pesar de seguir las mismas condiciones, no eran titulados siervos, sino criminales, siendo que el tráfico de los mismos resultaba mucho más lesivo dado el nuevo destino, que no era al otro lado del Atlántico, sino en las antípodas, donde tenía prohibida la arribada toda persona que no fuese de raza blanca; práctica, la de prohibición, que siguió aplicándose hasta bien entrado el siglo XX.
Venimos insistiendo en el maltrato infligido, y parece necesario remarcarlos como hecho diferencial en la aplicación del trabajo del esclavo... Del trabajo y de todo tipo de relación.
En Virginia, en la década de 1660 a 1670, un amo fue acusado de violar a dos criadas. También se sabía que azotaba a su propia mujer y a sus hijos, había dado latigazos a otro criado, y lo había encadenado hasta que murió. El tribunal regañó al amo, pero fue absuelto de los cargos de violación a pesar de lo evidente de las pruebas. (Zinn 2005)
Como muestra de ese maltrato, podemos comparar la población existente en una colonia británica, Barbados. En esa isla, y según señala Erik Williams, en 1645 había 18.300 varones blancos, la mayoría esclavos; en 1667 había 8300. Y entre 1672 y 1727 los individuos blancos de sexo masculino de Montserrat disminuyeron en más de dos tercios, en el mismo período la población negra aumentó más de once veces.
Matar a un esclavo, o a cualquier persona de color, en el condado de Talbot, Maryland, no se considera un crimen, ni por los tribunales ni por la comunidad. El señor Thomas Lanman, de St. Michael, mató a dos esclavos, a uno de ellos con una hachuela, saltándole los sesos. Solía ufanarse de haber cometido ese hecho sanguinario y sobrecogedor. Le he oído hacerlo riéndose, diciendo, entre otras cosas, que de los presentes él era el único benefactor de su país, y que si otros hicieran lo que había hecho él, nos libraríamos de «los j..... s negros». (Douglas 1845: 64)
Y si atendemos la situación en las otras colonias europeas, en 1758 se les prohibió en Haití que los negros portasen armas propias de caballeros, como sables, y en 1762 se les prohibió la tenencia de armas de fuego, y este asunto, que pudiera ser entendido como de orden público, no era tal. Así, profundizando en la segregación, en 1768 se prohibieron los casamientos mixtos, y tres años después se les prohibió ejercer profesiones determinadas, como la orfebrería, la medicina, el derecho... y se les obligaba a vestir de una manera particular, así como se les señalaba un lugar concreto cuando podían asistir a algún acto público.
En 1830, en las Indias occidentales holandesas, el gobernador de Surinam ordenó en una pragmática «que ningún negro fumara, cantara o silbara en las calles de Paramaribo; que al acercarse un blanco a cinco varas todo negro se descubriera; que no se permitiera a ninguna negra llevar ropa alguna por encima de la cintura, que era menester que llevasen los pechos al aire, y sólo se les toleraba una enagua de la cintura a la rodilla». El capitán Alexander, que publica en 1833 sus impresiones tras un largo viaje por América, describe en términos patéticos la pena de azotes con látigo que podían sufrir los esclavos negros en la América holandesa, en tanto que «un inspector holandés lo contempla todo fumando su pipa con tranquilidad. Cualquiera [allí] puede mandar un negro a la cárcel y hacer que le den ciento cincuenta azotes mediante pago de un peso» (Iraburu 2003: 178)
Otros aspectos no eran dejados en el olvido; así, el adoctrinamiento ocupaba lugar privilegiado; debían ser conscientes de su propia inferioridad; debían sentir temor al amo y debían sentir como propias las necesidades del amo, incluyendo el caso de la separación familiar de los esclavos por necesidades del amo.
Como comparación podemos tomar el caso de las Floridas, que tras cambios de manos, en 1784 volvía a ser España, y con el cambio, la esperanza de libertad para los esclavos. Seguía habiendo esclavitud, pero un importante porcentaje de negros libres componía la sociedad, en la que desarrollaban, como trabajadores libres, sus funciones, que iban desde carreteros hasta comerciantes, y los matrimonios mixtos eran una cosa normal.
Todo ello cambió en 1821 con el Tratado Adams-Onís, por el cual Florida se convirtió en territorio estadounidense, lo que ocasionó el exilio de un importante núcleo de población negra, que prefería dejar un lugar donde la esclavitud había sido abolida por una tierra donde aún estaba vigente la esclavitud: Cuba.
Y no es de extrañar cuando la actitud de los Estados Unidos, como la del resto del mundo anglosajón, por activa y por pasiva, tildaba a indios y negros como razas degeneradas.
No es de extrañar, así, que la declaración de independencia de los Estados Unidos excluyese a los negros y a los indios de su amparo. Y es de destacar la declaración del parlamento de Masachusets de tres de noviembre de 1755, que pone blanco sobre negro algo algo sobre lo que hemos hecho algún apunte: el trato de los indios.
Como sucedía en Australia y Nueva Zelanda, su destino no era la esclavitud, sino el exterminio, y ese es el sentido de la declaración citada, donde se declaraba rebeldes, enemigos y traidores a los indios, y se ofrecía una recompensa de cuarenta libras por cada cabellera de indio macho, y por cada cabellera de mujer india o joven macho de menos de doce años, veinte libras... Tratados como subhumanos.
Y luego nos hacen propaganda diciendo que los indios cortaban cabelleras a los pioneros. La verdad es que los indios comenzaron a cortar cabelleras como replesalia a esta actuación, y la verdad es que indios como Gerónimo, a quién cuando fue vencido mostraron como fiera en los circos, rezaban, naturalmente, en español.
El maltrato conoce muchos otros aspectos; así, hoy, la corrección política del lenguaje, impuesta por ellos mismos, quiere hacernos borrar del lenguaje el término negro para referirnos a un miembro de esa raza... Y en inglés tiene su lógica, surgida justamente del desprecio hacia los otros, porque en la lengua inglesa, negro tiene sentido peyorativo; sugiere algo sucio y siniestro según el diccionario inglés de Oxford. Pero eso nada tiene que ver con lo español.
De Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos y liberador de los negros (1863), cuenta Julien Green que en su momento «apoyaba la vieja idea humanitaria de Henry Clay de enviar a Liberia a toda la gente de color para devolverles la libertad, sus costumbres y su tierra de origen». En un discurso en Charleston, Illinois, decía en 1858: «No soy partidario –nunca lo he sido, bajo ningún concepto– de la igualdad social y política entre la raza blanca y la raza negra... Existe una diferencia física entre ellas que les impedirá, siempre, vivir juntas en igualdad social y política. Existe naturalmente una situación de superioridad e inferioridad, y mi opinión es asignar la posición de superioridad a la raza blanca (Iraburu 2003: 178)
Pero esa actitud, no era particular de Lincoln.
En un pasaje de su autobiografía, citado en su impoluto monumento de mármol en el Mall de Washington, Jefferson era bastante explícito: «Nada está más claramente escrito en el libro del destino que estas personas (es decir, los esclavos) serán libres». Pero la autobiografía prosigue diciendo (y los escultores del monumento dejaron esto fuera) que «las dos razas» debían estar divididas por «líneas imborrables de distinción entre ellas». Después de todo, el propio Jefferson era un terrateniente virginiano con cerca de doscientos esclavos, de los cuales solo liberó a cinco. (Ferguson)
No hay parangón en el mundo hispánico, donde jamás existió esa segregación.
Los españoles tenían, en el siglo XVI, un código detallado para el trato de los esclavos, código derivado de las famosas Siete partidas, de Alfonso X el Sabio; y estas leyes fueron, naturalmente, introducidas en el Nuevo Mundo. Los ingleses, en cambio, carecían de un código en el que basarse, e Inglaterra se limitó a soslayar la cuestión, dejando en manos de las diferentes asambleas coloniales locales la redacción de la legislación apropiada: así, Virginia reconoció la esclavitud en 1661, la convirtió en condición hereditaria en 1662, en 1667 estableció que el bautismo no alteraría la condición de los esclavos, etc. Estas leyes fueron formuladas con el interés inmediato de los plantadores de América del Norte como factor decisivo; en consecuencia, los esclavos no podían casarse; no tenían derecho legal a la propiedad; no podían entablar juicio; ¡no podían comprar su libertad!; en resumen, no eran sino muebles o enseres. Los esclavos de Cuba, como los de las demás colonias españolas, gozaban del beneficio de la ley hispánica, es decir, romana (naturalmente, con una serie de cambios y modificaciones); la Iglesia los conocía; podían poseer y permutar cosas; podían contraer matrimonio; tenían una personalidad legal, a pesar de que sus derechos estaban a menudo sólo teóricamente garantizados por la ley. (Thomas 1971)
Otra diferencia sustantiva entre el trato dado a los esclavos en España y el dado en otras partes está, además del hecho de la manumisión, ya mencionado, es que mientras la Iglesia Católica fomentaba la manumisión y el buen trato, los protestantes negaban a los esclavos todo derecho como cristianos, y con no poca asiduidad proclamaban que los negros eran malditos de Dios, pues descendían de Caín o del mismo Diablo.
En fin, tras lo señalado parece que lo que la gente conoce del hecho esclavista no es la realidad de la esclavitud. Convenimos así, retomando lo señalado al principio, que la esclavitud es una forma, poco digna si se quiere al fin, de entender las relaciones de trabajo, y que sólo bajo el prisma británico adquiere los matices de inhumanidad. El hecho de que fuese Inglaterra la campeona de la abolición de la esclavitud no quiere decir nada; sólo que los métodos de esclavitud habían cambiado por otros mediante los cuales el esclavo debe atender sus propias necesidades personales, con lo que el esclavista se ve liberado de esa necesidad. Ni Grecia, ni Roma ni España entendieron eso así jamás.
BIBLIOGRAFÍA
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El movimiento abolicionista
Hablar de esclavismo ahora, curiosamente cuando se encuentra más generalizado, suena como un anacronismo, siendo que en el imaginario colectivo, y ante la cita de la cuestión, aparecen las plantaciones de algodón del sur de los Estados Unidos, donde legiones de negros trabajaban bajo el látigo.
Sin embargo debemos tener en cuenta que lo único que diferencia el momento actual de lo acaecido antes es que los esclavos, hoy, tienen la obligación de mantenerse a sí mismos, habiéndose liberado los esclavistas de esa carga.
Es el caso que la esclavitud, conforme es popularmente conocida en cuanto a formas, era tenida como normal hasta el siglo XVIII, con las salvedades impuestas por la legislación española, que desde el inicio de la Conquista de América, y muy especialmente con el inicio del siglo XVI dio lugar a un intenso debate acerca de legitimidad de esclavizar a los indios; algo que era de todo punto novedoso en una sociedad en la que la esclavitud era tenida como una actividad normal, y que contra ese sentimiento acabó determinando que los indios eran súbditos libres de la Corona.
Esa condición conoció una serie de altibajos que se venían produciendo al compás de los distintos acontecimientos que sobrevenían en la Conquista de América. Así, se había autorizado la esclavización de los indios acaecida en guerra justa, pero ese extremo fue directamente prohibido en 1530, aunque nuevamente en esa misma década volvió a reproducirse la esclavización de indios rebeldes, esmerándose sin embargo en el resguardo de los intereses del resto de la población india.
Esa medida tuvo especial presencia en la conquista del Perú, producida precisamente en esos momentos. Hasta la década de los años sesenta, la legislación permitía que los caciques continuasen teniendo esclavos, lo que evidentemente no dejaba de ser una cuestión política que garantizaba el apoyo de las élites incas.
Pero las referencias pueden seguir surgiendo al compás de la Conquista, pues si los Reyes Católicos cortaron la esclavización de los indios, las acciones se fueron repitiendo en el mismo sentido en otros lugares, como por ejemplo en Filipinas, donde en 1569 se denunciaban los malos usos por el agustino Juan de Alva, lo que acabó reflejándose en las leyes el siete de noviembre de 1574, cuando una cédula real prohibía la esclavitud en las islas.
El devenir de los acontecimientos históricos hizo que ese debate se paralizase, dando lugar a un desaforado desarrollo del tráfico esclavista en el que Inglaterra ocupó sin lugar a dudas el primer puesto muy especialmente a lo largo del siglo XVIII.
De hecho, hasta mediado el siglo XIX la esclavitud fue legal y estaba regulada jurídicamente en cuanto a la trata en el Atlántico.
Al compás de esta actividad, el tráfico negrero transatlántico alcanzó cotas de “excelencia comercial”, lo que no significaba precisamente “excelencia humanista”, a la que Inglaterra dedicaba una flota capaz de transportar anualmente más de cincuenta mil esclavos, y que aseguraba la prosperidad comercial de puertos como Londres, Liverpul, Bristol, Glasgow o Lancaster, sin que ello significase que otros puertos menores quedasen excluidos del negocio.
Pero desde finales del siglo XVIII, Inglaterra, justamente el país que más se había beneficiado de la trata y que como consecuencia del resultado de la Guerra de Sucesión española se había convertido en el monopolista de semejante negocio, se manifestó contraria a la esclavitud, y en 1807 abolió el tráfico, que no la esclavitud en sus colonias, que sería finalmente prohibida en 1833.
En apoyo de la medida, los sofistas del siglo XVIII, Locke, Voltaire, Diderot, Rosseau, Wilberforce … y tantos otros materialistas, se manifestaron contra la institución esclavista, aunque dejando también manifiesto su desprecio por quienes estaban sometidos a ella, a quienes con dificultad les reconocían su condición de persona.
Son los tales esclavos negros de los pies á la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible compadecerlos.
No puede comprenderse cómo Dios, que es un ser sapientísimo, haya colocado un alma, sobre todo un alma buena, en un cuerpo completamente negro. (Montesquieu: 355)
La prueba de que los negros no tienen sentido común es que hacen más caso de un collar de vidrio que del oro, el cual es tan estimado en las naciones civilizadas.
Es imposible suponer que esas gentes sean hombres, porque si lo supusiésemos, empezaríamos por creer que nosotros no somos cristianos.
Espíritus mezquinos exageran demasiado la injusticia que se comete con los africanos, porque si fuese como dicen, ¿cómo no se habría ocurrido á los príncipes de Europa, que ajustan tantos tratados, celebrar uno general en favor de la misericordia y la piedad? (Montesquieu: 356)
Al calor de esa doctrina, y no precisamente al calor de la doctrina que se desarrolló en España durante los siglos XV a XVIII, en 1727 los cuáqueros, cuyo fundador Jorge Fox era propietario de esclavos en Pensilvania, condenaban la esclavitud, dando lugar en 1765 a la creación de la Sociedad Antiesclavista en Inglaterra, lo que llevó a que diez años después, mientras en las Trece Colonias quedaba nominalmente prohibida la trata, una comisión parlamentaria británica calentase los ánimos en pro de la abolición.
Parece que la última venta pública de un negro en Inglaterra se llevó a cabo en Liverpool en 1779. En 1777, una declaración real prohibió la entrada de negros en Francia, porque «se casan con europeos, infectan los burdeles, y se mezclan colores (Thomas 1997: 478)
Cecil Wray, William Paley, William Wilberforce, Thomas Clarkson, fueron los nombres más destacados en la campaña abolicionista preparada por los cuáqueros en Inglaterra, dedicándose a demostrar lo poco beneficiosa que resultaba la trata desde el punto de vista económico, al tiempo que animando a la apertura de nuevos mercados donde obtener las materias primas y donde poder abrir mercados para los productos ingleses. Adam Smith, contemporáneo y comprometido intelectualmente en los mismos objetivos no dudaba en dejar señalado que el relativismo era el principio que marcaba la actuación del movimiento abolicionista británico.
Siempre que la ley lo autorice y la naturaleza del trabajo lo permita, entonces, preferirá generalmente el servicio de esclavos que el de hombres libres. La plantación de azúcar o tabaco puede soportar el coste del cultivo con esclavos. Pero no parece que el cereal lo permita actualmente. En las colonias inglesas, cuya producción principal son los cereales, la mayor parte del trabajo es realizada por hombres libres. La reciente decisión de los cuáqueros de Pensilvania de liberar a todos sus esclavos negros induce a pensar que no pueden ser muchos: en caso contrario jamás habrían acordado esa medida. En nuestras colonias azucareras, por el contrario, todo el trabajo es hecho por esclavos, y en las tabaqueras la mayor parte. Los beneficios de una plantación de azúcar en cualquiera de nuestras colonias de las Indias Occidentales son normalmente muy superiores a los de cualquier otro cultivo en Europa o América. Y los beneficios de una plantación de tabaco, aunque menores que los del azúcar, son mayores que los del cereal, como ya ha sido apuntado. (Smith)
Las circunstancias económicas habían variado ostensiblemente, e Inglaterra mostraba su capacidad de adaptación, pues en ello radicaba la posibilidad de transformar tanto el sentido de la esclavitud como el del dominio territorial. A partir del momento los dos conceptos encontrarían sensibles variaciones y demostrarían que las nuevas formas garantizarían los mismos beneficios y posibilitarían su incremento al hacer recaer los costos que hasta la fecha reportaba el esclavismo sobre los mismos que, convertidos en “libres” se verían igualmente sometidos merced a los leoninos tratados de amistad y libre comercio que garantizaban a Inglaterra el control absoluto sobre aquellas sociedades que accedían a la “libertad” a la sombra de Inglaterra.
Con ese objetivo, Inglaterra acabaría aboliendo el tráfico en sus colonias, como ya queda señalado, en 1807, y a partir de ese momento iniciaría una actividad internacional tendente a la abolición en todo el orbe al compás del sometimiento de los mercados a los intereses y a las quincallas procedentes de Inglaterra. La revolución industrial permitía suplantar la mano de obra esclava por las máquinas.
La esclavitud aceleró la llegada de la Revolución Industrial. Las nuevas industrias –las textiles, fundiciones, minería, las industrias químicas, etc.- no tenían lugar en un sistema de bajos rendimientos. Ahora todo giraba en torno a las máquinas para las cuales se necesitaban asalariados, menos brazos y menos esclavos, y en cambio mayores tasas de productividad; se necesitaban amplios mercados y elevado número de consumidores. No había pues otra solución que proceder a desmontar el sistema esclavista; abolir la esclavitud. (García Fuentes 1976: 52)
Inglaterra era la primera potencia en iniciar la revolución industrial, en aras de la cual relegó la agricultura, se encontró con un exceso de mano de obra y precisaba ampliar los mercados en los que colocar sus productos industriales, motivo por el cual los negros ya no interesaban como mano de obra sino como consumidores universales, motivo por el cual resultaba imprescindible que los esclavos se convertirían en “libres”. Podrían morirse de hambre libremente si elegían no seguir las instrucciones recibidas, o convertirse en asalariados de miseria que deberían atender su alimentación, su sanidad, si querían su educación.... Y debían producir y consumir los bienes que les fuesen señalados.
Y eso en todo el trazado de la red esclavista. Ahora, con el desarrollo de la industria, era menor la necesidad de mano de obra en los destinos finales del mercado. Por ello, Inglaterra no sólo cortaba el tráfico de esclavos africanos, sino que convertía la propia Inglaterra en la fuente de esclavos con la que nutrirían los nuevos territorios de Australia y de Nueva Zelanda, línea marítima a la que dedicaría sus esfuerzos la enorme flota esclavista que hasta la fecha había cubierto la ruta transatlántica en tráfico negrero.
En busca de ese objetivo, el 22 de mayo de 1787 se creó en Inglaterra el comité para la abolición del comercio de esclavos, compuesto por 12 miembros, de los cuales nueve (John Barton; William Dillwyn; George Harrison; Samuel Hoare Jr; Joseph Hooper; John Lloyd; Joseph Woods Sr; James Phillips; y Richard Phillips) lo eran también del comité cuáquero para la abolición del comercio de esclavos, y tres personajes anglicanos que como tales podían presentarse al parlamento y que se habían hecho famosos por sus actuaciones antiesclavistas:
Granville Sharp, que se había hecho famoso por haber defendido a un esclavo de los abusos de su amo y haber conseguido que los tribunales declarasen libre a todo esclavo que pusiese pie en Inglaterra, por lo que ya no serían llevados allí desde las colonias, y que por 60 libras esterlinas compró en África un territorio de 250 km2 e instaló en él una empresa colonizadora británica. La explotación de la minería (hierro, bauxita, rutilo, cromita, platino y oro y posteriormente la de los diamantes) posibilitó que en los siguientes 50 años, la marina británica desembarcase 70 mil esclavos en Freetown.
Thomas Clarkson, que centró su actividad anti esclavista en la propaganda contra el tráfico y en lograr el apoyo que resultaría esencial por parte de políticos como William Wilberforce, que en 1791 presentó en el parlamento el primer proyecto de ley para abolir la trata de esclavos.
Philip Sansom, opulento comerciante.
Pero la actividad, como es de suponer, no se limitaba a este grupo de activistas, sino que se trataba de una evolución orquestada desde otros ámbitos no necesariamente altruistas como hubiese sido deseable. Así, Adam Smith, sofista del liberalismo entraba en el juego y demostraba que el sistema esclavista era económicamente lesivo para la economía. Señalaba que era necesario conseguir que el productor fuese parte implicada en el crecimiento de la economía, extremo que se lograría cuando se viese forzado a buscar su propia manutención. Señala en “la riqueza de las naciones”:
Creo que la experiencia de todos los tiempos y naciones demuestra que el trabajo de los esclavos, aunque parece costar sólo su manutención, es en última instancia el más caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna no puede tener otro interés que comer el máximo posible y trabajar el mínimo. Es sólo mediante la violencia, y nunca por su propio interés, que se puede extraer de esa persona un esfuerzo superior al suficiente para comprar su propia manutención. (Smith)
Y redondea el aserto:
Ocurre a mi juicio a partir de la experiencia de todos los tiempos y naciones que el trabajo de las personas libres llega al final a ser más barato que el realizado por esclavos. (Smith)
Asumido ese principio como directriz principal, entraba en cuestión cual debía ser el destino que debía aplicarse a la mano de obra residente en Inglaterra, y que por el desarrollo de la actividad económica conforme a los principios del liberalismo, era un lastre del que el gobierno debía dar buena cuenta.
En principio había que distinguir dos grupos: en primer lugar los esclavos negros, y en segundo lugar las masas de mano de obra local sin especializar que no podía ser reconducida en su totalidad como carne de cañón ya que el incremento de desocupados era a finales del siglo XVIII muy superior a la capacidad de absorción del ejército, aspecto que se mantendría incluso durante las guerras napoleónicas.
Los “benefactores” que propiciaron el movimiento antiesclavista señalaron las tierras de Sierra Leona (donde Granville Sharp había efectuado la compra de terrenos antes señalada) como lugar idóneo para llevar a cabo el exilio forzoso tanto de los negros residentes en Inglaterra como de los propios ingleses que conformaban las clases más necesitadas de la sociedad. Se trataba de una purga social que acabaría extirpando aquellos sectores sociales que si bien en otro tiempo habían resultado útiles, en los tiempos de la Revolución Industrial resultaban una lacra.
Pero finalmente, los antiesclavistas acabaron señalando que Sierra Leona era un lugar insalubre.
Henry Smeathman, el mismo naturalista que determinó la insalubridad de Sierra Leona para los británicos y señaló la derrota que deberían llevar los barcos que sacaban a la fuerza ingleses de Inglaterra, acabaría determinando que los mismos territorios señalados como insalubres para los esclavos ingleses eran los ideales para dar libertad a los esclavos negros residentes en Inglaterra.
En 1787, cuando Clarkson iniciaba su campaña, se comenzó la propaganda para el «plan de Sierra Leona»; el gobierno ofreció doce libras por cada africano para los gastos de transporte, se fletó un buque y se encargó a la corbeta de guerra Nautilus que escoltara la expedición; el 8 de abril los primeros doscientos noventa negros y cuarenta y una negras, con setenta mujeres blancas, entre ellas sesenta prostitutas de Londres (mujeres «de las más bajas y de mala salud y mal carácter ») se hicieron a la vela hacia Sierra Leona.../... el paludismo, la bebida, la vagancia, la guerra con los africanos locales y, sobre todo, la lluvia destruyeron esta empresa de tan altas ambiciones. Durante el primer año murieron la mitad de los colonos. Pese al compromiso de la palabra dada, muchos desertaron y, cosa aún peor, algunos trabajaron para los tratantes de la región. (Thomas 1997: 491-492)
Los detractores de esta medida la verán como un manifiesto acto de exilio forzoso destinado a alejar de Inglaterra una creciente población que resultaba molesta; típica actuación de la hipocresía británica tendente a presentar como propia magnanimidad los actos de mayor desprecio.
Paralelamente, en África forzaba Inglaterra a abandonar el esclavismo a aquellas tribus que desde dos siglos atrás y hasta el momento habían involucrado en el tráfico.
Ahora estaban interesados en el nuevo método esclavista, que si en Inglaterra significaba la deportación de parte de su población, en África significaba el cultivo de los productos que les fuesen demandados, en concreto algodón, cacao, caucho, maderas, oro, aceite de palma…
Por su parte, los desgraciados ingleses blancos que eran capturados por las autoridades inglesas acusados de los delitos más inverosímiles tras haber sido abocados a vivir la miseria de la naciente sociedad industrial, serían embarcados en los mismos barcos esclavistas que tan buenos servicios venían prestando a su graciosa majestad, rumbo a los presidios australes.
Pero la abolición del sistema tradicional de esclavitud, ahora prioridad de Inglaterra, encontraba fuerte oposición entre aquellos pueblos y gobiernos africanos a quienes justamente Inglaterra había involucrado en el tráfico durante los dos siglos anteriores.
Por otra parte, al tiempo que era puesta en práctica esa política abolicionista del esclavismo conocido hasta el momento, los buques esclavistas británicos se encargaban de completar más del 50 por ciento del tráfico negrero mundial, negocio que no se limitaba a la actividad marinera, sino en que se encontraba involucrado un elevado porcentaje del tejido comercial británico.
Era la continuidad de lo que en Inglaterra siempre fue normal; de hecho, entre 1790 y 1806, en los mismos momentos que Inglaterra llevaba a cabo la campaña contra el tráfico de esclavos, ese mismo tráfico hacía que la población esclava en las colonias inglesas se viese incrementada en una cuarta parte merced al incremento del tráfico llevado a cabo por los tratantes británicos, entre los que destacaba la firma Baker y Dawson, que ya había iniciado actividad también en Cuba, hecho del que el gobierno y parlamento británico estaba necesariamente al corriente, ya que en esas fechas era informado por la misma compañía del volumen de su negocio en la isla, que ascendía a dieciocho buques con una inversión estimada en medio millón de libras esterlinas.
De hecho, para esas fechas Cuba era a todos los efectos colonia británica como a partir de 1808 lo sería la misma Península.
Desde la toma militar de 1762, los intereses británicos no dejaron de crecer nunca en Cuba al compás del hecho esclavista, que si hasta el momento había sido una situación anormal de significación menor donde lo más destacable eran las manumisiones, ahora comenzaba a tener una importancia sólo equiparable a la existente en los otros dominios británicos, si bien, a pesar de todo, mitigado el hecho por el peso del humanismo que la Ilustración, enquistada ya en las estructuras de España, se esforzaba en erradicar.
Si bien en Cuba existieron esclavos negros desde el mismo momento del descubrimiento, las estructuras esclavistas eran sencillamente inexistentes. Fue justamente con la invasión inglesa de 1762 cuando cambiaron radicalmente las formas, que recibieron calor de la legislación generada al amparo de la Ilustración, conforme señalamos en los capítulos relativos a la esclavitud en España.
Entre los tratantes que se beneficiaron de las nuevas medidas legislativas, tan contrarias a las existentes previamente, junto a nombres como Cuesta y Manzanal encontramos no pocos de marcado origen británico, como Drake, Poey o Storey, siendo que la parte del león, como no podía ser de otro modo, se la llevaban quienes desde siempre habían llevado el control de la trata.
Siete años después de la experiencia de Sierra Leona señalada más arriba, era Francia quién desde el “templo de la razón”, ubicado físicamente en la Catedral de Nuestra Señora y bajo los designios de Robespiere, se sumaba al teatro declarando la emancipación universal de los esclavos el cuatro de marzo de 1794.
La Convención declara la esclavitud de los negros abolida en todas sus colonias; en consecuencia, decreta que todos los hombres sin distinción de color, domiciliados en las colonias, son ciudadanos franceses y gozaran de todos los derechos asegurados por la Constitución.
Justamente hacían esa declaración los mismos que en esas mismas fechas llevaron a cabo el genocidio de los vandeanos, que se cobró la vida de un significativo número de personas que alguien cifra en 300.000, y que nosotros, por falta de respeto a los números redondos, vamos a poner en entredicho limitándonos a señalar el genocidio por sí mismo, y el hecho de que sean justamente los genocidas quienes, siguiendo las instrucciones que su propia ideología les marca, se presenten nada menos que como benefactores de la humanidad.
Tras la caída y ejecución de Robespiere, Napoleón restableció la esclavitud el 10 de mayo de 1802, lo que ocasionó revueltas y suicidios masivos de ex-esclavos.
El espíritu abolicionista hacía mella en el espíritu de todas las sociedades en las que el esclavismo había sido el modus vivendi de los últimos dos siglos; así, Dinamarca, abolió la trata, que no la esclavitud, en 1792. Pero curiosamente, desde ese momento y hasta diez años después sería cuando más pujante sería el comercio negrero realizado por daneses.
Si en Francia se hacían esas declaraciones y si Dinamarca tomaba esas decisiones, Inglaterra no se quedaba atrás, y entre las cartas de su baraja abolicionista introducía comodines que facilitaban el juego. Así, la Cámara de los Comunes aprobaba en 1799 las nuevas medidas que debían aplicarse para el acomodo de los esclavos en los buques dedicados al tráfico (Recordemos que la experiencia de Sierra Leona era de 1787). El espacio del que debía disponer el esclavo en el viaje se incrementaba por ley en un 33,3% del que disponía hasta el momento… No cabe duda que esa medida iba dirigida a los nuevos inquilinos de los barcos esclavistas, que no eran otros que los mismos ingleses confinados a Australia… Sólo señalar que, en números absolutos, ese incremento de espacio en un 33,3% facilitaba un espacio total para el esclavo de… ocho pies cuadrados, lo que traducido en centímetros equivale, aproximadamente a 7200 centímetros cuadrados, lo que viene a ser un rectángulo de 180 cm por 40 cm… y otros 40 cm de alto.
Como en el caso de los vandeanos, seamos un poco escépticos y aumentemos esas medidas en diez centímetros… para alejarnos del concepto de ataúd.
Poco a poco los diversos países europeos fueron aboliendo primero el tráfico y posteriormente la esclavitud conforme era entendida hasta el momento, mientras en otros lugares, como en África, en Asia o en Oriente Medio, la actividad británica impuso la misma medida a los pueblos que tenía sometidos… y a los que no, les amenazaba con la guerra.
Difícilmente podían entender la actuación “humanitaria” adoptada últimamente por quien sin lugar a dudas había sido hasta el momento el campeón mundial del tráfico de esclavos, y sin lugar a dudas jamás hubiesen entendido que el motivo que justificaba la nueva actitud de Inglaterra era el desarrollo del capitalismo, con las variantes que el mismo aplica al concepto de esclavitud.
Y es que nadie entendía muy bien la novedosa medida, cuya aplicación nada tenía que ver con los argumentos que, caso de haber sido adoptada por España, hubiesen podido presentarse como aplicación de las Leyes de Indias. En el imperio otomano afirmaban que el esclavismo era una institución crucial para la vida y los hábitos de todos sus habitantes. En Zanzíbar, su gobernante se negó a prohibir el esclavismo por miedo a perder la lealtad de sus súbditos.
La verdad es que, así como en el siglo XV España prohibió la esclavización de los indios, a quienes se les reconocieron los mismos derechos que a los peninsulares, la legislación no siguió la misma norma con los esclavos negros que desde el primer momento de la Conquista llegaron a América.
Cierto que la manumisión de los mismos era muy común; cierto que el trato humano recibido por los esclavos negros en el mundo hispánico no tiene absolutamente nada que ver con el trato que se les daba en el mundo anglosajón; cierto que el mestizaje existente en España es impensable en el mundo británico, pero también cierto que no se amplió en beneficio de la población negra la legislación de la que si se beneficiaron los indios.
Fue en el siglo XIX cuando los intereses económicos de Inglaterra llevaron a ésta, aunque sólo fuese por un interés bastardo, a combatir la que había sido su modus vivendi durante dos siglos: la esclavitud convencional. Pero el paso de la esclavitud convencional a la esclavitud moderna había de ser largo.
Y no cabe duda que a intereses bastardos se debió la supresión de la esclavitud por parte de Inglaterra, que reiteradamente condena la esclavitud por ser contraria a la libertad al tiempo que reconoce, en palabras de los ideólogos de la Ilustración y, por ejemplo de Tomás Jefferson, su inevitabilidad como consecuencia de la inferioridad biológica e intelectual del negro.
En los primeros años del siglo XIX, parecía que la economía británica dependía más de la esclavitud, o de mercancías producidas por esclavos, que cuando comenzó el movimiento abolicionista. En 1803, por ejemplo, menos del ocho por ciento del algodón usado en Gran Bretaña procedía de «zonas libres», como Turquía, y el resto venía de plantaciones coloniales en que trabajaban esclavos, como Luisiana, Brasil o Demerara-Surinam (Thomas 1997: 536)
Tampoco los Estados Unidos tenían muy clara la cuestión. Vermont prohibió la esclavitud en 1777; Massachusetts en 1783; en 1784 Rhode Island decide la liberación progresiva. Pero llegó 1787 y se redactó la Constitución, que no marcaba una línea clara a seguir y se limitaba a señalar que debía abrirse un debate al respecto, con un paréntesis: los negros no eran ciudadanos.
Y cuando en 1807 el Congreso determinó ponerse manos a la obra, tampoco estaba muy claro qué iba a suceder cuando el cuarenta por ciento de la Cámara de representantes lo era en nombre de los estados esclavistas, y por otra parte Inglaterra, inmersa en la primera crisis industrial, estaba asumiendo la experiencia de Sierra Leona, con lo que el espíritu abolicionista estaba disminuido.
El congreso estadounidense prohibió las importaciones de esclavos a Estados Unidos en 1807, y antes de esa fecha la mayoría de los estados de la Unión ya habían dictado leyes contra la trata de esclavos, pero aun así, en la misma época de la prohibición del congreso, seguían enviándose esclavos a los estados del sur profundo, sobre todo a Charleston. (Morgan 2017: 51)
Esa cuestión se alargaría en el tiempo. No en vano, Tomas Jefferson, fallecido en 1826 y tercer presidente de los Estados Unidos, llegó a calificar la esclavitud como crimen abominable… y llegó a poseer hasta 600 esclavos... En su favor hay que decir que tuvo hasta seis hijos con una esclava.
Como ya hiciese en 1799 Jorge Washington, llegado el momento de su muerte también Jefferson dio libertad a sus esclavos.
Entre tanto, más de un millón de esclavos fueron transportados entre 1790 y 1860 del norte al sur de los Estados Unidos, mientras en 1808 era declarada ilegal la importación de esclavos negros, cuya actividad pasaba a ser considerada piratería.
Pero era evidente que estas proclamas eran papel mojado, y a mediados de siglo el tráfico llegaba a su apogeo.
Para estas fechas, las colonias británicas del Caribe contaban más de 800.000 esclavos negros, frente a los menos de 175.000 de los españoles y los franceses.
En ese periodo Inglaterra fue adaptando un trato menos inhumano del que venía aplicando a los esclavos. Así, en 1823 aplicaban en la Guayana británica y en Trinidad una serie de reformas por las que se abolía el uso del látigo y concedía un día libre, así como la manumisión de las niñas nacidas a partir de la publicación de la norma, la jornada de nueve horas y el nombramiento de un protector de esclavos.
Pero la metrópoli llevaría otro ritmo con los esclavos residentes, cuyo destino estaría más relacionado con los esclavos que eran liberados por la marina británica de manos de los traficantes que actuaban al margen de los dictados de Inglaterra.
Inglaterra había habilitado en África el territorio de Sierra Leona como destino en el que debían vivir todos los beneficiarios de la nueva actuación desarrollada por Inglaterra en torno al esclavismo.
Sierra Leona era el obligado destino para todos los miembros de raza negra que Inglaterra controlaba fuera de sus colonias, pero la idea simplista de que África era el lugar propio de toda persona de raza negra parece que sólo cabía en la mentalidad británica y no en los habitantes de Sierra Leona, que no recibieron de muy buena los aportes de nuevos habitantes forzados.
Esa circunstancia obligó a convertir en colonia el territorio que en principio debía estar bajo el exclusivo control administrativo y empresarial de quienes habían adquirido el territorio.
Sólo bajo esas condiciones lograron asentar en el territorio las poblaciones negras que Inglaterra expulsaba de allí donde les resultaban molestas, y solo bajo esas condiciones consiguieron asentar entre 1808 y 1860, en un estrecho perímetro alrededor de Freetown, alrededor de 70.000 esclavos liberados.
La iniciativa de Inglaterra sería continuada por los Estados Unidos de Norteamérica, también con la intermediación de una sociedad privada, la American Colonization Society, que en 1821, mediante una pequeña inversión económica apoyada con la amenaza de las armas acabó adquiriendo un trozo de territorio en el que fundó un asentamiento al que daría el nombre de Monrovia en honor al presidente usense James Monroe.
Monrovia sería finalmente la capital del territorio, que con el nombre de Liberia crearían los intereses usenses en África, que como venía sucediendo con Sierra Leona, sería el destino de importantes contingentes de esclavos procedentes de los Estados Unidos que sufrieron los mismos condicionantes que los recién llegados a Sierra Leona, pudiendo ser ubicados gracias a la protección de las cañoneras que defendían el asentamiento de las incursiones de los naturales.
Pero la medida no tuvo muy largo recorrido, pues si encontraba oposición en la población africana, no encontraba apoyo en la población condenada a asentarse en el lugar, que prefería quedarse en América, de donde eran naturales. No obstante, con el apoyo usense, los antiguos esclavos conservaron para sí el control del nuevo país satélite y aplicaron a la población nativa los mismos métodos que ellos habían sufrido.
No se verían solos los anglosajones en esta actividad de exilio forzado y de creación de colonias sin ese estatus legal. También Francia, en 1849, fundaría Libreville en el Gabón con el cargamento capturado al Elizia, si bien la actitud francesa no fue tan hipócrita como la de los anglosajones, dando a Libreville la sede de la administración colonial.
En medio de esta actividad, que tenía lugar como consecuencia de la Revolución Industrial, Inglaterra llevaba dos campañas más que resultaban necesarias para el triunfo de la misma: Por un lado el transporte del sobrante de su propia población a Australia y a Nueva Zelanda, en las mismas condiciones y en los mismos barcos que hasta el momento había destinado para el tráfico negrero de África a América, y por otro lado, con el control de los mares, procuraba difundir por todos los medios a su alcance el abolicionismo en todo el orbe.
El fin perseguido era, así, no la eliminación de la esclavitud, sino sencillamente su transformación, lo que posibilitaba que fuese el propio esclavo quien finalmente corriese con los gastos de manutención que hasta el momento corrían por cuenta del esclavista.
La medida, que de por sí es encomiable, no estaba motivada por los principios que tres siglos atrás propiciaron que España desestimase la esclavización de los indios en América, sino por principios pura y estrictamente economicistas que al fin significan, no la abolición de la esclavitud, sino del término, ya que la esclavitud perduraría, con otro nombre, a partir de ese mismo momento.
No es comprensible cómo en el siglo XVI, España, mientras dejaba meridianamente clara la libertad de los indios, abría la posibilidad de esclavizar a otras razas, pero al fin, el resultado del esclavismo llevado a cabo por España, como poco hasta el siglo XVIII, salvo por el hecho concreto de no existir una ley como la aplicada a los nativos americanos, era más humano que el abolicionismo británico del siglo XIX.
Es con la llegada de los Borbones a España primero y con el desarrollo de las ideas de la Ilustración después cuando el hecho del esclavismo, ya necesariamente centrado en personas de raza negra, comienza a tener importancia y alcanza uno de los momentos más importantes en 1787 cuando mediante cédula real se abren las puertas a los negreros. A ese hecho se le conoce como liberalización del comercio cubano, logro privativo del despotismo ilustrado que conocería una especial incidencia en febrero de 1789, cuando se da la libertad de comercio negrero mediante la Real Cédula dictada al efecto por la cual, además se aplicaban otras medidas liberadoras que permitieron a Inglaterra introducir en la isla maquinaria y bienes de consumo.
Cierto que desde el Tratado de Utrecht ya habían sido abiertas y era Inglaterra la que ejercía su monopolio, pero para el último cuarto de siglo era también Inglaterra la que estaba provocando un movimiento en aras de implicar a otros en el tráfico que irremisiblemente seguía controlando.
Es en este momento cuando el gobierno de España, ya sometido a los principios de la Ilustración y alejado de los principios que habían caracterizado a la Corona durante los siglos anteriores, señala que es necesario aportar importante número de esclavos africanos para atender las haciendas de Cuba… que desde la invasión inglesa de 1762 contaba con intereses británicos que no se fueron con las tropas en 1763, sino que quedaron enquistados en la sociedad cubana.
Esa realidad posibilitó que, mientras Inglaterra llevaba a cabo lo señalado, los agentes británicos estuviesen convirtiendo Cuba en el nuevo destino de los esclavos, siendo que podían presentar la actuación como alternativa a la supresión de la esclavitud, ya que en nada se asemejaba el trato y el destino de los esclavos que arribaban a la España americana, donde las manumisiones eran un hecho corriente, con el recibido en el mundo anglosajón, donde el esclavo tenía condición de “cosa”.
En Cuba se daban casos de amos que liberaban a negros por considerarlo una acción virtuosa, cosa que parece que los norteamericanos no hicieron. (Thomas 1971)
Al amparo de esa actividad y hasta la Guerra Franco Británica para la dominación de España (vulgo guerra de la Independencia), fueron introducidos en el Caribe español unos 300.000 africanos.
Es el caso que Inglaterra, en los comienzos del siglo XIX estaba obcecada en la transformación de la esclavitud, a la que no podía renunciar salvo en el nombre, y como consecuencia, en 1811 establecía en Sierra Leona los tribunales contra la trata, tres años más tarde, el 28 de agosto de 1814, firmaba un protocolo al respecto con el gobierno absolutista de Fernando VII.
Y es que el 22 de Marzo del mismo año, tras el tratado de Valençay, había quedado restaurada la monarquía de Fernando VII, que si bien el 4 de mayo declaraba nula la Constitución de Cádiz, posibilitó que una cadena de arbitrariedades, ineptitudes, robos y atropellos siguiesen enseñoreándose de España y abriesen el camino primero a la revolución de Riego de 1820, y como consecuencia directa, a la conquista británica de América.
Es en medio de estar circunstancias donde se desarrolla la actividad de Simón Bolívar, de tradición esclavista, en relación con el movimiento separatista en América.
El seis de julio de 1816, el tirano Bolívar, que había sufrido las consecuencias de haber proclamado en 1813 la guerra a muerte y el exterminio de todos los peninsulares y canarios que pudiesen caer bajo la venganza revolucionaria, realizaba una proclama señalando:
La naturaleza, la justicia y la política reclaman la emancipación de los esclavos; no habrá, pues, en lo futuro en Venezuela más que una clase de hombres: todos serán ciudadanos.
Y esa medida sería puesta en marcha… aunque no de inmediato. El 24 de junio de 1821 se produjo la batalla de Carabobo, en la que las tropas inglesas que dirigían las guerras separatistas resultaron vencedoras, tras la cual fue declarada la independencia de Venezuela.
Consecuencia de esta batalla, y producto de la euforia, fue el cumplimiento de lo prometido cinco años antes, que se circunscribió a la manumisión de seis esclavos:
María Jacinta Bolívar Hacienda de San Mateo
José de la Luz Bolívar Hacienda de San Mateo
María Bartola Bolívar Hacienda de San Mateo
Francisca Bárbara Bolívar Hacienda de San Mateo
Juan de la Rosa Bolívar Hacienda de San Mateo
Nicolaza Bolívar Hacienda de San Mateo
El grueso de la medida prometida por Bolívar no surtiría efecto sino hasta tres décadas después, siendo que esta actuación emancipadora seguiría ampliándose en Sur América hasta 1869.
Por su parte, Inglaterra pondría fin a la esclavitud en sus colonias americanas el año 1838, y esta actuación sería seguida en 1863 por Holanda, que la suprimiría en Surinam y en las Antillas Holandesas, y dos años después, en 1865 Estados Unidos proclamaría también la abolición.
Las medidas de Bolívar y los acuerdos de España con Inglaterra llevan un extraño paralelismo; por ejemplo, si la batalla de Carabobo es consecuencia directa de la sublevación de Riego, es en este momento cuando se firma el tratado Hispano-Británico por el que España se comprometía a acabar con la trata en 1820.
Pero ese compromiso no podía tener gran importancia siendo que esclavistas ingleses estaban incrementando su negocio muy especialmente en Cuba.
El primero de enero de 1820 Fernando VII observaba el levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan.
No era cualquier cosa, sino una nueva maniobra de Inglaterra para reconducir al incalificable Fernando VII en el cumplimiento de lo que de él se esperaba. Una maniobra que, además de resultar decisiva para el triunfo de Inglaterra en su campaña para romper España separando políticamente América de la Península, marcaba una realidad de la que admirablemente nadie mostraba ser consciente: la total y absoluta dependencia de España respecto de su enemigo tradicional.
Y ese enemigo tradicional, que curiosamente enarbolaba la bandera del abolicionismo al tiempo que desarrollaba las acciones que estaba llevando a cabo, hacía que sus siervos españoles fuesen quienes suministrasen ahora mano de obra esclava para las plantaciones esclavistas que bajo control británico se desarrollaban en Cuba.
No es de extrañar la toma de control británico en todos los ámbitos de la vida española. Si durante el siglo XVIII fue el liberalismo la punta de lanza de esa infiltración, no podemos dejar al margen la toma del control de la nobleza de título.
Como muestra dos botones:
En 1802, nada menos que el ducado de Alba pasaba a las manos del duque de Berwick Carlos Miguel Fitz-James Stuart, cuyo antepasado James Fitz-James I, había tomado parte en la guerra de sucesión en favor de Felipe V, protagonizando el asedio de Barcelona de 1714, si bien cinco años después, en 1719, no dudó en combatir contra Felipe V para obligarle a aceptar los dictados de la Cuádruple Alianza. Estaba emparentado con el duque de Marlborough, cuyo descendiente tendría acción destacada en la Guerra Franco británica para la dominación de España al servicio de Inglaterra.
El 30 de enero de 1812 Fernando VII crea el Ducado de Ciudad Rodrigo a favor de Arthur Wellesley, duque de Wellington en recompensa por sus victorias en la guerra Franco británica para la dominación de España. El duque de Wellington, que entre sus títulos cuenta con la “grandeza de España”, está considerado como uno de los héroes más aclamados de la historia de Inglaterra.
Con esos antecedentes, que manifiestamente señalan la sumisión de España a los intereses de Inglaterra, el tráfico esclavista continuó activo, con intereses económicos directos de la reina Isabel II hasta la década de los 80 del siglo XIX.
Otra circunstancia a destacar es que la abolición del tráfico a que nos estamos refiriendo, se limitaba a la llevada a cabo en el hemisferio norte, y no en el hemisferio sur, donde los intereses británicos en Brasil exigían el mantenimiento del tráfico.
Fue también en estos momentos, sobre 1820, cuando los países surgidos de la diáspora hispánica comenzaron a proclamar la abolición sin que ello comportase problema alguno dada la poca significación histórica del fenómeno esclavista y la dilatada costumbre de la manumisión.
No obstante, la medida se dilataría; así, Chile abolió la esclavitud el año 1823, Uruguay en 1830, Bolivia en 1831, mientras Perú y Venezuela lo hicieron en 1854; permaneció vigente en el Estado de Buenos Aires hasta 1860, y en Paraguay hasta 1870 cuando completaba la Ley de abolición gradual de la esclavitud de 1842. Puerto Rico lo haría en 1873, y Cuba en 1880. Portugal decretaría la abolición de la esclavitud en la India, Mozambique y Guinea el año 1856, y en las colonias francesas del Caribe la esclavitud sería abolida en 1848. Y es el año 1838 cuando en los dominios británicos se pone fin al modelo de esclavitud tradicional.
Es de destacar, además del retraso de Inglaterra a la hora de aplicar las leyes de abolición en sus propios territorios, la diferencia abismal existente entre la esclavitud que albergaban y la que albergaban, por ejemplo, Chile cuya cifra era del orden de cuatro mil, y México que contaba con menos de tres mil.
Teniendo en cuenta esa cifra de esclavizados en el mundo hispánico, llama profundamente la atención que justo en ese momento, en los inicios del siglo XIX, con los condicionantes señalados, fuese cuando se produjo en Cuba el espectacular incremento de la mano de obra esclava, siendo que, además, conforme a ley, los esclavos podían acceder automáticamente a la libertad.
En teoría, todos los nuevos esclavos podían hacerse libres si eran capaces de denunciar al tribunal internacional permanente de La Habana el barco negrero que los había transportado. Pero esto era difícil, pues a los esclavos recién importados (que generalmente no hablaban español) se los mantenía virtualmente presos desde el momento en que llegaban a La Habana. (Thomas 1971)
Como consecuencia del crecimiento contra natura de la esclavitud se reavivó el movimiento abolicionista con el influjo del padre Félix Varela, que ya en 1800 había conseguido la libertad de los esclavos en el poblado de El Cobre. Este sacerdote, diputado en Cortes en 1822, presentó una proposición en ese sentido.
En 1833 era creada la Sociedad Antiesclavista Americana, que con principios similares a los británicos, abogaba por la expulsión de los negros, que serían trasladados a África, donde en 1822 se creó un estado al estilo de Sierra Leona y frontero con la misma, que serviría para recibir los esclavos que fuesen liberados en los Estados Unidos.
En ese año, y en nombre de la sociedad, el agente Robert Stockon compraba a punta de pistola y por un puñado de baratijas un territorio frontero a Sierra Leona, territorio que en 1847 se declararía independiente con el nombre de Liberia, cuya capital, Monrovia, lo es en honor del presidente de los Estados Unidos, James Monroe.
Este estado se convertiría en una sociedad esclavista que no reconocería ningún derecho a los habitantes de la zona y marcaría diferencias sociales entre ellos del mismo carácter que las sociedades anglosajonas les aplicaban a ellos mismos.
El movimiento abolicionista, mientras tanto, iba añadiendo adeptos. Portugal abolió la esclavitud en la Península en 1773; Dinamarca lo haría en 1792; Francia en 1794, aunque en 1802 sería reinstaurada; en 1804 los Estados Unidos de América prohibía sobre el papel la importación de esclavos; España lo hacía en 1812, aunque no en las provincias del Caribe; Suecia en 1813, los Países Bajos en 1814; Portugal aceptaba en 1815 no practicar la trata al norte de Ecuador; en 1846 se clausuraba el mercado de esclavos de Estambul, y Rusia hacía lo propio en 1861.
Por su parte, Inglaterra decretaba el uno de mayo de 1808 que ningún barco inglés podría transportar esclavos hacia o desde cualquier puerto británico, pero no abolió la esclavitud, y en 1833 abolió la esclavitud en todos los territorios británicos del Caribe.
En cualquier caso, la esclavitud estaba sentenciada, y si el motivo principal era sin duda la Revolución Industrial, otras circunstancias apoyaban la medida, y es que los beneficios generados por la trata se habían reducido de manera escandalosa, llegando a producir pérdidas directas y beneficios que como mucho llegaban al nueve por ciento. Tan es así que, conforme señala Hugh Thomas, de cien viajes de los barcos holandeses en la segunda mitad del siglo, parece que cuarenta y uno tuvieron pérdidas.
En el decurso de las guerras napoleónicas, los aliados llevaron a efecto una serie de contactos que culminaron en el conocido como Congreso de Viena, convocada por los mismos que firmaron el Tratado de París de 30 de mayo de 1814.
El Congreso de Viena (Ver anexo) abarcó aspectos como la victoria sobre Napoleón en Waterloo, que tendría lugar el 19 de junio de 1815, diez días después de la firma del Acta Final del Congreso. También surgiría de este congreso la Santa Alianza, que en 1823 intervendría en España en defensa de Fernando VII con el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Fue en este congreso, manifiestamente volcado en el reparto de Europa, donde en febrero de 1815, y forzados por la acción de Inglaterra, se llegó a una declaración sobre el tráfico de negros que fue tachada de oportunista por las otras potencias que señalaron había sido presentada por Inglaterra después de un último esfuerzo que había cubierto ampliamente las necesidades de esclavos en las colonias británicas.
En ese ámbito, y presentando el hecho como un acto humanitario británico, como una peculiar cruzada por suprimir el tráfico negrero, y tal vez como cortina de humo que tapase el tráfico que estaba llevando a cabo con sus propios súbditos para la colonización de Australia y Nueva Zelanda, comenzó a ejercer presión sobre las otras naciones, en concreto sobre las que ejercía coloniaje, como era el caso de España, donde en julio de 1815, y paralelo pero ajeno al Congreso de Viena, firmó un tratado por el que España se comprometía a abolir la trata en un plazo de ocho años.
En ese ámbito, en 1817 Inglaterra hacía firmar a España un tratado que entraría en vigor tres años más tarde por el cual se abolía el tráfico en el hemisferio norte.
Pero ese compromiso no tendría efecto sino hasta los años ochenta, periodo en el que la producción azucarera absorbió ingente mano de obra esclava y semiesclava.
Es justo en este periodo el momento en que el movimiento que quería la anexión de Cuba a los Estados Unidos irrumpe con mayor fuerza, merced a la acción de los productores azucareros, grandes comerciantes directamente relacionados con Londres y Nueva York.
En ese orden, Francia declaró ilegal el tráfico ese mismo año 1815, si bien continuó llevando a cabo el mismo durante quince años más, y aún más duró el tráfico ilegal.
En 1823 Chile liberó a todos sus esclavos, que eran unos cuatro mil.
En 1830 México liberó a sus esclavos, que eran unos tres mil.
Mientras tanto, los estados antiesclavistas del norte de los Estados Unidos tenían unos treinta mil esclavos en estas fechas…. Y Jamaica contaba 319.351 esclavos.
El total de esclavos de los Estados Unidos (Saco 1879 Vol II: 113) habían pasado de los 697.897 contabilizados en 1790 a los 2.847.355 del año 1840.
En 1840 todavía había mil esclavos en el norte. En la parte superior del Sur, había más negros libres que antes, lo que llevó a una legislación para controlar la situación. En la parte inferior del Sur, la esclavitud se disparó con la expansión de las plantaciones de arroz y algodón. (Zinn 2005)
Inglaterra decretó la abolición de la esclavitud en sus colonias de las Antillas en 1833, y España, que ya era de hecho colonia británica, promulgó en 1835 la Ley de represión del tráfico negrero y el Reglamento de los Tribunales mixtos de control, uno de los cuales estaba en La Habana y otro en Sierra Leona, y ambos bajo control británico.
En ese orden, y triunfante la revolución de La Granja, el 27 de febrero de 1837 se presentó un proyecto de abolición de la esclavitud en la península.
Pero los intereses esclavistas no estaban en la Península, sino en Cuba, cuya evolución poblacional es la siguiente:
Libres Total Total
Años Blancos Esclavos de color de color general
—— ——— ———— ———— ———— ————
1775 96.440 44.333 30.847 75.180 171.620
1791 133.559 84.590 54.152 138.742 272.301
1817 239.830 199.145 114.058 313.203 553.033
1827 311.051 286.942 106.494 393.436 704.487
1841 418.291 436.495 152.838 589.333 1.007.624
(Saco 1879 Vol II: 118)
En 1864, el Senado de los Estados Unidos adoptó la Decimotercera Enmienda, que declaraba el fin de la esclavitud. Una medida que ennoblece, pero hay que tener en cuenta todas las circunstancias para determinar la órbita en la que nos movemos; por ello es necesario conocer el pensamiento de los abolicionistas.
Lincoln respondió a Greeley: Querido Señor... No ha sido mi intención dejar a nadie perplejo... Mi objetivo primordial en esta lucha es la salvación de la Unión, y no el salvar ni destruir la esclavitud. Si pudiera salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría; y si pudiera conseguirlo con la liberación de todos los esclavos, también... Aquí he expuesto mis intenciones según mi visión del deber oficial, y no cambiaré ni un ápice mi deseo personal -tantas veces expresado- de que todos los hombres, en todas partes, puedan ser libres. (Zinn 2005)
En 1836 cuando tras el Motín de la Granja que conllevó el restablecimiento de la Constitución de 1812 seguía discutiéndose lo mismo. El 28 de junio de ese mismo año acordaron las cortes la total extinción de la esclavitud, pero que sólo tendría efecto en la península, quedando excluidas las provincias de ultramar, donde la medida no sería llevada a efecto, ya que tanto el partido moderado como el progresista, con Espartero, Leopoldo O’Donnell y Narváez, que serán referentes hasta 1843, tenían intereses que impedían su cumplimiento.
En Europa seguían una marcha similar; así, el 1 de agosto de 1833 Inglaterra, por la acción del Canciller Henry Peter Brougham, aprobaba una ley por la que a partir de 1834 y mediante el pago de una indemnización a los propietarios, los esclavos se transformaban en aprendices, que mantendrían esa condición hasta febrero de 1838, cuando se suprimió el aprendizaje.
Pero dos días después, el mismo parlamento rechazaba la abolición de la esclavitud en la India16, donde en 1840 había no menos de ocho millones de esclavos. Y por supuesto no hablaba del tráfico de ingleses transportados a Australia y Nueva Zelanda en régimen de esclavitud camuflada, cuyo número no fue inferior a los doscientos mil en un periodo de ochenta años, con especial incidencia tras las guerras separatistas en la América española, tras las cuales aumentó el número de manos improductivas.
En 1841 se creaba en Francia la Sociedad para la Abolición de la Esclavitud, que logrará la supresión en 1848, doce años después de que, en 1836, el Papa Gregorio XVI emitiese una bula condenando la esclavitud y la trata.
Esas leyes se complementaban con otras actuaciones que no deben ser echadas en el olvido. Así, como ya queda señalado, en 1787 Inglaterra habilitó Sierra Leona como destino forzado para la liberación de sus esclavos.
Al fin, Sierra Leona acabaría siendo el manantial de donde Inglaterra sacaría mano de obra forzada para atender sus propias necesidades, nuevamente en las Antillas, cuando en 1841 dictó tales medidas que forzaron la emigración voluntaria de importantes núcleos de población que, de otro modo se vería privada de las ayudas que hasta el momento estaban recibiendo.
Esta actuación se complementaba con lo actuado en la India, que a partir de ese momento sería la principal fuente de mano de obra.
La India acabó por reemplazar a África; entre 1833 y 1917, Trinidad importó 145.000 indios de Oriente y la Guayana Británica 238.000. La estructura era la misma para las otras colonias del Caribe. Entre 1854 y 1883, 39.000 indios fueron introducidos en Guadalupe; entre 1853 y 1924, más de 22.000 trabajadores de las Indias Orientales Holandesas y 34.000 de la India Británica fueron transportados a la Guayana Holandesa. (Williams 2011: 60)
Ya hemos señalado que Inglaterra, mientras combatía el tráfico negrero en el Atlántico, llevaba a cabo actos de esclavismo sobre su propia población, que era trasladada a Nueva Zelanda y a Australia en condiciones infra humanas similares a las padecidas por la población negra trasladada a América. Pero además, tenía perfectamente engrasado el engranaje esclavista en la India.
La defensa de la producción azucarera de la India era al fin, junto al desarrollismo de la Revolución Industrial, el motivo que la indujo a combatir de manera tan eficiente el tráfico negrero, que estaba apoyado justamente por los productores de azúcar de la India.
Manifiestamente el asunto no era sino una cuestión puramente mercantilista. Tan es así que años después de la ley Brougham, cuando la esclavitud estaba nominalmente abolida en las colonias inglesas del Caribe, el azúcar procedente de las mismas era estigmatizado en Inglaterra con el apoyo de los ingleses propietarios de esclavos indios.
Los abolicionistas, con posterioridad a 1833, continuaron oponiéndose a los colonos de las Antillas que ahora empleaban mano de obra libre. (Williams 2011: 271)
Pero lógicamente, el movimiento antiesclavista acabó interesándose también por el esclavismo de la India, a lo que en 1842 se alegaba que en periodos de escasez se había prohibido la venta de niños.
Ante esas actividades contradictorias, es de suponer que los propios traficantes no acabasen de creer lo que su gobierno estaba implantando, por lo que no veían obstáculo para que la actividad esclavista tradicional continuase en plena vigencia compaginando los nuevos métodos con los tradicionales.
En 1845, Las firmas bancarias británicas en Brasil financiaban a los tratantes de esclavos y les aseguraban sus cargamentos, ganando así su buena voluntad. Las compañías mineras británicas poseían y compraban esclavos cuya mano de obra empleaban en sus empresas. (Williams 2011:249)
Y en ese mismo año, y a instancias de Inglaterra, era firmado por las potencias europeas, incluida España, un tratado conocido como "ley de persecución del tráfico negrero" para acabar con los contrabandistas de esclavos pero dicho tratado no tuvo mucha efectividad.
Y es que debía resultar bastante irónico que fuesen los antiguos propietarios negreros de las Antillas quienes ahora sostuviesen la antorcha humanitaria, a cuya luz se organizaría la Sociedad Abolicionista Española por iniciativa del puertorriqueño Julio Vizcarrondo. El movimiento abolicionista encabezado por Inglaterra se caracterizó, no por un espíritu humanista como el que impidió la esclavización de los indios en la España ultra marina y que, a pesar de no haberse aplicado a los esclavos de raza negra permitían que éstos accediesen a la manumisión de una forma casi absoluta, sino como expresión de la subordinación del capital comercial al industrial.
Pero al fin es la idiosincrasia británica la que, conforme nos señala Erik Williams, el que fue promotor de la independencia y primer ministro de Trinidad Tobago, y en virtud del beneficio económico que pueda obtener en cada momento, es capaz de encarnar alternativamente el más feroz esclavista y el más feroz abolicionista, manteniendo siempre, e inequívocamente, una actitud despreciable.
Como consecuencia de la actividad señalada por Williams, a partir de 1849 se desarrolló en Jamaica un importante movimiento anti esclavista que anunciaba actividades que podían alcanzar carácter bélico. Inglaterra, declaraban categóricamente, había ido a la guerra por causas menos justificables.
Y no les faltaba razón en el aserto. Incluso podían defender que Inglaterra había iniciado guerras por causas manifiestamente innobles, y para ello no les hubiesen faltado ejemplos anteriores… y futuros. Tan innobles como la por aquel entonces aún caliente Guerra del Opio, que tuvo lugar entre 1839 y 1842, y cuyo desencadenante fue la exigencia británica de que la compañía británica de las Indias Orientales, administradora de la India pudiese introducir opio en China.
El movimiento abolicionista iba extendiéndose, y en 1863 era Holanda la que lo aplicaba. Ese mismo año Estados Unidos también liberó a los esclavos, siendo que la ley no tuvo efecto hasta el final de la Guerra de Secesión, en 1865, afectando a cuatro millones de personas que pasaron de la esclavitud formal a un régimen de segregación.
A partir de este momento sólo en Cuba y en Brasil seguía vigente el régimen esclavista tradicional, y este año es cuando el puertorriqueño Julio Vizcarrondo creó la "Sociedad Abolicionista Española" de la que fueron parte importantes personajes de la vida nacional, entre los que destacan Emilio Castelar, Práxedes Mateo Sagasta o Segismundo Moret, de cuya actividad fue consecuencia que el año 1866 se firmase en España la ley sobre la represión del tráfico negrero, siendo que la reina Isabel II tenía fuertes intereses económicos en ese sector, lo que garantizaba una laxa aplicación de la medida que en la práctica significó la continuación del tráfico.
La situación política existente en España en esos momentos, con la revolución gloriosa de 1868 no permitía dar una salida a la situación, nuevamente abordada en la Ley Moret de 4 de julio de 1870, que beneficiaría a una parte de los esclavos de Cuba y Puerto Rico y que venía a ampliar la de 17 de septiembre de 1868 que declaraba libres a los esclavos mayores de sesenta años y a todos los nacidos de esclavas a partir de esa fecha, y que abría las puertas a un tipo de esclavismo intermedio entre el conocido como tal y el de asalariado: el patronato17, por el cual, los niños tendrían que ser mantenidos y formados por sus antiguos amos hasta los dieciocho años.18 Finalmente, el siete de octubre de 1886, dos años antes de lo previsto, sería suprimido el patronato.
Mientras tanto, el 22 de mayo de 1873, se proclamaba en Puerto Rico la abolición de la esclavitud, que marcaba que los esclavos permanecieran como tales por un mínimo de tres años más.
Faltaban todavía dos años para que el gobierno de Cánovas aprobase una ley de abolición de la esclavitud en 1880. En el interín, el general Martínez Campos la había abolido el año 1879, iniciando un proceso de la misma que tendría fin el año 1888.
No fue hasta sino el 23 de julio de 1886 cuando se abolió definitivamente la esclavitud en España mediante la Ley del Ministro de Ultramar Germán Gamazo de Supresión del Patronato en Cuba. En 1888 sería abolida en Brasil. Y no será hasta 1963 cuando se pueda hablar de la definitiva abolición en Arabia Saudí.
En estos momentos, los intereses británicos, volcados en las nuevas formas de esclavitud, exigían la aplicación de sus principios, de los que no podían abstraerse sus satélites. Pero se da el caso que en España los mismos que estaban desmontando el poder político nacional en beneficio de Inglaterra eran los beneficiarios de las prebendas provenientes de la esclavitud, a las que justamente habían accedido al amparo de sus amos, por lo que necesariamente se mostraban remisos a cumplir las instrucciones recibidas en lo tocante a aquellas cuestiones que en décadas anteriores y al amparo de sus mentores habían desarrollado.
Para los maestros del liberalismo, la esclavitud era una institución económica de primera importancia, y para mantenerla sería imprescindible la adecuación de la misma a los nuevos tiempos.
La naciente clase capitalista «comenzaba a calcular la prosperidad en términos de libras esterlinas y [...] se iba acostumbrando a la idea de sacrificar la vida humana a la deidad de la producción ampliada. (Williams 2011:31)
Y para consolidar esos intereses británicos, Inglaterra jugaría un papel hegemónico en el desarrollo del capitalismo, para lo cual no dudaría en significarse como abanderada del abolicionismo, aunque con ello defendiese un principio que le resultaba absolutamente ajeno. El motivo no podía ser otro que con la medida lo único que abolía era el nombre, santificando sin embargo el concepto.
Y esa actuación quedaría perfectamente reflejada después del periodo abolicionista, cuando se plasmó la ingeniería social que convertía en asalariados a todos los habitantes, quienes como los colees indios, se veían forzados a firmar, con su huella digital, unos contratos de trabajo que eran incapaces de entender, y por los cuales se comprometían, en primer lugar, a cubrir ellos mismos sus necesidades. Evidentemente, el capitalismo salía ganando con la abolición de la esclavitud. Pero no fue siempre así.
En un principio, los capitalistas alentaron la esclavitud de las Antillas, y luego ayudaron a destruirla. Cuando el capitalismo británico dependía de las Antillas, ignoraron la esclavitud o la defendieron. Cuando el capitalismo británico se dio cuenta que el monopolio de las Antillas era un estorbo, destruyeron la esclavitud de las Antillas como primer paso en la destrucción del monopolio de las mismas. Que la esclavitud para ellos era relativa, no absoluta, y dependía de la latitud y la longitud, lo prueba la actitud hacia la esclavitud que asumieron, después de 1833, con respecto a Cuba, Brasil y Estados Unidos. Reprochaban a sus oponentes ver sólo esclavitud donde ellos veían azúcar y limitar su observación a la circunferencia de un tonel.1 Rehusaron adaptar sus tarifas sobre la base de la moralidad, erigir un púlpito en cada Aduana y hacer que sus estibadores apoyaran las doctrinas anti-esclavistas. (Williams 2011:245)
Para adecuar la intemporal posición británica a los nuevos tiempos surgiría toda una escuela de sofistas entre los que Adam Smith haría gala de su reciente descubrimiento capaz de hacer ver libertad donde sólo existe esclavitud y que había apercibido que para el amo, el trabajo libre sería más provechoso que el trabajo esclavo, argumentando que el trabajo hecho por esclavos, aunque parezca que sólo cuesta su manutención es, a fin de cuentas, el más caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna, no puede tener otro interés que el de comer lo más posible y trabajar lo menos posible.
Pero en cualquier caso, además debemos considerar que el tráfico oriental no entraba en la actividad nominalmente antiesclavista de Inglaterra.
En este periodo, Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, se repartían África, donde los métodos, del mismo modo que sucedía en la India, permitían el aquilatamiento del tráfico. En los convenios Conferencia de Bruselas de 1889-1890 se pusieron de acuerdo para acabar con el mercado de esclavos en África.
Luego tendría lugar la Convención de Saint Germain en Laye de 1919 para la revisión del Acta General de Berlín de 1885 y del Acta General de la declaración de Bruselas de 1890, para alcanzar la total supresión de la esclavitud y del tráfico de esclavos.
Y más adelante la Convención de Ginebra de 25 de septiembre de 1926, en la que según su artículo segundo, los contratantes se comprometieron a impedir y reprimir la trata de esclavos y a llevar a cabo la supresión total de la esclavitud en cualquiera de sus formas, de modo progresivo y tan pronto como sea posible. (Convención de Ginebra)
Aún así, Mozambique estuvo suministrando esclavos hasta 1902. En ese periodo, efectivamente se llegó al límite del esclavismo nominal en el ámbito del Índico.
Si hablamos del verdadero motivo que tuvo Inglaterra para proceder a la abolición de la trata oriental en 1897, éste fue el de acabar con la Compañía Alemana del África Oriental de Kart Peters y, en suma, evitar que les tomaran la delantera en esa carrera hacia el nuevo reparto colonial de finales de siglo. Evidentemente, los motivos no fueron filantrópicos puesto que habían dejado hacer a los árabes con la excusa de que podía ser legal la trata interna, entre otras cosas, porque según la interpretación de los occidentales ésta era inherente al Islam. (Dolores García: 63)
Por otra parte, aparte de por la metódica destrucción de España, si por algo se significa el siglo XIX en el ámbito internacional es por el reparto que lo países europeos hicieron de África.
Ingleses en primer lugar, pero también de forma muy destacada franceses, alemanes, holandeses y belgas se volcaron en la ocupación del territorio africano, de cuya actuación es buena muestra la actual distribución del continente. El comercio y la explotación del territorio primó sobre todos los principios.
Al servicio del mismo se abrió al canal de Suez en 1869, lo que facilitaría el tráfico con Oriente.
Después de las guerras napoleónicas, la era de paz que iniciaron los británicos dio inusitado impulso a este comercio, y a la par que dejaba a centenares de miles de soldados sin empleo (muchos de ellos, marginados y sin sitio, después de los muchos años de guerra, se dedicarían al tráfico de esclavos), se abandonó una cantidad considerable de armas de desecho que, recicladas por los occidentales, se destinaron a la trata y, en general, al mercado africano. La ciudad de Lieja (Bélgica) se convirtió en uno de los centros internacionales de la industria siderúrgica de recuperación de donde se proveían tratantes tan importantes como Tippu Tip, árabe mestizado que traficaba con esclavos entre Zanzíbar y el Alto Congo que es donde le encontró Stanley, convenciéndole para que trabajase para Leopoldo II, propietario personal del paradójicamente llamado “Estado Libre del Congo”, y nombrándole gobernador de la provincia de Stanley Falls. (Dolores García: 63)
Todo apunta a que el movimiento abolicionista no pasa de ser una farsa más a la que tan acostumbrado tiene Inglaterra al mundo a la que se puede dedicar el discurso que el antiguo esclavo de Mariland, Frederick Douglass dedicó a la población úsense el 4 de julio de 1852, día de Independencia,:
Ciudadanos, amigos ¿Qué representa para el esclavo americano el Cuatro de Julio? Respondo, un día que le revela más que ningún otro del año la gran injusticia y la crueldad de que es víctima constante. Para él vuestra celebración es falsa, vuestra tan cacareada libertad una licencia inmunda, vuestra grandeza nacional, una vanidad sin igual, vuestros cantos de alegría están vacíos, desprovistos de corazón, vuestra denuncia de los tiranos, una desfachatez impúdica, vuestros gritos de libertad e igualdad, un hueco sarcasmo, para él vuestros rezos e himnos, vuestros sermones y acciones de gracias, con toda su pompa religiosa y solemnidad son mera ampulosidad, fraude, decepción, impiedad e hipocresía, una delgada cortina para cubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. Actualmente no hay nación en la tierra que peque de practicas más chocantes y sangrientas que el pueblo de los Estados Unidos. (Zinn 2005)
Al fin, y salvo en contadas ocasiones como la actuación de la Corona española con relación a los habitantes de las nuevas tierras descubiertas a partir de 1492, la cuestión de la esclavitud no era de carácter moral, sino económica, y ello no en el caso específico de Inglaterra como campeón universal e intemporal del esclavismo, sino de todos y cada uno de los lugares de la Tierra… y en todos los tiempos.
No todos los pueblos tuvieron la suerte de ser regidos por personas como la Reina Isabel… Tampoco todos los tiempos premiaron a España con personas como ella.
Tal vez por ello, la era de la abolición británica dejó paso a una reesclavización de los africanos sin tener que cargar con el gasto de su exportación, ya que las nuevas formas de esclavitud serían desde entonces aplicadas, con sus necesarias variables, en todo el orbe y a todas las razas.
ANEXO:
DECLARACIÓN SOBRE EL TRÁFICO NEGRERO
Habiéndose reunido en conferencia los plenipotenciarios de las potencias que firmaron el tratado de París de 30 de mayo de 1814, y considerando: ' "Que los hombres justos e ilustrados de todos los siglos han pensado que el ¡comercio conocido con el nombre de, Tráfico de Negros de África es contrario a los principios de la humanidad y de la moral universal; "Que las circunstancias particulares que le originaron, y la dificultad de interrumpir repentinamente su curso, han podido cohonestar hasta cierto punto la odiosidad de conservarle, pero que al fin la opinión pública en todos los países cultos pide que se suprima lo más pronto posible; "Que después que se ha conocido mejor la naturaleza y las particularidades de este comercio y se han hecho patentes todos los males de que es causa, varios gobiernos de Europa han resuelto abandonarlo, y que sucesivamente todas las potencias que tienen colonias en las diferentes partes' del mundo, han reconocido por leyes, por tratados o por otros empeños formales la obligación y la necesidad de extinguirlo; "Que por un artículo separado del último tratado de París han estipulado la Gran Bretaña y la Francia que unirían sus esfuerzos en el Congreso de Viena para decidir a todas las potencias de la cristiandad a decretar la prohibición universal y definitiva del comercio de negros; "Que. los plenipotenciarios reunidos en este Congreso no pueden honrar más bien su comisión, desempeñarla y manifestar las máximas de sus augustos soberanos, que esforzándose para conseguirlo, y proclamando en nombre de ellos la resolución de poner término a una calamidad que ha desolado por tanto tiempo el África, ha envilecido la Europa y afligido la humanidad. "Dichos plenipotenciarios han convenido en empezar sus deliberaciones sobre los medios de conseguir objeto tan provechoso, declarando solemnemente los principios que les guían en este examen. "En consecuencia y debidamente autorizados para este acto por la adhesión unánime de sus cortes respectivas, al principio enunciado en el dicho artículo separado del tratado de París, declaran a la faz de Europa, que siendo a sus ojos la extinción universal del comercio de negros una disposición digna de su particular atención, conforme al espíritu del siglo y a la magnanimidad de sus augustos soberanos, desean sinceramente concurrir a la pronta y eficaz ejecución de ella con cuantos medios estén a su alcance y empleándolos con el celo y perseverancia que exige una causa tan grande y justa. "Sin embargo, conociendo la manera de pensar de sus augustos soberanos, no pueden menos de prever que aunque sea muy honroso el fin que se proponen, no procederán sin los justos miramientos que requieren los intereses, las costumbres y aun las preocupaciones de sus súbditos, y por lo tanto los dichos plenipotenciarios reconocen al' mismo tiempo que esta declaración general no debe influir en el término que cada potencia en particular juzgue conveniente fijar para la extinción definitiva del comercio de negros. Por consiguiente, el determinar la época en que este comercio debe quedar prohibido universalmente será objeto de negociación entre las potencias; bien entendido que se hará todo lo posible para acelerar y asegurar el curso del asunto, y que no se considerará cumplido el empeño recíproco que los soberanos contraen entre sí en virtud de la presente declaración, hasta que se haya conseguido completamente el fin que se han propuesto en su empresa. "Comunicando esta declaración a la Europa y a todas las naciones cultas de la tierra, los dichos plenipotenciarios esperan que estimularán a los demás gobiernos, y particularmente a los que prohibiendo el comercio de negros han manifestado las mismas máximas, a sostenerlos con su dictamen en un asunto cuyo logro será uno de los más dignos monumentos del siglo que lo ha promovido y le habrá dado fin gloriosamente.
Viena, 8 de febrero de 1815.
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Inglaterra: abanderada del abolicionismo. Una cuestión meramente económica
No deja de ser curiosa la trayectoria de Inglaterra en relación al hecho de la esclavitud. Pasa a la Historia como el país que inició a nivel mundial el abolicionismo, y es, sin lugar a dudas, el país que más tráfico ha llevado a efecto y que peor trato ha dado a los esclavos. Y para redondear la cuestión, siempre ha esclavizado a propios y a extraños, siendo que si hasta el abolicionismo usaba látigo y cadenas, desde el abolicionismo usa el hambre y la miseria.
En 1562, John Hawkins, compatibilizando su acción como pirata con la de traficante de esclavos y contrabandista, desembarca en las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, y los vende a compradores españoles. La acción se repetiría en 1564 y 1567.
Faltaban cuarenta años para que el destino de los esclavos fuesen territorios bajo dominio británico. Tal sucedería en Virginia el año 1607, que fue nutrida por esclavos blancos ingleses, y donde hasta 1619 no arribarían esclavos negros. En 1609 sería también Bermudas destino esclavista.
Inglaterra estaba sumida en un inmenso genocidio sobre la población británica, y la toma de posiciones abandonadas por España en el Caribe le facilitaba lugares donde redimir de la muerte a sus víctimas, a las que sometía a esclavitud.
Los británicos no fueron al principio creadores de imperios, sino piratas que se dedicaban a saquear a los imperios de Portugal, España, Holanda y Francia. En realidad, fueron imitadores imperiales. (Ferguson)
En 1618 se establecían en el río Gambia, y en 1620 tomaban una isla deshabitada en el Caribe: Barbados, donde la importación de esclavos negros sería de envergadura en 1630, cuando se inició la industria azucarera.
En 1625 Jacobo I establecía que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales, siendo que durante el siglo XVII, los ingleses deportaron cientos de miles de irlandeses y, en menor medida, escoceses, a sus plantaciones en el Caribe y Norteamérica. Se sabe que en 1632 la inmensa mayoría de los esclavos de las islas caribeñas inglesas de Montserrat y Antigua eran irlandeses. Un censo de 1637 muestra que 7 de cada 10 habitantes de Montserrat eran esclavos irlandeses, resultando destacable el hecho de que aproximadamente la mitad de los pioneros19, que Inglaterra transportó a América entre 1650 y 1780 lo hicieron como esclavos temporales.
Este aporte de esclavos tuvo especial significado entre 1641 y 1652, bajo el mandato de Cromwell, cuando Inglaterra infligió un terrible genocidio sobre Irlanda cuyos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Pero el desarrollo espectacular del tráfico de esclavos se da especialmente a partir de 1660, cuando Inglaterra se apodera de Jamaica, y se redondea en 1713 cuando al finalizar la guerra de sucesión al trono de España, y a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcara la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros, controlando con ello el importante mercado que ya era la trata en esos momentos.
De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso: 57)
Si durante a primera década del siglo XVIII, el tráfico de esclavos era una creciente disputa comercial entre portugueses, holandeses, ingleses y franceses, a partir de 1713 fue de claro monopolio inglés, y su desarrollo propició que no sólo Inglaterra, sino también EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Es el caso que el desarrollo del tráfico negrero empezó manifiestamente con el desarrollo del Tratado de Utrecht, al amparo del cual, el esclavista Ricardo O'Farril estableció en 1715 ,en La Habana, la primera factoría para la entrada y venta de esclavos.
El desarrollo del tráfico queda expresado en otro lugar de este trabajo. Sirva lo expuesto hasta el momento para ubicarnos en relación al tema objeto del presente capítulo.
Para ubicarnos debemos tener en cuenta que la Revolución Industrial en Inglaterra tuvo lugar en 1740, y con la misma, los métodos de explotación humana variaban considerablemente, siendo que la productividad se veía mermada con la mano de obra esclava, que requería un aporte de capital así como su manutención. Manifiestamente, los métodos de esclavitud aplicados hasta el momento se mostraban lesivos para el espíritu capitalista. Se hacía necesario que el esclavo se mantuviese a sí mismo, garantizando con la medida un costo ajustado a las previsiones.
Con esas ideas, resulta que hacia 1750, era difícil encontrar en Inglaterra una ciudad comercial o manufacturera que no estuviese en cierta forma conectada con el comercio triangular colonial o directo. Las ganancias así obtenidas constituyeron una de las principales corrientes de esa acumulación de capital en Inglaterra, que financió la Revolución industrial. Pero las nuevas teorías divulgadas por Adam Smith señalaban la nula rentabilidad del trabajo esclavo. La idea, no obstante, debía ser vendida como un gran logro social, y a ello se volcó la misma ideología ilustrada, remarcando la injusticia que representaba el hecho de la esclavitud; algo que el Humanismo Cristiano venía señalando desde tiempo inmemorial, y que resolvía con humanidad y con manumisión.
Tanto Adam Smith como Adam Ferguson eran contrarios al tráfico de esclavos; el primero porque «el trabajo realizado por hombres libres resulta más barato al final que el realizado por esclavos». (Ferguson)
Consiguientemente, en 1765 se funda en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, y a partir de 1772, la esclavitud es abolida en el territorio de las islas británicas. Los plantadores que vuelven a Inglaterra evitan traer consigo a su personal doméstico, pero sí utilizan para su campaña a Gustavus Vassa (Olaudah Equiano), esclavo que fue debidamente instruido para apoyar lo que querían implantar.
Los británicos demostraban que habían modificado su postura internacional: de grandes tratantes negreros se habían convertido en filantrópicos oponentes a la trata por razones morales. Este cambio desconcertaba a cuantos entraban en contacto con ellos. Se sospechaba, naturalmente, que sus motivos eran oportunistas. Los franceses, los norteamericanos y los españoles pensaban que la nueva cruzada británica era un medio para consolidar su dominio de los mares, pues inmediatamente después de la ley que prohibía la trata se estableció una Flota Británica de África Occidental. (Thomas 1997: 568)
Pero es que, además, la medida llevaba al menos otro objetivo oculto. Volvemos a insistir que estamos hablando de un momento en el que se desarrolla la Revolución Industrial; un momento en el que la comunicación, la navegación, conoce un desarrollo espectacular, y curiosamente en estos momentos se inflige sobre los pueblos colonizados una masacre bastante peor que la esclavitud.
El interés británico en suprimir la esclavitud tiene, como se observa, su explicación. No se debía a una conciencia humanista, sino a una necesidad comercial. El mercado europeo era demasiado pequeño para absorber la oferta generada como consecuencia del desarrollismo. Evidentemente, la supresión de la esclavitud conforme era entendida perseguía ampliar el mercado a los productos manufacturados.
Por otra parte, nunca se atendió el desarrollo de los pueblos suministradores. Ni los esclavistas negros suministradores ni los blancos implicados en la trata atendieron la explotación de los recursos naturales, lo que resulta altamente extraño si tenemos en cuenta las enormes inversiones llevadas a cabo por las naciones traficantes. Y ello conllevó graves problemas de hambrunas una vez suprimida la trata; aspecto que tampoco fue atendido cuando se desarrollaba el movimiento abolicionista ni cuando se impuso la abolición.
En principio, si hasta el momento las economías de los pueblos africanos estaban directamente ligadas a la exportación de mano de obra esclava, se vieron de pronto privados de esa fuente de ingresos. Duele hablar en esos términos, pero esos términos son, a lo que parece, los determinantes de la situación.
Desde el secundo cuarto del siglo XIX hasta mediado el siglo XX, fueron debilitadas hasta el límite todas las estructuras sociales y económicas de los pueblos suministradores de esclavos, que pasaron a carecer de cualquier reserva para hacer frente a los fenómenos del clima, cuyo rigor les hace preciso mantener unas reservas de las que los colonialistas les privaron, dando lugar a terribles hambrunas que inexorablemente fueron sufriendo... y aún hoy colean quienes fueron forzados a integrarse en un mercado mundial en que forzosamente debían ser dependientes.
Lo mismo hicieron con la España de los cinco continentes, pero esa es otra cuestión para tratar aparte.
Pero es que, además, cuando Inglaterra proclamaba en 1825 que los súbditos ingleses que participasen en la trata serían condenados a muerte y a incautación de sus bienes por piratería, además de sonrojar a cualquiera sabiendo que era justamente Inglaterra la principal actora del tráfico, no tuvo ningún efecto, ya que un número importante de traficantes ingleses continuaron ejerciendo su labor sin que ninguno de ellos acabase siendo jamás juzgado por ningún tribunal.
Con la Ilustración, con el Liberalismo, la actuación colonialista se especializó, procediendo a llevar a cabo a nivel mundial una gigantesca reconversión de la economía que exigía arrebatar sus tierras a los indígenas. Ahí, en lo tocante al mundo hispánico, el mal infligido es sangrante, pues a los indígenas les fueron arrebatadas las tierras cuya propiedad les había sido reconocida por la Corona española, que pasaron a manos de títeres de Inglaterra, que las dedicaron a cultivar lo que les demandaba el mercado británico (azúcar, algodón, café, tabaco, cacao, arroz, etc.), donde sus antiguos propietarios pasaron a convertirse en siervos.
Algo similar llevarían a término en África y en Asia, donde, como sucedió en América, pasaron a ser súbditos del libre comercio internacional, lo que daría pie a la creación del conocido como Tercer Mundo. Triste destino para todos, y muy en concreto para los antiguos súbditos de la Corona Española, que de súbditos libres y propietarios de tierras devinieron en mano de obra sin cualificar, con el añadido no pequeño de convertir una América segura donde cualquiera podía ir caminando de Lima a México, con sus bienes y sin temor a ser asaltado, en una de las zonas más inseguras del mundo.
A partir de ese momento más del 80% de la población mundial pasó a depender de las decisiones políticas ajenas que sólo atienden su propio desarrollo económico.
Con esas premisas, el año 1787, Thomas Clarkson fundó en Londres una sociedad que promovía el fin de la esclavitud: la British Antislavery Society, que acabaría siendo el modelo a seguir por asociaciones similares creadas en los demás países europeos y americanos.
Es ese mismo año cuando, para servir las posiciones de Clarkson, Inglaterra ocupa Sierra Leona; un lugar declarado insalubre para los ingleses que estaban siendo deportados y que acabaron en Australia y Nueva Zelanda, pero declarado espléndido para los negros esclavos existentes en Inglaterra.
Los esclavos liberados caminaban bajo el arco de la libertad que llevaba la inscripción (hoy casi invisible con la maleza): «Liberado de la esclavitud por el valor y la filantropía británica». (Ferguson)
Y los asentamientos de esclavos eran llevados como hoy hacen con su “interculturalidad”; a modo de naciones microscópicas; los congoleños en el barrio congoleño; y los de otras procedencias en barrios especialmente destinados a ellos.
Esa medida es seguida también por los Estados Unidos, que ese mismo año prohibió la esclavitud en el territorio al norte y oeste del río Ohio. No obstante, tanto Inglaterra como los Estados Unidos continuaron aplicando el tráfico de esclavos y la esclavitud en otros ámbitos donde el el desarrollo industrial era de momento inviable. Las posesiones británicas en Asia y los estados sureños de los Estados Unidos son el ejemplo.
Pero resultaba evidente que para el desarrollo de la nueva esclavitud con barniz de libertad que necesitaba el liberalismo debían seguirse unos pasos que resultaban inexcusables. Debía presentarse el asunto como una reivindicación; un objetivo que debía ser alcanzado por quienes necesariamente debían cambiar su calificación, aunque no su estatus.
Así, se sucedió un rosario de actuaciones reivindicativas por parte de los esclavos. En 1791 se produce una rebelión en Haití; en 1794 La Convención Francesa vota la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas; en 1803 Dinamarca se convierte en el primer país que prohíbe el comercio de esclavos... En 1804 los esclavos de Haití, sublevados desde 1791, declaran su independencia; en 1807 Inglaterra prohíbe que se habiliten barcos negreros en sus dominios, es decir abole la trata y pasa a utilizar toda la flota esclavista en transportar súbditos ingleses blancos a Australia y Nueva Zelanda; en 1808 Inglaterra prohíbe la entrada de esclavos en sus dominios; en 1808 se prohíbe la entrada de esclavos en los Estados Unidos; en 1811 se establecen en Sierra Leona los tribunales contra la trata; en 1814 Holanda suprime la trata de negros y en 1815 Suecia hace lo propio, y sigue Francia en 1819.
España y Portugal, colonias que eran ya de Inglaterra, mantienen la trata, siendo que firmaron tratados en aras de perseguir el tráfico.
En 23 de setiembre de 1817 fue firmado un tratado entre Gran Bretaña y España, en virtud del cual ambas potencias se comprometían a colaborar para suprimir la trata de esclavos en el África occidental. Se acordó la constitución de dos tribunales mixtos que se instalarían, respectivamente, en La Habana y en algún punto de la costa de Sierra Leona. (Vilar: 273)
Este mismo tratado sería ratificado en 1835, pero los intereses de la regente Maria Cristina, como la de los otros agentes británicos que conformaban el gobierno en España, convirtieron el tratado en papel mojado, con las mismas responsabilidades soportadas por los tratantes británicos cuya actividad era sancionada por la pena de muerte: ninguna.
Mientras tanto, Inglaterra, entre 1787 y 1853 transporta a Australia y Nueva Zelanda, acusadas de los más variados y banales delitos, alrededor de unos ciento veintitrés mil hombres y unas veinticinco mil mujeres en la misma flota negrera que antes cubría la ruta del Atlántico. Las condiciones del transporte eran tales que los barcos eran conocidos como “barcos del infierno”.
Consigo iba un número indeterminado de niños pero sustancial, muchos de los cuales habían sido concebidos en la travesía. (Ferguson)
La verdad es que resulta cuando menos difícil, dadas las condiciones del traslado, ya expuestas en otro lugar, dar pábulo a la afirmación de Férguson respecto a que algunos de los niños pudieron ser concebidos durante el traslado (salvo que el padre no fuese un esclavo, sino un tripulante), pero ahí lo dejamos.
Inglaterra se había hecho con el cabo de Buena Esperanza en 1795, y en 1821 constituye la Sociedad Antiesclavista, presidida por William Wilberforce y apoyada por William Pitt, de triste (para España) actuación en los movimientos separatistas de América, y entre tanto, en 1807 se prohíbe introducir esclavos en las colonias británicas atlánticas. Pero la esclavitud sigue siendo legal en ellas, siendo que, desde este año hasta 1830 las colonias británicas en las Antillas vieron reducida su población esclava de ochocientas mil a seiscientas cincuenta mil almas.
Los ingleses fueron consolidando a lo largo del siglo XIX sus posiciones no sólo en África, sino en las principales rutas de comercio entre Europa y América del Sur, India y China. Gambia, Sierra leona, Costa de Oro y Ghana, que por lógica dejaban de ser suministradores de esclavos, dejaron de ser interés prioritario. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, volverían a tener especial significado comercial a partir de 1882.
En cualquier caso, todo lo tratado hasta el momento se refiere estrictamente al tráfico atlántico y no al oriental, donde el tráfico continuó durante todo el siglo XIX... y no sólo con esclavos blancos procedentes de Inglaterra.
Si hablamos del verdadero motivo que tuvo Inglaterra para proceder a la abolición de la trata oriental en 1897, éste fue el de acabar con la Compañía Alemana del África Oriental de Kart Peters y, en suma, evitar que les tomaran la delantera en esa carrera hacia el nuevo reparto colonial de finales de siglo. Evidentemente, los motivos no fueron filantrópicos puesto que habían dejado hacer a los árabes con la excusa de que podía ser legal la trata interna, entre otras cosas, porque según la interpretación de los occidentales ésta era inherente al Islam.20 (García Cantús 2008: 63)
Entre tanto, y como consecuencia de las acciones llevadas a cabo para la consolidación de la nueva esclavitud, que abarcaría a toda la población mundial, en
1821 La American Colonization Society desembarcó en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia.
Si en las dos primera décadas del siglo XIX se procedió a la abolición de la trata en el Atlántico, la tercera década se significaría por la abolición de la esclavitud, siendo que en la labor, la armada británica adoptó una posición proactiva que no se limitaba a proteger el traslado de esclavos ingleses a Nueva Zelanda y a Australia, sino a evitar que otros tratantes cruzasen el atlántico con esclavos negros.
De esa actividad, señala José Antonio Saco que en el parlamento británico consta relación en la que queda reflejado que entre junio de 1819 y julio de 1828, la marina británica interceptó un total de 13.281 africanos que eran transportados como esclavos. (Saco 1879 Vol II: 61)
En 1831 Inglaterra y Francia celebran un tratado para la supresión de la trata de negros; en 1834, el parlamento británico proclama la liberación de todos los esclavos del imperio, indemnizando a todos sus propietarios; en 1838 cesa la esclavitud en los dominios británicos; en 1848 Francia decreta la abolición de los esclavos en el Caribe Francés y funda la colonia de negros libres Libreville; en 1849, en Francia, donde no había esclavos, es abolida la esclavitud; en 1863 Holanda suprime la esclavitud en Surinam y Antillas Holandesas; en 1865 es proclamada en los Estados Unidos la abolición federal de la esclavitud; en 1867 llega a Cuba el último barco de esclavos.
El año 1878 sería Portugal quién aboliese la esclavitud en sus posesiones africanas, y en 1880 es suprimida en Cuba por un régimen conocido como Patronato, que perduraría hasta 1886, y finalmente sería abolida en Brasil en 1888.
Es interesante reseñar al efecto que en el momento de la abolición de la esclavitud en Cuba, más de la mitad de la trata estaba en manos de comerciantes británicos.
Pero esta relación está trufada de circunstancias particulares, la principal de las cuales ha quedado señalada más arriba: La Revolución Industrial, que generaba más recursos que el sistema esclavista, y la segunda, ¡por qué no señalarlo!, estaba relacionada con lo que acabaría ocurriendo décadas después, que fue la colonización de África con el objetivo de la extracción de materias primas de África, aún vigente hoy, que conllevó una reesclavización sin tener que cargar con el gasto de su exportación. Pero hasta ese momento no era así, como no era así en todas partes. Por eso los Estados Unidos continuaron con el negocio del tráfico y de la esclavitud al estilo tradicional hasta que el desarrollo industrial impuso la nueva esclavitud.
Entre tanto, los grandes países involucrados en la trata, aumentaron su riqueza y desarrollaron su industria a costa del tráfico. También los Estados Unidos hicieron lo propio, siendo que entre 1790 y 1860 transportaron más e un millón de esclavos del norte abolicionista al sur esclavista, siendo que en la tesitura del momento, los esclavistas del norte hicieron un gran negocio en el intercambio.
Pero no era ese el único frente de movimiento de esclavos... Y los abolicionistas, en Inglaterra, tenían la otra parte de la moneda que servía los mismos objetivos.
El prestigio de la armada era alto y la armada, desde Nelson al duque de Clarence, se inclina en general en favor de la trata. Nelson dijo que «me han criado en la vieja escuela y me enseñaron a apreciar el valor de nuestras posesiones de las Indias occidentales, y ni en el campo ni en la administración se violarán sus justos derechos mientras tenga un brazo para luchar en su defensa o una lengua para hablar contra la condenable doctrina de Wilberforce y sus hipócritas aliados». En esta atmósfera, no es sorprendente que entre 1801 y 1807 se transportaran en buques británicos doscientos sesenta y seis mil esclavos, sin tomar en cuenta los que se cargaron en buques de propiedad extranjera pero en realidad ingleses. La guerra acaso fatigó a los abolicionistas, pero no a los negreros. (Thomas 1997: 542)
Evidentemente, y principalmente desde la entrada de Inglaterra en la trata, tanto la esclavitud como la supresión de la misma obedece a un objetivo económico.
Es la esclavitud la que ha dado valor a las colonias [americanas], son las colonias las que han creado el comercio mundial y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria del Mundo moderno» (MARX, K., Miseria de la Filosofía, II, 4)
La actuación exclusivamente economicista es la norma de la política británica, siendo el humanismo algo absolutamente extraño a su actuación, hasta el extremo que los propios analistas británicos, sin llegar a pronunciar la palabra clave (genocidio), señalan que al fin, esa es la actuación británica.
En el siglo XVIII, los británicos se mostraron tan fervientes en adquirir y explotar esclavos como lo hicieron posteriormente al tratar de erradicar la esclavitud; y durante mucho más tiempo aún practicaron formas de discriminación y segregación racial que hoy se consideran aborrecibles. Cuando la autoridad imperial era desafiada (en la India en 1857; en Jamaica en 1831 o 1865, y en Sudáfrica en 1899) la respuesta británica solía ser brutal. Cuando surgió la hambruna (en la Irlanda en la década de 1840, y en la India en la de 1870), su respuesta fue negligente, en cierta medida culpable. (Ferguson)
Y la negación del humanismo en la actuación británica queda manifiesta justamente en estas fechas cuando, mientras estaba llevando a cabo estas medidas, condenando a los antiguos esclavos a la indigencia con la entrega de parcelas de terreno ridículas, donde quienes antes trabajaban literalmente hasta morir, ahora estaban condenados a morir de inanición y sometidos a una minoría blanca que dominaba el poder de la isla, en 1839 iniciaba contra China la conocida como Guerra del opio, por la que consiguieron abrir los puertos chinos para el comercio de la droga.
Pero si esta motivación parece corta, es necesario señalar que el tráfico de esclavos continuaba realizándose desde África Central y Oriental a Arabia, Persia y la India. Ese tráfico, a pesar de las leyes, alcanzó unos niveles similares a los del tráfico atlántico, siendo que durante el siglo XIX, según señala Niall Ferguson, fueron traficados unos dos millones de africanos.
Pero en cualquier caso, la mano de obra seguía siendo necesaria en las colonias atlánticas; tan necesaria como antes, y para conseguirla, los métodos habían variado... pero sólo superficialmente.
El objetivo de tener mano de obra sin límite y sin obligaciones se hizo realidad con el aporte de una inmigración que tenía un gran parecido, si no físico, sí de condiciones laborales, con los esclavos ingleses transportados a las Antillas en el siglo XVII, pero probablemente en peores condiciones, ya que serían ellos mismos quienes se preocupasen de sus propias necesidades. Millones de personas de distintos orígenes, chinos, indios... se convertían en inmigrantes voluntarios que adquirían un estatuto de asalariado que era totalmente legal... y fraudulento. Personas que firmaban con la huella digital un contrato de trabajo que sólo tenía parangón con el Tratado de Waitangi, en Nueva Zelanda, donde las tribus ágrafas firmaron con Inglaterra un tratado que, para mayor escándalo no se correspondía lo escrito en inglés con lo escrito en maorí.
Entre la década de 1820 y 1920, cerca de 1,6 millones de indios dejaron la India para trabajar en las colonias del Caribe, África, en el océano Índico y el Pacífico, desde las plantaciones de caucho en Malasia hasta los ingenios azucareros de Fidji. Las condiciones en que viajaban y trabajaban a menudo eran tan malas como las que sufrieron los esclavos africanos hacía un siglo. Tampoco pudieron los mejores esfuerzos de los funcionarios como Machonochie conjurar las terribles hambrunas de 1876-1878 y 1899-1900. En efecto, en la primera la preferencia británica por la economía de laissez-faire empeoró las cosas. (Ferguson)
En 1861 dio comienzo la Guerra de secesión en los Estados Unidos, en la que el objetivo claramente marcado de los vencedores no era acabar con la esclavitud, cuyo objetivo no pasó ser un señuelo para reclutar soldados negros, sino para obtener el control del territorio, de sus recursos naturales y de su mercado.
Tan es así que tras la Guerra de secesión usense, en 1865, los hacenderos sureños se vieron obligados a abandonar sus haciendas, que fueron ocupadas por los blancos del norte, mientras los esclavos negros, ya libres, padecían la nueva situación en condiciones que en nada se apartaban de las que habían tenido hasta el momento.
En palabras de un periodista negro "A los esclavos los convirtieron en siervos de la tierra y los ataron a ella. En esto quedó la tan cacareada libertad del hombre negro a manos del yanqui". (Zinn 2005)
Y en la misma operación, el presidente Andrew Johnson anuló las leyes que ayudaban a los negros, a los que se mantenía sin derechos en el nuevo estatus de la Unión.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y al tiempo que Inglaterra pasaba a prohibir las cacerías de aborígenes australianos, que hasta el momento formaban parte de la fauna local, se produjo la descolonización, y la creación del concepto de Tercer Mundo.
Y en estos momentos del siglo XXI sabemos que el capitalismo continúa sacando sus máximos beneficios de la misma fuente aunque de formas diversas, pero igualmente subdesarrolladoras e inhumanas, de la que podemos citar multitud de muestras de entre las que nos limitamos a citar la obtención del coltan, cuyo asunto da para ser tratado aparte.
BIBLIOGRAFÍA
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Marx, Karl. (1847) Miseria de la filosofía. En Internet https://h1aboy.files.wordpress.com/2015/04/marx-miseria-de-la-filosofc3ada.pdf Visita 6-8-2019
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Vilar, Juan Bautista. (1970) España en Guinea ecuatorial. En Internet https://digitum.um.es/digitum/handle/10201/22006 Visita 6-8-2018
Zinn, Howard (2005) La otra Historia de los Estados Unidos. En Internet https://humanidades2historia.files.wordpress.com/2012/08/la-otra-historia-de-ee-uu-howard-zinn.pdf Visita 2-4-2017
ÍNDICE:
El tráfico de esclavos en la Edad Moderna......................... Pag. 2
La esclavitud en las colonias europeas................................ Pag. 17
La esclavitud y la piratería.................................................. Pag. 29
Los intereses británicos en la estructura esclavista............. Pag. 36
El color del esclavo............................................................. Pag. 46
El color del esclavista......................................................... Pag. 62
El trato del esclavo............................................................. Pag. 78
El movimiento abolicionista.............................................. Pag. 90
Inglaterra, abanderada del abolicionismo.......................... Pag. 111
El tráfico de esclavos en la Edad Moderna
A lo largo de los siglos, el tráfico de esclavos como fuente de mano de obra fue la realidad cotidiana de todos los pueblos, y en cualquier caso debe gozar de un trato diferenciado con relación a la esclavitud, dado que, a pesar de la evidente relación entre ellas, representan filosofías distintas, como también la concepción de la esclavitud tiene notables diferencias entre unos lugares y otros, entre unas culturas y otras culturas.
Una actividad económica que, centrándonos en la edad moderna representó la principal motivación de los piratas del Mediterráneo, que acabaron generando un negocio que dio lugar a importantes sociedades que se dedicaban al suministro de mano de obra esclava a lo largo de toda la cuenca, destacando con luz propia las que tenían base en Argel, en Túnez o en Trípoli, donde hay datos que señalan que, en cada una de ellas y a mediados del siglo XVII existían poblaciones esclavas que alcanzaban decenas de miles de personas.
Esa actividad no tardaría en trasladarse a las recientes tierras descubiertas al otro lado del Atlántico como consecuencia de dos circunstancias concurrentes: la prohibición de esclavizar a los indios y la debacle poblacional acaecida en el Caribe, lo que conllevó falta de mano de obra necesaria tanto para los trabajos de minería como para los trabajos agrícolas, que fue suplida con el aporte de mano de obra esclava africana, cuya importancia, en principio, no dejaba de ser relativa en lo económico, y normal en cuanto a los usos universalmente aceptados.
Es así como se dio inicio a una actividad que si en principio fue moderada en la España americana, acabaría conociendo crecimientos significativos a lo largo del siglo XVIII y muy especialmente en la Cuba del siglo XIX, justo en los momentos en que, estrictamente por intereses económicos de las potencias desarrolladoras de los nuevos métodos de explotación, se barajaba de forma decidida la abolición universal de las formas de esclavitud no remunerada conforme era conocida hasta el momento.
Es el caso que el aporte de población esclava africana a la España americana, en los primeros tiempos se limitaba a los siervos que acompañaban a los conquistadores, que en ocasiones también tuvieron esa misma consideración.
Posteriormente se incrementó el aporte con sucesivas expediciones de esclavos que llegaron a alcanzar una cifra que oscila entre los 200.000 y los 250.000, que arribaron a lo largo de un siglo, entre mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII para cubrir puestos de trabajo especialmente en México y Perú. Es de destacar que el incremento del tráfico tuvo especial significación entre 1580 y 1640, periodo en el que se perfeccionó la unidad nacional con la incorporación de Portugal, asunto que no es de menor importancia dado que justamente Portugal era la corona que más actividad de tráfico de esclavos estaba llevando a cabo.
No obstante, en ese mismo periodo se calcula que fueron comercializados con destino a América un total de esclavos africanos cuyo número no baja de los 800.000. La diferencia, esos 600.000, necesariamente fueron objeto del tráfico llevado a cabo por las potencias europeas. Además habría que sumar la cuota de esclavos que abastecía los mercados de África, tanto de la propia África negra como de la África musulmana, cuyas cifras parecen ser de gran importancia.
Pero las cifras totales del tráfico a América llevado a cabo hasta el siglo XIX, donde Cuba acabó absorbiendo cerca de 900.000 esclavos, son muy superiores. Se habla de un total que ronda los trece millones de personas; mujeres, niños… y decididamente de forma más que significativa, hombres, ya que los dos primeros grupos eran especialmente codiciados por los esclavistas africanos, únicos proveedores de los traficantes, y cuyo precio los hacía prohibitivos. Lógicamente, el destino final de los mismos fue mayoritariamente a las colonias europeas y a Brasil.
En cuanto al número de esclavos, un estudio de 1998 realizado por John Iliffe en su obra “África historia de un continente”, que obvia el número de ingleses e irlandeses que sufrieron ese mismo destino, señala que el número de africanos esclavizados que atravesaron el Atlántico, es el siguiente:
Periodo Número de esclavos
1601-1700 1.868.000
1701-1800 6.133.000
1801-1900 3.330.000
Total 11.698.000
Fue a partir de mediados del siglo XVI, cuando el interés de portugueses, holandeses e ingleses, se fue centrando en el tráfico de esclavos, que alcanzó una cifra global difícil de determinar.
Pero pasemos a ver las etapas que conoció este tráfico humano.
Desde la segunda mitad del siglo XV, y como consecuencia de la caída de Constantinopla en poder de los turcos, a cuya circunstancia se unió el hecho de haber acabado la reconquista en su ámbito de influencia, Portugal se abrió al mar y cubrió las necesidades de mano de obra cerradas en Constantinopla con el aporte de mano de obra esclava procedente de África. Hasta el siglo XVI crearía asentamientos en África desde donde supliría el mercado que hasta la fecha había sido suministrado por el oriente mediterráneo.
Así, se puede señalar el año 1441, cuando en las costas del Sahara Anton Gonçalvez capturó 12 esclavos negros de religión musulmana y los llevó a Lisboa como el inicio del comercio organizado de esclavos negros. Ese mismo año se fundó la Compañía de Lagos, a la que seguiría la Compañía de Arguin, que en 1450 llevaría a Portugal una primera remesa de doscientos esclavos. Su actuación, que llegarían a traficar unos 2000 esclavos anualmente, siendo que en su mayoría eran vendidos en Europa y en otros lugares de la propia África, particularmente en Ghana, donde los locales se mostraban ávidos por la compra.
En 1431 tuvo lugar la firma del Tratado de Alcaçovas entre Juan I de Portugal y Juan II de Castilla. Los reinos hispánicos se repartirían la influencia atlántica, siendo que Castilla se veía vetada a navegar al sur de las Islas Canarias.
En 1471 Portugal descubre la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y Gabón; en 1482 el río Congo, y en 1486 el cabo de Nueva Esperanza. En esta última expedición participó Bartolomé Colón, y probablemente también Cristóbal Colón.
Tras el descubrimiento de América, el Papa libró la bula Inter Caetera, por la que la influencia en América quedaba asignada a Castilla y el de Asia a Portugal.
El tratado de Alcaçovas sería actualizado en Tordesillas el siete de Junio de 1494, cuando se determinó:
Que se haga é señale por el dicho mar Océano una raya, ó línea derecha de polo á polo, convien á saber, del polo ártico al polo antartico, que es de Norte á Sul, la qual raya ó línea se aya de dar, é dé derecha, como dicho es, á trecientas é setenta leguas de las islas del Cabo Verde, hacia la parte del Poniente.
Este Tratado impedía a las naves castellanas y aragonesas comerciar con la costa africana.
A esta situación, las potencias europeas asistían con gran intranquilidad, desarrollando una literatura en la que hacían especial hincapié en las riquezas, especialmente de oro y plata, que suponían existentes en América. Incapaces de llevar a cabo una actuación similar a la emprendida por las Españas, optaron por las actuaciones ilegales, pues conforme señala Niall Ferguson, lo mejor que podían hacer era explotar las habilidades de sus marinos para robar a los barcos y asentamientos españoles.
Es el caso que todas las sociedades a lo largo de la Historia se han visto involucradas en el esclavismo. España también, por lo que para el caso es necesario determinar las condiciones de la misma en cada caso y la consideración que también en cada caso tenía (o tiene) el esclavo.
Siendo así, y siendo que la Edad Moderna es de claro predominio hispánico resulta curioso detectar que la actuación de España en ese periodo y en ese asunto puede ser considerada de francamente modesta, cuando no marginal.
En efecto, en ese periodo todas las potencias europeas, como en otros ámbitos de influencia otras potencias, estaban involucradas en mayor o menor medida en el tráfico. Desde el principio y hasta al final de la trata negrera con destino primero a Europa y luego a América hubo portugueses, pero serían los ingleses quienes convertirían la trata en escandalosa, siendo que desde mediado el siglo XVII y todo el siglo XVIII el tráfico por ellos realizado puede calificarse casi de hegemónico, seguidos en la labor por holandeses y por franceses, tras los cuales y en periodos concretos, encontramos suecos, daneses, alemanes, usenses... y encriptados en ocasiones de forma oculta y en otras de forma manifiesta, judíos, con intereses de primerísimo orden en las compañías las Indias Occidentales y Orientales.
Esas cotas de escándalo tenían su justificación en la mentalidad de la cultura protestante, que suponía descendientes de Cam, de quién habrían heredado los vicios que al fin señalarían como justa su esclavización.
Pero la esclavitud, era una práctica universalmente admitida. Estamos hablando de la iniciada por Portugal en el siglo XV con esclavos procedentes del África negra. En ese periodo, y durante el periodo de tráfico que permanecería vigente hasta mediado el siglo XIX, el aporte de esclavos recibido por la España americana estuvo en porcentajes cercanos al 100% en manos de traficantes europeos, siendo que hubo traficantes españoles en los primeros años del siglo XV y a partir de mediado el siglo XVIII.
Es el caso que esa práctica universal tiene una clara señal que si en España, en los primeros años del siglo XV se centraba más en esclavos árabes, en el resto de la cuenca mediterránea estaba más que presente con otras características.
Así, girando la vista hacia el mundo árabe hay que señalar que el componente de esclavos negros era creciente conforme avanzamos norte sur del continente africano, existiendo un comercio de esclavos muy activo con destino al Golfo Pérsico.
Pero al norte del continente africano, la raza de los esclavos era predominantemente europea, siendo que durante los siglos XVI y XVII la afluencia de esclavos procedentes de Europa con destino a los mercados de esclavos del norte de África fue muy superior a la que se produjo desde África a América y a Europa.
Algunos de estos esclavos fueron rescatados por las órdenes religiosas dedicadas a este fin, mediante el pago de rescate, pero la mayoría fue destinada a trabajos forzados en África del Norte o como esclavos en las galeras.
Las expediciones llevadas a cabo por las potencias musulmanas centraban su actuación en España, pero no limitaban su actuación a este ámbito territorial, habiendo llegado incluso hasta las costas de Inglaterra.
El negocio era sin lugar a dudas rentable, produciéndose actuaciones de una gran envergadura, entre las que destaca el asalto llevado a cabo el año 1554 en Vieste, en la costa del Adriático, donde llegaron a secuestrar a cerca de seis mil personas que fueron irremisiblemente reducidas a esclavitud.
Dos años más tarde, en 1556, sería la costa granadina la que conociese la réplica de Vieste. En esta ocasión la cifra superó los tres mil secuestrados.
Ciertamente la de Vieste y la de Granada fueron operaciones singulares, pero la escalofriante cifra de capturas no es única si sumamos las capturas llevadas a cabo en cortos periodos; con una circunstancia a tener en cuenta: la singularidad de estas acciones nos señala que por cada una de ellas había multitud de incursiones con un resultado menos exitoso pero que en conjunto tenía una gran importancia. Así, diez años antes del asalto a Vieste, fue Nápoles quién sufrió no una sino varias incursiones exitosas. En el curso del año 1544, esclavistas argelinos llegaron a acumular un total de unas 7.000 capturas, siendo que lo éxito del negocio propició que en los mercados de esclavos de Argel el precio de un esclavo cristiano equivaliese al precio de una cebolla.
Pero al fin el tráfico, en comparación con lo que vendría después no pasaba de ser algo testimonial. Serían los traficantes ingleses, quienes con la figura del pirata John Hawkins, entre 1562 y 1569 inaugurarían la etapa del tráfico ilegal con destino a las Antillas.
Se calcula que durante el siglo XVI fueron remitidos a América cerca de 200.000 esclavos negros. No sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando el tráfico comenzase a tener entidad, al compás de los asentamientos británicos y holandeses en el Caribe.
La evolución de esta situación conoce varias etapas.
Ivana Elbl divide la etapa formativa de la trata negrera atlántica en seis fases. En la primera, que arranca en 1450 y se prolonga hasta 1464, portugueses y castellanos desplegaron un limitado comercio marítimo en las costas mauritanas y senegambianas. Desde 1465 y hasta 1479, el tráfico de esclavos se extendió hacia el resto de la Alta Guinea, comprendiendo los ríos de Guinea, Sierra Leona y la Costa de la Grana. Durante aquellos años, el volumen de exportaciones estuvo condicionado por ciertas disrupciones atribuibles a la política de la corona portuguesa, y por los saqueos y pillajes derivados de la guerra con Castilla por el control de Guinea. La tercera fase, entre 1480 y 1499, coincide con los ‘buenos años’ mencionados por Duarte Pacheco Pereira en el Esmeraldo de situ orbis, marcados por el restablecimiento del control portugués sobre la costa occidental africana, la expansión de los contactos comerciales en la Alta Guinea y la consolidación de otros nuevos en el golfo de Guinea. Entre 1500 y 1509 se dio un lento pero continuo crecimiento en la exportación de esclavos de la Alta Guinea y del golfo de Guinea, mientras que el control monárquico sobre el tráfico de esclavos en Arguin se vio erosionado. En los años que van de 1510 a 1515, el tráfico privado experimentó un fuerte incremento, especialmente en la Alta Guinea, mientras que el volumen de exportaciones en Arguin aumentó con fuerza. Finalmente, entre 1516 y 1521, la corona recuperó el control sobre Arguin, se incrementó exponencialmente el tráfico en el golfo de Guinea y se produjo un acusado, aunque temporal, descenso de las exportaciones desde la Alta Guinea. (Armenteros 2012: 245-246)
En 1502 Nicolás de Ovando obtuvo permiso para trasladar negros a La Española, pero no serían llevados desde África, sino que ya estaban sometidos a esclavitud en la península. Eran pequeñas expediciones que podían estar compuesta por un solo miembro; así, Germán Santana nos indica en su trabajo sobre La Casa de Contratación que el mismo año 1502 embarca un esclavo propiedad de Juan de Córdoba con destino a La Española.
Estos envíos de esclavos estuvieron controlados desde 1503 por la recientemente creada Casa de Contratación, que sería la encargada de controlar todo tipo de tráfico interoceánico, y fueron previos a la adjudicación de licencias, siendo que la primera está fechada en 1510, año en que empezaría la errática marcha del sistema. En 1524 la casa de Contratación pasaría a depender del recientemente creado Consejo de Indias.
Un hecho económico que repercutiría en el tráfico sería la introducción del cultivo de la caña de azúcar en La Española el año 1505.
Parece que esta circunstancia debió ser determinante para la adjudicación de licencias que como queda señalado se inició el año 1510, y cuyo objeto era suministrar mano de obra a los colonos, que a partir de 1511 fueron autorizados trasladarse a las nuevas tierras.
En esta época el aporte de mano esclava procedía de individuos residentes en la península, y para facilitar la labor de la Casa de Contratación, se estipuló que los nuevamente procedentes de África debían pasar primero por Sevilla, medida que acabó suprimiéndose por el alto coste que representaba.
En 1516 era prohibido el tránsito de esclavos por orden del Cardenal Cisneros, orden que tardaría poco en ser derogada por el joven rey Carlos I que, a instancias de Fray Bartolomé de las Casas, el 18 de agosto de 1518 concedió licencia a Lorenzo de Garrevod, consejero flamenco que rápidamente la vendió a traficantes italianos que en 1528 las transfirieron a Enrique Eynger y Jerónimo Sayller, para introducir en las Indias 4.000 esclavos negros que fueron distribuidos entre Cuba, Jamaica, Puerto Rico y La Española.
Mal empezaba, ninguneando el decreto por el que su abuela, Isabel I de Castilla abolía la esclavitud. Pero como demostraría con el tiempo, no fue iniciativa suya, sino de Chevres y los demás trepas flamencos.
Pero las circunstancias se aliaban con el esclavismo. Los indios adquirieron personalidad jurídica que se vieron confirmadas y ampliadas por las Leyes Nuevas de 1542. Eran súbditos de la corona con los derechos inherentes de derecho a la vida, de libertad y de propiedad, por lo que prestaban sus servicios, en principio a voluntad y luego en régimen de encomienda.
Pero en 1518 y 1519 se produjo una dramática epidemia de viruelas en el Caribe que diezmó la población, tanto de naturales como de españoles, pero que no afectó a la población negra, que si es inmune a la fiebre amarilla también parece más resistente a la viruela. Este hecho aceleró el aumento de la población negra.
La situación creada por las enfermedades hizo que creciese el aporte de esclavos africanos, pero hay que decir que, a pesar de ello, el tráfico de esclavos a lo largo del siglo XVI, fue muy modesto.
En 1533 el adelantado Francisco de Montejo obtuvo una licencia para introducir cien esclavos de los dos sexos a su gobernación de Yucatán, y en 1535 Rodrigo de Albornoz, contador de la Nueva España, obtuvo una licencia para introducir una cantidad semejante de esclavos, de los cuales un tercio eran mujeres. Pocos años después de la Conquista, Hernán Cortés –marqués del Valle de Oaxaca– celebró un contrato con el tratante genovés Leonardo Lomelí para introducir quinientos esclavos destinados a las haciendas del marquesado. En 1544, el Ayuntamiento de la Ciudad de México pidió y obtuvo licencia para introducir tres mil esclavos destinados al servicio de minas. Entre 1580 y 1650, se incrementó el comercio de personas esclavizadas provenientes de África occidental y oriental, de las grandes regiones de Senegambia, Guinea y Mozambique y especialmente de África central: el Congo y Angola. (Velázquez 2012: 62)
La errática marcha de España en lo tocante al tráfico hace que el año 1595 aparezca de forma señalada, ya que en este año, cuando la corona portuguesa estaba bajo el reinado de Felipe II de España, fue concedido asiento a Pedro Gómez de Reynel para transportar 38.000 negros.
Así, en esta época se desarrolló el mercado de esclavos en Buenos Aires, lugar de arribada desde donde se distribuían a los puntos de destino, que abarcarían desde el Perú hasta Chile, atendiendo las demandas, especialmente de Potosí. Pero en general, la tónica mantenida en España hasta finales del siglo XVIII se mantendría en los conocidos como «asientos», por los cuales se autorizaba a que terceros países introdujesen esclavos en América.
Así, hasta 1640, la principal mercancía que llegaba al puerto de Buenos Aires era la «madera de ébano», siendo que, por las condiciones de la legislación española, por la actividad del comercio ilícito de los piratas y por la connivencia de las autoridades locales, el porcentaje de esclavos que arribó ilegalmente a Buenos Aires fue cercano al 100%.
Pero el lugar donde más esclavos llegaban durante la etapa del asiento portugués era al puerto de Cartagena de Indias, donde nos señala Ildefonso Gutiérrez llega un promedio mensual de unos 350 esclavos, con una punta de 1273 en febrero de 1601. Cifras que, por los datos obtenidos, no serían alcanzadas en lo sucesivo.
La Compañía Real de Guinea llegó a contabilizar 800 esclavos ingresados en sólo el mes de febrero de 1703; aunque los promedios mensuales fueron mucho más bajos. La que logró evitar el hacinamiento con una organización más racional en las importaciones fue la Compañía Inglesa. Merced a una comunicación constante con Jamaica, que era el puerto de distribución, y la regularidad en el envío de sus navíos no excedió de los 400 esclavos en ningún mes. (Gutiérrez, Ildefonso: 202)
Pero esta actividad dentro de la Corona Hispánica quedaría truncada en 1640, como consecuencia de la separación de Portugal, no llegando a existir ninguna expedición hasta 1651.
En Brasil, los esclavistas dieron lugar a la actuación de los conocidos como «bandeirantes», que hacían incursiones en busca de esclavos indios. A ellos se enfrentarían en orden militar los principales afectados por la medida, los guaraníes, que recibieron formación militar y armas por parte del ejército español, de forma que pudieron enfrentarse a los bandeirantes de forma exitosa.
Pero en cualquier caso, hasta la guerra de separación de Portugal, el tráfico atlántico de esclavos seguía teniendo una importancia menor. Fue sin embargo, a partir de este momento cuando adquirió especial importancia.
Inglaterra, que había fomentado la sublevación de Portugal, como en las mismas fechas había hecho lo mismo en Cataluña, aprovechó la situación para desarrollar en toda su potencia el tráfico en un momento en el que la situación de España no era la del siglo XVI.
A partir de mediados del siglo XVII ingleses, franceses y holandeses consiguieron sus primeros objetivos en su lucha contra España. No fue sólo la Guerra de Cataluña ni la de Portugal, ni tan siquiera la pérdida del Rosellón en el Tratado de los Pirineos. También en el Caribe comenzaron a ocupar primero aquellas islas que España desatendía, para a continuación acometer mayores empresas, al tiempo que la piratería, ciertamente sin el éxito que deseaban estas potencias al que sin embargo nos tiene acostumbrados la propaganda.
En las islas que iban ocupando, en principio sin valor productivo, comenzaron la instalación de plantaciones de azúcar, que necesariamente serían atendidas por esclavos africanos al haber fracasado su funcionamiento con los esclavos blancos tomados en la misma Inglaterra, que no sobrevivían en un clima que les resultaba adverso.
Fue esta circunstancia la que posibilitó que Inglaterra, Francia y Holanda creasen un inmenso tráfico de África al Caribe que acabaría trasegando millones de personas que se concentraron en una serie de islas que, como Jamaica (bajo poder inglés desde 1655, acabasen teniendo una población de raza negra cercana al 100%.
Con el establecimiento de las haciendas azucareras en las Antillas, las cafeteras en Brasil y las algodoneras en el sur de los EEUU, el tráfico de esclavos se constituyó en uno de los negocios más fructíferos del Viejo Mundo. Portugal, Holanda, Francia y fundamentalmente Inglaterra armaron barcos negreros para el cruce del Atlántico. España no tuvo flota propia pero aprovechó las ajenas, que actuaron en forma legal o contrabandeando con el compromiso o la “vista gorda” de las autoridades americanas, especialmente a partir del descubrimiento de las minas de plata de Potosí. (Ceruti)
Por su parte, en los años finales del siglo XVI, los holandeses arrebataron en el Congo posiciones a los portugueses, desde donde remitirían remesas de esclavos especialmente destinados a las colonias francesas e inglesas del Caribe, cuya distribución la realizarían desde la isla de Curasao, que había sido conquistada en 1634 por Joanes Van Balbeque, de la Compañía de las Indias Occidentales, compañía del fomento de la piratería controlada por judíos sefardíes. Desde esta pequeña isla se dedicarían, además de al cultivo de la caña con mano de obra esclava, al contrabando de esclavos a toda la zona, en especial a Bermudas, que habían sido ocupadas por Inglaterra en 1612.
En 1595 Los holandeses envían su primera expedición a Guinea y en 1612 los ingleses se establecen en las Bermudas. Es en este periodo cuando se observa un importante incremento en el tráfico, que conocería varios periodos coincidentes con hechos de envergadura histórica, con hitos en 1640, año de la separación de Portugal de la Corona Hispánica y 1700, inicio de la Guerra de Sucesión y posterior Tratado de Utrecht en 1714. En 1642 Francia introduce esclavos africanos en la Martinica.
Uno de los motivos que dieron ocasión a la guerra de Sucesión española, es sin duda el control del tráfico de esclavos. España, descabezada y destinada a ser comparsa de intereses ajenos, sería el campo de batalla en el que las potencias emergentes, esclavistas, y ávidas de llevar a término la venganza sobre quién había evitado su expansionismo depredador, dirimirían la cuestión en qué nación tendría el asiento, con el añadido de poder desarrollar esas mismas acciones esclavistas en los inmensos territorios de la Corona Hispánica.
Es en estos momentos cuando el tráfico, en manos de ingleses, franceses y holandeses, alcanzaría cotas de escándalo que se mantendrían vigentes hasta que los intereses comerciales determinaron la abolición de este tipo de esclavitud para dar paso a la nueva esclavitud basada en el salario. En este periodo se desarrolló un tráfico que hasta la supresión de la esclavitud conforme era entendida hasta el momento, llegaron a cruzar el Atlántico las cuatro quintas partes del total de esclavos enviados en todo el periodo de la trata.
Con el posicionamiento de los holandeses llevado a cabo en Angola el año 1641, a partir de 1645 Portugal desplazó su captura de esclavos en las costas de Mozambique, de donde hizo sus más importantes sacas a partir del siglo XVIII, cuando las relaciones comerciales de la zona dependían casi en exclusiva del tráfico de seres humanos que cubrían la demanda no solo de América, sino también de las costas del Índico.
En breve, Inglaterra dominó el tráfico negrero, alcanzando cuotas que superaban ampliamente el cincuenta por ciento, con una flota esclavista que, sólo en Liverpool, superaba las cien embarcaciones, que aprovechaban el espacio útil de forma que el habitáculo que ocupaba un esclavo consistía en un espacio de 180 cm de largo por sesenta de ancho.
Unas cotas y unas condiciones de escándalo que movieron ingente cantidad de recursos y produjeron pingües beneficios que tenían reflejo en las construcciones que los traficantes levantaban en sus lugares de origen. Ciudades como Londres, Roterdam, Bristol, Liverpul, Nantes o Burdeos desarrollaron una arquitectura esplendorosa con los beneficios obtenidos de la trata.
Muchas otras pequeñas ciudades marítimas británicas entraron también en el negocio. Todos los puertos de Devon, tan heroicos en tiempos de la reina Isabel I, como Barnstaple, Bideford, y Plymouth enviaron uno o dos barcos de esclavos en los años siguientes, lo mismo que Lyme Regis y Poole, Dartmouth y Falmouth, Exeter y su vecino Topsham, Portsmouth y Weymouth, por no hablar de Berwick y Whitehaven, ni de Lancaster y Deal. (Thomas 1997: 203)
No era de menor entidad la casa de Pero López Martínez, que subsiste hoy en Sevilla, o la de la familia Vernon en Newport, o la de Philip Livingston en Nueva York, como nos recuerda Hug Thomas.
Hemos señalado dos puntos de inflexión: La separación de Portugal y la Guerra de Sucesión tras la muerte de Carlos II. En ambos casos, el tráfico atlántico se incrementó, y en ambos casos era Inglaterra la abanderada del tráfico, y sus colonias, las principales destinatarias de su mercancía, destinando una pequeña parte para reexportarla a la España americana.
Durante ese periodo, en 1651, cincuenta y seis años después del asiento de Gómez Reynel, la Corona española pasaba a conceder nuevos asientos, cuyos principales destinatarios serían Juan Rodrigo Calderón, Juan de Salcedo y Jacinto Núñez de Loarca, que al fin no serían sino un refuerzo al tráfico llevado a cabo por holandeses e ingleses.
Pero esta actividad, además de lo impropio que por tradición era para España, se vio mermada, a pesar de la formalización del asiento de 1651 por la situación de guerra existente con Francia; una guerra que con unas y otras características se desarrolló entre 1635 y 1659.
En 1662, Domingo Grillo y Ambrosio Lomelfn. Tuvieron derecho de asiento por siete años, periodo en el que llegó a transportar hasta 24.000 esclavos, y en 1664 los traficantes Antonio García y Sebastián Siliceo, obtuvieron el derecho de asiento por cinco años, en cuyo periodo debían transportar en conjunto 40.000 esclavos, pero finalmente no se llevó a efecto, y en 1682 el asiento se convino por cinco años con los gaditanos Juan Barroso del Pozo y Nicolás Pordo, que también quebraron, siendo transferido el asiento a Baltasar Coymans en 1685.
En 1692 el asiento estaría a cargo del venezolano Bernardo Francisco Martin de Guzmán, y en 1695, la Compañía de Cachu, francesa accedía al asiento para pasar 4.000 esclavos anuales.
Cuatro años después, la Compañía Portuguesa de Guinea sería la beneficiaria hasta 1702, pero con la llegada de Felipe V, en 1701 el asiento fue adjudicado por diez años a Francia, quienes tampoco concluyeron la concesión dada a la Compañía Francesa de Guinea al haber sido concedido el asiento, como consecuencia de la Paz de Utrecht, a Inglaterra, el 16 de marzo de 1713, que lo materializó con la Compañía Inglesa del Mar del Sur.
El convenio de 1701 reconoció a la Compañía de Guinea el monopolio de la introducción de mano de obra africana en las colonias españolas en el Caribe y en parte del continente.
Esa suerte de empresa capitalista de primera generación prometió expedir cuatro mil 800 esclavos cada año, durante una década, desde cualquier punto de África occidental, hacia Veracruz, Cumaná, Portobelo, La Habana y Cartagena de Indias. (Soto)
En conjunto, la actividad de los esclavistas españoles no pasaba de ser un pequeño porcentaje en el total del tráfico.
En estas fechas, el control de la saca de esclavos en el Golfo de Guinea estaba en manos de Holanda, que en 1662 abandonó sus aspiraciones en la costa brasileña para dedicarse más a África.
Pero el campeón de los traficantes era sin lugar a dudas Inglaterra, que si para 1700 era la primera potencia, no sólo esclavista sino también traficante. Debe tenerse en cuenta que al acabar el siglo XVI, mientras en Brasil había aproximadamente medio millón de negros, en el Caribe no hispánico se concentraba un número similar, siendo que no se puede comparar la extensión de cada uno de los territorios. El total de negros residentes en la España americana, cuyas dimensiones tampoco pueden ser comparadas, estaba en torno a los 400.000, siendo que un muy alto porcentaje de los mismos, aun habiendo llegado con la condición de esclavos, estaban manumitidos.
El verdadero movimiento de esclavos hacia Latinoamérica fue un fenómeno posterior a 1700. Menos de un cuarto del total de sus inmigrantes africanos habían llegado a cada una de las regiones ibéricas con anterioridad a esa fecha. (Klein 1993: 10)
El total de esclavos existentes en las colonias británicas del continente no llegaba a los 10.000. Diez años más tarde la cifra se había multiplicado por cinco… y en 1776 eran ya más de quinientos mil, un quinto de la población total… Y los indios, exterminados.
En 1713, y como consecuencia del Tratado de Utrecht se convirtió prácticamente en monopolista del tráfico.
Un desfile de antorchas a través de Londres acogió la noticia de la concesión. Se creía que habían vuelto los días de prosperidad. Ya se preveía esto en el discurso al Parlamento de la reina Ana del 6 de junio de 1712: «Hemos insistido y obtenido que el asiento o contrato para proveer de negros a las Indias occidentales españolas se hiciera con nosotros por treinta años. (Thomas 1997: 234)
Viéndose España sometida al cumplimiento de los objetivos que le eran marcados, en concreto en el tema que nos ocupa, se vio abocada a la creación de almacenes para la recepción, clasificación, control sanitario, y todos los trámites relacionados con los esclavos, que con el nombre de «factorías» creó en los puertos de Cartagena, Veracruz, Panamá, Portobelo, Campeche, La Habana, Caracas y Buenos Aires, siendo que todas ellas estarían supervisadas por agentes británicos desplazados al efecto.
Es en estos momentos cuando se incrementa el tráfico de esclavos a la España americana. Su origen, Congo, Gambia, Sierra Leona, aunque nunca se sabrá el origen de los mismos, ya que llegaban a estos puntos después de haber sido esclavizados en el interior de África por esclavistas negros que los llevaban a los puntos de embarque, donde eran intercambiados por armas, herramientas, utensilios varios y chucherías.
Hacia la década de 1720, América Latina importaba 20.000 esclavos al año, cantidad que mantuvo bastante estable hasta la primera década del nuevo siglo. En la década de 1810, sin embargo la cifra se duplicó a más de 50.000 al año y llegó a su pico en la década de 1830, con más de 54.000 esclavos al año. (Klein 1993: 10)
Pero la labor no terminaba ahí. Así, en 1715, Inglaterra instala en La Habana la primera factoría dedicada a la entrada y venta de esclavos en la isla. Su titular: Ricardo O'Farril, y en la década de 1720 a 1730, son transportados grandes cargamentos de negros a Minas Gerais, en Brasil, donde los intereses británicos eran prioritarios. No en vano Portugal había caído en la órbita británica en 1640, setenta y tres años antes del Tratado de Utrecht.
Cierto que Inglaterra no estaba sola en la labor. Señala Hugh Thomas que en el último decenio del XVIII, un quince por ciento de su flota estaba destinada al comercio con Guinea, y casi todos esos buques transportaban esclavos, pero también permitía que franceses y holandeses participasen activamente sacando esclavos de Nigeria y de Senegambia, y Portugal, bajo la órbita de Inglaterra, creó la Compañía de Corisco, que operaba en el Golfo de Guinea. En total llegaron a crearse en la costa africana cuarenta y tres instalaciones o factorías de recepción de esclavos.
Francia tenía su centro de trata en Nantes, desde donde envió unos ochocientos navíos negreros entre 1725 y 1789, siendo que del puerto de Nantes, y a lo largo de todo el siglo XVIII, según señala Hugh Thomas, partieron más de mil cuatrocientas expediciones de la trata, en franca competencia con Liverpul.
Los desembarcos de la trata francesa se concentraron principalmente en el periodo comprendido entre 1725 y 1800: en estos años más de cuatro de cada cinco cautivos africanos fueron enviados al Caribe francés en la era esclavista. (Morgan 2017: 49)
En la década de los 50 del siglo XVIII, la Compañía Real de la Habana que había sido constituida en 1740, tomó el encargo del tráfico al haber llegado a su fin la licencia de la Compañía de los Mares del Sur, y en 1765 fue suplida por la Compañía Gaditana de Negros, que con naves de bandera y tripulación francesa e inglesa intentó llevar a cargo la labor, pero el negocio acabó siendo ruinoso a pesar que en 1777, con el Tratado de San Ildefonso España adquiere Fernando Poo con el fin de establecer una factoría negrera, que no llegó a formalizarse. La Compañía Gaditana de Negros fue disuelta el año 1779.
Finalmente este mismo año, el mismo de la Revolución Francesa, España liberalizó, en principio por dos años, el comercio negrero para españoles y para extranjeros. El plazo se iría ampliando hasta que fue totalmente liberalizado mediante Real Decreto de 23 de enero de 1800.
El desarrollo de la guerra de independencia usense, que tuvo lugar entre 1775 y 1783, tuvo algo que ver en el desarrollo de la trata no británica. Como consecuencia de ese enfrentamiento, Inglaterra transportó menos de doscientos mil esclavos, cifra menor a la de los años sesenta, siendo superada por el tráfico francés, que transportó casi trescientos mil en esas mismas fechas.
En los diez años entre 1780 y 1790 se transportaron al menos setecientos cincuenta mil esclavos a través del Atlántico, de los cuales unos trescientos veinticinco mil acaso por Gran Bretaña, con Liverpool, como siempre, el puerto dominante. Cierto es que Newport, en Rhode Island, arruinada por la larga ocupación británica durante la revolución, ya no figuraba como primer puerto negrero de Estados Unidos, pero ocuparon su lugar los cercanos Bristol y Providence, también en Rhode Island, así como Boston y Salem en Massachusetts, por no mencionar Filadelfia y Charleston. En los años ochenta unos cuarenta barcos al año zarpaban desde Estados Unidos hacia África; una minucia comparada con Europa pero que parecía un buen principio para el comercio independiente. (Thomas 1997: 283)
Las actividades inglesas en Cuba, especialmente intensas desde la toma de La Habana en agosto de 1762 llevarían a presentar como necesidad imperiosa la importación de mano de obra esclava a la isla. Cierto que los ejércitos ingleses abandonaron la isla, pero no hizo lo mismo el ejército de mercaderes, que si en la década de 1720 había iniciado su particular colonización, ya no la abandonarían nunca.
Así, la compañía Baker and Dawson fue la beneficiaria de la apertura a la actividad esclavista en la isla, mientras otra compañía inglesa, la Tarleton and Co., suministraba otros mercados.
A pesar de todo, según señala Hugh Thomas, mientras en Cuba había 50.000 esclavos en 1787, en las islas inglesas había 450.000. El mercado de esclavos, evidentemente, y con el control efectivo llevado por los traficantes ingleses, estaba condenado a desarrollarse espectacularmente en Cuba, donde además intentaban abrirse una brecha de mercado traficantes ingleses, franceses, suecos y daneses.
Esta situación, auspiciada por las demandas de los terratenientes, propició que el 28 de febrero de 1789 fuese proclamada Real Cédula concediendo libertad para el comercio de negros con las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, y Puerto Cabello en la Provincia de Caracas, a españoles y extranjeros.
Los Españoles, y los Extrangeros, que por tiempo de dos años llevaren Negros á las expresadas Islas, y Provincia de Caracas para traficar con ellos, los podrán vender libremente á los precios que concierten con los compradores, sin que por parte del Ministerio Real, ni Municipal se les ponga tasa alguna: ni en este asunto tendrá más intervención, que la de estar á la mira para evitar el contrabando, y zelar que los Negros sean de buenas castas y calidades. (Real cédula 1789)
Si bien la Real Cédula liberalizó la trata negrera en buena parte de la América española, lo hacía por un plazo de dos años, al cabo de los cuales se prorrogó por seis años más.
Merced a esta situación, no tardaron los traficantes usenses (con alto porcentaje de ingleses que por la legislación inglesa ya no podían operar) en hacerse con el control, dedicando a la misma varias decenas de embarcaciones. No es de extrañar este hecho dado que por estas fechas Estados Unidos estaba tomando el relevo a Inglaterra en el tráfico, como consecuencia de la política inglesa que estaba cambiando el modo de esclavizar y al tiempo que gestaba una legislación para combatir el tráfico, estaba utilizando sus buques esclavistas para trasladar a Australia y Nueva Zelanda a sus propios excedentes de población que estaban resultando crecientes como consecuencia de la Revolución Industrial.
Es también a partir de 1789, cuando el negocio de la esclavitud entra de lleno en el mercado español, en Cuba, si, y en Buenos Aires, Cádiz, Barcelona y Santander, donde, como estaba sucediendo en Inglaterra, los beneficios se destinaron a inversiones de todo tipo, dando lugar a modificaciones urbanísticas como el ensanche en Barcelona.
En esta época comenzaron a realizar trata algunas embarcaciones cubanas, siendo El Cometa la que inició esta actividad el año 1792.
Un barco al mando de Luis Beltrán Gonet compró ciento veintitrés esclavos en el río Senegal. En 1802, José Mada Ormazábal, por cuenta de Francisco Ignacio de Azcárate, un mercader vasco establecido en La Habana, viajó a África en la goleta Dolores y trajo ciento veintidós esclavos, en un viaje de cincuenta y ocho días, con una ganancia del setenta y cinco por ciento. Este comercio directo era todavía técnicamente ilegal, y varios de los capitanes, tripulaciones y financieros no eran españoles, pero en 1804 el gobierno español cambió de parecer. Permitió, por un plazo de doce años, que cualquier súbdito español importara esclavos de África libres de toda clase de impuestos. (Thomas 1997: 538)
Se calcula que entre 1790 y 1810 fueron introducidos en Cuba más de 150.000 esclavos, siendo reflejo de la actividad esclavista de los Estados Unidos que, conforme señala Hugh Thomas, en esas fechas llegó a introducir en sus territorios la mitad del total de la trata desde el siglo XVII hasta su definitiva supresión en 1864, cuando el Senado de los Estados Unidos adoptó la Decimotercera Enmienda, que declaraba el fin de la esclavitud.
Es necesario señalar que semejante aporte se produjo siendo que en 1804 los Estados Unidos de América habían prohibido sobre el papel la importación de esclavos, lo cual no impidió que se cumpliese lo que queda señalado, y que el tráfico ilegal que se producía en Cuba y Puerto Rico, se llevase a término con la decidida participación naviera y financiera usense de los estados abolicionistas.
El tráfico alcanzó tal nivel que en los Estados Unidos, que a principios del siglo XIX era negra la mitad de la población de Maryland, Virginia y Carolinas, y en 1768 en Jamaica sólo uno de cada diez habitantes era blanco. Un tráfico que también tenía reflejo en Cuba.
En los nueve meses de 1807 de los cuales sobreviven registros, treinta y cinco buques norteamericanos entraron en el puerto de La Habana, de un total de treinta y siete que fondearon allí (los otros dos eran, oficialmente, daneses). (Thomas 1997: 566)
En cuanto al resto de la España americana, que si había tenido esclavos había tenido también un elevadísimo porcentaje de manumisiones, es preciso señalar que en 1810, cuando Miguel Hidalgo proclamaba la abolición de la esclavitud en México, el diez por ciento de la población mexicana estaba compuesta por negros o mulatos, y la mayoría eran libres; ese mismo año, Chile tenía una población negra de cinco mil individuos, en gran parte manumisos... Donde únicamente existía un número significativo de esclavos era en el Rio de la Plata, en Caracas y en Cuba.
Fue en este momento, cuando Inglaterra, que se había desecho de los esclavos residentes en la metrópoli y prohibía la entrada de nuevos esclavos en sus dominios, establecía en Sierra Leona el destino de los mismos; un lugar que había sido declarado insalubre para los ingleses que en esos mismos momentos estaba esclavizando entre una población que había sido desarraigada de la tierra y que finalmente sería destinada a Australia y Nueva Zelanda.
Esa medida, adoptada en 1808, tuvo reflejo el mismo año en los Estados Unidos, donde se prohibía la entrada de nuevos esclavos en su territorio; algo que no tendría el menor reflejo en la realidad, ya que en ese periodo continuaba la importación a muy buen ritmo en los estados sureños.
De hecho, el tráfico, que pasó a ser clandestino, se incrementó durante el siglo XIX, siendo el primer destino los campos de algodón de los Estados Unidos; en segundo lugar los cafetales de Brasil, y en tercer lugar las plantaciones azucareras de Cuba, siendo que las condiciones del tráfico, que de manos inglesas pasó a manos usenses, empeoraron aún más
En 1806 la flota negrera úsense era casi tan numerosa como la británica, siendo que sus buques no estaban regulados por algo parecido a la ley Dolben vigente en Inglaterra desde 1788, y que limitaba el número de esclavos por barco.
Los intereses usenses en el tráfico permanecieron incólumes a pesar de la abolición; actuación que quedó reflejada al más alto nivel.
En 1833, Nicolas Trist, secretario particular del presidente Andrew Jackson, había sido nombrado cónsul en La Habana. Respetaba a Tacón y le tenía simpatía, y colaboró estrechamente con él en la trata ilegal de esclavos, permitiendo que los traficantes usaran la bandera de Estados Unidos para evitar que los ingleses les pusieran dificultades. (Thomas 1971)
En el siguiente cuadro podemos observar la evolución de la población negra en la que se observa el incremento que queda señalado. También podemos observar que a mediados del siglo XIX la población esclava de Cuba es casi un 40 por ciento mayor que la suma de toda la población esclava existente en la América española antes de su separación.
Población negra en América a fines del siglo XVIII (Iraburu)
Región esclavos libres total
-Brasil 1.000.000 399.000 1.399.000
-Caribe frances 575.000 30.000 605.000
- Caribe inglés 467.000 13.000 480.000
-Estados Unidos 575.000 32.000 607.000
-América Hispana 271.000 650.000 921.000
Totales: 2.888.420 1.124.000 4.012.000
A mediados del siglo XIX se produjo un sensible cambio:
-Estados Unidos 3.953.696 488.134 4.441.830
-Brasil 1.510.806 4.245.428 5.756.234
-Cuba 370.553 232.493 603.046
-Puerto Rico 41.738 241.037 282.775
Totales: 5.876.793 5.207.092 11.083.885
Esos datos se refieren a dos momentos concretos, pero en cuanto al número total de esclavos negros que fueron trasladados a América no hay cifras fiables que podamos dar por definitivas. Siendo que hasta el año 1600 el tráfico realizado representa el 2% del total de la trata llevada a cabo entre finales del siglo XV y mediados del XVIII, Kennet Morgan señala unas cifras aproximativas globales que podemos tomar como referencia sin darles el valor de definitivas.
33.367 viajes, que embarcaron 10.148.288 esclavos en África y de 33.048 viajes que desembarcaron 8.752.924 esclavos, principalmente en las Américas, entre principios del siglo XVI y mediados del siglo XIX. (Morgan 2017: 29)
Pero a pesar de la magnitud del negocio, que se desarrolló muy principalmente a lo largo del siglo XVIII, esta modalidad de esclavitud estaba destinada a desaparecer. Así, en ese proceso, el año 1814 Holanda suprimía la trata. El año siguiente era Portugal quién, por conveniencia de Inglaterra, la suprimía al norte del Ecuador y no al sur, y España lo hacía en 1817 en esos mismos términos, siendo que en 1820 lo ampliaría al sur. Francia había hecho lo propio en 1819.
En ese orden, también Suecia había prohibido la trata en 1814. Todo de acuerdo con la declaración que al respecto emitió ese mismo año el Congreso de Viena, que abría las puertas a los nuevos métodos de esclavitud, que sería desarrollada conforme a las nuevas necesidades del capitalismo en desarrollo.
Pero al tiempo que eso sucedía, y desde 1820, se produjo un incremento del tráfico que aportó más de 30.000 esclavos a Brasil y unos 14.000 a Cuba y Puerto Rico, de forma que entre 1780 y 1822 se dobló el número de esclavos radicados en América, siendo que a Cuba llegaron del orden de 800.000 esclavos.
En el cuadro anterior destaca sensiblemente, además del enorme incremento de la esclavitud en los Estados Unidos y el segundo puesto detentado por Brasil, el incremento de la población esclava en Cuba, asunto que tratamos en otro lugar.
Pero la relación de este tráfico no debe cegar otro tráfico que se venía desarrollando hacia oriente, donde ni la legislación generada al respecto ni la actividad de la Sociedad Antiesclavista, creada en Inglaterra el año 1821 presidida por William Wilberforce, parlamentario británico que defendió la ley de abolición de la esclavitud, mostraba ningún interés sobre unas prácticas que bajo el imperio británico se desarrollaba con normalidad.
Es el caso que, acabada la trata de esclavos en África, empezó la colonización del continente.
Como venía sucediendo con anterioridad, los traficantes árabes enviaban también en el siglo XV y sucesivos, esclavos de África central a los mercados de Arabia, Irán y la India.
Pero fue a partir de 1830, cuando Inglaterra ya había abandonado el tráfico, cuando los árabes volvieron a convertirse en los principales traficantes.
Muchas embarcaciones árabes, desde diferentes puertos de Mozambique trasportaron gran número de esclavos para las islas Comores y Madagascar, entre otras regiones. La ciudad de Zanzíbar a partir de 1839 se convirtió en un verdadero centro del tráfico de esclavos en la costa oriental de África. A partir de 1854, el tráfico de esclavos para las islas francesas pasó a llamarse “exportación de trabajadores libres”. Esto se debió a la prohibición del tráfico y al control de los ingleses en el Índico. (Tuttolomondo 2002)
Esta actividad perduraría hasta bien avanzado el siglo XIX, cuando en 1873 el sultán de Zanzíbar, presionado por Inglaterra, abolió la trata.
Extinguida ésta, los últimos lugares donde se suprimió la esclavitud tradicional serían Cuba, donde fue abolida en 1886, y Brasil, que la suprimió en 1888.
Ya había entrado en funcionamiento, a pleno rendimiento, el nuevo sistema esclavista que hoy conocemos en todas las vertientes.
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Visita 17-9-2017
La esclavitud en las colonias europeas
Cuando en 1441 Antón Gonsalves introdujo en Portugal diez negros, podemos entender que se dio inicio al comercio negrero en Europa, siendo que en 1517 Fray Bartolomé de las Casas pidió a Carlos I la introducción de mano de obra esclava negra para atender el trabajo de las minas de La Española y de Jamaica.
En 1518 Carlos I autoriza a Lorenzo de Garrevod a pasar 4.000 negros a América. Durante los años 1518-1519 tiene lugar una fuerte epidemia de viruelas en el Caribe que diezma drásticamente la población aborigen, y acelera el aumento de la población negra, procedente de Guinea, con componentes del Congo, de Nigeria y de Angola.
En 1553 partían de Londres los primeros mercantes rumbo a África, siendo que en 1562 John Hawkins transportaba a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, y en 1595 los holandeses envíaban su primera expedición a Guinea.
Desde este momento, y hasta la supresión del tráfico, el golfo de Guinea sería el principal núcleo de extracción de esclavos.
Los portugueses habían constituido con aquellas tierras una circunscripción político-militar conocida como “Distrito de Biafra”, asegurándose de este modo por un tiempo el control de gran parte del negocio de la trata, preponderancia que en lo referente a las Indias Occidentales -con mucho el primer consumidor- convirtióse en monopolio durante los ochenta años de unidad ibérica. (Vilar: 268)
Pero ni el número de esclavos transportados ni las condiciones aplicadas se parecían grandemente a lo que posteriormente ocurriría. En 1612 los ingleses se establecieron en las Bermudas; en 1616 Holanda empezaba a colonizar la Guyana; en 1618 los ingleses se establecían en el río Gambia, y en 1619 introducen los primeros esclavos negros en Virginia.
Con los asentamientos británicos, holandeses y franceses se da inicio a un tráfico transatlántico que alcanza niveles nunca antes vistos. Pero no serían negros los primeros esclavos que sirvieron en las colonias europeas, siendo que los introducidos hasta el momento eran esclavos blancos, principalmente irlandeses.
Era, según su relación, más que inhumano el trato que los plantadores daban á estos esclavos blancos: limitada y perversa la comida, casi nulo él vestir, el reposo escaso, y tan frecuentes y crueles los castigos, aplicados moerdnitenaria por mero capricho ó entretenimiento, que algunos infelices morían á manos de sus brutales dueños. Uno de éstos hubo y se hizo tristemente famoso en la isla de San Cristóbal, nombrado Betesa, que llegó á dar muerte con su látigo á más de cien criados de los seducidos en Francia é Inglaterra. Los plantadores y piratas de esta Nación sólo se diferenciaban de los de procedencia francesa en ser algo más crueles. Servían entre ellos los contratados siete años, y cuando iban á cumplir los seis, mortificábanles sus dueños con tan atroces castigos, que les impelían á suplicar se les revendiese á otros amos, aun sabiendo que alargaban así la servidumbre de cuatro á siete más; dándose el caso de prolongar algunos infelices, en esta forma, su esclavitud hasta veinte años. (Alsedo 2013:)
Por otra parte, las colonias no estaban autorizadas a producir nada que no fuese demandado por Inglaterra, y los colonos debían suministrarse de las mercancías producidas en la metrópoli. Nadie podía importar ni exportar nada que no fuese británico.
Pero algo cambiaría en 1619 cuando un barco holandés hubo de repostar en Jamestown (Virginia). A cambio de los suministros dejó 20 africanos que llevaba a bordo. Fueron los primeros negros que entraban en las colonias de Norteamérica.
¿Y los nativos?... Serían exterminados
En los momentos en que los indios reclamaron la propiedad de tierra de valor agrícola, la coexistencia simplemente fue descartada. Si resistían la expropiación, entonces podían y debían, como dijo Locke, «ser destruidos como un león o un tigre, una de esas bestias salvajes, con las que el hombre no puede convivir ni estar seguro». (Ferguson)
Por qué Inglaterra prefirió el exterminio de los indios a su esclavización es una pregunta que nos es respondida por Hug Thomas.
Los colonos norteamericanos continuaron con esclavos indígenas a lo largo del siglo XVIII, pero, por razones que nada tenían que ver con lo moral, sino más bien por' miedo a que los cautivos indígenas provocaran guerras entre las tribus de las que procedían; por esto algunas colonias prohibieron su importación, entre ellas Massachusetts, Connecticut y Rhode Island (entre 1712 y 1714). (Thomas 1997: )
En 1625 los franceses se apoderaron de Haití, donde recalarían esclavos procedentes de Dahomey. Luego, Holanda trasladaría bantúes de Suráfrica a La Guayana, y los ingleses tendrían sus caladeros principales en la Costa del Oro (Ghana) y en Nigeria.
En 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados, y siete años después, en 1637, Francia construye el fuerte de San Luis del Senegal, al tiempo que Holanda toma las posiciones africanas de Arguin, Gorea y Elmina, hasta la fecha en poder de Portugal, convirtiéndose en estos momentos en los puertos de mayor tráfico, controlados por la Real Compañía de África. El objeto de esta compañía era suministrar anualmente 3.000 esclavos a las colonias azucareras.
Entre 1636 y 1640 la media de esclavos vendidos en Pernambuco fue de entre mil y mil ochocientos, mientras que en los seis años siguientes, de 1641 a 1646, la cifra se fue incrementando de 1188, a 1337, a 2312, a 3948, a 5565 Y volvió a bajar a 2589. "Sin los negros y los bueyes, nada podría esperarse de Pernambuco», le dijeron en 1640 al Heeren XIX, la suprema autoridad de la Compaüía de las Indias Occidentales. (Thomas 1997: 181)
Pero la carrera no hacía sino comenzar. Así, en 1641 es ocupado el territorio de Angola y Benguela por los holandeses, y Suecia no se quedaba a la zaga y en 1645 protegía su particular mercado construyendo el fuerte de Christianborg en Accra, Costa de Oro, siendo que en 1657 lo perdería en favor de Dinamarca, y en 1662 Holanda adquirió el control exclusivo de la trata en el Golfo de Guinea
Este frenesí esclavista se movía en torno al azúcar. Los esclavistas no dudaban en ejercer todo tipo de acciones, sin dejar aparte la piratería. En ese sentido y en este tiempo, Holanda ocupó el noroeste de Brasil, especialmente dotado para el cultivo de la caña, y ese fue el inicio de un incremento sin precedentes de la mano de obra esclava africana en la zona.
La toma de Curaçao por parte de Holanda, acaecida en julio de 1634, significó un fuerte espaldarazo a la evolución del esclavismo, siendo que en ella tuvieron un importante trampolín para acceder a la España americana, donde tuvieron gran influjo comercial apoyado con el aporte de la comunidad sefardí.
A partir de este momento, para España el comercio de esclavos se transformó en el poco envidiable asunto que tenía que tratar con sus pasados y potenciales enemigos. La reacción española fue predeciblemente orgullosa y poco realista: casi un cuarto de siglo después de 1640 la importación de africanos a Hispanoamérica, donde la demanda era en ese momento baja, estuvo terminantemente prohibida. Sin embargo, los esclavos se importaban de modo ilegal a través de las recién establecidas colonias holandesas, inglesas y francesas del Caribe. En 1662, España cedió con reticencia a la realidad y resucitó el sistema del asiento. (Browser: 142)
Para hacerse una idea de la carrera esclavista llevada por Europa, es necesario señalar las superficies de las islas ocupadas en el Caribe por las potencias europeas. Dejando Jamaica aparte, baste señalar que el año 1625, franceses e ingleses tomaron San Cristóbal; en 1628, Inglaterra ocupaba Barbados (431 km2) y Nevis (que junto a San Cristóbal suma una extensión de 269 km2; en 1632 tomaba Montserrat (102 km2) y Tobago (300 km2); en 1634 Francia ocupaba San Bartolomé (22,1 km2) y Santa Lucía (617 km2); en 1635 Guadalupe (253,8 km2) y Martinica (1128 km2), mientras Holanda, en 1634 ocupaba Curaçao (444 km2) y tomaba asiento en Guayana , y Francia, en 1604 se instalaba en Guayana y el gobernador francés de San Cristóbal, Le Vasseur, tomaba la isla de Tortuga (180 km2). Y esas extensiones de terreno eran superpobladas de esclavos.
Ese frenesí esclavista comportaba no pocos conflictos entre las naciones implicadas en la trata; así, en 1651, la Compañía Británica de las Indias Orientales arrebataba Santa Elena a los holandeses, y un año después es Holanda quién toma el cabo de Buena Esperanza.
Estaban tomando posiciones para el control del tráfico esclavista y del comercio en general, siendo prioritario dominar las rutas comerciales de España, cuestión que queda manifiesta en la trayectoria y en las instrucciones de Cromwell para la toma de Jamaica objeto que se revela en todas las instrucciones de 10 de octubre de 1665 para el Mayor General Richard Fortescue, primer gobernador inglés de Jamaica.
En esos dos sentidos, por circunstancias diversas, España estaba desaparecida, pero también estaba desaparecida en la misión llevada a cabo anteriormente. Por eso, traiciones de por medio, en 1655 perdía Jamaica, isla que acabaría siendo centro del tráfico negrero, a favor de Inglaterra.
Fue en estos momentos cuando Inglaterra, Francia y Holanda lograron arrebatar a España multitud de enclaves en el Caribe que dedicaron muy especialmente a la producción azucarera, y fue en estos momentos cuando se disparó la población esclava en la región. En apenas un siglo, las colonias inglesas importaron más de 2.000.000 de esclavos, y a finales del siglo XVIII, las colonias francesas concentraban cerca de un millón, cifras que, en comparación con los esclavos existentes en las Antillas españolas representaban más del 2000% de éstas, en las que no había más de 100.000, y en cuanto al régimen de esclavitud, es tema para tratar aparte.
A partir de este momento Jamaica llegó a ser el mayor exportador de azúcar a escala mundial.
A principios del siglo XVIII, Jamaica presentaba desde el punto de vista demográfico, una pequeña élite de hacendados blancos y una mayoría de esclavos negros. Sin embargo, esta mayoritaria población negra registró altas tasas de mortalidad debido a las enfermedades, el exceso de trabajo y a las severas y miserables condiciones de vida de las plantaciones; como bien afirma Turner, “La esclavitud en Jamaica mataba”. (Rezzonico)
Y aunque la carencia de derechos sería la norma en las colonias europeas, en 1661 fue promulgado en Barbados el Código de la Esclavitud, que pretendía regular el castigo de los cimarrones, pero que finalmente significó amparo legal para las técnicas de castigo ya aplicadas con anterioridad.
Ya en el preámbulo del Código se establecía que los negros serían tratados como bienes muebles (Chattel Property) en las cortes de la isla. Dicho preámbulo rotulaba a los negros como “una especie de gente pagana, salvaje, insegura y peligrosa” (Citado por Scott & Shade 66). El Código de Esclavitud de Barbados de 1661, no sólo significó la institucionalización legal de la esclavitud sino también sirvió como base y modelo para los Códigos de Esclavitud adoptados en otras colonias británicas, como los de Jamaica de 1664 y 1696, entre otros. (Rezzonico)
Y no sería sólo Barbados... En 1663 Maryland proclamó unas leyes por las que todos los negros eran considerados esclavos, extendiéndose su condición a su descendencia. Y en 1664 se estipulaba que los esclavos debían serlo de por vida, al tiempo que se prohibía el matrimonio entre mujer blanca y hombre negro, siendo condenada a esclavitud perpetua la mujer que casase con un negro.
No fueron los únicos códigos. Sirva como muestra el código de esclavos de Virginia, proclamado en 1682 . En el mismo se dictó la pena de muerte a todo aquel esclavo que escapase de sus amos.
Sirva, para remarcar la existencia de códigos de esclavos, que el adoptado en Jamaica no permitía a los amos matar arbitrariamente al esclavo, aunque si resultaba muerto accidentalmente durante el castigo, no había responsabilidad jurídica.
Códigos posteriores, como el de 1696, condenaba al asesino a ser quemado en la mano, y en 1717, se prohibió mutilar a los esclavos, bajo pena de cien libras.
el código de esclavos de 1664, explícitamente, delegaba derechos estatales soberanos al dueño de esclavos decretando que todos los delitos menores serían juzgados y resueltos por el dueño del esclavo o esclavos. Además de legitimar la facultad directa de los propietarios para castigar a sus esclavos, el Estado proporcionaba los recursos para la punición de éstos en forma privada por parte de sus amos. En ese sentido, los amos podían contratar empleados gubernamentales, tales como el “common whipman” (azotador común, usual), para flagelar a sus esclavos. Este azotador parece haber sido un individuo empleado por la jurisdicción cuyos servicios también podían ser comprados por el dueño de la plantación. (Rezzonico)
Y es que en estos momentos, los esclavistas sentían la necesidad de promulgar códigos especiales para los esclavos. De ahí que Francia, como consecuencia de la revuelta acaecida en Martinica promulgase el Code Noir el año 1685, por el cual se obligaba bautizar a todos los negros (art 2), prohibía cualquier otra religión (art. 3) y obligaba a respetar los domingos y fiestas de guardar (Art. 6), se prohibía a los negros portar armas (art. 15), las reuniones eran castigadas con penas que podían llegar a hasta la muerte (art. 16); se les prohibía el comercio (art 18-19), se estipulaba el mínimo de comida para los impúberes (art. 22), se les prohibía el alcohol (art. 23), a los amos se les obligaba a la manutención y el vestido de los esclavos (art. 24-25-26), a cuidar al esclavo en la vejez (art 27). Los esclavos podrían ser procesados (art 32), pero no podrían ser parte (art 31), estipulaba pena de muerte al esclavo que agrediese al amo (art 33), el robo podía acarrear la pena de muerte (art 35), el esclavo que huía durante un mes, era condenado a la mutilación de las orejas y si llegaba a dos meses, se le cortaba un brazo (art 37), el esclavo podía ser fustigado por el amo, pero no mutilado ni ejecutado (art 42), los esclavos eran declarados bienes muebles (art 44), se respeta la unidad familiar (art. 47).
Evidentemente, el Código Negro ratificaba lo ya actuado, con pequeños matices. Cualquier falta cometida por un esclavo sería juzgada por un Consejo de Guerra que al fin tenía la posibilidad de ordenar el fusilamiento.
Estos códigos, si sirvieron de algo, fue para el crecimiento de las colonias, que lo conocieron de forma espectacular a lo largo del siglo XVIII, y lógicamente, el mayor crecimiento humano estuvo representado por la esclavitud negra, que si en 1690 representaba el ocho por ciento de la población, en 1770, alcanzaba ya el veintiuno por ciento. En ochenta años, poblaciones como Boston, Nueva York, Filadelfia o Charleston habían duplicado o triplicado su población, siendo que, en números absolutos, las colonias británicas pasaron de contar con un total de 250.000 personas en 1700 a 1.600.000 a mediados de siglo, siendo variada la distribución racial. Jamaica acabaría convirtiéndose en una isla cuyos habitantes negros rondaban el 100% de la población, y en otras zonas, como Virginia, el porcentaje se quedaba en el cincuenta por ciento.
Y en esa crecimiento estaban implicados directamente los esclavistas, que pasaron a crear granjas de crianza.
El precio de las mujeres esclavas en edad de tener hijos se elevó espectacularmente, existiendo planes de reproducción que tenían previsto que cada esclava diese a luz un hijo por año. En ese propósito destacaron colonias como Virginia, Carolina del Norte, Maryland, Kentucky, Tenesse y Missouri.
Y el trato legal, acorde con el Código, estricto.
Durante todo el siglo XVIII, el código virginiano de la esclavitud incluía lo siguiente: Si se atrapa al esclavo, el juzgado del condado tendrá competencias para imponer castigos al esclavo en cuestión, bien sea por desmembramiento o cualquier otra forma de castigo, que a su discreción considerase adecuado, para la reforma de tal incorregible esclavo, y para aterrorizar a los demás de tales prácticas.(Zinn 2005)
Al amparo de las prácticas esclavistas llevadas a cabo por los europeos, Portugal, que sí, desde el descubrimiento llevó a cabo transporte de esclavos y sí, cuenta como país implicado en la trata, entre 1720 y 1730 transportó ingentes cantidades de esclavos negros a Minas Gerais, en Brasil, que hasta 1810 recibiría cerca de dos millones de esclavos africanos, siendo que , contrariamente a lo acaecido en las colonias europeas, gran parte de ellos fueron manumitidos y se mezclaron con la población no negra.
El desarrollo de la minería de oro en Brasil estaba intervenido directamente por Inglaterra, que desde su separación de España en 1640, y como sucedería con el resto de España en 1808, ya era, en rigor, colonia inglesa.
Pero, en rigor, las Antillas Menores (Barbados, S. Kitts, Antigua, Santa Lucía, Martinica y Guadalupe) eran las principales sociedades esclavistas del Caribe. Mediado el siglo XVIII, la Jamaica británica y el Santo-Domingo francés se habían convertido en los mayores y más brutales centros de explotación, acumulando un volumen de esclavos que rivalizaba con el de Brasil, siendo que geográficamente se trata de dos regiones incomparables, y acumulando unos índices de mortandad y de baja natalidad sin parangón, consecuencia de los abusivos sistemas de trabajo, que llevaban a los esclavos a la extenuación.
El alto índice de defunciones y la baja natalidad posibilitó que, en 1750, el Parlamento británico diese libertad al comercio de negros, como esclavos, desde y hacia cualquier parte de África entre Sallee, en el sur de Berbería, y el Cabo de Buena Esperanza, a todos los súbditos del rey de Inglaterra, y como consecuencia, en 1754 las colonias británicas tenían una mayoría absoluta de población esclava y los puertos de Londres y de Bristol eran los más importantes del mundo en este comercio.
Entre 1756 y 1763 tiene lugar la guerra de los siete años. En el curso de la misma, en 1758, el comodoro Augustus Keppel tomó para Inglaterra Gorée, en el África Occidental, a los franceses. Otro puerto de embarque esclavista de primer orden quedaba así al servicio de Inglaterra.
Pero el cambio estaba cercano; Inglaterra estaba tramando el cambio en el concepto de esclavitud, más acorde a los métodos que anunciaban los teóricos del liberalismo, y en 1787 Thomas Clarkson funda en Londres la British Antislavery Society, que luego es la base de asociaciones similares en los demás países europeos y americanos.
Mientras tanto, los métodos permanecían incólumes; así, a finales del siglo XVIII la producción de barcos negreros en Inglaterra conoció un especial auge, en parte merced al establecimiento en Cuba de toda una estructura esclavista bajo control británico. Desarrollaron la actividad de tal forma que, en 1806, de los 62 barcos entrados en el puerto de La Habana que se dedican al negocio de la trata, todos consignados por casas locales, 58 eran de bandera y tripulación norteamericana.
Es el caso que en la octava década del siglo XVIII, más de medio millón de esclavos trabajaban en las condiciones señaladas en el Caribe británico, y de hecho, la idea de que la esclavitud era legítima era común, entendiéndose que sin ella no sería posible la supervivencia del sistema económico británico... y sin embargo, en 1807 Inglaterra prohibió el comercio de esclavos y el 1 de agosto de 1838, los esclavos de las colonias inglesas se vieron libres al haberse decretado la abolición de la esclavitud.... Pero en el interín, el número de esclavos residentes se había duplicado con relación a los existentes sesenta años antes.
En cumplimiento de la nueva situación, Inglaterra había llevado a cabo una serie de acciones; así, mientras el crecimiento del número de esclavos en la Antillas se aceleraba, ocupó Sierra Leona en 1787, para destinarla a recibir a los esclavos negros repatriados. Los primeros fueron los residentes en la metrópoli. Los esclavos ingleses no serían destinados a Sierra Leona, ya que el sitio, calificado como idóneo para los negros, era calificado de inhóspito para ellos. En su lugar serían destinados a Australia y a Nueva Zelanda.
En 1785 el gobierno británico quiso aligerar sus prisiones, que estaban abarrotadas, enviando a condenados a Sierra Leona. Edmund Burke, el gran orador parlamentario, salvó a los presos de este destino al manifestarse con pasión en contra de mandarlos a lo que veía como una muerte segura en África. Entonces se escogió como alternativa el lugar, al parecer más salubre, de Botany Bay, en Australia. (Thomas 1997: 342)
En 1788 Inglaterra inició la dominación de Australia en la actual Nueva Gales del Sur con el arribo de una flota de 11 navíos con casi 1.500 ingleses a bordo. Convictos por los delitos más nimios que habían sido deportados en régimen de esclavitud, y durante más de 80 años unos 165.000 convictos fueron transportados a los presidios. Los últimos convictos que fueron trasladados a la fuerza a Australia llegaron en 1868.
La deportación en muchas ocasiones formaba parte de un proceso de selección física para el trabajo duro. En cierto sentido el sistema de convictos era una forma de esclavitud, aunque los convictos podían esperar su liberación tras haber cumplido su sentencia, y sus hijos eran libres desde su nacimiento. Muchos se enriquecieron y pasaron a formar parte de la clase de los colonos, y su turbio origen a menudo era convenientemente olvidado o encubierto.
Este hecho significó el inicio del genocidio en los pueblos aborígenes, que tuvieron que competir por conservar sus recursos vitales. La desestructuración de la sociedad aborigen, la pérdida de sus territorios de caza y de recolección provocó graves hambrunas… Los efectos combinados de las enfermedades, de la pérdida de sus tierras y de la violencia directa redujo la población aborigen en un 90% entre 1788 y 1900.
El mismo año que Inglaterra ocupaba Sierra Leona, Estados Unidos prohibía la esclavitud en el territorio al norte y oeste del río Ohio, y tres décadas después, en 1820, eran ya doce los estados que habían abolido la esclavitud.
Pero se hace necesario destacar que estos abolicionistas no lo eran por cuestiones humanitarias, y esa afirmación tiene como base las ideas de los mismos, de las que podemos empezar a entresacar algunas.
Para Jefferson, del mismo modo que existen graduaciones entre las razas animales y distintos estadios en la evolución, los negros eran notablemente inferiores a los blancos, sin dejar por ello de ser seres humanos. (Aparisi 1990:)
Y es necesario hacer hincapié en el dato, no vaya a pasar desapercibido: En 112 años exterminaron al 90% de la población aborigen.
En relación a la masacre estadounidense de los indios es interesante saber qué opina Carlos Marx, contemporáneo del asunto. Dice Marx:
Bakunin reprochará a los americanos una “guerra de conquista” que ciertamente asesta un duro golpe a su teoría fundada sobre la “justicia y la humanidad”, pero que fue declarada pura y simplemente en interés de la civilización. ¿O es que acaso es una desgracia que la espléndida California sea arrebatada a los mejicanos perezosos que no sabían qué hacer con ella? La “independencia” de unos cuantos californianos y tejanos españoles puede padecer por ello... Pero ¿qué es todo esto al lado de hechos tan importantes para la historia del mundo?”. (“Neue Rheinische Zeitung”, 15 – Febrero – 1849) (Savater, F. (1978). Panfleto contra el Todo. Barcelona: Dopesa, p. 97-98)” (Sáez)
Como contrapartida a la forma de entender la vida, veamos la opinión de un soldado norteamericano participante en el expolio de México:
Una cosa en particular me gustó mucho, y era la igualdad de todas las clases ante el altar de Dios. Porque aquí [en México] vi arrodillándose... al orgulloso castellano en cuyas venas corría la pura sangre de Cortés, al amarillo azteca, al estúpido indio y al decrépito negro, juntos, codo con codo; las distinciones de razas, de color, de riqueza, de clase era [sic] dejada de lado o desconocida y todos parecían considerarse mutuamente, al menos en el santuario, como iguales ante Dios. En una ocasión (y me alegro de que fuera un suceso común) vi a una muchacha española, bonita, joven y rubia, evidentemente de la clase superior, arrodillada y enfrente mismo de ella estaba un viejo mendigo negro en la misma posición, mientras que al lado del negro estaba un caballero castellano y su hijito... todos elevando devotamente sus oraciones... sin ni siquiera un pensamiento de “banco para negros” o “asientos de los pobres”, y entonces deseé que fuera así en mi propia tierra nativa, donde presumimos que todos los hombres son libres e iguales. (Un soldado de Ohio) (cf. Slotkin, The Fatal Environment, p. 186). De interés excepcional es el abandono de muchos soldados irlandeses y católicos de su lealtad americana, no simplemente desertando sino transfiriendo su lealtad a México. El famoso batallón San Patricio, que se distinguió en Buena Vista, fue formado por Santa Anna con esos desertores, cuya voluntad de combatir testimoniaba su motivo para desertar. (cf. Slotkin, The Fatal Environment, p. 187). Desde 1845, Irlanda estaba sufriendo la epidemia de la patata. Los irlandeses cultivaban la tierra de los ingleses, pero se alimentaban de pequeños huertos de patatas que, al ser atacados por un insecto, ocasionaron la muerte de cientos de miles y la emigración de otros muchos a Estados Unidos. En Irlanda había comida, cereales y ganado, pero estaba destinada a bocas inglesas. Inglaterra, tras tres siglos de colonización de la isla, había confiscado el 95 por ciento de las tierras a los nativos. Los soldados irlandeses del ejército norteamericano comprendieron que la guerra de Méjico – una guerra ofensiva en pro de la extensión de la esclavitud– era un acto de tiranía, como la que ellos sufrían en su patria, y decidieron ponerse de parte de la justicia, pasándose al bando mejicano.” (Sáez)
Evidentemente estamos ante una cosmovisión, la británica, que poco tiene que ver con la cosmovisión hispánica. En medio de una campaña mundial para la supresión de la esclavitud, resulta curioso comprobar qué pensamientos anexos eran propios de aquellos que se abanderaban como campeones del abolicionismo. Así, Abraham Lincoln declaraba:
No soy partidario -nunca lo he sido, bajo ningún concepto- de la igualdad social y política entre la raza blanca y la raza negra... Existe una diferencia física entre ellas que les impedirá, siempre, vivir juntas en igualdad social y política. Existe naturalmente una situación de superioridad e inferioridad, y mi opinión es asignar la posición de superioridad a la raza blanca». (Sáez)
Se oponía a la esclavitud, y esa idea la utilizó para defender sus intereses políticos y económicos, pero no podía ver a los negros como a ciudadanos con igualdad de derechos, sino que pretendía su libertad con el único objetivo de mandarlos a África.
De hecho llegó a expresar públicamente:
Diré, pues, que no estoy, ni nunca he estado, a favor de equiparar social y políticamente a las razas blanca y negra (aplausos), que no estoy, ni nunca he estado, a favor de dejar votar ni formar parte de los jurados a los negros, ni de permitirles ocupar puestos en la administración, ni de casarse con blancos...
Y hasta que no puedan vivir así, mientras permanezcan juntos debe haber la posición superior e inferior y yo, tanto como cualquier otro, deseo que la posición superior la ocupe la raza blanca. (Zinn 2005)
Y si de presidentes de los Estados Unidos hablamos, hay que señalar que para Thomas Jefferson no era posible que blancos y negros vivieran bajo un mismo gobierno, y negaba la relación entre ellas si no era mediante la sumisión.
Era absolutamente contrario a la mezcla entre las dos razas, circunstancia que se basaba fundamentalmente en su creencia en la inferioridad de los negros. En sus «Notes on the State of Virginia», afirmaba:
Entre los romanos la emancipación sólo requería un esfuerzo. Una vez manumitido el esclavo podía mezclarse sin manchar la sangre de su amo (ya que fundamentalmente se trataba de esclavos blancos) . Pero, entre nosotros hace falta un segundo esfuerzo, desconocido para la historia . Una vez liberado, debe ser desplazado más allá de la posibilidad de una mezcla. (Aparisi 1990: 462)
En ese sentido, la política inglesa de deportar a Sierra Leona fue redondeada por los Estados Unidos con un hecho idéntico: la conquista , en 1821, de un territorio frontero a Sierra Leona, que recibiría el nombre de Liberia, siendo su capital Monrovia, en honor al presidente usense James Monroe.
Fue la culminación, poco exitosa por otra parte, de una iniciativa que no le correspondía a él, sino a Thomas Jefferson, quién ya en 1779, cuando iniciaban la liberación de esclavos, y siendo poseedor de 260 esclavos, dio pie a un proyecto de ley por el que los libertos debían abandonar los Estados Unidos en el plazo de un año bajo pena de quedar al margen de la ley. El mismo proyecto era extensivo a los mulatos y las mujeres blancas, sus madres.
Si la medida no tuvo total cumplimiento fue debido a la ingente cantidad de esclavos que desconfiaba profundamente de semejante repatriación. No se cumplió la medida, pero con la abolición, los esclavos acabaron sufriendo condiciones en conjunto peores a las padecidas durante la esclavitud, y condenadas a la marginalidad, incrementándose en la población el sentido racista que fue fomentado desde pocos años después del primer arribo de esclavos negros a las colonias británicas con el fin de enfrentarlos a los esclavos blancos y evitar así, en lo posible sublevaciones conjuntas.
Y si no se llevó a efecto el masivo éxodo de esclavos liberados, sin embargo cuajó socialmente la política de marginación .
En medio de estas convulsiones, la situación de los esclavos en los Estados Unidos se veía alterada, motivo por el cual muchos esclavos de las plantaciones de arroz y algodón de Carolina del Sur, Georgia y Alabama, se refugiaron en los territorios españoles de la Florida, donde eran aceptados como hombres libres.
La población negra en estos momentos representaba el 20% de los habitantes de los Estados Unidos1, y la amenaza de revuelta era manifiesta, por lo que, resultando imposible la repatriación, no se hizo mención a la existencia de la población negra (ni para qué citar a la india) en la declaración de independencia, siendo que, por otra parte, los Estados Unidos tomaban el testigo de Inglaterra en el práctico monopolio de la trata atlántica.
El hecho de decir que la Declaración de Independencia, incluso en su propio enunciado, estaba limitada al concepto de "vida, libertad y
felicidad para los machos blancos" no significa denunciar a los creadores y firmantes de la Declaración, que tomaron las ideas de los machos privilegiados del siglo dieciocho. (Zinn 2005)
Mientras tanto, y como complemento necesario para redondear la política británica en lo tocante a la transformación del hecho esclavista, se produjo la que sin duda fue la principal rebelión de esclavos. Era el año 1791, y el lugar, Haití. La rebelión continuaría hasta 1804, con el acceso a la independencia, pero ya en 1794 la Convención francesa había decretado la abolición de la esclavitud en las Antillas francesas.
Se suceden unos años en los que el movimiento abolicionista se expande, siendo que en 1803 Dinamarca se convierte en la primera nación moderna en hacerlo. En 1807 Inglaterra abole la trata y en 1808 se prohíbe la entrada de esclavos en las colonias inglesas 2y en los Estados Unidos, pero esa es una cuestión que no sería totalmente atendida, ya que aunque fue gradualmente abolida en los estados norteños, no sucedió lo mismo en el sur, donde fueron trasladados los esclavos de los estados que la habían abolido, cuestión esta que movió fuertemente la economía.
Y al compás del movimiento abolicionista se reproducían las conjuras y las sublevaciones, que tuvieron especial significado en Carolina del Norte, Georgia y Mariland. En 1830 los negros en Estados Unidos, con 2.328.642 individuos, representaban el 20 por 100 de la población total, y la rebelión general era una obsesión .
Pero el gobierno no estaba dispuesto a que fuese la iniciativa de los rebeldes
la que lograra el fin de la esclavitud. Bien al contrario, el final del régimen esclavista estaría sometido al dictado de los amos, cuyas motivaciones no eran precisamente humanistas, sino economicistas. , y a ello se volcó Abraham Lincoln combinando a la perfección las necesidades del empresariado, la ambición política del partido republicano, y la retórica del liberalismo.
Lincoln pudo usar su habilidad para combinar los intereses de los muy ricos y los de los negros en un momento en el que esos intereses se encontraron. Y pudo vincular estos dos intereses con los de un sector creciente de americanos: los nuevos ricos blancos, de clase media, con sus ambiciones económicas e inquietudes políticas. (Zinn 2005)
El sur de los Estados Unidos, si bien producía una amplia gama de bienes de consumo (azúcar, arroz, tabaco, maíz), tenía su economía centrada muy especialmente en el cultivo de algodón , que si en 1800 producía 320.000 balas, en 1861 eran 4.000.000. Y la mano de obra estaba compuesta por esclavos negros, cuyo número, en ese mismo periodo, había pasado de medio millón a cuatro millones.
Así, aunque la importación legal de esclavos a los Estados Unidos quedó prohibida en 1808 y la esclavitud ilegalizada en numerosos estados a comienzos del siglo XIX, permaneció vigente en el sur hasta la década de los años 1860, cuando la enmienda 13 de la Constitución la declaró extinta. Pero la verdad es que no fue hasta el final de la II Guerra Mundial cuando se adoptaron medidas determinantes. No cabe duda que el proceso de Nuremberg tuvo sus secuelas; una, la citada, y otra, en Oceanía, el fin de la caza de aborígenes. Y es que resultaba sarcástico que los autores de estas actuaciones dilatadas durante siglos fuesen justamente la acusación de los supuestos crímenes de la Alemania Nacionalsocialista.
Por otra parte, si la esclavitud estaba prohibida en los estados norteños, lo era de forma nominal. Los negros libres no tenían la misma libertad que el resto de la población, hasta el extremo que, para 1860, los negros, para poder votar, debían demostrar la posesión de bienes por valor de 250 dólares, exigencia que no era aplicable a los blancos.
Es en estos años cuando se produce un rosario de supresiones nominales, tanto de trata como de esclavitud. Finalmente, la esclavitud había cambiado de nombre, y las actuaciones al respecto, también.
Entre 1818 y 1858 sucedieron fuertes enfrentamientos entre la población sureña de Estados Unidos y los pueblos seminoles (indígenas y afrodescendientes) de la Florida. Las personas estadunidenses intentaron capturar a las esclavizadas que habían escapado e impedir nuevas fugas, a la vez que intentaban adueñarse de territorios más fértiles. Los resultados de estas guerras fueron el desplazamiento de los seminoles y mascogos hacia reservas indígenas en otros estados, por ejemplo, Oklahoma, y la anexión de los territorios de la Florida a la nación del norte.(velázquez 2012: 30)
Para completar la parodia, en 1821 Se constituye en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, presidida por William Wilberforce, y el mismo año, la American Colonization Society desembarca en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia.
Pero esa libertad no pasaba de ser una parodia, pues ni Locke, ni Voltaire, ni Diderot, ni Rousseau, ni por supuesto Wilberforce y tantos otros materialistas que se manifestaron contra la institución esclavista, sentían otra cosa que desprecio por quienes estaban sometidos a ella, a quienes con dificultad les reconocían su condición de persona.
Por otra parte, no debemos olvidar que el movimiento abolicionista se centró en el ámbito atlántico, pero justo en ese momento, además de la esclavitud de los súbditos británicos que estaban siendo transportados a Australia y Nueva Zelanda, estaba muy presente en la India, siendo que en 1833 el parlamento británico rechazó aplicar la abolición en estas colonias.
Para la década de 1840, la India continuaba con un régimen esclavista, con un intenso tráfico al amparo de la corona británica.
Y en los Estados Unidos también seguían jugando con dos barajas.
Era el gobierno nacional el que, a la vez que aplicaba tímidamente la ley que tenía que acabar con el comercio de los esclavos, aplicaba sin contemplaciones las leyes que fijaban el retorno de los fugitivos a la esclavitud. Fue el gobierno nacional el que, durante la administración de Andrew Jackson, colaboró con el Sur para eliminar el envío de literatura abolicionista por correo en los estados sureños. Fue el Tribunal Supremo de los Estados Unidos el que declaró en 1857 que el esclavo Dred Scott no podía exigir su libertad porque no era una persona, sino una propiedad. (Zinn 2005)
No en vano, Jackson era negrero, especulador inmobiliario,y exterminador de indios.
Pero la historia de la esclavitud inexorablemente estaba encaminada a sufrir un cambio radical y casi inmediato: En 1863 Holanda suprimió la esclavitud en sus colonias americanas; dos años después quedó abolida en todo el territorio de los Estados Unidos, y en 1873 Inglaterra impuso al sultán de Zanzíbar el fin de la trata; en Cuba se suprimió en 1880, y en Brasil en 1888.
Y los métodos de la Edad Moderna siguieron usándose mientras se convertían en los nuevos métodos actualmente vigentes. Así, destaca la actuación de Bélgica en el Congo llevada a cabo hasta 1914.
Las plantaciones de caucho y los ferrocarriles de la Asociación Internacional fueron construidos con trabajo esclavo y las ganancias iban directamente a los bolsillos del rey Leopoldo II. Fue tal la rapacidad de su régimen que el coste en vidas humanas debido a los asesinatos, el hambre, la enfermedad, la reducción de la fertilidad, ha sido estimado en diez millones de personas, la mitad de la población existente. (Ferguson)
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La esclavitud y la piratería
Desde el principio del tráfico atlántico, la piratería jugó un papel importante en el tráfico de esclavos, siendo que en un momento tan temprano como el año 1562, el pirata John Hawkins, al servicio de la corona inglesa, transporta a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos transportados por Inglaterra.
Al amparo de la corona británica, Hawkins formó en 1555 una compañía que realizó sus expediciones a la costa occidental de África y se dedicó al tráfico de esclavos en los siguientes años.
Su suegro, Benjamin Gonson, era tesorero de la Marina, y con el alcalde de Londres, Thomas Lodge, con el intendente de la Marina William Winter y otros personajes de la alta alcurnia británica, subvencionaron la armada pirata que encabezaba. Lógicamente, la subvención no lo era a título gratuito, sino con la esperanza de recoger pingües beneficios producidos por la actividad delictiva de su protegido.
En 1564 recibió patente de corso y llevó a cabo una nueva expedición con una flota de cuatro navíos subvencionados por un grupo de notables británicos entre los que se encontraba la propia reina, que facilitó dos buques, el mayor de los cuales, el Jesus of Libeck, desplazaba setecientas toneladas, como aportación personal a la empresa pirática, que debía desplazarse en primer lugar a África para cargar quinientos esclavos y a robar lo que pudieran.
De principio a fin promocionada por la corona inglesa, se trataba, también de principio a fin de una operación ilegal, contra el derecho internacional, todo en el ámbito de la política que seguiría Inglaterra, al menos desde ese momento... y hasta hoy mismo.
Pero la actividad del tráfico esclavista, al fin, no ocupó excesivamente a la piratería inglesa, manteniendo el bajo ritmo imprimido por Portugal, hasta que Inglaterra logró establecimientos en tierras americanas. A las que explotó conforme corresponde a las formas inglesas, concentrando en territorios minúsculos grandes cantidades de esclavos.
Pensemos que, a pesar de que la propaganda británica nos presente hoy a los piratas como aventureros idealistas, eran, ante todo y sobre todo, asesinos; pensemos que, a pesar de la propaganda británica, los logros más importantes de los piratas, se ceñían en asaltos a ciudades y a barcos que bien estaban desarmados o la potencia de fuego era muy inferior a la de los piratas, y que, después de todo, los triunfos obtenidos militarmente en el momento fueron contadísimos, siendo que la mayoría de las posiciones que iban tomando se limitaban a islotes que España abandonaba; así, el año 1625, franceses e ingleses tomaron San Cristóbal; en 1628, Inglaterra ocupaba Barbados (431 km2) y Nevis (que junto a San Cristóbal suma una extensión de 269 km2; en 1632 tomaba Montserrat (102 km2) y Tobago (300 km2); en 1634 Francia ocupaba San Bartolomé (22,1 km2) y Santa Lucía (617 km2); en 1635 Guadalupe (253,8 km2) y Martinica (1128 km2), mientras Holanda, en 1634 ocupaba Curaçao (444 km2) y tomaba asiento en Guayana, y Francia, en 1604 se instalaba en Guayana y el gobernador francés de San Cristóbal, Le Vasseur, tomaba la isla de Tortuga (180 km2).
Y esos enclaves, de dimensiones ridículas se convertirían en las joyas de la corona británica, que para tantas películas ha dado. Cierto que al fin no estaban equivocados y acabaron conquistando la totalidad de España en los cinco continentes, pero también cierto que si encomiable es su astucia, encomiable es su falta de principios.
Es el caso que, volviendo al pirata Hawkins, la expedición resultó todo lo favorable que deseaba la corona británica; raptaron y compraron esclavos; se apoderaron de un buque portugués, y tras cruzar el Atlántico, y con el pretexto de reparar daños, impusieron la venta de los esclavos para poder hacer frente a las reparaciones; acción que culminaron con el incendió de la población de Río de la Hacha sin que ningún acto hostil les incitara a ello.
Y es que el pirata hizo gala de las artimañas que identifican durante siglos la actuación británica. Así, al acercarse a las costas venezolanas, dirigió un escrito a Alonso Bernáldez, gobernador de la provincia, indicando que las tempestades lo habían arrojado al lugar, donde esperaba que la buena voluntad de los españoles le permitiera reparar sus navíos para continuar su viaje, y señalaba que, para poder hacer frente a los gastos derivados de la operación sería necesario proceder a la venta de las mercancías que almacenaba en sus bodegas, parte de las cuales estaba compuesta por esclavos africanos.
Tan modosa petición iba acompañada de una amenaza: si no se le concedía permiso se vería obligado a atacar la plaza y forzar la comercialización, y como las fortificaciones no existían en ese momento, el gobernador se vio obligado a doblarse a las intenciones del pirata.
Sería un gran triunfo de Inglaterra que en 1568 recibiría respuesta en San Juan de Ulúa, donde el pirata sufrió una humillante derrota de la que sólo se libraron dos buques, el Minion y el Judith, siendo este último comandado por Francis Drake, acérrimo anticatólico.
También el Salomón, capitaneado por John Hawkins, tenía el mismo régimen y fue tomado por la Armada española, como fue tomado el Jesus of Libeck. Esto, para Inglaterra, fue una afrenta, como también lo fue para la comunidad judía, cofinanciadora de la expedición (de ahí el nombre de las embarcaciones, en las que, por otra parte, se seguía un estricto régimen judío, tanto de alimentación como religioso).
Hawkins fue honrado por Isabel I con el título de caballero, pero resultga curioso que de lo que se jactaba no era de ese, sino de algo que le resultó de vital importancia para engañar a los comandantes de los puertos que pretendía atacar.
John Hawkins se jactaba de haber sido nombrado caballero por el mismísimo Felipe II, cuando éste visitó Inglaterra años antes, hecho en el que se amparaba, junto con las cartas de “buena conducta” obtenidas de algunas autoridades portuarias españolas, lo que le permitía negociar antes de que su presencia generara desconfianza y violencia. (García de León: 182)
Drake figura sin dudar entre los más famosos piratas y nobles ingleses. Discípulo y sobrino de Hawkins inició su actividad en 1571 como sucesor de éste al mando de cinco buques propiedad de diversos hacendados ingleses y uno propiedad de la reina de Inglaterra; su destino, Guinea, donde cargaron las bodegas con esclavos cuyo destino era América, pero en el Golfo de México fue hecho preso.
Había empezado la carrera de los piratas, que iría in crescendo al compás del lucro obtenido, acabando representando, en especial para Inglaterra y para Holanda, unas potentísimas armadas que, si no obtuvieron grandes éxitos sobre el terreno, fueron imprescindibles para el desarrollo del tráfico esclavista... y en tiempos modernos, magnificados sus exiguos éxitos (manifiestos en los enclaves obtenidos por Inglaterra, Holanda y Francia en América), para ridiculizar a quien no supo acabar con estos delincuentes cuando podía haberlo hecho.
Así, en 1599 Holanda eximía de impuestos a los buques que regresaban a Holanda cargados de oro, y el oro, en el imaginario europeo, estaba en España, por lo que multitud de buques holandeses iniciaron su particular carrera de Indias siguiendo las estelas de los barcos españoles.
Pero el oro no sólo estaba en los galeones españoles, sino en el tráfico de esclavos, que curiosamente se vio cortado en Amsterdam, donde por cuestiones morales no podían ser vendidos.
Todo cambiaría tras el desastre de la Grande e General Armada acaecido en 1588. Al rebufo de la misma los holandeses tomaron la isla de Santo Tomé en 1599.
A partir de ese momento se desarrolló un tráfico ilegal que, al amparo de las flotas piratas inglesas y holandesas trasegaba esclavos obtenidos en África hacia el Caribe; tráfico que seguiría un ritmo creciente especialmente significado a partir de 1612 cuando Inglaterra tomó las islas Bermudas. Y todo, al amparo de compañías por acciones que cotizaban en bolsa y tenían un importante peso político.
En Inglaterra, Holanda y Francia fueron donde se fundaron la mayor parte de estas Compañías. En el caso holandés distinguimos principalmente tres: la Compañía de las Indias Orientales (VOC, 1602), la Compañía del Norte (1614) y la Compañía de las Indias Occidentales (VIC, 1623). (Eiré)
Las acciones de piratería llevadas a cabo por la armada británica, (que al cabo esa era la condición de los piratas), se desarrollarían durante toda la historia de la trata, y el resto de actuaciones, como no podía ser de otro modo, iban por el mismo camino, desatendiendo el derecho internacional.
En ese sentido, un personaje torcido, el padre Antonio de Crato, pretendiente a la corona de Portugal que por derecho correspondía a Felipe II, concedió a Inglaterra, con su supuesta autoridad, el derecho a comerciar pacíficamente en la costa de Guinea...
Y en este caso, ese fue el argumento utilizado por la que justamente ha venido a ser conocida como la Pérfida Albión, para invadir territorios ajenos de forma pacífica... o de forma violenta.
Lógicamente Antonio de Crato, como posteriormente sucedería con los próceres americanos (todos los promotores de las guerras de separación del siglo XIX), vivió en Londres como un títere, cebado y observado por las autoridades inglesas, siempre alertas en vigilar sus propios intereses y expertas en crear quintacolumnistas que defiendan sus intereses en casa ajena.
Y es que Inglaterra siempre ha pretendido dar carácter de legalidad a sus actuaciones de delincuencia internacional.
Es el caso que al compás de estas actuaciones, la piratería seguía cumpliendo sus funciones como adelantada de Inglaterra, que seguiría formando generaciones de piratas.
Así, a la sombra de John Hawkins se formó su hijo Richard, y Francis Drake, su sobrino, que en poco tiempo llegó a eclipsarlo por la audacia de sus hazañas en la guerra contra España.
En 1600 se creó en Londres la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que perviviría como tal hasta 1858, cuando fue clausurada por el gobierno británico; Holanda hizo lo propio en 1602 con la Compañía Holandesas de las Indias Orientales (o VOC), mientras los franceses esperaron hasta 1664 para constituirla. En relación a la VOC, que llegó a contar con ochenta mil empleados entre marinos (25%), militares (12,5%) y civiles, señala Rafael Valladares:
La Compañía obtenía el monopolio del comercio con todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza por un plazo de veintiún años. Se le conferían poderes comerciales, militares (autoridad para declarar la guerra) y políticos (potestad para concertar alianzas) aunque bajo la supervisión de los Estados Generales que, además, se reservaban el derecho de revisar (esto es, limitar o revocar) esta cláusula. (Valladares)
Las generaciones de piratas se fueron sucediendo en el tiempo, y el tráfico de esclavos fue su fiel compañero que no les impedía atender otras actividades ilegales e inmorales.
En 1662, la Compañía Real Africana proveía tres mil esclavos al año a las Indias Occidentales, número que se incrementó a cinco mil seiscientos en 1672. Una vez que se suprimió el monopolio de la compañía en 1698, el número de traficantes de esclavos individuales (personas como Newton) se disparó. En 1740, Liverpool enviaba treinta y tres barcos al año en el viaje triangular entre Inglaterra, África y el Caribe. (Ferguson)
Y el poder de estas compañías era omnímodo y presumiblemente autónomo, teniendo facultad para “fundar factorías y colonias en las tierras adquiridas, y además nombrar sus mandos y gobernadores. Pero al respecto es digno de reseñar que las compañías tenían el derecho a ejercer su poder legislativo y judicial en sus ámbitos de jurisdicción, siendo que esa potestad se otorgaba con el objetivo primordial de que la compañía favorecería el comercio de los súbditos de Holanda (en el caso de la VOC) o de los ingleses (en el caso de la Compañía Real Africana) y en hacer la guerra a los españoles. Como en el caso de la piratería tradicional, en el que evidentemente tomaban parte principal, los estados europeos daban una cobertura total, al tiempo que, al darles estatus jurídico de compañía privada, se mantenían al margen de responsabilidad en sus actuaciones ilegales, aunque no por ello dejaban de participar en los beneficios que generaban.
Así, en 1613 los holandeses ya tenían una factoría en la isla de Manhattan, a la que seguirían otras en el Caribe; islas deshabitadas que fueron siendo ocupadas subrepticiamente por los piratas, y en 1616 empiezan a colonizar la Guyana.
Y en Manhattan, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales acabó fundando en 1625 la ciudad de Nueva Amsterdam, que en 1674 se convertiría en Nueva York.
A título de ejemplo que puede ser extrapolado, los piratas de la Compañía Británica de las Indias Orientales tenían un mercado de primer orden donde el aporte masivo de esclavos quedará sin que se le pueda poner cifra aproximativa al no existir ningún registro que pueda verificar el hecho.
La flota colonial de la Norteamérica británica contribuyó a los flujos de la trata de esclavos durante el siglo XVIII, sobre todo desde Rhode Island. Newport se convirtió en el principal puerto norteamericano relacionado con la esclavitud trasatlántica, cobrando mayor importancia que el puerto de Nueva York, que era mucho más grande. (Morgan 2017: 34)
El desarrollo del tráfico negrero se veía permanentemente acelerado, y eso era consecuencia de los éxitos obtenidos por la piratería. Así, en 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, de donde sacarán los esclavos que en 1619 introducirán en Virginia y en 1630 en Barbados para atender la producción azucarera.
Y las acciones iban teniendo lugar a un extremo y otro del Atlántico, siendo que en 1637 ocupaban Elmirna en África, en un rosario de acciones que acabaría dándoles preeminencia en el tráfico negrero. Acciones que completan con operaciones comerciales, como la realizada en 1617 mediante la cual compraron a los portugueses la isla de Gorée, que fortificada inmediatamente les posibilitó el acceso a los principales centros del tráfico continental africano.
Durante los primeros años del siglo XVII los holandeses arrebataron al pueblo navegante sus mejores florones coloniales, no sólo en el África —donde capturaron la fortaleza de Sao Jorge da Mina y momentáneamente Sáo Thomé y la desembocadura del Zaire—, sino también los establecimientos de las Indias Orientales y aun Sáo Salvador, en el Brasil. Los holandeses establecieron en Elmirna el centro de sus operaciones y en esta factoría, la Compañía establecida para tratar en el África tenía una numerosa planta de empleados encabezados por un Director General, pastores, fiscales, factores, sub- factores, asistentes, almacenistas, contadores, soldados y esclavos (Aguirre 1946: 54)
Un pirata holandés, Benjamin Raule, de Zelanda, tomó asentamientos en África, en la que posteriormente sería Princestown, en Ghana, lo que serviría de trampolín para otros asentamientos, como en Arguin, desde donde pudieron llevar a cabo sus acciones de contrabando de todo tipo de mercaderías, entre las que destacaban los esclavos.
Al concluir la tregua de los 12 años entre España y las Provincias Unidas, Holanda creó la Compañía holandesa de las Indias Occidentales (en holandés: West-Indische Compagnie o WIC) el 3 de junio de 1621. Sería ésta compañía la que tendría más significación en la consecución de asentamientos en tierra.
La compañía contaba con una junta directiva de 19 miembros, conocidos como los Heeren XIX (señores), y contaba con cinco oficinas ubicadas en Ámsterdam, Rótterdam, Middelburg, Hoorn y Groningen, siendo su objeto primero el comercio, principalmente de esclavos, y la piratería, y la instauración de colonias holandesas, como las llevadas a cabo en Curaçao en año 1634, o Recife en 1630.
La ofensiva pirático esclavista llevó a los holandeses a intentar la toma del puerto del Callao, en Perú, en 1624, resultando fallido el intento, pero un año más tarde tomaron Bahía, capital entonces de Brasil, durante casi un año, y en 1630 tomaron Pernambuco.
La acción combinada de piratería y esclavismo representó para Holanda un provecho económico de envergadura traducido en un importante incremento del cultivo del azúcar con mano de obra esclava, que provocó en Holanda la creación de una poderosa colonia en la zona, para lo que destinó como gobernador al conde Mauricio de Nassau, descendiente de Guillermo de Orange, que sin embargo no pudo mantener la colonia ante el empuje de Portugal, que resolvió favorablemente la situación expulsando a los holandeses.
La edad de oro de la piratería y el esclavismo había llegado de la mano de holandeses e ingleses. En 1629, el pirata Piet Heyn, almirante de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales aliado con Moisés Cohen Henriques, capturaba la flota de la plata; en 1630, 56 navíos al mando de Diederik van Waendenburgh y Hendrick Lonck toman Recife. En 1635 toman el Fuerte Nazaret, y en 1637 Mauricio de Nassau consolida la colonia, e intenta retomar Salvador de Bahía.
Y en 1634 a conquista de Curaçao, en el Caribe venezolano significó, además de la presencia holandesa en el Caribe venezolano, la formación de un conglomerado de plantaciones azucareras que en diez años absorbió la importación de unos treinta mil esclavos africanos que cruzaron el Atlántico transportados por esclavistas holandeses.
Y esta actuación fue in crescendo, hasta producirse una gran conjura que abarcaba los territorios del Perú, de Colombia y de México. Una conjura que ocasionó la intervención de la Inquisición, que no perseguía casos de piratería y de contrabando de esclavos, sino tan sólo asuntos de fe.
La cuestión de un Auto de Fe como el de 23 de Enero de 1639 nos llama profundamente la atención, tanto por número de condenados a relajación como por el número de procesados. ¿Qué estaba pasando? Los documentos inquisitoriales sólo hacen mención a la cuestión de la heterodoxia de los reos y no a otras cuestiones, pero es menester realizar un análisis del por qué un Auto tan numeroso, y ello nos dará respuesta, no sólo a lo que se nos plantea en 1639, sino las cuestiones anexas (o prioritarias) que sucedían y provocaron al fin la celebración de este Auto de Fe.
Es el caso que en el siglo XVII, la colonia judía de Ámsterdam mantenía muy cercanas relaciones con sus correligionarios establecidos en América, al tiempo que colaboraba muy directamente en la piratería a través de la Compañía de las Indias Occidentales, creada en 1623 a imagen y semejanza de la Compañía de las Indias Orientales, de 1602, donde tenían intereses de primer orden, y con la que consiguieron asientos en Extremo Oriente e intentaron conseguir asentamientos en América.
Es también el caso que la mayoría de los procesados en Lima (la Inquisición no efectuaba una acusación sin estar en la certeza de la culpabilidad del imputado, inquirida con anterioridad a su detención) estaban relacionados, de forma más directa que indirecta con las actividades llevadas a cabo por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, financiadora de las actividades de los piratas, y que en aquel momento se encontraba asentada en Curaçao, Pernambuco, Recife…
En torno a estos hechos, en Lima se produjo lo que fue conocido como Complicidad Grande, una conspiración política orquestada por los criptojudíos, en connivencia con la piratería anglo-holandesa.
La Complicidad Grande fue descubierta el 2 de abril de 1635, cuando fue detenido Antonio Cordero, que formaría parte, como reconciliado, en el Auto de Fe de 1639, sin recibir otro castigo que el destierro.
La trama incluía familiares de la Inquisición, como Ambrosio Morales, y como el capitán Martín Morata, empleado de confianza del virrey y su núcleo familiar, que como el de los principales implicados, formó parte del proceso, en que acabaron procesadas ciento sesenta personas.
La Complicidad Grande pudo tener lugar gracias a que los judaizantes acumulaban gran poder, económico y logístico, lo que les permitía controlar de manera “quasi mafiosa” la actividad comercial en Lima, donde los comerciantes que no pertenecían a su comunidad se veían obligados a efectuar transacciones que pueden ser entendidas como vejatorias.
Pero no era sólo el comercio a lo que aspiraban; sus contactos les permitían incluso aspirar a controlar algún almacén de interés militar, aunque de forma casi milagrosa no llegaron a alcanzar este extremo, ya que, según relata José Toribio Medina, de conformidad con los holandeses pretendían volar la ciudad.
Manuel Bautista Pérez, que acabaría siendo relajado al brazo secular, había amasado una de la más importantes fortunas del Perú gracias al tráfico de esclavos, siendo directa su relación con la VOC.
Si la Complicidad Grande significó una alerta de importancia en el Virreinato de Perú, no se trataba de una acción centrada en él, sino que, como queda señalado, tenía aspiraciones mayores.
Así, la Complicidad no era una cuestión estricta del Virreinato de Perú. Siendo que la fuente del conflicto eran los establecimientos holandeses de Brasil, por lógica estaba extendida también por Cartagena y muy especialmente por México, donde se descubrió que varios de los procesados viajaban con frecuencia, supuestamente por intereses comerciales. No en vano, también en México se descubriría una conjura similar en 1642. La ramificación tiene connotaciones familiares y de negocio de tráfico de esclavos, al que se dedicaba Simón Váez de Sevilla, residente en México, que compartía apellido con cuatro de los procesados en Lima.
Y la importancia que la intervención de la Inquisición tuvo para el desarrollo del tráfico esclavista parece esencial, pues de haber triunfado la conspiración, ingleses y holandeses hubiesen encontrado un campo vastísimo para el exterminio de indígenas y el traslado de esclavos, ni más ni menos que lo que hicieron allí donde estuvieron; pero la Inquisición hizo un papel ejemplar: detuvo la operación y a un bajo coste de once relapsos.
Que en un sólo Auto fuesen condenado tantos reos no es común, sino muy extraordinario en la historia de la Inquisición, y destaca también que las actividades de los relapsos estaban relacionadas con la piratería y el tráfico de esclavos.
Finalmente, la conspiración fue atajada en Lima, Cartagena y México, pero los intentos, como demostraron las incursiones de piratas, no quedaron en el olvido; así, en 1655, Simón de Cáceres, judío portugués, planteó a Cromwell la conquista de Chile, que no se llevó a efecto. Sí se llevó a efecto en ese mismo año 1655, con su colaboración, la toma británica de Jamaica, donde fueron parte importante los marranos residentes. El conspirador compartía apellido con Diego Morán de Cáceres, condenado en Lima, por bigamia, en 1625.
BIBLIOGRAFÍA:
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Valladares, Rafael. Definición de Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. http://www.lahistoriaconmapas.com/historia/historia2/definicion-de-compania-holandesa-de-las-indias-occidentales/
Los intereses británicos en la estructura esclavista
En 1553 salen de Londres, rumbo a África, los primeros barcos ingleses que inaugurarían el largo y tortuoso camino de la esclavitud negra en manos de Inglaterra, y en 1562, conjugando a la perfección la piratería con la trata de esclavos, el pirata Hawkins, en defensa de los intereses económicos de la corona británica, roba y vende subrepticiamente, de contrabando, un pequeño grupo de esclavos africanos. De los esclavos blancos se encargarían otros funcionarios.
Y la esclavitud era para la corona británica, según declaraban en documentos de 1663
La fuerza y el músculo de este mundo occidental.
La esclavitud de los negros exigió el tráfico de esclavos negros.
Por lo tanto, la preservación y la mejora del comercio con África, se convirtió en «un asunto de la más alta importancia para este reino y para las plantaciones que a él pertenecen». (Williams 2011:63)
Aunque suene a perogrullada, como a perogrullada suena que los esclavos irlandeses, escoceses e ingleses que Inglaterra transportó a América exigió el tráfico de esclavos blancos.
También puede ser de Pero Grullo señalar que el encargo de toda la operación marítima, comercial y de piratería estaba encomendado a piratas británicos. Tal era la Company of Royal Adventurers, encargada de comerciar en África los productos manufacturados en Inglaterra (desde armas hasta textiles o herramientas de todo tipo) con un contrato que concedido en 1663 debía tener una validez de mil años, periodo que se vio drásticamente acortado en 1672 cuando se creó la Compañía Real Africana, como monopolio para la trata de esclavos, pero ese monopolio duraría sólo hasta 1698, cuando el tráfico de esclavos fue reconocido como un derecho fundamental y natural de los ingleses... si bien no de todos los ingleses, porque miles de ellos fueron protagonistas del hecho esclavista, si, pero no como traficantes, sino como traficados.
Y es que el sentimiento inglés de envidia imperial se agudizó después de la Reforma.
Los defensores de la guerra contra la España católica comenzaron a decir que Inglaterra tenía el deber religioso de construir un imperio protestante para equiparar a los imperios «papistas» español y portugués. El erudito isabelino Richard Hakluyt sostenía que si el Papa podía dar a Fernando e Isabel el derecho a ocupar «tales islas y tierra firme… como las que vos podéis haber descubierto o descubriréis» fuera de la cristiandad, la corona inglesa tenía el deber de «ampliar y fomentar […] la fe de Cristo» en pro del protestantismo. La concepción inglesa de imperio se formó por tanto en reacción a la de su rival española. El imperio de Inglaterra debía basarse en el protestantismo, el de España en el «papismo». (Ferguson)
En otros lugares hemos dejado señaladas las fechas en que Inglaterra empezó a tener asentamientos en América y cómo empezó a nutrirlos, justamente, de esclavos blancos, a los que posteriormente acompañaron y finalmente suplieron los de raza negra.
Esta situación comenzó a darse en el siglo XVII. En este tiempo, la inmensa mayoría de esclavos en territorios británicos de América eran blancos y católicos... y la gran mayoría irlandeses, si, pero también eran abundantes los ingleses y los escoceses.
El año 1625, una orden real estipuló que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales. Sería el inicio de una gran deportación que se contaría en cientos de miles de personas (hombres, mujeres y niños). Pero la práctica ya había sido conocida en 1612, en la Guayana.
Pero eso sólo sería el principio. Como consecuencia de la revolución irlandesa de 1641, que se mantendría candente durante once años, la población de Irlanda descendió de aproximadamente un millón y medio de habitantes a poco más de seiscientos mil. El motivo fue el genocidio llevado sobre ellos por Inglaterra, que comparado con lo que vino después debía parecer una situación idílica.
Y es que entre 1650 y 1660 la dictadura de Cromwell instaló el que fue conocido como Reinado del Terror, que de forma proactiva agudizó el genocidio que ya venía conociendo la población irlandesa y católica.
Pero el pragmatismo británico supo tomar la medida del asunto y supo calibrar hasta dónde debía seguir con el genocidio y hasta dónde con la esclavización. Así, en 1650, llegaron a las plantaciones caribeñas de Saint Kitt 25.000 esclavos irlandeses.
Carecemos de datos tan siquiera aproximativos, pero se calcula que en esta década la corona británica secuestró a unos cien mil niños irlandeses de entre 10 y 14 años y los llevó a las plantaciones del Caribe, Virginia y Nueva Inglaterra.
Cromwell murió en 1660, pero el pragmatismo británico no defenestró su figura. Su sucesor Carlos II, hijo del decapitado Carlos I (decapitado por Cromwell), no dudó en mantener el negocio de la trata, con el compromiso de entregar al menos 3.000 esclavos anuales a la Real Compañía de Aventureros.
Estos traficantes de esclavos detentaban altas posiciones sociales en Inglaterra. Una lista que, conforme señala Eric Williams estaba encabezada por la realeza e incluía tres duques, ocho condes, siete lores, una condesa y veintisiete caballeros.
En este periodo, el tráfico atlántico de esclavos procedente de África se mantenía en unos límites bajos... muy bajos en comparación con lo que tenía que venir, y no es de extrañar dado que mientras un esclavo irlandés costaba el equivalente a 5 libras esterlinas, uno negro costaba entre 20 y 50 libras, por lo que no había duda para los dueños de las plantaciones, que con esos precios no tenían apenas interés en mantener vivos a los esclavos irlandeses.
Tan poco respeto tenían por la vida del esclavo que quién había participado directamente en el genocidio irlandés, el coronel William Brayne, que en 1653 tomó parte en el sometimiento de Irlanda, pedía en 1656, cuando era gobernador de Jamaica,3 que la corona hiciese llegar a la isla más esclavos negros, ya que puesto que los dueños tendrán que pagar más por ellos, tendrán más interés en mantenerlos con vida.
Y es que los esclavos irlandeses debían ser liberados en un plazo máximo de diez años… pero esto no sucedía con frecuencia, ya que la mayoría moría antes, y para el resto se buscaban subterfugios que les alargaban la condición... si tenían la suerte de sobrevivir. Como ejemplo a destacar podemos señalar que entre 1641 y 1649 se compraron en las Barbados 21.700 esclavos irlandeses. Sin embargo, parece que nunca hubo más de 8.000 o 10.000 en las islas. El motivo no es otro que el apuntado: la muerte en un corto periodo exigía el aporte de nuevos esclavos.
En unos primeros tiempos, cualquier dueño podía matar a cualquiera de sus esclavos sin necesitar dar explicación alguna. No obstante, aunque William Brayne había fallecido en 1657, otros se encargaron en llamar la atención de forma que en 1667, el Acta de Regulación de Esclavos en las Plantaciones señaló los castigos que se podían infligir a los esclavos que hubiesen cometido un delito contra cristianos4... La verdad es que no variaba mucho la situación, pues aunque se marcaba que el amo no podía matar al esclavo, se atendía el hecho que lo maltratase hasta la muerte, interpretando que en esa caso era un exceso involuntario... y no punible.
Y en cuanto a mantener relaciones sexuales, asunto no pequeño si consideramos que sólo un tercio de los esclavos negros eran mujeres, los esclavistas británicos tenían reticencias en mantenerlas con mujeres negras... pero no con irlandesas, siendo que la ley establecía que los bebés hijos de esclava eran esclavos y pertenecían al amo.
Las leyes prohibían el matrimonio interracial (en Maryland, en 1664, las blancas casadas con negros eran esclavizadas) y las castraciones y linchamientos trataban de impedir los contactos sexuales entre negros y blancas.
Esta legislación que condenaba a esclavitud a la mujer blanca que tuviese relación con hombre negro fue utilizada en beneficio de los esclavistas que, para perfeccionar la operación, cruzaban esclavas irlandesas con esclavos negros, siendo que obtenían mulatos que, como sus madres, permanecerían como esclavos, pero en 1681 se aprobó una ley que prohibía la práctica de aparear mujeres esclavas irlandesas con esclavos africanos. Esa fue una ley que durante años fue demandada por la Compañía Real Africana, cuyos accionistas eran miembros de la realeza inglesa, ya que las granjas de crianza de mulatos interferían directamente en los beneficios de la trata, que entre 1680 y 1688 implicó a 60.000 irlandeses, de los que 14.000 murieron durante el viaje.
En este periodo de claro predominio irlandés en los esclavos que Inglaterra transportaba, existía en el mercado el esclavo negro, que empezó a plantear la competencia en periodo temprano, aunque siempre con un precio superior al que suponía un esclavo irlandés.
No obstante, las previsiones de crecimiento en el negocio esclavista hacían de Irlanda (y de la propia Inglaterra), un lugar con poco porvenir, por lo que pronto pasaron a ofrecer el esclavo negro, más que como cosa exótica y cara, como esclavo para todo.
Esa situación debía pasar su maduración; así, en 1651, la Compañía Británica de las Indias Orientales arrebata Santa Elena a los holandeses. Sería el primer paso que, en cualquier caso estaba dado para el comercio de exportación. Por ello no dudó Inglaterra en pedir a España autorización para traficar negros a América. Pero esa era una aspiración que hubieron de conseguirla mediante una derrota militar que llegaría con motivo de la Guerra de Sucesión, seis décadas después.
Y la toma de Jamaica en 1655 fue, sin lugar a dudas, un punto de inflexión en el tráfico negrero atlántico. A partir de este momento se dispararía el tráfico, que si hasta el momento poco difería de lo actuado siglos atrás, donde el esclavo podía ver su desventura como algo pasajero, ahora, bajo una mentalidad puramente economicista, accedía a una situación sin vuelta atrás donde el horizonte era la esclavitud perpetua o la muerte inmediata.
En los barcos esclavistas británicos empezarían los esclavos a conocer el hacinamiento; en los barcos esclavistas británicos se producirían sublevaciones de esclavos (en un 20% de los transportes); algo que jamás ocurrió en los barcos portugueses; en los barcos esclavistas británicos se tirarían esclavos al mar, como lastre, cuando la sublevación o el temporal ponían en peligro la embarcación.
Y no hablamos de que la tripulación gozase de unas vacaciones pagadas... Al respecto, señala Hug Thomas que los capitanes con frecuencia trataban su propia tripulación con sadismo criminal.
El método de Liverpool para obtener marineros consiste en que un escribiente de un comerciante vaya de taberna en taberna, dándoles de beber para que se emborrachen y, así, llevarlos muy a menudo a bordo. Otro método es el de hacerles contraer deudas y entonces, si no deciden ir a bordo de los buques que van a Guinea, los mandan a presidio los taberneros a los que deben dinero.» (Thomas 1997: 308)
Es en este periodo cuando Londres se convirtió en el principal puerto esclavista, como consecuencia de la actividad llevada a cabo por la Compañía Real Africana, posición que no dejaría hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando competiría con Liverpul o con Bristol en primer lugar, puertos que arrebataron la posición a Londres, y en segundo término quedaban puertos franceses como Diepe.
Los tratantes franceses embarcaron 1,38 millones de esclavos durante todo el periodo de la esclavitud trasatlántica, lo que supone una participación del 11% en este tráfico. Al igual que en Inglaterra, el siglo XVIII fue el periodo álgido del tráfico esclavista. (Morgan 2017: 35)
Con esta evolución, Jamaica que en 1670 contaba con un número de esclavos no superior a los 7000, pasó a contar con más de 200.000 en 1680, un plazo de diez años. Y ese ritmo fue similar en las otras colonias británicas.
Casi todos los estudiosos del tema sostienen que a finales de la centuria (del s. XVIII) la introducción de negros alcanzó cotas máximas, sobre todo en el Caribe y en el litoral norte de América del Sur. (García Fuentes 1976: 50)
Pero la influencia del tráfico negrero llevado a cabo por Inglaterra no tenía repercusión sólo en las colonias británicas. El tráfico británico, no es ocioso recordarlo, se inició para suministrar mediante contrabando mano de obra negra en la España americana, y ese siempre fue un objetivo principal en el ideario británico. Ello les llevó a intentar tomar parte en el asiento, objetivo que consiguieron al imponerlo en 1713, en el Tratado de Utrecht como resultado de su victoria en la Guerra de Sucesión Española. El mismo puso fin al asiento francés, que había sido impuesto por Francia en 1711. El tráfico había alcanzado su zénit, que sería mantenido durante todo el siglo XVIII como el principal de los negocios de Inglaterra, en el que los puertos británicos albergaban una muy importante flota destinada a estos menesteres, hasta el extremo que, según señala Hugh Thomas, sólo de Londres se calcula que, entre 1722 y 1727, salió un promedio de 56 navíos al año, siendo que, de las 66 factorías negreras instaladas en África, cuarenta eran inglesas y las otras 26 se las repartían portugueses, holandeses, franceses y daneses. Pero la importancia del tráfico se extendía a la propia metrópoli, siendo que no existía en Inglaterra una ciudad industriosa que no estuviese relacionada directamente con el tráfico de esclavos. Incluso la venta de esclavos era pública en Inglaterra, donde hasta 1762 hubo mercado para el servicio doméstico.
Sólo los buques ingleses transportaron dos millones de esclavos africanos a Norte América entre los años de 1680 y 1786. (Welton 2008)
Se puede decir que ya en estos momentos todo el mundo económico británico dependía de la trata y de la explotación de esclavos en las plantas azucareras, algodoneras, o tabaqueras, representando la base sobre la que finalmente sería llevada a cabo la Revolución Industrial, y es que, en estos momentos, aproximadamente la mitad del P.I.B. Del momento dependía de la esclavitud, siendo que aproximadamente el 15% del esfuerzo de sus astilleros, y sus productores de los diversos avituallamientos dependían del suministro a la población esclava.
Cuando en 1698 la Compañía Real Africana perdió el monopolio para la trata de esclavos surgieron nuevas compañías en las que se reubicaron los socios de aquella. La West India Company, la Royal African Indian Company, la Virginia Company, fueron las principales nuevas iniciativas que, impulsadas desde el estado, sirvieron de nueva ubicación para la alta nobleza y para la pujante burguesía, que con visión de futuro protegieron a quienes serían los ideólogos de la nueva filosofía. Locke, Adam Smith, Hobbes, Groscio... al amparo de los esclavistas, gestaron las nuevas teorías del liberalismo.
La importación a Jamaica, desde 1700 hasta 1786, fue de 610.000 y se ha estimado que la importación total de esclavos a todas las colonias británicas entre 1680 y 1786 fue de más de dos millones. (Williams 2011:66)
Estas compañías estaban dotadas de autonomía propia, con potestad para aplicar justicia y para tratar negocios multilaterales, y por supuesto para apoderarse de territorios.
Por su parte, en el comercio triangular5, los productos obtenidos en las colonias llegaban a la metrópoli, desde donde se distribuían a los mercados de Inglaterra, Francia y Holanda, lugares donde asimismo la dependencia del esclavismo era manifiesta, siendo que si en Inglaterra el 75% del trabajo portuario estaba ligado al tráfico en su conjunto, en Francia representaba el 12%.
En este periodo, el consumo anual de azúcar en Inglaterra pasó de 2,7 kg por habitante en 1710 a 10,5 kg en los años 1770, y comenzó a generalizarse el uso del té, del café, del chocolate y del tabaco.
Y la banca, inexorablemente estaba detrás de todas las operaciones tanto de movilidad de esclavos como de adquisición y puesta en cultivo de terrenos. Con el inmenso capital acumulado posteriormente financiarían la revolución industrial.
La eclosión del liberalismo era ya manifiesta, y sus métodos, las sociedades por acciones, que ya llevaban décadas en desarrollo, se manifestaron con fuerza en el primer cuarto de siglo XVIII en Inglaterra, siendo que, según señala Hug Thomas, la Compañía del Mar del Sur, en Inglaterra, contaba en 1720, con cuatrocientos sesenta y dos miembros de la Cámara de los Comunes; cien de la Cámara de los Lores... y toda la familia real.
Y algo similar, con la debida distancia, sucedía en Francia.
El cantón suizo de Berna poseía numerosas acciones, lo que constituía una inversión excepcional en la trata, y lo mismo el King's College de la Universidad de Cambridge y lady Mary Wortley Montagu. (Thomas 1997: 239).
Toda esta actividad económica conllevó que, para generar los beneficios que los inversores estaban demandando, se recrudeciese la explotación de los esclavos y se aumentase su número en las explotaciones.
Como consecuencia se fortaleció la trata atlántica, siendo que para 1720, la flota negrera inglesa estuviese compuesta por ciento veinte buques de gran tonelaje que albergaban en sus bodegas, en espacios del tamaño de un ataúd, el mayor número de esclavos al objeto de abaratar costes.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. Este tipo de economía espacial y de abultamiento en el número de negros embarcados correspondía a la tendencia de los llamados «fardos prietos» en posición a la de los «fardos flojos». Los capitanes que preferían la primera argumentaban que la pérdida de vidas causadas por las apreturas y mala alimentación se compensaba con el aumento de los ingresos netos al ser mayor el cargamento. Los partidarios de la segunda tendencia consideraban que dando a los esclavos más espacio y mejor trato reducían la mortalidad y obtenían mejores precios. (Gutiérrez, Ildefonso: 197)
Pero ese abaratamiento de costes comportaba el incremento de la mortandad en la población esclava (y en las tripulaciones de los barcos, cuyas condiciones diferían poco de la de los esclavos), que a pesar de recibir constantes refuerzos en los sucesivos viajes de barcos negreros, en las regiones esclavistas del Caribe no llegaba a las trescientas mil personas. Y es que la tasa de natalidad era ínfima (recordemos que sólo 1/3 de los esclavos eran mujeres), y sin embargo la tasa de mortandad era elevadísima como consecuencia del mal trato recibido y el exceso de trabajo.
Una regla de la época formulada por el hacendado de Barbados Edward Littleton, era que un hacendado con cien esclavos necesitaba comprar ocho o diez al año «para mantener su capital». (Ferguson)
Pero la mortandad de los esclavos no era algo que supusiese nada más que un gasto económico en una sociedad que pocas décadas antes había presenciado con normalidad tan alta mortalidad entre los esclavos irlandeses, y no tenía ningún escrúpulo por el hecho, siendo además conocedor del trato que en esos mismos momentos estaba recibiendo el pobre en las ciudades inglesas.
No obstante, la mortandad no fue siempre la misma. Si el hacinamiento y el mal trato era la constante, no obstante el traficante necesitaba cuidar al máximo la mercancía que transportaba si quería sacar la máxima rentabilidad a la operación. Así, en esta época de incremento acelerado del tráfico, se incluyó un médico en la dotación del barco para atender las necesidades derivadas de las posibles enfermedades que pudiesen adquirir tanto los esclavos como la tripulación.
Estas medidas limitaron sensiblemente el porcentaje de bajas, que, conforme señala Hug Thomas, si en el siglo XVII alcanzaban hasta el veinticuatro por ciento de los esclavos transportados, a finales del siglo XVIII se había reducido al seis por ciento.
Lo cual quiere decir que, siendo la capacidad media de las embarcaciones de 240 plazas, en cada viaje del siglo XVII fallecían sesenta esclavos, mientras que a finales del siglo XVIII fallecían catorce. Eso sin tener en cuenta que, para minorar las pérdidas, era frecuente sobrecargar las bodegas con más esclavos de los que cabían en las mismas, lo que acarreaba a la tripulación situaciones que en poco diferían de las padecidas por los esclavos transportados, incluidas las bajas.
La evolución del tráfico, lógicamente, siguió creciente; para hacernos una idea, debemos tener en cuenta que la Compañía Real Africana transportó, entre 1680 y 1686, unos 35.000 esclavos. Tomando un periodo idéntico de nueve años para operaciones llevadas a término por las nuevas compañías, destaca que, sólo los comerciantes de Bristol embarcaron 160.950 negros a las plantaciones azucareras. Y la flota esclavista, que en 1720 estaba compuesta por ciento veinte buques, en 1760 contaba al menos con 146 buques, con una capacidad para 36.000 esclavos. Y en 1771, el número de barcos había aumentado a 190, en cuyas bodegas trasladaron a 47.000 esclavos.
Todo ello comportaba pingües beneficios, hasta el extremo que a mediados del siglo XVIII todo el comercio y la manufactura británicas estaban conectados, de uno u otro modo, con el comercio triangular, siendo que las ganancias obtenidas sirvieron, de una manera directa, para la financiación de la Revolución industrial, que en 1750 conoció un importante empuje con la creación de la conocida como Compañía de
Comerciantes, que tenía participación prioritaria en el comercio triangular y controlaba el tráfico.
Y las colonias de las Antillas eran el eje del Imperio Británico, con una inmensa capacidad productiva. El contrabando y la piratería eran las otras dos patas del banco que sustentaba el ser de Inglaterra.
Y es que cerca de la mitad de los beneficios comerciales británicos dependía de la economía esclavista atlántica. El beneficio obtenido era enorme, pero además este modelo empujaba su industria. El 15% de la construcción naval se destinaba al tráfico.
Por eso el tráfico siguió creciendo en importancia, y los beneficios se mostraban en Inglaterra de manera ostentosa, hasta el extremo que en la Bolsa de Liverpul, ciudad que en 1795 gestionaba las tres séptimas partes de todo el tráfico esclavista europeo, se exhibían relieves de cabezas de africanos, y los mercaderes hacían pública ostentación, siendo que las inversiones alcanzaban cifras muy importantes.
Entre 1750 y 1807, los tratantes de esclavos británicos invirtieron por término medio 2.525.959 libras por decenio en la construcción, la reparación y los pertrechos de sus barcos, en astilleros ingleses; entre un promedio de 1,5 millones de libras por decenio de 1750 a 1780, y casi 4 millones por decenio de 1781 a 1807. (Inikori 1977: 7)
Y los beneficios generados, que estaban en consonancia con las inversiones realizadas, fueron la base de los bancos ingleses actuales.
Pero esa generación de recursos no se limitaba al tráfico negrero, sino que aprovechando la ruta del esclavo, Inglaterra aprovechaba para abrir también rutas para el contrabando de todo tipo de bienes, que también conocieron una gran intensidad. Así, a mediados del siglo XVIII, esa actividad ilegal estaba afectando gravemente a la economía española, siendo que la Casa de Contratación de Sevilla informaba de las dificultades que encontraban los comerciantes españoles a la hora de vender sus productos en América como consecuencia de la enorme cantidad de mercancías inglesas que al amparo del Tratado de Utrecht, y sobrepasando ampliamente lo en él estipulado, entraban en los puertos americanos.
La Corona española tomó medidas impidiendo que llegase oro o plata a los puertos donde atracaban los ingleses al tiempo que creaba una pequeña flota de guardacostas con base en Cartagena y en La Habana destinada a interferir el contrabando, lo que acabó ocasionando una nueva guerra con Inglaterra, la conocida como la de la oreja de Jenkins, al haber mutilado una oreja a este pirata, pillado in fraganti.
Pero centrándonos en el hecho del tráfico de esclavos, es el caso que la intensidad del tráfico y la demanda de mano de obra esclava hizo que en 1766 Inglaterra autorizase la trata directa de África a Florida, territorio que era colonia británica desde 1763.
Por otra parte, la flota inglesa tomó La Habana en agosto de 1762 y la mantuvo en su poder durante once meses. En ese tiempo trasladó a la isla no menos de once mil esclavos e implantó un régimen comercial al estilo británico. Y lo que es peor: cuando finalmente Inglaterra abandonó la isla, lo hizo militarmente, pero dejó todo un tejido mercantil y esclavista que fue el que convirtió la isla en uno de los últimos destinos de los traficantes de esclavos africanos.
Inglaterra era, sin lugar a dudas, el más importante país en el comercio de esclavos de todo el mundo (y eso ciñéndonos al tráfico atlántico y dejando al margen la India). Entre 1756 y 1786, Bristol envió 588 barcos a África y Liverpool, 1.858; entre 1795 y 1804, Liverpool mandó 1.099 naves, Londres, 155 y Bristol, 29, y a finales del siglo XVIII, todas las clases de la sociedad inglesa presentaban un frente unido en lo referente al tráfico de esclavos; La monarquía, el gobierno, la iglesia, la opinión pública en general, apoyaban el tráfico de esclavos. Había pocas protestas y éstas eran ineficaces, y curiosamente, en estas fechas, Adam Smith señalaba la nula rentabilidad del trabajo esclavo, y en 1765, tras años se fundaba en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista.
Evidentemente, algo estaba pasando, y la visión comercial británica no estaba lejos de ello.
No fue casual la creación de la Sociedad Antiesclavista, como no fue casual que en esas mismas fechas se crease un cinturón sanitario con los traficantes de Liverpul. El motivo no era humanitario sino económico. Liverpul se había convertido en el principal puerto esclavista, pero las actividades estaban dando pérdidas muy importantes.
Desde 1763 hasta 1778 los comerciantes de Londres evitaron toda conexión con los traficantes de esclavos de Liverpool, convencidos de que el tráfico de esclavos ocasionaba pérdidas; entre 1772 y 1778 se dijo que los negociantes de Liverpool perdieron 700.000 libras. De treinta casas importantes que dominaban el tráfico de esclavos desde 1773, doce habían ido a la bancarrota hacia 1788. (Williams 2011:74)
Y es que el desarrollo del comercio y de la industria había hecho que el marco que desarrolló la explosión esclavista iniciada a mediados del siglo XVII, fuese perdiendo fuerza un siglo después. El mercado, el centro de las actuaciones británicas, había llegado a un punto (finales del siglo XVIII) en el que los precios se iban ajustando. Los proveedores de esclavos africanos exigían cada vez más, y las posiciones militares en África no tenían capacidad de control, y aumentar el precio del esclavo resultaba inasumible, motivo por el que las ganancias se habían visto reducidas a menos del diez por ciento en un siglo, a pesar de las medidas aplicadas en los transportes que habían reducido la mortandad del 24% al 6%.
En esa situación, la competidora principal de Inglaterra, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales presentaba unos balances aún peores: declaraba en esos momentos unos beneficios que apenas llegaban al 3%. Todo señalaba que el momento para abogar por la abolición de la esclavitud estaba servido.
Y a esa labor se volcó Inglaterra utilizando para ello la que sin lugar a dudas era la principal Armada del mundo.
Pero no quedaría resuelta la cuestión con esa medida, porque los males tradicionales de Inglaterra (la miseria, la desigualdad social, el trabajo infantil y la explotación de su pueblo) comenzaron a desarrollarse al compás de la Revolución Industrial, como deja magistralmente manifiesto Charles Dickens.
La inseguridad ciudadana, los crímenes de todo tipo, se adueñaron de aquellos lugares que no hacía mucho lucían orgullosos su riqueza conseguida a costa de sangre ajena, y las medidas para cortar semejante situación fueron del corte ya tradicional en la política inglesa: sangre y deportación.
En 1770 fue dictado el Código Sanguinario en el que se marcaban 222 tipos de crimen, casi todos contra la propiedad, que conllevaban la pena de muerte.
Un robo con valor superior a 5 chelines estaba sancionado con la pena de muerte; cortar un árbol conllevaba la pena de muerte; cazar un conejo estaba condenado con la muerte... y sin límite de edad; así, Michael Hammond y su hermana Ann, dos niños de 7 y 11 años fueron ahorcados por robo.
Y para librarse de la carga que representaban los esclavos negros, como medidas iniciales, en 1772 es abolida la esclavitud en el territorio de las islas británicas, primer paso para deportar a la población negra residente, que finalmente sería desembarcada en Sierra Leona cuando fue ocupada en 1787; lugar al que en principio estaban destinados los ciento cincuenta mil súbditos ingleses que tenían alguna condena, y que finalmente fueron trasladados en los buques negreros a Australia y a Nueva Zelanda; el mismo año fundaron la Sociedad Antiesclavista Británica; en 1791 se produce una rebelión en Haití que lleva a la liberación de los esclavos.
El asentamiento en Australia fue ideado para resolver un problema interno, principalmente el relativo a los delitos contra la propiedad. En lo fundamental, era una alternativa a la horca de ladrones o a la construcción de cárceles para los presos. (Ferguson)
Pero si inhumano fue el trato que dieron a su propia población, en concreto a la deportada a Australia, inhumanas fueron las consecuencias que padecieron los aborígenes de Australia y Nueva Zelanda. Al respecto señala Niall Ferguson:
Que los reincidentes fueran torturados de manera sistemática en tales lugares, era una nimiedad en comparación con el modo como fueron tratados los pueblos aborígenes o indígenas de Australia (que llegaban a las trescientas mil personas en 1788). Como ocurrió anteriormente con los indios americanos, estos también fueron víctimas de la plaga blanca. (Ferguson)
Los naturales fueron perseguidos hasta la extinción. En concreto en Tasmania los exterminaros en su totalidad, y en Australia y Nueva Zelanda realizaban cacerías organizadas que finalmente fueron prohibidas en 1945, cuando el proceso de Nuremberg. Y mientras tanto, en 1825 dictaron leyes por las que los súbditos ingleses que participasen en la trata serían condenados a muerte, que curiosamente nunca fueron aplicadas, a pesar de que continuaron con la trata.
BIBLIOGRAFÍA
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El color del esclavo
En este capítulo, y como procede al periodo que tratamos, no nos vamos a referir, sino a modo de eventual referencia, a las circunstancias que envuelven el mismo en la Historia antigua o en otros ámbitos distintos del tráfico atlántico.
En ese sentido, y como resulta evidente, la esclavitud de los negros existió en África mucho antes que en América, siendo que Egipto, en el curso de la historia mantuvo lazos con Sudán y Abisinia, de donde se nutrió gran parte de su mano de obra esclava negra.
Por su parte, en la Grecia clásica, en Roma, y en el extremo oriente mediterráneo, los eslavos fueron durante largo tiempo la base de la población esclava, y el término “esclavo” parece provenir justamente del patronímico de estos pueblos.
Atenas fue tomada por los turcos en 1456; la península de Morea en 1460; Bosnia en 1462... Herzegovina en 1481...
Este avance de los turcos se nutre de la mano de obra proveniente de los pueblos sometidos, cuyos miembros son vendidos en los distintos mercados de esclavos.
Cantidades enormes de esclavos rusos y a veces de polacos llegaban por su mediación hasta Constantinopla, donde eran muy apreciados y se les pagaba a muy buen precio. Estas batidas para aportar mercancía humana eran tan importantes que, en 1591, Giovanni Botero las señala como una de las causas de la escasa población de Rusia. (Braudel 1:252-253)
Por lo que respecta al centro neurálgico del avituallamiento de América y Europa durante la Edad Moderna, África, hay que tener en cuenta que estaba perfectamente acostumbrado a la trata, siendo que existen datos que confirman la existencia de un puerto esclavista en Kilwa, en la costa de Tanzania, en un periodo tan alejado en el tiempo como el siglo XIII... o en el Mali del siglo XIV, donde existía un amplio movimiento comercial alrededor del esclavo y de productos como perlas, porcelana, perfumes y otros bienes de consumo, en el que tenía una importancia primordial la presencia de comerciantes persas y árabes.
Se importaban tanto esclavos negros como esclavas blancas del Mediterráneo oriental. Los hombres tenían muchas funciones como sirvientes, mineros, artesanos e incluso soldados. (Arce 2013: 26)
Ya en el siglo XVI, con la expansión portuguesa, se crearon áreas de influencia donde se establecieron colonias comerciales desde la que se enviaba especialmente oro, y también esclavos.
En ese sentido, aunque el aspecto cuantitativo empieza a ser significativo en el siglo XVI y sobre todo el XVII y XVIII, con la participación en la trata de los países norte europeos, se puede señalar como el origen europeo del comercio organizado e institucionalizado de esclavos negros el año 1441, cuando Antam Gonçalvez capturó 12 esclavos los llevó a Lisboa como regalo para el príncipe Enrique el Navegante.
Ese mismo año se fundó la Compañía de Lagos y luego la Compañía de Arguin,que en 1450 llevó 200 negros de Arguin a Portugal. Desde ese momento la compañía controló el comercio de esclavos, con un tráfico que en el mismo siglo XV llegó a alcanzar un volumen de hasta 3000 esclavos, cuyo destino era variado, siendo que muchos de ellos eran vendidos en el mismo continente africano a compradores africanos.
Si bien algunos esclavos, y sobre todo en un primer momento, eran tomados en “cabalgadas”, quienes fueron inequívocamente los abastecedores de esclavos eran los propios reyezuelos, caciques o autoridades locales que si atendían la demanda en cuanto al número de esclavos, no lo hacían en cuanto al sexo de los mismos, siendo que el número de hombres excedía largamente al de mujeres, a cuya venta eran normalmente reticentes.
También en el siglo XVI, en plena guerra contra el Islam, corsarios españoles con asiento en las Canarias hacían incursiones en África a la caza de bereberes cuyo destino sería los ingenios de azúcar de las islas.
Por una serie de circunstancias, como el Tratado de Tordesillas de 1494, que trazaba la línea divisoria entre España y Portugal para las exploraciones de nuevas tierras, la Corona de Castilla y de Aragón no tomó parte en el tráfico, pero en 1502 Nicolás de Ovando obtuvo un permiso para trasladar negros del sur de España a La Española.
La procedencia de esos negros puede ser variada, pero necesariamente tiene que estar presente la circunstancia del tráfico hasta Portugal, desde donde pasarían a la Corona de Castilla.
El número de esclavos era forzosamente limitado, a pesar de los intentos de varios personajes que, como Fray Bartolomé de las Casas, instaban para que fuesen importados a la Española para atender el trabajo de las minas.
Esos intentos, siendo que Fray Bortolomé era protegido de la Corona, no tardaron en fructificar, siendo que en 1518 Carlos I autorizó el traslado de 4000 negros con el fin de suplir la población autóctona que estaba sucumbiendo a los efectos de la viruela, enfermedad a la que la raza negra se mostraba inmune.
Un prominente funcionario de La Española insistía en 1518 que le «debía ser concedido el permiso para traer negros, que constituían una raza robusta para el trabajo, en lugar de nativos, pues éstos eran tan débiles que solamente podían ser empleados en tareas que requerían poca resistencia, tales como cuidar de los campos de maíz o las granjas. (Williams 2011:36)
Pero si en estos momentos el tráfico era de baja intensidad, estaba destinado a cambiar el sentido cuando en 1553 salieron de Londres los primeros traficantes ingleses, que no tardarían en cubrir la ruta transoceánica.
Tan sólo nueve años más tarde, el pirata naturalmente inglés John Hawkins, saltándose todas las leyes, transportó a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos, consiguiendo vender su carga a espaldas de las autoridades españolas.
Por este tiempo, el Mediterráneo era un mar abonado para la captura y el tráfico de esclavos. Flotas berberiscas atravesaban el mar combatiendo los navíos cristianos que encontraban y capturando a tripulación y pasaje, que inequívocamente pasaría a los mercados de esclavos del norte de África, desde donde serían distribuidos a sus diversos destino y menesteres, siendo especialmente codiciadas las mujeres, cuyo destino principal sería algún harén, y los jóvenes, que con harta frecuencia serían sodomizados.
Esas flotas de piratas berberiscos no se limitaban a combatir a las embarcaciones que navegaban por el Mediterráneo; también hacían incursiones en las costas con el objetivo del pillaje, sí, pero principalmente con el objetivo de la captura de esclavos, para cuyos menesteres, por lo que tocaba a las costas españolas, recibirían el apoyo sin condiciones de significativas partes de la población musulmana, de los moriscos, que por lo general residían en la costa.6
Estas circunstancias fueron las que en 1609, el 11 de Septiembre, dos días después de haber sido reconquistada Larache en la Hispania Tingitana, provocó que se decretase la expulsión de los moriscos, el 60 por 100 de los cuales se hallaba concentrado en la costa valenciana, constituyendo aproximadamente el 33 por 100 de la población, conformando una quinta columna que resultaba esencial para éxito de las incursiones de los piratas berberiscos que tenían en la zona un filón para la captura de esclavos.
Las incursiones berberiscas, si bien centradas en el Mediterráneo, ocasionalmente llegaron a capturar esclavos hasta en las Islas Británicas.
Como réplica a esta actividad pirática y esclavista, la Armada española destinaba a los piratas capturados al servicio en galeras.
Pero los documentos reflejan que no todos iban a galeras. Así, Fernand Braudel señala que:
A. di S. Filippo ha encontrado en los archivos de Cerdeña interesantes documentos sobre el precio de los esclavos musulmanes en Cagliari durante el siglo XVI, y que revelan que, después de 1580, los precios se derrumbaron coincidiendo con un aumento considerable de la oferta de esclavos en el mercado de dicho puerto; y es que antes de 1580 sólo se vendían en la isla algún que otro berberisco de los arrojados a sus playas como náufragos o que residían allí por haber caído en manos de los isleños en algunas de sus incursiones. (Braudel 1:198)
Queda manifiesto, así, que si durante la Edad Moderna el inmenso tráfico de esclavos negros posibilita la identificación de esclavo con negro, el aserto está al fin falto de realidad7, hasta el extremo que el tráfico y comercio de esclavos blancos no era, en los siglos XVI y XVII, menor que el tráfico atlántico de esclavos negros, siendo que cuando Inglaterra comenzó el año 1619 el transporte de negros a sus colonias, en concreto a Virginia, en la misma ya había un importante número de esclavos blancos.
Muchas mujeres llegaron en esos primeros años como criadas contratadas -muchas de ellas menores de edad- y vivieron vidas no muy diferentes a las de los esclavos, salvo que el período de servicio tenía fecha de caducidad. Tenían que ser obedientes a sus amos y señoras. (Zinn 2005)
Con el curso del tiempo, las enfermedades y el maltrato hicieron que esos esclavos blancos se mostrasen como de poco interés para los esclavistas, que comenzaron a importar mano de obra negra, que mostraba ser más resistente al clima y al maltrato.
Ese destino común hizo que esclavos blancos y negros protagonizasen conflictos que alcanzaron cierta envergadura, y que las autoridades británicas, representadas en la Casa de Diputados de Virginia declarase que los esclavos blancos (titulados criados) eran gente de la peor calaña de la que podía esperarse la peor de las actuaciones en connivencia con los esclavos negros.
En Nueva York, en 1741, había diez mil blancos en la ciudad y dos mil esclavos negros. El invierno había sido duro y los pobres - esclavos y hombres libres- habían sufrido mucho. Cuando se declararon una serie de incendios, se acusó a blancos y negros de conspirar conjuntamente. Se produjo una reacción de histeria colectiva en contra de los acusados. Después de un juicio lleno de confesiones forzadas y las terribles acusaciones de los chivatos, ejecutaron a dos hombres blancos y a dos mujeres del mismo color, ahorcaron a dieciocho esclavos y quemaron a trece más en la hoguera. Sólo había un temor más profundo que el temor a la rebelión negra en las nuevas colonias americanas. El temor a que los blancos descontentos se unieran a los esclavos negros para derrocar el orden existente. En los primeros tiempos de la esclavitud y antes de que el racismo se hubiera atrincherado como actitud mental, mientras a los criados blancos contratados se les trataba igual de mal que a los esclavos negros, existía la posibilidad de esa cooperación.(Zinn 2005)
Estos movimientos sociales provocaron que las autoridades británicas tomasen medidas en vistas a minimizar su efecto; así, la Asamblea de Virginia aprobaba los códigos para la esclavitud, con su disciplina y sus castigos, el puritano Edmund Morgan escribía:
Habiendo proclamado la clase dirigente virginiana que todos los hombres blancos eran superiores a los negros, acto seguido ofreció a sus inferiores sociales (pero blancos) ciertos beneficios que antes se les habían negado. En 1705 se aprobó una ley que obligaba a los amos a dar 350 kilos de maíz, treinta chelines y un fusil a los criados blancos cuando vencían sus contratos, mientras que las mujeres recibían 500 kilos de maíz y cuarenta chelines. A los citados recién liberados se les daba, además, 50 acres de terreno. (Zinn 2005)
Por otra parte, el tráfico interior del continente africano hacia el mundo árabe, y entre el mundo negro, al menos en este periodo, no fue de menor envergadura que el atlántico.
En los siglos XVI y XVII Brasil importó entre 500.000 y 600.000 esclavos negros; el Caribe no ibérico más de 450.000; la América hispana entre 350.000 y 400.000; y las incipientes colonias de Francia e Inglaterra 30.000 (Klein: 43).
En este periodo, sólo los puertos de Cartagena y Veracruz estaban autorizados para la recepción de esclavos. Paulatinamente se ampliarían los puertos, hasta que en 1789 se dio total libertad para el tráfico, que en cualquiera de los casos, en lo relativo a España, se marca una notable diferencia, en cuanto a número y en cuanto a trato, que nada tiene que ver con el resto, si exceptuamos el caso de Cuba y tenemos en cuenta que el desarrollo del fenómeno tuvo lugar en un momento en el que podemos decir sin temor a equivocarnos que España ya tan sólo era una colonia británica.
Ya en el siglo XVI, con la intervención de las potencias europeas, Guinea se convirtió en el gran almacén de esclavos; la trata se practicó a lo largo de 3.500 kilómetros de litoral entre Mauritania y el Congo, en cuyo espacio, las potencias promotoras del tráfico dejaron su impronta: Francia operaba en el Senegal; en 1595 los holandeses envían su primera expedición a Guinea y acaban controlando Costa de Marfil y en 1616 empieza a introducir negros en la Guyana, continuando la labor, que tuvo una singular expresión en 1636, cuando Mauricio de Nassau amplió la presencia holandesa en Pernambuco, lo que reportó más necesidad de mano de obra esclava, que la obtuvo con la conquista de los asentamientos en Uganda a los portugueses el año 1641; Inglaterra, que era la más activa, y que desde 1612 instala plantaciones de azúcar en las Bermudas, y en 1618 se establece en el río Gambia, en la Costa de Oro, y en 1619 introduce los primeros esclavos en Virginia. En 1625 Los franceses se apoderan de Haití, y en 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados.
Estos movimientos, que conllevaron un enorme tráfico esclavista, produjeron enfrentamientos que tuvieron su máxima expresión en Benin, donde Francia e Inglaterra mantuvieron disputas por el tráfico. Posteriormente darían lugar al nacimiento de un país artificial, Ghana.
Pero el desarrollo del tráfico fue incrementándose con el tiempo, siendo que el periodo comprendido entre 1700, año en que Inglaterra se hizo con el control del tráfico hasta la supresión de la esclavitud en el siglo XIX, fue el que aglutinó el mayor número de transportes, representando las cuatro quintas partes del total de esclavos trasladados a América en toda la historia de la trata.
Y es que el desarrollo de la Ilustración, del liberalismo hace que, con el desarrollo de las nuevas estructuras productivas, provoca que la demanda de mano de obra pase a relegar la esclavitud blanca con la que Inglaterra inició sus actividades en el Caribe, demandando en su lugar una raza más resistente a las enfermedades y al clima del lugar.
Ese mismo fenómeno queda manifiesto en todas las colonias británicas, incluida Brasil, que si no de derecho sí de hecho ya era colonia inglesa, como lo era Portugal, desde el fatídico año de 1640. Y en el desarrollo de esta actividad, bajo la directriz británica, en 1648, Portugal reconquistó de los holandeses Luanda y Santo Tomé.
Lo mismo pasaría en Cuba, cuando a partir de 1808 España quedó bajo la órbita británica, desarrolló espectacularmente la población negra, muy a pesar de estar prohibido por Inglaterra el tráfico negrero.
Este tráfico negrero estaba encuadrado en el desarrollo del comercio al estilo del liberalismo, que viene a estar representado por el conocido como comercio triangular, un circuito que venía a durar año y medio, y que era seguido por los barcos, que tenía como vértices los puertos europeos, los puertos africanos y los puertos americanos y que funcionaba de un modo muy simple: los barcos partían, por ejemplo de Londres o Liberpul, cargados con mercancías manufacturadas en Inglaterra; esas mercaderías era intercambiadas en África por esclavos que eran transportados a América, donde el barco cargaba productos tropicales que transportaba a Inglaterra. Especial incidencia en el tráfico tuvo el azúcar, que era cultivada por los esclavos. Pero al fin, el comercio triangular no fue invención británica. Sencillamente lo desarrolló hasta límites poco comunes.
Un barco regular tenía la capacidad para alojar cerca de 450 esclavos, aunque muchas veces ésta se rebasaba hasta en cincuenta por ciento. El espacio destinado a cada persona era muy pequeño (alrededor de 183 cm por 40 cm), y para las mujeres, las niñas y los niños se destinaban lugares aún más estrechos, por lo que, en ocasiones, las personas esclavizadas viajaban sentadas y encadenadas en la cubierta sin posibilidad de moverse. El transporte en estas condiciones producía un alto índice de mortandad, sobre todo por las enfermedades provocadas por las condiciones de insalubridad y por enfermedades como el sarampión y la viruela.8 (Velázquez 2012: 45)
El siglo XVII es el siglo del desarrollo del tráfico esclavista a niveles de escándalo. En 1637 unos comerciantes franceses de Dieppe construyen el fuerte de San Luis del Senegal, mientras los holandeses reemplazan a los portugueses en Arguin, Gorea y Elmina, y tres años más tarde es Suecia quién se añade a la trata. Su presencia sería reforzada cuando en 1645 construye el fuerte de Christianborg en la Costa de Oro.
Las regiones africanas de las que partía el tráfico transatlántico estaban situadas principalmente a lo largo de aproximadamente 5.000 kilómetros de costa, que se extendían desde el río Senegal, en el norte, hasta Benguela, en el sudoeste. Estas áreas, enumeradas de noroeste a sudoeste, eran Senegambia, Sierra Leona, la Costa de los Esclavos, la Costa del Oro, el golfo de Benín, el golfo de Biafra y el África Central y Occidental. Los nombres de estas regiones son los adoptados en la edición revisada en la base de datos de la esclavitud trasatlántica. (Morgan 2017: 37)
Las regiones africanas implicadas en el tráfico, que quedan reflejadas el la cita anterior, fueron incorporándose al compás del incremento del tráfico; así, el golfo de Benín se implicó en la esclavización trasatlántica después del África Central Occidental, y empezó modestamente a traficar con esclavos en la primera mitad del siglo XVII.
La oferta y la demanda hacía que proliferasen los centros de expedición de esclavos, alcanzando unos los primeros puestos en detrimento de otros, siendo que si las expediciones iniciadas desde el golfo de Benín aumentaron rápidamente entre el último cuarto del siglo XVII y el primero del XVIII, fue posteriormente superado por el golfo de Biafra o el África Central Occidental.
Así, el lugar de donde se extrajeron esclavos hasta el siglo XVII era La Costa de Oro y Angola, pero ya en el siglo XVIII, era la Costa de los esclavos, Dahomey y Lagos, donde los ingleses centraron su actuación (Gambia estuvo bajo la supremacía inglesa, de donde más de 3 millones de esclavos fueron enviados a América), y en el siglo XIX sería el delta del Níger, la Costa de los Esclavos, Angola y África Oriental los lugares de suministro tanto para las plantaciones usenses como para Brasil y Cuba.
Y este tráfico era controlado principalmente desde Londres y Liberpul, como los más significativos de Inglaterra, existiendo otros puertos de los que merecen mención el de Roterdam o el de Nantes, siendo éste último especialmente activo en la primera mitad del siglo XIX, cuando Inglaterra había prohibido el tráfico. En este periodo, Nantes llegó a transportar más de cien mil esclavos tomados en el golfo de Biafra.
Sería difícil decir si la mayor parte eran yoruba o ashanti, carabalí o popo; no obstante, parece probable que las influencias culturales congoleña y yoruba hayan sido, a la larga, las más fuertes. (Thomas 1971)
La trata negrera se llegó a extender desde San Luis de Senegal hasta el sur de Angola, por toda la costa occidental africana. Las regiones más pobladas y activas fueron las de Senegal a Sierra Leona, Costa de Marfil y Costa de Oro, Benin y Níger, y de Congo a Angola.
La guerra entre los traficantes se manifiesta con vigor en estos momentos, siendo que en 1651 la Compañía Británica de las Indias Orientales se hizo con la isla de Santa Elena, hasta el momento dominada por Holanda, y a poco, en 1652, Holanda tomó el Cabo de Buena Esperanza, Inglaterra tomó Jamaica en 1655 y Dinamarca, en 1657, expulsó de Christianborg a los suecos.
Todo ese movimiento bélico estaba encaminado al control de un tráfico humano que en estos momentos alcanzaba niveles épicos. Diversos cálculos llevados a cabo por distintos investigadores señalan que en conjunto, durante el periodo de la trata en Edad Moderna fueron trasladados a través del Atlántico entre 9 y 12 millones de personas, cuyo tráfico es desigual a lo largo del tiempo; así, se calcula que durante el siglo XVI habrían sido trasladados hasta un millón; en el periodo que ocupa el siglo XVII y la mitad del siglo XVIII, la cifra llegaría hasta los cuatro millones, y desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX unos seis millones, siendo que llegaron a ser puestas en funcionamiento hasta sesenta y seis factorías, de las que cuarenta eran inglesas, repartíéndose las otras veintiséis entre portugueses, holandeses, franceses daneses y suecos.
Dice R. Davis que antes de finales del siglo XVII en toda Hispanoamérica y Brasil pudieron introducirse unos 125.000 esclavos. Gonzalo Aguirre cree que hacia 1646 habría en México algo más de 35.000 negros. Respecto a Brasil, disponemos de los trabajos de Mauricio Goulart, Simonsen y de F. Mauro, gracias a los cuales sabemos que entre 3’5 y 3’6 millones de esclavos negros fueron transportados entre 1500 y 1851. Según R. Mellafe, entre 1551 y 1640 se pudieron introducir unos 350.000 negros; y durante todo el periodo colonial unos tres millones. (García Fuentes 1976: 59)
Pero como venimos señalando, no se trataba sólo del tráfico de los miembros de una raza concreta; esclavitud y racismo son dos cuestiones distintas.
Tan es así que la mayoría (no una gran parte, sino la mayoría) de los pioneros europeos que arribaron a las costas de Norteamérica lo hicieron como esclavos, siendo su procedencia Inglaterra, Irlanda y Alemania, y su situación se prolongó largo tiempo.
En 1755, los criados blancos todavía representaban el 10% de la población de Maryland. (Zinn 2005)
Inglaterra exportaba esclavos ingleses como exportaba chucherías inglesas. Tan es así, que Nial Ferguson, en su obra “El Imperio Británico” señala que aproximadamente la mitad de los pioneros9, que Inglaterra transportó a América entre 1650 y 1780 lo hicieron como esclavos temporales.
Entre los emigrantes ingleses a Chesapeake eran siete de cada diez. Los asentamientos como Williamsburg, la elegante capital colonial de Virginia, dependían en gran medida de esta continua oferta de mano de obra barata, no solo para el trabajo de los tabacales, sino para suministrar todo el espectro de bienes y servicios que la naciente aristocracia colonial requería. Igual que los esclavos, los trabajadores bajo régimen de contrata eran anunciados para su venta en el periódico local. (Ferguson)
Y esa cautividad se vio incrementada en 1660 cuando Inglaterra arrebató Jamaica a España, con lo que significaba el hecho para el desarrollo de la piratería, especialmente contra las plazas del continente, y posteriormente del tráfico de esclavos africanos.
La grandeza de las ciudades españolas de América era un bocado que ahora tenían al alcance de la mano, por lo que Cromwell volcó todos sus esfuerzos en crear en Jamaica una base inexpugnable donde las armadas piratas tuviesen un lugar seguro.
Con ese objetivo
Dispuso que se enviasen de Irlanda 1.000 mozos e igual número de doncellas. El gobierno escocés recibió instrucciones para aprehender y remitir a holgazanes y vagabundos, al propio tiempo que se enviaron agentes a Nueva Inglaterra y a las islas de Barlovento y Sotavento con el fin de procurar y atraer colonos.../... èn 1658 la isla contenía 4.500 blancos, amén de 1.500 a más negros esclavos. (Haring 1925: 87)
Con esa premisa, en breve plazo institucionalizó la prisión y expatriación por deudas, encontrando en la medida solución al problema de la escasez de mano de obra en las colonias puritanas de Norte América y en el Caribe. Los deudores de la plutocracia inglesa fueron condenados a servir en régimen de esclavitud en las plantaciones de los asentamientos americanos, y con el precio de su venta serían atendidas las deudas que habían adquirido.
También desde principio del siglo XVII, las colonias británicas en América sirvieron como lugar de destierro de criminales convictos; tráfico que desde 1788, tras la independencia de los Estados Unidos, sería derivado a Australia y Nueva Zelanda.
Pero además de estos criminales, un número importante de católicos irlandeses siguió su mismo destino, vendidos como mano de obra esclava... como también engrosarían el tráfico un número nada desdeñable de población inglesa que era condenado a ese destierro y a la condición de esclavo por la comisión de delitos menores10
El comercio humano comenzó cuando James II, rey de Inglaterra, vendió 30.000 prisioneros políticos irlandeses como esclavos al Nuevo Mundo. A mediados del siglo XVII, los irlandeses se convirtieron en la principal fuente de ganado humano para los comerciantes ingleses… el 70% de la población total de las islas Antigua y Montserrat eran esclavos irlandeses. En la década de 1650 más de 100.000 niños irlandeses, entre 10 y 14 años, fueron separados de sus padres y vendidos como esclavos en las Indias Occidentales, Virginia y Nueva Inglaterra; 52.000 más, en su mayoría mujeres y niños, fueron vendidos a Barbados y Virginia; 2.000 niños se vendieron a Jamaica… Ni eran criminales ni tampoco, como se ha tratado de vender, tenían contratos de servidumbre. (Sanz 2012)
Además, los esclavos irlandeses (y los ingleses), resultaban más atractivos para los plantadores de las colonias británicas porque eran considerablemente más baratos que los africanos, ya que mientras un esclavo negro llegaba a costar 50 libras, un irlandés podía ser adquirido por cinco.
Pero la sinrazón no acababa ahí. Las tabernas se convirtieron en lugar de reclutamiento de esclavos. Ahí, los proveedores de mano de obra esclava, emborrachaban a jóvenes y mayores que si no acababan como esclavos lo hacían como tripulación de los barcos esclavistas, en unas condiciones que no diferían grandemente de las padecidas por los esclavos transportados.
Con esta circunstancia, los esclavos irlandeses y escoceses, en el siglo XVIII representaban casi las tres cuartas partes de los colonos británicos en América. Eran hombres de las comarcas empobrecidas de las islas británicas, inmersos en la miseria que se veían abocados a contratarse como siervos.
El primer envío de esclavos irlandeses a América se produjo en 1612, bajo el reinado de Jacobo II. Su destino: La Guayana. Sería el inicio de un largo recorrido, ya que pocas décadas después, entre 1641 y 1652, bajo el mandato de Cromwell, Inglaterra infligió un terrible genocidio sobre Irlanda cuyos supervivientes fueron vendidos como esclavos. La población irlandesa cayó desde alrededor de 1.500.000 a 600.000 habitantes, y como los niños quedaban huérfanos, las autoridades inglesas procedieron a raptar a decenas de miles de ellos de edades comprendidas entre los 10 y 14 años para ser vendidos como esclavos en Virginia y Nueva Inglaterra. En esta misma década, otro gran número de adultos fueron vendidos en Barbados y Virginia como mano de obra esclava.
Los hacendados necesitaban mano de obra, y en principio les daba igual el color de la misma por lo que no dudaban en recurrir a cualquier artificio para la consecución de peones para el cultivo de la caña de azúcar y el tabaco. Por lo general, los aprendices británicos enviados a las Antillas firmaban un contrato que variaba entre los dieciocho meses y los siete años, siendo que, con no poca frecuencia eran nuevamente vendidos, y si no les costaba la vida, llegaban a servir hasta doce años antes de recuperar su libertad.
Dos de cada cinco recién llegados morían durante sus dos primeros años en Virginia, debido por lo general a enfermedades intestinales o a la malaria. Sobrevivir a esas enfermedades era el proceso llamado eufemísticamente «curación». Los que sobrevivían se caracterizaban por su condición enfermiza. (Ferguson)
La supervivencia, en cualquier caso, no es uniforme; así, nos informa Niall Ferguson que a mediados del siglo XVIII en Virginia, donde habían sido repatriados ciento dieciséis mil personas desde mediado el siglo anterior, acabó formándose una comunidad de colonos de noventa mil, mientras en Barbados, donde fueron repatriados ciento cincuenta mil personas la población se redujo a veinte mil.
Y el traslado de los mismos no difería en absoluto del aplicado a los esclavos africanos. Sigue señalando el mismo Ferguson que los pasajeros eran azotados o puestos en el cepo si se comportaban mal para subrayar el grado absoluto de su pérdida de libertad.
Es conveniente señalar que los hijos nacidos de esclavos blancos, a pesar del “contrato”, seguían siendo esclavos incluso en el caso de que su madre obtuviese la libertad.
Por otra parte, y siendo su condición literalmente de esclavos, sucedía que los amos decidieron la cría de nuevos esclavos, para lo que, al objeto de alterar la temporalidad en la esclavitud de los esclavos blancos, procedían a cruzar, a la fuerza, a esclavas blancas con esclavos negros, cuyo resultado, el mulato, seguiría la condición de esclavo.
Estos nuevos esclavos alcanzaron un precio superior al de los esclavos blancos y sin embargo eran más económicos que los negros. Pero pronto se produjo conflicto con los traficantes de negros, siendo que en 1681, la Royal African Company, poseedora del monopolio del tráfico negrero, consiguió la aprobación de la ley que prohibida la práctica.
El origen de esta situación, en cualquier caso, no tuvo lugar sino como consecuencia de la dinámica de la cuestión esclavista que, encontrándose con que el número de mujeres transportadas era escaso en relación con el número de varones, y contraria la administración inglesa al mestizaje, adoptaron la medida de mandar expediciones completas de mujeres. La primera de ellas arribó en 1619 a Jamestown, en Virginia, coincidiendo con la primera llegada de esclavos negros, y en principio lo hicieron con la obligación de casarse con los esclavos ingleses.
El comercio de pioneros tuvo, como vemos, un importante desarrollo, pero el alto índice de defunciones producido por el maltrato físico y por las condiciones climáticas hizo que ya a mediados del siglo XVII comenzase a cuestionarse el tráfico de trabajadores identured, si bien fueron rechazadas por el parlamento británico las propuestas de prohibición de ese tráfico, que incluía hombres, mujeres y niños que tenían acceso por una multiplicidad de razones: contrato, secuestro tras ser embriagados, o rapto, especialmente de niños.
Estas situaciones tienen reflejo en las leyes británicas; así, la Lista de Libertades de Massachusetts, de 1641, declaraba:
Nunca habrá entre nosotros ninguna esclavitud de cuerpo, vecindad o cautiverio, a menos que sea de cautivos hechos legítimamente en una guerra justa y de forasteros que voluntariamente se vendan a sí mismos o se nos vendan ... con tal de que esto no exima a nadie de servidumbre que sea juzgada por la autoridad.» (Thomas 1997: 447)
Pero en los últimos años del siglo XVII, los esclavistas de Virginia acabaron convenciéndose de la fragilidad física de los esclavos ingleses, pasando a preferir mayoritariamente la mano de obra negra.
Una circunstancia que tuvo algún peso en la determinación de limitar al fin el uso de esclavos blancos fue que las relaciones existentes entre esclavos blancos, esclavos negros e indios, llegase a que los tres grupos pudieran llegar a unirse para combatir al reducido número de amos, y es que llegaron a producirse fugas de esclavos de esos tres colectivos, lo que tuvo reflejo en las leyes aprobadas para el efecto.
Y es de estas leyes de donde surge el racismo, que en principio parece que no era el eje sobre el que se asentaba el esclavismo.
Edmund Morgan, basándose en su profundo estudio de la esclavitud en Virginia, no ve el racismo como algo "natural" en la diferenciación blanco-negro, sino algo que nace del desprecio de clase, un artefacto realista para el control. "Si los hombres libres desesperados hicieran causa común con los esclavos más temerarios, los resultados podrían ser peores que lo ocurrido con Bacon. La respuesta al problema... era el racismo, para separar, con una pantalla de menosprecio racial, a los blancos libres más peligrosos de los esclavos negros peligrosos". (Zinn 2005)
Es en esta época cuando el tráfico negrero empieza a ocupar el primer puesto en cuanto a número de miembros. Y en la prosecución de esos objetivos, el fin de la Guerra de sucesión en España abría las posibilidades de extender el mercado a toda América.
Pero si la eclosión del tráfico negrero tuvo especial significado desde 1713, la situación se venía gestando desde la cuarta década del siglo XVII, con el desarrollo de la industria azucarera y tabaquera en Brasil y en el Caribe, y no es de importancia menor este asunto en la guerra de separación de Portugal, organizada y dirigida bajo la batuta británica, que vería cumplidos sus objetivos el 13 de febrero de 1668.
En 1713, al finalizar la Guerra de Sucesión al trono de España, Inglaterra, a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcara la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros.
Pero el desarrollo del tráfico negrero no representó el fin de la esclavización de la población inglesa, siendo que en 1717, el Parlamento institucionalizó la deportación al Nuevo Mundo como castigo legal para los crímenes cometidos. Después de esa fecha,
se enviaron decenas de miles de reos a Virginia, Maryland Jamaica y las otras colonias.
No obstante, el peso específico de los esclavos blancos comenzó un rápido declive merced a la extraordinaria capacidad inglesa de transportar esclavos negros, más vigorosos y adaptados al clima y al duro régimen de trabajo que tan letales resultaban para los esclavos ingleses.
Tan es así que en algo más de medio siglo había cambiado radicalmente la constitución racial de los asentamientos ingleses, donde los naturales habían sido exterminados, y la mayoría de la población era negra, siendo que si en las colonias continentales el porcentaje era superior al cincuenta por ciento, en Jamaica multiplicaba por diez a la población blanca.11
Con el siglo XIX se iniciaría el segundo capítulo del tráfico. En 1807 el Parlamento Británico aprobó la Ley para la Abolición del Comercio de Esclavos, por la cual todo traficante que fuese abordado sería severamente penado, y en 1833 dictó la Ley Abolicionista que liberó todos los esclavos del Imperio Británico.
Inglaterra había creado una nación títere, Sierra Leona, donde deportó a los negros que vivían en Inglaterra al tiempo que deportaba ingleses a Australia y Nueva Zelanda, y en 1821 la American Colonization Society desembarcaba en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia, otro estado libre creado a base de dinero, y sobre todo presión de las armas.
Con estas leyes que perseguían el tráfico, principalmente Brasil, pero también Cuba, quedaron como únicos lugares de destino para el tráfico, que era llevado a cabo por armadores radicados en Brasil y en Cuba, y que eran suministrados de buques por los traficantes usenses.
El número de barcos negreros con bandera usense se fue incrementando de forma que recordaba el incremento de la armada negrera británica de principios del siglo XVIII. Y como para esas fechas el tráfico también estaba prohibido en los Estados Unidos, caso de ser interceptados por la marina usense, no dudaban en izar en su lugar la bandera española.
Pero si esta situación se estaba dando en el Atlántico bajo las instrucciones británicas, en la India, y bajo las mismas instrucciones, continuaba a buen ritmo el tráfico esclavista. Y es que, a pesar de la abolición de la esclavitud, Inglaterra continuaba usándola a buen ritmo en sus posesiones de Asia y de Oceanía, lugar de destino éste último, de millares de ciudadanos británicos que sobraban en la metrópoli como consecuencia de la Revolución Industrial.
El fin del tráfico, no obstante, era inminente; en 1848 Francia decretaba la abolición de los esclavos en el Caribe Francés y fundaba la colonia de negros libres Libreville; en 1867 llegaba del último barco de esclavos a Cuba, y en 1873 se decretaba la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
En Cuba sería abolida en 1880, y en 1886 el patronato en que derivó aquella. Brasil la aboliría en 1888.
Ya estaba en significativo desarrollo la esclavización moderna, en la que el esclavo asume la responsabilidad de su vivienda, su vestido y su manutención... Y ahí estamos...
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El color del esclavista
Todas las razas, todas las civilizaciones, todos los continentes, todos los momentos de la historia, y particularmente el actual, se encuentran lastrados por el esclavismo, pero por intereses que si vienen ahora al caso no se acometen en este trabajo, el común de la sociedad centra el asunto entre los siglos XVII y XIX.
Aquí no nos centramos en ese asunto, si bien le damos la importancia que tiene, por lo que no podemos obviar, sino destacar, sus particularidades; así, debemos ser conscientes que en África, mucho antes de las primeras incursiones portuguesas para la adquisición de esclavos, la esclavitud era una institución corriente, siendo que, de tiempo inmemorial existía un comercio interno de esclavos que cubría las distintas necesidades militares y económicas.
El reino Kanem-Bornu no sólo se preocupaba de conseguir cautivos para los árabes sino que también los empleaba. (Arce 2013: 26)
Es necesario remarcar que en las sociedades africanas existía la esclavitud antes de la llegada de los europeos, y las motivaciones eran de diversa índole; así, si la guerra fue la principal fuente de sometimiento, no es menos cierto que existió otra multitud de razones para la misma, entre las que estaba el pago de deudas, el castigo por crímenes o el sometimiento por hambre.
Esa tradición, que no era ni peor ni mejor que la existente en otros lugares de la Tierra, daba varias categorías a la situación de los esclavos; así, María Luisa Velázquez señala que en Senegambia había varias categorías de esclavos.
Jaam juddu: esclavo doméstico Podía tener riqueza. Nadie lo podía vender porque iba en contra del acuerdo social colectivo.
Jaam sayor: esclavos de mercado Podían comprarse y venderse; por lo común incluían a los prisioneros de guerra.
Jaam buur: esclavos del rey Llegaron a ser tan poderosos en el siglo XVIII que controlaban la corte. (Velázquez 2012: 39)
Y esa tradición, ya en los siglos centrales del trasiego esclavista a América, los reyezuelos locales no se encontraron al margen del tráfico, sino que, bien al contrario, tuvieron la necesaria habilidad para aprovecharse del incremento del negocio, que si hasta la fecha se había centrado en el tráfico trans-sahariano, encontraba en el tráfico atlántico un incremento que alcanzaba dimensiones desconocidas.
En ese periodo, que culminaría con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, la economía de Occidente estaba preocupada por los suministros que tradicionalmente venían del Mediterráneo oriental, y que desde principios de siglo se habían resentido muy notablemente. Escaseaba el cereal, el azúcar, el oro, y Portugal, libre ya de la Reconquista, se volcó en África en busca de esos recursos.
Fue en este periodo cuando, en 1441 Antón Gonsalves introdujo los diez primeros negros obtenidos por Portugal de forma directa en origen, que en este caso fue el Río de Oro, y el medio de obtención su intercambio por prisioneros moros.
De la búsqueda de estos recursos surgió la demanda de mano de obra esclava.
Las exploraciones portuguesas continuarían, y en 1446 llega a Senegal Enrique el Navegante, de donde cuatro años más tarde llevarían 200 negros a Portugal.
En los años siguientes, los viajes de descubrimiento llevan a Portugal a Sierra Leona en 1460, y en la década de 1470 descubren la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y Gabón, desde donde comenzaron un trasiego de esclavos, pero no con Portugal, sino con los países del entorno, donde en lo que hoy es Ghana, los cambiaban por oro.
Los reyezuelos africanos quedaron admirados por las chucherías, las herramientas, las armas y los textiles suministrados por los europeos, que venían a completar unos suministros que hasta la fecha se limitaban a las caballerías que obtenían en el intercambio tenido con el mundo árabe.
La gente de allí, aunque negros también, todos holgaban de comprar esclavos negros de otras partes por oro, para su comercio que tenían con otros negros, sus vecinos, ellos o los otros con moros (Las Casas. África: 79)
El negocio se fue incrementando, alcanzando una estructura de carácter estatal, en un territorio que carecía de estado, y para el último cuarto del siglo XV ya había alcanzado el tráfico cierto significado bajo la dirección del florentino Bartolomeo Marchionni, que ejerció su actividad en Benin y en Guinea.
Los reyes de Dahomey se encontraron atrapados en un círculo vicioso : para mantener un Estado fuerte necesitaban fusiles y pólvora y, para conseguirlos, tenían que vender esclavos a los europeos. La solución fue ésta : como la venta de súbditos del reino estaba formalmente prohibida, se organizaron poderosos ejércitos que efectuaban correrías entre las poblaciones vecinas y guerreaban contra ellas para capturar esclavos. (M'Bokolo: 8)
Benin sería un centro de exportación de esclavos de primer orden; los reyes de Dahomey utilizaron sus relaciones de parentesco con los señores de Ode Itsekiri, asentados en el río dos Forcados, que dominaban militarmente, y donde se suministraban de los esclavos que posteriormente eran vendidos en la costa.
Así, tanto la captura como el traslado de esclavos a lo largo y ancho de toda la geografía africana, fue llevada a efecto por comerciantes negros, y es que los esclavistas europeos se limitaban a mantener unos fuertes y unas factorías en la costa africana, pero carecían de la menor presencia en el interior del continente, donde la actividad esclavista tenía gran tradición, existiendo un buen número de mercados de esclavos, entre los que destacaba por su actividad el de Idah, en la actual Nigeria, donde se vendían varios miles de esclavos al año, atendiendo la demanda tanto del mundo árabe como como de los traficantes europeos, existiendo datos que afirman que el total de esclavos negros traficados en el mundo árabe no bajaría de los veinte millones en un plazo de cinco siglos. Un número superior al del tráfico atlántico.
Sin embargo, en 1490, Portugal inició en el Congo un proyecto que acabó abandonando: El 19 de diciembre zarpó una flota con misioneros, albañiles, carpinteros, labradores y algunas mujeres, obteniendo unos resultados prometedores.
El 3 de mayo de 1491, el rey se dejo bautizar con el nombre de Joao I y, junto con el, gran numero de los miembros de su corte y jefes de provincias. Entre ellos, su propio hijo y heredero, Mvemba-a-Nzinga, jefe de la provincia de Nsundi, quien tomo el nombre cristiano de Alfonso. (Ngou 2003: 12)
Pero la misión no tuvo el seguimiento debido, y acabó sin mayores consecuencias.
Hasta el primer decenio del siglo XVI, el balance que se podría hacer de la cooperación entre los europeos y el Kongo es una evangelización rápida y superficial del reino, la construcción de escuelas e iglesias, el envío a Lisboa y la formación de los hijos de la nobleza kongo en esta ciudad, la introducción de mercancías europeas y la adopción de usos y gustos portugueses por la nobleza kongo. (Ngou 2003: 14)
En 1506, muere Nzinga-a-Nkuvu o Joao I, rey del Congo. Su hijo Mvemba-a-Nzinga sube al trono con el nombre de Alfonso I, que en 1509 inauguró la primera escuela que atendería a unos 400 alumnos, miembros de su familia. Otros jóvenes fueron enviados a estudiar a Portugal.
Pero como queda dicho, la misión no tuvo mayores consecuencias, principalmente porque el rey no lograba entender que se le exigiese renunciar tanto a sus amuletos como a todas las mujeres del país para circunscribirse a una sola.
No obstante, Portugal continuó con unas tímidas misiones que tendían a llevar a cabo el control del territorio. Así, se expandió por el reino de Ndongo, en lo que actualmente es Angola, donde mantuvo una serie de enfrentamientos que perdurarían en el tiempo y ocasionarían una importante guerra que el año 1618 acabó con la derrota de Ngoli Bbondi, rey de Ndongo y Matamba.
Con luz propia destacó Ana de Sousa, o más correctamente, Ngola Nzinga, hermana de Ngoli Bbondi, a quién acabó asesinando, y reina de Nodongo y Matamba, que si por una parte acogía a los esclavos huidos de los portugueses, por otra se alió con los holandeses, a quienes suministraba esclavos, sin rechazar como tales a sus propios súbditos.
Lo que no paraba de crecer era el tráfico, que se engrasaba convenientemente para acabar atendiendo la creciente demanda que alcanzaría su punto más álgido en el siglo XVIII.
En los inicios de esa gran maquinaria, hacia 1490 se produjeron grandes movimientos de conquista por parte de los pueblos africanos; movimientos que se enmarcaban dentro del desarrollo del proceso esclavista. En ese sentido es de destacar la actividad que tuvo lugar en Mali, donde la dinastía malinké Geelwar, en alianza con los wolof, un pueblo asentado en los actuales Senegal, Gambia y Mauritania, conquistó Siin y Saalum, ubicados en el territorio conocido como Senegambia, dando lugar al que fue uno de los principales, si no el principal, foco de exportación de mano de obra esclava. Con ellos debían tratar los traficantes atlánticos, como únicos suministradores para llenar sus bodegas.
La influencia del comercio portugués, que favoreció a las regiones costeras en detrimento de las zonas interiores, precipitó la desintegración de la confederación Djolof. Tras la conquista Geelwar de Siin y Saalum, el primer estado en romper con la unidad fue el de los wolof de Kajoor, liderado por Amari Ngone, autoproclamado primer damel del nuevo reino. Los intercambios con los portugueses de caballos contra esclavos permitieron al damel dominar los estados vecinos, especialmente el de los lebu de la bahía de Bezeguiche, en la península de cabo Verde, que no mantenía relaciones con los europeos y que fue anexionado a Kajoor entre 1480 y 1515. (Armenteros 2012: 235)
En 1498 Vasco da Gama pasa el cabo de Buena Esperanza y llega a Sofala y Malindi, en Mozambique, y en 1505 se introduce en Cuba el cultivo de la caña de azúcar. Un hecho que si en principio no tuvo especial significado, sería el detonante del masivo traslado de mano de obra esclava negra que acabaría conociendo América, y cuyas muestras evidentes pueden ser observadas a simple vista, muy especialmente en las zonas controladas por Inglaterra, Francia, Holanda y Portugal, siendo que la significativa población negra de Cuba no procede de este periodo, sino del siglo XIX.
El cultivo de la caña es, sin lugar a dudas, el motor del tráfico negrero atlántico. Ese cultivo se inició primero en los recién conquistados archipiélagos atlánticos. Así, Canarias conoció un florecimiento de ingenios que serían servidos por naturales de las islas, hasta que la corona prohibió la esclavización de los mismos.
En el periodo del tráfico, quienes llevaron el peso pesado del tráfico fue, a partir del Tratado de Utrech, muy principalmente Inglaterra, que hasta ese momento había compartido en régimen de igualdad la trata con países como Portugal y Países Bajos, que desde el siglo XV competían por el comercio de esclavos en Senegal, hasta que Francia logro apoderarse de este territorio y convirtió a Senegal en uno de los principales centros de comercio de esclavos.
La toma del territorio africano, así, tuvo efecto en el siglo XIX; siendo así, no se puede entender el tráfico negrero que tuvo efecto entre los siglos XVI y XIX sin la complicidad activa de esclavistas africanos, que al fin tenían en exclusiva la captura de esclavos dentro del continente.
De modo especial hay que señalar entre los grandes tratantes a los reyes de Dahomey o el Congo, así como a los de la costa de Nigeria y de las otras zonas occidentales y orientales de Madagascar y Mozambique dedicadas a la trata. En todas ellas, el trato se iniciaba con el desembarco del capitán del buque dedicado al tráfico, que inmediatamente entraba en contacto con el reyezuelo del lugar, a quién, para empezar a hablar, le suministraba aguardiente, pólvora y algún fusil, para pasar a continuación a la adquisición de los esclavos.
Señala Hug Thomas que los tratantes europeos obtenían la inmensa mayoría de esclavos mediante la compra o negociación con jefes locales, mercaderes o nobles.../... Los africanos que proporcionaban la mayoría de esclavos a los europeos los conseguían como en la antigüedad mediterránea o en el Medievo europeo: primero, como resultado de guerras; segundo, como castigo a las personas afectadas; tercero, por la pobreza, que obligaba a vender los propios hijos o hasta a venderse uno mismo, y cuarto, por secuestro, tan frecuente entre los africanos como raro entre los europeos.
En ninguna circunstancia se puede liberar de la responsabilidad de la esclavitud a quienes llevaban a efecto las capturas, pero es que, además, eran ellos quienes ponían las condiciones del tráfico, siendo que las exigencias de los suministradores eran de lo más variado, la demanda de las telas delicadas eran su principal demanda, y tras ellas, el hierro en barra, las armas, la pólvora, las herramientas agrícolas, los utensilios domésticos, los licores y el tabaco.
Señala Herb Klein que para los esclavistas franceses del siglo XVIII, la mercancía empleada para la compra de esclavos representaba dos tercios del costo del equipamiento. (Klein 1993: 18)
A tal punto llegaban su importancia y costo en este comercio que los europeos (en especial los ingleses) trataron desesperadamente de sustituirlas por imitaciones europeas más económicas, sin lograr su cometido. (Klein 1993: 18)
Los reyezuelos locales actuaban en nombre propio suministrando el material humano que les era demandado, y lo hacían como buenos conocedores del mercado, obligando la adquisición conforme a sus necesidades y quedando en segundo término la voluntad del demandante, que debía conformarse con lo que le era suministrado. Así, el número de mujeres esclavizadas no era proporcional al de hombres, y ello era debido a que su precio era muy superior al de los varones.
Gran parte de los esclavos que compraron los europeos a lo largo de los siglos los vendieron reyes, nobles u otros agentes, pero hubo siempre tratantes independientes que los vendían en grupos de dos o tres. A menudo un representante especial del monarca, como el mafouk en Loango, llevaba a cabo las negociaciones y numerosos reyes africanos exigían un arancel de, pongamos por caso, ciento veinte lingotes de hierro, antes de permitir al capitán que comerciara. En los años treinta del siglo XVII, el rey de Barra, «un ceremonioso monarca de los mandingos» exigía un saludo de quienes entraban y salían de su río, al igual que el maloango de Loango. El rey de Allada insistía en que los primeros esclavos comprados fuesen de su propiedad, tras lo cual sus colegas tendrían prioridad. (Thomas 1997: 385)
Algunos esclavistas africanos, además de utilizar la guerra como medio para la recluta de esclavos, llegaron a instalar auténticas granjas de cría con las mujeres que se negaban a vender a los traficantes.
Y, aunque no era la única forma, predominaba la venta por lotes, debiendo ser adquiridos en el mismo lote tanto los que estaban sanos como los que no. Siendo que controlaban el interior del continente, de donde extraían la totalidad de los esclavos, los jerifaltes africanos marcaban desde el principio cómo debía realizarse el negocio.
Muchos eran hábiles negociadores y un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales escribió a Holanda diciendo que «para ser justo con los negros he de decir que, como mercaderes de cualquier tipo, son muy astutos; uno suele ver que un mercader trata de dañar al otro tanto como le es posible». Los africanos a menudo sabían más de los europeos de lo que éstos sabían de ellos. (Thomas 1997: 388)
Pero no todo el territorio africano estaba bajo el control de algún rey local. En ese caso, poblaciones independientes, conocidas como Calabar, suplían la acción, para lo que estaban en permanente guerra con otras poblaciones y con otros Calabares, a fin de conseguir esclavos con los que comerciar. En lo demás, la actuación era similar a la llevada a cabo por los reyezuelos.
Hug Thomas relata la experiencia de un traficante inglés con sus proveedores de esclavos:
Cuando nos encontramos en el calabozo, los esclavos del rey. C. fueron los primeros que nos ofrecieron ... aunque solían ser los peores ... y pagábamos más por ellos que por los otros, cosa que no podíamos evitar, por ser ésta una prerrogativa de Su Majestad.» Por cada esclavo que les vendían públicamente, los «nobles» se veían obligados a pagar al rey una parte de las mercancías que recibían a cambio del esclavo o la esclava, «como cuota o arancel, sobre todo cauríes, con las cuales llenaba un plato de cada medida; para evitarlo, solían pedirnos que fuésemos a su casa de noche y nos vendían dos o tres esclavos a la vez y nosotros les enviábamos, en privado, las mercancías que habíamos acordado ... ; aunque no lo hacían mucho por temor a ofender al rey si se enteraba ... A veces, después de habernos vendido a una de sus esposas o un súbdito, se lo repensaba y nos pedía que lo cambiáramos por otro ... (Thomas 1997: 387)
Pero los reyes locales, en ocasiones, como en Dahomey, no ejercían un control absoluto del mercado, permitiendo que a su alrededor se crease un tejido de esclavistas compuesto por centenares de “pequeñas empresas”, ejerciendo el rey como protector de todos ellos que brindaba espectaculares fiestas en las que se ofrecía a los compradores espectáculos en los que no faltaban los sacrificios humanos.
Y aunque su principal actuación se circunscribía a su propio territorio, señala Jean Pierre Tardieu que se dio el caso que en 1658, el reino de Arda envió una embajada a Cartagena de Indias solicitando el envío de misioneros. El embajador llevaba un cargamento de esclavos para la venta. (Tardieu: 16)
En busca de beneficios, se cazaban entre sí como si fueran animales, y la guerra tribal fue de gran importancia en la búsqueda de prisioneros que esclavizar, siendo que incluso se inducía a los padres a vender a sus hijos como esclavos. Esta situación llegó a que, al amparo del tráfico, surgieran nuevos reinos, hasta el extremo que, conforme señalaba en 1705 un director de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, la Costa de Oro «se está tornando completamente en costa de esclavos, y los nativos ya no se concentran en buscar oro sino que hacen guerras entre sí para obtener esclavos». (Thomas 1997: 225)
El surgimiento del reino ashanti en la Costa de Oro demuestra cuán difícil resulta hacerse una idea absoluta del impacto del comercio atlántico. Los ashanti, que vivían a unos ciento sesenta kilómetros al norte de Elmina, y al norte de las minas de oro de la selva de Akan, dependieron durante muchos años de los akan; sin embargo en 1700 ya habían conquistado a estos últimos, con el uso de armas de fuego suministradas por los ingleses y los holandeses, y encabezados por Osei Tuti, su primer asantahene, o monarca independiente, quien haría de su pueblo el dominante en la Costa de Oro. La nueva capital de Osei Tuti era Kumasi, construida cerca de la antigua ciudad comercial de Tafo, y el símbolo del poder del nuevo imperio era el banquillo de oro. Los ashanti no tardaron en comerciar a gran escala con los holandeses. (Thomas 1997: 225)
El ascenso de este pueblo, si tuvo que ver con el esclavismo, no tuvo colaboración alguna de los traficantes europeos, que carecían de control alguno fuera de los límites de sus factorías, y se limitaban a la defensa de la población local, que era su principal proveedora. Sí les resultó favorable el ascenso de los ashanti, porque usarían su posición militar como moneda de cambio para alcanzar una mejor posición en las transacciones, si bien el poder alcanzado por este belicoso pueblo les permitió convertirse en uno de los principales proveedores en el último cuarto del siglo XVIII.
También en el XVIII, el pueblo luanda, en el centro del continente, se mostró como gran proveedor que en sus luchas de conquista llevaba sus incursiones desde el lago Tanganica hasta el río Kuango, entre Angola y Congo.
Esta actuación llegó a alarmar a los propios traficantes europeos que, desconocedores de África, no lograban determinar el porcentaje de población que estaba siendo exportada.
Y ya en plena actuación por la supresión de la trata, es interesante entresacar una referencia de la investigadora Dolores García
Las palabras del rey Holyday al capitán Crow cuando éste le comunicó la prohibición de la trata, resultan reveladoras: “¡Crow! ¡Usted y yo hemos sido amigos durante mucho tiempo y sé que usted habla de veras ¿Qué haremos nosotros si vuestro rey detiene el comercio? Usted sabe bien que tenemos demasiadas mujeres y niños (…) Si el comercio se para entonces tendremos que matar niños (…) Pero pensamos que no es posible que el comercio termine y todos los hechiceros nos dicen que vuestro país no es en absoluto más fuerte que el Dios todopoderoso”. Con el recordatorio de que los ingleses no eran dioses, el rey indígena dejaba claro que ni tan siquiera ellos podían parar la maquinaria del comercio de esclavos que tanto habían contribuido a desarrollar. Durante bastantes años más, la mayoría de los pueblos costeros continuaron abasteciendo de esclavos a las factorías negreras ilegales de la costa occidental africana. (Dolores García: 60)
Sólo la subsiguiente toma del territorio por los países europeos y el sometimiento de toda la población al nuevo tipo de esclavitud acabaría imponiendo la supresión de la trata.
En esas condiciones, tanto el comercio de esclavos del Atlántico Norte (cuyo inicio se sitúa en Europa y Norteamérica) como del Atlántico Sur (Brasil y Río de la Plata) se mantuvo intacto durante cuatro siglos por las corruptelas y tiranías que habían establecido los propios líderes africanos, siendo que las dificultades existentes en el mundo hispánico para la culminación del tráfico, no fueron consecuencia de la falta de oferta, sino de la idiosincrasia de la Monarquía Hispánica que, si por un a parte no aplicó al mundo negro la misma filosofía que aplicó a los indios americanos y a los filipinos, por otra se auto infligía trabas para la culminación del tráfico, que si conoció intentos, nunca, salvo ya en el siglo XIX con el patrocinio privado de Isabel II, y cuando Inglaterra estaba imponiendo en los mares su eliminación, dispuso de empresas destinadas al tráfico.
Cierto que en 1517 Fray Bartolomé de las Casas pidió a Carlos I que trasladase a América esclavos negros que sustituyesen a los indios libres en el trabajo de las minas, y cierto que en atención a esa demanda, el 18 de agosto de 1518 Lorenzo de Garrevod, gobernador de Bresa, fue autorizado a trasladar 4.000 negros que, como resistentes a la viruela, sustituyesen con éxito la población indígena que estaba sucumbiendo a la enfermedad, pero también cierto que no la esclavitud hecho que caracterice a la España americana, salvo a Cuba, y en el siglo XIX.
Garrevod vendería las licencias a tres genoveses: Domingo de Fome, Agostín de Ribaldo y Femando Vázquez, y más adelante, Enrique Eynger y Jerónimo Sayller.
Quince años después, el adelantado Francisco de Montejo introduciría cien nuevos esclavos en Yucatán, y otras personas individuales obtuvieron licencias similares para la zona.
Y para el cumplimiento de esa labor, entrarían en liza algunos judíos conversos:
En Portugal los Rodríguez Núñez y los Duarte Jiménez eran tan numerosos que casi una cuarta parte de la villa de Lisboa llevaba estos nombres. En Amberes se hallaban ligados por lazos de parentesco con las principales familias de la villa, los Van Eckeren, Rodríguez d’Evora, D’Andrada y Teixeira de Sampeiro. En Italia se habían aliado con los Medid, los Strozzi, los Piazzi, etc. Tan poderosa era esta familia que no obstante su ascendencia judía y su carácter de nuevos convertidos, es decir, cristianos recientes, el papa Sixto V, no tuvo escrúpulos para concederles la distinción de usar su nombre, Peretti, y sus armas. (Aguirre 1946: 35)
Estas son las actuaciones que nos encontramos hasta entrado el segundo cuarto del siglo XVI. Es a partir de este segundo cuarto de siglo cuando el tráfico comenzaría a tener peso específico.
En 1531 Portugal comienza la colonización de Brasil, y en 1553 salen de Londres los primeros buques ingleses dedicados al tráfico negrero, cuya carga sería repartida de forma ilegal en las provincias españolas de América.
El proceso sería rápido, siendo que en 1562, el pirata John Hawkins transportaba a las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, iniciando un tráfico que no cesaría hasta la supresión legal del mismo.
El origen de estos esclavos era el sur del Senegal, donde los piratas los compraban a los pueblos locales, los mande. La acción de contrabando se veía facilitada por el hecho de que los esclavos eran la única «mercancía» que por diferentes razones no se obligaba a su registro en la Casa de la Contratación, lo cual era sumamente importante pues representaba una clara contravención del monopolio comercial español en las Indias.
Se estaba llegando a un punto importante en el tráfico atlántico y bajo el reinado de Felipe II, en 1595, el mismo año que Holanda enviaba su primera expedición esclavista, el judío converso portugués Pedro Gómez de Reynel, que movía los hilos del tétrico negocio en Angola, compró una licencia por valor de cien mil ducados anuales durante nueve años, y se comprometió a transportar a las Indias a nada menos que cuatro mil doscientos cincuenta negros al año.
Durante este tiempo, la trata en la España unificada estuvo en manos de conversos judíos, como los sevillanos Diego Caballero, de Sanlúcar de Barrameda, y la familia Jorge, estando el nedocio de Lisboa en manos de Femandoo Noronha.
El más notable de todos fue Antonio Femandes Elvas, asentista desde 1614 a 1622, relacionado por parentesco con casi todos los tratantes importantes del imperio hispanoportugués en la época en que las dos coronas estaban unidas.
Pero estos hombres eran formalmente cristianos. La Inquisición pudo aducir y hasta creer que muchos de ellos practicaban en secreto el judaísmo, y juzgó en consecuencia a algunos de ellos, dejando que a otros los castigara el brazo secular. (Thomas 1997: 296)12
Jorge Fernández Gramaxo, factor de Pedro Gómez Reynel, tenía en Cartagena de Indias, además del negocio de esclavos, haciendas y un gran prestigio en la ciudad, lo que le posibilitó amistad con el Presidente de la Real Audiencia y el control del polvorín de lo que posibilitó la que fue conocida como La Complicidad Grande, una conspiración que se extendía por todos los Virreinatos, de la mano de los comerciantes judíos, que finalizó con el Auto de Fe de la Inquisición de Lima de 23 de enero de 1639, siendo que mjuchos de losa procesados eran vecinos de Cartagena, quienes, como el capitán Alonso Gil, estaban vinculados a los negocios esclavistas ingleses.
Los juicios de la Inquisición dejan de manifiesto estas relaciones, siendo que en ellos quedan reflejados nombres y situaciones; sólo a título de ejemplo podemos tomar el de Juan Rodríguez de Silva, tratante de negros que se ocupaba de la distribución en el Perú de los esclavos que le mandaba su primo instalado en Cartagena, Juan Rodríguez Mesa.
Un socio de Gramaxo, Duarte López Mesa, declaró ante el Tribunal de la Inquisición las relaciones existentes entre los traficantes de esclavos y la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, organización pirática de Holanda que realizaba constantes intentos para tomar posiciones en América.
Es en el curso de estos procesos inquisitoriales donde quedó al descubierto la directa relación existente entre el tráfico esclavista y el criptojudaísmo; así, quedó reflejado en el Tribunal de la Inquisición de Cartagena, en 1613, donde se procesó a Francisco Gómez de León, responsable de la importación de esclavos.
Y es que los conocidos como hombres de la nación, estaban estratégicamente instalados en el mapa del tráfico de esclavos. Las Molucas, Potosí, Goa, Cartagena de Indias..., y de forma destacada, controlando el tráfico mundial, en Londres y en Amberes.
Al respecto señala Ricardo Escobar que los criptojudíos
Gozaban de una vasta red de socios conversos, desde aquellos instalados en San Pablo de Luanda, en Angola, que proporcionaban la mano de obra negra, y Juan Rodríguez Bueno, reconocido comerciante cristiano-nuevo que aseguraba el abastecimiento de vituallas desde Sevilla, hasta los correligionarios que completaban el circuito en tierras americanas: Manuel Bautista Pérez, quien redistribuía los esclavos en el Perú, o el mexicano Simón Váez Sevilla, sin duda el hombre de negocios converso más rico de América, quien gracias al comercio con Filipinas había logrado apuntalar un sistema de intercambios abierto hacia los dos océanos. (Escobar 2002: 68-69)
Manuel Bautista Pérez, que fue capitán de buques negreros en Angola a principios de siglo, desfilaría en en Auto de Fe celebrado en Lima el, 23 de enero de 1639, donde fue relajado al brazo secular.
A este respecto, el historiador sionista Günther Friedlander asegura que la Complicidad Grande fue una conspiración política muy bien organizada y con apoyo de las potencias enemigas de España que tenía por finalidad establecer un estado judío.
El hecho de la Complicidad Grande tiene relación directa con el tráfico, y éste con la toma de Bermudas por los ingleses en 1612 y la presencia de Holanda en la Guayana, iniciada en 1616.
De hecho, era el tráfico negrero la vinculación que permitió a la Inquisición abortar la Complicidad Grande. Era la comunidad criptojudía peruana que se encargaba de la venta de los esclavos, de la que era principal representante el citado Manuel Bautista Pérez.
En la práctica, la totalidad de la organización formaba parte del tráfico esclavista, cuya vinculación con la Compañía de las Indias Occidentales (VOC) de Holanda, era manifiesta, siendo conocida por los judaizantes cartageneros la Cofradía de Holanda.
Procedente de Amsterdam fue capturado, en 1649, el tratante Luis Méndez Chávez", quien había sido reconvertido al judaísmo y circuncidado en esa ciudad. Preso en la gobernación de Venezuela, donde desembarcaba con una armazón de esclavos (negocio financiado por judíos instalados en Amsterdam). (Escobar 2002: 54)
Al respecto de esta simbiosis, Manuel Álvarez Prieto, quien optó por declararse judío y querer morir como tal, confesó estar sentado por judío en la cofradía de los judíos de Holanda, y que en el derecho de ella quería morir. (Escobar)
Y esa relación entre judaísmo y tráfico negrero se desarrolaría también en otros ámbitos; así, en la segunda mitad del siglo XVIII encontramos en las colonias británicas de Norteamérica a Aaron López, portugués, siendo que en la época se entendía como “portugués” a los judíos conversos.
Es de destacar que los judíos tomaron parte directamente activa también en el desarrollo de la piratería, siendo los resposables directos de multitud de acciones, entre ellas, por citar alguna, la toma de Jamaica por Inglaterra en 1655, momento en que se convirtió en un centro de recepción y distribución de esclavos.
Es en estos momentos cuando el tráfico esclavista comienza a desarrollar músculo. En 1618 los ingleses se establecen en el río Gambia, y en 1619 introducen los primeros esclavos en Virginia.
En 1625 los franceses se apoderan de Haití y en 1630 Inglaterra inicia la industria azucarera en Barbados.
En octubre de 1636, la Compañía de las Indias Occidentales envió una nueva flota a Pernambuco bajo las órdenes del conde Juan Mauricio de Nassau, que amplió su zona de influencia y en agosto de 1641 envió una expedición de conquista a Uganda, con cuyo control se garantizó el suministro de esclavos que precisaba para para cultivar las plantaciones de azúcar del Brasil.
El año 1637 Unos comerciantes franceses de Dieppe construyen el fuerte de San Luis del Senegal, y ese mismo año los holandeses desalojan a los portugueses de
Arguin, Gorea y Elmina.
Como queda señalado líneas arriba, es justo en estos tiempos cuando el tráfico empieza a adquirir caracteres épicos. En 1640 Suecia inicia la trata; en 1642 Francia comienza la introducción de esclavos africanos en la Martinica; en 1645 Suecia construye el fuerte de Christianborg en la Costa de Oro, como establecimiento para gestionar el tráfico; en 1651 La Compañía Británica de las Indias Orientales arrebata Santa Elena a los holandeses; en 1652 los holandeses toman el cabo de Buena Esperanza; en 1655 Inglaterra se apodera de Jamaica; en 1657 Dinamarca toma el castillo de Christianborg. Por su parte, en estos momentos, y en el interior del continente, en Sudán, la trata no estaba en manos de europeos, sino de musulmanes, siendo que los estados islámicos, como venia siendo costumbre, dependían del trabajo esclavo.
Los judíos sefardíes holandeses desempeñaron cierto papel en la trata desde Curaçao; poseían excelentes contactos con cristianos nuevos portugueses, tanto en el Caribe como en Brasil; también participaron en empresas administradas por conversos con sede en Amsterdam. En 1702, más de un tercio de la riqueza de la isla pertenecía a los aproximadamente seiscientos miembros de la comunidad judía sefardí holandesa que habitaban en ella. Curaçao prosperó y entre 1668 y 1674 habría exportado unos cuatro mil esclavos por año. (Thomas 1997: 210)
La importancia del tráfico dentro del propio continente africano de un significado de envergadura nada desdeñable, siendo que en los últimos años del siglo XVII, el sultán Mulai Ismail organizó en los territorios que hoy conforman Marruecos un ejército de esclavos de unas doscientas mil unidades. Cierto que en el mismo también formaban esclavos europeos y españoles, pero el aporte que al mismo hacía la piratería era irrelevante en el cómputo total. Y esa actividad era seguida asimismo por otros poderes en el mundo musulmán.
Los holandeses abrieron en Benin nuevas factorías,de las cuales destacaron por su importancia Popo, Allada-Jaquin, Offra y Ouidah.
En total, las factorías fijas instaladas en África para la recepción de esclavos alcanzaron el número nada desdeñable de sesenta y seis.
De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso:57)
A ellas se añadirían posteriormente las detentadas por los Estados Unidos, siendo que el desarrollo de estas factorías durante los siglos XVI al XIX, propició que Inglaterra, EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Y la población africana no era ajena a ese crescendo
En el siglo XVII, los tratantes del pueblo efik, que hablaba ibibio, habían avanzado hacia el sudeste por esos ríos, según la leyenda debido a una disputa acerca de una hacha. Cuando de pescadores pasaron a convertirse en mercaderes, de esclavos entre otras cosas, fundaron una poderosa hermandad comercial llamada Egbe. (Thomas 1997: 360)
Pero el hecho merece alguna cita más:
En 1730, Francis Moore, un experimentado tratante inglés, que había sido factor de la RAC en Fort George en el río Gambia, describía cómo los mandingos, los intermediarios en la trata de la región, llevaban a la costa «esclavos en número de dos mil que, dicen, han sido capturados en la guerra y comprados a los distintos príncipes que los hacen prisioneros». (Thomas 1997: 369)
Y si entre los tratantes blancos se hacían destacar algunos nombres, algo similar pasaba con los tratantes de raza negra. Hacia 1740, Evo Nsa, antiguo esclavo de la tribu efik, era uno de los principales suministradores.
Pero era múltiples las tribus que se encontraban involucradas en la caza y el comercio de esclavos, los efik, los ibas, los sonyos, los ashanti, los luanda, los wolof, los zambo, los mandingo, … en una actividad que canalizaba hasta las factorías europeas auténticos ríos de esclavos.
La guerra era método habitual para el abastecimiento, y todos los pueblos la practicaron
Entre los africanos del Africa Central la principal finalidad de las guerras fue la captura de esclavos. Los vencidos de una batalla se retiraban en desbandada, perseguidos por los vencedores, que capturaban prisioneros de guerra y mataban a los viejos. Después de esta persecución los vencedores se regresaban a su pueblo con las presas, gritando la victoria. Cada soldado presentaba su captura y tenia que ofrecer al rey una parte. Los prisioneros eran después vendidos a los europeos. Segun Proyart, en el siglo XVIII la trata era todavía la actividad principal del reino de Loango: esos esclavos eran esencialmente prisioneros de guerra, que se vendían en el mismo campo de batalla o a veces en la costa, no directamente a los europeos, sino a unos intermediarios designados por el rey. (Ngou 2003: 18)
Brutal era en sí el tráfico, pero es difícil señalar en qué punto es más brutal. Si la demanda lo era, la oferta no quedaba atrás, hasta el punto que los cazadores de esclavos no dudaban en poner en el mercado del tráfico aquello que tenían más a mano. De hecho, el rey de Benin llegó a vanagloriarse de ser quizá el mayor suministrador de esclavos a los traficantes ingleses.
El capitán Phillips recordaba en 1694 que el rey de Ouidah «a menudo, cuando hay gran escasez de esclavos y no puede proporcionarlos de otra manera a los buques, vende a trescientas o cuatrocientas de sus esposas para completar el número». (Thomas 1997: 376)
Pero si cabe no era esta la mayor de las barbaridades. Señala Hug Thomas que a principios del siglo XVIII, en Benin, el visir del reino hacía que sus visitantes se lavaran los pies en una gran vasija de cobre, antes de asistir, por ejemplo, a un festín de ñame animado con sacrificios humanos (Thomas 1997: 358)
Con estas formas, la Costa de los Esclavos, que ocupaba el golfo de Guinea, era a finales del siglo XVII el lugar de embarque de la mitad de los esclavos sacados de África con destino a América: al rededor de dieciséis mil anuales.
Y este crecimiento necesariamente tuvo reflejo en la España americana, donde, muy a pesar de las leyes que impedían la navegación a mercaderes extranjeros, las asociaciones piráticas llevaban a cabo incursiones de todo tipo en las que no faltaba lo que significaba un alto porcentaje de su actuación: el tráfico ilegal de esclavos, siendo que, sobre todo durante los siglos XVII y XVIII, holandeses e ingleses llevaron cabo un importante comercio ilegal en el Caribe... y hasta en el Río de la Plata, donde el tráfico ilegal llegó a representar el 2000 por ciento de las licencias.
En 1701 La Compañía Francesa de las Indias obtiene un asiento para transportar negros a la América española por un número indeterminado de años en lo que sería conocido como periodo francés, y que terminó su irregular vida con el asiento que en 1713 impuso Inglaterra como resultado de la Guerra se Sucesión, y que daba el monopolio por un periodo de treinta años, siendo que el negocio sería subrogado por Inglaterra a la South Sea Company, sociedad por acciones que había sido creada al efecto, y cuyo accionista principal era Robert Harley, conde Oxford.
El leonino Tratado de Utrecht daba a Inglaterra, además, la posesión de Gibraltar y Menorca y la condición de nación más favorecida. Ello daría lugar en 1715 a que Ricardo O'Farril estableciese en La Habana la primera factoría para la entrada y venta de esclavos al tiempo que Portugal transportaba grandes cargamentos de negros a Minas Gerais, en Brasil.
En agosto de 1762 La Habana fue tomada por los ingleses. Fue a partir de este momento cuando se desarrolló el comercio esclavista en Cuba, lo que propició que los comerciantes británicos se volcasen por tomar posiciones, pero el pionero fue el comisario británico John Kennion quién comenzó a importar esclavos a razón de 2000 por año, con la obligación de que la cuarta parte fuesen mujeres.
Es en 1773 cuando el marqués de Casa Erile obtiene el privilegio de introducir esclavos negros en Cuba; actividad vacilante que llevó a efecto hasta que en 1786 la casa Baker y Dawson lo reemplazó. Y en 1777 España adquiere Fernando Poo con el fin de establecer una factoría negrera; algo que, al fin, no se llevaría a efecto.
Es en esta época cuando el desarrollo del tráfico iniciado desde las colonias británicas de Norteamérica empieza a desarrollarse espectacularmente, de forma que la cuarta parte de la flota mercante se dedicaba al tráfico negrero.
La flota negrera era usense... ¿Y los propietarios de esclavos?... Variados... En 1830, solo en el sur de EEUU había alrededor de 4.000 pequeños esclavistas negros que poseían más de diez mil esclavos.
Nos encontramos en el momento álgido del tráfico. Justo en el momento que en Inglaterra de desarrollaba la Revolución Industrial y tomaba fuerza el movimiento abolicionista, la flota británica traslababa hasta doscientos cincuenta mil infelices en diez años... y Francia otros cien mil.
El movimiento abolicionista toma forma en Londres en 1787 cuando Thomas Clarkson funda la British Antislavery Society, que luego es la base de asociaciones similares en los demás países europeos y americanos. Y ese mismo año, Inglaterra ocupa Sierra Leona, tierra inhóspita, según declararon los mismos abolicionistas, para desterrar a los negros que en esos momentos estaban esclavizados en Inglaterra. Los ingleses tendrían finalmente otro destino: los presidios de Australia y Nueva Zelanda.13
Y al compás del movimiento abolicionista España concede en 1789 libertad para el comercio negrero en América.
Pero en 1807, Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos, lo que representó un problema para quienes querían comprarlos, y en lo tocante a España, en 1810, los esclavistas cubanos iniciaron conversaciones con el cónsul usense en La Habana, William Shaler, para tratar de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, ante la previsible supresión que suponían acordarían las Cortes de Cádiz.
Por su parte, esta situación provocó que surgiesen negreros españoles, especialmente catalanes, que en el siglo XIX llegaron a significar hasta el cuarenta por ciento del tráfico recibido en Cuba, siendo que el puerto de Barcelona se convirtió en un importante centro de tráfico, de donde salieron barcos que llegaron a transportar varias decenas de miles de esclavos.14
La reina María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, en compañía de su segundo esposo, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, I Duque de Riánsares, practicó y promovió la trata de esclavos y tuvo participaciones en diversos ingenios azucareros en el siglo XIX. Y entre los “libertadores” americanos, Páez, Bolívar, Belgrano...
La relación estratégica de los grandes empresarios catalanes con el tráfico negrero convirtieron a la ciudad de Barcelona en un emporio donde se inició un espectacular desarrollo económico y urbanístico; de ahí partió la creación del Ensanche” barcelonés y de la industria textil, así como la creación de entidades bancarias. El Banco Hispano Colonial, fundado el 1876 por un grupo de esclavistas entre los que destacaba Antonio López y López fue uno de los catalizadores de la riqueza producida por el esclavismo, que se plasmaría en la financiación de infraestructuras como el “metro” de Barcelona, la Sociedad General de Aguas, o el trazado de la Vía Layetana de Barcelona.
Miguel Biada y Bunyol, principal promotor de la primera línea de ferrocarril en la Península, la de Barcelona Mataró, inaugurada en 1848, había amasado su fortuna en Cuba, con su compañía, la Biada y Cía., entre cuyas actividades se encontraba la trata de esclavos africanos.
Y si esas circunstancias se produjeron en España, en África se oponían a la abolición, que les acarreaba la ruina, al tiempo que aumentaba la inseguridad en sus territorios. En esta situación un mulato africano, Cha Cha de Souza, se convertiría en esta época en uno de los mayores proveedores de esclavos.
John Hughes, después de visitar Guinea Bissau o Guinea portuguesa, en 1828, comentaba: «creo que todos los indígenas africanos se dedicarían a comerciar con esclavos, si se les permitiera». (Thomas 1997: 555)
Por otra parte, la labor de Inglaterra en pro de la abolición tenía exclusivamente una motivación económica; por eso, mientras perseguía el tráfico marítimo, mantenía el tráfico terrestre en sus colonias de Asia... Pero los esclavos no eran negros.
En 1817, Radama, el rey del Madagascar oriental, llegó a un acuerdo según el cual, a cambio de acabar con la trata, Gran Bretaña le pagaría cien mil dólares anuales durante tres años; Castlereagh cerró tratados similares con el imam de Mascate y, en 1822, con el sultán de Zanzíbar. Cierto que eran convenios modestos, pero les seguirían otros muchos de mayor envergadura. (Thomas 1997: 589)
Motivación económica evidente pero no declarada; algo que desconcertaba, por ejemplo, a los esclavistas negros, que seguían con el tráfico en el mundo musulmán... Y algo que no entendían los musulmanes, que interpretaron la medida como un ataque al Islam.
Pero parece que las dudas se resuelven en el materialismo. El esclavista estaba cambiando los métodos al compás de las necesidades que iba creando la Revolución Industrial; así, mientras en 1821 se constituía en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, presidida por Wilberforce, la misma Inglaterra comenzaba la consolidación de sus posiciones en África, en España a un lado y otro del Atlántico, en India, en China (donde llegó a crear una guerra que le permitiese introducir opio), en India, en Australia y Nueva Zelanda, estas dos como penales donde remitir la población sobrante de la metrópoli.
Y en los Estados Unidos seguirían los mismos pasos; en 1821 La American Colonization Society desembarcaba en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia, pero la idea de trasladar nuevamente a África a toda la población existente en Norteamérica resultó de todo punto inviable, por el volumen de población que representaba, y por la desconfianza surgida en la comunidad negra ante una medida que veían descabellada.
En este tiempo, Gambia, Costa de Oro y Ghana paulatinamente pierden interés para los británicos, sobre todo con la abolición de la esclavitud, y Sierra Leona mantiene cierto interés como punto de destino de los esclavos que con la nueva situación les resultaban lesivos para su economía. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, acabarán sirviendo como plataforma de lanzamiento para la colonización del continente y el sometimiento a los nuevos regímenes de esclavitud que estaban implantando en el mundo entero. Pero ese proceso se alargaría hasta finales del siglo XIX.
Con las implicaciones que se deducen de todo lo relatado hasta aquí, no deja de resultar curioso que en agosto de 1999, la African World Reparations and Repatriation Truth Commission, reunida en Acra, se atreviese a reclamar indemnizaciones a los países occidentales que participaron y se beneficiaron de la trata de esclavos.
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El trato del esclavo
A lo largo de la historia y de las civilizaciones, nos encontramos que el trato del esclavo no ha sido necesariamente malo ni necesariamente idéntico en unos lugares y en otros.
En Grecia y en Roma, por ejemplo, nos podemos encontrar con esclavos que ejercían como maestros, siendo común la manumisión. Pero esa cuestión será tratada en su lugar. Lo que nos ocupa es el esclavismo en la Edad Moderna.
Con el descubrimiento de América surgió la cuestión de la esclavización de los indios; algo que, si bien llegó a producirse en los primeros momentos, fue zanjado radicalmente por la Corona española, que desde 1542 les dio el estatus de súbditos, con derecho a la libertad y a la propiedad.
Pero no sucedió lo mismo con el caso de los negros, que fueron comprados como una mercadería más y tuvieron una consideración similar a la de los esclavos durante el periodo romano, estando muy generalizada también la manumisión, hasta el extremo que en tiempos de Felipe II fue tomada muy en serio la cuestión, exigiendo la Corona que cumpliesen con las obligaciones fiscales a las que debía hacer frente el resto de la población.
Pero la esclavitud estaba ligada inexorablemente al trabajo; era la mano de obra no cualificada que atendía los menesteres de menor entidad... y en algunos lugares, como en Roma, otros de no menor entidad que tenían relación, por ejemplo con la educación de los niños. Y siempre presente la manumisión, que hacía que antiguos esclavos llegasen a tener el poder económico suficiente para hacerse con otros esclavos.
En el mundo musulmán, parece que había un trato algo diferente; también lo veremos en su lugar. No siendo tan común la manumisión, nos encontramos con generales del ejército, como por ejemplo Tárik, conquistador de España, que era liberto de Musa Ibn Nusair.
Así, conviene que para interpretar el hecho de la esclavitud nos deshagamos de los juicios primeros que tengamos sobre la misma. En principio se trató de una medida piadosa para con los vencidos en la guerra, que en lugar de ser ejecutados, pasaban a la condición de esclavos, lo cual era un evidente avance.
Cumpliendo con la función a la que habían sido designados, el trato era desigual, como desigual es la actuación de cada persona. Si en el mundo árabe, a grandes núcleos de esclavos que no tenían función agrícola, militar o de servicios, se les dejaba libres durante el día para que se alimentasen por sí mismos y para que consiguiesen algún bien para su amo; en Roma se les destinaba a los más diversos fines, como sucedía en el interior de África, de Asia y de América. Eran, así, la fuerza de trabajo que hacía funcionar el engranaje social.
No era, en esencia, ni bueno ni malo. No obstante, en el mundo cristiano comenzó a cuestionarse el hecho de la esclavitud, y los Reyes Católicos la prohibieron para los nuevos súbditos americanos, del mismo modo que adoptaron acciones para eliminar una institución, como era la encomienda, que sin ser esclavismo guardaba cierta relación con éste por la dependencia que tenían los encomendados en relación a los encomenderos.
Pero curiosamente la encomienda, que en sí no era esclavismo, fue utilizada en América y en Filipinas para conformar entre los indios el nuevo sistema social al que las circunstancias les habían abocado. Esta circunstancia provocó no pocas leyes y protestas, ya que significaba tener en funcionamiento y en periodo de desmontaje una misma institución. Finalmente, la encomienda, como fue necesaria en la Edad Media en España, fue necesaria en las España americana para la educación de la población y ello dio lugar al nacimiento del municipio indiano.
Pero de la encomienda hablamos en un trabajo específico. Ahora nos ceñiremos a la esclavitud, que como queda expuesto, en esencia no era ni buena ni mala, sino necesaria.
Se dirá que la falta de libertad no es necesaria, y es verdad. Pero no podemos analizar los hechos de un momento sin atender todo lo que envuelve ese momento. Así, la filosofía imperante, en porcentajes de población que rozan el 100%, la entendía como natural y benéfica.
Lo que hace inaceptable la esclavitud es el maltrato, y es justo ahí donde se encuentra el nudo gordiano del asunto.
La concepción general de la esclavitud nos presenta colectivos salvajemente tratados, sin ningún tipo de derecho que quedan al albur del amo, que por lo general es sádico y sólo busca el mal del esclavo.
Pero eso no es del todo cierto. Siempre teniendo en cuenta el transcurso del tiempo (no podemos equiparar exactamente lo actuado cinco siglos antes de Cristo con el año uno de nuestra era, por ejemplo) los esclavos tenían sus derechos; menguados si se quiere, pero derechos al fin, que le garantizaban cierto bienestar.
Los esclavos del Estado, tenían un estatuto rígido... como rígido era el estatuto de los militares... y rígido el estatuto de la sociedad, y la flagelación o la condena a muerte, existía, sí, como existía para los otros miembros de la sociedad que incumplían las normas, y que variaban de acuerdo al estatus de cada uno... como ahora mismo sucede.
Los ciudadanos libres tenían unas obligaciones con el estado, y si no las cumplían, eran sancionados, y por ello no se entiende que el estado fuese tirano. Del mismo modo, el esclavo de familia, como antes el señalado esclavo del estado, debía cumplir unas normas que por lo general eran cumplidas, y tenía la vida normal de un trabajador de hoy que cumple con su obligación. Cierto que no tenían vacaciones, pero el resto de la población tampoco las tenía. Eso es cuestión del derecho laboral para hombres libres, no esclavos, que empezó a desarrollarse en América con las Leyes de Indias, donde se marcaba un horario de trabajo, descanso semanal y descanso anual.
De estos apuntes podemos deducir que el maltrato no va necesariamente unido a la condición de esclavo; es más, había esclavos que alcanzaban altos grados de confianza y ejercían de administradores de sus amos, por ejemplo. A pesar de todo, el maltrato existía en la esclavitud... como existía en los distintos ámbitos de la sociedad.
Existirían amos benévolos y amos iracundos... y hasta tiranos, como hoy sucede en cualquier ámbito de la sociedad, y si a ello añadimos que los métodos utilizados difieren considerablemente a los hoy utilizados, nos encontramos con situaciones francamente inaceptables. Controlar esas situaciones fue labor de los legisladores.
Así, para determinar el grado de humanidad o inhumanidad en relación al asunto, no debemos perder de vista tres cuestiones:
El trato dado al esclavo
las manumisiones
la evolución de la historia y la comprensión del hecho esclavista.
Al decretar la Corona de España la condición de vasallos de los indios americanos, éstos prestaron sus servicios como trabajadores libres, pero a principios del siglo XVI las pandemias de sarampión y de gripe diezmaron la población de La Española, por lo que, a instancias de Fray Bartolomé de las Casas se hizo un primer envío de esclavos negros procedentes de la Península, y cuya misión sería trabajar en las minas y en los ingenios azucareros.
El trato que debieron recibir en el ingenio de Diego Colón, a la sazón gobernador de la isla, no debió ser del todo ejemplar, lo que provocó que los esclavos, poco acostumbrados a ese trato, se sublevasen. Y no se sublevaron todos, sino los destinados al ingenio de Diego Colón.
Pero en el conjunto de la historia de la esclavitud en el mundo hispánico, no es común la acción de Diego Colón.
Elena F. S. de Studer, estudiando La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, afirma: «El trato que los negros recibieron en estas regiones fue humano y benévolo. Los cronistas y viajeros están de acuerdo en afirmar que los esclavos porteños eran considerados por sus amos con bastante familiaridad, recibiendo muchos de ellos no sólo el apellido sino hasta la libertad y bienes. Su suerte no difirió, en general, de la de los blancos pobres. La mayoría murió sin haber recibido un solo azote, no sabían de tormentos, se les cuidó durante la enfermedad, y como el alimento principal, la carne, era muy barata, y se les vestía con las telas que ellos mismos fabricaban, siendo muy raro el que trajera zapatos, se mantenían con facilidad. Hubo, sin duda, excepciones, pero si alguna vez fueron maltratados, intervenía la autoridad y el esclavo era vendido a un amo más humano» (331-332). (Iraburu)
Como queda más arriba afirmado, la diversidad de actuaciones va inexorablemente unida a la diversidad de conceptos de vida de cada uno, y no es reseña menor la afirmación que precede. Partimos que en un ámbito como el Río de la Plata; la autora da como generalizado el buen trato y la ausencia de castigos físicos, y va más allá, se les daba la libertad y hasta el apellido y bienes... Más adelante veremos si esa actuación se puede generalizar en otros ámbitos geográficos.
A este respecto, señala José María Iraburu que en el mundo católico hispano-lusitano, nunca llegó a formarse un abismo infranqueable entre los hombres blancos y los de color. Mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos o en Sudáfrica la diferencia entre negro y blanco ha sido neta y abismal, en la zona iberoamericana, incluso en el campo terminológico, había una «escala resbaladiza» -mulatos, tercerones, cuarterones, quinterones, zambos o zambahigos, pardos o morenos, castizos, chinos, cambujos, salta-atrás, chamizos, coyotes, lobos, etc., etc.-, por la cual siempre era posible subir o bajar. (Iraburu)
Pero parece que en el mundo británico la cuestión no era exactamente igual. Para el mundo anglosajón, (hemos podido ver ejemplos en las películas, principalmente de las del siglo XX con las que fortalecen nuestra colonización) el blanco es el anglosajón y el noreuropeo, siendo los demás directamente negros, y en su momento crearon la definición de sí mismos: WASP (blanco, anglosajón y protestante, por sus iniciales en inglés).
No por ello el trato de los esclavos blancos que trasladaron primero a América y luego a Australia y Nueva Zelanda fue distinto, como no era muy distinto el trato que daban a las tripulaciones encargadas del tráfico de esclavos. El historiador británico Clarence Henry Haring, refiriéndose al trato recibido por los esclavos blancos, especialmente ingleses e irlandeses , que habían sido enviados a cultivar caña en las colonias británicas del Caribe, y que habían sido reclutados de la forma más variada que nos podemos imaginar, algunos de ellos no a la fuerza, sino embaucados, embriagados, engañados y embarcados como ganado, señala:
Los esclavos europeos exportados a las plantaciones de azúcar resultaban.....peor tratados que los esclavos con quienes trabajaban hombro a hombro, porque sus vidas no tenían importancia alguna para los amos, una vez fenecido el término de servicio.' (Haring 1925: 75)
Y Los capataces de los hacendados, reclutados de forma similar a aquel porcentaje de los citados que voluntariamente asumían la condición de esclavos, tenían también una vida similar a la de los esclavos; algo que compartían con las tripulaciones de la Royal Navy y de la flota pirata.
El transporte se llevaba a cabo en diverso tipo de embarcaciones cuyas dimensiones variaban desde las once toneladas, las más utilizadas hasta 1700, hasta la 800 toneladas, las utilizadas por Inglaterra especialmente a partir de esa fecha, y que nos explica la diferencia existente entre el número de esclavos transportados entre esas dos épocas. Hasta 1700, las primeras embarcaciones llegaban a transportar hasta veinte esclavos, mientras las últimas tenían capacidad para transportar a mil seiscientos, con una media de dos esclavos por tonelada; cifras que en no pocas ocasiones eran incluso superadas, con unos habitáculos en los que era materialmente imposible erguirse.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. (Gutierrez Azopardo: 197)
¿Qué provoca la diferencia de actuaciones señaladas entre Río de la Plata y las colonias británicas? Parece evidente que el concepto de la vida y del hombre. España era humanista, cristiana, y como consecuencia no diferencia la condición humana de un español, de un indio, de un negro o de cualquier humano, y aún sometido a esclavitud, el hombre es hombre, portador de valores eternos y consiguientemente digno de respeto. Bastante tenía el esclavo con carecer de la libertad que gozaba el resto de la población.
De hecho, los esclavos que tuvieron como destino el mundo hispano tuvieron un tratamiento mucho más humano, y de ello quedan suficientes muestras, hasta el extremo que, por ejemplo la Florida, curiosamente la tierra que, conquistada en 1513 por Juan Ponce de León, en cuya expedición figuraban dos negros libres, Juan Garrido y Juan González Ponce de León, se llegó a convertir a partir del siglo XVII en la promesa de libertad para los esclavos sometidos en la cruel explotación de los británicos.
Las políticas de la Corona iban encaminadas en ese sentido; así, en 1693 se garantizaba la libertad a todos los que se bautizasen y se juramentasen en defensa de la Fe y de la Corona, lo que provocó que muchos esclavos de los ingleses huyesen hacia la España americana, lo que conllevó que en 1738 se crease el municipio conocido como Fuerte Mose, colindante con la ciudad de San Agustín, de la que era jefe de milicia un africano llamado Francisco Menéndez.
Parece, por lo que señala Elena F. S. de Studer, que esa actuación nacía de la propia idiosincrasia de quienes poseían esclavos, pero no era sólo eso.
El Estado y la Iglesia reconocían la esclavitud como nada más que una desafortunada condición secular. El esclavo era un ser humano que poseía un alma, igual que cualquier persona libre ante los ojos de Dios» (Bowser 147). Las cofradías religiosas de negros tuvieron gran importancia en la América española, como las irmandades en el Brasil. Por el contrario, la esclavitud negra de América fue muchísimo más dura donde apenas hubo empeño por evangelizar a los africanos. (Iraburu)
Y como consecuencia, el consejo de la Iglesia era la manumisión, siendo que la misma se producía con una frecuencia que en el mundo anglosajón sólo conocieron los esclavos blancos que lograron sobrevivir, en ocasiones al finalizar el contrato, y en ocasiones tras varias prórrogas obligatorias del mismo.
Ciertamente, no pocos poseedores de esclavos españoles liberaban a sus esclavos en el momento de su muerte, pero si el caso es significativo, no es menos significativo que un porcentaje no menos significativo lo hacía en vida. Tan es así que estudios de Frederick P. Bowser señalan que en el período comprendido entre 1524 y 1650, fueron liberados incondicionalmente en Lima un 33’8 % de esclavos africanos, en la ciudad de México un 40’4 %; y en la zona de Michoacán, entre 1649 y 1800, un 64’4 %.
Pero eso era en el mundo hispánico. Fuera del mundo hispano-católico, el trato del esclavo, blanco, negro, indio, mestizo o mulato tuvo una dureza sin parangón. No obstante, los esclavos ingleses, al fin, lo eran por un tiempo determinado. Finalmente, los esclavos irlandeses que salvaron la vida en un genocidio infame llevado a cabo por Inglaterra, y que lograron sobrevivir a la etapa de esclavitud a que fueron sometidos en las colonias del Caribe y de Norte América, acabaron teniendo el beneficio de la libertad.
En 1713, al finalizar la guerra de sucesión al trono de España, Inglaterra, a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcaba la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros, que sería dado en concesión a la South Sea Company, sociedad por acciones que contaba con importantes inversores . Se daba inicio a lo que fue un claro monopolio inglés en el que basaría el desarrollo de su poderío comercial. Y para conseguirlo aplicaban técnicas de ahorro de claro sentido capitalista, con vistas exclusivamente al logro de beneficios.
Ello comportaba por una parte que el trasiego de esclavos fuese atendido por un médico que viajaba en los transportes, y por otra, que el espacio destinado a cada esclavo fuese milimétricamente medido.
El negrero Falconbrige explicó ante el parlamento inglés que el espacio de un esclavo era el de un cadáver en su ataúd, ni más largo ni más ancho que éste. (Gutierrez Azopardo: 197)
Y el espacio que ocupaban en los buques se encontraban entre la bodega y la cubierta. Para aprovechar ese espacio se procedía a fabricar una segunda cubierta, creando un nuevo espacio para el transporte de mayor número de esclavos, que sólo recibían aire a través de las escotillas.
Los sexos vienen mezclados a bordo en completo estado de desnudez, lo mismo que se si se tratara de un montón de animales ajenos a todo sentimiento racional, incluso al más elemental aseo, pues hacen sus necesidades sobre el mismo sitio de su estancia, llenándose de inmundicias, por cuya causa, para evitar que se inficcione el aire en el buque, tienen los tripulantes que baldear a los negros dos o tres veces al día, arrojando sobre ellos gran número de cubos de agua del mar. Aparte de esto y aun estando limpios, despiden las negras un olor muy desagradable y a veces nauseabundo que no puede soportarse, el cual es propio de la raza”. (García Fuentes 1976: 7)
En cualquier caso, las condiciones no era únicas... podían empeorar, y de hecho, era común que el viaje lo realizasen encadenados de dos en dos.
Pero ese espacio que tenían destinado los esclavos no era muy distinto del que ocupaban a bordo los tripulantes encargados del barco y del control de los esclavos. Tanto la tripulación como los soldados, unos y otros por lo general reclutados sin conocer que poco diferiría el trato que recibirían con el que recibiría el ganado humano que transportaban, siendo que la mortandad a bordo era similar en ambos colectivos.
Se calcula que el número de defunciones a bordo giraba en torno al 20% antes de 1.700, y a un 5% entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, siendo que este porcentaje se vio reducido hasta el 1% en el curso del mismo como consecuencia de la difusión de la vacuna contra la viruela, llevada a cabo en 1803 por la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como Expedición Balmis en referencia al médico Francisco Javier Balmis, con el objetivo de que la vacuna alcanzase a todo el Imperio español. La misión consiguió llevar la vacuna hasta Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México, Filipinas y China, y luego se difundió por otros ámbitos territoriales.
Pero al fin, esa mortandad no es lo peor, porque según cálculos realizados por estudiosos del fenómeno, a lo largo de todo el proceso, desde la caza del esclavo en África hasta su llegada a América, con el periplo de su traslado desde el lugar de captura a las factorías costeras donde los traficantes europeos adquirían la mercancía, moría un porcentaje no menor al que tenía lugar en el tráfico atlántico.
Cuando los esclavos procedían del interior, como era tan frecuente, el largo camino hacia la costa debilitaba terriblemente a los cautivos, y muchos morían por la escasez de alimentos, el agotamiento, el calor y también por la disentería u otras enfermedades. Raymond Jalamá, un mercader de Luanda, estimaba a finales del XVlII que casi la mitad de los cautivos se perdían por fuga o muerte, desde el momento de la captura hasta el de la llegada al mar. (Thomas 1997: 384)
Tampoco era éste el último extremo:
En el Sudán occidental era práctica corriente la castración de jóvenes esclavos, aunque, a menos que el cirujano fuera miembro de la tribu mossi, del actual Volta Superior y Ghana, reputada por su habilidad, las pérdidas de vidas en estas operaciones eran considerables. (Thomas 1997: 379)
Y para completar la cuestión, debemos considerar que el porcentaje de mujeres transportadas era considerablemente inferior al de hombres, no por cuestiones de demanda, sino de oferta. Los esclavistas africanos eran remisos a suministrar mujeres, y sólo lo hacían a demanda, con cortapisas y a un precio superior. Ello justifica en parte el enorme tráfico que tuvo lugar a partir del siglo XVIII.
Para hacernos la idea de lo que significaba esta mortandad, y más tratándose de personas vigorosas y jóvenes, debemos considerar que en aquella época, una mortandad de esas magnitudes en la población tenía carácter de epidemia.
Algo que, siendo en gran parte común a todo el tráfico negrero, común a los traficantes ingleses, holandeses o franceses, no encaja del todo con la actuación del otro gran implicado en el tráfico, Portugal, en cuyo caso es reseñable la ley de 1648, que dejaba marcada la diferencia entre la carga, para las mercancías, y las cubiertas, para los esclavos, señalando normas que disminuyeran las incomodidades del viaje.
Los portugueses, con sus marineros esclavos, no veían en un cautivo negro a una persona excepcional sino a una más destinada a sufrir dentro del plan inexplicable de Dios, mientras que para los protestantes blancos del norte, los africanos resultaban tan exóticos como inquietantes .(Thomas 1997: 409)
En el caso del tráfico sucede lo mismo que lo indicado en las primeras líneas de este capítulo sobre la concepción del hecho esclavista. La esclavitud era un mal, siempre lo ha sido, que unos tienen la desgracia de padecer, pero lo que muestra la grandeza de espíritu es que, en el conocimiento de ese mal, aún tomando parte activa en el mismo, no se vea al esclavo como una cosa, sino como a un prójimo al que, en las medidas de las posibilidades, se le pueda atender.
Esa, si se quiere extraña, misericordia, es al fin misericordia, y no faltó en esos momentos en los buques negreros portugueses, y no en otros.
El minerólogo sueco Wadstróm, escribía en 1790 que «los buques portugueses nunca están abarrotados y los marineros son sobre todo ... negros ladinos, que hablan su lengua y consuelan y atienden a los infelices durante el viaje. El resultado es que apenas hay necesidad de los grilletes que se emplean de modo constante en los otros buques europeos de esclavos, y que realizan su viaje desde Angola, etc., a Brasil con muy poca mortalidad ... En el siglo XVIII las condiciones en los buques portugueses se mejoraron cuando a cada marinero se le asignó la tarea de cuidar de quince esclavos; a estos marineros se les pagaba una cantidad por cada esclavo que entregaban vivo. (Thomas 1997: 409)
En cualquier caso, esta mortandad nos puede parecer ridícula si tenemos en cuenta lo padecido por los aborígenes australianos, por ejemplo, que conocieron uno de los más sangrantes genocidios, llevado a cabo por la acción británica que, de acuerdo con las tesis de Darwin15, habían sido calificados como subhumanos. El genocidio, que acabó con el cien por cien de la población de Tasmania y dejó reducida la de Australia y Nueva Zelanda a una muestra de zoológico, perduró hasta 1945, cuando Inglaterra, inmersa en el Proceso de Nuremberg, prohibió que se siguiesen efectuando cacerías de aborígenes.
En esa actuación llevada a cabo por Inglaterra en las antípodas, a principios del siglo XIX, cuando la misma Inglaterra estaba llevando a cabo una política activa para la supresión del tráfico de esclavos, tuvo lugar la Guerra (o genocidio) de Tasmania conocida en la historiografía británica como Black War. En esta guerra se recompensaba económicamente por cada tasmano cazado a cambio de su piel, poniendo así fin a la esclavización a que habían estado sometidos desde 1772. Un pequeño grupo que no pasaba de setenta personas se salvó misteriosamente de esa acción. Apartado el grupo de su lugar geográfico fue sucumbiendo poco a poco hasta que la última tasmana, llamada Truganini o Trugernanner, murió en 1876.
Pero si esas condiciones se daban en el aspecto físico, no son menos destacables las condiciones morales a que se veían sometidos los esclavos, y que, como no podía ser menos, se vieron considerablemente empeoradas con la acción británica.
Desde el momento en que Inglaterra tomó parte decisiva en el tráfico, el esclavo pasó a denominarse, también en España, pieza de Indias, siendo que en esta denominación, considerada de primera clase, entraba todo esclavo cuya edad estuviese comprendida entre los quince y los treinta años, existiendo hasta tres calificaciones más en las que se integraban los que no se encuadraban en esa franja de edad.
Y su costo iba acorde con la categoría aplicada.
En el siglo XVII un esclavo varón en buen estado de salud podía valer 550 pesos, es decir, el equivalente al sueldo anual del auditor general del ejército; un niño de 8 años se podía evaluar en 330 pesos, equivalente al sueldo de tres años de un soldado arcabucero. Dice Sergio Villalobos que se puede entender perfectamente el valor del esclavo si tenemos en cuenta que un terreno con rancho y capilla, 20 bueyes, 50 vacas, 12 caballos, 10 mulas, 1.000 ovejas, 3 carretas y herramientas fue tasado en 24.783 pesos y los 19 esclavos que poseía dicha finca en 8.000 pesos; es decir, casi la cuarta parte del capital total invertido21. También influía en el precio de los esclavos su especialización en el trabajo. (García Fuentes 1976: 12)
Pero llegados a este punto es posible que nos estemos haciendo a la idea de que el esclavo era siempre negro, y no es así. El asunto queda manifiestamente claro en el capítulo el color del esclavo, pero parece necesario, a estas alturas del presente capítulo retomar el asunto.
Sabemos que en el mundo hispánico la esclavitud del indio fue anecdótica y limitada a los primeros años, siendo que las Leyes de Burgos pusieron fin a semejante actuación. Pero ¿y en las colonias británicas?
En las colonias británicas la cuestión del indio es para tratarlas en un manual de genocidio, pero para la esclavitud no queda otra que remitirse a los esclavos importados, blancos en un primer momento y procedentes de Irlanda y de Inglaterra, que fueron quienes sufrieron las penurias propias del sistema esclavista del que generalmente se tiene noción, y que en absoluto debe ser generalizado, sino concretado a la actuación británica, cuyos métodos fueron también asumidos por Francia y en parte, ya en el siglo XIX, cuando ya España era colonia británica, en Cuba.
Estos esclavos blancos, de los que entre 1654 y 1685 fueron embarcados diez mil en Bristol, fueron los que primero atendieron las plantaciones en las Antillas y en Virginia, y hasta 1700 representaron las dos terceras partes de los pioneros despachados desde Inglaterra, y reclutados en gran parte mediante secuestro.
El secuestro fue enormemente promovido y se convirtió en un negocio regular en ciudades como Londres y Bristol. Los adultos eran solicitados con licores, los niños atraídos con dulces. Los secuestradores recibían el nombre de spirits, y se los definía como «el que se lleva hombres, mujeres y niños y los vende para que un barco se los lleve por el mar». (Williams 2011:38)
Como ya hemos señalado, la pérdida de libertad del servant tenía un plazo; su condición se asemejaba a la de los esclavos en el mundo hispánico. Tenía pues la esperanza de alcanzar la libertad, tenía algunos derechos y podía acceder a cierto grado de propiedad.
Y las leyes británicas atendían esta cuestión, siendo que en aquellos momentos se llegó a pedir la pena de muerte para una mujer acusada de robar mercaderías por valor de tres chelines y cuatro peniques.. o por reunirse para hablar de religión. Estas leyes no sólo no desaparecieron cuando Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos, siendo que, como señala el mismo Erik Williams,
En 1745 el destierro era la pena por el robo de una cuchara de plata y un reloj de oro. Un año después de la emancipación de los esclavos negros, el destierro era la pena por la actividad de asociación comercial. (Williams 2011:38)
Los medios de transporte no diferían un ápice de los usados con los esclavos africanos... y al fin también esos fueron los métodos aplicados para transportar a Australia y a Nueva Zelanda un significativo número de esclavos, cuando las leyes y la marina británicas perseguían el tráfico negrero.
Y si el tráfico era así, tampoco variaba el trato y la condición en destino, donde eran considerados basura blanca y eran calificados en el mismo rango que los esclavos negros
Y si, en el parlamento británico llegó a tratarse el asunto en varias ocasiones y conforme transcurrían las décadas; se constituyeron comisiones para el estudio de las denuncias... y eran sucesivamente rechazadas... Y es que en el negocio estaban implicados desde los carceleros hasta la corona, que recibía su cuota de ganancias, que no eran pequeñas.
Alrededor de 1730 en Bristol se estimaba que, en un viaje afortunado, las ganancias sobre una carga de aproximadamente 270 esclavos alcanzaban siete u ocho mil libras, con independencia de los beneficios obtenidos con el marfil. (Williams 2011:71)
La justificación de este tráfico la encontraban en la necesidad de repoblar las nuevas tierras de donde habían sido asesinados los antiguos habitantes que no habían podido huir, pero no deja de llamar la atención el trato indigno que recibían, como indigno sería el trato que, no tardando, recibirían los esclavos negros que compartieron con ellos penurias.
Y si el título acabó desapareciendo a mediados del siglo XVIII, la actividad continuó realizándose a pleno ritmo hasta finales del siglo XIX, con una diferencia: En este último periodo, a pesar de seguir las mismas condiciones, no eran titulados siervos, sino criminales, siendo que el tráfico de los mismos resultaba mucho más lesivo dado el nuevo destino, que no era al otro lado del Atlántico, sino en las antípodas, donde tenía prohibida la arribada toda persona que no fuese de raza blanca; práctica, la de prohibición, que siguió aplicándose hasta bien entrado el siglo XX.
Venimos insistiendo en el maltrato infligido, y parece necesario remarcarlos como hecho diferencial en la aplicación del trabajo del esclavo... Del trabajo y de todo tipo de relación.
En Virginia, en la década de 1660 a 1670, un amo fue acusado de violar a dos criadas. También se sabía que azotaba a su propia mujer y a sus hijos, había dado latigazos a otro criado, y lo había encadenado hasta que murió. El tribunal regañó al amo, pero fue absuelto de los cargos de violación a pesar de lo evidente de las pruebas. (Zinn 2005)
Como muestra de ese maltrato, podemos comparar la población existente en una colonia británica, Barbados. En esa isla, y según señala Erik Williams, en 1645 había 18.300 varones blancos, la mayoría esclavos; en 1667 había 8300. Y entre 1672 y 1727 los individuos blancos de sexo masculino de Montserrat disminuyeron en más de dos tercios, en el mismo período la población negra aumentó más de once veces.
Matar a un esclavo, o a cualquier persona de color, en el condado de Talbot, Maryland, no se considera un crimen, ni por los tribunales ni por la comunidad. El señor Thomas Lanman, de St. Michael, mató a dos esclavos, a uno de ellos con una hachuela, saltándole los sesos. Solía ufanarse de haber cometido ese hecho sanguinario y sobrecogedor. Le he oído hacerlo riéndose, diciendo, entre otras cosas, que de los presentes él era el único benefactor de su país, y que si otros hicieran lo que había hecho él, nos libraríamos de «los j..... s negros». (Douglas 1845: 64)
Y si atendemos la situación en las otras colonias europeas, en 1758 se les prohibió en Haití que los negros portasen armas propias de caballeros, como sables, y en 1762 se les prohibió la tenencia de armas de fuego, y este asunto, que pudiera ser entendido como de orden público, no era tal. Así, profundizando en la segregación, en 1768 se prohibieron los casamientos mixtos, y tres años después se les prohibió ejercer profesiones determinadas, como la orfebrería, la medicina, el derecho... y se les obligaba a vestir de una manera particular, así como se les señalaba un lugar concreto cuando podían asistir a algún acto público.
En 1830, en las Indias occidentales holandesas, el gobernador de Surinam ordenó en una pragmática «que ningún negro fumara, cantara o silbara en las calles de Paramaribo; que al acercarse un blanco a cinco varas todo negro se descubriera; que no se permitiera a ninguna negra llevar ropa alguna por encima de la cintura, que era menester que llevasen los pechos al aire, y sólo se les toleraba una enagua de la cintura a la rodilla». El capitán Alexander, que publica en 1833 sus impresiones tras un largo viaje por América, describe en términos patéticos la pena de azotes con látigo que podían sufrir los esclavos negros en la América holandesa, en tanto que «un inspector holandés lo contempla todo fumando su pipa con tranquilidad. Cualquiera [allí] puede mandar un negro a la cárcel y hacer que le den ciento cincuenta azotes mediante pago de un peso» (Iraburu 2003: 178)
Otros aspectos no eran dejados en el olvido; así, el adoctrinamiento ocupaba lugar privilegiado; debían ser conscientes de su propia inferioridad; debían sentir temor al amo y debían sentir como propias las necesidades del amo, incluyendo el caso de la separación familiar de los esclavos por necesidades del amo.
Como comparación podemos tomar el caso de las Floridas, que tras cambios de manos, en 1784 volvía a ser España, y con el cambio, la esperanza de libertad para los esclavos. Seguía habiendo esclavitud, pero un importante porcentaje de negros libres componía la sociedad, en la que desarrollaban, como trabajadores libres, sus funciones, que iban desde carreteros hasta comerciantes, y los matrimonios mixtos eran una cosa normal.
Todo ello cambió en 1821 con el Tratado Adams-Onís, por el cual Florida se convirtió en territorio estadounidense, lo que ocasionó el exilio de un importante núcleo de población negra, que prefería dejar un lugar donde la esclavitud había sido abolida por una tierra donde aún estaba vigente la esclavitud: Cuba.
Y no es de extrañar cuando la actitud de los Estados Unidos, como la del resto del mundo anglosajón, por activa y por pasiva, tildaba a indios y negros como razas degeneradas.
No es de extrañar, así, que la declaración de independencia de los Estados Unidos excluyese a los negros y a los indios de su amparo. Y es de destacar la declaración del parlamento de Masachusets de tres de noviembre de 1755, que pone blanco sobre negro algo algo sobre lo que hemos hecho algún apunte: el trato de los indios.
Como sucedía en Australia y Nueva Zelanda, su destino no era la esclavitud, sino el exterminio, y ese es el sentido de la declaración citada, donde se declaraba rebeldes, enemigos y traidores a los indios, y se ofrecía una recompensa de cuarenta libras por cada cabellera de indio macho, y por cada cabellera de mujer india o joven macho de menos de doce años, veinte libras... Tratados como subhumanos.
Y luego nos hacen propaganda diciendo que los indios cortaban cabelleras a los pioneros. La verdad es que los indios comenzaron a cortar cabelleras como replesalia a esta actuación, y la verdad es que indios como Gerónimo, a quién cuando fue vencido mostraron como fiera en los circos, rezaban, naturalmente, en español.
El maltrato conoce muchos otros aspectos; así, hoy, la corrección política del lenguaje, impuesta por ellos mismos, quiere hacernos borrar del lenguaje el término negro para referirnos a un miembro de esa raza... Y en inglés tiene su lógica, surgida justamente del desprecio hacia los otros, porque en la lengua inglesa, negro tiene sentido peyorativo; sugiere algo sucio y siniestro según el diccionario inglés de Oxford. Pero eso nada tiene que ver con lo español.
De Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos y liberador de los negros (1863), cuenta Julien Green que en su momento «apoyaba la vieja idea humanitaria de Henry Clay de enviar a Liberia a toda la gente de color para devolverles la libertad, sus costumbres y su tierra de origen». En un discurso en Charleston, Illinois, decía en 1858: «No soy partidario –nunca lo he sido, bajo ningún concepto– de la igualdad social y política entre la raza blanca y la raza negra... Existe una diferencia física entre ellas que les impedirá, siempre, vivir juntas en igualdad social y política. Existe naturalmente una situación de superioridad e inferioridad, y mi opinión es asignar la posición de superioridad a la raza blanca (Iraburu 2003: 178)
Pero esa actitud, no era particular de Lincoln.
En un pasaje de su autobiografía, citado en su impoluto monumento de mármol en el Mall de Washington, Jefferson era bastante explícito: «Nada está más claramente escrito en el libro del destino que estas personas (es decir, los esclavos) serán libres». Pero la autobiografía prosigue diciendo (y los escultores del monumento dejaron esto fuera) que «las dos razas» debían estar divididas por «líneas imborrables de distinción entre ellas». Después de todo, el propio Jefferson era un terrateniente virginiano con cerca de doscientos esclavos, de los cuales solo liberó a cinco. (Ferguson)
No hay parangón en el mundo hispánico, donde jamás existió esa segregación.
Los españoles tenían, en el siglo XVI, un código detallado para el trato de los esclavos, código derivado de las famosas Siete partidas, de Alfonso X el Sabio; y estas leyes fueron, naturalmente, introducidas en el Nuevo Mundo. Los ingleses, en cambio, carecían de un código en el que basarse, e Inglaterra se limitó a soslayar la cuestión, dejando en manos de las diferentes asambleas coloniales locales la redacción de la legislación apropiada: así, Virginia reconoció la esclavitud en 1661, la convirtió en condición hereditaria en 1662, en 1667 estableció que el bautismo no alteraría la condición de los esclavos, etc. Estas leyes fueron formuladas con el interés inmediato de los plantadores de América del Norte como factor decisivo; en consecuencia, los esclavos no podían casarse; no tenían derecho legal a la propiedad; no podían entablar juicio; ¡no podían comprar su libertad!; en resumen, no eran sino muebles o enseres. Los esclavos de Cuba, como los de las demás colonias españolas, gozaban del beneficio de la ley hispánica, es decir, romana (naturalmente, con una serie de cambios y modificaciones); la Iglesia los conocía; podían poseer y permutar cosas; podían contraer matrimonio; tenían una personalidad legal, a pesar de que sus derechos estaban a menudo sólo teóricamente garantizados por la ley. (Thomas 1971)
Otra diferencia sustantiva entre el trato dado a los esclavos en España y el dado en otras partes está, además del hecho de la manumisión, ya mencionado, es que mientras la Iglesia Católica fomentaba la manumisión y el buen trato, los protestantes negaban a los esclavos todo derecho como cristianos, y con no poca asiduidad proclamaban que los negros eran malditos de Dios, pues descendían de Caín o del mismo Diablo.
En fin, tras lo señalado parece que lo que la gente conoce del hecho esclavista no es la realidad de la esclavitud. Convenimos así, retomando lo señalado al principio, que la esclavitud es una forma, poco digna si se quiere al fin, de entender las relaciones de trabajo, y que sólo bajo el prisma británico adquiere los matices de inhumanidad. El hecho de que fuese Inglaterra la campeona de la abolición de la esclavitud no quiere decir nada; sólo que los métodos de esclavitud habían cambiado por otros mediante los cuales el esclavo debe atender sus propias necesidades personales, con lo que el esclavista se ve liberado de esa necesidad. Ni Grecia, ni Roma ni España entendieron eso así jamás.
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El movimiento abolicionista
Hablar de esclavismo ahora, curiosamente cuando se encuentra más generalizado, suena como un anacronismo, siendo que en el imaginario colectivo, y ante la cita de la cuestión, aparecen las plantaciones de algodón del sur de los Estados Unidos, donde legiones de negros trabajaban bajo el látigo.
Sin embargo debemos tener en cuenta que lo único que diferencia el momento actual de lo acaecido antes es que los esclavos, hoy, tienen la obligación de mantenerse a sí mismos, habiéndose liberado los esclavistas de esa carga.
Es el caso que la esclavitud, conforme es popularmente conocida en cuanto a formas, era tenida como normal hasta el siglo XVIII, con las salvedades impuestas por la legislación española, que desde el inicio de la Conquista de América, y muy especialmente con el inicio del siglo XVI dio lugar a un intenso debate acerca de legitimidad de esclavizar a los indios; algo que era de todo punto novedoso en una sociedad en la que la esclavitud era tenida como una actividad normal, y que contra ese sentimiento acabó determinando que los indios eran súbditos libres de la Corona.
Esa condición conoció una serie de altibajos que se venían produciendo al compás de los distintos acontecimientos que sobrevenían en la Conquista de América. Así, se había autorizado la esclavización de los indios acaecida en guerra justa, pero ese extremo fue directamente prohibido en 1530, aunque nuevamente en esa misma década volvió a reproducirse la esclavización de indios rebeldes, esmerándose sin embargo en el resguardo de los intereses del resto de la población india.
Esa medida tuvo especial presencia en la conquista del Perú, producida precisamente en esos momentos. Hasta la década de los años sesenta, la legislación permitía que los caciques continuasen teniendo esclavos, lo que evidentemente no dejaba de ser una cuestión política que garantizaba el apoyo de las élites incas.
Pero las referencias pueden seguir surgiendo al compás de la Conquista, pues si los Reyes Católicos cortaron la esclavización de los indios, las acciones se fueron repitiendo en el mismo sentido en otros lugares, como por ejemplo en Filipinas, donde en 1569 se denunciaban los malos usos por el agustino Juan de Alva, lo que acabó reflejándose en las leyes el siete de noviembre de 1574, cuando una cédula real prohibía la esclavitud en las islas.
El devenir de los acontecimientos históricos hizo que ese debate se paralizase, dando lugar a un desaforado desarrollo del tráfico esclavista en el que Inglaterra ocupó sin lugar a dudas el primer puesto muy especialmente a lo largo del siglo XVIII.
De hecho, hasta mediado el siglo XIX la esclavitud fue legal y estaba regulada jurídicamente en cuanto a la trata en el Atlántico.
Al compás de esta actividad, el tráfico negrero transatlántico alcanzó cotas de “excelencia comercial”, lo que no significaba precisamente “excelencia humanista”, a la que Inglaterra dedicaba una flota capaz de transportar anualmente más de cincuenta mil esclavos, y que aseguraba la prosperidad comercial de puertos como Londres, Liverpul, Bristol, Glasgow o Lancaster, sin que ello significase que otros puertos menores quedasen excluidos del negocio.
Pero desde finales del siglo XVIII, Inglaterra, justamente el país que más se había beneficiado de la trata y que como consecuencia del resultado de la Guerra de Sucesión española se había convertido en el monopolista de semejante negocio, se manifestó contraria a la esclavitud, y en 1807 abolió el tráfico, que no la esclavitud en sus colonias, que sería finalmente prohibida en 1833.
En apoyo de la medida, los sofistas del siglo XVIII, Locke, Voltaire, Diderot, Rosseau, Wilberforce … y tantos otros materialistas, se manifestaron contra la institución esclavista, aunque dejando también manifiesto su desprecio por quienes estaban sometidos a ella, a quienes con dificultad les reconocían su condición de persona.
Son los tales esclavos negros de los pies á la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible compadecerlos.
No puede comprenderse cómo Dios, que es un ser sapientísimo, haya colocado un alma, sobre todo un alma buena, en un cuerpo completamente negro. (Montesquieu: 355)
La prueba de que los negros no tienen sentido común es que hacen más caso de un collar de vidrio que del oro, el cual es tan estimado en las naciones civilizadas.
Es imposible suponer que esas gentes sean hombres, porque si lo supusiésemos, empezaríamos por creer que nosotros no somos cristianos.
Espíritus mezquinos exageran demasiado la injusticia que se comete con los africanos, porque si fuese como dicen, ¿cómo no se habría ocurrido á los príncipes de Europa, que ajustan tantos tratados, celebrar uno general en favor de la misericordia y la piedad? (Montesquieu: 356)
Al calor de esa doctrina, y no precisamente al calor de la doctrina que se desarrolló en España durante los siglos XV a XVIII, en 1727 los cuáqueros, cuyo fundador Jorge Fox era propietario de esclavos en Pensilvania, condenaban la esclavitud, dando lugar en 1765 a la creación de la Sociedad Antiesclavista en Inglaterra, lo que llevó a que diez años después, mientras en las Trece Colonias quedaba nominalmente prohibida la trata, una comisión parlamentaria británica calentase los ánimos en pro de la abolición.
Parece que la última venta pública de un negro en Inglaterra se llevó a cabo en Liverpool en 1779. En 1777, una declaración real prohibió la entrada de negros en Francia, porque «se casan con europeos, infectan los burdeles, y se mezclan colores (Thomas 1997: 478)
Cecil Wray, William Paley, William Wilberforce, Thomas Clarkson, fueron los nombres más destacados en la campaña abolicionista preparada por los cuáqueros en Inglaterra, dedicándose a demostrar lo poco beneficiosa que resultaba la trata desde el punto de vista económico, al tiempo que animando a la apertura de nuevos mercados donde obtener las materias primas y donde poder abrir mercados para los productos ingleses. Adam Smith, contemporáneo y comprometido intelectualmente en los mismos objetivos no dudaba en dejar señalado que el relativismo era el principio que marcaba la actuación del movimiento abolicionista británico.
Siempre que la ley lo autorice y la naturaleza del trabajo lo permita, entonces, preferirá generalmente el servicio de esclavos que el de hombres libres. La plantación de azúcar o tabaco puede soportar el coste del cultivo con esclavos. Pero no parece que el cereal lo permita actualmente. En las colonias inglesas, cuya producción principal son los cereales, la mayor parte del trabajo es realizada por hombres libres. La reciente decisión de los cuáqueros de Pensilvania de liberar a todos sus esclavos negros induce a pensar que no pueden ser muchos: en caso contrario jamás habrían acordado esa medida. En nuestras colonias azucareras, por el contrario, todo el trabajo es hecho por esclavos, y en las tabaqueras la mayor parte. Los beneficios de una plantación de azúcar en cualquiera de nuestras colonias de las Indias Occidentales son normalmente muy superiores a los de cualquier otro cultivo en Europa o América. Y los beneficios de una plantación de tabaco, aunque menores que los del azúcar, son mayores que los del cereal, como ya ha sido apuntado. (Smith)
Las circunstancias económicas habían variado ostensiblemente, e Inglaterra mostraba su capacidad de adaptación, pues en ello radicaba la posibilidad de transformar tanto el sentido de la esclavitud como el del dominio territorial. A partir del momento los dos conceptos encontrarían sensibles variaciones y demostrarían que las nuevas formas garantizarían los mismos beneficios y posibilitarían su incremento al hacer recaer los costos que hasta la fecha reportaba el esclavismo sobre los mismos que, convertidos en “libres” se verían igualmente sometidos merced a los leoninos tratados de amistad y libre comercio que garantizaban a Inglaterra el control absoluto sobre aquellas sociedades que accedían a la “libertad” a la sombra de Inglaterra.
Con ese objetivo, Inglaterra acabaría aboliendo el tráfico en sus colonias, como ya queda señalado, en 1807, y a partir de ese momento iniciaría una actividad internacional tendente a la abolición en todo el orbe al compás del sometimiento de los mercados a los intereses y a las quincallas procedentes de Inglaterra. La revolución industrial permitía suplantar la mano de obra esclava por las máquinas.
La esclavitud aceleró la llegada de la Revolución Industrial. Las nuevas industrias –las textiles, fundiciones, minería, las industrias químicas, etc.- no tenían lugar en un sistema de bajos rendimientos. Ahora todo giraba en torno a las máquinas para las cuales se necesitaban asalariados, menos brazos y menos esclavos, y en cambio mayores tasas de productividad; se necesitaban amplios mercados y elevado número de consumidores. No había pues otra solución que proceder a desmontar el sistema esclavista; abolir la esclavitud. (García Fuentes 1976: 52)
Inglaterra era la primera potencia en iniciar la revolución industrial, en aras de la cual relegó la agricultura, se encontró con un exceso de mano de obra y precisaba ampliar los mercados en los que colocar sus productos industriales, motivo por el cual los negros ya no interesaban como mano de obra sino como consumidores universales, motivo por el cual resultaba imprescindible que los esclavos se convertirían en “libres”. Podrían morirse de hambre libremente si elegían no seguir las instrucciones recibidas, o convertirse en asalariados de miseria que deberían atender su alimentación, su sanidad, si querían su educación.... Y debían producir y consumir los bienes que les fuesen señalados.
Y eso en todo el trazado de la red esclavista. Ahora, con el desarrollo de la industria, era menor la necesidad de mano de obra en los destinos finales del mercado. Por ello, Inglaterra no sólo cortaba el tráfico de esclavos africanos, sino que convertía la propia Inglaterra en la fuente de esclavos con la que nutrirían los nuevos territorios de Australia y de Nueva Zelanda, línea marítima a la que dedicaría sus esfuerzos la enorme flota esclavista que hasta la fecha había cubierto la ruta transatlántica en tráfico negrero.
En busca de ese objetivo, el 22 de mayo de 1787 se creó en Inglaterra el comité para la abolición del comercio de esclavos, compuesto por 12 miembros, de los cuales nueve (John Barton; William Dillwyn; George Harrison; Samuel Hoare Jr; Joseph Hooper; John Lloyd; Joseph Woods Sr; James Phillips; y Richard Phillips) lo eran también del comité cuáquero para la abolición del comercio de esclavos, y tres personajes anglicanos que como tales podían presentarse al parlamento y que se habían hecho famosos por sus actuaciones antiesclavistas:
Granville Sharp, que se había hecho famoso por haber defendido a un esclavo de los abusos de su amo y haber conseguido que los tribunales declarasen libre a todo esclavo que pusiese pie en Inglaterra, por lo que ya no serían llevados allí desde las colonias, y que por 60 libras esterlinas compró en África un territorio de 250 km2 e instaló en él una empresa colonizadora británica. La explotación de la minería (hierro, bauxita, rutilo, cromita, platino y oro y posteriormente la de los diamantes) posibilitó que en los siguientes 50 años, la marina británica desembarcase 70 mil esclavos en Freetown.
Thomas Clarkson, que centró su actividad anti esclavista en la propaganda contra el tráfico y en lograr el apoyo que resultaría esencial por parte de políticos como William Wilberforce, que en 1791 presentó en el parlamento el primer proyecto de ley para abolir la trata de esclavos.
Philip Sansom, opulento comerciante.
Pero la actividad, como es de suponer, no se limitaba a este grupo de activistas, sino que se trataba de una evolución orquestada desde otros ámbitos no necesariamente altruistas como hubiese sido deseable. Así, Adam Smith, sofista del liberalismo entraba en el juego y demostraba que el sistema esclavista era económicamente lesivo para la economía. Señalaba que era necesario conseguir que el productor fuese parte implicada en el crecimiento de la economía, extremo que se lograría cuando se viese forzado a buscar su propia manutención. Señala en “la riqueza de las naciones”:
Creo que la experiencia de todos los tiempos y naciones demuestra que el trabajo de los esclavos, aunque parece costar sólo su manutención, es en última instancia el más caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna no puede tener otro interés que comer el máximo posible y trabajar el mínimo. Es sólo mediante la violencia, y nunca por su propio interés, que se puede extraer de esa persona un esfuerzo superior al suficiente para comprar su propia manutención. (Smith)
Y redondea el aserto:
Ocurre a mi juicio a partir de la experiencia de todos los tiempos y naciones que el trabajo de las personas libres llega al final a ser más barato que el realizado por esclavos. (Smith)
Asumido ese principio como directriz principal, entraba en cuestión cual debía ser el destino que debía aplicarse a la mano de obra residente en Inglaterra, y que por el desarrollo de la actividad económica conforme a los principios del liberalismo, era un lastre del que el gobierno debía dar buena cuenta.
En principio había que distinguir dos grupos: en primer lugar los esclavos negros, y en segundo lugar las masas de mano de obra local sin especializar que no podía ser reconducida en su totalidad como carne de cañón ya que el incremento de desocupados era a finales del siglo XVIII muy superior a la capacidad de absorción del ejército, aspecto que se mantendría incluso durante las guerras napoleónicas.
Los “benefactores” que propiciaron el movimiento antiesclavista señalaron las tierras de Sierra Leona (donde Granville Sharp había efectuado la compra de terrenos antes señalada) como lugar idóneo para llevar a cabo el exilio forzoso tanto de los negros residentes en Inglaterra como de los propios ingleses que conformaban las clases más necesitadas de la sociedad. Se trataba de una purga social que acabaría extirpando aquellos sectores sociales que si bien en otro tiempo habían resultado útiles, en los tiempos de la Revolución Industrial resultaban una lacra.
Pero finalmente, los antiesclavistas acabaron señalando que Sierra Leona era un lugar insalubre.
Henry Smeathman, el mismo naturalista que determinó la insalubridad de Sierra Leona para los británicos y señaló la derrota que deberían llevar los barcos que sacaban a la fuerza ingleses de Inglaterra, acabaría determinando que los mismos territorios señalados como insalubres para los esclavos ingleses eran los ideales para dar libertad a los esclavos negros residentes en Inglaterra.
En 1787, cuando Clarkson iniciaba su campaña, se comenzó la propaganda para el «plan de Sierra Leona»; el gobierno ofreció doce libras por cada africano para los gastos de transporte, se fletó un buque y se encargó a la corbeta de guerra Nautilus que escoltara la expedición; el 8 de abril los primeros doscientos noventa negros y cuarenta y una negras, con setenta mujeres blancas, entre ellas sesenta prostitutas de Londres (mujeres «de las más bajas y de mala salud y mal carácter ») se hicieron a la vela hacia Sierra Leona.../... el paludismo, la bebida, la vagancia, la guerra con los africanos locales y, sobre todo, la lluvia destruyeron esta empresa de tan altas ambiciones. Durante el primer año murieron la mitad de los colonos. Pese al compromiso de la palabra dada, muchos desertaron y, cosa aún peor, algunos trabajaron para los tratantes de la región. (Thomas 1997: 491-492)
Los detractores de esta medida la verán como un manifiesto acto de exilio forzoso destinado a alejar de Inglaterra una creciente población que resultaba molesta; típica actuación de la hipocresía británica tendente a presentar como propia magnanimidad los actos de mayor desprecio.
Paralelamente, en África forzaba Inglaterra a abandonar el esclavismo a aquellas tribus que desde dos siglos atrás y hasta el momento habían involucrado en el tráfico.
Ahora estaban interesados en el nuevo método esclavista, que si en Inglaterra significaba la deportación de parte de su población, en África significaba el cultivo de los productos que les fuesen demandados, en concreto algodón, cacao, caucho, maderas, oro, aceite de palma…
Por su parte, los desgraciados ingleses blancos que eran capturados por las autoridades inglesas acusados de los delitos más inverosímiles tras haber sido abocados a vivir la miseria de la naciente sociedad industrial, serían embarcados en los mismos barcos esclavistas que tan buenos servicios venían prestando a su graciosa majestad, rumbo a los presidios australes.
Pero la abolición del sistema tradicional de esclavitud, ahora prioridad de Inglaterra, encontraba fuerte oposición entre aquellos pueblos y gobiernos africanos a quienes justamente Inglaterra había involucrado en el tráfico durante los dos siglos anteriores.
Por otra parte, al tiempo que era puesta en práctica esa política abolicionista del esclavismo conocido hasta el momento, los buques esclavistas británicos se encargaban de completar más del 50 por ciento del tráfico negrero mundial, negocio que no se limitaba a la actividad marinera, sino en que se encontraba involucrado un elevado porcentaje del tejido comercial británico.
Era la continuidad de lo que en Inglaterra siempre fue normal; de hecho, entre 1790 y 1806, en los mismos momentos que Inglaterra llevaba a cabo la campaña contra el tráfico de esclavos, ese mismo tráfico hacía que la población esclava en las colonias inglesas se viese incrementada en una cuarta parte merced al incremento del tráfico llevado a cabo por los tratantes británicos, entre los que destacaba la firma Baker y Dawson, que ya había iniciado actividad también en Cuba, hecho del que el gobierno y parlamento británico estaba necesariamente al corriente, ya que en esas fechas era informado por la misma compañía del volumen de su negocio en la isla, que ascendía a dieciocho buques con una inversión estimada en medio millón de libras esterlinas.
De hecho, para esas fechas Cuba era a todos los efectos colonia británica como a partir de 1808 lo sería la misma Península.
Desde la toma militar de 1762, los intereses británicos no dejaron de crecer nunca en Cuba al compás del hecho esclavista, que si hasta el momento había sido una situación anormal de significación menor donde lo más destacable eran las manumisiones, ahora comenzaba a tener una importancia sólo equiparable a la existente en los otros dominios británicos, si bien, a pesar de todo, mitigado el hecho por el peso del humanismo que la Ilustración, enquistada ya en las estructuras de España, se esforzaba en erradicar.
Si bien en Cuba existieron esclavos negros desde el mismo momento del descubrimiento, las estructuras esclavistas eran sencillamente inexistentes. Fue justamente con la invasión inglesa de 1762 cuando cambiaron radicalmente las formas, que recibieron calor de la legislación generada al amparo de la Ilustración, conforme señalamos en los capítulos relativos a la esclavitud en España.
Entre los tratantes que se beneficiaron de las nuevas medidas legislativas, tan contrarias a las existentes previamente, junto a nombres como Cuesta y Manzanal encontramos no pocos de marcado origen británico, como Drake, Poey o Storey, siendo que la parte del león, como no podía ser de otro modo, se la llevaban quienes desde siempre habían llevado el control de la trata.
Siete años después de la experiencia de Sierra Leona señalada más arriba, era Francia quién desde el “templo de la razón”, ubicado físicamente en la Catedral de Nuestra Señora y bajo los designios de Robespiere, se sumaba al teatro declarando la emancipación universal de los esclavos el cuatro de marzo de 1794.
La Convención declara la esclavitud de los negros abolida en todas sus colonias; en consecuencia, decreta que todos los hombres sin distinción de color, domiciliados en las colonias, son ciudadanos franceses y gozaran de todos los derechos asegurados por la Constitución.
Justamente hacían esa declaración los mismos que en esas mismas fechas llevaron a cabo el genocidio de los vandeanos, que se cobró la vida de un significativo número de personas que alguien cifra en 300.000, y que nosotros, por falta de respeto a los números redondos, vamos a poner en entredicho limitándonos a señalar el genocidio por sí mismo, y el hecho de que sean justamente los genocidas quienes, siguiendo las instrucciones que su propia ideología les marca, se presenten nada menos que como benefactores de la humanidad.
Tras la caída y ejecución de Robespiere, Napoleón restableció la esclavitud el 10 de mayo de 1802, lo que ocasionó revueltas y suicidios masivos de ex-esclavos.
El espíritu abolicionista hacía mella en el espíritu de todas las sociedades en las que el esclavismo había sido el modus vivendi de los últimos dos siglos; así, Dinamarca, abolió la trata, que no la esclavitud, en 1792. Pero curiosamente, desde ese momento y hasta diez años después sería cuando más pujante sería el comercio negrero realizado por daneses.
Si en Francia se hacían esas declaraciones y si Dinamarca tomaba esas decisiones, Inglaterra no se quedaba atrás, y entre las cartas de su baraja abolicionista introducía comodines que facilitaban el juego. Así, la Cámara de los Comunes aprobaba en 1799 las nuevas medidas que debían aplicarse para el acomodo de los esclavos en los buques dedicados al tráfico (Recordemos que la experiencia de Sierra Leona era de 1787). El espacio del que debía disponer el esclavo en el viaje se incrementaba por ley en un 33,3% del que disponía hasta el momento… No cabe duda que esa medida iba dirigida a los nuevos inquilinos de los barcos esclavistas, que no eran otros que los mismos ingleses confinados a Australia… Sólo señalar que, en números absolutos, ese incremento de espacio en un 33,3% facilitaba un espacio total para el esclavo de… ocho pies cuadrados, lo que traducido en centímetros equivale, aproximadamente a 7200 centímetros cuadrados, lo que viene a ser un rectángulo de 180 cm por 40 cm… y otros 40 cm de alto.
Como en el caso de los vandeanos, seamos un poco escépticos y aumentemos esas medidas en diez centímetros… para alejarnos del concepto de ataúd.
Poco a poco los diversos países europeos fueron aboliendo primero el tráfico y posteriormente la esclavitud conforme era entendida hasta el momento, mientras en otros lugares, como en África, en Asia o en Oriente Medio, la actividad británica impuso la misma medida a los pueblos que tenía sometidos… y a los que no, les amenazaba con la guerra.
Difícilmente podían entender la actuación “humanitaria” adoptada últimamente por quien sin lugar a dudas había sido hasta el momento el campeón mundial del tráfico de esclavos, y sin lugar a dudas jamás hubiesen entendido que el motivo que justificaba la nueva actitud de Inglaterra era el desarrollo del capitalismo, con las variantes que el mismo aplica al concepto de esclavitud.
Y es que nadie entendía muy bien la novedosa medida, cuya aplicación nada tenía que ver con los argumentos que, caso de haber sido adoptada por España, hubiesen podido presentarse como aplicación de las Leyes de Indias. En el imperio otomano afirmaban que el esclavismo era una institución crucial para la vida y los hábitos de todos sus habitantes. En Zanzíbar, su gobernante se negó a prohibir el esclavismo por miedo a perder la lealtad de sus súbditos.
La verdad es que, así como en el siglo XV España prohibió la esclavización de los indios, a quienes se les reconocieron los mismos derechos que a los peninsulares, la legislación no siguió la misma norma con los esclavos negros que desde el primer momento de la Conquista llegaron a América.
Cierto que la manumisión de los mismos era muy común; cierto que el trato humano recibido por los esclavos negros en el mundo hispánico no tiene absolutamente nada que ver con el trato que se les daba en el mundo anglosajón; cierto que el mestizaje existente en España es impensable en el mundo británico, pero también cierto que no se amplió en beneficio de la población negra la legislación de la que si se beneficiaron los indios.
Fue en el siglo XIX cuando los intereses económicos de Inglaterra llevaron a ésta, aunque sólo fuese por un interés bastardo, a combatir la que había sido su modus vivendi durante dos siglos: la esclavitud convencional. Pero el paso de la esclavitud convencional a la esclavitud moderna había de ser largo.
Y no cabe duda que a intereses bastardos se debió la supresión de la esclavitud por parte de Inglaterra, que reiteradamente condena la esclavitud por ser contraria a la libertad al tiempo que reconoce, en palabras de los ideólogos de la Ilustración y, por ejemplo de Tomás Jefferson, su inevitabilidad como consecuencia de la inferioridad biológica e intelectual del negro.
En los primeros años del siglo XIX, parecía que la economía británica dependía más de la esclavitud, o de mercancías producidas por esclavos, que cuando comenzó el movimiento abolicionista. En 1803, por ejemplo, menos del ocho por ciento del algodón usado en Gran Bretaña procedía de «zonas libres», como Turquía, y el resto venía de plantaciones coloniales en que trabajaban esclavos, como Luisiana, Brasil o Demerara-Surinam (Thomas 1997: 536)
Tampoco los Estados Unidos tenían muy clara la cuestión. Vermont prohibió la esclavitud en 1777; Massachusetts en 1783; en 1784 Rhode Island decide la liberación progresiva. Pero llegó 1787 y se redactó la Constitución, que no marcaba una línea clara a seguir y se limitaba a señalar que debía abrirse un debate al respecto, con un paréntesis: los negros no eran ciudadanos.
Y cuando en 1807 el Congreso determinó ponerse manos a la obra, tampoco estaba muy claro qué iba a suceder cuando el cuarenta por ciento de la Cámara de representantes lo era en nombre de los estados esclavistas, y por otra parte Inglaterra, inmersa en la primera crisis industrial, estaba asumiendo la experiencia de Sierra Leona, con lo que el espíritu abolicionista estaba disminuido.
El congreso estadounidense prohibió las importaciones de esclavos a Estados Unidos en 1807, y antes de esa fecha la mayoría de los estados de la Unión ya habían dictado leyes contra la trata de esclavos, pero aun así, en la misma época de la prohibición del congreso, seguían enviándose esclavos a los estados del sur profundo, sobre todo a Charleston. (Morgan 2017: 51)
Esa cuestión se alargaría en el tiempo. No en vano, Tomas Jefferson, fallecido en 1826 y tercer presidente de los Estados Unidos, llegó a calificar la esclavitud como crimen abominable… y llegó a poseer hasta 600 esclavos... En su favor hay que decir que tuvo hasta seis hijos con una esclava.
Como ya hiciese en 1799 Jorge Washington, llegado el momento de su muerte también Jefferson dio libertad a sus esclavos.
Entre tanto, más de un millón de esclavos fueron transportados entre 1790 y 1860 del norte al sur de los Estados Unidos, mientras en 1808 era declarada ilegal la importación de esclavos negros, cuya actividad pasaba a ser considerada piratería.
Pero era evidente que estas proclamas eran papel mojado, y a mediados de siglo el tráfico llegaba a su apogeo.
Para estas fechas, las colonias británicas del Caribe contaban más de 800.000 esclavos negros, frente a los menos de 175.000 de los españoles y los franceses.
En ese periodo Inglaterra fue adaptando un trato menos inhumano del que venía aplicando a los esclavos. Así, en 1823 aplicaban en la Guayana británica y en Trinidad una serie de reformas por las que se abolía el uso del látigo y concedía un día libre, así como la manumisión de las niñas nacidas a partir de la publicación de la norma, la jornada de nueve horas y el nombramiento de un protector de esclavos.
Pero la metrópoli llevaría otro ritmo con los esclavos residentes, cuyo destino estaría más relacionado con los esclavos que eran liberados por la marina británica de manos de los traficantes que actuaban al margen de los dictados de Inglaterra.
Inglaterra había habilitado en África el territorio de Sierra Leona como destino en el que debían vivir todos los beneficiarios de la nueva actuación desarrollada por Inglaterra en torno al esclavismo.
Sierra Leona era el obligado destino para todos los miembros de raza negra que Inglaterra controlaba fuera de sus colonias, pero la idea simplista de que África era el lugar propio de toda persona de raza negra parece que sólo cabía en la mentalidad británica y no en los habitantes de Sierra Leona, que no recibieron de muy buena los aportes de nuevos habitantes forzados.
Esa circunstancia obligó a convertir en colonia el territorio que en principio debía estar bajo el exclusivo control administrativo y empresarial de quienes habían adquirido el territorio.
Sólo bajo esas condiciones lograron asentar en el territorio las poblaciones negras que Inglaterra expulsaba de allí donde les resultaban molestas, y solo bajo esas condiciones consiguieron asentar entre 1808 y 1860, en un estrecho perímetro alrededor de Freetown, alrededor de 70.000 esclavos liberados.
La iniciativa de Inglaterra sería continuada por los Estados Unidos de Norteamérica, también con la intermediación de una sociedad privada, la American Colonization Society, que en 1821, mediante una pequeña inversión económica apoyada con la amenaza de las armas acabó adquiriendo un trozo de territorio en el que fundó un asentamiento al que daría el nombre de Monrovia en honor al presidente usense James Monroe.
Monrovia sería finalmente la capital del territorio, que con el nombre de Liberia crearían los intereses usenses en África, que como venía sucediendo con Sierra Leona, sería el destino de importantes contingentes de esclavos procedentes de los Estados Unidos que sufrieron los mismos condicionantes que los recién llegados a Sierra Leona, pudiendo ser ubicados gracias a la protección de las cañoneras que defendían el asentamiento de las incursiones de los naturales.
Pero la medida no tuvo muy largo recorrido, pues si encontraba oposición en la población africana, no encontraba apoyo en la población condenada a asentarse en el lugar, que prefería quedarse en América, de donde eran naturales. No obstante, con el apoyo usense, los antiguos esclavos conservaron para sí el control del nuevo país satélite y aplicaron a la población nativa los mismos métodos que ellos habían sufrido.
No se verían solos los anglosajones en esta actividad de exilio forzado y de creación de colonias sin ese estatus legal. También Francia, en 1849, fundaría Libreville en el Gabón con el cargamento capturado al Elizia, si bien la actitud francesa no fue tan hipócrita como la de los anglosajones, dando a Libreville la sede de la administración colonial.
En medio de esta actividad, que tenía lugar como consecuencia de la Revolución Industrial, Inglaterra llevaba dos campañas más que resultaban necesarias para el triunfo de la misma: Por un lado el transporte del sobrante de su propia población a Australia y a Nueva Zelanda, en las mismas condiciones y en los mismos barcos que hasta el momento había destinado para el tráfico negrero de África a América, y por otro lado, con el control de los mares, procuraba difundir por todos los medios a su alcance el abolicionismo en todo el orbe.
El fin perseguido era, así, no la eliminación de la esclavitud, sino sencillamente su transformación, lo que posibilitaba que fuese el propio esclavo quien finalmente corriese con los gastos de manutención que hasta el momento corrían por cuenta del esclavista.
La medida, que de por sí es encomiable, no estaba motivada por los principios que tres siglos atrás propiciaron que España desestimase la esclavización de los indios en América, sino por principios pura y estrictamente economicistas que al fin significan, no la abolición de la esclavitud, sino del término, ya que la esclavitud perduraría, con otro nombre, a partir de ese mismo momento.
No es comprensible cómo en el siglo XVI, España, mientras dejaba meridianamente clara la libertad de los indios, abría la posibilidad de esclavizar a otras razas, pero al fin, el resultado del esclavismo llevado a cabo por España, como poco hasta el siglo XVIII, salvo por el hecho concreto de no existir una ley como la aplicada a los nativos americanos, era más humano que el abolicionismo británico del siglo XIX.
Es con la llegada de los Borbones a España primero y con el desarrollo de las ideas de la Ilustración después cuando el hecho del esclavismo, ya necesariamente centrado en personas de raza negra, comienza a tener importancia y alcanza uno de los momentos más importantes en 1787 cuando mediante cédula real se abren las puertas a los negreros. A ese hecho se le conoce como liberalización del comercio cubano, logro privativo del despotismo ilustrado que conocería una especial incidencia en febrero de 1789, cuando se da la libertad de comercio negrero mediante la Real Cédula dictada al efecto por la cual, además se aplicaban otras medidas liberadoras que permitieron a Inglaterra introducir en la isla maquinaria y bienes de consumo.
Cierto que desde el Tratado de Utrecht ya habían sido abiertas y era Inglaterra la que ejercía su monopolio, pero para el último cuarto de siglo era también Inglaterra la que estaba provocando un movimiento en aras de implicar a otros en el tráfico que irremisiblemente seguía controlando.
Es en este momento cuando el gobierno de España, ya sometido a los principios de la Ilustración y alejado de los principios que habían caracterizado a la Corona durante los siglos anteriores, señala que es necesario aportar importante número de esclavos africanos para atender las haciendas de Cuba… que desde la invasión inglesa de 1762 contaba con intereses británicos que no se fueron con las tropas en 1763, sino que quedaron enquistados en la sociedad cubana.
Esa realidad posibilitó que, mientras Inglaterra llevaba a cabo lo señalado, los agentes británicos estuviesen convirtiendo Cuba en el nuevo destino de los esclavos, siendo que podían presentar la actuación como alternativa a la supresión de la esclavitud, ya que en nada se asemejaba el trato y el destino de los esclavos que arribaban a la España americana, donde las manumisiones eran un hecho corriente, con el recibido en el mundo anglosajón, donde el esclavo tenía condición de “cosa”.
En Cuba se daban casos de amos que liberaban a negros por considerarlo una acción virtuosa, cosa que parece que los norteamericanos no hicieron. (Thomas 1971)
Al amparo de esa actividad y hasta la Guerra Franco Británica para la dominación de España (vulgo guerra de la Independencia), fueron introducidos en el Caribe español unos 300.000 africanos.
Es el caso que Inglaterra, en los comienzos del siglo XIX estaba obcecada en la transformación de la esclavitud, a la que no podía renunciar salvo en el nombre, y como consecuencia, en 1811 establecía en Sierra Leona los tribunales contra la trata, tres años más tarde, el 28 de agosto de 1814, firmaba un protocolo al respecto con el gobierno absolutista de Fernando VII.
Y es que el 22 de Marzo del mismo año, tras el tratado de Valençay, había quedado restaurada la monarquía de Fernando VII, que si bien el 4 de mayo declaraba nula la Constitución de Cádiz, posibilitó que una cadena de arbitrariedades, ineptitudes, robos y atropellos siguiesen enseñoreándose de España y abriesen el camino primero a la revolución de Riego de 1820, y como consecuencia directa, a la conquista británica de América.
Es en medio de estar circunstancias donde se desarrolla la actividad de Simón Bolívar, de tradición esclavista, en relación con el movimiento separatista en América.
El seis de julio de 1816, el tirano Bolívar, que había sufrido las consecuencias de haber proclamado en 1813 la guerra a muerte y el exterminio de todos los peninsulares y canarios que pudiesen caer bajo la venganza revolucionaria, realizaba una proclama señalando:
La naturaleza, la justicia y la política reclaman la emancipación de los esclavos; no habrá, pues, en lo futuro en Venezuela más que una clase de hombres: todos serán ciudadanos.
Y esa medida sería puesta en marcha… aunque no de inmediato. El 24 de junio de 1821 se produjo la batalla de Carabobo, en la que las tropas inglesas que dirigían las guerras separatistas resultaron vencedoras, tras la cual fue declarada la independencia de Venezuela.
Consecuencia de esta batalla, y producto de la euforia, fue el cumplimiento de lo prometido cinco años antes, que se circunscribió a la manumisión de seis esclavos:
María Jacinta Bolívar Hacienda de San Mateo
José de la Luz Bolívar Hacienda de San Mateo
María Bartola Bolívar Hacienda de San Mateo
Francisca Bárbara Bolívar Hacienda de San Mateo
Juan de la Rosa Bolívar Hacienda de San Mateo
Nicolaza Bolívar Hacienda de San Mateo
El grueso de la medida prometida por Bolívar no surtiría efecto sino hasta tres décadas después, siendo que esta actuación emancipadora seguiría ampliándose en Sur América hasta 1869.
Por su parte, Inglaterra pondría fin a la esclavitud en sus colonias americanas el año 1838, y esta actuación sería seguida en 1863 por Holanda, que la suprimiría en Surinam y en las Antillas Holandesas, y dos años después, en 1865 Estados Unidos proclamaría también la abolición.
Las medidas de Bolívar y los acuerdos de España con Inglaterra llevan un extraño paralelismo; por ejemplo, si la batalla de Carabobo es consecuencia directa de la sublevación de Riego, es en este momento cuando se firma el tratado Hispano-Británico por el que España se comprometía a acabar con la trata en 1820.
Pero ese compromiso no podía tener gran importancia siendo que esclavistas ingleses estaban incrementando su negocio muy especialmente en Cuba.
El primero de enero de 1820 Fernando VII observaba el levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan.
No era cualquier cosa, sino una nueva maniobra de Inglaterra para reconducir al incalificable Fernando VII en el cumplimiento de lo que de él se esperaba. Una maniobra que, además de resultar decisiva para el triunfo de Inglaterra en su campaña para romper España separando políticamente América de la Península, marcaba una realidad de la que admirablemente nadie mostraba ser consciente: la total y absoluta dependencia de España respecto de su enemigo tradicional.
Y ese enemigo tradicional, que curiosamente enarbolaba la bandera del abolicionismo al tiempo que desarrollaba las acciones que estaba llevando a cabo, hacía que sus siervos españoles fuesen quienes suministrasen ahora mano de obra esclava para las plantaciones esclavistas que bajo control británico se desarrollaban en Cuba.
No es de extrañar la toma de control británico en todos los ámbitos de la vida española. Si durante el siglo XVIII fue el liberalismo la punta de lanza de esa infiltración, no podemos dejar al margen la toma del control de la nobleza de título.
Como muestra dos botones:
En 1802, nada menos que el ducado de Alba pasaba a las manos del duque de Berwick Carlos Miguel Fitz-James Stuart, cuyo antepasado James Fitz-James I, había tomado parte en la guerra de sucesión en favor de Felipe V, protagonizando el asedio de Barcelona de 1714, si bien cinco años después, en 1719, no dudó en combatir contra Felipe V para obligarle a aceptar los dictados de la Cuádruple Alianza. Estaba emparentado con el duque de Marlborough, cuyo descendiente tendría acción destacada en la Guerra Franco británica para la dominación de España al servicio de Inglaterra.
El 30 de enero de 1812 Fernando VII crea el Ducado de Ciudad Rodrigo a favor de Arthur Wellesley, duque de Wellington en recompensa por sus victorias en la guerra Franco británica para la dominación de España. El duque de Wellington, que entre sus títulos cuenta con la “grandeza de España”, está considerado como uno de los héroes más aclamados de la historia de Inglaterra.
Con esos antecedentes, que manifiestamente señalan la sumisión de España a los intereses de Inglaterra, el tráfico esclavista continuó activo, con intereses económicos directos de la reina Isabel II hasta la década de los 80 del siglo XIX.
Otra circunstancia a destacar es que la abolición del tráfico a que nos estamos refiriendo, se limitaba a la llevada a cabo en el hemisferio norte, y no en el hemisferio sur, donde los intereses británicos en Brasil exigían el mantenimiento del tráfico.
Fue también en estos momentos, sobre 1820, cuando los países surgidos de la diáspora hispánica comenzaron a proclamar la abolición sin que ello comportase problema alguno dada la poca significación histórica del fenómeno esclavista y la dilatada costumbre de la manumisión.
No obstante, la medida se dilataría; así, Chile abolió la esclavitud el año 1823, Uruguay en 1830, Bolivia en 1831, mientras Perú y Venezuela lo hicieron en 1854; permaneció vigente en el Estado de Buenos Aires hasta 1860, y en Paraguay hasta 1870 cuando completaba la Ley de abolición gradual de la esclavitud de 1842. Puerto Rico lo haría en 1873, y Cuba en 1880. Portugal decretaría la abolición de la esclavitud en la India, Mozambique y Guinea el año 1856, y en las colonias francesas del Caribe la esclavitud sería abolida en 1848. Y es el año 1838 cuando en los dominios británicos se pone fin al modelo de esclavitud tradicional.
Es de destacar, además del retraso de Inglaterra a la hora de aplicar las leyes de abolición en sus propios territorios, la diferencia abismal existente entre la esclavitud que albergaban y la que albergaban, por ejemplo, Chile cuya cifra era del orden de cuatro mil, y México que contaba con menos de tres mil.
Teniendo en cuenta esa cifra de esclavizados en el mundo hispánico, llama profundamente la atención que justo en ese momento, en los inicios del siglo XIX, con los condicionantes señalados, fuese cuando se produjo en Cuba el espectacular incremento de la mano de obra esclava, siendo que, además, conforme a ley, los esclavos podían acceder automáticamente a la libertad.
En teoría, todos los nuevos esclavos podían hacerse libres si eran capaces de denunciar al tribunal internacional permanente de La Habana el barco negrero que los había transportado. Pero esto era difícil, pues a los esclavos recién importados (que generalmente no hablaban español) se los mantenía virtualmente presos desde el momento en que llegaban a La Habana. (Thomas 1971)
Como consecuencia del crecimiento contra natura de la esclavitud se reavivó el movimiento abolicionista con el influjo del padre Félix Varela, que ya en 1800 había conseguido la libertad de los esclavos en el poblado de El Cobre. Este sacerdote, diputado en Cortes en 1822, presentó una proposición en ese sentido.
En 1833 era creada la Sociedad Antiesclavista Americana, que con principios similares a los británicos, abogaba por la expulsión de los negros, que serían trasladados a África, donde en 1822 se creó un estado al estilo de Sierra Leona y frontero con la misma, que serviría para recibir los esclavos que fuesen liberados en los Estados Unidos.
En ese año, y en nombre de la sociedad, el agente Robert Stockon compraba a punta de pistola y por un puñado de baratijas un territorio frontero a Sierra Leona, territorio que en 1847 se declararía independiente con el nombre de Liberia, cuya capital, Monrovia, lo es en honor del presidente de los Estados Unidos, James Monroe.
Este estado se convertiría en una sociedad esclavista que no reconocería ningún derecho a los habitantes de la zona y marcaría diferencias sociales entre ellos del mismo carácter que las sociedades anglosajonas les aplicaban a ellos mismos.
El movimiento abolicionista, mientras tanto, iba añadiendo adeptos. Portugal abolió la esclavitud en la Península en 1773; Dinamarca lo haría en 1792; Francia en 1794, aunque en 1802 sería reinstaurada; en 1804 los Estados Unidos de América prohibía sobre el papel la importación de esclavos; España lo hacía en 1812, aunque no en las provincias del Caribe; Suecia en 1813, los Países Bajos en 1814; Portugal aceptaba en 1815 no practicar la trata al norte de Ecuador; en 1846 se clausuraba el mercado de esclavos de Estambul, y Rusia hacía lo propio en 1861.
Por su parte, Inglaterra decretaba el uno de mayo de 1808 que ningún barco inglés podría transportar esclavos hacia o desde cualquier puerto británico, pero no abolió la esclavitud, y en 1833 abolió la esclavitud en todos los territorios británicos del Caribe.
En cualquier caso, la esclavitud estaba sentenciada, y si el motivo principal era sin duda la Revolución Industrial, otras circunstancias apoyaban la medida, y es que los beneficios generados por la trata se habían reducido de manera escandalosa, llegando a producir pérdidas directas y beneficios que como mucho llegaban al nueve por ciento. Tan es así que, conforme señala Hugh Thomas, de cien viajes de los barcos holandeses en la segunda mitad del siglo, parece que cuarenta y uno tuvieron pérdidas.
En el decurso de las guerras napoleónicas, los aliados llevaron a efecto una serie de contactos que culminaron en el conocido como Congreso de Viena, convocada por los mismos que firmaron el Tratado de París de 30 de mayo de 1814.
El Congreso de Viena (Ver anexo) abarcó aspectos como la victoria sobre Napoleón en Waterloo, que tendría lugar el 19 de junio de 1815, diez días después de la firma del Acta Final del Congreso. También surgiría de este congreso la Santa Alianza, que en 1823 intervendría en España en defensa de Fernando VII con el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Fue en este congreso, manifiestamente volcado en el reparto de Europa, donde en febrero de 1815, y forzados por la acción de Inglaterra, se llegó a una declaración sobre el tráfico de negros que fue tachada de oportunista por las otras potencias que señalaron había sido presentada por Inglaterra después de un último esfuerzo que había cubierto ampliamente las necesidades de esclavos en las colonias británicas.
En ese ámbito, y presentando el hecho como un acto humanitario británico, como una peculiar cruzada por suprimir el tráfico negrero, y tal vez como cortina de humo que tapase el tráfico que estaba llevando a cabo con sus propios súbditos para la colonización de Australia y Nueva Zelanda, comenzó a ejercer presión sobre las otras naciones, en concreto sobre las que ejercía coloniaje, como era el caso de España, donde en julio de 1815, y paralelo pero ajeno al Congreso de Viena, firmó un tratado por el que España se comprometía a abolir la trata en un plazo de ocho años.
En ese ámbito, en 1817 Inglaterra hacía firmar a España un tratado que entraría en vigor tres años más tarde por el cual se abolía el tráfico en el hemisferio norte.
Pero ese compromiso no tendría efecto sino hasta los años ochenta, periodo en el que la producción azucarera absorbió ingente mano de obra esclava y semiesclava.
Es justo en este periodo el momento en que el movimiento que quería la anexión de Cuba a los Estados Unidos irrumpe con mayor fuerza, merced a la acción de los productores azucareros, grandes comerciantes directamente relacionados con Londres y Nueva York.
En ese orden, Francia declaró ilegal el tráfico ese mismo año 1815, si bien continuó llevando a cabo el mismo durante quince años más, y aún más duró el tráfico ilegal.
En 1823 Chile liberó a todos sus esclavos, que eran unos cuatro mil.
En 1830 México liberó a sus esclavos, que eran unos tres mil.
Mientras tanto, los estados antiesclavistas del norte de los Estados Unidos tenían unos treinta mil esclavos en estas fechas…. Y Jamaica contaba 319.351 esclavos.
El total de esclavos de los Estados Unidos (Saco 1879 Vol II: 113) habían pasado de los 697.897 contabilizados en 1790 a los 2.847.355 del año 1840.
En 1840 todavía había mil esclavos en el norte. En la parte superior del Sur, había más negros libres que antes, lo que llevó a una legislación para controlar la situación. En la parte inferior del Sur, la esclavitud se disparó con la expansión de las plantaciones de arroz y algodón. (Zinn 2005)
Inglaterra decretó la abolición de la esclavitud en sus colonias de las Antillas en 1833, y España, que ya era de hecho colonia británica, promulgó en 1835 la Ley de represión del tráfico negrero y el Reglamento de los Tribunales mixtos de control, uno de los cuales estaba en La Habana y otro en Sierra Leona, y ambos bajo control británico.
En ese orden, y triunfante la revolución de La Granja, el 27 de febrero de 1837 se presentó un proyecto de abolición de la esclavitud en la península.
Pero los intereses esclavistas no estaban en la Península, sino en Cuba, cuya evolución poblacional es la siguiente:
Libres Total Total
Años Blancos Esclavos de color de color general
—— ——— ———— ———— ———— ————
1775 96.440 44.333 30.847 75.180 171.620
1791 133.559 84.590 54.152 138.742 272.301
1817 239.830 199.145 114.058 313.203 553.033
1827 311.051 286.942 106.494 393.436 704.487
1841 418.291 436.495 152.838 589.333 1.007.624
(Saco 1879 Vol II: 118)
En 1864, el Senado de los Estados Unidos adoptó la Decimotercera Enmienda, que declaraba el fin de la esclavitud. Una medida que ennoblece, pero hay que tener en cuenta todas las circunstancias para determinar la órbita en la que nos movemos; por ello es necesario conocer el pensamiento de los abolicionistas.
Lincoln respondió a Greeley: Querido Señor... No ha sido mi intención dejar a nadie perplejo... Mi objetivo primordial en esta lucha es la salvación de la Unión, y no el salvar ni destruir la esclavitud. Si pudiera salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría; y si pudiera conseguirlo con la liberación de todos los esclavos, también... Aquí he expuesto mis intenciones según mi visión del deber oficial, y no cambiaré ni un ápice mi deseo personal -tantas veces expresado- de que todos los hombres, en todas partes, puedan ser libres. (Zinn 2005)
En 1836 cuando tras el Motín de la Granja que conllevó el restablecimiento de la Constitución de 1812 seguía discutiéndose lo mismo. El 28 de junio de ese mismo año acordaron las cortes la total extinción de la esclavitud, pero que sólo tendría efecto en la península, quedando excluidas las provincias de ultramar, donde la medida no sería llevada a efecto, ya que tanto el partido moderado como el progresista, con Espartero, Leopoldo O’Donnell y Narváez, que serán referentes hasta 1843, tenían intereses que impedían su cumplimiento.
En Europa seguían una marcha similar; así, el 1 de agosto de 1833 Inglaterra, por la acción del Canciller Henry Peter Brougham, aprobaba una ley por la que a partir de 1834 y mediante el pago de una indemnización a los propietarios, los esclavos se transformaban en aprendices, que mantendrían esa condición hasta febrero de 1838, cuando se suprimió el aprendizaje.
Pero dos días después, el mismo parlamento rechazaba la abolición de la esclavitud en la India16, donde en 1840 había no menos de ocho millones de esclavos. Y por supuesto no hablaba del tráfico de ingleses transportados a Australia y Nueva Zelanda en régimen de esclavitud camuflada, cuyo número no fue inferior a los doscientos mil en un periodo de ochenta años, con especial incidencia tras las guerras separatistas en la América española, tras las cuales aumentó el número de manos improductivas.
En 1841 se creaba en Francia la Sociedad para la Abolición de la Esclavitud, que logrará la supresión en 1848, doce años después de que, en 1836, el Papa Gregorio XVI emitiese una bula condenando la esclavitud y la trata.
Esas leyes se complementaban con otras actuaciones que no deben ser echadas en el olvido. Así, como ya queda señalado, en 1787 Inglaterra habilitó Sierra Leona como destino forzado para la liberación de sus esclavos.
Al fin, Sierra Leona acabaría siendo el manantial de donde Inglaterra sacaría mano de obra forzada para atender sus propias necesidades, nuevamente en las Antillas, cuando en 1841 dictó tales medidas que forzaron la emigración voluntaria de importantes núcleos de población que, de otro modo se vería privada de las ayudas que hasta el momento estaban recibiendo.
Esta actuación se complementaba con lo actuado en la India, que a partir de ese momento sería la principal fuente de mano de obra.
La India acabó por reemplazar a África; entre 1833 y 1917, Trinidad importó 145.000 indios de Oriente y la Guayana Británica 238.000. La estructura era la misma para las otras colonias del Caribe. Entre 1854 y 1883, 39.000 indios fueron introducidos en Guadalupe; entre 1853 y 1924, más de 22.000 trabajadores de las Indias Orientales Holandesas y 34.000 de la India Británica fueron transportados a la Guayana Holandesa. (Williams 2011: 60)
Ya hemos señalado que Inglaterra, mientras combatía el tráfico negrero en el Atlántico, llevaba a cabo actos de esclavismo sobre su propia población, que era trasladada a Nueva Zelanda y a Australia en condiciones infra humanas similares a las padecidas por la población negra trasladada a América. Pero además, tenía perfectamente engrasado el engranaje esclavista en la India.
La defensa de la producción azucarera de la India era al fin, junto al desarrollismo de la Revolución Industrial, el motivo que la indujo a combatir de manera tan eficiente el tráfico negrero, que estaba apoyado justamente por los productores de azúcar de la India.
Manifiestamente el asunto no era sino una cuestión puramente mercantilista. Tan es así que años después de la ley Brougham, cuando la esclavitud estaba nominalmente abolida en las colonias inglesas del Caribe, el azúcar procedente de las mismas era estigmatizado en Inglaterra con el apoyo de los ingleses propietarios de esclavos indios.
Los abolicionistas, con posterioridad a 1833, continuaron oponiéndose a los colonos de las Antillas que ahora empleaban mano de obra libre. (Williams 2011: 271)
Pero lógicamente, el movimiento antiesclavista acabó interesándose también por el esclavismo de la India, a lo que en 1842 se alegaba que en periodos de escasez se había prohibido la venta de niños.
Ante esas actividades contradictorias, es de suponer que los propios traficantes no acabasen de creer lo que su gobierno estaba implantando, por lo que no veían obstáculo para que la actividad esclavista tradicional continuase en plena vigencia compaginando los nuevos métodos con los tradicionales.
En 1845, Las firmas bancarias británicas en Brasil financiaban a los tratantes de esclavos y les aseguraban sus cargamentos, ganando así su buena voluntad. Las compañías mineras británicas poseían y compraban esclavos cuya mano de obra empleaban en sus empresas. (Williams 2011:249)
Y en ese mismo año, y a instancias de Inglaterra, era firmado por las potencias europeas, incluida España, un tratado conocido como "ley de persecución del tráfico negrero" para acabar con los contrabandistas de esclavos pero dicho tratado no tuvo mucha efectividad.
Y es que debía resultar bastante irónico que fuesen los antiguos propietarios negreros de las Antillas quienes ahora sostuviesen la antorcha humanitaria, a cuya luz se organizaría la Sociedad Abolicionista Española por iniciativa del puertorriqueño Julio Vizcarrondo. El movimiento abolicionista encabezado por Inglaterra se caracterizó, no por un espíritu humanista como el que impidió la esclavización de los indios en la España ultra marina y que, a pesar de no haberse aplicado a los esclavos de raza negra permitían que éstos accediesen a la manumisión de una forma casi absoluta, sino como expresión de la subordinación del capital comercial al industrial.
Pero al fin es la idiosincrasia británica la que, conforme nos señala Erik Williams, el que fue promotor de la independencia y primer ministro de Trinidad Tobago, y en virtud del beneficio económico que pueda obtener en cada momento, es capaz de encarnar alternativamente el más feroz esclavista y el más feroz abolicionista, manteniendo siempre, e inequívocamente, una actitud despreciable.
Como consecuencia de la actividad señalada por Williams, a partir de 1849 se desarrolló en Jamaica un importante movimiento anti esclavista que anunciaba actividades que podían alcanzar carácter bélico. Inglaterra, declaraban categóricamente, había ido a la guerra por causas menos justificables.
Y no les faltaba razón en el aserto. Incluso podían defender que Inglaterra había iniciado guerras por causas manifiestamente innobles, y para ello no les hubiesen faltado ejemplos anteriores… y futuros. Tan innobles como la por aquel entonces aún caliente Guerra del Opio, que tuvo lugar entre 1839 y 1842, y cuyo desencadenante fue la exigencia británica de que la compañía británica de las Indias Orientales, administradora de la India pudiese introducir opio en China.
El movimiento abolicionista iba extendiéndose, y en 1863 era Holanda la que lo aplicaba. Ese mismo año Estados Unidos también liberó a los esclavos, siendo que la ley no tuvo efecto hasta el final de la Guerra de Secesión, en 1865, afectando a cuatro millones de personas que pasaron de la esclavitud formal a un régimen de segregación.
A partir de este momento sólo en Cuba y en Brasil seguía vigente el régimen esclavista tradicional, y este año es cuando el puertorriqueño Julio Vizcarrondo creó la "Sociedad Abolicionista Española" de la que fueron parte importantes personajes de la vida nacional, entre los que destacan Emilio Castelar, Práxedes Mateo Sagasta o Segismundo Moret, de cuya actividad fue consecuencia que el año 1866 se firmase en España la ley sobre la represión del tráfico negrero, siendo que la reina Isabel II tenía fuertes intereses económicos en ese sector, lo que garantizaba una laxa aplicación de la medida que en la práctica significó la continuación del tráfico.
La situación política existente en España en esos momentos, con la revolución gloriosa de 1868 no permitía dar una salida a la situación, nuevamente abordada en la Ley Moret de 4 de julio de 1870, que beneficiaría a una parte de los esclavos de Cuba y Puerto Rico y que venía a ampliar la de 17 de septiembre de 1868 que declaraba libres a los esclavos mayores de sesenta años y a todos los nacidos de esclavas a partir de esa fecha, y que abría las puertas a un tipo de esclavismo intermedio entre el conocido como tal y el de asalariado: el patronato17, por el cual, los niños tendrían que ser mantenidos y formados por sus antiguos amos hasta los dieciocho años.18 Finalmente, el siete de octubre de 1886, dos años antes de lo previsto, sería suprimido el patronato.
Mientras tanto, el 22 de mayo de 1873, se proclamaba en Puerto Rico la abolición de la esclavitud, que marcaba que los esclavos permanecieran como tales por un mínimo de tres años más.
Faltaban todavía dos años para que el gobierno de Cánovas aprobase una ley de abolición de la esclavitud en 1880. En el interín, el general Martínez Campos la había abolido el año 1879, iniciando un proceso de la misma que tendría fin el año 1888.
No fue hasta sino el 23 de julio de 1886 cuando se abolió definitivamente la esclavitud en España mediante la Ley del Ministro de Ultramar Germán Gamazo de Supresión del Patronato en Cuba. En 1888 sería abolida en Brasil. Y no será hasta 1963 cuando se pueda hablar de la definitiva abolición en Arabia Saudí.
En estos momentos, los intereses británicos, volcados en las nuevas formas de esclavitud, exigían la aplicación de sus principios, de los que no podían abstraerse sus satélites. Pero se da el caso que en España los mismos que estaban desmontando el poder político nacional en beneficio de Inglaterra eran los beneficiarios de las prebendas provenientes de la esclavitud, a las que justamente habían accedido al amparo de sus amos, por lo que necesariamente se mostraban remisos a cumplir las instrucciones recibidas en lo tocante a aquellas cuestiones que en décadas anteriores y al amparo de sus mentores habían desarrollado.
Para los maestros del liberalismo, la esclavitud era una institución económica de primera importancia, y para mantenerla sería imprescindible la adecuación de la misma a los nuevos tiempos.
La naciente clase capitalista «comenzaba a calcular la prosperidad en términos de libras esterlinas y [...] se iba acostumbrando a la idea de sacrificar la vida humana a la deidad de la producción ampliada. (Williams 2011:31)
Y para consolidar esos intereses británicos, Inglaterra jugaría un papel hegemónico en el desarrollo del capitalismo, para lo cual no dudaría en significarse como abanderada del abolicionismo, aunque con ello defendiese un principio que le resultaba absolutamente ajeno. El motivo no podía ser otro que con la medida lo único que abolía era el nombre, santificando sin embargo el concepto.
Y esa actuación quedaría perfectamente reflejada después del periodo abolicionista, cuando se plasmó la ingeniería social que convertía en asalariados a todos los habitantes, quienes como los colees indios, se veían forzados a firmar, con su huella digital, unos contratos de trabajo que eran incapaces de entender, y por los cuales se comprometían, en primer lugar, a cubrir ellos mismos sus necesidades. Evidentemente, el capitalismo salía ganando con la abolición de la esclavitud. Pero no fue siempre así.
En un principio, los capitalistas alentaron la esclavitud de las Antillas, y luego ayudaron a destruirla. Cuando el capitalismo británico dependía de las Antillas, ignoraron la esclavitud o la defendieron. Cuando el capitalismo británico se dio cuenta que el monopolio de las Antillas era un estorbo, destruyeron la esclavitud de las Antillas como primer paso en la destrucción del monopolio de las mismas. Que la esclavitud para ellos era relativa, no absoluta, y dependía de la latitud y la longitud, lo prueba la actitud hacia la esclavitud que asumieron, después de 1833, con respecto a Cuba, Brasil y Estados Unidos. Reprochaban a sus oponentes ver sólo esclavitud donde ellos veían azúcar y limitar su observación a la circunferencia de un tonel.1 Rehusaron adaptar sus tarifas sobre la base de la moralidad, erigir un púlpito en cada Aduana y hacer que sus estibadores apoyaran las doctrinas anti-esclavistas. (Williams 2011:245)
Para adecuar la intemporal posición británica a los nuevos tiempos surgiría toda una escuela de sofistas entre los que Adam Smith haría gala de su reciente descubrimiento capaz de hacer ver libertad donde sólo existe esclavitud y que había apercibido que para el amo, el trabajo libre sería más provechoso que el trabajo esclavo, argumentando que el trabajo hecho por esclavos, aunque parezca que sólo cuesta su manutención es, a fin de cuentas, el más caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna, no puede tener otro interés que el de comer lo más posible y trabajar lo menos posible.
Pero en cualquier caso, además debemos considerar que el tráfico oriental no entraba en la actividad nominalmente antiesclavista de Inglaterra.
En este periodo, Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, se repartían África, donde los métodos, del mismo modo que sucedía en la India, permitían el aquilatamiento del tráfico. En los convenios Conferencia de Bruselas de 1889-1890 se pusieron de acuerdo para acabar con el mercado de esclavos en África.
Luego tendría lugar la Convención de Saint Germain en Laye de 1919 para la revisión del Acta General de Berlín de 1885 y del Acta General de la declaración de Bruselas de 1890, para alcanzar la total supresión de la esclavitud y del tráfico de esclavos.
Y más adelante la Convención de Ginebra de 25 de septiembre de 1926, en la que según su artículo segundo, los contratantes se comprometieron a impedir y reprimir la trata de esclavos y a llevar a cabo la supresión total de la esclavitud en cualquiera de sus formas, de modo progresivo y tan pronto como sea posible. (Convención de Ginebra)
Aún así, Mozambique estuvo suministrando esclavos hasta 1902. En ese periodo, efectivamente se llegó al límite del esclavismo nominal en el ámbito del Índico.
Si hablamos del verdadero motivo que tuvo Inglaterra para proceder a la abolición de la trata oriental en 1897, éste fue el de acabar con la Compañía Alemana del África Oriental de Kart Peters y, en suma, evitar que les tomaran la delantera en esa carrera hacia el nuevo reparto colonial de finales de siglo. Evidentemente, los motivos no fueron filantrópicos puesto que habían dejado hacer a los árabes con la excusa de que podía ser legal la trata interna, entre otras cosas, porque según la interpretación de los occidentales ésta era inherente al Islam. (Dolores García: 63)
Por otra parte, aparte de por la metódica destrucción de España, si por algo se significa el siglo XIX en el ámbito internacional es por el reparto que lo países europeos hicieron de África.
Ingleses en primer lugar, pero también de forma muy destacada franceses, alemanes, holandeses y belgas se volcaron en la ocupación del territorio africano, de cuya actuación es buena muestra la actual distribución del continente. El comercio y la explotación del territorio primó sobre todos los principios.
Al servicio del mismo se abrió al canal de Suez en 1869, lo que facilitaría el tráfico con Oriente.
Después de las guerras napoleónicas, la era de paz que iniciaron los británicos dio inusitado impulso a este comercio, y a la par que dejaba a centenares de miles de soldados sin empleo (muchos de ellos, marginados y sin sitio, después de los muchos años de guerra, se dedicarían al tráfico de esclavos), se abandonó una cantidad considerable de armas de desecho que, recicladas por los occidentales, se destinaron a la trata y, en general, al mercado africano. La ciudad de Lieja (Bélgica) se convirtió en uno de los centros internacionales de la industria siderúrgica de recuperación de donde se proveían tratantes tan importantes como Tippu Tip, árabe mestizado que traficaba con esclavos entre Zanzíbar y el Alto Congo que es donde le encontró Stanley, convenciéndole para que trabajase para Leopoldo II, propietario personal del paradójicamente llamado “Estado Libre del Congo”, y nombrándole gobernador de la provincia de Stanley Falls. (Dolores García: 63)
Todo apunta a que el movimiento abolicionista no pasa de ser una farsa más a la que tan acostumbrado tiene Inglaterra al mundo a la que se puede dedicar el discurso que el antiguo esclavo de Mariland, Frederick Douglass dedicó a la población úsense el 4 de julio de 1852, día de Independencia,:
Ciudadanos, amigos ¿Qué representa para el esclavo americano el Cuatro de Julio? Respondo, un día que le revela más que ningún otro del año la gran injusticia y la crueldad de que es víctima constante. Para él vuestra celebración es falsa, vuestra tan cacareada libertad una licencia inmunda, vuestra grandeza nacional, una vanidad sin igual, vuestros cantos de alegría están vacíos, desprovistos de corazón, vuestra denuncia de los tiranos, una desfachatez impúdica, vuestros gritos de libertad e igualdad, un hueco sarcasmo, para él vuestros rezos e himnos, vuestros sermones y acciones de gracias, con toda su pompa religiosa y solemnidad son mera ampulosidad, fraude, decepción, impiedad e hipocresía, una delgada cortina para cubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. Actualmente no hay nación en la tierra que peque de practicas más chocantes y sangrientas que el pueblo de los Estados Unidos. (Zinn 2005)
Al fin, y salvo en contadas ocasiones como la actuación de la Corona española con relación a los habitantes de las nuevas tierras descubiertas a partir de 1492, la cuestión de la esclavitud no era de carácter moral, sino económica, y ello no en el caso específico de Inglaterra como campeón universal e intemporal del esclavismo, sino de todos y cada uno de los lugares de la Tierra… y en todos los tiempos.
No todos los pueblos tuvieron la suerte de ser regidos por personas como la Reina Isabel… Tampoco todos los tiempos premiaron a España con personas como ella.
Tal vez por ello, la era de la abolición británica dejó paso a una reesclavización de los africanos sin tener que cargar con el gasto de su exportación, ya que las nuevas formas de esclavitud serían desde entonces aplicadas, con sus necesarias variables, en todo el orbe y a todas las razas.
ANEXO:
DECLARACIÓN SOBRE EL TRÁFICO NEGRERO
Habiéndose reunido en conferencia los plenipotenciarios de las potencias que firmaron el tratado de París de 30 de mayo de 1814, y considerando: ' "Que los hombres justos e ilustrados de todos los siglos han pensado que el ¡comercio conocido con el nombre de, Tráfico de Negros de África es contrario a los principios de la humanidad y de la moral universal; "Que las circunstancias particulares que le originaron, y la dificultad de interrumpir repentinamente su curso, han podido cohonestar hasta cierto punto la odiosidad de conservarle, pero que al fin la opinión pública en todos los países cultos pide que se suprima lo más pronto posible; "Que después que se ha conocido mejor la naturaleza y las particularidades de este comercio y se han hecho patentes todos los males de que es causa, varios gobiernos de Europa han resuelto abandonarlo, y que sucesivamente todas las potencias que tienen colonias en las diferentes partes' del mundo, han reconocido por leyes, por tratados o por otros empeños formales la obligación y la necesidad de extinguirlo; "Que por un artículo separado del último tratado de París han estipulado la Gran Bretaña y la Francia que unirían sus esfuerzos en el Congreso de Viena para decidir a todas las potencias de la cristiandad a decretar la prohibición universal y definitiva del comercio de negros; "Que. los plenipotenciarios reunidos en este Congreso no pueden honrar más bien su comisión, desempeñarla y manifestar las máximas de sus augustos soberanos, que esforzándose para conseguirlo, y proclamando en nombre de ellos la resolución de poner término a una calamidad que ha desolado por tanto tiempo el África, ha envilecido la Europa y afligido la humanidad. "Dichos plenipotenciarios han convenido en empezar sus deliberaciones sobre los medios de conseguir objeto tan provechoso, declarando solemnemente los principios que les guían en este examen. "En consecuencia y debidamente autorizados para este acto por la adhesión unánime de sus cortes respectivas, al principio enunciado en el dicho artículo separado del tratado de París, declaran a la faz de Europa, que siendo a sus ojos la extinción universal del comercio de negros una disposición digna de su particular atención, conforme al espíritu del siglo y a la magnanimidad de sus augustos soberanos, desean sinceramente concurrir a la pronta y eficaz ejecución de ella con cuantos medios estén a su alcance y empleándolos con el celo y perseverancia que exige una causa tan grande y justa. "Sin embargo, conociendo la manera de pensar de sus augustos soberanos, no pueden menos de prever que aunque sea muy honroso el fin que se proponen, no procederán sin los justos miramientos que requieren los intereses, las costumbres y aun las preocupaciones de sus súbditos, y por lo tanto los dichos plenipotenciarios reconocen al' mismo tiempo que esta declaración general no debe influir en el término que cada potencia en particular juzgue conveniente fijar para la extinción definitiva del comercio de negros. Por consiguiente, el determinar la época en que este comercio debe quedar prohibido universalmente será objeto de negociación entre las potencias; bien entendido que se hará todo lo posible para acelerar y asegurar el curso del asunto, y que no se considerará cumplido el empeño recíproco que los soberanos contraen entre sí en virtud de la presente declaración, hasta que se haya conseguido completamente el fin que se han propuesto en su empresa. "Comunicando esta declaración a la Europa y a todas las naciones cultas de la tierra, los dichos plenipotenciarios esperan que estimularán a los demás gobiernos, y particularmente a los que prohibiendo el comercio de negros han manifestado las mismas máximas, a sostenerlos con su dictamen en un asunto cuyo logro será uno de los más dignos monumentos del siglo que lo ha promovido y le habrá dado fin gloriosamente.
Viena, 8 de febrero de 1815.
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Inglaterra: abanderada del abolicionismo. Una cuestión meramente económica
No deja de ser curiosa la trayectoria de Inglaterra en relación al hecho de la esclavitud. Pasa a la Historia como el país que inició a nivel mundial el abolicionismo, y es, sin lugar a dudas, el país que más tráfico ha llevado a efecto y que peor trato ha dado a los esclavos. Y para redondear la cuestión, siempre ha esclavizado a propios y a extraños, siendo que si hasta el abolicionismo usaba látigo y cadenas, desde el abolicionismo usa el hambre y la miseria.
En 1562, John Hawkins, compatibilizando su acción como pirata con la de traficante de esclavos y contrabandista, desembarca en las Antillas el primer cargamento de esclavos africanos bajo bandera inglesa, y los vende a compradores españoles. La acción se repetiría en 1564 y 1567.
Faltaban cuarenta años para que el destino de los esclavos fuesen territorios bajo dominio británico. Tal sucedería en Virginia el año 1607, que fue nutrida por esclavos blancos ingleses, y donde hasta 1619 no arribarían esclavos negros. En 1609 sería también Bermudas destino esclavista.
Inglaterra estaba sumida en un inmenso genocidio sobre la población británica, y la toma de posiciones abandonadas por España en el Caribe le facilitaba lugares donde redimir de la muerte a sus víctimas, a las que sometía a esclavitud.
Los británicos no fueron al principio creadores de imperios, sino piratas que se dedicaban a saquear a los imperios de Portugal, España, Holanda y Francia. En realidad, fueron imitadores imperiales. (Ferguson)
En 1618 se establecían en el río Gambia, y en 1620 tomaban una isla deshabitada en el Caribe: Barbados, donde la importación de esclavos negros sería de envergadura en 1630, cuando se inició la industria azucarera.
En 1625 Jacobo I establecía que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales, siendo que durante el siglo XVII, los ingleses deportaron cientos de miles de irlandeses y, en menor medida, escoceses, a sus plantaciones en el Caribe y Norteamérica. Se sabe que en 1632 la inmensa mayoría de los esclavos de las islas caribeñas inglesas de Montserrat y Antigua eran irlandeses. Un censo de 1637 muestra que 7 de cada 10 habitantes de Montserrat eran esclavos irlandeses, resultando destacable el hecho de que aproximadamente la mitad de los pioneros19, que Inglaterra transportó a América entre 1650 y 1780 lo hicieron como esclavos temporales.
Este aporte de esclavos tuvo especial significado entre 1641 y 1652, bajo el mandato de Cromwell, cuando Inglaterra infligió un terrible genocidio sobre Irlanda cuyos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
Pero el desarrollo espectacular del tráfico de esclavos se da especialmente a partir de 1660, cuando Inglaterra se apodera de Jamaica, y se redondea en 1713 cuando al finalizar la guerra de sucesión al trono de España, y a cambio de reconocer a Felipe V, exigió la firma de un tratado comercial que abarcara la Península y las Indias, con la cláusula de nación más favorecida, y el monopolio de la trata de negros, controlando con ello el importante mercado que ya era la trata en esos momentos.
De las 66 factorías que llegaron a poner los europeos en las costas de África para la compra de negros, 40 eran inglesas y el resto de los portugueses, holandeses, franceses y daneses. (Donoso: 57)
Si durante a primera década del siglo XVIII, el tráfico de esclavos era una creciente disputa comercial entre portugueses, holandeses, ingleses y franceses, a partir de 1713 fue de claro monopolio inglés, y su desarrollo propició que no sólo Inglaterra, sino también EEUU, Francia o Países Bajos se alzaran como primeras potencias mundiales.
Es el caso que el desarrollo del tráfico negrero empezó manifiestamente con el desarrollo del Tratado de Utrecht, al amparo del cual, el esclavista Ricardo O'Farril estableció en 1715 ,en La Habana, la primera factoría para la entrada y venta de esclavos.
El desarrollo del tráfico queda expresado en otro lugar de este trabajo. Sirva lo expuesto hasta el momento para ubicarnos en relación al tema objeto del presente capítulo.
Para ubicarnos debemos tener en cuenta que la Revolución Industrial en Inglaterra tuvo lugar en 1740, y con la misma, los métodos de explotación humana variaban considerablemente, siendo que la productividad se veía mermada con la mano de obra esclava, que requería un aporte de capital así como su manutención. Manifiestamente, los métodos de esclavitud aplicados hasta el momento se mostraban lesivos para el espíritu capitalista. Se hacía necesario que el esclavo se mantuviese a sí mismo, garantizando con la medida un costo ajustado a las previsiones.
Con esas ideas, resulta que hacia 1750, era difícil encontrar en Inglaterra una ciudad comercial o manufacturera que no estuviese en cierta forma conectada con el comercio triangular colonial o directo. Las ganancias así obtenidas constituyeron una de las principales corrientes de esa acumulación de capital en Inglaterra, que financió la Revolución industrial. Pero las nuevas teorías divulgadas por Adam Smith señalaban la nula rentabilidad del trabajo esclavo. La idea, no obstante, debía ser vendida como un gran logro social, y a ello se volcó la misma ideología ilustrada, remarcando la injusticia que representaba el hecho de la esclavitud; algo que el Humanismo Cristiano venía señalando desde tiempo inmemorial, y que resolvía con humanidad y con manumisión.
Tanto Adam Smith como Adam Ferguson eran contrarios al tráfico de esclavos; el primero porque «el trabajo realizado por hombres libres resulta más barato al final que el realizado por esclavos». (Ferguson)
Consiguientemente, en 1765 se funda en Inglaterra la Sociedad Antiesclavista, y a partir de 1772, la esclavitud es abolida en el territorio de las islas británicas. Los plantadores que vuelven a Inglaterra evitan traer consigo a su personal doméstico, pero sí utilizan para su campaña a Gustavus Vassa (Olaudah Equiano), esclavo que fue debidamente instruido para apoyar lo que querían implantar.
Los británicos demostraban que habían modificado su postura internacional: de grandes tratantes negreros se habían convertido en filantrópicos oponentes a la trata por razones morales. Este cambio desconcertaba a cuantos entraban en contacto con ellos. Se sospechaba, naturalmente, que sus motivos eran oportunistas. Los franceses, los norteamericanos y los españoles pensaban que la nueva cruzada británica era un medio para consolidar su dominio de los mares, pues inmediatamente después de la ley que prohibía la trata se estableció una Flota Británica de África Occidental. (Thomas 1997: 568)
Pero es que, además, la medida llevaba al menos otro objetivo oculto. Volvemos a insistir que estamos hablando de un momento en el que se desarrolla la Revolución Industrial; un momento en el que la comunicación, la navegación, conoce un desarrollo espectacular, y curiosamente en estos momentos se inflige sobre los pueblos colonizados una masacre bastante peor que la esclavitud.
El interés británico en suprimir la esclavitud tiene, como se observa, su explicación. No se debía a una conciencia humanista, sino a una necesidad comercial. El mercado europeo era demasiado pequeño para absorber la oferta generada como consecuencia del desarrollismo. Evidentemente, la supresión de la esclavitud conforme era entendida perseguía ampliar el mercado a los productos manufacturados.
Por otra parte, nunca se atendió el desarrollo de los pueblos suministradores. Ni los esclavistas negros suministradores ni los blancos implicados en la trata atendieron la explotación de los recursos naturales, lo que resulta altamente extraño si tenemos en cuenta las enormes inversiones llevadas a cabo por las naciones traficantes. Y ello conllevó graves problemas de hambrunas una vez suprimida la trata; aspecto que tampoco fue atendido cuando se desarrollaba el movimiento abolicionista ni cuando se impuso la abolición.
En principio, si hasta el momento las economías de los pueblos africanos estaban directamente ligadas a la exportación de mano de obra esclava, se vieron de pronto privados de esa fuente de ingresos. Duele hablar en esos términos, pero esos términos son, a lo que parece, los determinantes de la situación.
Desde el secundo cuarto del siglo XIX hasta mediado el siglo XX, fueron debilitadas hasta el límite todas las estructuras sociales y económicas de los pueblos suministradores de esclavos, que pasaron a carecer de cualquier reserva para hacer frente a los fenómenos del clima, cuyo rigor les hace preciso mantener unas reservas de las que los colonialistas les privaron, dando lugar a terribles hambrunas que inexorablemente fueron sufriendo... y aún hoy colean quienes fueron forzados a integrarse en un mercado mundial en que forzosamente debían ser dependientes.
Lo mismo hicieron con la España de los cinco continentes, pero esa es otra cuestión para tratar aparte.
Pero es que, además, cuando Inglaterra proclamaba en 1825 que los súbditos ingleses que participasen en la trata serían condenados a muerte y a incautación de sus bienes por piratería, además de sonrojar a cualquiera sabiendo que era justamente Inglaterra la principal actora del tráfico, no tuvo ningún efecto, ya que un número importante de traficantes ingleses continuaron ejerciendo su labor sin que ninguno de ellos acabase siendo jamás juzgado por ningún tribunal.
Con la Ilustración, con el Liberalismo, la actuación colonialista se especializó, procediendo a llevar a cabo a nivel mundial una gigantesca reconversión de la economía que exigía arrebatar sus tierras a los indígenas. Ahí, en lo tocante al mundo hispánico, el mal infligido es sangrante, pues a los indígenas les fueron arrebatadas las tierras cuya propiedad les había sido reconocida por la Corona española, que pasaron a manos de títeres de Inglaterra, que las dedicaron a cultivar lo que les demandaba el mercado británico (azúcar, algodón, café, tabaco, cacao, arroz, etc.), donde sus antiguos propietarios pasaron a convertirse en siervos.
Algo similar llevarían a término en África y en Asia, donde, como sucedió en América, pasaron a ser súbditos del libre comercio internacional, lo que daría pie a la creación del conocido como Tercer Mundo. Triste destino para todos, y muy en concreto para los antiguos súbditos de la Corona Española, que de súbditos libres y propietarios de tierras devinieron en mano de obra sin cualificar, con el añadido no pequeño de convertir una América segura donde cualquiera podía ir caminando de Lima a México, con sus bienes y sin temor a ser asaltado, en una de las zonas más inseguras del mundo.
A partir de ese momento más del 80% de la población mundial pasó a depender de las decisiones políticas ajenas que sólo atienden su propio desarrollo económico.
Con esas premisas, el año 1787, Thomas Clarkson fundó en Londres una sociedad que promovía el fin de la esclavitud: la British Antislavery Society, que acabaría siendo el modelo a seguir por asociaciones similares creadas en los demás países europeos y americanos.
Es ese mismo año cuando, para servir las posiciones de Clarkson, Inglaterra ocupa Sierra Leona; un lugar declarado insalubre para los ingleses que estaban siendo deportados y que acabaron en Australia y Nueva Zelanda, pero declarado espléndido para los negros esclavos existentes en Inglaterra.
Los esclavos liberados caminaban bajo el arco de la libertad que llevaba la inscripción (hoy casi invisible con la maleza): «Liberado de la esclavitud por el valor y la filantropía británica». (Ferguson)
Y los asentamientos de esclavos eran llevados como hoy hacen con su “interculturalidad”; a modo de naciones microscópicas; los congoleños en el barrio congoleño; y los de otras procedencias en barrios especialmente destinados a ellos.
Esa medida es seguida también por los Estados Unidos, que ese mismo año prohibió la esclavitud en el territorio al norte y oeste del río Ohio. No obstante, tanto Inglaterra como los Estados Unidos continuaron aplicando el tráfico de esclavos y la esclavitud en otros ámbitos donde el el desarrollo industrial era de momento inviable. Las posesiones británicas en Asia y los estados sureños de los Estados Unidos son el ejemplo.
Pero resultaba evidente que para el desarrollo de la nueva esclavitud con barniz de libertad que necesitaba el liberalismo debían seguirse unos pasos que resultaban inexcusables. Debía presentarse el asunto como una reivindicación; un objetivo que debía ser alcanzado por quienes necesariamente debían cambiar su calificación, aunque no su estatus.
Así, se sucedió un rosario de actuaciones reivindicativas por parte de los esclavos. En 1791 se produce una rebelión en Haití; en 1794 La Convención Francesa vota la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas; en 1803 Dinamarca se convierte en el primer país que prohíbe el comercio de esclavos... En 1804 los esclavos de Haití, sublevados desde 1791, declaran su independencia; en 1807 Inglaterra prohíbe que se habiliten barcos negreros en sus dominios, es decir abole la trata y pasa a utilizar toda la flota esclavista en transportar súbditos ingleses blancos a Australia y Nueva Zelanda; en 1808 Inglaterra prohíbe la entrada de esclavos en sus dominios; en 1808 se prohíbe la entrada de esclavos en los Estados Unidos; en 1811 se establecen en Sierra Leona los tribunales contra la trata; en 1814 Holanda suprime la trata de negros y en 1815 Suecia hace lo propio, y sigue Francia en 1819.
España y Portugal, colonias que eran ya de Inglaterra, mantienen la trata, siendo que firmaron tratados en aras de perseguir el tráfico.
En 23 de setiembre de 1817 fue firmado un tratado entre Gran Bretaña y España, en virtud del cual ambas potencias se comprometían a colaborar para suprimir la trata de esclavos en el África occidental. Se acordó la constitución de dos tribunales mixtos que se instalarían, respectivamente, en La Habana y en algún punto de la costa de Sierra Leona. (Vilar: 273)
Este mismo tratado sería ratificado en 1835, pero los intereses de la regente Maria Cristina, como la de los otros agentes británicos que conformaban el gobierno en España, convirtieron el tratado en papel mojado, con las mismas responsabilidades soportadas por los tratantes británicos cuya actividad era sancionada por la pena de muerte: ninguna.
Mientras tanto, Inglaterra, entre 1787 y 1853 transporta a Australia y Nueva Zelanda, acusadas de los más variados y banales delitos, alrededor de unos ciento veintitrés mil hombres y unas veinticinco mil mujeres en la misma flota negrera que antes cubría la ruta del Atlántico. Las condiciones del transporte eran tales que los barcos eran conocidos como “barcos del infierno”.
Consigo iba un número indeterminado de niños pero sustancial, muchos de los cuales habían sido concebidos en la travesía. (Ferguson)
La verdad es que resulta cuando menos difícil, dadas las condiciones del traslado, ya expuestas en otro lugar, dar pábulo a la afirmación de Férguson respecto a que algunos de los niños pudieron ser concebidos durante el traslado (salvo que el padre no fuese un esclavo, sino un tripulante), pero ahí lo dejamos.
Inglaterra se había hecho con el cabo de Buena Esperanza en 1795, y en 1821 constituye la Sociedad Antiesclavista, presidida por William Wilberforce y apoyada por William Pitt, de triste (para España) actuación en los movimientos separatistas de América, y entre tanto, en 1807 se prohíbe introducir esclavos en las colonias británicas atlánticas. Pero la esclavitud sigue siendo legal en ellas, siendo que, desde este año hasta 1830 las colonias británicas en las Antillas vieron reducida su población esclava de ochocientas mil a seiscientas cincuenta mil almas.
Los ingleses fueron consolidando a lo largo del siglo XIX sus posiciones no sólo en África, sino en las principales rutas de comercio entre Europa y América del Sur, India y China. Gambia, Sierra leona, Costa de Oro y Ghana, que por lógica dejaban de ser suministradores de esclavos, dejaron de ser interés prioritario. No obstante, estas posesiones, junto a la colonia de El Cabo, volverían a tener especial significado comercial a partir de 1882.
En cualquier caso, todo lo tratado hasta el momento se refiere estrictamente al tráfico atlántico y no al oriental, donde el tráfico continuó durante todo el siglo XIX... y no sólo con esclavos blancos procedentes de Inglaterra.
Si hablamos del verdadero motivo que tuvo Inglaterra para proceder a la abolición de la trata oriental en 1897, éste fue el de acabar con la Compañía Alemana del África Oriental de Kart Peters y, en suma, evitar que les tomaran la delantera en esa carrera hacia el nuevo reparto colonial de finales de siglo. Evidentemente, los motivos no fueron filantrópicos puesto que habían dejado hacer a los árabes con la excusa de que podía ser legal la trata interna, entre otras cosas, porque según la interpretación de los occidentales ésta era inherente al Islam.20 (García Cantús 2008: 63)
Entre tanto, y como consecuencia de las acciones llevadas a cabo para la consolidación de la nueva esclavitud, que abarcaría a toda la población mundial, en
1821 La American Colonization Society desembarcó en la Costa de los Granos el primer cargamento de negros libres que dio origen a Liberia.
Si en las dos primera décadas del siglo XIX se procedió a la abolición de la trata en el Atlántico, la tercera década se significaría por la abolición de la esclavitud, siendo que en la labor, la armada británica adoptó una posición proactiva que no se limitaba a proteger el traslado de esclavos ingleses a Nueva Zelanda y a Australia, sino a evitar que otros tratantes cruzasen el atlántico con esclavos negros.
De esa actividad, señala José Antonio Saco que en el parlamento británico consta relación en la que queda reflejado que entre junio de 1819 y julio de 1828, la marina británica interceptó un total de 13.281 africanos que eran transportados como esclavos. (Saco 1879 Vol II: 61)
En 1831 Inglaterra y Francia celebran un tratado para la supresión de la trata de negros; en 1834, el parlamento británico proclama la liberación de todos los esclavos del imperio, indemnizando a todos sus propietarios; en 1838 cesa la esclavitud en los dominios británicos; en 1848 Francia decreta la abolición de los esclavos en el Caribe Francés y funda la colonia de negros libres Libreville; en 1849, en Francia, donde no había esclavos, es abolida la esclavitud; en 1863 Holanda suprime la esclavitud en Surinam y Antillas Holandesas; en 1865 es proclamada en los Estados Unidos la abolición federal de la esclavitud; en 1867 llega a Cuba el último barco de esclavos.
El año 1878 sería Portugal quién aboliese la esclavitud en sus posesiones africanas, y en 1880 es suprimida en Cuba por un régimen conocido como Patronato, que perduraría hasta 1886, y finalmente sería abolida en Brasil en 1888.
Es interesante reseñar al efecto que en el momento de la abolición de la esclavitud en Cuba, más de la mitad de la trata estaba en manos de comerciantes británicos.
Pero esta relación está trufada de circunstancias particulares, la principal de las cuales ha quedado señalada más arriba: La Revolución Industrial, que generaba más recursos que el sistema esclavista, y la segunda, ¡por qué no señalarlo!, estaba relacionada con lo que acabaría ocurriendo décadas después, que fue la colonización de África con el objetivo de la extracción de materias primas de África, aún vigente hoy, que conllevó una reesclavización sin tener que cargar con el gasto de su exportación. Pero hasta ese momento no era así, como no era así en todas partes. Por eso los Estados Unidos continuaron con el negocio del tráfico y de la esclavitud al estilo tradicional hasta que el desarrollo industrial impuso la nueva esclavitud.
Entre tanto, los grandes países involucrados en la trata, aumentaron su riqueza y desarrollaron su industria a costa del tráfico. También los Estados Unidos hicieron lo propio, siendo que entre 1790 y 1860 transportaron más e un millón de esclavos del norte abolicionista al sur esclavista, siendo que en la tesitura del momento, los esclavistas del norte hicieron un gran negocio en el intercambio.
Pero no era ese el único frente de movimiento de esclavos... Y los abolicionistas, en Inglaterra, tenían la otra parte de la moneda que servía los mismos objetivos.
El prestigio de la armada era alto y la armada, desde Nelson al duque de Clarence, se inclina en general en favor de la trata. Nelson dijo que «me han criado en la vieja escuela y me enseñaron a apreciar el valor de nuestras posesiones de las Indias occidentales, y ni en el campo ni en la administración se violarán sus justos derechos mientras tenga un brazo para luchar en su defensa o una lengua para hablar contra la condenable doctrina de Wilberforce y sus hipócritas aliados». En esta atmósfera, no es sorprendente que entre 1801 y 1807 se transportaran en buques británicos doscientos sesenta y seis mil esclavos, sin tomar en cuenta los que se cargaron en buques de propiedad extranjera pero en realidad ingleses. La guerra acaso fatigó a los abolicionistas, pero no a los negreros. (Thomas 1997: 542)
Evidentemente, y principalmente desde la entrada de Inglaterra en la trata, tanto la esclavitud como la supresión de la misma obedece a un objetivo económico.
Es la esclavitud la que ha dado valor a las colonias [americanas], son las colonias las que han creado el comercio mundial y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria del Mundo moderno» (MARX, K., Miseria de la Filosofía, II, 4)
La actuación exclusivamente economicista es la norma de la política británica, siendo el humanismo algo absolutamente extraño a su actuación, hasta el extremo que los propios analistas británicos, sin llegar a pronunciar la palabra clave (genocidio), señalan que al fin, esa es la actuación británica.
En el siglo XVIII, los británicos se mostraron tan fervientes en adquirir y explotar esclavos como lo hicieron posteriormente al tratar de erradicar la esclavitud; y durante mucho más tiempo aún practicaron formas de discriminación y segregación racial que hoy se consideran aborrecibles. Cuando la autoridad imperial era desafiada (en la India en 1857; en Jamaica en 1831 o 1865, y en Sudáfrica en 1899) la respuesta británica solía ser brutal. Cuando surgió la hambruna (en la Irlanda en la década de 1840, y en la India en la de 1870), su respuesta fue negligente, en cierta medida culpable. (Ferguson)
Y la negación del humanismo en la actuación británica queda manifiesta justamente en estas fechas cuando, mientras estaba llevando a cabo estas medidas, condenando a los antiguos esclavos a la indigencia con la entrega de parcelas de terreno ridículas, donde quienes antes trabajaban literalmente hasta morir, ahora estaban condenados a morir de inanición y sometidos a una minoría blanca que dominaba el poder de la isla, en 1839 iniciaba contra China la conocida como Guerra del opio, por la que consiguieron abrir los puertos chinos para el comercio de la droga.
Pero si esta motivación parece corta, es necesario señalar que el tráfico de esclavos continuaba realizándose desde África Central y Oriental a Arabia, Persia y la India. Ese tráfico, a pesar de las leyes, alcanzó unos niveles similares a los del tráfico atlántico, siendo que durante el siglo XIX, según señala Niall Ferguson, fueron traficados unos dos millones de africanos.
Pero en cualquier caso, la mano de obra seguía siendo necesaria en las colonias atlánticas; tan necesaria como antes, y para conseguirla, los métodos habían variado... pero sólo superficialmente.
El objetivo de tener mano de obra sin límite y sin obligaciones se hizo realidad con el aporte de una inmigración que tenía un gran parecido, si no físico, sí de condiciones laborales, con los esclavos ingleses transportados a las Antillas en el siglo XVII, pero probablemente en peores condiciones, ya que serían ellos mismos quienes se preocupasen de sus propias necesidades. Millones de personas de distintos orígenes, chinos, indios... se convertían en inmigrantes voluntarios que adquirían un estatuto de asalariado que era totalmente legal... y fraudulento. Personas que firmaban con la huella digital un contrato de trabajo que sólo tenía parangón con el Tratado de Waitangi, en Nueva Zelanda, donde las tribus ágrafas firmaron con Inglaterra un tratado que, para mayor escándalo no se correspondía lo escrito en inglés con lo escrito en maorí.
Entre la década de 1820 y 1920, cerca de 1,6 millones de indios dejaron la India para trabajar en las colonias del Caribe, África, en el océano Índico y el Pacífico, desde las plantaciones de caucho en Malasia hasta los ingenios azucareros de Fidji. Las condiciones en que viajaban y trabajaban a menudo eran tan malas como las que sufrieron los esclavos africanos hacía un siglo. Tampoco pudieron los mejores esfuerzos de los funcionarios como Machonochie conjurar las terribles hambrunas de 1876-1878 y 1899-1900. En efecto, en la primera la preferencia británica por la economía de laissez-faire empeoró las cosas. (Ferguson)
En 1861 dio comienzo la Guerra de secesión en los Estados Unidos, en la que el objetivo claramente marcado de los vencedores no era acabar con la esclavitud, cuyo objetivo no pasó ser un señuelo para reclutar soldados negros, sino para obtener el control del territorio, de sus recursos naturales y de su mercado.
Tan es así que tras la Guerra de secesión usense, en 1865, los hacenderos sureños se vieron obligados a abandonar sus haciendas, que fueron ocupadas por los blancos del norte, mientras los esclavos negros, ya libres, padecían la nueva situación en condiciones que en nada se apartaban de las que habían tenido hasta el momento.
En palabras de un periodista negro "A los esclavos los convirtieron en siervos de la tierra y los ataron a ella. En esto quedó la tan cacareada libertad del hombre negro a manos del yanqui". (Zinn 2005)
Y en la misma operación, el presidente Andrew Johnson anuló las leyes que ayudaban a los negros, a los que se mantenía sin derechos en el nuevo estatus de la Unión.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y al tiempo que Inglaterra pasaba a prohibir las cacerías de aborígenes australianos, que hasta el momento formaban parte de la fauna local, se produjo la descolonización, y la creación del concepto de Tercer Mundo.
Y en estos momentos del siglo XXI sabemos que el capitalismo continúa sacando sus máximos beneficios de la misma fuente aunque de formas diversas, pero igualmente subdesarrolladoras e inhumanas, de la que podemos citar multitud de muestras de entre las que nos limitamos a citar la obtención del coltan, cuyo asunto da para ser tratado aparte.
BIBLIOGRAFÍA
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Vilar, Juan Bautista. (1970) España en Guinea ecuatorial. En Internet https://digitum.um.es/digitum/handle/10201/22006 Visita 6-8-2018
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